PROCESIONES
VocTEO
 

En la doctrina trinitaria clásica el término procesiones (processiones, productiones) sirve para indicar los procesos vitales en Dios, que son la generación, en lo que respecta a las relaciones entre el Padre y el Hijo, y la espiración, en lo que respecta a las relaciones Padre-Hijo y Espíritu Santo (tradición latina); la tradición oriental, que acentúa las relaciones entre el Padre y el Espíritu con la mediación del Hijo, no utiliza el término espiración, sino el de procesión. El mismo término procesión, ekporeusis en griego, se emplea también en Oriente para especificar la relación entre el Padre y el Hijo.

La doctrina de las procesiones es un intento de ilustrar los procesos vitales en Dios por parte de la teología clásica. Por tanto, conviene señalar cuanto antes los fundamentos de esta doctrina. Se trata ante todo de una doctrina analógica que intenta decir la realidad que representa, pero siempre de una forma inadecuada: en efecto, hablar de procesiones dentro de la Trinidad podría hacer pensar espontáneamente en un discurso humano que recuerda procesos de generación. Hay, por el contrario, una singularidad absoluta en la doctrina de las procesiones. Deben entenderse siempre como algo que tiene lugar dentro de la esencia divina: son, por tanto, actos eternos, lo mismo que son eternas las personas trinitarias : por eso mismo se refieren siempre al dinamismo espiritual y eternamente vivo que no sufre variaciones temporales.

Por consiguiente, no existe ningún desarrollo de la esencia divina: las procesiones que se atribuyen a las personas divinas hacen referencia a la estructura esencial de Dios y determinan la esencia divina en su unicidad y eternidad. Especifican a los Tres de la Trinidad: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son juntamente el único Dios. Sin embargo, la doctrina clásica de las procesiones no puede comprenderse más que en relación con la explicación trinitaria de conjunto (apropiaciones, nociones, relaciones, personas, misiones).

Con todo, si no se quiere caer en un formalismo abstracto, esta doctrina debe permanecer siempre vinculada al acontecimiento cristológico-pneumatológico y encontrar en él su fundamento. Es decir, la doctrina de las procesiones resulta ser el intento de explicación de las relaciones entre el Padre, el Hijo y el Espíritu que se manifiestan en los acontecimientos de la historia de la salvación: cuando la teología perdió de vista esta vinculación, la doctrina de las procesiones corrió el riesgo (sobre todo en la teología occidental) de caer en un formalismo abstracto y de hecho va no se supo ilustrar dinámicamente la Trinidad. Parecía como si hablar de generación y de espiración fuesen maneras tautológicas de expresar la esencia divina, a pesar de que la Tradición enseñaba claramente que se referían a las Personas en Dios.

Por lo que se refiere al vínculo Padre-Hijo, la primera procesión trinitaria recibe el nombre de generación. El dato bíblico neotestamentario manifiesta cómo Dios es siempre el Padre de nuestro Señor Jesucristo. El Padre representa siempre el polo central de la existencia de Jesús tanto en su predicación y en su oración como en la historia de su pasión-muerte-resurrección. Jesús es el unigénito que está en el seno del Padre (Jn 1,18): el camino de Jesús es un viaje que parte del Padre para volver al Padre (Jn 16,28). La tradición eclesial ha intentado entonces captar esta relación utilizando conceptualmente la categoría de generación para expresar estos tipos de relación, pero especificando enseguida que se trata de una generación totalmente distinta del modelo de la generación humana. Estamos aquí en el ámbito de una generación espiritual, ya que el Padre es no-engendrado y el Hijo es Aquel que es engendrado, no-creado. El acto del engendrar es propio del Padre: la tradición es unánime a la hora de afirmar que las procesiones se refieren a las personas y no a la esencia divina.

La generación es un proceso vital de la persona del Padre y no de la naturaleza divina en cuanto tal.

La relación Padre-Hijo y Espíritu Santo, que constituye la segunda procesión, recibe el nombre de espiración (teología latina) o de procesión (teología oriental). Esta segunda relación traduce los procesos vitales en Dios en relación con el Espíritu Santo. En la perspectiva neotestamentaria (sobre todo en la de Juan) el Espíritu Santo aparece siempre vinculado a Jesús, enviado por el Padre a través de Jesús. La teología latina, sobre todo en su tradición agustiniana y tomista, ha puesto de relieve la procesión del Espíritu Santo del Padre y del Hijo. Agustín introduce respecto al Espíritu la categoría de donum y de caritas: Anselmo introduce el concepto de espiración : el Padre y el Hijo espiran al Espíritu Santo como fruto de su mutuo amor. Tomás de Aquino considera al Padre y al Hijo como único principio de la espiración del Espíritu Santo (Comnzent. in Sent. 1, d. 1 1, q. 1, a. 4c). El Amor entre el Padre y el Hijo (siempre según santo Tomás) es una persona en sí misma, tiene el carácter de la subsistencia, pero no de la misma subsistencia del Padre y del Hijo (S Th. 1, q. 37). Tomás habla de las procesiones en la q. 27 de la Summa Theologiae (1 pars); su razonamiento es lineal: se sirve de la imagen psicológica, derivada de Aristóteles, pero debidamente corregida, para concluir que la procesión del Hijo a partir del Padre tiene lugar por vía intelectiva y es análoga a la generación de la idea a partir del entendimiento (1, q. 27), mientras que la procesión del Espíritu Santo se realiza por vía de apetito o de volición y es análoga al amor del alma cuando se mueve por un acto de volición para adherirse al objeto conocido y por tanto amado. La diferencia substancial entre la analogía psicológica y las procesiones trinitarias está en que, en el caso de Dios, tenemos dos amantes, Padre e Hijo, pero un único amor subsistente, el Espíritu Santo. Para Tomás, como para toda la tradición latina, la segunda procesión ve así al Padre y al Hijo como único principio y al Espíritu Santo como término.

La tradición oriental contempla un procedimiento diferente, aunque no es una operación correcta la de esquematizar y dividir las dos tradiciones. Hay autores orientales contemporáneos, como Sergio Bulgakov, que opinan que, respecto a la procesión del Espíritu Santo, no existe en Oriente una doctrina patrística unánime. En la era patrística la procesión del Espíritu Santo se atribuía ciertamente de modo principal al Padre, pero el Espíritu Santo pertenece también al Hijo (Capadocios, Epifanio). Sin embargo, la manera de concebir la Trinidad en la tradición oriental induce sin más a destacar la primacía del Padre en la procesión del Espíritu Santo. Por eso mismo, la imagen que prevalece es la de la ekporeusis del Espíritu, que conoce también la mediación del Hijo. La razón formal de las procesiones intratrinitarias se ve, en esta concepción, en el amor de Dios que se derrama; de esta manera la procesión del Espíritu Santo llega a manifestar mejor la singularidad de las Personas trinitarias.

La procesión del Espíritu Santo ha sido motivo de discusión y también de división entre Oriente y Occidente. Si es verdad, como lo es, que la cuestión del Filioque fue ocasión de discordia por motivos político-eclesiásticos, que en algunos momentos tenían muy poco que ver con la ortodoxia, también es exacto reconocer que son diferentes las concepciones teológicas que subyacen a esta disputa. La fórmula Filioque da a entender una manera específica de concebir la procesión del Espíritu Santo del Padre y del Hijo como de un único principio más todavía una manera distinta de ilustrar el pensamiento trinitario. Actualmente, algunos estudiosos de la pneumatología como Congar, Bouyer, Muhlen, reconocen abiertamente los límites estructurales de la teología latina, sobre todo cuando, en casos específicos como en san Anselmo, se concebía la procesión del Espíritu Santo no ya a partir de las personas sino de la esencia de Dios, sin salvaguardar lo que en san Agustín estaba claro, a saber que el Espíritu Santo procede principaliter a Patre.

La necesidad de sacar a la teologia latina del "callejón sin salida» en que se había metido -como afirma Bouyer- pasa a través de un replanteamiento más profundo, que intente destacar más las virtualidades inherentes a las diversas teologías y no tanto los meandros por los que se han perdido, Es precisamente la diversidad del modo de concebir la procesión del Espíritu Santo lo que hace resaltar más la urgencia de un mutuo enriquecimiento de las tradiciones teológicas, para que la cristiandad pueda volver a respirar plenamente a dos pulmones, el de la teología latina y el de la teología oriental.

N Ciola

Bibl.: J. M. Rovira Belloso, Procesiones divinas, en DTDC, 1 132-1 143; AA.VV , Dios es Padre, Secretariado Trinitario, Salamanca 1991; O. González de Cardedal, Misterio trinitario y existencia humana, Rialp, Madrid 1966; J Auer, Dios uno y trino, Herder, Barcelona 1981 , 293-312;.'N, Kasper, El Dios de Jesucristo, Sígueme, Salamanca '1990 315ss.