PROBABILISMO
VocTEO


Sistema moral según el cual es lícito seguir una opinión que tenga ciertas razones (sólidamente) probables, aun cuando la opinión opuesta pueda presentar una mayor probabilidad: así pensaba en 1577 el dominico P. Bartolomé de Medina, que fue el primero en formular este sistema como principio reflejo.

Ante la duda práctica sobre una obligación concreta, el sujeto agente goza por tanto de una cierta discrecionalidad: puede decidirse por aquella acción para la que se presentan argumentos más serios -generalmente se piensa aquí en argumentos que sostienen la presunción en favor de las leves o normas universales- pero puede también decidirse por la no obligatoriedad de esas leyes, y en consecuencia por su propia libertad, siempre que haya razones sólidas para la propia opinión, ya que -como sostiene Francisco Suárez- la ley dudosa no obliga. Por razones sólidas se entienden tanto las intrínsecas que se sacan de la comprensión misma del propio caso como las extrínsecas que se deben a la opinión de los expertos. El probabilismo no pretende que el juicio de la conciencia tenga que proceder como una especie de cálculo matemático de los argumentos y por tanto apoyar forzosamente a la parte que tenga más probabilidades, sino reconocer que la conciencia puede tener en aquella situación ciertos argumentos propios que a otros les parecen menos probables, pero que pueden ser determinantes para el sujeto agente.

El probabilismo se propuso durante casi cien años sin grandes críticas. Entre los muchos manuales y las innumerables colecciones de casos, hubo algunos autores para los que bastaba ya una probabilidad tenue para que el individuo pudiera llegar al juicio sobre la no obligatoriedad de una ley: debido a la mentalidad legalista de entonces, se perdía de vista la dinámica interna de la conciencia cristiana. Esto suscitó a mediados del siglo XVII una fuerte reacción contra el probabilismo por parte de muchos teólogos dominicos que -invitados al parecer por el mismo papa Alejandro VII- se convirtieron en los principales defensores del probabilismo. También el papa Inocencio XI favoreció personalmente el probabilismo, apoyando incluso la elección del probabiliorista de González como prepósito general de. los jesuitas y haciendo condenar 65 tesis de una moral laxista, aunque esto no impidió que el probabilismo siguiera siendo el sistema moral dominante. En el siglo XVIII, entre los mayores adversarios del probabilismo se cuentan los teólogos dominicos Concina y Patuzzi, y sobre todo los teólogos influidos por el jansenismo. A menudo se identificaba la moral probabilista con la moral de los jesuitas, contra los que se orquestó una campaña que llevó a la supresión de la orden. San Alfonso de Ligorio, defensor del probabilismo, tuvo que trabajar para que los redentoristas, fundados por él, no se vieran tachados de criptojesuitas y amenazados entonces de supresión. Por eso mismo su sistema fue llamado « equiprobabilismo », a fin de subrayar que para el juicio responsable de la conciencia se necesitaban razones igualmente probables, sobre las que decidía en última instancia la propia conciencia. San Alfonso subrayaba que no se ofendía a Dios por el pecado material (por una lesión solamente material de una norma), sino sólo por el pecado formal, para el que es determinante el juicio de la conciencia. Por otra parte, san Alfonso introducía la conciencia cristiana en el dinamismo de la gracia y le daba una fundamentación ontológico-personal, superando así el legalismo que podía llevar fácilmente a posiciones laxistas. En los siglos XIX y xx el probabilismo ha seguido siendo el sistema moral dominante, pero la discusión sobre los sistemas morales se ha debilitado mucho y en la renovación posconciliar de la teología moral fundamental se ha procurado afrontar los problemas con otra terminología.

C Golser

Bibl.: D. Capone, Sistemas morales, en NDTM, 1708-1718; M. Vidal, Frente al rigorismo moral, benignidad pastoral. Alfonso de Ligorio, PS, Madrid 1987: E, Moore, La moral en el siglo XVI y primera mitad del XVII Granada 1956; F. BOckle, Moral fundamental, Cristiandad, Madrid 1980.