PLATONISMO CRISTIANO
VocTEO
 

La filosofía de Platón, en su tensión por comprender la realidad partiendo desde arriba, ejerció desde los primeros tiempos una influencia tan profunda sobre el cristianismo que hizo surgir una corriente que puede perfectamente definirse como neoplatonismo cristiano.

Para Platón (+ 348 a.C.) existen dos mundos, el de las cosas en su mutabilidad y pluriformidad y el mundo eterno e inmutable que constituyen las ideas, del que se deriva el mundo visible, que no es sino la sombra y el recuerdo del primero. Así pues, conocer significa alzar los ojos del alma a las verdades eternas y realizar así un movimiento de retorno nostálgico a aquel mundo del que ella viene. Este proceso marca para el hombre tanto un camino de liberación progresiva del alma respecto a su prisión que es el mundo, como la consecución de aquel estado de bienaventuranza sapiencial al que aspira por naturaleza.

El neoplatonismo pagano del siglo III-V d.C. recoge y sistematiza estos elementos platónicos, sobre todo a través de la personificación de las ideas eternas: todas las cosas se originan por vía de emanación jerárquica a partir del Uno, que es absoluto, eterno e inmutable. En particular, el alma humana está llamada a un retorno sapiencial de tipo unitivo-místico-beatífico con el Uno. Se llega a él o por vía de la especulación filosófica (Plotino y Porfirio) o por vía teúrgica (prácticas religiosas: Proclo). El cristianismo encontró en todo esto una profunda consonancia con su visión del mundo y, por consiguiente, un instrumento filosófico capaz de reexpresar y conceptualizar su propia fe (neoplatonismo cristiano).

En el período patrístico casi todos los grandes teólogos que intentaron sistematizar la fe, utilizaron ampliamente la filosofía neoplatónica (pensemos, por ejemplo, en Clemente de Alejandría y más todavía en Orígenes). Sin embargo, teniendo presente su amplia influencia en el pensamiento occidental de los siglos sucesivos, es preciso recordar de manera especial a dos autores: Agustín y el Pseudo-Dionisio. El Uno pagano es identificado por Agustín con el Dios cristiano, que lo creó todo y que tiene en sí la verdad de las cosas. El hombre por su constitución aspira a un retorno contemplativo en Dios y recibe activamente una ayuda en este movimiento, gracias a una influencia directa de la luz divina, de naturaleza cristológica, que ilumina su espíritu.

La otra figura significativa del platonismo cristiano es el Pseudo-Dionisio. En su visión ocupa el primer plano la acción litúrgico-sacramental-eclesial como acontecimiento primordial para realizar el retorno unitivo del hombre a Dios: desde arriba la acción de Dios se comunica primero a la estructura jerárquica de la Iglesia y desde ésta a los sacramentos, por cuya participación el individuo, a su vez, entra en contacto con Dios y con su misterio inefable.

El período medieval se vio ampliamente influido por toda esta tradición neoplatónica. Se advierte un primer giro en la relación entre el platonismo y el pensamiento cristiano en el siglo XIII gracias a la reacción progresiva, pero imposible de detener, de la filosofía aristotélica. A una concepción del mundo que partía de arriba y volvía hacia lo alto en un movimiento sapiencial-místico (Platón), se contrapuso otra concepción que afirmaba la autonomía inteligible del mundo y que estaba animada por un fin estrictamente científico (Aristóteles). Pero las dos visiones, más que contraponerse de forma clara y total, de hecho dieron origen a una mescolanza que alguien ha definido como un «aristotelismo platonizante» .

Teniendo en cuenta esta especie de eclecticismo cultural del período escolástico, se reconoce en la escuela franciscana la corriente en la que se percibe más fuertemente la presencia de elementos neoplatónicos-agustinianos.

El fin último del hombre es el fin sapiencial de unirse a Dios mediante un retorno de la inteligencia y del amor a Aquel en el que todo tiene su origen. En este itinerario del alma a Dios, cada uno de los elementos cognoscitivos entra en un mismo y único proceso de acercamiento a Dios. Por su parte, lo divino colabora con el hombre, asegurándole su presencia activa de tipo iluminativo. Aunque, a continuación, el platonismo gozó todavía en el terreno cultural de momentos de gran importancia. en el terreno teológico fue menguando cada vez más su influencia debido a la progresiva afirmación del tomismo. Quizás pueda hablarse de una cierta recuperación de elementos neoplatónicos tras el retorno que se advierte en el siglo xx a la teología de los Padres de la Iglesia. Pensemos especialmente en la revaloración del mundo simbólico en la teología sacramental y en la recuperación de una imagen de Dios que va más allá de la pura razón, de un Dios que se deja encontrar más bien como Aquel que es el deseo nostálgico del hombre.

P. Maranesi

Bibl.: E. des Places, Platonismo cristiano, en NDTF, 1057-1059: S Lilla, Platonismo, los Padres, en DPAC, 11, 1786-1810; E, Gilson, Espíritu de la filosofía medieval, Rialp, Madrid 1981. P P. Gilbert, Introducción a la teología medieval, Verbo Divino, Estella 1993; E. Vilanova, Historia de la teología cristiana, Herder, Barcelona 1987, 523 -1004.