PATARIA
VocTEO
 

Movimiento de reforma que surgió en la diócesis de Milán para combatir al clero simoníaco y el nicolaísmo o concubinato del mismo. Es incierta la etimología y el significado de la palabra. Algunos piensan que se deriva del griego pathos, con el significado de perturbación, subversión del orden eclesiástico constituido, en cuanto que los laicos se arrogaban el derecho a combatir, juzgar y despojar al clero, privándolo de sus oficios y beneficios.

Pero parece más verosímil que el término -acuñado por el clero nicolaíta y simoníaco y aplicado despreciativamente a los que, por el contrario, el cronista Andrea di Strumi califica de «fideles»- se derive del término dialectal milanés paté, que significa "andrajoso» «harapiento». En efecto, aunque el fundador del movimiento fue el diácono decumano de la Iglesia milanesa Arialdo (por el 1010-1066) y acogió a clérigos y nobles comprometidos en la reforma, fue el pueblo ordinario el que, constituyó la fuerza de choque contra el clero pervertido.

Junto a Arialdo, los principales promotores del movimiento fueron el sacerdote Anselmo de Baggio (desde 1056 obispo de Lucca y luego, en 1061, papa con el nombre de Alejandro II), Landolfo Cotta, muerto en 1061- 1062 después de dos años de sufrimientos por las heridas recibidas, y su hermano Erlembaldo, laico, que ocupó su puesto como brazo armado del movimiento, muerto también violentamente el 28 de junio de 1075, a los nueve años exactos de la muerte de Arialdo, horriblemente mutilado el 28 de junio de 1066. Los dos son venerados como santos mártires. Arialdo había comenzado, sin éxito, su predicación en Varese; la prosiguió en Milán, dirigiéndose primero a los clérigos e implicando luego en la lucha a los laicos. Empezó denunciando a los sacerdotes casados o que vivían en el concubinato, para pasar luego a la lucha contra la simonía, la «herejía» más perniciosa que afligía a la Iglesia milanesa, en donde las sagradas órdenes y los oficios eclesiásticos se conferían y se recibían a base de desembolsar dinero. Había tarifas fijas: "para el subdiaconado doce numos, para el diaconado dieciocho y, finalmente, para la ordenación sacerdotal, veinticuatro », como indica san Pedro Damiani en el informe sobre su misión en Milán en 1059-1060. Pero se desembolsaban sumas mucho mayores para obtener la investidura o la colación de oficios y beneficios, empezando por el derecho a ocupar la cátedra arzobispal de Milán, como se ve en el caso del prelado Guido de Velate (1046-1071), cuyo nombramiento por parte del emperador Enrique III era considerado como simoníaco.

El viaje a Roma de los dirigentes patarinos (de Arialdo en 1057 y 1059 de Erlembaldo por el 1062, (n 1067 y 1068) obtuvo de los papas Esteban I y Alejandro II el apoyo para la lucha emprendida, que en algunos momentos se transformó en verdadera guerra civil. Entre tanto fueron enviados a solucionar las cosas los legados papales Hildebrando (1057), Anselmo de Baggio y san Pedro Damiani (1059) y finalmente Mainardo, obispo de Silva Candida (1067). Este último intentó buscar una tranquila convivencia civil, prohibiendo especialmente a los laicos usar la violencia o juzgar a los eclesiásticos. En su decreto del 1 de agosto de 1067 ordenaba: "Prohibimos a todos aquellos clérigos y laicos que juraron actuar contra el clero simoníaco e incontinente... y que por ese motivo causaron incendios, saqueos, derramamiento de sangre y muchas violencias injustas, que vuelvan a hacerlo nunca más». Se les invitaba más bien a denunciar estos delitos y a los reos al arzobispo, el único a quien pertenecía juzgar a su clero.

La pataria no terminó con la muerte de sus dirigentes carismáticos, pero su función histórica ya se había cumplido. En ello influyó sobre todo la necesidad de recuperar la paz y de restablecer el orden y la legalidad canónica, sistemáticamente alterados por los patarinos. A continuación, el término patarino (quizás por la asonancia entre pátaro y cátaro) se convirtió en sinónimo de hereje, mientras que sus instancias fundamentales eran absorbidas por la reforma gregoriana y acababan animando a los movimientos pauperistas y evangélicos de los siglos XIII-XIV.

En efecto, el movimiento patarino había nacido de la exigencia de una autenticidad cristiana que tenía en su base la separación de las cosas del mundo (de aquí la lucha contra la simonía y el nicolaísmo) y la necesidad de imitar a Cristo, dado que quienes no lo siguen en su humildad y pobreza no pueden ser discípulos suyos y dar testimonio de él.

M. D'Alatri

Bibl.: Patarinos, patarenos, en ERC, y 1323; P. Golinelli, La Pataria. Lotte religiose e sociali nella Milano dell'XI sec., Milán 1984.