PAPA / PAPADO
VocTEO
 

Es el título con que suele designarse al obispo de Roma, vicario de Cristo, sucesor de Pedro, cabeza visible de toda la Iglesia. El término se deriva del griego papas, que significa «padre». En Oriente se llamaba también así a los obispos y a otras autoridades notables, para indicar su autoridad espiritual.

En Roma, el título aparece en la segunda mitad del siglo IV en una inscripción (sub Liberio papa). La lista oficial de los papas comienza con el nombre del apóstol Pedro y cuenta con 266 titulares hasta Juan Pablo II.

Según la doctrina católica, el papado tiene su raíz en la elección de Pedro por parte de Jesús como primero de los Doce. El puesto y la función especial de Pedro en el Nuevo Testamento es indiscutible. Son muchos los pasajes en los que se atestigua esto directa o indirectamente. Él fue de los primeros en ser llamado por el Señor y en el grupo de los Doce se le indica siempre antes que a los demás: a veces hace de portavoz de todos ellos. Él es también el primer testigo autorizado del Resucitado. Sin embargo, los textos en los que se detiene particularmente la Tradición católica son los de Mt 16,16-19 -el principal-, al que se añaden Lc 22,31-32 y Jn 21,15-17 Pedro es el apóstol que confiesa a Cristo y recibe de él el apelativo de Kephas, pétros en griego, roca sobre la cual Cristo, el constructor, edificará su 1glesia. Pedro es también el llamado por el Señor para confirmar a sus hermanos y ser el pastor de sus corderos y ovejas. Del conjunto de los textos y de las imágenes contenidas en ellos la Tradición católica deduce la función especial de Pedro dentro del grupo apostólico, un servicio cargado de autoridad para con toda la Iglesia y de responsabilidad ante Cristo. La fe católica afirma además que Pedro tuvo sucesores en sus prerrogativas y que ésos son los obispos que le van sucediendo en la cátedra de la Iglesia de Roma: la autoridad concedida por Cristo a Pedro está presente, de hecho, en el obispo de Roma.

El vínculo entre la sede romana y el ministerio petrino está atestiguado muy pronto en la historia de la Iglesia.

Por eso la Iglesia de Roma es la que preside la agapé (san Ignacio de Antioquía), es decir la comunión de las Iglesias. Se encuentran otros testimonios en la Carta de Clemente a los Corintios, en san Ireneo de Lyón. En el ordenamiento eclesiástico la sede de Roma es también la prima sedes, seguida de Alejandría, Antioquía, Jerusalén y más tarde Constantinopla. Factores de orden histórico llevaron sucesivamente a la sede de Roma y a su obispo a desempeñar una función de primer plano también en la historia política y civil de Occidente, como garantía de la libertad de la Iglesia y en la Iglesia. Un papel importante en el siglo V-Vl tuvieron los papas León 1 (440-461) y Gregorio Magno (590-604). También es verdad que, por ejemplo en la Edad Media y en la época del Renacimiento, el papado tuvo momentos de muy escaso esplendor (por ejemplo, el «cisma de Occidente» entre 1378 y 1417). Pero tampoco faltaron entonces figuras egregias y santas de papas que estuvieron sin duda a la altura de la tarea que quiso Cristo para ellos (pensemos en Gregorio VII y en Inocencio III). El papa llegó también a tener poderes soberanos sobre un territorio (los « Estados pontificios ») y todavía hoy después de los Pactos Lateranenses de 1929, es soberano de la Ciudad del Vaticano. Sin embargo, es preciso considerar aparte esta función, que por otro lado los mismos papas consideran hoy como una condición providencial de libertad para el ejercicio de su misión particular en la Iglesia universal.

En la historia de la Iglesia no siempre se aceptó pacíficamente la autoridad del papa; más aún, se puso en cuestión en las relaciones con la 1glesia de Oriente en una crisis que alcanzó su punto culminante en 1054, y luego en el conciliarismo, en la Reforma protestante, en el galicanismo, en el febronianismo, etc. A pesar de ello, la doctrina sobre el papado se manifestó en la Iglesia de formas cada vez más nítidas hasta la declaración dogmática del concilio Vaticano I, expresada en la constitución dogmática Pastor aeternus (1870). La Iglesia le reconoce al papa un oficio que no es de simple inspección o dirección, sino un poder pleno y supremo de jurisdicción sobre toda la Iglesia, no sólo en las cosas de fe y de moral, sino en todo lo que se refiere a la disciplina y al gobierno de la Iglesia difundida por todo el mundo. Esta jurisdicción, verdaderamente episcopal, es ordinaria e inmediata, tanto sobre todas y cada una de las Iglesias como sobre todos y cada uno de los pastores y de los fieles (cf. DS 3064). El dogma del concilio Vaticano I sobre el primado del papa incluye también el de su magisterio infalible. El concilio Vaticano II ha confirmado la doctrina expresada en la Pastor aeternus. Enseñando por su parte la institución divina del colegio episcopal, ha puesto de relieve el lugar de cabeza que ocupa el romano pontífice en este colegio: más aún, el colegio episcopal incluye siempre en sí mismo, como cabeza, al obispo de Roma, de forma análoga como el colegio apostólico comprendía dentro de sí, como primero, al apóstol Pedro (cf. LG 20. 22). En la disciplina de la Iglesia el Código vigente de derecho canónico dedica expresamente al romano pontífice los cánones 331 -335. Su elección está regulada actualmente por la constitución apostólica Romarto porttifici eligertdo (1 de octubre de 1975), de Pablo VI.

La cuestión del papado ocupa un lugar importante en el diálogo ecuménico. Las comunidades protestantes y la comunidad anglicana rechazaron vivamente en el pasado el ministerio papal.

Hoy se afronta expresamente este tema en los diálogos bilaterales, en donde se observa cierta disponibilidad para reconocer el papel particular del obispo de Roma en la comunión eclesial. En el diálogo con las Iglesias ortodoxas no se ha afrontado todavía directamente este tema; lo cierto es que muchas de las dificultades más importantes en el diálogo ecuménico se derivan de una perspectiva eclesiológica distinta.

M. Semeraro

Bibl.: M. Schmaus, Papa, en SM, Y, 163185: K. Rahner - , Ratzinger, Episcopado y primado, Herder, Barcelona 1965; A, Antón, Primado y colegialidad, Ed. Católica, Madrid 197rJ; . M. R. Tillard, El obispo de Roma, Sal Terrae, Santander 1986.