METAÉTICA
VocTEO
 

Por metaética se entiende la reflexión sobre los problemas fronterizos que constituyen el horizonte último de la reflexión ética y señalan la línea de demarcación entre la reflexión puramente filosófica y la teológica.

Una primera serie de los problemas que afronta la metaética es la que se refiere al análisis del lenguaje moral, es decir, de los términos con que expresamos nuestros pensamientos morales, para aclarar la semántica de la terminología empleada. Correspondería a la explicatio terminorum de la reflexión moral o dogmática de la teología tradicional. Pero más concretamente, metaética indica aquel tipo de reflexión que, a pesar de que no intenta ofrecer indicaciones normativas, profundiza en el conocimiento de las problemáticas en torno a los postulados kantianos de la moralidad, a los presupuestos de la ética normativa o a las condiciones indispensables para el planteamiento correcto de la reflexión ética.

Otro orden de problemas con que se enfrenta la metaética es el relativo a la cognoscibilidad de los juicios morales últimos o a la distinción entre el bien y el mal, que determina la opción moral fundamental. Con ella se nos pregunta si es o puede ser considerada como el resultado de un acto cognoscitivo la afirmación de la que se deduce la perspectiva moral: asumir el punto de vista de la imparcialidad es bueno, mientras que asumir el punto de vista contrario es malo.

Los no cognostivistas sostienen que los juicios morales últimos no pueden ser el resultado de un proceso cognoscitivo, o que al menos no puede decirse nada sobre ellos, ya que no es posible verificar la consistencia de dicho conocimiento. El proceso cognoscitivo, definido por la tradición como adaequatio intellectus ad rem, necesita siempre una verificación; pero como en el terreno moral nunca podrá ser demostrado empíricamente, no se podrá tener la certeza de que el entendimiento haya captado el objeto que intentaba alcanzar, al faltar toda posibilidad de verificación. En efecto, la res de los juicios morales, en cuanto que está constituida por los valores, se escapa de todo control de tipo empírico.

Esto significa para el no cognostivista que no puede afirmarse nada sobre los valores: sólo cabe suponer su existencia, pero no demostrarla. Lo cual equivale a no poder afirmar nunca si es real o ilusorio lo que se cree que es un conocimiento de los valores.

Los cognostivistas, por el contrario, aunque sostienen que el conocimiento de los juicios morales es totalmente peculiar y distinto del empírico, así como es distinto el de los juicios sintéticos a posteriori, observan sin embargo que se trata siempre de una forma de conocimiento y precisamente por esto, no llegan a la negación de su cognoscibilidad.

Finalmente, según el decisionismo, que constituye la versión más difundida de la teoría metaética no cognostivista, es el hombre con su decisión, que ni se basa ni puede basarse en datos cognoscitivos, el que establece la existencia de los valores y los asume, no porque existan, sino porque él mismo determina su existencia.

Sobre esta base las propiedades específicamente axiológicas del valor pierden su identidad, porque se reducen a ser propiedades exclusivamente descriptivas El bien no es lo que se opone axiológicamente al mal, sino una realidad que sólo puede observarse descriptivamente y que sólo puede oponerse descriptivamente a él. El que vive bien no tiene por qué ser alabado, a diferencia del que vive mal. Vivir bien o mal son solamente dos maneras distintas y opuestas que, al no basarse en la realidad ideal de los valores o en lo que corresponde al bien y al mal, no pueden recibir ninguna valoración, no son motivo de aprobación o desaprobación y no determinan el valor moral de perseguir lo uno o lo otro. En este sentido el no cognostivismo debe identificarse con el relativismo metaético no sólo de una norma o de todo el sistema normativo, sino del fundamento último de la misma perspectiva moral.

El problema de la cognoscibilidad de los juicios morales repercute también en el plano teológico-ético. En efecto, sostener la incognoscibilidad de los juicios morales significa no sólo desquiciar la objetividad de los valores, su creaturalidad y su fundamento último en Dios, sino que implica además reconocer la incognoscibilidad de las verdades de fe y poner en discusión el misterio de la creación y el de la redención.

El decisionista reconoce que ante el hombre se abren dos caminos, independientemente de su voluntad y como dos posibles alternativas, pero cree que no puede decir nada sobre su origen y dependencia de la voluntad creadora de Dios. Pensando además que su alternativa sólo puede describirse, y no valorarse, y sosteniendo la imposibilidad de fundamentar cognoscitivamente el deber de elegir el uno o el otro, niega el deber de obedecer a la voluntad creadora de Dios y la posibilidad para el hombre de encontrarse en pecado.

S. Privitera

Bibl.: S. Privitera, Epistemología moral, en NDTM, 551-578; R. Le Senne. Tratado de moral general, Gredos, Madrid 1973; J Maritain, Filosofía moral, Examen histórico-crítico de los grandes sistemas, Morata, Madrid 1962; H Bergson, Las dos fuentes de la moral y de la religión. E, Sudamericana, BuenoS Aires 1962; M. Santos Camacho, Ética y filosofía analítica, EUNSA, Pamplona 1965