INICIACIÓN CRISTIANA
VocTEO
 

Por iniciación se entiende en general el cumplimiento de ciertas acciones y prescripciones rituales con las que el consagrando se ve apartado de una antigua condición precedente y transferido a un nuevo estado religioso, cultural o social. La iniciación cristiana es aquel proceso en que uno se hace cristiano, a través de una inserción global en la vida de fe, significada eclesialmente en los tres ritos que marcan y consagran el comienzo de la vida cristiana. Así pues, la iniciación cristiana expresa el misterio que introduce al hombre en la vida nueva, transformándolo interiormente, comprometiéndolo en una opción de fe para vivir como hijo de Dios, e integrándolo en una comunidad que lo acoge como miembro (con el bautismo), que le inspira en el obrar (con la confirmación) y lo alimenta con el pan de la vida eterna (con la eucaristía).

El primer autor que empleó el término de iniciación cristiana para designar los tres sacramentos del bautismo, de la confirmación y de la eucaristía parece ser que fue L. Duchesne (Origines du culte chrétien, París 1908).

El término «iniciación" se deriva del verbo latino in ire (entrar). Ya en un texto de Tertuliano, apologista del siglo II, encontramos una orientación sintética, pero ciertamente eficaz, del rito de la iniciación cristiana, en el que se pone de relieve la realidad que en él se significa y se produce: «La carne es lavada, para que el alma sea purificada; la carne es ungida, para que el alma sea consagrada; la carne es marcada, para que el alma quede vigorizada; la carne es cubierta por la imposición de las manos, para que también el alma sea iluminada por el Espíritu; la carne se alimenta del cuerpo y de la sangre de Cristo, para que también el alma pueda alimentarse abundantemente de Dios» (De resurrectione mortuorum 8, 3: PL 2, 806). Se trata de un rito unitario, que comprende los gestos del lavado bautismal, de la unción, del signo de la cruz y de la imposición de manos, y de la comunión sacramental. Otros textos contemporáneos de Tertuliano o anteriores a él nos informan igualmente de la praxis de iniciación o al menos aluden a ella.

Pero los ritos de iniciación se pueden encontrar en casi todas las religiones, particularmente en las primitivas. La celebración ritual de una iniciación no es, por tanto, exclusiva de la religiosidad cristiana. Además de no ser original, hay que suponer también que los gestos cristianos de iniciación tienen cierta dependencia de la religiosidad natural, tal como se percibe claramente en una confrontación entre las diversas praxis. Pero esto no disminuye la originalidad del cristianismo, sino que pone de manifiesto una dimensión fundamental del mismo (la universalidad de la salvación) y acentúa su especificidad. La etnología y la antropología atestiguan la existencia en pueblos de diversas culturas de un conjunto de ritos y ceremonias, necesarias para entrar a formar parte de una nueva condición de vida; de manera particular hay que hablar de la iniciación en el mundo de los adultos. Es precisamente ésta la iniciación más importante en la vida del individuo de muchos pueblos primitivos; más aún, constituye el momento más destacado en la vida social de la tribu. El individuo es introducido en una comunidad, en la que llega a asumir un papel concreto; entra a formar parte de un mundo nuevo, anteriormente cerrado a él y que ahora tendrá que conocer e interpretar. En este proceso no hay que olvidar la dimensión religiosa: las divinidades de la comunidad en la que se inserta pasan a ser las divinidades propias del iniciado, que gozará de su protección y tendrá que observar sus leyes. Otra característica interesante es la de la discriminación que operan en las iniciaciones no cristianas: se trata realmente de comunidades basadas en el ethos (la raza) y en el ethos (usos, costumbres, tradiciones, cultura, estructuras, etc.), que se contraponen a todos los demás ethos y ethos. No sucede así en la iniciación cristiana, que introduce en una comunidad «católica», en la que no puede haber discriminación alguna.

La iniciación no coincide necesariamente con la época de la pubertad, pero en casi todas partes se realiza en este período; sin ella, el muchacho no puede ser considerado nunca como un adulto, no podrá casarse, ni participar en las reuniones de adultos, ni combatir en la guerra. Las etapas de la iniciación consisten en ritos de separación (del grupo de las mujeres y de los niños), de prueba (resistencia física), de agregación (instrucción sobre las leyes y las costumbres, corte de pelo y cambio de nombre, vestido nuevo, circuncisión, tatuajes).

La circuncisión es uno de los ritos de iniciación más comunes. Impuesta a Abrahán, indica y lleva a cabo la incorporación al pueblo elegido (Gn 17 10-14). La inserción de la circuncisión en el plano de la salvación y el paralelismo circuncisión-bautismo que establece san Pablo (Col 2,1 1) nos ayudan a comprender la originalidad y la especificidad de la iniciación cristiana.

Se trata del don hecho por Dios al hombre, un encuentro en que el hombre, con todo su ser, es elevado a participar en la vida misma de Dios. Es un encuentro dinámico que sólo puede desarrollarse sobre la base de un « diálogo» entre la palabra de Dios y la respuesta humana de fe, y que supone la aceptación del hombre por parte de Dios (el cual formula una propuesta de salvación y se dirige al hombre como persona consciente y responsable), y la aceptación de Dios Por parte del hombre (que manifiesta su asentimiento de fe, aceptando la propuesta que se le hace). La fe, respuesta personal del hombre a Dios que llama, es un elemento estructural del proceso de iniciación, y sirve para cualificarlo, no ya como un proceso histórico-cultural o una distribución automática de la salvación, sino como un camino histórico-salvífico, mediado por la palabra de Dios, que es asumido y aceptado personalmente por el hombre. La unión entre la fe y el acto sacramental se realiza en una iniciación y por medio de ella. La iniciación es así el proceso, el camino, la operación, a través de la cual la fe realiza, por medio de acciones rituales simbólicas, la comunión con el misterio de Cristo en la Iglesia. Los sacramentos son, ante todo, actos de Cristo, y llevan consigo una referencia histórica que va mucho más allá del simbolismo natural. El bautismo no es sólo un baño ritual de purificación, sino la memoria eficaz de la muerte y resurrección de Cristo, en la que inserta e incorpora al bautizando. La confirmación no es sólo un rito que introduce en el mundo de los adultos, sino el sello del don del Espíritu de Cristo, conferido para una misión de testimonio de la Iglesia en el mundo. La eucaristía no es sólo un banquete sagrado, del que es posible encontrar analogías en otras religiones, sino el memorial del banquete sacrificial de Cristo y de su muerte redentora. Éste es el corazón del misterio, el centro de la fe: la iniciación cristiana es sobre todo sacramentum fidei, porque es don de fe, en la que uno se inicia a través de los símbolos. Así pues, la iniciación cristiana es una entrada progresiva y gradual en el misterio de Cristo y de la Iglesia. El mismo término indica la dinamicidad de un camino, que supone varias etapas y estructuras de apoyo. Las estructuras de apoyo (fe-conversión y comunidad cristiana) son las condiciones necesarias para que el itinerario llegue a su término, y son los elementos que sostienen y dan significado y valor a todo el proceso salvífico. Las etapas que han de seguirse son las de los tres sacramentos.

R. Gerardi

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