IGUALDAD
VocTEO
 

La igualdad entre los hombres se basa en el reconocimiento de su misma dignidad y consiguientemente, en la afirmación de la paridad de unos derechos de los que todos tienen que poder gozar.

El principio de la igualdad ha estado sujeto a profundas transformaciones en las diversas sociedades. También la cultura occidental ha estado caracterizada, y en cierta medida todavía lo está, por discriminaciones raciales, de sexo y de clase social. Sólo en la época moderna, gracias al progreso de la categoría de los derechos del hombre, ha madurado la convicción de que todo ser humano, en cuanto tal, lleva consigo algunos derechos que nadie puede violar, ni siquiera el Estado. La igualdad substancial entre los seres humanos recibe así implícitamente su primer sello. Pero hay que reconocer que este principio, próclamado en abstracto, no se refleja inmediatamente en la realidad. En el plano ético-filosófico, la dignidad de todo ser humano se convierte en imperativo moral con Kant, mientras que en el plano social todavía está lejos de haberse realizado la desaparición efectiva de las diferencias.

La tutela de la igualdad jurídica (no de la susbstacial) de los ciudadanos, en nombre de los derechos de libertad, toma consistencia en las declaraciones de los derechos producidas por la Revolución francesa a comienzos de 1789, en los Estados Unidos con la declaración de los derechos de 1791 y en los Estados constitucionales europeos en la segunda mitad del siglo XIX. Se trata, sin embargo, de derechos propios del hombre que tiene la posibilidad concreta de hacerlos valer, pero que de hecho no están al alcance de todos los hombres. Sólo con el paso del "estado de derecho» al "estado social» se amplía esta posibilidad, favoreciendo la actuación de una verdadera igualdad. Las cartas constitucionales del período posterior a la Segunda Guerra Mundial se mueven en esta dirección: junto a los tradicionales derechos de libertad (definidos preferentemente como "civiles y políticos») van tomando pie los derechos de solidaridad o " económico-sociales » La búsqueda de la igualdad abandona así el terreno de los principios abstractos para emprender el camino de la actuación concreta. En la determinación de este giro ha tenido sin duda su importancia el desarrollo de la " doctrina social» de la Iglesia, ofreciendo los presupuestos teológicos de la dignidad de la persona e indicando cómo dar realmente curso a la afirmación de sus derechos. Imagen de Dios, convertido en hijo de Dios por Jesucristo, todo hombre goza de una dignidad absoluta y está llamado a hacerla transparente mediante la búsqueda de una fraternidad universal, construida en el respeto y en la promoción de cada uno y de todos.

Teóricamente reconocido, el principio de igualdad exige hoy una profundización en dos dimensiones. La primera está constituida por el paso de una forma todavía intra-estatal a una vigencia universal, es decir, al reconocimiento de los derechos de los pueblos, empezando por los más marginados. La segunda se refiere más bien a la gestión de los derechos en el ámbito de los países ya desarrollados. La evolución desde una visión estrictamente proteccionista del individuo a una visión solidaria plantea en este sentido un problema crítico que hay que afrontar con urgencia. Se trata de conjugar estrechamente el reconocimiento de la igualdad fundamental entre los hombres con el respeto a la alteridad de cada uno. Esto supone por una parte el rechazo de una lógica de diferenciación exasperada y por otra, la superación de un igualitarismo aplastante que engendra formas de masificación alienantes. Si los años 70 estuvieron caracterizados por la prevalencia de una ideología igualitaria de cuño demagógico, los años que vivimos están marcados más bien por el peligro de una radicalización de las diferencias, que conduce a la penalización de las capas menos garantizadas de la población. La relación igualdad-diversidad debe replantearse por consiguiente dentro de una nueva óptica, reforzando por un lado la tutela y la promoción positiva de los derechos fundamentales de todas las personas y dejando espacio, por otro, a los derechos de la profesionalidad y de la responsabilidad social, sin caer por otra parte en posturas neoliberalistas que alimentan las desigualdades sociales, Esto significa que es preciso desarrollar formas de igualdad que respeten la dignidad de todos y que se muestren atentas a la unicidad de cada persona humana.

G. Piana

 

Bibl.: F, Compagnoni, Derechos del hombre, en NDTM, 347-358: AA. vv , Los derechos humanos en la Iglesia, San Esteban. Salamanca 1986; UNESCO, El derecho de ser hombre, Sígueme, Salamanca 1976; J Gonzalez Pérez, La dignidad de la persona, Civitas, Madrid 1986; A. A. Cuadrón, Manual de doctrina social de la Iglesia, BAC, Madrid