IGLESIA
VocTEO
 

Este término se deriva del verbo griego kaléo ("llamar"). En el uso común, mediante el prefijo ek-, designaba la reunión de los ciudadanos que en la polis griega gozaban de capacidad jurídica. En la versión griega del Antiguo Testamento el término traduce con cierta frecuencia el hebreo qahal, que en la tradición deuteronomista designaba a la comunidad de Israel en cuanto constituida por la alianza. Ausente de los evangelios (excepto en Mt 16,18 y 18,17), este término aparece en los Hechos de los Apóstoles y sobre todo en el corpus paulino. En los diversos usos neotestamentarios del término, se entiende a la Iglesia en sentido particular (asamblea en acto para el servicio litúrgico, pero sobre todo para la celebración de la cena del Señor, y comunidad establecida en un lugar o territorio), o bien en un sentido universal, es decir, el pueblo entero disperso por todo el mundo que ha sido reunido en el nombre de la santa Trinidad. Del griego se deriva el latín Ecclesia, de donde ha pasado a las lenguas latinas. El nombre Kirche (alemán) y Church (inglés), adoptado en las lenguas germánicas y eslavas, se deriva de la expresión bizantina (oikía kyriaké («casa del Señor»). Para comprender la realidad designada por este nombre hay que remontarse al designio libre y misterioso de Dios Padre de salvar a todos los hombres, llamándolos a la comunión consigo mediante su Hijo en la fuerza del Espíritu Santo. Debido a este origen trinitario, el concilio Vaticano II designa a la Iglesia como «misterio». Se trata de un proyecto eterno que se manifiesta y se realiza gradualmente en la historia desde sus comienzos. En este sentido la Iglesia, "prefigurada ya desde el origen del mundo, preparada admirablemente en la historia del pueblo de Israel y en el Antiguo Testamento, fue constituida en los últimos tiempos y manifestada por la efusión del Espíritu Santo, y se perfeccionará gloriosamente al fin de los tiempos» (LG 2).

En particular la eclesiología procurará poner de relieve la raíz histórica de la Iglesia, considerada en una fase preliminar en la llamada de Israel y de forma de6nitiva en la persona de Jesús, que reunió en torno a sí al Israel de los últimos tiempos y que en el misterio de su muerte-resurrección comunica su Espíritu, constituyendo místicamente como cuerpo suyo a sus hermanos, llamados de todas- las gentes. A la luz del misterio pascual la Iglesia aparece como pueblo mesiánico que, "constituido por Cristo en orden a la comunión de vida, de caridad y de verdad, es empleado también por él como instrumento de la redención universal y es enviado a todo el mundo como luz del mundo y sal de la tierra» (LG 9). De aquí deduce la eclesiología las grandes nociones con las que se indica el misterio de la Iglesia: pueblo de Dios, Cuerpo (místico) de Cristo, sacramento de Cristo y del Espíritu, comunión. En el Nuevo Testamento y en la tradición patrística es posible- encontrar igualmente una multitud de imágenes en las que se encuentra descrita la naturaleza íntima de la Iglesia.

Entre éstas recordemos las del rebaño y del redil, las del campo y la viña, las del edificio y el templo, y sobre todo la de Esposa; el valor simbólico de estas imágenes, importante ya en el Antiguo Testamento, alcanza su plenitud definitiva en Cristo y en la Iglesia. Del conjunto surge en toda su vitalidad la realidad de la Iglesia, dotada en su conjunto de algunas propiedades esenciales que, indicadas en la expresión del símbolo niceo-constantinopolitano, son: la unidad, la santidad, la catolicidad y la apostolicidad. Estas propiedades, que dimanan de su esencia y que están unidas establemente a ella, asumen también una importancia fenomenológica. Es decir, pueden hacerse visibles en el cuerpo eclesial por el hecho de que la Iglesia, precisamente por ser «misterio» es la actuación en el espacio y en el tiempo de los hombres del plan eterno salvífico de Dios. Por consiguiente, es también un sujeto histórico, es decir, una realidad social y visible, activamente presente en la historia, influida por los hechos históricos y marcándolos a su vez en su camino hacia la meta final, a la que Dios llama desde el principio a la comunidad humana. Por esto la eclesiología, mientras que reflexiona sobre el misterio de la Iglesia, la estudia también en su estructura de comunidad visible, organizada como sociedad según la voluntad del Señor Jesús.

En el evangelio de Cristo se indican las estructuras fundamentales e irrenunciables de la Iglesia. Dentro del único pueblo de Dios, donde subsiste una dignidad común de los miembros por su regeneración en Cristo, la gracia común de los hijos y la vocación común a la santidad (sacerdocio común de los fieles), «algunos, por la voluntad de Cristo, han sido constituidos para los demás como doctores, dispensadores de los misterios y pastores» (LG 32) (sacerdocio jerárquico o ministerial). Esta estructura del único pueblo de Dios se expresa también mediante el binomio «ministros sagrados-laicos». Por otra parte, pertenece también firmemente a la vida y a la santidad de la Iglesia el estado de los que, mediante la profesión de los «consejos evangélicos», se entregan totalmente a Dios sumamente amado, de manera que están destinados por un título nuevo y especial al servicio y al honor de Dios (cf. LG 44). Articulada de este modo, la Iglesia se expresa como «comunidad de creyentes» que, en estrecha adhesión a sus propios pastores establecidos por Cristo, son reunidos por él mediante la proclamación del Evangelio, son santificados mediante los sacramentos y son enviados al mundo como testigos de su resurrección. Como tal, la Iglesia se expresa de forma eminente cada vez que celebra la Cena del Señor bajo la sagrada presidencia del obispo, rodeado de su presbiterio y de los diáconos; el obispo es el centro visible de la comunión en la Iglesia particular. Además, cada obispo, por el sacramento que ha recibido con el orden sagrado, está unido en comunión con todos los demás obispos, junto con los cuales forma un Colegio, que tiene al frente como cabeza al obispo de Roma, sucesor de Pedro, en quien Cristo estableció el principio y fundamento perpetuo y visible de la unidad de la fe y de la comunión.

«Esta Iglesia, constituida y ordenada en este mundo como una Sociedad, se realiza en la Iglesia católica, gobernada por el sucesor de Pedro y por los obispos, en comunión con él, aunque puedan encontrarse fuera de su comunidad muchos elementos de santificación y de verdad que, como dones propios de la Iglesia de Cristo, impelen hacia la unidad católica» (LG 8). Esta misma Iglesia, debido al carácter misionero que le ha querido dar Cristo «ora y trabaja a un tiempo para que la totalidad del mundo se incorpore al pueblo de Dios, cuerpo del Señor y templo del Espíritu Santo, y en Cristo cabeza de todos, se rinda todo honor y gloria al Creador y Padre universal » (LG 17).

M. Semeraro

 

Bibl.: Concilio Vaticano II, Const, dogmática «Lumen gentium» (21 de noviembre de 1965); J Auer, La Iglesia, Herder, Barcelona 1986; J Ratzinger La Iglesia, San Pablo Madrid 1992; R, Blázquez, La Iglesia del concilio Vaticano II Sígueme, Salamanca 1988; AA. VV , La Iglesia, sacramento de salvación, en R. Latourelle (ed.), Vaticano II Balance y perspectivas, Sígueme, Salamanca 1989, 259-450.