HELENISMO
VocTEO


Fue el historiador J. G. Droysen ( 1884) el que acuñó esta expresión para indicar con ella el período de la historia y de la cultura griega que va desde la muerte de Alejandro Magno (323 a. C.) hasta la batalla de Actium (31 a. C.), que marcó la adhesión plena de Egipto a Roma.

A los «diadocos», sucesores de Alejandro Magno y herederos de un imperio que recogía dentro de sí a pueblos diversos por su raza, religión, lengua, estructuras sociales y políticas, la única forma posible de conseguir una unificación les pareció la del helenismo, es decir la promoción de la misma lengua (koiné) y cultura griega y la afirmación progresiva de las estructuras lógicas de la polis griega, dentro del respeto a las autonomías locales. En este tiempo, los resultados de la actividad espiritual y cultural de la antigua Grecia se convirtieron en patrimonio común de los países de la cuenca mediterránea, transferidos por el uso de la koiné, que se convertiría en vehículo de difusión de la propaganda cristiana.

Especialmente en Asia Menor y en Egipto la cultura griega se fusiono con elementos de las civilizaciones autóctonas, asumiendo características variadas según los diversos lugares. Evidentemente, este proceso no se produjo en todos los sitios con la misma intensidad ni con los mismos resultados. La misma Roma, sobre todo a partir de la segunda guerra púnica (208-201 a.C.), sufrió el influjo del helenismo en los más diversos ámbitos: religión, costumbres, lengua, literatura, derecho.

La expansión del Imperio romano en los países de la cuenca mediterránea, con la consiguiente estabilidad política y económica que era preciso establecer, garantizó una profundización del helenismo.

Con esta cultura es con la que tuvo que vérselas el cristianismo, una vez salido de los confines del ambiente semita, original de Siria. En ese sentido parece un error afirmar que el contacto entre el helenismo y la nueva fe significara la pérdida, por parte de este último, de su propia especificidad. Prescindiendo de los fenómenos presentes de sincretismo religioso, los puntos distintivos de la fe cristiana no se vinieron abajo en su contacto con el helenismo. Sin embargo, no cabe duda que la Iglesia de los primeros siglos asumió el mundo simbólico del mundo helenista en un proceso de recepción, de transformación y de síntesis. Desde este punto de vista es legítimo afirmar que el helenismo contribuyó con el cristianismo a construir una nueva civilización.

L. Paaovese

 

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