GUERRA
VocTEO


La guerra es una institución a la que las naciones confían la solución de las controversias entre los pueblos. La doctrina sobre la guerra registra una evolución en el curso de la historia: la guerra como posible medio de justicia; la guerra como prerrogativa del soberano; la guerra como crimen, Se trata de líneas de tendencia que, de alguna manera, coexisten en las diversas fases históricas, pero que al mismo tiempo marcan el paso de una época a otra. La distinción entre guerra justa y guerra injusta es de san Agustín, pero Tomás de Aquino fue el que formalizó la teoría de la guerra justa, estableciendo las condiciones requeridas para ella: debe declararla la autoridad legítima; tiene que haber una causa justa; el beligerante tiene que tener una intención recta; la necesidad, es decir, la imposibilidad de hacer justicia con otros medios. De la doctrina del bellum iustum se ha pasado, al menos como tendencia cultural, a la doctrina del ius contra bellum. En la base de este paso tan importante está ciertamente el cambio de naturaleza de la guerra contemporánea y la inconcebible fuerza destructiva de las armas, producida sobre todo por la tecnología nuclear. La revolución tecnológica ha llevado a la degeneración más extrema el fenómeno de la guerra. Hay que hablar más propiamente del ius contra bellum que del bellum iustum. Otros, por el contrario, piensan que la doctrina tradicional puede aplicarse todavía en la época contemporánea, siendo incluso necesaria en la medida en que todavía hoy la abolición de la guerra tiene que considerarse como una utopía, es decir, como un objetivo irrealizable. Pero la doctrina principal contra la doctrina del bellum iustum se refiere al hecho de que postula la licitud de tomarse cada uno la justicia por su mano. La reflexión es ciertamente compleja y va unida a la problemática sobre la no-violencia. Hay que reconocer, sin embargo, que, en un sistema internacional que ha cambiado profundamente y en una situación de tecnología destructiva como la actual, el peligro mayor para los Estados se deriva precisamente de ese área de dominio reservado que se escapa del control y del consentimiento de la comunidad internacional. La exigencia de asegurar la justicia no puede prescindir de la exigencia paralela de seguir procedimientos multilaterales: los procedimientos que encuentran una substancia jurídica, política y moral en la normativa de las Naciones Unidas.

Hoy se afirma progresivamente la conciencia de que la guerra tiene que considerarse como un crimen contra la humanidad, y todo recurso a la guerra se concibe como contrario a la moral y al derecho.

El Magisterio de la Iglesia ha contribuido a este cambio de mentalidad que lleva a juzgar la guerra sencillamente como un hecho inhumano y bárbaro que intenta tomarse la justicia por su mano. Una expresión enérgica de este Magisterio es la del concilio Vaticano II con la constitución pastoral Gaudium et spes ( 1965). Sus líneas esenciales se pueden compendiar así: se abandona la teoría de la guerra justa, que había servido no ya para acabar con el azote de la guerra sino para justificar todas las guerras; se reconoce en teoría el principio de la legítima defensa pública, pero se observa que, en la práctica, este principio es inaplicable y que de todos modos no puede encontrar una aplicación razonable con las armas atómicas o con las armas convencionales. Más claramente, el principio de la legítima defensa, con las armas modernas tanto atómicas como convencionales, resulta siempre un exceso de defensa. Frente a la mentalidad bélica, que le cuesta trabajo morir está el deber de acabar absolutamente con la guerra y de comprometerse en la creación de una autoridad mundial, capaz de reconocer los derechos entre las naciones y de impedir que los estados se tomen la justicia por su propia mano.

Y sobre todo hay que comprometerse a nivel internacional para que se eliminen las causas que llevan a la guerra.

L. Lorenzetti

 

Bibl.: Conferencia episcopal española. Constructores de la paz, EDICE, Madrid 1986; AA. VV La maldición de la guerra, San Esteban, Salamanca 1984; J. Joblin, La Iglesia y la guerra, Herder, Barcelona 1989; M. Vidal, La "moral» de la guerra. De un paradigma posibilista a paradigma radical, en Sal Terrae 79 (1991) 551-564,