ESCOTISMO
VocTEO
 

El escotismo es la escuela teológica que sigue fundamentalmente la doctrina del teólogo franciscano Juan Duns Escoto (1266-1308), llamado el "doctor sutil" por la agudeza de sus razonamientos y el "doctor mariano» por su defensa de la concepción inmaculada de María, en un tiempo en que la teología no encontraba la manera de coordinar este privilegio mariano con otros presupuestos teológicos.

 

1. El pensamiento de Escoto.- Escoto desarrolla su profundo y breve trabajo intelectual en un momento crítico para la teología. Se estaba revelando en toda su vivacidad el contraste entre el aristotelismo y la verdad cristiana. A pesar del ajuste equilibrado que realizó el genio de santo Tomás de Aquino no todo era claro en la aceptación de un pensamiento radicalmente pagano, que se exponía de diversas formas, a veces contrarias a la fe cristiana. En las universidades de París y de Oxford pesaban mucho las condenaciones episcopales de ciertas proposiciones que tenían que ver con algunas doctrinas aristotélicas. Por otra parte, la línea tradicional del agustinismo platonizante atravesaba una crisis evolutiva que exigía unas profundas adaptaciones a la luz de las nuevas ideas. Es aquí donde el genio de Duns Escoto, en un esfuerzo de crítica y de síntesis, abre nuevos caminos a la reflexión teológica. Expongamos algunos de los puntos clave de su pensamiento:

a) Como teólogo, Duns Escoto parte de la fe e intenta verificar las posibles razones de los datos de la revelación sin discutir su realidad. Es posible descubrir dos puntos básicos de fe que presiden a los razonamientos escotistas: el destino final del hombre, que consiste en la visión intuitiva de Dios, y la absoluta trascendencia del mismo Dios. Del destino del hombre se sigue que el entendimiento humano es capaz de ver a Dios intuitivamente. Por consiguiente, su objeto no puede reducirse a la abstracción de lo sensible, sino que tiene que ser algo que incluya a Dios y lo sensible, esto es, «el ser en cuanto ser», previo a sus determinaciones de infinito (Dios) y de finito, en una etapa metafísica necesariamente unívoca. Por otra parte, la unión inmediata con Dios significa la máxima perfección de la criatura espiritual. Esto implica una tensión ontológica hacia Dios claramente visto, la cual se identifica con la misma naturaleza espiritual. Es lo que se llama "deseo natural de lo sobrenatural», que siempre defendieron Escoto y  sus seguidores.

De todas formas, la absoluta trascendencia de Dios, en cuanto ser infinito, hace que no se vea condicionado por nada fuera de él mismo. Todo lo que no sea Dios es intrínsecamente contingente y, en su existencia, depende totalmente de la libre voluntad de Dios. Por eso la visión inmediata de Dios, a pesar de que es la perfección más alta posible del ser espiritual, sigue estando fuera de toda exigencia o actividad natural de sus facultades. Sólo puede recibirse como un don libre y gratuito (sobrenatural) por parte de Dios. La salvación del hombre en Dios es, por tanto, fruto exclusivo del amor divino, que en su libertad supera la distancia infinita que el hombre no puede recorrer por sí mismo. La afirmación evangélica: "Dios es amor» (Jn 4, 16) expresa la raíz de toda intervención divina.

b) En este amor de Dios fundamenta Escoto su visión de Cristo, Verbo encarnado. Cristo, en su humanidad, es el sumamente amado entre todas las criaturas y por tanto no puede ser condicionado en su existencia por ninguna eventualidad histórica, por ejemplo, el pecado de Adán. Más aún, él es la causa ejemplar y final de la creación, al tener la primacía sobre todas las cosas. Dentro de esta predestinación absoluta de Cristo respecto a las demás criaturas, Escoto ve también a María que, como madre del Redentor, recibe la gracia de Cristo de la forma más perfecta posible, quedando libre del pecado original. Con la idea de "redención preservadora», como el modo de redención más perfecto por parte del Redentor perfectísimo, Escoto logró superar las dificultades de los teólogos anteriores, que no se atrevían a afirmar la concepción inmaculada de María para no excluirla del ámbito de la redención de Cristo.

c) La filosofía que subyace al pensamiento de Escoto, como condición de posibilidad de su teología, es sumamente circunspecta, al no conceder a la razón separada de la fe una beligerancia incondicionada. Pero su concepto de la libertad como autonomía radical abre perspectivas liberadoras a un pensamiento que hasta entonces había estado sometido excesivamente al naturalismo determinista de la filosofía griega. La valoración de lo singular y la idea de la persona como "última soledad» abierta a la revelación son las aportaciones más válidas de Escoto a la historia del pensamiento. De todas formas, sigue en pie el hecho de que el "voluntarismo" de Escoto no tiene nada que ver con el «voluntarismo» moderno, que sitúa en la voluntad, y no en el entendimiento, la última razón de la verdad y la certeza.

 

2. El escotismo en la historia.- La importancia que alcanzó la doctrina de Escoto, especialmente entre los franciscanos, no se debió en principio a una imposición por parte de la Orden, sino más bien al relieve intelectual de su propio pensamiento. Por eso el escotismo ha tenido siempre seguidores, muchos de ellos ilustres, a lo largo de los siglos. Bastará señalar algunos nombres.

Entre los discípulos inmediatos figuran: Antonio Andrés, Francisco de Maironis, etc. Todavía en el siglo XIV, Landulfo Caracciolo es quizás el más fiel discípulo de Escoto. Al siglo xv pertenecen, entre otros muchos, Nicolás de Orbellis, Antonio Trombetta, Pedro Tartareto, etc. Todavía en el siglo xv, entre los seguidores de la doctrina escotista, sobre todo en lo que se refiere a la visión teológica de la primacía de Cristo y de la concepción inmaculada de María, hay hombres muy influyentes en la piedad popular como los santos Bernardino de Sena y Juan de Capestrano. Entre los siglos XV-XVI actúa el insigne comentador de Escoto, Francisco Licheto. El tiempo que transcurre del siglo XVI al XVIII puede considerarse como la «edad de oro» del escotismo. En el concilio de Trento intervinieron casi un centenar de teólogos franciscanos, casi todos de mentalidad escotista: entre ellos están Alfonso de Castro, Luis Carvajal y de manera especial el español Andrés de Vega, que destacó por su aportación a la discusión y redacción del decreto sobre la justificación. En aquella ocasión, el dominico Ambrosio Catarino dijo: "Sólo con intención perversa se puede negar la gloria y el mérito de Escoto dentro de la Iglesia». A finales del siglo XVI escribe y enseña el perspicaz Juan de Rada. En el siglo XVII son numerosos los teólogos que comentan los libros de Escoto, como Juan Ponce, Hugo Cavellus, Antonio Hickey, etc., mientras que otros son acérrimos defensores de su doctrina, como Felipe Fabri, Ángel Volpi, Alfonso Bricefio, Bartolomé Mastrio, Francisco Macedo, etc. A la actualización del pensamiento de Escoto en este siglo contribuyeron notablemente algunos hechos, como "la lucha por la Inmaculada», en la que destaca la obra de Pedro Alva y Astorga, y la edición de la Opera omnia de Escoto gracias a Lucas Wadding. El siglo XVIII cuenta con ilustres teólogos escotistas, como Claudio Frassen, Crescencio Krisper, Jerónimo de Montefortino. Pero, a continuación, la decadencia de la Escolástica no perdonó tampoco al escotismo. Y a su vez, el renacimiento neoescolástico de comienzos del siglo xx, bajo el signo del neotomismo, fue en principio negativo para el Doctor Sutil, a quien se atribuyeron opiniones aberrantes que la crítica moderna se encargó de rechazar. Después de algunos escotistas de comienzos de siglo, como Partemio Minges, Deodato de Basly y Manuel Fernández García, se multiplicaron los estudios críticos con valoraciones positivas del pensamiento escotista (Efrén Longpré, Walter Hores, Allan B. Wolter, Camilo Bérubé). A partir de 1929 una comisión especial, dirigida durante muchos años por el incansable P Carlos Balic (t 1977), atiende a la edición crítica de las obras de Escoto. Se trata de una empresa gigantesca y ejemplar, muy alabada por los expertos. El reconocimiento oficial de Juan Duns Escoto como "Beato» proclamado por Juan Pablo II el 20 de marzo de 1993, ha sellado de alguna manera la garantía teológica del pensamiento escotista.

B. García

 

Bibl.: Commissio scotistica (ed,), Scotismus decursu saeculorum, 4 vols., Roma 1968; Obras del doctor sutil Juan Duns Escoto, 2 vols., BAC, Madrid 1960-1968; E. Vilanova, Historia de la teología cristiana, 1, Herder, Barcelona 1987. 827-841.