ENCARNACIÓN
VocTEO
 

Verdad central de la fe cristiana con la que se indica la entrada del Hijo (Logos, Verbo, Palabra) eterno de Dios en la historia de los hombres mediante la asunción de una realidad humana (Jesús de Nazaret, hijo de María) como propia.

El término encarnación es la traducción española de la palabra latina incarnatio, versión a su vez del término griego sárkosis, utilizado por primera vez, al parecer, por san Ireneo (Adv. haer. 111, 19, 2), que con ella expresó de forma substantiva la afirmación central del prólogo del IV evangelio: "y el Verbo se hizo carne» («Kai o Lógos sarx eghéneto») (Jn 1,14). En la época de los Padres se usó frecuentemente tanto el substantivo como la forma verbal (sarkóomai) en sus diversos tiempos. En las lenguas romances y en inglés permaneció la raíz latina; en alemán se tiene significativamente el término Menschwerdung ("hacerse hombre»).

En el Nuevo Testamento no aparece este término. Sin embargo, las diversas fuentes, según la etapa de reflexión cristológica y las orientaciones teológicas propias, ofrecen esquemas y contenidos cristológicos que legitiman su creación y su uso en épocas posteriores. Intentemos encontrarlos y destacarlos.

En un primer momento de anuncio y de reflexión se considera a Jesucristo en su situación terrena y provisional de rebajamiento, de humillación, y en su situación actual permanente de exaltación, debido a la transformación de su humanidad en la resurrección, por obra del poder del Espíritu de Dios (esquema de los dos tiempos : vida "según la carne» y "vida según el Espíritu». cf. Rom 1,3; 1 Pe 3,18; 1 Tim 3,16a).

En un segundo momento el anuncio de fe y la meditación sobre Jesucristo van más allá e incluyen en el esquema anterior el descenso a la historia del Hijo de Dios, que vivió entre los hombres en la debilidad de la carne y ahora vive glorioso junto al Padre por el poder del Espíritu (esquema de los tres tiempos). Testigos de esta ampliación de perspectiva son en particular Gál 4,4-7 y Flp 2,6-1 1. En estos pasajes está implícita la preexistencia del Hijo' así como en 2 Tim 1,10; Tit 2,11 y 3,4, donde se recurre a la categoría de manifestación. Sin embargo, la fuente neotestamentaria donde la bajada y la manifestación se ven como encarnación-humanización del Logos eterno de Dios es el IV evangelio. En el prólogo se habla del Verbo, del Unigénito que está junto al Padre desde toda la eternidad y que se hizo carne (hombre en la forma de vida marcada por la caducidad, la debilidad y la muerte) (Jn 1,1-18); del Hijo del hombre que ha bajado del cielo y que vuelve a subir a él (cf. Jn 3,13-31); del Hijo enviado al mundo para salvarlo y que vuelve al Padre (cf. Jn 3,16; 13,1); del Verbo de vida que se nos manifestó en la historia (cf. 1 Jn 1,1-4). Jesús es el Hijo de Dios que vino en la carne (cf. 1 Jn 4,2ss; 2 Jn 7). Por eso puede decirse que Juan es la fuente neotestamentaria que inspiró la creación del término encarnación .

Época de los Padres - Como ya hemos dicho, a partir de san Ireneo la Iglesia de los Padres recurre al término sárkosis, incarnatio. Sin embargo, ya antes de san Ireneo (cf. Ignacio de Antioquía, Justino) y más aún después de él, no solamente el término, sino sobre todo la realidad que en él se expresaba, constituyó el núcleo de la predicación de Cristo de los Padres de la Iglesia, especialmente de los de cultura griega, La tendencia de fondo de la cultura helenística en la que estaban llamados a contextualizar la buena nueva de Jesucristo era contraria al valor de la corporeidad, de la sensibilidad, de la materialidad, de la carnalidad; por eso constituía un impedimento de fondo para el anuncio de la bajada del Eterno, de lo divino, a la carne. Hubo varios cristianos que cedieron a la tentación de una visión semejante de la realidad: en la meditación y en el anuncio de Jesucristo algunos negaron su dimensión corporal, o la consideraron sólo como aparente o de una naturaleza distinta de la nuestra (docetas y gnósticos). Éste fue el motivo principal por el que los Padres, fieles al contenido del kerigma neotestamentario, insistieron tanto y tan constantemente en la encarnación real del Verbo/Hijo de Dios. En contra de las aspiraciones del contexto cultural en que vivían, vieron en ella el acontecimiento de la salvación por excelencia, con el que el Hijo eterno de Dios decidió, por pura dignación, librar a la criatura de su caducidad, de su debilidad y de la muerte y hacerla partícipe de su vida inmortal. Los grandes concilios de la época patrística (Nicea, Éfeso, Calcedonia, Constantinopolitano II y III, así como Nicea II) ofrecen las formulaciones solemnes de la fe de la Iglesia de los Padres en Jesucristo: en su centro está la confesión de la bajada del Hijo eterno de Dios a la historia, su encarnación como acontecimiento en el que el Dios trascendente se hace cercano, hermano del hombre. Esta concentración en la encarnación del Logos-Hijo llevó sin embargo a la Iglesia de los Padres a dejar un tanto a la sombra la vida histórica de Jesús y también, en parte, la profunda dimensión salvífica de su muerte y resurrección.

En la Edad Media, la encarnación, acogida ya como doctrina cristológica central, fue objeto de discusión entre la escuela tomistaidominicana y escotistaifranciscana: la primera vio su motivación fundamental en la voluntad divina de redimir a la humanidad caída en el pecado; la segunda la vio principalmente en el designio de Dios de comunicarse a la creación en el Hijo para hacerla partícipe de su gloria. La teología escolástica y neoescolástica se movieron durante siglos, hasta hace pocos decenios, en el marco de este planteamiento y de estas diferencias de acento.

 

La teología contemporánea, tanto católica (K. Rahner, H. U. von Balthasar, E. Schillebeeckx, J Alfaro, etc.) como protestante (especialmente K. Barth, W Pannenberg), destaca en todo su valor el tema de la encarnación, pero centrándolo en el misterio global de Jesucristo, viendo en la encarnación la "base» de un edificio que incluye además la portada de la revelación y de la salvación de la vida histórica de Jesús, de su muerte/resurrección y de su venida gloriosa. Por inspiración de Teilhard de Chardin, se sitúa a la encarnación-resurrección del hijo de Dios en el contexto del cosmos en evolución y se la ve como su fundamento, su cima y su polo de atracción ("Punto Omega»). En cuanto al problema de un '"cambio eventual» que la encarnación hubiera supuesto para Dios, algunos teólogos afirman que, puesto que es perfecto, tiene la capacidad y decidió de hecho hacerse limitado y temporal en lo humano asumido por el Hijo sin perder absolutamente nada de su perfección.

El pensamiento moderno tiene dificultades en comprender y aceptar la verdad cristiana de la encarnación. A la razón humana le parece un "mito» ("El mito del Dios encarnado»), con el que la fe cristiana revistió y se esforzó en dar sentido trascendente a la enseñanza y a la vida histórica de Jesús de Nazaret. También las religiones no cristianas encuentran dificultad en compartir la idea del "Dios encarnado».

De todas formas, especialmente para el pensamiento teológico católico, la encarnación sigue siendo el acontecimiento y la verdad de fe cristiana fundamental, que en cierto sentido incluye a todas las demás: constituye el acontecimiento decisivo con el que Dios, el Eterno, el Creador infinito y trascendente pasó el umbral de la diferencia cualitativa con la criatura y se unió a ella insertándose en su vida, en su historia; el hecho en que el Lejano se hizo cercano, en que la Vida asumió la caducidad y la muerte, da a los hombres y al mundo una garantía de significado, de dignidad, de valor incondicionados.

G. Lammarrone

 

Bibl.: K, Rahner Problemas actuales de cristologia, en Escritos de teología, IV Taurus, , W, Thusing, Cristologia. Estudio sistemático  y exegético, Barcelona 1975: H, Kúng, La encarnación de Dios, Herder Barcelona 1974 ,', J. Alfaro, Cristologia y antropologia, Cristiandad, Madrid 1973:'C. Duquoc, Cristologia, Ensavo dogmático sobre Jesús de Nazaret, Sígueme, Salamanca 1981: 1, Sanna. Encarnación, en DTI, 11, 343-357: M. Bordoni, Encarnación. en NDT 1, 366-389,