DOCETISMO
VocTEO
 

El docetismo representa la primera crítica seria hecha a la fe de la joven comunidad cristiana que entraba en contacto y, por fuerza de las circunstancias, el conflicto con el mundo cultural y religioso extrajudío. Esta teoría herética, vinculada en muchos aspectos a aquella corriente tan compleja y fragmentaria de pensamiento que suele calificarse con el nombre de gnosticismo y que se difundió sobre todo en el siglo II, viene a minar en sus raíces el misterio de Cristo, en cuanto que, negando la verdad y por tanto la concreción de la condición humana del Hijo de Dios, excluve de hecho la posibilidad de la encarnación. La negación es la otra cara de una teoría orientada a asignar al Verbo tan sólo una existencia humana aparente (del substantivo griego dokesis, apariencia), prácticamente deshistorizada y por tanto sin ninguna influencia en orden a la revelación y a la salvación realizada por él.

La razón de esta posición tiene que atribuirse al "escándalo» que suscitaba en el ambiente pagano el anuncio de Cristo crucificado y resucitado. Era simplemente absurdo pensar que Dios hubiera podido compartir la suerte de los hombres, hasta hacerse en todo semejante a ellos; y no sólo eso, sino incluso morir en el patíbulo infamante de la cruz. Una afirmación de este tipo parecía totalmente blasfema. A la nueva concepción de Dios propagada por los cristianos, los adversarios oponen la concepción tradicional, con la que, si por un lado se intenta mantener intactas la trascendencia, la inmutabilidad y la impasibilidad de la divinidad, por otro quedan prisioneros de una ideología religiosa desfavorable en definitiva al hombre, incapaz como era de admitir la más pequeña implicación de Dios en las vicisitudes humanas.

De los escritos del apóstol Juan se deduce que ya dentro de las primeras comunidades cristianas se habían insinuado ciertas ideas bastante parecidas a las que sostenían los docetas: «si reconocen que Jesucristo es verdaderamente hombre, son de Dios; pero si no lo reconocen, no son de Dios» ( 1 Jn 4, 2-3; cf. también 2 Jn 7). Aquí aparece dictada con claridad la «regla» de la fe: Dios que, mientras que se hizo "carne» (cf. Jn 1,14), es decir, hombre totalmente semejante a nosotros, sigue siendo Dios. Se confiesa, por tanto, que en él Dios se reveló y comunicó definitivamente al hombre en su realidad trinitaria.

El apóstol Pablo hace eco a la intervención de Juan cuando proclama:

"Nosotros predicamos a un Cristo crucificado, que es escándalo para los judíos y locura para los paganos. Mas, para los que han sido llamados, sean judíos o griegos, se trata de un Cristo que es fuerza de Dios y sabiduría de Dios» (1 Cor 1,23-24).

La defensa de la verdad de la encarnación, de la que dependen tanto la consistencia como la eficacia universal y eterna del valor revelativo-salvífico correspondiente, vio empeñados a los Padres apostólicos y sobre todo a Ireneo de Lyón y  a Tertuliano.

V. Battaglia

 

Bibl.: E. Fabra, Docetismo, en SM, 11, 373375; B. Studer, Docetismo, en DPAC, 1, 624625; A. Orbe, Cristología gnóstica, Madñd 1976; R. Kuntzmann - J D. Duboi5, Nag Hammadi, Textos gnósticos de los orígenes del cristianismo. Verbo Divino, Estella 1988.