DISCERNIMIENTO
VocTEO
 

El término «discernimiento» (diákrisis) se usa en la espiritualidad como capacidad de distinguir los espíritus; tiene una importancia capital en la tradición espiritual. En el evangelio aparece como capacidad de leer « los signos de los tiempos" (Mt 16,3), en el sentido de reconocer a Jesús como signo por excelencia. Para Pablo el discernimiento de los espíritus es un poder y un carisma (Rom 12,10), la facultad de leer y de juzgar el discurso profético y las tensiones en las relaciones fraternas ( 1 Cor 14,29. 6,5): en una palabra, es el don de «distinguir lo bueno y lo malo" (Heb 5,14).

 En la tradición del desierto «el discernimiento es una segura percepción de la voluntad de Dios en todas las ocasiones, en todo lugar y en cualquier circunstancia; se encuentra en los que son puros de corazón, de cuerpo y de labios" (Juan Clímaco, escalá del paraíso, 26, 1). Efectivamente, entre los maestros espirituales, en el camino espiritual de una persona los demonios se transforman de ordinario en ángeles de luz (2 Cor 11,14), cuando experimentan la ineficacia de las tentaciones habituales, bien presentándose ante ellos en esta función a través de sueños y de visiones, bien inspirándoles pensamientos aparentemente buenos que sin embargo arrastran a la perdición. Entonces, el discernimiento no tiene sólo una connotación moral en la distinción entre el bien y el mal, o entre lo que está bien y lo que está mal en una persona determinada, sino que es un discernimiento de espíritus propiamente dicho. Según Diadoco de Fotica es obra del Espíritu Santo «la lámpara de la ciencia, encendida continuamente en nosotros", que «purifica la mirada del alma", por medio de la cual «los asaltos duros y tenebrosos de los demonios no solamente son claros al espíritu, sino que pierden mucho de su vigor al quedar iluminados por la luz santa y gloriosa del Espíritu» (Cien consideraciones sobre la fe, 28). En efecto, en el camino espiritual, «con la consolación del Espíritu Santo n también « Satanás consuela al alma como con cierto sentimiento de falsa dulzura". Entonces, cuando « el engañador se da cuenta de que el espíritu se aplica al santo nombre del Señor Jesús..., se retira de sus asechanzas y desde aquel momento combate contra el alma a campo abierto. En consecuencia, reconociendo exactamente las mistificaciones del maligno, el espíritu progresa cada vez más en la experiencia del juicio" (Ibíd., 31). La experiencia del discernimiento es, por consiguiente, inseparable del don del Espíritu Santo, dador de la caridad espiritual que nos guía mediante la oración y la ascesis para que nos apoderemos del «carisma del discernimiento de espíritus", a fin de «conocer lo que concierne a cada uno de los demonios...n y poder de este modo rechazarlos (Atanasio, Vida de Antonio, 22).

Según Evagrio Póntico, se necesita  «una larga observación" para adquirir una intuición espiritual y lograr distinguir entre « pensamientos angélicos, pensamientos humanos y pensamientos que nos vienen de los demonios" (Tratado práctico, 51). En la tradición espiritual antigua hay fundamentalmente dos modos de practicar el discernimiento: uno especialmente de tipo intelectual, controlando los pensamientos que sugiere el demonio (Evagrio), con la ayuda de padres espirituales expertos; el otro, observando el comportamiento que la acción de los espíritus crea en el alma (Antonio).

La regla de oro del discernimiento  de las buenas apariciones, según Antonio, es que hacen brotar «un gozo inefable, buen humor, coraje, renovación interior, firmeza de pensamientos, fuerza y amor a Dios"; las otras, por el contrario, traen «pavor del alma, agitación y desorden de pensamientos, tristeza. odio contra los ascetas, pereza..., malos deseos, pusilanimidad para las virtudes y desarreglo de las costumbres" (Vida de Antonio, 36).

Según Juan Clímaco, el primer discernimiento que se presenta a la persona en el camino espiritual tiene tres grados en la experiencia de las virtudes, sobre los que hay que practicar un continuo examen dé conciencia «con la ayuda del maestro". Un «alfabeto» - dice el autor de la Scala paradisi - que todos sin distinción tienen que practicar: obediencia, ayuno, cilicio, cenizas, lágrimas, confesión, silencio, humildad, vigilias, coraje, frío, cansancio, pena, humillación, contrición, olvido de las ofensas, amor fraterno, dulzura, fe simple y sin deseos de indagar, desinterés por las cosas del mundo, indiferencia exenta de odio con los parientes, insensibilidad, simplicidad inocente, humillación voluntaria.

 El programa y la materia de examen  para los avanzados en el progreso espiritual, son: la huida de la vanagloria, la ausencia de cólera, la firme esperanza, la hesichía, el discernimiento, el recuerdo continuo del juicio, la compasi6n, la hospitalidad, la moderaci6n en los reproches, la oraci6n en la impasibilidad, el despego del dinero.

El discernimiento se refiere en primer lugar al conocimiento de la santa voluntad de Dios. Discernirla representa un arte que no está al alcance de todos. S61o las personas dotadas de discreci6n y de un don especial del Espíritu Santo, recibido por todos los que hayan alcanzado un grado muy alto de perfecci6n, son capaces de hacer un rápido diagn6stico y preciso en orden a un discernimiento tan difícil como es la voluntad de Dios sobre una persona. Entre los autores antiguos, estas personas fueron llamadas «padres espirituales", no necesariamente sacerdotes, y «madres espirituales". Dotado de sencillez y de humildad, dispuesto a escuchar y a consultar a los demás, el «padre espiritual" se hace «diacrítico", capaz de registrar los «movimientos del alma", de «leer en el corazónn de su «hijo espiritual" y de guiarlo en aquella «lucha invisible" contra los malos pensamientos que intenta fundamentalmente la renuncia a sí mismo. El mejor padre espiritual será aquel que logre transformar al hombre de esclavo de su propia vanidad en hijo de Dios, buscando solamente la voluntad de Dios en todo, la «contemplación de la Providencia".

T. Z. TenSek

 

 Bibl.: M. Vidal, El discernimiento ético,  Cristiandad, Madrid 1980; G. M. Columbás, El discernimiento de espíritus, en El monacato primitivo, 11, BAC, Madrid 1975; 250256; AA. VV., Discernimiento de espíritus, en Concilium 139 (1978); P. Penning de Vries, Discernimiento. Dinámica existencial de la doctrina y del espíritu de san Ignacio de Loyola, Mensajero, Bilbao 1967