CANON 
VocTEO

 

Por canon de las sagradas Escrituras se entiende la lista concreta de los libros en que la Iglesia, asistida por el Espíritu Santo, ha reconocido las huellas de Dios y del mismo Espíritu: libros que propone al pueblo creyente para que conozca el proyecto de Dios en favor de la humanidad y lo realice.

La palabra, del griego kanon, tiene  el significado fundamental de «regla» «vara» (como unidad de medida, usado especialmente por los leñadores y albañiles), «metro», «norma». En general, canon en el contexto teológico tiene el significado sublime y amplio de todo lo que implica el seguimiento de Cristo, así como la verdad vinculante tal como la anuncia la Iglesia: «la regla de la fe" o «regla de la verdad». Este concepto se aplica particularmente a la «regla» por la cual es posible señalar aquellos libros que han de considerarse normativos para la fe. Dando un nuevo paso -ya en el s. IV-, el término canon llega a indicar la lista normativa de los libros del Antiguo y del Nuevo Testamento que tienen una característica especial: ¡están inspirados! (cf, el concilio de  Laodicea, por el 360: « En la asamblea no deben recitarse salmos privados o libros no canónicos, sino solamente los libros canónicos del Nuevo y Antiguo Testamento» (can. 59: EB 1 en el can. 60 está la lista de los mismos: EB 12s).

 Para este uso del «canon» fue decisivo  el concepto de norma, implícito en el término, o sea, el contenido objetivo de los libros inspirados como « norma de la verdad cristiana». Los libros inspirados, esto es, escritos bajo la inspiración del Espíritu Santo, son llamados libros canónicos, ya que los conoce como tales la Iglesia, proponiéndolos como norma de fe y de vida, El hecho de que en la Iglesia se indicase la existencia de una norma semejante significa que desde los primeros siglos existía un principio de autoridad. Esta constatación da lugar a vivas discusiones en el mundo protestante. El canon del Antiguo Testamento se fue formando y reconociendo por etapas sucesivas. Hay - una divergencia de opiniones a la hora de admitir o rechazar como canónicos algunos libros tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento. Después del concilio de Trento, Sixto de Siena (t 1569), para indicar los libros no acogidos por los reformadores en su canon, introdujo en el lenguaje teológico católico la terminología poco afortunada, pero todavía usual, de protocanónicos y deuterocanónicos, expresiones que - podrían hacer pensar que hay libros que entraron en el canon desde el primer momento y otros que no entraron hasta más tarde, Entre los autores cristianos griegos se usaba una terminología más apropiada: llamaban homologoumenoi (es decir, reconocidos unánimemente) a los escritos llamados "protocanónicos", antilegomenoi (es decir, contrastado o amphiballomenoi (o sea, discutidosl a los llamados «deuterocanónicos".

Los deuterocanónicos son siete para  el Antiguo Testamento y otros siete para el Nuevo. Para el Antiguo Testamento, además de algunas secciones escritos en griego en los libros de Daniel (Dn 13-14) y de Ester (Est 10,416.24): Tob, Jdt, i y 2 Mac, Bar Y epístola de Jr (= Bar 6), Ecclo, Sab. Para el Nuevo Testamento: Heb, Sant, 2 Pe, 2 y 3 Jn, Jds, Ap. El canon de los judíos excluYe del Antiguo Testamento a los deutérocanónicos que acabamos de señalar. De todas formas, también estos libros fueron tenidos en gran consideración. Sólo poco a poco, también los judíos fueron precisando su canon (prácticamente a finales del s. 1 de nuestra era se consideraban como sagrados 22 ó 24 libros), que quedó fijado definitiva y rígidamente tan sólo a finales del s. II o comienzos del III. Entre tanto habían circulado otros cánones: el llamada «alejandrino» era más abierto y el «palestinense» más rígido, El cristianismo naciente había adoplado ya el canon más amplio, en la versión de los Setenta. También como reacción contra este hecho, el judaísmo limitó el canon del Antiguo Testamento a los libros más antiguos y sólo a los que de hecho circulaban entonces en la lengua original hebrea o aramea, La primera lista ortodoxa de los libros del Nuevo Testamento es el fragmento de un canon de la Escritura, redactado en latín en la segunda mitad del s. 11, descubierto en Milán y publicado en 1740, conocido como «canon rnuratoriano", que omite sin embargo  cinco cartas del canon actual. Probablemente presenta el canon de la Iglesia de Roma.

La canonicidad de algunos libros  del Nuevo Testamento sólo llegó a establecerse después de muchos titubeos. En la Iglesia occidental no se estableció hasta el 380-390, mientras que en la oriental, dado que todavía seguía discutiéndose sobre el estatuto del libro del Apocalipsis, no llegó a establecerse hasta finales del s. Vll. San Atanasio presenta el primer canon completo del Nuevo Testamento el año 367 Algunos católicos, entre ellos Erasmo de Rotterdam, lanzaron sospechas Do sólo sobre la canonicidad, sino también sobre la autenticidad de algunos libros de la Biblia. Además, los reformadores del s. XVI optaron por el canon de los hebreos, llamando «apócrifos» a los deuterocanónicos del Antiguo Testamento. Lutero Y otros reformadores alemanes rechazaron Sant, Jds, Heb y Ap. Esto hizo necesario que la Iglesia se pronunciara dogmáticamente sobre el canon. Lo hizo en 1546 en el concilio de Trento, que exigía la misma referencia para con todos los cuarenta y cinco libros del Antiguo Testamento y los veintisiete libros del Nuevo Testamento, por el hecho de que Dios es su autor (cf. DS 1501-1505 y también 3029).

Las otras Iglesias reformadas no pusieron en discusión el canon del Nuevo Testamento, y en el s. XVll los mismos luteranos volvieron al canon tradicional del Nuevo Testamento. Todavía hoy los deuterocanónicos del Nuevo Testamento son comentados generalmente junto con los protocanónicos y en el orden tradicional: los deuterocanónicos del Antiguo Testamento, por el contrario, no han recobrado aún su autoridad.

El reconocimiento de la canonicidad de los libros sagrados por parte de la Iglesia es un problema de tipo teológico, que se refiere al cuándo y al cómo de la revelación de esta verdad a la comunidad creyente. Si esta revelación se le concedió mientras vivía aún alguno de los apóstoles, aunque de una forma muy implícita, como parece que debería ser, o si sólo se le reveló más tarde. Este tema puede ser estudiado . también desde el punto de vista del desarrollo del dogma.

En estos últimos decenios el tema  ha sido estudiado por los teólogos (Geiselm~nn, Grelot, Rahner, Lengsfeld, Congar) en busca de una solución convivente. Ha sido el Magisterio de la Iglesia el que nos ha dado a conocer el origen inspirado, es decir, divino de la sagrada Escritura, y el que nos dice además que afirma esto mismo por revelación divina.

En el reconocimiento definitivo del  canon por parte de la Iglesia, han tenido ciertamente un lugar importante algunos criterios objetivos a propósito de los libros: su conformidad con la «regla de la fe", su origen o su aprobación apostólica y su destino a una Iglesia oficial y el uso litúrgico que de ellos se hace. Pero no parece que estos criterios sean suficientes para esta definición. Hay que referir más bien el discurso al ámbito de la Tradición.

El mismo Espíritu Santo que inspiró a los apóstoles y a los autores sagrados sigue actuando en la Iglesia de todos los tiempos con sus carismas funcionales, especialmente con los que guardan relación con las funciones de enseñanza y de autoridad. Sigue entonces asistiendo a la Iglesia para que ella conserve fielmente el depósito apostólico en su integridad.

Por este título y por este medio es  como la Iglesia de todos los siglos puede reconocer en su tradición viviente los libros que la ponen en contacto directo con la tradición apostólica. Lo mismo que en los otros terrenos, su Magisterio goza de infalibilidad sólo para conservar (no para modificar o ampliar) el dato original. Supone una clara toma de posición por parte de la Iglesia el hecho de haber declarado canónicos a los libros que lo son y apócrifos a los demás. La definición canon constituve el primer (en sentido «lógico», no cronológico) acto solemne del Magisterio de la Iglesia posapostólica respecto al depósito de la revelación, que ella tiene la misión de conservar y - de guardar para proclamarla a los hombres de todos los tiempos.

«Conservar» significa, en primer lugar  saber señalar los límites exactos del depósito sagrado, no va disminuirlo, ampliarlo o modificarÍo: en esto consiste lo «específico» de la definición del canon de la Biblia.

Es conveniente hacer además una  breve referencia al problema del llamado «canon en el canon». La reflexión parte de la extensión exacta del canon tanto del Antiguo Testamento como del Nuevo, tal como la ven los cató1icos y los protestantes. Una vez definidas sus posiciones, digamos que hoy se están acercando, al menos en lo que se refiere a los « deuterocanónicos" del Nuevo Testamento.

En las Biblias protestantes de hov  no solamente figuran todos los libros deuterocan6nicos, sino que aparecen en el orden tradicional, en contra de lo que había hecho Lutero. Lutero, anticipándose a la discusión actual del "canon en el canon", había clasificado los libros del Nuevo Testamento según su importancia; les atribuía un papel secundario a Hebreos, Santiago, Judas y Apocalipsis, colocándolos al final de su versión, después de los otros libros a los que consideraba como «los verdaderos, los seguros y los más importantes del Nuevo Testamento" No constituve ningún problema afirmar que algunos libros de la Biblia tienen un valor mavor que otros. La DV (n. 18) subraya el testimonio especial que representan los evangelio, y la UR (n. 1 1) se refiere a una jerarquía en las verdades de la doctrina católica. Pero esto no significa que haya que introducir una distinción en el canon bíblico, como si hubiera libros inspirados y libros no inspirados, o bien libros más inspirados y libros menos inspirados.

Algunos autores protestantes alemanes (Bultmann, Kasemann, Konzelmann, Braun y Marxsen) han planteado un problema nuevo, con grandes repercusiones en el diálogo ecuménico. Si es verdad que el Nuevo Testamento nace de la Tradición y pone por escrito una Tradición dinámica y progresiva, entonces se pueden distinguir en el Nuevo Testamento varias tradiciones, en algunas de las cuales - especialmente en las que transcriben los libros más recientes- están ya presentes los rasgos típicos del catolicismo (etapas iniciales del sacramentalismo, de la jerarquía, de los ministros ordenados, del dogma, en una palabra, las características bien conocidas del cristianismo católico) que ellos -utilizando la expresión de Harnack- llaman Frunkatolizismus (ProtocatolicismoJ. Mientras que Harnack pensaba que los elementos del protocatolicismo se debían a la llamada «degeneración católica" en el s. II, cuando se consumó lo que él llama  «pecado original" de fusión entre el helenismo y el cristianismo, los mencionados exegetas protestantes piensan que esos elementos se encuentran va en los libros deuterocanónicos del Nuevo Testamento. Estos autores piensan que donde aparecen en los libros o en las secciones del Nuevo Testamento: 1) el paso del carisma a la instituci6n; 2) la disminución de la tensi6n escato1ógica; 3) la evoluci6n en la presentaci6n de la moral, allí hay que hablar de una penetración espurea del «protocatolicismo"  y por tanto de una contaminación del Evangelio puro, con nuevas y graves consecuencias para el problema del canon. El actual Nuevo Testamento es demasiado amplio y ~ contiene elementos impuros: habría que reducirlo para recobrar, dentro del canon actual y - tradicional, la pureza del Evangelio. Como era de prever, desde Lutero hasta cada uno de estos autores, los criterios para señalar el "centro del Nuevo Testamento, el Evangelio puro" son muy diferentes, y cada uno hace su opción a partir del propio principio teológico arquitectónico. De esta manera, los que habían partido con la afirmación del principio de la sola Scriptura han llegado a una sola pars Scripturae. La actitud católica intenta mantenerse abierta y libre a todo el Nuevo Testamento. He aquí entonces el dilema que se impone al protestantismo de hov - : o aceptar todo el Nuevo Testamento y acoger -renegando de la Reforma- los elementos típicos del «proto-catolicismo" que están presentes allí, o bien permanecer fieles a la Reforma protestante y - optar por un "canon en el canon".

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 Bibl.: J M. Sánchez Caro, El canon de la Biblia, en Introducción al estudio de la Biblia 11 Biblia y Palabra de Dios, Verbo Divino, Estella 4l~95, 61-135; P. Neuenzeit, El canon bíblico y su historia, en SM, 1. 636-645,