APOCALIPSIS

Es la trascripción al español del substantivo griego apokálypsis; aparece al comienzo del último libro neotestamentario y se ha convertido en su título tradicional junto con la indicación del nombre de su autor (Apocalipsis de Juan). Aparece otras 17 veces en los escritos del Nuevo Testamento como nombre común con el significado general de «revelación»; en el uso moderno, se ha convertido en un término técnico, junto con su adjetivo derivado «apocalíptico», para indicar un género literario especial, una mentalidad religiosa y un amplio conjunto de textos canónicos y apócrifos.

La palabra griega apokálypsis es el substantivo derivado del verbo apokalypto, compuesto de la preposición apo (que expresa la idea de apartar, de alejar alguna cosa) y de la raíz verbal kalvpto (cubrir, esconder); así pues, etimológicamente, significa "acción de apartar algo que cubre o esconde», es decir, "descubrir, desvelar». La traducción corriente por "revelación» indica muy bien la acción del que aparta el velo para mostrar lo que estaba escondido. En la lengua griega clásica no aparece el término apokálvpsis; se usa el verbo correspondiente: pero siempre con un valor exclusivamente humano. Los primeros testimonios del uso del substantivo se tienen en el s. 1 a.C.; pero son testimonios raros y reservados a unos textos literarios menores de tipo esotérico, alquimístico y astrológico.

En la versión de los Setenta, dado el uso lingUístico griego, es muy raro el verbo apokalypto. sólo aparece en 1 Sm 20,30, para traducir el hebreo «desnudez», y tres veces en el Sirácida (1 1,27.22,22; 42,1), con un significado antropológico. Por tanto, no existe en el Antiguo Testamento un substantivo hebreo correspondiente. En el Nuevo Testamento la palabra apokálvpsis, traducida habitualmente por "révelación», aparece en contextos diferentes y con algunos matices de significado, que podemos resumir en tres ámbitos. El primer grupo de citas refleja un ambiente litúrgico y eucológico: apokálypsis indica la manifestación de una verdad, la comunicación de un mensaje iluminador (Lc 2,32), que permite conocer (Ef 1, 17) el proyecto eterno de Dios (Rom 16,25); se trata substancialmente de Jesús mismo y de su evangelio; en sus normas para las reuniones litúrgicas de Corinto, Pablo habla de «apocalipsis» como de un medio edificante, paralelo a conocimiento, profecía y enseñanza (1 Cor 14,6.26). Pero en las cartas de Pablo aparece este mismo término con una acepción distinta, para indicar una experiencia extraordinaria y mística: el apóstol define de este modo su propia experiencia en el camino de Damasco (Gál 1,12; Ef 3,3); en su apología alude con este nombre a las “( manifestaciones » particulares que se le han concedido (2 Cor 12,1.7); finalmente, llama así a la intuición que ha tenido de subir a Jerusalén (Gál 2,2). El tercer significado de apokálypsis es el que se impondrá con el tiempo como sentido propio y exclusivo: se trata de la (( manifestación escatológica», sinónimo de parusía o de cumplimiento final del plan divino.

Aquel día, dice el apóstol, se manifestará el justo juicio de Dios (Rom 2,5): es el día que espera la comunidad cristiana ( 1 Cor 1,7) y la creación entera (Rom 8,19); en efecto, entonces llegará la gloriosa y definitiva manifestación del Señor Jesús, acontecimiento de alabanza y de inmenso gozo (2 Tes 1,7 1 Pe 1,7 13; 4,13).

Puesta al comienzo del último libro del Nuevo Testamento, la palabra apokálypsis se convirtió en el título del mismo y, conservando su forma griega, se uso a lo largo de los siglos como término técnico para designar todo el libro y su contenido. Además, al no comprender ya el valor simbólico de las imágenes y al interpretar al pie de la letra las descripciones catastróficas, los lectores medievales y modernos hicieron de «apocalipsis » un sinónimo de «cataclismo», «desastre enorme», "fin del mundo» en el lenguaje corriente periodístico o cinematográfico ha conservado este significado injusto y erróneo. El libro del Apocalipsis ( Revelation, Oflénbarung}, por el contrario, intenta ser la revelación de Jesucristo: el gran anuncio de la salvación realizada por Cristo, el de la intervención definitiva de Dios en la historia humana, el de la presencia poderosa l activa del Señor Resucitado en las dinámicas históricas hasta el cumplimiento final. Estrechamente ligado a la liturgia de la Iglesia y a la relectura cristiana del Antiguo Testamento, compuesto a finales del s, 1 d.C. y atribuido tradicionalmente al apóstol l evangelista Juan, el Apocalipsis es un libro de consolación y de esperanza, una gran profesión de fe en el señorío cósmico de Cristo Señor, vencedor del pecado y de la muerte. Todo esto no tiene nada que ver con una lúgubre previsión de desastres y desgracias.

Desde la antigüedad el libro del Apocalipsis ha sido muy estudiado e interpretado de las maneras más diversas; pero siempre se le ha considerado como un libro sui generis, como libro canónico y profético, independientemente de los desarrollos históricos y de los modos expresivos y culturales dé la época. A finales del s. XVIII el estudio histórico de los textos bíblicos y la comparación con otros textos análogos extrabíblicos marcó, incluso para el Apocalipsis, el comienzo de una nueva fase de investigación. La obra de Juan, su título, su forma literaria y su contenido, se consideraron como el prototipo de un amplio género literario, llamado (“ apocalíptico ».

El primer intento de ampliación del horizonte histórico y literario se remonta a un discípulo de Schleiermacher, Friedrich LUcke, que en 1832 publicó una obra con el interesante título: Intento de una introducción exhaustiva a la Revelación de Juan y a toda la literatura apocalíptica. Pero la primera gran monografía sobre la historia de la apocalíptica judía se publicó en 1857 por obra de Adolf Hilgeníeld: desde entonces ha continuado el estudio con muchas y apreciables aportaciones, gracias también al descubrimiento y a la publicación de nuevos e importantes textos apocalípticos.

Pero la investigación en este terreno corre el riesgo de caer en un círculo vicioso, ya que las características esenciales de la apocalíptica deberían sacarse de obras seguramente apocalípticas; pero, para reconocer estas obras, el investigador tiene que tener ya una noción de apocalíptica. De esta manera, el punto de partida fue el Apocalipsis de Juan, y hov después de dos siglos de investigación, este libro -que fue el que dio origen al término- parece ser el menos apocalíptico de todos.

Toda investigación en este sector ha de partir de hipótesis no plenamente demostrables; por tanto, es natural que las opiniones de los autores no siempre estén de acuerdo entre sí. Siguen estando abiertas muchas cuestiones, que se discuten con vigor: una de ellas es precisamente la definición misma del término « apocalipsis ». Siguiendo la propuesta de Klaus Koch (1970), se puede aceptar una distinción entre «apocalipsis» como género literario y «apocalíptica» como movimiento religioso-cultural.

Para poder definir un escrito como «Apocalipsis», se han señalado algunas características formales indispensables: el autor se presenta como un ilustre personaje del pasado, portador de una revelación divina que se le ha concedido mediante visiones ricas en símbolos e imágenes extrañas; el vidente se ve sacudido por su experiencia, pero no intenta aterrar a sus lectores, sino más bien consolarlos, estimularlos y edificarlos; además, una obra apocalíptica se presenta de una forma muy arreglada, con muchos subgéneros posibles.

El movimiento apocalíptico, por su parte, se caracteriza por algunas ideas muy concretas: heredero de la tradición profética y sapiencial, es expresión de una visión religiosa muy - compleja que comparten ciertos grupos marginales de la sociedad con una fortísima aspiración a una vida ideal. Los apocalípticos parten de la constatación de que el mundo y el tiempo presente están irremediablemente corrompidos; esperan, por consiguiente, una intervención decisiva y definitiva de Dios que cambie la situación. Esta intervención se describe con imágenes catastróficas, ya que este acontecimiento representa una inversión total de la historia: una vez vencido el mal y eliminados los malvados, los fieles podrán gozar finalmente de la paz del paraíso en un mundo renovado.

El movimiento apocalíptico judío, que nació inmediatamente después del destierro, pero que sólo adquirió un gran desarrollo a partir del s. II a.C produjo una gran cantidad de textos que podemos llamar Apocalipsis, incluidos algunos de ellos en el canon bíblico (1s 24-27; 34-35; Ez 38-39; Jl; Zac 9-14; Dn) y otros apócrifos (1 Henoc,. Jubileos; Testamentos de los doce patriarcas; 4 Esdras, 2 Baruc; etc.): todos estos textos son semejantes en algunos puntos y distintos en otros, pero cada uno de ellos constituye un caso aparte.

También la comunidad cristiana del s. 1 asimiló esta mentalidad, que los modernos han llamado apocalíptica, y produjo algunos textos literarios de este género. El fundamental es sin duda el Apocalipsis de Juan, punto de partida para la investigación, pero en realidad punto de llegada de un desarrollo literario y teológico. En efecto, Juan utiliza un patrimonio lingüístico y simbólico, heredado de la tradición judía, y sobre todo relee los textos bíblicos veterotestamentarios: pero todo esto le sirve para comunicar un contenido radicalmente nuevo : la intervención definitiva y decisiva de Dios en la historia se ha realizado con Jesús de Nazaret, muerto y resucitado, Señor de la historia, vivo en su Iglesia que camina hacia su cumplimiento último.

C. Doglio

 

Bibl.: Equipo «Cahiers Évangilen, El apocalipsis Verbo Divino, Estella '21994; U, Vanni, Apocalipsis. Una asamblea litúrgica interpreta la historia, Verbo Divino, Estella 51994; D. Barsotti, El Apocalipsis. Una respuesta al tiempo, Sígueme, Salamanca 1967. Prévost, Para leer el Apocalipsis, Verbo Divino, Estella 1993.