ANIMISMO

Utilizó por primera vez este término E. B. Tylor en su Primitive Culture (Londres 1871). Para explicar el fenómeno de la religión en clave evolutiva, Tylor formuló la hipótesis de que, en el nivel inferior de su desarrollo cultural, los seres humanos se veían enfrentados con dos problemas: la diferencia entre un hombre viviente y un cadáver, y la aparición de figuras humanas en los sueños. Para explicar estos hechos, el hombre creó la idea de un anima, al mismo tiempo principio vital que deja al cuerpo vivo en la muerte, y «sombra» del ser vivo, que puede durante tiempo apartarse del cuerpo para manifestarse en sueños a los demás. Ulteriormente se amplió la idea de anima, en cuanto que los seres humanos asumían también la existencia de espíritus independientes del cuerpo. De allí, según Tylor, se desarrolló la idea de las divinidades: eran espíritus independientes de la existencia corporal, especialmente poderosos, que luego se convirtieron en objeto de culto.

El racionalismo de esta opinión fue criticado, siempre en una concepción evolucionista, por R. R. Marett (The Tl1resl10ld of Religion, Londres 1900), que decía que el hombre comenzó a actuar (por ejemplo, en los ritos fúnebres) antes de formular convicciones.

Utilizaba el término mana para indicar el poder misterioso que sentía el hombre «primitivo» en los fenómenos naturales que no podía explicar y que había que mantener alejados (t~ljú). El comportamiento humano en esta etapa fue llamado por Marett «animatismo », que se desarrollaría luego en animismo, y más tarde en teísmo.

Actualmente ha quedado generalmente descartada la hipótesis evolucionista y se acepta como núcleo original de la religión la fe en Dios y no en un poder impersonal. J A. Roest Crollius

 

Bibl.: G. Widengren, Fenomenología de la religión, Cristiandad, Madrid 1976.