ALIANZA

En las culturas y en las religiones del Medio Oriente antiguo, la alianza indica el pacto, estipulado entre personas o entre grupos, con que los contratantes se obligan a una fidelidad mutua y a una relación de benevolencia, de paz, de solidaridad, de concordia. En las relaciones humanas, la alianza tiene como consecuencia el establecimiento de una especie de familiaridad entre los contrayentes parecida a la que existe entre personas ligadas por lazos de parentesco. Mientras que la igualdad entre los contrayentes no es un elemento esencial de la alianza, tiene mucha importancia el juramento, con el que se invoca a Dios mismo como testigo y garantía de lo  que va a realizarse. De aquí se deriva una cierta sacralidad de la alianza misma, que introduce a los contrayentes en una condición nueva y los mueve a compromisos mutuos que obligan moralmente.

También la Biblia comprendió la relación entre Dios e Israel recurriendo al concepto de alianza: este concepto resulta además tan adecuado que se convierte incluso en la categoría que expresa todo el conjunto de la historia de la salvación y de los libros que la atestiguan (Antiguo y Nuevo Testamento o Alianza).

En el Antiguo Testamento, la alianza (bérit) aparece claramente como el fundamento de la vida social, moral y religiosa del pueblo de Israel. Los profetas aluden indirectamente a ella para señalar la singularidad de los vínculos que unen a Dios con su pueblo y con la imagen de la alianza nueva alimentan la esperanza y la ilusión de un futuro de bienes, de paz y de familiaridad profunda entre Yahveh e Israel. A la luz del Antiguo Testamento se puede decir muy bien que “Israel vivió de la alianza» (A. González Lamadrid) y que "Dios es el Dios de la alianza, que pronuncia palabras de alianza al pueblo de la alianza y hace culminar estas relaciones en una suprema alianza» (J Muilenburg). El Antiguo Testamento resalta continuamente y con energía tanto la gratuidad de la alianza que tiene como fundamento exclusivo la benevolencia divina, como sus efectos salvíficos (redención, perdón, solicitud, providencia, misericordia) y la necesidad de la adhesión libre del hombre a la misma. Del encuentro entre la libertad de Dios y la de Israel (del hombre) se derivan frutos de bien, de paz, de armonía, en una palabra, la salvación.

Según los autores del Nuevo Testamento, la alianza (diathéke) asume un carácter de novedad, de plenitud y de definitividad gracias al don del Hijo y del Espíritu que hace el Padre a la humanidad. En la sangre de Cristo se estipula el pacto nuevo y eterno que liga a los hombres con Dios, haciéndolos un pueblo Nuevo, llamado a vivir en comunión con su Señor. Por este motivo, la realidad de la alianza encuentra su manifestación histórica en la Eucaristía, sacrificio agradable que elimina el pecado y restablece la comunión perdida.

En la Biblia, el concepto de creación  va estrechamente unido al de alianza ya que la creación no consiste simplemente en "dar la existencia a las cosas», sino en comenzar un vínculo de benevolencia entre Dios y las criaturas.

Además, la creación y la alianza tienen  una sola raíz: el amor. De él procede la alianza y él es también la razón suficiente de la creación, entendida como llamada gratuita a la existencia de unos seres, personales e impersonales, distintos de Dios. Por eso, es natural afirmar que, según la Biblia, Dios crea con vistas a la alianza: gracias a ella, la creación alcanza su cumplimiento. A su vez, la alianza puede entenderse como una "nueva creación» de las cosas que existen o como vocación a la comunión más profunda de los hombres con el Creador.

La estrecha conexión que hay entre  la creación y la alianza se percibe mejor todavía a la luz de Cristo: en efecto, el Hijo eterno del Padre, hecho criatura en la plenitud de los tiempos (Jn 1,14: Gál 4.4), es el centro de la realidad precisamente por ser el principio y el modelo, a cuya imagen todo ha sido creado (Col 1,15) y el fin hacia el que todo tiende (Col 1,16). Además, el Hijo creador es también aquel que ha hecho nuevas todas las cosas por medio de su propio sacrificio: en él vive todo cuanto existe, por la fuerza del Espíritu, en comunión con el Padre de la misericordia.

 G. M. Salvati

 

 Bibl.: J Haspecker, Alianza, en CFT 1, 63 72; 1. Krinetzki, Der Bund Gottes mit dell Menschen nach dem AT und NT DUsseldorf 1963: E. Elorduv, La teología de la alianza . y la Escritura, Es~ Ecl. 36 (1961) 335-376.