DOCUMENTACIÓN

   

 

¿Por qué se ataca hoy como nunca a la familia?

El profesor Gonzalo Miranda afronta los desafíos del Jubileo de las familias

CIUDAD DEL VATICANO, 6 oct (ZENIT.org).- Unas doscientas mil personas participarán entre el 14 y el 15 de octubre, en la plaza de San Pedro del Vaticano, en el encuentro del Papa con las familias del mundo, que llega a su tercera edición.

Este «Jubileo de las familias», como ha explicado a Zenit el cardenal Alfonso López Trujillo, presidente del Consejo Pontificio para la Familia (cf. «Exclusivo: Recta final al Jubileo de la familia», supone también para la Iglesia católica una oportunidad para afrontar los grandes desafíos que experimenta en estos momentos la familia, algo que será analizado gracias a la colaboración de expertos de prestigio mundial en el Congreso de preparación de tres días que precederá al gran encuentro (Cf. «Jubileo de las familias: Los niños, al centro de la sociedad».

Para comprender mejor qué es lo que se está jugando la humanidad en estos momentos en los que se ponen en tela de juicio los derechos de las familias (fundadas en el matrimonio), Zenit ha entrevistado al profesor Gonzalo Miranda, secretario del Instituto de Bioética de la Universidad Católica de Roma y director académico del curso de Bioética del Ateneo Pontificio «Regina Apostolorum».

--Hace 52 años, en la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, se escribía: «La familia es el elemento natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a la protección de la sociedad y del Estado» (artículo 16, 3). Paradójicamente hoy se proponen nuevos derechos, como la libertad para abortar, la mal entendida salud reproductiva que prevé la esterilización de millones de mujeres o la promoción de las campañas económicas de control demográfico, el reconocimiento de las parejas de hecho y de las uniones homosexuales, etc. Se trata de reivindicaciones que atentan contra el concepto de familia considerado en aquellos momentos por la comunidad internacional. ¿Que ha pasado?

--Por desgracia, constatamos hoy una especie de revisión de muchos de los derechos proclamados por la Declaración Universal de los Derechos del Hombre. De hecho, algunos querrían volver a escribir esta declaración. Mi impresión es que aquel texto, redactado tras los horrores de la segunda guerra mundial, que despertaron la conciencia moral del mundo, se ha quedado pequeño y resulta incómodo para muchas conciencias que se han deformado. Una vez enfriado el impacto suscitado por los crímenes cometidos en aquel entonces, se vuelve a poner de moda la mentalidad utilitaria, egoísta y eugenésica: la misma mentalidad que originó aquellos crímenes.

Estos nuevos derechos no sólo van contra la familia, sino que ante todo antentan contra la persona y contra la comunidad humana. El asesinato voluntario de un ser humano que todavía no ha nacido, la esterilización, las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo, etc., son comportamientos contrarios a la realidad de la persona humana. Paradójicamente, el ser humano es capaz de comportarse de manera totalmente contraria a su humanidad. Quisiera subrayar también que la afirmación, según la cual, la familia es el núcleo natural y fundamental de la sociedad, no es sólo un deseo o un programa; es más bien una constatación de hecho. Olvidar o alterar esta realidad no puede traer ningún beneficio a la sociedad. No se cambia la realidad huma na, personal o social, cambiando simplemente de ideología.

--El aumento vertiginoso de los divorcios, el crecimiento de las familias con un solo padre o madre, los dramas de tantas personas que experimentan la ruptura familiar, demuestran que el desprecio de la familia no es ciertamente un camino más civil o «avanzado». Y, sin embargo, el desmantelamiento de la familia es visto, por algunos movimientos o ambientes culturales, como una señal de «progreso». ¿Cuáles son las bases culturales y filosóficas de esta cultura? ¿Por qué tiene tanta influencia en la sociedad?

--Muchas veces me he preguntado también yo cómo es posible que haya tantas personas y grupos que se dedican con tanto «fervor» y pasión a atacar una institución natural tan bella como la familia, fundada sobre el matrimonio. En mi análisis, he visto sobre todo tres causas posibles.

En primer lugar, hay que tener en cuenta motivaciones de carácter ideológico. La ideología hedonista y libertaria dominante en nuestros días lleva a muchos a rechazar todo lo que pueda significar compromiso, entrega estable de sí... Y la familia es precisamente esto. Además, un cierto feminismo exasperado considera el matrimonio y la familia como el final de una cadena que va contra la dignidad de la mujer. Por otra parte, es importante tener en cuenta que ciertas corrientes ideológicas y políticas se presentan como una especie de «paquete ideológico»: o lo tomas todo o lo dejas. De este modo, hoy quien se considera de «izquierdas» en el campo sociopolítico se ve casi obligado a promover y aceptar otros elementos ideológicos, entre los que se encuentra el de la promoción de «formas alternativas» de convivencia.

Hay que tener en cuenta, además, una concepción de los derechos que opone al individuo a la familia y a la comunidad. Durante un reciente congreso organizado en Italia por la asociación «Arcigay», un orador invitó a los presentes a combatir el «"familiarismo" católico», por considerarlo un obstáculo nocivo para los derechos de los homosexuales. Según el exponente, es necesario abatir la concepción que prevé derechos para el matrimonio, y sustituirla por una concepción individualista, en la que cada uno de los miembros de la pareja tiene sus propios derechos en cuanto individuo. De este modo, al hablar del derecho a la adopción de niños por parte de homosexuales, alguno señaló que no hay que limitar este derecho a la pareja, sino que hay qu e reconocerlo también a quien ha decidido vivir solo. Desde este punto de vista, la familia es considerada como algo obsoleto.

En otras ocasiones, los ataques contra la familia dependen de decisiones estratégicas en función de un determinado objetivo sociopolítico o cultural. El profesor genetista francés Jérôme Lejeune narra cómo en una reunión de periodistas en París, en 1974, una mujer dijo: «Queremos destruir la civilización judeocristiana, para ello tenemos que destruir a la familia, y para ello tenemos que atacar su elemento más débil: el niño que todavía no ha nacido; nosotros somos favorables al aborto». En este caso, la familia se convierte en objeto de agresión en función de un designio estratégico de amplias dimensiones.

--Desde hace unos seis años (en especial a partir de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre población y desarrollo celebrada en El Cairo, 1994), parecería que la Iglesia ha lanzado una campaña sin precedentes en defensa de la familia. Esto, obviamente, le granjea enemigos entre quienes se oponen a la concepción tradicional del matrimonio. ¿Qué ha pasado? ¿A qué se debe este fenómeno?

--En realidad, la Iglesia, desde Jesucristo hasta nuestros días, ha valorado, promovido y defendido las realidades y valores que son realmente humanos. La familia es una de esas realidades. En momentos en los que la sociedad no sabía acoger y proteger a los niños abandonados, la Iglesia inventó los orfanatos y los hospitales. En momentos en los que la familia se encuentra en peligro, la Iglesia trata de defenderla y promoverla con todos los medios con que cuenta. También el Jubileo de las Familias es una manera de promover la familia en nuestra sociedad, enferma de egoísmo e individualismo. El Consejo Pontificio para la Familia se ha entregado con todas sus fuerzas, desde hace años, para organizar encuentros y congresos de familias, para reflexionar sobre la familia. El Jubileo de las familias es un encuentro totalmente particular que ayudará a profundizar en la realidad de la familia, como célula de la sociedad, como «Iglesia doméstica», como lugar de descubrimiento de Jesús, y como escuela de amor para todo ser humano.


 

Las niñas francesas podrán abortar sin el consentimiento de sus padres

Monseñor Berranger: Un signo de que la democracia está en peligro

PARIS, 5 oct (ZENIT.org).- Un proyecto de ley aprobado ayer por el Gobierno francés permite a las menores de edad abortar sin la autorización de sus padres. Al mismo tiempo, el ejecutivo formado por una coalición de fuerzas de izquierdas (socialistas, ecologistas y comunistas) amplía el plazo legal para el aborto: de diez a doce semanas de embarazo.

En declaraciones concedidas a Zenit, el obispo Olivier de Berranger, presidente de la Comisión social de la Conferencia Episcopal Francesa, denuncia la «miopía de los gobiernos» que en materia de cuestiones tan importantes como la familia adoptan «medidas electorales» que buscan «agradar», pero que «dejan a un lado los problemas verdaderamente graves».

El proyecto de ampliación de la ley sobre interrupción voluntaria del embarazo en Francia, presentado ayer por la ministra del Empleo y la Solidaridad, la socialista Martine Aubry, supone una reforma de la conocida como «ley Weil» de 1975, que legalizó el aborto en el país galo.

Según el texto del ejecutivo, las menores embarazadas podrán acudir a abortar a los servicios médicos --en la actualidad son unas 5.000 cada año-- acompañadas de un adulto que ellas mismas hayan escogido entre sus parientes o entre los miembros de asociaciones.

La propuesta ahora tendrá que pasar al Parlamento. Se espera que sea aprobada, pues la coalición de izquierdas cuenta con la mayoría.

Una sociedad sin debate Monseñor Berranger, obispo de la diócesis de Saint-Denis, situada en las afueras de París, al comentar el proyecto de ley gubernamental, recuerda que en el último año se han adoptado en Francia leyes que atentan contra la familia, como es el Pacto de convivencia civil para las parejas de hecho (PACS). «Se nos dice que los franceses están "contentos" después de un sondeo --comenta el prelado --. Sin embargo, ya no hay puntos de referencia objetivos. La única norma es lo que se quiere que piense la gente. Lo mismo pasa con la eutanasia: el Comité ético ha lanzado un globo sonda para ver qué es lo que pasa; lo que se busca es llegar a una ley similar a la que ha sido adoptada en Holanda. Y esto sucede también con la introducción de la píldora abortiva del día después, la ampliación del plazo legal para abortar o el "despojo de la responsabilidad" de los padres».

Laicismo militante Al mismo tiempo, el obispo deplora que sobre estas cuestiones las religiones presentes en Francia --judaísmo, cristianismo en sus diferentes confesiones, e Islam-- no hayan sido consultadas por el ejecutivo. Es una prueba más del «laicismo» del Gobierno, constata, que se ha manifestado también en el rechazo «de aludir a la religión que más ha conformado nuestra cultura» a la hora de redactar la Carta europea de Derechos Humanos (Cf. Terminado el borrador de la Carta europea de Derechos Humanos). Ante tanta indiferencia de la sociedad ante las imposiciones del Gobierno, el obispo se dice «escandalizado», ante todo como hombre, y después como francés y cristiano. «¿A dónde vamos?», se pregunta.

¿Democracia o demagogia? ¿Qué hacer? «Echar un jarro de agua fría a la opinión pública para que despierte del letargo», considera. Ahora bien, reconoce que, cuando se trata de reaccionar, la actualidad ya «ha cambiado de objetivo», no se toma «la distancia necesaria» para afrontar las cuestiones más importantes con objetividad. De este modo, se llega a la ausencia de «un auténtico debate en la opinión pública».

El obispo denuncia, en este sentido la dictadura del «políticamente correcto» del Gobierno francés, tanto en el campo económico, como social y moral. «No creo en la fase actual de la democracia», confesa.

Medios de comunicación En el respeto de la opinión pública, monseñor de Berranger, constata la importancia decisiva de los intermediarios naturales entre los líderes políticos y la gente: los medios de comunicación, que se han convertido en «comerciantes».

El obispo, sin pelos en la lengua, analiza la actuación del buque insignia de la prensa francesa, el diario parisino «Le Monde». Este prestigioso periódico se ha ganado su reputación gracias a los grandes nombres de periodistas «que buscan respetar la verdad, una cierta objetividad». Reconoce que esto todavía es válido para los corresponsales en el extranjero de «Le Monde» (y cita la cobertura que ha ofrecido, por ejemplo, sobre Serbia). Ahora bien, por lo que se refiere a la política interior francesa, constata «una tendencia que se da desde el final de reinado del presidente François Mitterrand»: cada vez que saca un escándalo tira un 30 por ciento más de ejemplares. «Lo que se busca es vender», deplora de Berranger.

¿La cultura francesa ha terminado como la de Estados Unidos? Le preguntamos a este obispo conscientes de lo sensible que es para todo francés una comparación así. «Sí», reconoce. Ahora bien, demostrando su honestidad, considera que no todos son iguales. Hay algunos que salvan a su categoría, como es el caso del periodista Bruno Frappat, director del diario «La Croix», «una persona que habla en conciencia».

«Me siento humillado y entristecido por la cultura europea, por mi país, ante el espectáculo de los hombres políticos de Francia y ante la prensa francesa», concluye el obispo.

El anuncio La aprobación del proyecto de ley por parte del gobierno fue presentado por le telediario de las 20:00 horas de la cadena de televisión estatal «France 2» como una medida «necesaria» a causa del «abandono» en que se encuentran las cinco mil mujeres que todos los años se van a abortar al extranjero por haber superado las diez semanas de embarazo previstas por la ley. En España, este plazo alcanza las 22 semanas. Un reportaje narró la experiencia de una muchacha francesa llevada a Barcelona por su madre para ser sometida a esta «operación» de quince minutos «con anestesia general». La chica nunca se planteó las repercusiones de su decisión, comentó el periodista encargado del reportaje.