Si
algo me asusta es el dinero.
La
codicia -apego al dinero-
fue
lo que empujó a Judas a vender a Jesús.
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Cuántas cosas poseemos de las que no queremos desprendernos porque estamos
apegados a ellas!
Es mejor tener poco, para hacer donación de todo a Jesús.
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Con el coche que me dio el papa Pablo VI con ocasión de su viaje a Bombay (año
1964), hicimos una rifa.
Con el dinero recolectado creamos un gran centro para leprosos al que
pusimos el nombre de Ciudadela de la Paz.
Con
el dinero del Premio Juan XXIII creamos otro centro de rehabilitación y lo
denominamos Don de la Paz.
Con
el dinero del Premio Nobel de la Paz, construimos viviendas para los pobres,
porque sólo acepté el premio en nombre y en representación de los pobres.
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Todo el que está pendiente de su dinero o vive con su preocupación, no deja de
ser una pobre persona .
Si esa persona pone su dinero al servicio de los demás, entonces se
siente rica, muy rica de verdad.
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No nos demos por satisfechos por el simple hecho de dar dinero.
El dinero no lo es todo.
El dinero es algo que se puede conseguir.
Los pobres tienen necesidad de la ayuda de nuestras manos, del amor de
nuestros corazones.
El amor, un gran amor, es la mejor expresión de nuestra religiosidad.
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Hay personas que pueden permitirse el lujo de una vida muy confortable.
Es posible que sea fruto de los esfuerzos que han realizado.
Lo que me irrita es el despilfarro.
Me irrita observar que hay personas que malgastan y desperdician cosas
que podríamos emplear en favor de los pobres.
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Debemos tener una gran confianza en la Divina Providencia, que jamás dejará
que falte nada a los pobres.
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El dinero es importante, porque para dar de comer a los pobres necesitamos
comprarles comida.
Pero es más importante compartir el trabajo que se hace con ellos.
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Cuando no necesitamos algo, no lo aceptamos.
Cuando lo necesitamos, estamos convencidas de que Dios proveerá.
Y provee siempre.
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Cuanto menos poseemos, más podemos dar.
Parece imposible, pero no lo es.
Ésa es la lógica del amor.
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Protejamos nuestra obra, nuestra misión, de todo lo que pueda inducir a la
gente a pensar que nos dedicamos a recaudar dinero.
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La gente es muy generosa con nosotras y con nuestra obra.
Todos los días nos llega dinero de todas las partes del mundo.
A una gran parte del dinero que recibimos lo llamo Dinero del
Sacrificio.
Es
el que procede de pequeñas o grandes renuncias .
El dinero, por ejemplo, que decide ahorrar una ama de casa que, cuando va
de compras a un supermercado, en lugar de gastar doscientos dólares decide
gastar ciento cincuenta y destina el resto a los pobres.
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Cuando se experimenta apego al dinero se pierde el contacto con Dios.
Pidamos, pues, a Dios que nos libre de tal apego.
Sería preferible la muerte.
No debemos preocuparnos por el dinero, porque Dios está ahí para
ayudarnos.