CAPITULO II

DEL SACRIFICIO EUCARÍSTICO

 

146.- Habiendo dejado sentado el fundamento necesario de la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía, la cual se realiza en la Iglesia a manera de la acción llevada a cabo por Jesucristo en la última Cena y por mandato de El, vamos a estudiar la índole sacrificial de nuestra, Eucaristía. Esta se da en verdad por la misma institución de Jesucristo, que realiza en la última Cena esto mismo y ordena que se haga en Su memoria. Mas ahora debemos estudiar con más amplitud su realidad, su esencia, su fin, teniendo siempre a la vista lo que nos enseña la Iglesia. A saber:

 

a) Nuestra Eucaristía es sacrificio verdadero y propio.

 

b) Sin embargo es un sacrificio especial, de cuya esencia es el representar y el perpetuar el sacrificio de la Cruz. De aquí resulta una expresa unión y en cierto modo una unidad del sacrificio eucarístico con el sacrificio de la Cruz.

 

c) Y en verdad en ambos sacrificios la víctima es la misma y el oferente es el mismo.

 

d) Solamente es distinto el modo de ofrecerlo, esto es la acción sacrificial.

 

e) Por último son también idénticos los fines de ambos sacrificios.

 

Así pues todo esto tenemos que estudiarlo ahora por partes.

 

Articulo I

De la verdad del sacrificio eucarístico

 

TESIS 11. En la Misa se ofrece a Dios un sacrificio verdadero y propio.

 

147.- Nociones. La. MISA es aquella acción sagrada, en la cual en medio de muchas preces y ceremonias se realiza la Eucaristía mediante la transubstanciación. Así describimos la Misa siguiendo a Belarmino. Pues no podemos dar por ahora su definición esencial.

 

Por consiguiente decimos que en la Misa SE OFRECE UN SACRIFICIO, esto es, que en aquel. conjunto litúrgico se da alguno o algunos elementos (lo cual ciertamente no lo concretamos ahora), en los cuales se verifica la noción de sacrificio.

 

El vocablo Misa, referido a las ceremonias eucarísticas, designó primeramente el hecho de irse los fieles después de terminar la ceremonia, añadida la bendición. Después designó el oficio mismo de la Eucaristía. Muchos otros nombres se han usado para designar esto mismo, como fracción del pan, colecta, dominical, acción.

 

148.- Entretanto entendemos por SACRIFICIO el acto del culto externo que debe llamarse con la misma verdad y propiedad «sacrificio», así como los sacrificios del Antiguo Testamento y el sacrificio de la Cruz.

 

VERDADERO Y PROPIO, esto es, no sólo metafórico.

 

149.- Adversarios. Los petrobrusianos, llamados así por PEDRO DE BRUIS, en los últimos decenios del siglo XII, negaron que en la Iglesia se ofrece verdaderamente el sacrificio del Cuerpo y de la Sangre del Sellar; diciendo que este sacrificio no era absolutamente nada y que no debía ofrecerse a Dios.

 

VICLEFF se dice que sostuvo: «no está fundado en el Evangelio el que Cristo haya ordenado la Misa» (D 585).

 

Los protestantes, para los cuales la Misa no es un sacrificio ofrecido a Dios, sino sólo un beneficio recibido de Dios (un testamento). Así se expresaba ya Lutero. Según los protestantes no se da ningún sacrificio propiciatorio a excepción de la muerte de Jesucristo. Cuando los Padres hablan del sacrificio en la Eucaristía, siguen diciendo los protestantes, ha de entenderse de un sacrificio de alabanza, a saber, de una acción de gracias. Así se expresaba MELANCHTON. En general los reformistas atacaron mucho a la Misa.

 

Niegan también el carácter sacrificial de la Misa todos aquellos racionalistas, de los cuales hemos tratado antes en los números 5 al 8.

 

150.- F. WIELAND pretendió encontrar poco más o menos estos estadios en el desarrollo del carácter sacrificial de nuestra Eucaristía:

 

a) Antes de la mitad del siglo II la celebración de la Eucaristía, dice él, no era más que un convite eucarístico. Ahora bien se llamaba sacrificio en sentido lato, en cuanto que por la acción de gracias Jesucristo se hacía presente con relación al sacrificio de la Cruz; pues se realizaba en memoria Suya. Por consiguiente no se ofrecía nada propiamente a Dios, sino que se recibía un don de Dios.

 

b) Hacia la mitad del siglo II poco a poco la Eucaristía comenzó a ser considerada como una oblación hecha a Dios por los cristianos, por la que se presentaba a Dios un don, a saber el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Esto, dice él, sucede por influjo de los misterios de los paganos y del Antiguo Testamento.

 

c) 5.IRENEO es el primero que habla expresamente acerca de la Eucaristía como de un don, que es ofrecido en sacrificio por nosotros a Dios.

 

151.- Doctrina de la Iglesia. El Concilio Tridentino: En la primera convocatoria del Concilio los teólogos, después de estudiar los artículos que les habían sido presentados, quisieron que se añadiera también, entre otras cosas, la condenación de esta proposición: «La Eucaristía no es verdadero sacrificio». Sin embargo esta cuestión fue devuelta por los Legados a fin de que se tratara posteriormente de acuerdo con su dignidad. Y en verdad comenzó a tratarse en: el mes de Julio del año; 1547; una, vez presentado este artículo de los herejes: «La Eucaristía en la Misa no es sacrificio ni oblación por los pecados, sino sólo conmemoración del sacrificio realizado en la Cruz; y el no ofrecerla es obra buena o meritoria».

 

Hasta finales del año 1551 en la segunda convocatorio del Concilio no continúa este tratado acerca del sacrificio de la Misa que había sido comenzado anteriormente. Entonces al comienzo del año 1552 se realizó un primer esquema del decreto acerca del cual los Padres no pudieron tratar a causa de la suspensión del Concilio. Por último en la tercera convocatoria el ano 1562 los teólogos y los Padres hablaron durante largo tiempo sobre el sacrificio de la Misa, redactando muchos esquemas del decreto. De este modo por último fue promulgado el decreto definitivo de la sesión 22, el cual por lo que atarse a nuestro tema enseña lo siguiente:

 

En el preámbulo afirma que la Eucaristía es un verdadero y singular sacrificio y que pertenece al depósito de la fe cristiana (D 937a; véase D 947).

 

En el capítulo 1 (D 938s) se enseña: a) Jesucristo sacerdote según el orden de Melquisedec consumó (perfeccionó) el antiguo sacrificio Levítico. b) Jesucristo ofreció un Sacrificio en la Cruz. c) Ahora bien el sacerdocio de Jesucristo debía perpetuarse. d) De donde Jesucristo mismo instituyó un sacrificio visible, por el que se representara y perpetuara aquel primer sacrificio. e) Esta institución sucedió cuando Jesucristo en la última Cena ofreció su Cuerpo y su Sangre bajo las especies de pan y de vino y ordenó que se hiciera en la Iglesia esto mismo perpetuamente. f) De este modo se da una plena armonía entre el sacerdocio antiguo y el sacerdocio nuevo, así como Jesucristo celebró primeramente la Pascua antigua y después instituyó la nueva Pascua, g) Esta doctrina está contenida en la profecía de Malaquías, en la epístola 1 -Cor 10,21, en los antiguos sacrificios que representaban este sacrificio. Hay que tener en cuenta en este capítulo la descripción de la Misa que hace el Concilio: «la inmolación de Cristo por la Iglesia por medio de los sacerdotes bajo signos visibles en memoria de la pasión y muerte de El».

 

En el canon 1 (D 948) se enseña «que en la Misa se ofrece un sacrificio verdadero y propio»; en el canon 2 (D 949) se enseña su institución por Jesucristo en la última Cena; en el canon 3 (D 950), se enseña en contra de los protestantes que el sacrificio de la Misa no es solamente un sacrificio de alabanza y de acción de gracias. Por último las enseñanzas de los restantes capítulos y cánones de esta y de la siguiente sesión suponen enteramente la verdad del sacrificio de la Misa. Lo cual aparece después solemnemente en la profesión tridentina de fe (D 997).

 

Acerca de la verdad del sacrificio de la Misa véase también la proposición 45 de Balo (D 1045). Las obras de F.Wieland fueron incluidas en el Índice de libros prohibidos.

 

Valor dogmático. De fe divina y católica definida.

 

152.- Prueba de la sagrada Escritura. También esta tesis puede probarse por una doble vía, según hemos visto antes en el n. 81. La primera vía es indirecta, o sea se apoya en lo ya probado, y ciertamente de un doble modo. Del primer modo se basa en las tesis segunda y tercera formulando el argumento así: Jesucristo en la última Cena ofreció en sacrificio Su Cuerpo y Su Sangre bajo las especies de pan y de vino y ordenó que se hiciera esto mismo en la Iglesia perpetuamente; luego en la Iglesia se ofrece el-sacrificio del Cuerpo y de la Sangre de Cristo bajo las especies de pan y de vino (pues esta voluntad de Jesucristo no puede dejar de ser eficaz, ya que se trata de algo esencial en la constitución de la Iglesia, a saber del sacrificio visible); es así que tal sacrificio no se ofrece en ninguna otra parte, si en realidad no se ofrece en la Misa; luego se ofrece en la Misa un sacrificio verdadero y propio. Y del segundo modo puede probarse también indirectamente basándonos en la tesis sexta y formulando así el argumento: En Malaquías se promete eficazmente un verdadero sacrificio puro para todo tiempo y para todo-lugar, el cual sacrificio: según la. exposición de los Padres es ciertamente- el sacrificio que está unido a la Eucaristía; es así que este sacrificio no se ofrece si no se ofrece en la Misa; luego en la Misa se ofrece un sacrificio verdadero y propio.

 

153.- La segunda vía es directa y se toma de 1 Cor 10, 14-22.

 

PRENOTANDO. Véase todo lo que hemos dicho antes en el n.82.

 

ARGUMENTO. En este texto se hace una comparación de semejanza entre la cena eucarística y los convites sacrificiales; es así que esto supone el que la cena eucarística tiene un carácter sacrificial; luego en la celebración de la Eucaristía, esto es en la Misa, se da un verdadero sacrificio.

 

La menor. En otro caso caería por tierra toda la argumentación del Apóstol.

 

La mayor. a) La comida eucarística se asemeja a la comida de las víctimas en los sacrificios judíos (θναία) y a la comida de los ídolos en los sacrificios gentiles. b) La participación del Cuerpo y de la Sangre de Jesucristo se asemeja a la participación d l altar entre las judíos y a la participación de los demonios entre los gentiles; ahora bien esta comunicación se realiza inmediatamente con la víctima y mediante ella con el altar y a través del altar con Dios, al cual se sacrifica la víctima en el altar. c> Se asemejan el altar de los judíos (..σ.αστ.ρ.ov), el altar de los gentiles (τραπε.α δα.μονίων) y el altar de los cristianos (τραπε.α κ.ρ…).

 

154.- Prueba de la tradición. a) Antes de San Ireneo: En la Didaché (R 8) la Eucaristía es llamada el sacrificio (θ.σ.α) que había sido predicho por Malaquías. San CLEMENTE ROMANO. (R 19ss) habla de los sacrificios de los cristianos, que substituyen a los sacrificios judíos. San JUSTINO <R. 135) enseña que la sagrada Eucaristía está representada en la oblación de la flor de harina y preanunciada por Malquías; conoce además «los sacrificios que mandó hacer Jesucristo, esto es, en la Eucaristía del pan y del cáliz, que han acostumbrado a hacer los cristianos en todo lugar».

 

b) San IRENEO (R 232) enseña del mismo modo y en el mismo sentido que la Eucaristía es una oblación, que es preanunciada por Malaquías y que substituye a los antiguos sacrificios.

 

c) Los restantes Padres anteriores al Concilia de Nícea: ORIGENES sostiene que nosotros ofrecemos a Dios la Eucaristía así como los gentiles ofrecen sacrificios a los demonios en acción de gracias; que el misterio eucarístico es verdaderamente propiciatorio así como en la antigua Ley había sacrificios propiciatorios. Según TERTULIANO la comunión es participación del sacrificio (R 301); la Eucaristía es la oblación imitada por los seguidores de Mitra en sus sacrificios a instancias del diablo (R 299). Sn. HIPOLITO en la Tradición Apostólica describe el modo de la oblación eucarística al comienzo del siglo III. Sn. CIPRIANO (R 581-584) enseña que Jesucristo realizó el ofertorio en el pan y en el vino como lo había hecho Melquisedec y que nosotros sacrificamos del mismo modo.

 

d) Los otros Padres: Designan a la liturgia eucarística con términos sacrificiales. Así San CESAREO NACIANCENO (R 806), San CIRILO DE JERUSALEM (R 851), San GREGORIO NACIANCENO (R 1019), San JUAN CRISOSTOMO (R 1118, 1183, 1192, 1222), San AMBROSIO (R 1260), San AGUSTIN (R 1424), San FULGENCIO (R 2270), San GREGORIO MAGNO (R 2323). Dicen que la sagrada Eucaristía es la nueva pascua y la inmolación del nuevo cordero: San GREGORIO NICENO (R 1063), San JERONIMO (R 1390), San LEON MAGNO. Dicen también que la Eucaristía ha substituido a los sacrificios de la Antigua Ley: San CRISOSTOMO (R 1193), San AGUSTIN (R 1866), San LEON MAGNO, San FULGENCIO (R 2270). Y que en la Eucaristía se ha cumplido la figura de Melquisedec y la profecía de Malaquías: véase el n.57ss y 71. También dicen que en la Eucaristía y se renueva el sacrificio de la Cruz: San AMBROSIO (R 1270), San AGUSTIN (R 1604), Sn. FULGENCIO (R 2270).

 

e) Esta perpetua tradición aparece en todas las Liturgias, las cuales emplean siempre las palabras sacrificiales como ofrecer, sacrificio, oblación, inmolación.

 

155. Razón teológica. No hay ninguna religión que carezca de sacrificio visible que puede repetirse; luego también era necesario que existiera tal sacrificio en la religión cristiana; es así que en la religión cristiana cualquier sacrificio necesariamente era oblación de una sola víctima, de Jesucristo, en cuanto que este únicamente podía aplacar a Dios; luego en la religión cristiana debía haber un sacrificio visible y que pudiera repetirse, por el que Jesucristo mismo se ofreciera a Dios; el cual es el sacrificio eucarístico.

 

156.- Objeciones. 1. En el Nuevo Testamento al culto sacrificial de Jerusalem le substituye el culto en espíritu y en verdad (Jn 4,21-24); es así que de este modo queda excluido él sacrificio visible; luego en el Nuevo Testamento no se da sacrificio visible.

 

Respuesta. Distingo la mayor. En un culto en espíritu, esto es un culto meramente interno, niego la mayor; un culto en espíritu, esto es un culto sincero, el cual también se da en verdad en cuanto que no será más figura de cultos futuros, sino que es una realidad presente, concedo la mayor y contradistingo la menor. Queda excluido un sacrificio visible, si el culto del Nuevo Testamento será un culto meramente interno, concedo la menor; si el culto del Nuevo Testamento será un culto sincero y que existe en verdad, niego la menor.

 

2. Los escritores antiguos, sobre todo los Apologetas, no admiten ningún sacrificio en la Iglesia, luego la Misa no es sacrificio.

 

Respuesta. Distingo el antecedente. No admiten ningún sacrificio, que sea ofrecido a Dios como si necesitara de ellos y en rito cruento, concedo el antecedente; no admiten ningún sacrificio absolutamente, niego el antecedente.

 

3. Si la Misa es sacrificio, el sacrificio dé-la Cruz no hubiese sido suficiente; es así que fue enteramente suficiente; luego la Misa no es sacrificio.

 

Respuesta. Distingo la mayor: Si la Misa fuera un sacrificio en el que se ofreciera una nueva víctima añadida a una anterior, el sacrificio de la Cruz no sería suficiente, concedo la mayor; si es un sacrificio en el  cual se ofrece la misma víctima con una nueva oblación para la aplicación de los frutos de la Cruz, niego la mayor y concedida la menor distingo igualmente la consecuencia. La Misa no es un sacrificio de una nueva víctima, concedo la consecuencia; no es un sacrificio que ofrece la misma víctima con una nueva oblación, niego la consecuencia.

 

Otras objeciones pueden verse anteriormente en los n. 61 y 72.

 

Artículo II

De la naturaleza especial del sacrificio eucarístico

 

157.- El Concilio Tridentino dice que Cristo dejó a la Iglesia un sacrificio visible, a saber el sacrificio eucarístico, por el que fuera representado aquel sacrificio cruento que se iba a realizar una sola vez en la Cruz y permaneciera su recuerdo hasta el fin del mundo»; a saber el recuerdo de Su paso de este mundo al Padre, cuando por el derramamiento de Su Sangre nos redimió y nos arrebató del poder de las tinieblas y nos transportó a Su reino» (D 938). Con estas palabras se designa el sacrificio eucarístico como teniendo una relación esencial con el sacrificio de la Cruz. Por tanto al preguntar nosotros qué clase de sacrificio es éste, debemos comenzar por esta relación con el sacrificio de la Cruz, para después dar un paso ulterior a fin de definir más concretamente esta relación según sus distintos elementos.

 

TESIS 12. El sacrificio de la Misa es esencialmente representación y renovación del sacrificio de la Cruz.

 

158.- Nociones. REPRESENTACIÓN, a saber objetiva y real, no simple recuerdo subjetivo.

 

RENOVACIÓN, esto es, no una vacía y pobre conmemoración, sino una verdadera y admirable, aunque incruenta y mística, renovación del sacrificio de la Cruz.

 

ESENCIALMENTE, a saber la esencia de la Misa en cuanto sacrificio, no se da sin esta- objetiva representación y mística renovación del sacrificio de la Cruz. Pues así quiso Jesucristo instituir este sacrificio.

 

De aquí que en el sacrificio de la Misa hay que considerar dos cosas. En efecto es en sí misma un sacrificio y es al mismo tiempo la representación objetiva de otro sacrificio. En cuanto a la primera consideración es un sacrificio absoluto; y en cuanto a la segunda un sacrificio relativo. Ahora bien ambas cosas lo tiene esencialmente; y ciertamente de forma que éstas no sean dos realidades sino dos formalidades. Ahora bien qué relación se da entre estas dos formalidades, no hay por qué concretarlo aquí, sino que concierne a problemas posteriores.

 

Afirmamos en esta tesis el hecho, prescindiendo entretanto de su interpretación, la cual hoy la discuten mucho los teólogos, sobre todo a causa de la teoría caseliana.

 

159.- Adversarios. Hay que citar a los protestantes no porque negaran que la Misa es representación del sacrificio de la Cruz, sino porque concebían esta representación de tal modo que destruían sencillamente el carácter de verdadero sacrificio en la Misa.

 

160.- Doctrina de la Iglesia. Se encuentra en el Concilio Tridentino, sesión 22 c. l (D 938); donde se enseña que por medio de la Misa se representa el sacrificio de la Cruz y que esto se realiza por voluntad expresa de Jesucristo al instituirla. Se enseña más expresamente en el cn.3 (D 950), en consecuencia con la doctrina el canon 1 (D 948) que esta representación no es una simple conmemoración del sacrificio realizado en la Cruz, sino que es tal que es en sí misma un verdadero y propio sacrificio.

 

LEON XIII: Por el sacrificio de la Misa «se renueva de modo admirable el sacrificio supremo en el Calvario». El sacrificio de la Misa «no es una vacía y pobre conmemoración de la muerte de Jesucristo sino que es una verdadera y admirable renovación, si bien incruenta y mística». «El sacrificio (de la Cruz] se continúa en el sacrificio eucarístico... Pues ya que era menester que el rito sacrificial acompañara siempre a la religión, fue decisión enteramente propia de la divinidad del Redentor el que se hiciera perpetuo y perenne el sacrificio consumado una sola vez en la Cruz. Ahora bien la razón de' esta perpetuidad se da en la sacratísima Eucaristía, la cual no aporta una semejanza vacía o solo un recuerdo del hecho, sino la verdad misma, si bien en especie distinta».

 

PIO XI: El sacrificio cruento de la Cruz «se renueva de modo incruento en nuestros altares sin interrupción alguna».

 

PIO XII: «.Así pues el augusto sacrificio del altar no es una mera y simple conmemoración de los tormentos ,y de la muerte de Jesucristo, sino un sacrificio verdadero y propio, por el que el Sumo Sacerdote realizó ciertamente mediante su inmolación incruenta lo que ya hizo en la Cruz ofreciéndose a Sí mismo como víctima muy agradable al eterno Padre». «Como quiera que el sacrificio eucarístico representa y renueva a diario el sacrificio [de la Cruz]», Valor dogmático. De fe divina y católica definida.

 

161.- Prueba de la sagrada Escritura. a) Jesucristo en la institución del sacrificio eucarístico manda que se haga éste en memoria suya (α.αμ..σ); es así que esta memoria no es un cierta recuerdo subjetivo, sino que es objetiva y real; luego el sacrificio de la Mis es esencialmente representación y renovación del sacrificio de la Cruz.

 

La menor. Así lo explica Sn. Pablo en 1 Cor 11, 26. A saber siempre que participáis de la víctima de este sacrificio, anunciáis la muerte del Señor; sin duda porque el sacrificio mismo, de la víctima participada es objetivamente y en sí representación de aquella muerte.

 

b) Jesucristo instituyó un sacrificio eucarístico, que reprodujera el sacrificio ofrecido en la última Cena por El mismo; es así que el sacrificio de la última Cena guardaba relación esencial y en sí mismo con el sacrificio de la Cruz; luego también el sacrificio eucarístico guarda esta misma relación; es así que no puede guardar esta relación si no es renovación incruenta de aquél; luego el sacrificio de la Misa es representación del sacrificio de la Cruz.

 

La 1ª. menor. En tanto se da sacrificio en la última Cena, en cuanto se da derramamiento místico de. sangre (véase anteriormente n.25); es así que este místico derramamiento no puede entenderse sin la esencial relación con el derramamiento sucedido realmente en la Cruz; luego el sacrificio de la última Cena guardaba relación esencial con la Cruz.

 

La 2ª. menor. La relación esencial con la última Cena en el sacrificio eucarístico debe ser una inmólación mística como la inmolación real de la Cruz; pues debe haber tal relación que guarde la índole de verdadero sacrificio; luego será una renovación incruenta de aquél.

 

162.- Prueba de la tradición. Los Santos Padres dicen que el sacrificio eucarístico debe responde a la pasión del Señor: S. CIPRIANO (R 582); dice que es verdadera memoria de la muerte de Cristo a causa de la identidad de la víctima inmolada: S. CRISOSTOMO (R 1222); dice que es memoria del sacrificio de la Cruz, así como los sacrificios de la Antigua Ley eran figura del mismo: S. AGUSTIN (R 1604); dice que se anuncia por él el hecho de que Cristo fue matado por nosotros: Sn. FULGENCIO (R 2270); porque de nuevo Le inmolamos a El: S. GREGORIO MAGNO (2323). Muchos más testimonios se aducirán en las tesis siguientes.

 

163.- Razón teológica. En el sacrificio eucarístico, como veremos después, es la misma víctima numéricamente y el mismo oferente principal que en el sacrificio de la Cruz, cambiando solamente el modo del ofrecimiento; es así que el sacrificio eucarístico representa y renueva de este modo esencialmente el sacrificio de la Cruz; luego el sacrificio de la Misa es renovación del sacrificio de la Cruz.

 

164.- Escolio 1. De la unidad del sacrificio eucarístico y del sacrificio de la Cruz. De la representación objetiva del sacrificio de la Cruz que ya ha quedado probada, la cual se da esencialmente en el sacrificio eucarístico, que es renovación y repetición de aquél, se sigue que existe una esencial unidad entre ambos.

 

Esta unidad la enseña ciertamente el Concilio Tridentino kD 940) en la víctima y en el oferente principal. Donde se trata, según está claro, de la unidad esencial. Pues también pueden hallarse en el sacrificio eucarístico y en el sacrificio de la Cruz ciertas diferencias accidentales. Sin embargo el mismo Concilio enseña que se da una diferencia esencial entre ambos sacrificios, a saber en el modo de ofrecer; la cual consisten en que en la Misa «se inmola de modo incruento el mismo Jesucristo, que en el ara de la Cruz se ofreció una sola vez a Sí mismo de modo cruento».

 

De aquí se sigue que aquella unidad no puede concebirse como numérica, según el criterio de los teólogos que defienden «la presencia de los misterios». Todo lo cual resulta más claro si tenemos en cuenta la doctrina contenida en la Encíclica «Mediator Dei».

 

Preguntan los teólogos si aquella diferencia esencial en el modo de ofrecer es tal que pueda llamarse diferencia verdaderamente específica, Es más adecuada la respuesta afirmativa que es la que da Suárez; puesto que los sacrificios se diferencian específicamente entre sí cuando difieren esencialmente en la misma acción sacrificial externa. Sin embargo otros teólogos piensan de distinto modo.

 

165.- Escolio 2. De la unidad del sacrificio de la Misa y del sacrificio de la Cena. Entre el sacrificio de la Cena y el sacrificio de la Misa hay una diferencia menor, puesto que la acción sacrificial externa y visible es esencialmente la misma, permaneciendo la misma víctima y el mismo oferente principal. Sin embargo está claro que entre ambos sacrificios se dan múltiples diferencias accidentales y que ambos se distinguen numéricamente.

 

Articulo III

De la victima y del oferente del sacrificio eucarístico

 

166.- Tres « elementos pueden tenerse en el sacrificio eucarístico, así como en cualquier otro sacrificio: la víctima ofrecida, el sacerdocio oferente y la oblación misma, El elemento principal de éstos es ciertamente la oblación misma, esto es la acción sacrificial. Ahora bien acerca de ésta trataremos de un modo especial posteriormente, porque. en ella se encuentra la diferencia esencial entre este sacrificio y el sacrificio de la Cruz. Por consiguiente ahora trataremos acerca de los otros dos elementos, en los cuales hay identidad de ambos sacrificios.

 

TESIS 13. La víctima del sacrificio de la Misa es Jesucristo mismo.

 

167.- Nociones. VICTIMA es aquello que se ofrece en un sacrificio, esto es lo que se inmola en el mismo. Se llama también hostia del sacrificio.

 

JESUCRISTO MISMO, esto es la víctima de la Misa es la misma víctima de la Cruz. Está claro que la diferencia radica en que en la Cruz se ofreció Jesucristo pasible y .en especie propia; en cambio en la Misa se ofrece Jesucristo mismo ya impasible y en especie ajena, a saber bajo las especies de pan y de vino.

 

168.- Doctrina de la Iglesia. El Concilio IV de Letrán CD 430): «el sacerdote mismo es el sacrificio, Jesucristo».

 

El Concilio Tridentino en la sesión 22 enseña lo siguiente: a) «Jesucristo ofreció bajo las especies su Cuerpo y su Sangre y ordenó a los Apóstoles y a los sucesores de éstos en el sacerdocio que ofrecieran bajo los símbolos de las mismas cosas...» (c.1: D 938); b) Jesucristo «instituyó la nueva Pascua, para inmolarse a Sí mismo por la Iglesia mediante los sacerdotes bajo signos visibles» (el mismo capítulo anterior); c) «Está contenido y es inmolado de modo incruento el mismo Jesucristo, el cual en el ara de la Cruz se ofreció a Sí mismo una sola vez de modo cruento» (c.2: 940); d) «Una sola y la misma es la víctima» en la Misa y en la Cruz (el mismo capítulo citado); e) Los sacerdotes ofrecen «el Cuerpo y la Sangre» de Jesucristo (cn.2: D 949).

 

Según la sesión 23 c.1 CD 957) es ofrecido el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo. Lo mismo encontramos en el cn.1 CD 961).

 

Luego es lo mismo decir que en la Misa la víctima es Jesucristo mismo o que es Jesucristo mismo bajo las especies de pan y de vino o que es el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo (ciertamente bajo las especies).

 

PIO XII: «De igual modo es idéntica la víctima, a saber el divino Redentor, según su naturaleza humana y en la verdad de su Cuerpo y de su Sangre».

 

Valor dogmático. De fe divina y católica definida.

 

169.- Prueba de la sagrada Escritura. a) La víctima del sacrificio de Cristo en la última Cena fue Su Cuerpo y Su Sangre, esto es Jesucristo mismo bajo las especies de pan y de vino; es así que en la Misa se ofrece la misma víctima que en la última Cena; luego la víctima del sacrificio de la Misa es Jesucristo mismo.

 

La menor. Porque Jesucristo mandó que se hiciera lo mismo que El había dicho.

 

b) 1 Cor 10,14-22: Los que participan en el sacrificio eucarístico participan del Cuerpo y de la Sangre de Jesucristo; es así que esto supone que la víctima del sacrificio eucarístico es Jesucristo mismo; luego Jesucristo es la víctima del sacrificio eucarístico.

 

170.- Prueba de la tradición. a) Sn. CIPRIANO enseña expresamente que nosotros ofrecemos e la Misa lo mismo que Jesucristo ofreció en la última Cena, a saber Su Cuerpo y Su Sangre (R 581-584).

 

b) Los Padres dicen que en la Eucaristía es ofrecido Jesucristo: ORIGENES, S. CRISOSTOMO (R 1193, 1222), S. AXBROSIO (R 1260), S. MAXIMO; dicen que Jesucristo es inmolado: S. CRISOSTOMO (R 1118), Sn. JERONIMO, S. AGUSTIN (R 1424), S. GREGORIO MAGNO (R 2323); dicen que Jesucristo es sacrificado: S. CIRILO DE JERUSALEM (R 853), S. CRISOSTOMO (R 1183); dicen que el Cuerpo y la Sangre del Señor es la víctima de este sacrificio: S. LEON MAGNO; que es destrozado de modo incruento por medio de la palabra en vez de la espada: S. GREGORIO NACIANCENO (R 1.019).

 

c) En la Liturgia constantemente aparece esta idea, no sólo en el Canon de la Misa, sino también en otras oraciones, v.gr.: «Te rogamos Señor que mires propicio los dones de tu Iglesia, en los que se te ofrece no ya el oro, el incienso y la mirra sino lo que se indica, se inmola y se come en estos dones, Jesucristo tu Hijo…».

 

171.- Razón teológica. En el Nuevo Testamento la única víctima sacrificial es Jesucristo (lo cual se enseña muchas veces en la epístola a los Hebreos v.gr. 10,12; véase 7,27; 9,12ss; 25-28; 10,19s); es así que la Eucaristía es el verdadero sacrificio del Nuevo Testamento; luego en la Eucaristía la víctima es Jesucristo mismo.

 

172.- Objeciones. 1. La víctima del sacrificio sensible debe también ser sensible; es así que Jesucristo en la Eucaristía no es sensible; luego no puede ser la víctima de este sacrificio.

 

Respuesta. Distingo la mayor. Debe ser sensible bien mediata bien inmediatamente, concedo la mayor; sólo hay necesariamente de modo inmediato, niego la mayor y contradistingo la menor. Jesucristo en la Eucaristía .no es inmediatamente sensible, concedo la menor; no es sensible tampoco mediatamente, niego la menor. Es en efecto sensible por razón de las palabras eficazmente prácticas y por razón de las especies que demuestran la presencia real de El.

 

2. La víctima, que se ofrece en el sacrificio, se presupone que está antes de la acción sacrificial; es así que antes de la acción sacrificial no está Jesucristo en la Eucaristía pues la acción sacrificial es la transubstanciación misma); luego Jesisto no es la víctima del sacrificio eucarístico.

 

Respuesta. Distingo la mayor. Se presupone que la víctima está anteriormente por naturaleza, concedo la mayor; anteriormente también en cuanto al tiempo, subdistingo: si la acción sacrificial fuera solamente oblativa e inmolativo, concedo la mayor; si al mismo tiempo constituye a la víctima como presente, niego la mayor y contradistingo la menor. No está Jesucristo en la Eucaristía anteriormente en cuanto al tiempo, concedo la menor; anteriormente por naturaleza, subdistingo: no está antes de la acción sacrificial en cuanto constituye a Cristo presente, concedo la menor; antes de la acción sacrificial en cuanto oblativa e inmolativa, niego la menor.

 

3. Es víctima del sacrificio lo que se cambia por la acción sacrificial; es así que en la Eucaristía por la acción sacrificial se cambia el pan y el vino y no se cambia Jesucristo; luego la víctima del sacrificio eucarístico es el pan y el vino, no Jesucristo.

 

Respuesta. Distingo la mayor. Es víctima del sacrificio lo que se cambia por la acción sacrificial materialmente considerada, niego la mayor; luego lo que se cambia por la acción sacrificial formalmente considerada, subdistingo: lo que se cambia bien física bien místicamente, concedo la mayor; lo que se cambia necesariamente de un modo físico, niego la mayor y contradistingo la menor. Se cambia el pan y el vino por la acción sacrificial materialmente considerada, concedo la menor; por la acción sacrificial considerada formalmente, niego la menor. A la inversa, Jesucristo no se cambia físicamente por la acción sacrificial formalmente considerada, concedo la menor; no se cambia místicamente, niego la menor.

 

173.- Escolio 1. De la oblación del pan y del vino. Parece cierto por las distintas expresiones litúrgicas que el pan y el vino se ofrecen de alguna manera. Sin embargo esto no debe entenderse de tal modo que se ofrezca la substancia de pan y de vino como materia «ex qua» transeúnte, en cuanta que se destruye en la realización misma del sacrificio; sino porque las especies sacramentales de pan y de vino pertenecen intrínsecamente a lo ofrecido en el sacrificio. De donde la víctima adecuadamente no es solamente Cristo simplemente considerado, sino en cuanto constituye con las especies un único compuesto sacramental. Este modo de expresarse parece que está más de acuerdo con la doctrina reciente de la Iglesia en la Encíclica «Mediador Dei».

 

174.- Escolio 2. De la oblación de la Iglesia y de los fieles. Puesta que Jesucristo se ofrece en la Misa en cuanto que es Cabeza de la Iglesia, también la Iglesia misma, o Cuerpo Místico de Cristo, participa moralmente de la naturaleza victimal de su Cabeza. No ciertamente porque los fieles sean la víctima propiamente dicha en la Misa igual que' Jesucristo, ni tampoco porque estén físicamente en el altar juntamente con Jesucristo; sino porque «el sacrificio sensible del Cuerpo de Jesucristo eucarístico es la expresión litúrgica en primer término del sacrificio interior de Jesucristo mismo, y en segundo término del sacrificio interior de los fieles, a saber por identidad de afectos de piedad y de religiosidad con Jesucristo Cabeza en cuanto que es víctima física y propiamente dicha de este sacrificio.

 

Esta doctrina nos la enseñan sobre todo los últimos Sumos Pontífices. Pío XI dice: «Con este augustísimo sacrificio eucarístico debe unirse la inmolación de los ministros y de los otros fieles, a fin de que ellos mismos se muestren también como hostias vivientes, santas, agradables a Dios». Y Pío XII se expresa -así: «Y al igual que el divino Redentor al morir en la Cruz se ofreció al eterno Padre como Cabeza de todo el linaje humano, así igualmente ten el sacrificio eucarístico] no sólo se ofrece al Padre celestial como Cabeza de la Iglesia, sino que en Sí mismo ofrece también a sus miembros místicos puesto que encierra amorosísimamente en su Corazón a todos éstos, incluidos los más débiles y enfermos». «Ahora bien para que la oblación, por la que en este sacrificio los fieles cristianos ofrecen al Padre celestial la víctima divina, alcance su efecto pleno, es. menester que añadan también otra cosa: a saber es necesario que se inmolen a sí mismos como víctima. Que se consagren todos y cada uno de los fieles a procurar la gloria divina y deseando ardientemente asemejarse muy estrechamente a Jesucristo, que padeció dolores cruelísimos, se ofrezcan como víctima espiritual juntamente con el Sumo Sacerdote mismo y por medio de El». «Así pues todos los elementos de la liturgia se dirigen a que nuestra alma sea un trasunto en sí misma de la imagen del divino Redentor a través del misterio de la Cruz, según la expresión del Apóstol de las gentes: estoy clavado con Cristo en la Cruz; vivo yo, más no soy yo, es Cristo quien vive en mí. Por lo cual nosotros nos hacemos juntamente con Cristo como víctima para aumentar la gloria del Padre eterno».

 

175.- La misma doctrina está contenida en la Liturgia: «Te rogamos, Señor Dios, nuestra, que santifiques por la invocación de tu santo nombre la- víctima de esta oblación. y que. mediante ella nos.. perfecciones a nosotros mismos como don eterno ofrecido a Ti». «Señor, que nuestro Mediador Jesucristo Te haga agradables estos dones y nos muestre juntamente con El como hostias gratas a Ti».

 

Esta doctrina también la enseñan los SS. Padres, los cuales insisten en el simbolismo de la mezcla del agua con el vino para designar la unión de los fieles en Cristo y bajo Cristo como Cabeza (véase R 582; D 698, 945). Eusebio de Cesarea: «Sacrificamos conforme a la nueva costumbre según el Nuevo Testamente la hostia pura... Por una parte ciertamente celebrando la memoria de aquel grande sacrificio, según los misterios que nos transmitió El mismo…; y otra parte consagrándonos a nosotros mismos a El y a su Pontífice, que es el Verbo, como estando inmolados en cuerpo y alma delante de El misma». San Cirilo de Alejandría dice: «Pues en nuestros sacrificios inmolamos en cierto modo nuestras almas como en imagen y se las ofrecemos a Dios, mientras que morimos al mundo y a la sabiduría de la carne y soportamos la mortificación de los vicios y nos venimos a clavar juntamente con Cristo en la Cruz, a fin de que convirtiéndonos a una vida santa y pura vivamos según la voluntad de El». Sn. Gregorio Magno: «Es necesario que, cuando hacemos esto, nos inmolemos a Dios en la contrición de nuestro corazón; porque los que celebramos los misterios de la pasión del Señor debemos imitar lo que hacemos». Sobre todo Sn. Agustín, al hacer hincapié en que la Iglesia es el Cuerpo místico de Cristo, que responde de modo invisible al sacrificio visible (R 1745, 1519, 1524),

 

A fin de que esta oblación de los fieles alcance su efecto pleno, Pío XII advierte con palabras muy elocuentes que es necesario que los fieles se inmolen a sí mismos como víctima, no sólo al asistir al sacrificio mismo, sino a lo largo de toda su vida cristiana; lo cual la sagrada Liturgia lo lleva adecuadamente a efecto con todos los elementos litúrgicos. Así pues deben los fieles avivar esto que han visto y fomentarlo de múltiples formas y maneras.

 

TESIS 14. Jesucristo es el principal oferente en el sacrificio de la Misa.

 

176.- Nociones. JESUCRISTO se entiende como Jesucristo hombre, esto es como hombre especificativamente.

 

OFERENTE, esto es sacerdote; a saber legítimamente constituido para ofrecer a Dios este público sacrificio de la Nueva Ley. Así como Jesucristo ofreció el sacrificio en la última Cena (véase anteriormente n.19-29) y en la Cruz.

 

Se dice PRINCIPAL porque no es único. Pues consta que hay en la Iglesia un sacerdocio verdadero y propio, cuya función esencial entre otras cosas es ofrecer este sacrificio (D 957, 961). Por tanto llamamos a Jesucristo oferente como causa principal, mientras que los otros sacerdotes ofrecen como causas ministeriales.

 

Afirmamos el hecho, esto es que Jesucristo ofrece en realidad el sacrificio de la Misa, aunque no ofrezca El sólo. Ahora bien cómo se explica ulteriormente esta principalidad de Jesucristo en el ofrecimiento, lo diremos después en el escolio.

 

177.- Doctrina de la Iglesia. El Concilio IV de Letrán CD 430) enseña: En la Iglesia «el mismo Sacerdote en persona es el sacrificio, esto, Jesucristo, cuyo Cuerpo y Sangre está contenido verdaderamente en el sacramento del altar bajo las especies de pan y de vino».

 

El Concilio Tridentino en su sesión 22 c.2 CD 940): «El que ofrece ahora por el ministerio de los sacerdotes (es] el mismo, que Se ofreció a Sí mismo entonces en la Cruz». En estas palabras se afirma que Jesucristo ofrece y que los sacerdotes ofrecen ministerialmente. De donde Jesucristo ofrece principalmente. De donde también, cuando se dice que Jesucristo ordenó que ofrecieran los sucesores de los Apóstoles en el sacerdocio y cuando se dice que ellos mismos inmolan a Jesucristo CD 938), se debe entender ministerialmente.

 

PIO XI: EL sacerdote «ofrece una víctima totalmente agradable a la eterna Majestad de Dios en nombre del Divino Redentor».

 

PIO XII: «Así pues el augusto sacrificio del altar no es una mera y simple conmemoración de los tormentos y de la muerte de Jesucristo sino un sacrificio verdadero y propio; por el cual el Sumo Sacerdote realiza ciertamente mediante una inmolación incruenta aquello que ya hizo en la Cruz, al ofrecerse a Sí mismo como víctima muy agradable al eterno Padre...Así pues el mismo sacerdote, Jesucristo, cuyo ministro hace ciertamente las veces de Su sagrada persona. Puesto que éste, por la consagración sacerdotal que ha recibido se asemeja al Sumo Sacerdote y goza de la potestad de obrar por el poder y por la persona de Jesucristo mismo. Por lo cual Jesucristo con su acción sacerdotal presta en cierto- modo su lengua, extiende su mano».

 

Valor dogmático. De fe divina y católica definida.

 

178.- Prueba de la sagrada Escritura. Hebr 7,23-27. Según S. Pablo una diferencia esencial entre la Antigua y la Nueva Ley consiste en que en la Antigua Ley eran necesarios muchos sacerdotes, en cambio en la Nueva es suficiente un solo sacerdote, Jesucristo; luego o bien en la Nueva Ley no se da ningún sacrificio a excepción del sacrificio de la Cruz o si se da otro sacrificio, debe ser ofrecido por Jesucristo mismo; es así que según la sagrada Escritura misma se da otro sacrificio en la Nueva Ley, a saber el sacrificio de la Misa; luego en la Misa el sacerdote oferente es Jesucristo mismo.

 

179.- Prueba de la tradición. Los SS. PP. dicen que Jesucristo mismo santifica la oblación eucarística: S. CRISOSTONO (R 1207; véase R 1157); que Él en persona ofrece en nosotros: Sn. AMBROSIO (R 1260); que Él mismo es sacerdote y oferente: S. AGUSTIN (R 1745); Sn. MAXIMO (S 2,459).

 

180.- Razón teológica. El sacrificio, que es renovación del sacrificio de la Cruz, no puede ser ofrecido a no ser por Jesucristo mismo; es así que tal sacrificio es el de la Misa; luego en la Misa el oferente es Jesucristo.

 

La mayor. El sacrificio de la Cruz es verdaderamente sacrificio de Jesucristo, en razón del oferente, en razón de la víctima y en razón de la oblación interior de amor; es así que todo esto no puede renovarse verdaderamente sino por Jesucristo en persona; luego el sacrificio, que es verdadera renovación del sacrificio de la Cruz, no puede ser ofrecido a no ser por Jesucristo mismo.

 

181.- Objeciones. La acción sacrificial en la Eucaristía es la transubstanciación misma; es así que Jesucristo hombre no realiza la transubstanciación de modo principal; luego tampoco realiza principalmente la acción sacrificial; luego no es el principal oferente.

 

Respuesta. Distingo la mayor. La acción sacrificial es la transubstanciación misma, en cuanto es acción conversiva, niego la mayor; en cuanto que es oblativa y realiza el cambio, concedo la mayor y contradistingo la menor. Jesucristo hombre no realiza de modo principal la transubstanciación en cuanto conversiva, concedo la menor; en cuanto, oblativa y que realiza el cambio, niego la menor, A, saber Jesucristo hombre realiza la transubstanciación en cuanto tal por la potestad de excelencia; y ofrece el sacrificio (y por tanto realiza la acción sacrificial y consiguientemente la transubstanciación en cuanto que es acción sacrificial formalmente) como causa principal.

 

182.- Escolio 1. En qué sentido Jesucristo es oferente principal en la Misa. Cuando menos hay que sostener que Jesucristo es oferente principal en el sacrificio eucarístico porque lo instituyó eficazmente, porque este sacrificio puede ofrecerse en la Iglesia solamente en nombre de Jesucristo, porque la institución de Jesucristo perdura perpetuamente en su influjo. Si se admite todo esto, se salva suficientemente la doctrina tridentina. Pero preguntan además los teólogos, si hay que admitir en cada uno de los sacrificios de la Misa un mayor influjo de Jesucristo y por tanto si es Jesucristo de un modo más amplio y más verdadero el oferente principal en nuestro sacrificio.

 

La primera sentencia es negativa, la cual no admite ningún otro influjo de Jesucristo en la oblación de la Misa que no sea virtual, cual es el que hemos descrito poco ha. Así se expresan Escoto, Vázquez, D'Alés, y otros. Esta sentencia la defiende con fuerza De la Taille, según el cual Jesucristo es realmente oferente en nosotros y por nosotros, que somos suyos y no ofrecemos sino en dependencia de Su potestad sacerdotal. Sin embargo la oblación es nuestra, no suya; y esta oblación participa en su fuerza oblativa toda la que tiene de la oblación de Él realizada una sola vez en la última Cena.

 

La segunda sentencia es afirmativa, y sostiene que Jesucristo en la Misa ofrece actualmente, en cuanto que quiere en acto y ofrece todas y cada una de las Misas que se celebran en toda la tierra. Así se expresan Juárez, los salmanticenses y entre autores más recientes Lepin, Garrigou-Lagrange, Filcgrassi, Lercher-Dander, Alastruey y otros.

 

Lugo dice que la cuestión apenas se plantea en términos que afecten a la realidad sino que es sólo cuestión de nombre. Pues afirma que ambas sentencias conceden el que no se requiere que Jesucristo concurra físicamente a la oblación o que tenga voluntad actual, existente físicamente, por la que ofrezca ahora. De donde piensa que debe explicarse el que Jesucristo es el principal oferente del siguiente modo: «verdaderamente ahora ofrece Jesucristo, porque el sacerdote por institución de Cristo ofrece en nombre de Jesucristo; lo cual es suficiente para que esta acción moralmente hablando se diga acción se Jesucristo así como la reverencia que el legado real muestra al Pontífice es moralmente la reverencia del rey para con el Pontífice». Esta explicación sería admitida ciertamente por lo menos por muchos autores de la primera sentencia; pero no por los autores de la segunda sentencia, los cuales de hecho exigen mucho más.

 

Por consiguiente esta segunda sentencia parece más probable. La cual puede explicarse así siguiendo a Suárez. Jesucristo es el principal oferente en el sacrificio de la Misa, no sólo porque la instituyó o porque este sacrificio tiene su eficacia a causa de Él, a porque en nombre de Él se ofrece este sacrificio como por- un legado que representa a Jesucristo; sino porque además Jesucristo hombre concurre físicamente a aquella acción por la que se realiza este sacrificio, esto es a la transubstanciación, no de cualquier nodo, sino en cuanto que esa acción sacrificial, obrando Él mismo como supremo adorador de Dios e intercesor en favor de los hombres y ordenando toda esta acción al culto de Dios y presentándola al Padre en memoria de su pasión, a fin de que el Padre sea propicio a los hombres.

 

Ahora bien que Jesucristo puede hacer ahora todo esto, está claro por el hecho de que también ahora es verdadero sacerdote e intercede en favor de nosotros y mira atentamente todas las acciones de sus ministros y quiere honrar a Dios en todos y por todos. Y no suponemos una multiplicación de actos de la voluntad en Jesucristo que responda a las múltiples Misas. Sino que con una sola oblación que perdura ininterrumpidamente quiere y ofrece cada uno de los sacrificios eucarísticos, que Le son bien conocidos por la ciencia beatífica y también por la ciencia infusa.

 

Si se admite esto, no sólo se salva mejor la doctrina tridentina acerca de la identidad del oferente principal en la Misa y en la Cruz, sino que se explica también de un modo más adecuado la dignidad y el valor del sacrificio eucarístico por parte no sólo de la víctima sino también del oferente actual y próximo.

 

183.- Escolio 2. Del sacerdote que ofrece ministerialmente. Hemos dicho que Jesucristo en la Misa es el oferente principal. Ahora bien Jesucristo ofrece «por ministerio de los sacerdotes» (D 940), «por medio de los sacerdotes» CD 938), Para que el sacerdote ofrezca verdaderamente con Jesucristo el sacrificio de la Misa está claro que no basta de ningún modo el que él mismo, adornado del carácter sacerdotal, asista a la Misa. Más aún ni siquiera es suficiente el que se una en lo interior de su alma a otro sacerdote que realiza la consagración. Se requiere absolutamente el que, haciendo las veces de la persona de Jesucristo, él mismo pronuncie también las palabras de la consagración. De aquí que los sacerdotes que asisten a Misa, pero no pronuncian con la debida intención las palabras de la consagración, no puede decirse en sentido estricto «que concelebren» el sacrificio de la Misa; puesto que en este caso «de ninguna manera representan y hacen las veces de la persona de Jesucristo que realiza el sacrificio y hay que comparar a estos sacerdotes a los fieles de Jesucristo seglares que asisten al sacrificio». Por esta razón también no puede decirse de ningún modo «que la celebración de una sola Misa, a la que asisten con piadosa devoción cien sacerdotes sea lo mismo que cien Misas celebradas por cien sacerdotes», En efecto en el último caso hay realmente cien consagraciones, esto es cien oblaciones estrictamente sacrificiales, u otras tantas acciones de Jesucristo Sumo Sacerdote que Se ofrece a Sí mismo por ministerio de los sacerdotes; en cambio en el otro caso no se da sino una sola oblación estrictamente sacrificial, a la que acompafía la piadosa devoción de cien sacerdotes. Esta doctrina la enseñó expresamente PIO XII, condenando a la contraria como «error de opinión»,

 

184.- Escolio 3. De la Iglesia que ofrece el sacrificio de la Misa: a) El hecho. El Concilio Tridentino enseña que las Misas, incluso las privadas, «son tenidas verdaderamente como comunes..., porque son celebradas por un ministro público de la Iglesia no solamente en favor de él, sino en favor de todos los fieles que pertenecen al Cuerpo de Jesucristo» (D 944).

 

PIO XI enseña: «Pues no sólo disfrutan de la participación de este misterioso sacerdocio y de la función de satisfacer y de sacrificar aquellos, de los que nuestro pontífice Jesucristo usa como ministros para ofrecer en todo lugar desde la salida del sol hasta el ocaso una oblación pura a la divinidad, sino que también todo el pueblo cristiano, llamado con todo derecho por el Príncipe de los Apóstoles nación elegida y sacerdocio real, debe ofrecer por los pecados tanto en favor de él mismo como en favor de todo el género humano, no de otro modo poco más o menos que todo sacerdote y pontífice, sacado de entre los hombres, es constituido en favor de los hombres en aquello que se refiere a Dios».

 

PIO XII enseña: En el sacrificio eucarístico «los ministros de lo sagrado no sólo hacen las veces de nuestro Salvador, sino también de todo el Cuerpo místico y de cada uno de los fieles e igualmente en este sacrificio eucarístico los fieles cristianos mismos, unidos por votos y oraciones comunes, presentan al eterno Padre por medio de las manos del sacerdote en favor de las necesidades de toda la Iglesia como víctima ciertamente muy agradable de alabanza y de expiación el Cordero inmaculado constituido presente en el altar por las solas palabras del mismo sacerdote». Según el mismo Pontífice, «se debe decir que los fieles cristianos ofrecen también la hostia divina»; se dice «que todos los cristianos, principalmente los que asisten al altar, ofrecen»: éstos «ofrecen en cierto modo el sacrificio no sólo por las manos del sacerdote, sino también juntamente con él»; el ministro del altar hace las veces de la persona de Cristo como Cabeza que ofrece en nombre de todos los miembros»; se dice con todo derecho que toda la Iglesia «presenta la oblación de la víctima por medio de Jesucristo»; «aquel supremo sacrificio de la Nueva Ley significa el obsequio (del culto interno], por el que el oferente principal mismo, que es Jesucristo, y juntamente can Él y por Él todos Sus miembros místicos ensalcen y adoren a Dios con el honor debido». Por consiguiente es doctrina cierta de la Iglesia que el sacrificio de la Misa es ofrecido no sólo por los sacerdotes sino también por la Iglesia y por cada uno de los fieles.

 

185.- Esta doctrina la supone de modo manifiesto la Liturgia. «Y de este modo nuestro sacrificio sea realizado en tu presencia... A fin de que mi sacrificio y el vuestro sea agradable a Dios... Por los cuales Te ofrecemos y ellos mismos te ofrecen... Te rogamos pues que aceptes Señor esta ofrenda de nuestro servicio (a saber el del sacerdote] y de toda tu familia santa... Por eso, Señor, nosotros, tus siervos y todo tu pueblo santo, al celebrar este memorial, ofrecemos a tu preclara Majestad... De aquí resulta el que la hostia eucarística sea llamada «dones de tu Iglesia», «regalos de la Iglesia suplicante», «regalos de' la Iglesia que salta de júbilo», etc.

 

De forma semejante hablan los SS. PP:, según los cuales «todos nosotros ofrecemos esta víctima» (R 851); la Iglesia Cuerpo de Cristo «aprende a ofrecerse a sí misma por Él» (R 1745); los cristianos son llamados verdadero pueblo sacerdotal porque ofrecen a Dios el sacrificio eucarístico (S. Justino); el sacrificio eucarístico es la «ofrenda de la Iglesia», la cual «la Iglesia la ofrece con sencillez» (S. Ireneo). Pues, según dice S. Pedro Damiano, «aquel sacrificio de alabanza es ofrecido por todos los fieles no sólo varones sino también mujeres, aunque parezca que es ofrecida especialmente por un solo sacerdote, ya que lo que éste tiene en sus manos al realizar la oblación, esto mismo lo encomienda con devoción interiormente atenta la multitud de los fieles». Están de acuerdo los teólogos. Así Inocencio III antes de ser elegido Papa: «No sólo ofrecen los sacerdotes, sino también todos los fieles. Pues lo que se cumple especialmente por el ministerio de los sacerdotes, esto es realizado universalmente por el voto de los fieles». De aquí que Suárez escribe: «Acerca de los fieles es unánime la sentencia de los católicos afirmando que pueden ser oferentes los fieles en este sacrificio».

 

Y la razón es, porque el sacrificio público es ofrecida por aquella comunidad, de la que es el sacrificio; ahora bien la Misa es sacrificio público de la Iglesia; luego debe ser ofrecida por la Iglesia.

 

186.- b) Explicación del hecho. En la explicación de esta doctrina hay que salvar absolutamente la diferencia esencial entre los sacerdotes elegidos oficialmente mediante el sacramento del Orden para ofrecer el sacrificio y los restantes fieles (D 957, 960s). Por consiguiente éstos de ningún modo han podido ser equiparados a aquéllos al realizar el sacrificio o al llevar a cabo la oblación del verdadero sacrificio.

 

De aquí también el que la acción sacrificial misma sea realizada por un solo celebrante. «Aquella inmolación incruenta, por la que Jesucristo, una vez pronunciadas las palabras de la consagración, se hace presente sobre el altar en estado de víctima, es realizada únicamente por el sacerdote mismo, en cuanto que asume la persona de Jesucristo, no en cambio en cuanto que hace las veces de la persona de los fieles cristianos». De donde la oblación estrictamente tal, a saber en cuanto que es acción estrictamente sacrificial, no es realizada por los fieles; y no debe decirse por tanto que ofrezcan el sacrificio de la Misa por el hecho de que participen verdaderamente en la realización de la oblación estrictamente tal.

 

Sin embargo la oblación de un modo más amplío puede decirse la acción, por la que la víctima y a presente se ofrece a Dios para alabanza y propiciación; o el acto por el que «el sacerdote pone sobre el altar la víctima divina, presenta a Dios Padre la misma víctima en cuanto oblación para gloria de la Santísima Trinidad y para bien de toda la Iglesia». Acerca de esta oblación considerada en sentido lato deben entenderse las expresiones que antes hemos extraído del Canon de la Misa.

 

Así pues los fieles de Cristo participan a su modo de esta oblación por un doble motivo. El primero, porque ofrecen el sacrificio por las manos del sacerdote, ya que el sacerdote «actúa haciendo las veces de la persona de Cristo, en cuanto Cabeza, que ofrece en nombre de todos los miembros»; de aquí que «se dice con todo derecho que toda la Iglesia ofrece la oblación de la víctima por medio de Jesucristo». El segundo, porque el pueblo ofrece en cierto modo el sacrificio juntamente con el sacerdote; a saber «porque une sus votos de alabanza, de súplica, de expiación y de acción de gracias juntamente con los votos o intención mental del sacerdote, e incluso con los del Sumo Sacerdote mismo, a fin de que éstos sean presentados a Dios Padre en la oblación misma de la víctima incluso por el rito externo del sacerdote».

 

187.- De donde hay que decir:

 

1º. La Iglesia, en cuanto organismo social, Cuerpo místico de Cristo, ofrece verdaderamente el sacrificio de la Misa, puesto que la oblación estrictamente tal de ésta es realizada principalmente por Jesucristo en cuanto Cabeza de la Iglesia y ministerialmente por los sacerdotes que son miembros peculiares de este Cuerpo místico de Cristo y que están constituidos para esta finalidad.

 

2º. La Iglesia, igualmente como organismo social, ofrece también el sacrificio de la Misa, porque presenta a Dios por las manos del sacerdote la oblación de este sacrificio considerada en un sentido lato, en cuanto que el sacerdote hace sus veces y en la medida que exalta y venera oficialmente a Dios con el honor debido por medio del sacerdote, su ministro público.

 

3º. Cada uno de los fieles de ninguna manera se dice que ofrezcan el sacrificio porque participen próxima y directamente en la oblación misma estrictamente considerada (pues tampoco en esto los sacerdotes hacen las veces de los fieles); sino sólo porque presentan a Dios la oblación de la víctima considerada en sentido lato por medio de las manos del sacerdote, que hace las veces de los fieles en esto; y porque participan con afecto interno en los votos de alabanza, de súplica, de acción de gracias, cuyo signo externo es el rito visible del sacrificio.

 

4° Esta participación puede ser mayor y menor. En efecto se da como habitualmente en todos los que pertenecen al Cuerpo místico de Cristo, ya que se juzga con razón que quieren participar en el culto oficial y supremo, que ofrece a Dios este Cuerpo místico y sociedad religiosa. Es mayor en los que están presentes al sacrificio, coma en aquellos que ayudan a este sacrificio o piden que sea celebrado el mismo. Y se da la participación máxima en los que están presentes al sacrificio de tal modo, que fomenten afectos conformes a la oblación, bien recitando las mismas preces litúrgicas, o bien de otro modo cualquiera.

 

188.- c) Una ulterior cuestión es, a ver si por esta participación de los fieles en la oblación considerada en sentido amplio del sacrificio eucarístico se explica «el sacerdocio real», que compete a todos los bautizados en razón del bautismo mismo según la 1ª. Pe 2,9 (véase 2,5). La sentencia afirmativa, que ya la defendían muchos teólogos bastante recientes, queda ahora respaldada en alto grado por las palabras de Pío XII: «Y no tiene nada de extraño el que los fieles de Cristo sean elevados a esta dignidad. Pues por el lavatorio del bautismo, a título general, las cristianos en el Cuerpo místico son hechos miembros de Cristo sacerdote; y por el carácter, el cual como que se esculpe en el alma de los cristianos, son elegidos para el culto divino; y de tal modo participan según su condición del sacerdocio de Jesucristo mismo». En este mismo sentido había escrito Pío XI: «También todo el pueblo de los cristianos, llamado con todo derecho por el Príncipe de los Apóstoles nación elegida, sacerdocio real, debe ofrecer por los pecados bien en favor de sí mismo bien en favor de todo el género humano sobre poco más o menos del mismo modo que todo sacerdote y pontífice sacada de entre los hombres es constituido en favor de los hombres en aquello que se refiere a Dios».

 

Sin embargo no por esto los cristianos gozan de la potestad sacerdotal. ni tampoco las sacerdotes jerárquicos obran al realizar el sacrificio por función delegada de la comunidad; sino que solamente puede decirse que los sacerdotes hacen las veces del pueblo, porque representa la persona de Jesucristo, en cuanto que es la Cabeza de todos los miembros que se ofrece a Sí mismo por ellos. Mientras que por el contrario el pueblo, al no ostentar por ningún motivo la persona de Jesucristo, tampoco es mediador entre el mismo y Dios y no goza de ningún modo del derecho sacerdotal.

 

Por consiguiente los fieles pueden llamarse verdaderamente sacerdotes, no de un modo metafórico, porque en realidad «ofrecen», esto es participan activamente en la oblación del sacrificio eucarístico. Ahora bien entre los fieles y los sacerdotes. Jerárquicos no se. da univocidad en el sacerdocio; pues tampoco coinciden al realizar una oblación, que sea unívocamente la misma... Se da solamente entre ellas una analogía, cual es la que existe entre la oblación estricta y la oblación considerada en sentido lato. De donde los fieles son llamados sacerdotes analógicamente.

 

Articulo I V

De la acción sacrificial del sacrificio eucarístico

 

189.- Considerados los elementos, en los cuales el sacrificio eucarístico coincide con el sacrificio de la Cruz (la víctima y el oferente>, vamos a estudiar el elemento en el que se diferencian ambos sacrificios esencialmente. Este elemento consiste en la naturaleza de la oblación, esto es en la acción sacrificial misma. Acerca de la cual, hemos de establecer en primer lugar en qué parte de la Misa se halla esta acción esencial del sacrificio; a saber la cual debe situarse exclusivamente en la consagración. Después hemos de pasar a estudiar, cuál es la razón formal bajo la cual la consagración es acción sacrificial. Una vez dejado esto sentado, tendremos la esencia del sacrificio eucarístico.

 

TESIS 15. La representación del sacrificio de la Cruz se da formalmente en la Misa en la consagración de ambas especies; por tanto en ella sola debe situarse esencialmente la acción sacrificial de este sacrificio.

 

190.- Nociones. REPRESENTACIÓN DEL SACRIFICIO EUCARÍSTICO, la cual hemos dicho que es esencial en el sacrificio eucarístico, según fue instituido éste por Jesucristo.

 

SE DA EN LA CONSAGRACIÓN: la acción muestra en sí misma esta representación objetiva es la consagración.

 

DE AMBAS ESPECIES, a saber la objetiva representación del sacrificio de la Cruz no se da en la consagración en cuanto tal, sino en las dos consagraciones consideradas en conjunto.

 

FORMALMENTE, a saber las dos consagraciones, en cuanto tales, tienen la virtud objetiva de representar el sacrificio de la Cruz.

 

EN ELLA SOLA, excluidas todas las otras ceremonias que se realizan en la Misa: la oblación verbal, la fracción y la mezcla de las especies y principalmente la comunión.

 

ESENCIALMENTE, esto es toda la esencia de la acción sacrificial está contenida en las dos consagraciones; aunque puedan añadirse otras acciones, que se requieran para la integridad, a saber la comunión del sacerdote ofererente.

 

LA ACCIÓN SACRIFICIAL es la acción por la que el sacerdote sacrifica formalmente, esto realiza el sacrificio.

 

191.- Adversarios. Muchos teólogos exigían para la esencia de la acción sacrificial además de la consagración también la comunión, por lo menos la del sacerdote oferente. Los más antiguos de éstos exigen la comunión a fin de que quede representada la inmolación de la Cruz; la cual piensan que no se representa suficientemente por la sola consagración. Así opinan D. SOTO, M. CANO, VALENCIA, HENRIQUEZ. Otros en cambio exigen la comunión para se dé la destrucción de la víctima inmolada, la cual piensan que es esencia del sacrificio. Así piensan S.  BELARMINO, YSAMBERT, MASTRIO, LOS SALMANTICENSES, LUGO, S. ALFONSO MARIA DE LIGORIO y otros.

 

Algunos teólogos exigían además o bien la oblación verbal (SOTO, CANO, VALENCIA, HENRIQUEZ), o también la fracción y la mezcla (CANO, VALENCIA, ESTIO).

 

Todos estos autores defendían que la consagración pertenece esencialmente, aunque de modo inadecuado, a la acción sacrificial. Se dice sin embargo que negaron esto ESCOTO, GABRIEL y algunos tomistas. Sin embargo lo sostuvieron ciertamente de modo especial algunos más recientes según los, cuales la razón del sacrificio eucarístico consiste más bien en la cena de la comunidad fraterna; y por tanto debe situarse su esencia de un modo adecuado en la comunión del sacerdote y de los fieles hecha en común.

 

192.- Doctrina de la Iglesia. PIO XII enseña: «El sacrificio eucarístico por su propia naturaleza es la inmolación incruenta de la víctima divina, la cual aparece ciertamente de un modo místico por la separación de las sagradas especies, y por la oblación de éstas hecha al eterno Padre. Ahora bien la sagrada comunión pertenece a la integridad y mientras es absolutamente necesaria la comunión al ministro que realiza el sacrificio, debe ser sólo encarecidamente recomendada a los fieles cristianos». Con estas palabras se enseña lo siguiente: a) La esencia del sacrificio de la Misa, que consiste en la inmolación incruenta de la víctima, hay que situarla en la separación de las sagradas especies, la cual es la inmolación mística y la cual se da en verdad formalmente por ambas consagraciones. b) La oblación de las especies separadas pertenece a la esencia de la misma inmolación; sin embargo no la oblación verbal, sino la que se da en la consagración misma. c) La comunión del sacerdote oferente pertenece a la integridad del sacrificio, no a la esencia de éste. d) La comunión de los fieles ni siquiera es necesaria para la integridad. Está claro que, excluida la comunión de la esencia del sacrificio eucarístico, mucho más quedan excluidas todas las otras acciones, que se realizan en la Misa.

 

El mismo Sumo Pontífice explica: «Por la transubstanciación del pan en el Cuerpo de Jesucristo y del vino en Su Sangre, así como está realmente presente Su Cuerpo así también Su Sangre: ahora bien las especies eucarísticas, bajo las cuales está presente, representan la separación cruenta del Cuerpo y de la Sangre. Por consiguiente la demostración memorial de Su muerte, que sucedió realmente en el Calvario, se repite en cada uno de los sacrificios del-altar, puesto que por las distintas señales de la muerte Jesucristo y se muestra en estado de víctima». En estas palabras se enseña  que la, representación objetiva del sacrificio de la Cruz, que es esencial en el sacrificio eucarístico, se da en ambas consagraciones, porque por medio de las distintas especies se indica por una parte el Cuerpo de Cristo y por otra parte Su Sangre, como místicamente separados, así como por Su pasión y muerte estuvieron realmente separados en la Cruz.

 

Valor dogmático. La tesis, que ya era tenida como común y cierta entre los teólogos, hoy debe calificarse como doctrina católica por las palabras citadas, con las que Pío XII explica esto con especial interés.

 

193.- Prueba. a) La consagración de ambas especies representan adecuadamente de modo objetivo la inmolación del sacrificio de la Cruz. Para tener esta representación se requiere alguna acción, que signifique en sí misma el derramamiento de la Sangre ocurrido en la Cruz, esto es su separación del Cuerpo; es así que esto se da por las dos consagraciones consideradas en conjunto; luego las dos consagraciones representan adecuadamente de modo objetivo la inmolación del sacrificio de la Cruz.

 

La menor. La consagración significa lo que se expresa por medio de las palabras; luego la consagración del pan significa solamente el Cuerpo de Jesucristo presente y la consagración del cáliz solamente la Sangre de Jesucristo presente; por tanto las dos consagraciones, por el hecho de ser dos y no una sola, significan la Sangre en cuanto separada del Cuerpo, esto es la Sangre derramada en la Cruz.

 

b) La comunión no se requiere para la representación objetiva. La significación litúrgica de la comunión se conoce por las palabras con las que es introducida en la liturgia; es así que estas palabras tratan siempre de la unidad del que la reciba, de la oblación que se ha de hacer a Dios; luego la comunión no se requiere para la representación de la Cruz. Sta. TOMAS se expresa así: «La comunión pertenece a la naturaleza del sacramento, en cambio la oblación pertenece a la naturaleza del sacrificio» (3 q. 79 a. 7).

 

c) La comunión no se requiere esencialmente para la necesaria destrucción de la víctima.  La comunión litúrgicamente tiene el carácter de participación dentro de un convite en la víctima ya sacrificada (1 Cor 10,16-21); lo cual se expresa muchas veces en las preces litúrgicas que siguen a la comunión. Ahora bien esta participación no se da por parte del hombre que aplaca a Dios, sino por parte de Dios que ha aplacado, el cual santifica sacramentalmente haciendo al hombre Su comensal. Luego no puede pertenecer a la esencia del sacrificio, el cual más bien lo supone ya realizado. Sin embargo el convite sacrificial en este sacrificio eucarístico es el complemento natural del sacrificio mismo, porque fue instituido bajo la índole de comida y de bebida, y por tanto con la ordenación intrínseca al convite sacrificial. Por consiguiente la comunión del sacerdote se requiere por derecho divino para la integridad de este sacrificio.

 

d) Las otras acciones no pertenece a la esencia. Todas las otras acciones litúrgicas se omiten en ciertos casos, quedando en pie el sacrificio. Luego no son de esencia del sacrificio.

 

194.- Objeciones. 1. La comunión del sacerdote es a manera de la destrucción por el fuego en los holocaustos; es así que la destrucción por el fuego pertenecía a la esencia de aquellos sacrificios; luego la comunión del sacerdote pertenece a la esencia del sacrificio.

 

Respuesta. Niego la mayor. La comunión es a manera de la participación de un convite en la víctima del sacrificio.

 

2. S. Pablo (1 Cor 11,26) -pone en la comunión, y ciertamente en la comunión de los fieles, la representación objetiva del sacrificio de la Cruz; luego la comunión pertenece a la esencia del sacrificio eucarístico.

 

Respuesta. Niego el antecedente. Sn. Pablo en esas palabras explica solamente en qué sentido en el sacrificio eucarístico se da la memoria de Cristo. Ahora bien cuál es el verdadero sentido de la comunión lo explica en la misma epístola 10,16-21.

 

3. La acción sacrificial presupone la presencia de la víctima; es así que en el sacrificio eucarístico la víctima no está presente más que por la consagración; luego la acción sacrificial del sacrificio eucarístico no puede ser la consagración misma.

 

Respuesta. Distingo la mayor. La acción sacrificial presupone la presencia de la víctima por lo menos anteriormente por naturaleza, concedo la mayor, anteriormente también en cuanto al tiempo, niego la mayor y distingo también la menor. La víctima no está presente más que por la consagración en cuanto que esta es una acción que transubstancia, concedo la menor, en cuanto que esta es una acción oblativa y que inmola, niego la menor y distingo igualmente la consecuencia. La acción sacrificial no puede ser la consagración en cuanto que es acción que transubstancia, concedo la consecuencia; en cuanto que es acción oblativa y que inmola, niego la consecuencia.

 

4. Es así que la consagración de ningún modo es acción oblativa y que inmola; pues la consagración sólo hace lo que se indica por medio de las palabras y de las especies; es así que por medio de las palabras y de las especies se indica solamente la transubstanciación; luego la consagración es una acción que solamente transubstancia, de ningún modo es una acción oblativa o que inmola.

 

Respuesta. Niego la menor subsiguiente. En cuanto a la prueba pase la mayor y distingo la menor. Por cada una de las consagraciones consideradas separadamente se indica solamente la transubstanciación, concedo la menor o pase la menor; por ambas consagraciones consideradas en conjunto, niego la menor y distingo igualmente la consecuencia. Cada una de las consagraciones consideradas por separada son una acción que solamente transubstancia, conceda la consecuencia; ambas consagraciones consideradas en conjunto, niego la consecuencia.

 

195.- 5. Si la acción sacrificial es la consagración misma, hay que decir que Dios sacrifica de modo principal; es así que no es Dios, sino Jesucristo en cuanto hombre el que sacrifica de modo principal; luego la consagración no es una acción sacrificial.

 

Respuesta. Distingo la mayor. Si la acción sacrificial fuera la consagración en cuanto que transubstancia, habría que decir que Dios sacrifica de modo principal, concedo la mayor;-si la acción sacrificial es la consagración en cuanto oblativa y en cuanto que inmola, niego la mayor y concedida la menor distingo igualmente la consecuencia. La acción sacrificial no es la consagración en cuanto que transubstancia, concedo la consecuencia; en cuanto oblativa y que inmola, niego la consecuencia.

 

6. Después de la consagración todavía la Iglesia hace la oblación; es así que la oblación pertenece a la esencia de cualquier sacrificio; luego con la sola consagración todavía no se da la esencia total del sacrificio. En cuanto a la mayor; la Iglesia ora del modo siguiente: «Por eso nosotros ahora al celebrar el memorial.., ofrecemos a tu preclara Majestad... la hostia pura...».

 

Respuesta. Distingo la mayor. Después de la consagración todavía se hace la oblación considerada en sentido lato, concedo la mayor; todavía se hace la oblación considerada en sentido estricto sacrificial, niego la mayor y contradistingo la menor. La oblación considerada en sentida estricto pertenece a la esencia del sacrificio, concedo la menor; la oblación considerada en sentido lato, niego la menor. Véase lo que hemos dicho acerca de la oblación de los fieles anteriormente en el n° 187.

 

7. En todo sacrificio se requiere alguna destrucción de la víctima; es así que por la sola consagración no se realiza ninguna destrucción de la víctima; luego la sola consagración no es la esencia íntegra del sacrificio eucarístico.

 

Respuesta. La solución de esta dificultad es distinta según las distintas sentencias, que proponen los teólogos para la explicación de la esencia del sacrificio eucarístico. Por consiguiente según estas diversos sistemas, unos responden de una manera y otros de otra. Unos niegan sencillamente la mayor. Otros, concedida la mayor, niegan la menor e intentan explicarla de múltiples modos. Podemos decir esto: distingo la mayor. En todo sacrificio se da alguna destrucción de la víctima bien real bien simbólica y representativa, concedo la mayor o pase la mayor; necesariamente real y física, niego la mayor y contradistingo la menor.


Por la consagración no se realiza ninguna destrucción real y física de la víctima, concedo la menor; no se realiza ninguna destrucción simbólica y representativa, subdistingo; mediante cada una de las consagraciones considerada por separado, concedo la menor; mediante las dos consagraciones consideradas en conjunto, niego la menor y distingo igualmente la consecuencia. La sola consagración de una especie solamente no es la esencia íntegra del sacrificio eucarístico, concedo la consecuencia; la sola consagración de ambas especies en conjunto no es la esencia íntegra del sacrificio eucarístico, niego la consecuencia.

 

TESIS 16. La acción sacrificial del sacrificio de la Misa consiste formalmente en que por las dos consagraciones se representa de un modo incruento la separación cruenta del Cuerpo y de la Sangre y de tal modo la misma víctima de la Cruz es ofrecida e inmolada por el mismo principal oferente mediante distintas señales de aquella muerte.

 

196.- Nexo. Hemos visto que la sola consagración, si bien las .dos en conjunto, muestran aquella objetiva representación del sacrificio de la Cruz, que es esencial en el sacrificio eucarístico. Sin embargo la cuestión acerca de la esencia de este sacrificio todavía no ha quedado resuelta plenamente. Pues a priori desconocemos si la esencia de la Misa en cuanto es sacrificio verdadero y propio incluye algún otro elemento aparte de aquella objetiva representación de la Cruz. En verdad sabemos una sola cosa, que ese elemento si se da, hay que encontrarlo en la consagración misma; pues hemos dicho que en la sola consagración está contenida toda la esencia del sacrificio eucarístico. Por tanto preguntamos ahora, en qué sentido, bajo qué razón formal; la consagración es la esencia del sacrificio de la Misa.

 

197.- Nociones. Aunque muchos términos que se emplean en el enunciado de la tesis, deben posteriormente explicarse más ampliamente, sin embargo ahora vamos a exponer brevemente algunos de ellos.

 

LA ACCIÓN SACRIFICIAL es aquella acción, por la que el sacerdote ofrece e inmola esencialmente la víctima a Dios. Es por tanto la acción, por la que se realiza el sacrificio mismo.

 

OFRECER E INMOLAR pueden emplearse estas palabras o bien en sentido corriente o bien en sentido técnico. En sentido corriente significan una sola y la misma cosa, a saber hacer un sacrificio o sacrificar. En sentido técnico se distinguen, al menos formalmente, aunque pueden materialmente ser una sola y la misma acción externa.

 

OFRECER proviene de oblación. Oblación en sentido técnico es el acto de la voluntad que dirige a otro (a Dios, en nuestro caso) la presentación de algún don. Sin embargo este acto de la voluntad, si se trata de un sacrificio visible, debe manifestarse al exterior.

 

INMOLAR proviene de inmolación. Inmolación en sentido técnico es cierta acción externa, que se realiza acerca de la víctima de un sacrificio. Esta acción no debe necesariamente ser la acción de matar la víctima. Así en la Cruz la acción de matar a la víctima fue realizada por los judíos y los romanos mientras que la inmolación sacrificial solamente la llevó a cabo Jesucristo. Por esto dice Sto. TOMAS; «La acción de matar a Cristo hombre puede hacer referencia a una doble voluntad. De un modo, a la voluntad de los asesinos, Y de esta forma no tiene consideración de víctima: pues los que mataron a Jesucristo no se dice que habían ofrecido una víctima a Dios, sino que pecaron gravemente... De otro modo puede considerarse la acción de matar a Jesucristo por referencia a la voluntad del que sufre, el cual se ofreció voluntariamente a la pasión. Y por esta parte tiene consideración de víctima» (3 q.22 a.2). También en el Antiguo Testamento la acción de matar a la víctima podía realizarla cualquiera, mientras que la inmolación sacrificial solamente la llevaban a cabo los sacerdotes; la cual en cuanto a los sacrificios de los animales consistía en el derramamiento de sangre a un lado del altar. Por tanto la inmolación es una acción que cambiada algún modo a la víctima. Hemos dicho de algún modo, prescindiendo ahora de las controversias acerca de la inmolación real o moral o mística o sacramental. :Del mismo modo que inmolación se llama también sacrificio.

 

FORMALMENTE decimos en el enunciado de la tesis, porque al saber que la consagración coincide con la acción sacrificial, queremos determinar el aspecto esencial o razón formal bajo la cual la consagración verifica el concepto de acción sacrificial.

 

198.- Los teólogos han propuesto un gran número de sentencias en esta cuestión tan difícil. Tratamos de dar las tendencias principales de estas sentencias.

 

1ª. TENDENCIA: para el sacrificio se requiere esencialmente la oblación y la inmolación de la víctima. Esta tendencia insiste sobre todo en explicar la inmolación eucarística, en la cual se halla una verdadera dificultad:

 

a) Algunos entienden por inmolación la destrucción real de la víctima. Para dar con ella en la Misa, o bien requieren para la esencia de ésta además de la consagración también la comunión del sacerdote, o bien explican la consagración como el estado de Jesucristo bajo el aspecto de alimento con una ordenación intrínseca a la comunión, o en estado exterior de muerto a fin de poder ser comido. Esta teoría suele llamarse de BELARMINO.

 

b) Otros explican la inmolación en la consagración misma, en cuanto que ésta constituye a Cristo en un estado cierta indigencia, en el cual estado no puede ejercer connaturalmente la vida corporal. Así por tanto se destruye Jesucristo no simplemente, sino ciertamente de un modo moral, esto es según la estimación humana. Ahora bien por la comunión todavía se destruye y se consume más la víctima. De este modo-se expresa sobre todo LUGO, del cual recibe el nombre esta teoría.

 

c) Hay quienes ven en la consagración la inmolación no actual, sino virtual. A saber las palabras de la consagración no hacen mas que lo que significan; de donde «per se» en razón de la virtud intrínseca a ellas tienden a obrar la separación real, la cual de hecho la llevarían acabo a no ser que ésta fuera obstaculizada «per accidens» en razón de la concomitancia. Esta es la sentencia de LESIO, la cual fue muy seguida entre los tomistas.

 

d) Otros pocos propusieron una inmolación meramente representativa, según la cual en la Eucaristía, en cuanto que ésta es sacrificio relativo, no se requiere ninguna otra inmolación real a no ser, supuesta la misma víctima de la Cruz realmente presente, la conmemoración o representación objetiva de la inmolación real llevada a cabo en la Cruz. Así se expresa VAZQUEZ y otros pocos.

 

e) Los hay que defienden una inmolación no física, sino mística. A saber las dos consagraciones constituyen la separación sacramental y mística de la Sangre de Jesucristo respecto al Cuerpo de Éste; mediante ésta Jesucristo está en el altar y se ofrece a Dios en aquel mismo estado de sufrimientos y de muerte, que soportó una sola vez en la Cruz. Esta teoría, cuyos elementos principales ya se hallaban en algunos teólogos antiguos, principalmente en SALMERON, ha sido perfeccionada últimamente principalmente por BILLOT, al cual han seguido muchísimos autores.

 

f) TANNER fue partidario de una inmolación mística pero al mismo tiempo destructiva de la substancia de pan y de vino; y SUÁREZ fue partidario de una inmolación destructiva del pan y efectiva, esto es que representa a Jesucristo sobre el altar; esta teoría de la consagración la defiende modernamente SCHEEBEN.

 

199.- 2ª. TENDENCIA: para el sacrificio se requiere esencialmente la sola oblación. Esta tendencia quita la mayor dificultad del problema, suprimiendo la necesidad esencial de la inmolación. Ahora bien no omite absolutamente la inmolación, sino que piensa que es suficiente la inmolación realizada en otro tiempo, con tal que la víctima inmolada entonces se ofrezca de nuevo.

 

a) Esta teoría modelada paulatinamente ya a partir de MALDONADO y de los teólogos de la escuela francesa, fue propuesta en el siglo XIX por THALHOFER, según el cual en la consagración Jesucristo realiza la oblación de Sí mismo, esencialmente la misma que llevó a cabo en la Cruz y la continúa en el cielo.

 

b) Esta tendencia se encuentra en algunos teólogos de forma que la nueva oblación de la víctima inmolada en otro tiempo sea llevada a cabo por Cristo sacerdote. A saber el sacrificio ritual no queda constituido por la inmolación, sino por la oblación; la cual es un acto, por el que el hombre ofrece a Dios la víctima que representa al mismo hombre.

 

Jesucristo en la Cruz hizo oblación plena de Sí mismo paciente y en trance de morir, esto es hizo donación plena de amor. Esta oblación abarca toda la vida de Jesucristo: antes de la pasión Se ofrecía a Sí mismo en inmolación diaria de humildad, de pobreza, de trabajos y sencillamente de vida humana; en la pasión Se ofreció de un modo especial paciente e inmolado en la Cruz; en el cielo continuamente Se ofrece a Sí mismo inmolado en otro tiempo, cuyo signo sensibles de la inmolación permanecen en su Cuerpo glorioso. Jesucristo se constituye presente en la Eucaristía con su acto de perpetua oblación celestial; y de este modo el sacrificio celestial de Jesucristo se hace presente en el altar en un lugar y en tiempo concretos, esto es en condiciones no celestiales sino terrenas. Por tanto en la Misa se requieren ambas consagraciones, representativas del sacrificio de la Cruz, como mística inmolación; sin embargo no como algo que entre en la esencia misma del sacrificio eucarístico, sino solamente como condición necesaria de la oblación presente de Jesucristo sobre el altar, tal cual Él mismo la quiso. Por consiguiente el sacrificio eucarístico consiste esencialmente en la sola oblación de Cristo (a la que se une la oblación de la Iglesia como complemento y extensión), la cual hace Jesucristo de Sí mismo (y la Iglesia la hace de Cristo) bajo los signos que representan la inmolación de Jesucristo realizada en otro tiempo en la Cruz. Así se expresa principalmente LEPIN.

 

200.- c) Esta tendencia aparece en otros teólogos de forma que la nueva oblación de la víctima inmolada en otro tiempo sea realizada por la Iglesia, no por Jesucristo. A saber hacen distinción entre el sacrificio de Cristo y el sacrificio de la Iglesia. El sacrificio de Cristo fue numéricamente único, formado a base de la unión de dos elementos esenciales: la oblación de la última Cena y la inmolación de la Cruz. La oblación de la última Cena no fue sólo interna, sino externa y litúrgica, bajo la imagen representativa de la futura inmolación cruenta. Este sacrificio de Jesucristo se consuma mediante la aceptación divina por la que la víctima se hace gloriosa (por la resurrección), celestial (por la ascensión), perenne (por la inmortalidad). De donde Jesucristo permanece continuamente en su ser victimal de hostia aceptada.

 

El sacrificio eucarístico es sacrificio de la Iglesia, que consiste en la oblación que la Iglesia hace de la víctima inmolada en la Cruz. Por esta oblación Jesucristo no se hace víctima, sino que Jesucristo, que es en Sí mismo víctima y permanece, se hace nuestra víctima.

 

Por consiguiente. la consagración es una acción formalmente sacrificial en cuanto que es oblación de la divina víctima celestial inmolada realmente en la Cruz; la cual oblación la realiza en verdad la Iglesia por virtud de Jesucristo. De donde la Misa propiamente es repetición de la Cena del Señor, puesto que en las dos se da una sola oblación externa y litúrgica, bajo los mismos signos visibles, de la misma víctima, que se inmola realmente en otra parte. Sin embargo hay dos diferencias: en la última Cena Jesucristo ofreció, en la Misa ofrece la Iglesia (Jesucristo sólo virtualmente); en la última Cena fue ofrecida la víctima que iba a inmolarse, en la Misa se ofrece la víctima inmolada en otro tiempo. Así se expresa principalmente DE LA TAILLE.

 

201.- 3ª. TENDENCIA; el sacrificio de la Misa no es más que la renovación real y presente a manera de misterio del mismo sacrificio (numéricamente hablando) de la Cruz. Esta tendencia supone toda la teoría «de la presencia de los misterios» (Mysteriengegenwart), elaborada principalmente por algunos PP.Benedictinos alemanes. Según esta teoría, el sacrificio de la Cruz, realizado históricamente una sola vez en la Cruz, se nos hace realmente presente bajo el velo de los símbolos. Ahora bien esta presencia no es un mero recuerdo objetivo, ni una simple presencia virtual en influjo y causalidad, ni la sola presencia de la misma víctima. Por otra parte esta presencia no es la repetición histórica del mismo sacrificio, que en cuanto realizado históricamente no puede repetirse. Sino que es una cierta presencia intermedia, espiritual, mística, sacramental, metahistórica <a saber trascendente del espacio y del tiempo) a manera de misterio. Así se expresa principalmente CASEL y algunos después de él.

 

Dentro de esta tendencia y como una cierta «variación tomística» de la misma se halla la reciente teoría propuesta por C. JOURNET, según la cual «la Misa es la presencia del sacrificio de la Cruz». A saber la misma Pasión cruenta de Jesucristo está presente en la Misa bajo la envoltura sacramental, en cuanto que la Pasión está presente en la eternidad a la ciencia divina, esto es coexiste ,con la eternidad, y además a causa de su eficiencia y contacto espiritual llega a todo tiempo que es consecuencia de la misma.

 

202.- Síntesis histórica. Estas tendencias externamente consideradas proceden del diverso concepto de sacrificio; pues aquellos elementos, que juzgan que son esenciales a cualquier sacrificio, intentan encontrarlos después en la consagración misma. Lo cual vale principalmente tratándose de las dos primeras tendencias. Pero si se consideran más íntimamente se da con que conciben de distinto modo la relación de la Misa respecto a la Cruz, que es totalmente esencial. Pues debe salvarse según el Tridentino una cierta identidad entre ambos sacrificios. Por consiguiente esta identidad, sea lo que quiera respecto a la tradición anterior, se desarrolla desde el siglo XVI de manera que se indaga y se afirma una mayor identidad de día en día hasta la última tendencia citada. Pues prevaleció en primer término la identidad numérica solamente en la víctima, multiplicada por la oblación y la inmolación; posteriormente prevaleció la identidad numérica en la víctima y en la inmolación, multiplicada solamente por la oblación; recientemente se indaga la identidad numérica en la víctima, en la inmolación y en la oblación. De aquí el que se mezclan muchas veces los elementos de las distintas, teorías, ya que cada una de las teorías está sometida a una evolución teológica más íntima. Todo esto hay que tenerlo en cuenta ciertamente en los capítulos siguientes.

 

203.- Modo de proceder. Por lo que decíamos poco ha se ve claro que puede darse un doble modo de proceder en la solución de este problema.

 

El primer modo es como «a priori», supuesta la verdad del sacrificio de la Misa, procediendo de la noción esencial de sacrificio a la explicación de la esencia de este sacrificio concreto. En este modo de proceder se establece primeramente alguna noción, en la que se den los elementos esenciales de sacrificio en cuanto tal. Después, si la Misa es verdadero sacrificio (como se considera según la doctrina de la Iglesia), deben encontrarse en ella todos y cada uno de los elementos esenciales, según es evidente. Y puesto que la sola consagración encierra toda la esencia de la Misa, en ella se hallarán todos estos elementos. De donde toda pretensión de estudio de este tema tiende a explicar bajo qué razón formal la consagración contiene estos elementos. Ciertamente este método no debe ser desechado por el hecho de que la Iglesia, al enseñar que la Misa es verdadero y propio sacrificio, no haya querido establecer de modo equivalente en estas palabras la identidad entre la noción abstracta de sacrificio y la esencia, cuando menos genérica de la Misa. Más aún este método sería el mejor, si constara por otra parte con certeza cuales son los elementos esenciales en la noción abstracta de sacrificio; pues esta noción no podría dejar de verificarse en la Misa, verdadero y propio sacrificio. Ahora bien este método en realidad no posee esto, No tenemos una noción esencial de sacrificio en cuanto tal de forma que deba verificarse cierta y necesariamente en cualquier sacrificio. Lo cual lo prueban suficientemente las discusiones que se han dado a lo largo de los siglos entre los teólogos.

 

El segundo modo de proceder es como «a posteriori», estudiando         positivamente todos los elementos que constituyen esencialmente este concreto, singular y admirable sacrificio. Pues si se definen adecuadamente estos datos, a partir de aquí después por comparación con otros sacrificios podrá deducirse con más seguridad la verdadera noción abstracta de sacrificio en cuanto tal. Y éste parece en verdad el método más teológico; principalmente porque, todo lo que sabemos acerca de este sacrificio eucarístico y de su naturaleza íntima, lo sabemos por revelación, y además su esencia peculiar es muy distinta de los otros sacrificios. Por ello procederemos por este segundo método.

 

204.- Doctrina de la Iglesia. El Magisterio de la Iglesia en ninguna parte nos ha enseñado la esencia del sacrificio eucarístico, en cuanto tal. No obstante ha propuesto muchos elementos esenciales de éste, los cuales es necesario absolutamente reunir como fundamento teológico de toda la solución.

 

a) El Concilio Tridentino en su sesión 22 c.1 (D 938) enseña que Jesucristo dejó a la Iglesia un sacrificio visible, «por el que se representara el sacrificio cruento que se iba a realizar una sola vez en la Cruz»; por el que los sacerdotes ofrecieran «Su Cuerpo y Su Sangre bajo las especies de pan y de vino»; por el que Jesucristo mismo fuera inmolado «por la Iglesia mediante los sacerdotes bajo signos visibles». En el c.2 (D 940) se enseña que este sacrificio es verdaderamente propiciatorio, por el hecho de que en él «está contenido y se inmola de modo incruento el mismo Jesucristo, puesto que en el ara de la Cruz Se ofreció a Sí mismo de modo cruento una sola vez»; «en efecto la víctima es una sola y la misma, el que ofrece ahora por el ministerio de los sacerdotes es el mismo, que Se ofreció a Sí mismo entonces en la Cruz, solamente es distinto el modo de ofrecer»; ahora bien la diferencia de la oblación consiste en que una es cruenta y la otra incruenta. El cn.3 (D 950) enseña que este sacrificio no es «una simple conmemoración del sacrificio realizado en la Cruz», sino que es «propiciatorio». En el Decreto acerca de lo que se ha de observar y lo que se ha de evitar en la celebración de la Misa, el Concilio habla, del sacrificio eucarístico, «por el que la hostia vivificante, por la que hemos sido reconciliados con Dios Padre, se inmola a diario por medio de los sacerdotes en el altar.

 

A fin de resumir estos elementos del Tridentino, en primer lugar hay que tener en cuenta que el Concilio usa de los vocablos «oblación» e «inmolación» no en sentido técnico sino en sentido corriente, en cuanto que significan sencillamente sacrificar, según es evidente por la misma atenta comparación de los textos ofrecidos. Por tanto una vez que queda ya esto sentado, las enseñanzas del Concilio son las siguientes: 1) Que la Misa esencialmente es representación de la Cruz, la cual sin embargo no es una simple conmemoración, sino que posee la naturaleza de verdadero sacrificio propiciatorio. 2) Sin embargo la Misa y la Cruz son dos sacrificios «simpliciter», no uno solo y el mismo. 3) La diferencia esencial entre ambos no consiste en la víctima ni en el oferente principal, sino solamente en el modo de ofrecer. Decimos, diferencia esencial, mayor que la que se da accidentalmente en la víctima y en el oferente. 4) El modo de ofrecer (a saber la acción sacrificial) es distinto por el hecho de que uno es cruento, y el otro incruento. 5) La Misa es sacrificio propiciatorio porque representa objetivamente el sacrificio de la Cruz. Pero puesto que en el estado de naturaleza caída la nota de propiciación (con la que están unidas necesariamente las otras notas) es esencial a todo sacrificio, parece deducirse según la doctrina del Concilio que la Misa es verdadero sacrificio por la misma objetiva e incruenta representación del sacrificio de la Cruz, sin que para salvar la verdad del sacrificio de la Misa en cuanto que absoluto, haya que añadir ningún nuevo elemento a la esencia de aquél en cuanto sacrificio relativo.

 

205.- b) LEON XIII enseña (véase anteriormente el nº. 160) que el sacrificio de la Misa es verdadera, aunque incruenta y mística renovación del sacrificio de la Cruz; sigue enseñando que por él se perpetúa el sacrificio de la Cruz no por un solo recuerdo semejante o vacío, sino aportando la verdad misma, aunque en especie distinta. Donde de nuevo se asigna como única diferencia la oblación o inmolación incruenta y mística. Pueden también recordarse como comprobación de esto las palabras de PIO XI citadas en este n° 160.

 

c) PIO XII enseña: «El augusto sacrificio del altar no es una mera y simple conmemoración de los tormentos de la muerte de Jesucristo, sino que es un sacrificio verdadero y propio; por el que el Sumo Sacerdote 'hace en verdad mediante una inmolación incruenta aquello que y a hizo en la Cruz, ofreciéndose a Sí mismo como hostia muy agradable al eterno Padre... Sin embargo es diferente el modo como Cristo se ofrece. En efecto en la Cruz ofreció su propia Persona toda entera y sus dolores a Dios; y se realizó la inmolación mediante una muere cruenta, afrontada libremente. Ahora bien en el ara, a causa del estado glorioso de su naturaleza humana, la muerte ya no dominará sobre Él, y por tanto no es posible el derramamiento de Sangre; sin embargo, por decisión de la sabiduría divina, el sacrificio de nuestro Redentor se muestra de un modo admirable mediante signos externos, que son indicadores de la muerte. Puesto que por la transubstanciación del pan en el Cuerpo de Cristo y del vino en su Sangre así como está realmente presente Su Cuerpo, así también está realmente presente Su Sangre: ahora bien las especies eucarísticas, bajo las que está presente, representan la separación cruenta del Cuerpo y de la Sangre. Por tanto la demostración conmemorativa de Su muerte, que ocurrió realmente en el Calvario, se repite en cada uno de los sacrificios del altar, puesta que se manifiesta y se muestra Jesucristo en estado de víctima mediante distintas señales».

 

206.- En estas palabras parece que se enseña lo siguiente:

 

1) La Misa no es sólo sacrificio relativo, sino también sacrificio absoluto. 2) Y es sacrificio absoluto por el hecho de que Jesucristo realiza en ella aquello mismo que realizó en la Cruz. Esta identidad se da en la víctima y en el Sacerdote: la diferencia se da en el modo de la oblación. 3) En la Cruz se da inmolación y oblación. También en la Misa se da inmolación y oblación. Estas palabras parece que se usan aquí en sentido técnico.  4) La inmolación de la Cruz es mediante muerte cruenta (ciertamente en cuanto fue aceptada libremente por Jesucristo); la inmolación de la Mis es mediante signos externos (por tanto incruenta). 5) La consagración realiza esta inmolación incruenta, porque ponen a Jesucristo presente en estado de víctima, en cuanto que por la separación de las especies se representa y se significa la separación cruenta de la muerte. 6) Esta inmolación incruenta no sólo es representación de la inmolación cruenta de la Cruz, sino verdadera inmolación, puesto que por ella la muerte de Cristo se demuestra, se muestra, se indica mediante distintas especies, que por ello son indicadores de la muerte. Todo lo cual parece que se dice no de la sola representación o conmemoración objetiva, sino de un sacrificio presente. Así entendemos la palabra «se muestra», a saber no como sinónimo de la palabra «se significa». Pues la expresión «sacrificio mediante signos externos» se opone absolutamente a la expresión «inmolación mediante muerte cruenta». Ahora bien mediante estas dos expresiones se pretende dar la explicación del modo diferente, como Cristo Se ofrece a Sí mismo en la Cruz y en la Misa. Mas este modo debe ser tal, que mantenga no solamente la naturaleza de representación, sino también la naturaleza de sacrificio; a saber no sólo la naturaleza de sacrificio relativo, sino también la naturaleza de sacrificio absoluto. Ahora bien esto no sucedería así, si la palabra «se muestra» no tuviera otro valor que un significado relativo.

 

207.- d) Por todo lo cual, se excluye ciertamente la identidad numérica entre la Cruz. y la Misa en cuanto a la oblación y en cuanto a la inmolación (tendencia 3ª.). Parece que se excluye también la identidad numérica en la sola inmolación. A saber se exige una nueva inmolación, aunque incruenta, la cual no se ve según la doctrina de la Iglesia cómo no pertenece a la esencia misma del sacrificio eucarístico; es por tanto en éste más que una mera condición. De este modo parece que no puede admitirse la 2ª, tendencia, la cual habla de una nueva oblación de la víctima inmolada en otro tiempo, en cuanto tal, supuesta solamente como condición la inmolación incruenta. Queda excluida la simple representación, incluso objetiva, del sacrificio de la Cruz; o lo que es lo mismo, que el sacrificio eucarístico sea solamente relativo (sentencia de VAZQUEZ). También es de gran importancia el silencio absoluto, por el que ni siquiera se insinúa en los documentos más recientes la destrucción real de la víctima, su realización y consagración, el estado de cierta indigencia, la inmolación virtual y otros datos semejantes. No porque la Iglesia pretenda condenar estas sentencias; sino porque su Magisterio procede de hecho por otros cauces. Estos cauces son la nueva oblación y juntamente la inmolación mística (ésta no como condición, sino como parte esencial) estrechamente unidas con la presencia real y física de la misma víctima, inmolada en otro tiempo y del mismo sacerdote principal que inmola y ofrece tanto en otro tiempo como ahora.

 

208.- Nuestra explicación. a) En las dos consagraciones situamos en primer término la representación incruenta y la muerte cruenta de Jesucristo. En lo cual consiste la esencia del sacrificio de la Misa en cuanto que es sacrificio relativo, según hemos ya probado.

 

b) Consideramos después la identidad del oferente principal y de la víctima en la Misa y en la Cruz. Lo cual ha quedado también explicado en las tesis anteriores.

 

c) Decimos en tercer lugar que por las mismas dos consagraciones el mismo Sacerdote Jesucristo realiza la oblación externa y ritual, así como en la Cruz se dio la oblación externa y ritual en el derramamiento de Sangre. Ambas están necesariamente conexionadas con el acto interno de la oblación: ésta ciertamente, porque nadie podía derramar la Sangre de Jesucristo a no ser que Él mismo quisiera libremente que fuera derramada en sacrificio; y aquélla, porque nadie podía realizar una inmolación incruenta, a no ser que Él mismo instituyera libremente este rito como rito sacrificial perpetuo. Ahora bien esta voluntad de Jesucristo perdura e influye actualmente en cada una de las Misas.

 

d) Decimos en cuarto lugar que ambas consagraciones, en cuanto que son inmolación incruenta por medio de las distintas especies como por indicadores de la muerte, son una verdadera y real, aunque mística, inmolación <no sólo una representación objetiva de la inmolación realizada en otro tiempo), puesto que por medio de ellas la inmolación cruenta de la Cruz se hace moralmente presente por el mismo Sacerdote y sobre la misma víctima físicamente presente.

 

Esta explicación más probable, que se apoya toda ella en la doctrina de la Iglesia, explica la esencia completa del sacrificio eucarístico por su relación con el sacrificio de la Cruz. Ahora bien esto parece que lo insinúa el Concilio Tridentino <cuando explica por qué la Misa es sacrificio propiciatorio) y parece también que lo afirma expresamente Pío XII. Por otra parte la tradición teológica anterior al Concilio Tridentino se expresa del mismo modo. Por último también después del Concilio Tridentino el desarrollo teológico que subyace a todas las teorías, tiende a esto mismo, si bien a veces de un modo poco claro, y a veces también de un modo exagerado. Por consiguiente a causa de estas razones parece que debe preferirse esta teoría, aunque en ella todavía estén algunos datos bajo un velo religioso, en el que debe necesariamente permanecer envuelto el misterio de la fe.

 

209.- Corolario. Por consiguiente la Misa es: el acto por el que Jesucristo por el ministerio de los sacerdotes ofrece sensiblemente a Dios con inmolación incruenta, mediante los signos sagrados de las especies separadas, que indican la muerte cruenta, la misma víctima inmolada en otro tiempo en la Cruz y ahora físicamente presente en el altar.

 

210.- Objeciones. La inmolación mística no es inmolación real, sino solamente representación de la inmolación real; es así que en el sacrificio se requiere inmolación real; luego la inmolación mística no es suficiente.

 

Respuesta. Distingo la mayor. La inmolación mística no es inmolación real, si no se hace sobre la misma víctima físicamente presente por el mismo sacerdote, pase la mayor, si se hace de este modo, niego la mayor y pase la menor e igualmente distingo la consecuencia. Pío es suficiente cualquier inmolación mística, concedo la consecuencia; no es suficiente una inmolación mística realizada sobre la misma víctima físicamente presente por el mismo sacerdote, niego la consecuencia.

 

2. La inmolación mística solamente tiene ser de signo; luego solamente significa el sacrificio, pero no realiza el sacrificio.

 

Respuesta. Distingo el antecedente. La inmolación mística, que no connota la misma víctima físicamente presente y el mismo sacerdote realmente oferente, sólo tiene ser de signo, concedo el antecedente; la inmolación mística, que connota estas dos cosas, sólo tiene ser de signo, niego el antecedente e igualmente distingo el consiguiente. La inmolación mística, que no tuviera esta doble connotación, sólo significaría el sacrificio y no lo realizaría, concedo el consiguiente; la inmolación mística, que tiene estas dos connotaciones, niego el consiguiente.

 

211.- Escolio. Acerca de la doctrina de Sto. Tomás. Según Sto. Tomás, se dice que Jesucristo es inmolado en la Iglesia, porque en ella está la imagen representativa y memorial del sacrificio de la Cruz, y porque por ella se nos aplican los frutos de la pasión (3 q.83 a.1) . El sacrificio eucarístico no es otro distinto del sacrificio que Jesucristo ofreció sino que es la conmemoración de éste (3 q.22 a.3), esto es la representación, que contiene la misma víctima de la Pasión, que es Jesucristo (3 q.73 a.4) , al mismo Jesucristo paciente (3 q.75 al). Esta representación se da principalmente en ambas consagraciones <3 a.74 a.7).

 

Articulo V

Del fin del sacrificio Eucarístico

 

212.- La identidad entre el sacrificio eucarístico y el sacrificio de la Cruz, que hemos visto en la víctima y en el oferente principal mas no en la acción sacrificial misma, debe afirmarse también en los fines de ambos sacrificios. De aquí que el Concilio Tridentino enseña que Jesucristo instituyó el sacrificio eucarístico, por el que no sólo se representara el sacrificio de la Cruz y permaneciera la memoria de éste, sino que también «se aplicara la virtud saludable de este sacrificio para remisión de aquellos pecados que nosotros cometemos a. diario» (D 938). El fin del sacrificio es el mismo que la eficacia de éste. Acerca de la cual por tanto vamos a tratar ahora.

 

TESIS 17. La Misa es sacrificio latréutico, eucarístico, propiciatorio e impetratorio.

 

213.- Nociones. Se llama SACRIFICIO LATREUTICO en cuanto que es acto de latría, esto es culto debido exclusivamente a Dios a causa de Su infinita excelencia. Tal culto de Dios (latría) se realiza por la virtud de la religión, a la cual pertenece el mostrar reverencia a Dios según esta razón, a saber en cuanto que es el Creador y Rector de todo lo creado (2.2 q.81 a-3). Latría es el fin esencial primario de cualquier sacrificio y por tanto el efecto primero que se deriva del mismo. Por consiguiente sacrificar es un acto de la virtud de la religión (2.2 q.85 a.3).

 

Se llama sacrificio EUCARÍSTICO en cuanto que es un acto que da gracias a Dios por los beneficios recibidos. Tal acto se realiza por la virtud de la gratitud, a la cual pertenece el recompensar el favor a los bienhechores (2.2 q.106 a,1), y la cual es parte potencial de la justicia (2.2 q.80). La acción de gracias está íntimamente unida con la latría, porque así como se le debe a Dios en cuanto Creador un culto especial, así también le deben una especial gratitud los hombres, que tienen todas las cosas recibidas de Él. Esto parece que se refiere también al mismo fin esencial del sacrificio.

 

214.- Se llama sacrificio PROPICIATORIO en cuanto que es un acto que aplaca el justo disgusto de Dios por causa del pecador. Esta acción de aplacar se realiza mediante la satisfacción, que es la recompensa según la proporción de igualdad por la injuria causada; y por tanto se refiere a la virtud de la justicia (Suple. q.12). Esta satisfacción está ordenada en primer término a quitar el odio de abominación, que existe en Dios a causa del pecado mismo (y en este sentido se llama propiamente propiciación); después está ordenado a quitar el odio de castigo, que es consecuencia en Dios del odio  de abominación par el pecado (y. en este sentido se dice de un modo más especial satisfacción). El sacrificio se llama plenamente satisfactorio en cuanto a ambos. Puesto que la propiciación supone el pecado en el hombre, no puede decirse fin esencial de cada sacrificio. Pero por otra parte en el estado de naturaleza caída está necesariamente unida con el sacrificio. Pues ¿qué puede ofrecer el hombre pecador a Dios, a no ser que antes le tenga a Dios mismo propicio con Él?

 

Se llama sacrificio IMPETRATORIO en cuanto que es un acto que pide a Dios nuevos beneficios. Tal acto se realiza también por la virtud de la religión, puesto que por la oración el hombre, sometiéndose a Dios y confesando que necesita de Él como autor de sus bienes le profesa a Él mismo reverencia (2.2 q.83 a.3). Esta súplica si se refiere a algún beneficio especial, no acerca de todos los beneficios en general, no pertenece al fin esencial del sacrificio, sino que le acompaña muy adecuadamente.

 

215.- Adversarios. Los protestantes, que negaban que la Misa era verdadero y propio sacrificio, porque de ningún modo querían adquirir el carácter propiciatorio de ésta (D 950).

 

216.- Doctrina de la Iglesia. El Concilio Tridentino, sesión 22 c.2 (D 940) enseña: a) El sacrificio de la Misa es verdaderamente propiciatorio. b) Por la oblación de este sacrificio se aplaca a Dios. c) La Misa tiene esta virtud propiciatoria por su relación íntima del sacrificio de la Cruz. d) El valor propiciatorio de la Misa se extiende plenamente tanto a los vivos como a los difuntos. e) El sacrificio de la Misa es también impetratorio. f) El Concilio abarca ciertamente esta razón formal bajo el mismo nombre de propiciación, cuando dice que por la Misa concede Dios la gracia y el don de la penitencia y que ésta se ofrece también «por otras necesidades».

 

En el cn.3 (D 950) se enseñan muchos de estos elementos doctrinales bajo pena de anatema. Pero además se supone el carácter latréutico y eucarístico de la Misa, v.gr. en el capítulo 3 (D 941).

 

217.- LEÓN XIII enseña: «En efecto la víctima que se inmola es divina; así pues por ella tributamos a la augusta Trinidad tanto honor cuanto demanda la dignidad de Ésta, mostramos también al Padre el don infinito en valor y en suavidad, su Unigénito. De este modo no sólo damos gracias a Su benignidad, sino que le devolvemos plenamente... Así pues hay que avivar en esto también el esfuerzo piadoso de los fieles, a fin de que pongan empeño en aplacar a Dios que castiga los crímenes y en atraer el favor de Sus ayudas para este mundo que tanto lo necesita. Ahora bien dense cuenta que éstas han de buscarse sobre todo por medio de este sacrificio. Pues los hombres por la sola virtud de la muerte afrontada por Cristo pueden bien satisfacer abundantemente a los motivos de la justicia divina bien alcanzar ampliamente los dones de su clemencia. Mas Jesucristo quiso que esta virtud misma permaneciera íntegra tanto para expiar como para obtener suplicando en la sagrada Eucaristía, la cual no es un vacío y simple recuerdo de Su Muerte, sino que es una renovación verdadera y admirable, aunque incruenta y mística». En este texto se enseñan todos los efectos del sacrificio de la Misa: el latréutico (tributamos honor digno a Dios), el eucarístico (Le damos gracias), el propiciatorio (Le aplacamos, Le satisfacemos), el impetratorio (conseguimos auxilios, alcanzamos dones).

 

En otro lugar enseña: «Aquella expiación [de la Cruz] fue expiación totalmente perfecta y absoluta de los mortales; y de ningún modo es otra expiación, sino que ésta misma se da en el sacrificio eucarístico».

 

PÍO XI enseña que en nuestras satisfacciones «todo el valor de- la expiación depende del único sacrificio cruento de Jesucristo, el cual se renueva sin interrupción temporal en nuestros altares de modo incruento». Y en otro lugar añade: la Misa tiene virtud eficaz para reconciliar al linaje humano, después de haber ofendido con sus pecados a la sempiterna majestad de Dios», puesto que es «sacrificio verdadero de la víctima divina.».

 

218.- PÍO XII enseña con riqueza de doctrina todos los fines o efectos del sacrificio eucarístico inculcando positivamente que éstos son idénticos a los fines del sacrificio de la Cruz: éstos mismos además son los fines fijados de antemano; de los que el primero es la gloria que se ha de tributar al Padre celestial, Jesucristo vivió inflamado desde Su nacimiento hasta la muerte en el deseo de procurar la gloria divina; y desde la Cruz la inmolación de Su Sangre subió al cielo en olor de suavidad. Y para que este encomio nunca se interrumpa, en el sacrificio eucarístico los miembros se unen con Su divina Cabeza y con Él y juntamente con los ángeles y arcángeles cantan las alabanzas inmortales a Dios, tributando al Padre omnipotente todo honor y gloria.

 

Y el otro fin, que es establecido de antemano, tiende a que se den las debidas gracias a Dios. Solamente el divino Redentor en cuanto Hijo muy amado del eterno Padre, al cual Le era manifiesto en verdad Su amor, pudo darle un himno de gracias verdaderamente digno. Esto lo esperó íntimamente, esto lo quiso, dando gracias en la última Cena. Y esto no dejó de hacerlo cuando pendía de la Cruz; y no lo interrumpe en el augusto sacrificio de la Misa, el cual significa la acción de gracias o acción eucarística, ya que este sacrificio es verdaderamente digno y justo, equitativo y saludable.

 

En tercer lugar se propone un fin de expiación, de acción de aplacar y de reconciliación. Sin duda ningún otro que no sea Jesucristo puede satisfacer enteramente al omnipotente Dios por las culpas del linaje humano. Así pues Él mismo quiso inmolarse en la Cruz, propiciación por nuestros pecados, y no sólo por nuestros pecados, sino también por los del mundo entero. Y en los altares igualmente se ofrece a diario por nuestra redención, a fin de que arrebatados a la muerte eterna seamos agregados a la grey elegida. Y esto no solamente en bien de nosotros, que estamos en esta vida mortal, sino también para bien de todos los que descansan en Cristo, los cuales nos han precedido con el signo de la fe y duermen en el sueño de la paz. Pues tanto en vida como en muerte no nos apartamos sin embargo del único y mismo Jesucristo.

 

Por último en cuarto lugar se da un fin impetratorio. El hombre, como hijo pródigo, consumió de mala manera y disipó todos los bienes recibidos del Padre celestial y por tanto se vio relegado a una suma pobreza y a una suma necesidad. Sin embargo Jesucristo ofreciendo desde la Cruz preces y súplicas con poderoso clamor y con lágrimas, fue escuchado en razón a su reverencia. E igualmente por el mismo motivo eficaz es nuestro mediador en la presencia de Dios sobre el altar sagrado, a fin de que nos veamos llenos de toda bendición y gracia.

 

Por tanto es fácil de entender por qué el sacrosanto Sínodo Tridentino afirma que el valor saludable de la Cruz nos es repartido mediante el sacrificio eucarístico para borrar nuestros pecados diarios».

 

Valor dogmático. De fe divina y católica definida.

 

219.- Prueba de la sagrada Escritura. a) El sacrificio, que se predice en Malaquías 1,11, es el sacrificio que substitutye plenamente a todos los sacrificios de la Antigua Ley; es así que en la Antigua Ley los sacrificios no solamente eran latréuticos y eucarísticos, sino también propiciatorios e impetratorios; luego así también será el sacrificio predicho por Malquías; es así que éste no es otro que el sacrificio de la Misa; luego el sacrificio de la Misa es no sólo latréutico y eucarístico, sino también propiciatorio e impetratorio. La mayor. Puesto, que los antiguos sacrificios ya no agradan más a Dios y por tanto tampoco pueden conseguir ya más su fin y por ello se predice un nuevo sacrificio, que supla a todos aquéllos (véase D 939).

 

b) Las palabras de la institución, por las que hemos probado anteriormente (N2, 24s) que Jesucristo ofreció un sacrificio en la última Cena, prueban que Él ofreció un sacrificio propiciatorio; es así que el sacrificio de la  Misa es como el sacrificio; de la última Cena; luego es también propiciatorio.

 

220.- Prueba de la tradición. a) Los SS. Padres enserian que la Misa es un culto incruento de, latría: S. CIRILO DE JERUSALEN (R 851); por el que se expresa visiblemente nuestra adhesión invisible a Dios: S. AGUSTIN (R 1744).

 

b) La Misa es llamada desde el principio Eucaristía (acción de gracias): Didaché (R 6ss), San IGNACIO, San JUSTINO (R 135), TERTULIANO; véase San CRISOSTOMO (R 1173). Se dice que por medio de la Misa se ofrece a Dios a fin de que no seamos ingratos con Él: San IRENEO (R 232); puesto que es la conmemoración de muchos beneficios: San CRISOSTOMO (R 1173); en la cual se muestra que nos ha dado Dios: San FULGENCIO (R 2270).

 

c) La Misa se llama sacrificio de propiciación: San CIRILO DE JERUSALEN. (R 851); en el cual es inmolado Cristo por nuestros pecados a fin de hacer propicio a Dios: San CIRILO DE JERUSALEN (R 853); por la cual Dios es aplacado en favor de los difuntos: San CRISOSTOMO (R 1206); a fin de que Dios se muestre enteramente misericordioso con ellos: San AGUSTIN (R 1516); en la cual se opera una verdadera remisión de los pecados: San AGUSTIN (R 1866); lo cual se hace en favor de nuestra absolución: San GREGORIO MAGNO (R 2323).

 

d) La Misa es ofrecida por todos los que necesitan del auxilio divino: San CIRILO DE JERUSALEN (R 851).

 

221.- e) Todo esto lo expresa de modo admirable la Liturgia desde la antigüedad. En la Tradición Apostólica (comienzo del siglo III) se dice después de la consagración: «así pues celebrando la memoria de la muerte y de la resurrección de Jesucristo, Te ofrecemos el pan y el cáliz en acción de gracias a Ti... y Te pedimos que envíes Tu Santo Espíritu a la oblación de Tu Santa Iglesia; congregando en solo espíritu a todos los que la reciben, santos en orden a la llenumbre del Espíritu Santo para la confirmación en la verdad de la fe, a fin de que Te alabemos y glorifiquemos por Tu hijo Jesucristo, por el cual Te es dada la gloria y honor a Ti Padre y al Hijo con el Espíritu Santo Tu Santa Iglesia ahora y por los siglos de los siglos». En la Anáfora de San Marcos (a comienzos del siglos IV) se ora así; «A Ti, que hiciste el cielo y la tierra..., que hiciste al hombre a Tu imagen y semejanza..., Te damos gracias y ofrecemos este sacrificio..., porque es grande Tu nombre entre las naciones..., Te rogamos y Te suplicamos que Te acuerdes de Tu Iglesia santa, única, católica... Da a todos nuestros corazones la paz, que viene del cielo, y también danos la paz de esta vida:.. [otórganos] los frutos... a los que ya han dejado esta vida, dales el descanso de sus almas... Concédenos tomar parte y herencia en la hermosa asociación de tus santos Profetas, Apóstoles y Mártires,..». El Eucologio de Serapión (del siglo IV) nos presenta lo siguiente: «Por lo cual también nosotros, al celebrar la semejanza de la muerte, ofrecemos el pan y suplicamos: mediante este sacrificio, oh Dios de la verdad, reconcílianos contigo a todos nosotros y sénos propicio». Preceden las alabanzas y múltiples oraciones en favor de los vivos y de los difuntos. En la liturgia que se llama Clementina (final del siglo IV) se lee: «Así pues celebrando la memoria de la pasión y de la muerte y de la resurrección de entre los muertos y de la entrada en los cielos y de la futura segunda llegada de Jesucristo... Te ofrecemos este pan y este cáliz dándote gracias por medio de 1... Y Te rogamos que mires benignamente estos dones ofrecidos en Tu presencia... Además Te rogamos, Señor, por Tu Iglesia santa.... También Te rogamos, por la bajeza de este oferente y por todo el presbiterio, por los diáconos y por el clero de toda la Iglesia... También. Te rogamos, Señor, por el Rey...

 

Además Te ofrecemos por todos los santos, que han realizado en el mundo obras gratas en Tu honor, por los Patriarcas, por los Profetas, por los justos... Además Te ofrecemos por este pueblo... También Te suplicamos por esta ciudad... También Te pedimos por los que nos odian y persiguen... También te suplicamos por los catecúmenos de la Iglesia y todos los que son tentados por el enemigo, y por nuestros hermanos que están haciendo penitencia.... Además Te ofrecemos por la tranquilidad de la atmósfera y por la abundancia de los frutos... También Te rogamos por los que por justos motivos no están aquí presentes...». En la liturgia romana actual se pide por los beneficios de todo orden en las colectas y postcomuniones; y sobre todo en las oraciones de la Oblación y del Canon.

 

222.- Razón teológica. a) Todo verdadero sacrificio debe ser latréutico por su naturaleza íntima, ya que es ofrecido a Dios en reconocimiento de Su supremo dominio; luego también el sacrificio de la Misa debe ser latréutico.

 

b) También todo sacrificio debe ser eucarístico por su propia naturaleza en cuanto a todos los beneficios recibidos de Dios en general; puesto que es reconocimiento de Dios como Creador y Señor nuestro, el cual nos dio todos estos beneficios. El sacrificio de la Misa es especialmente eucarístico, de forma que la Misa se llama por antonomasia «Eucaristía», porque el don que se muestra a Dios (Cristo hombre) y el amor con que se expresa (por Jesucristo mismo y por nosotros en cuanto unidos con Él) son de infinito valor y mérito en presencia de Dios.

 

c) El sacrificio de la Misa completa y perfecciona todos los sacrificios de la Antigua Ley (D 939); es así que entre los sacrificios de la Antigua Ley había muchos sacrificios propiciatorios y expiatorios, luego también el sacrificio de la Misa es propiciatorio y expiatorio.

 

d) En el sacrificio de la Misa Dios ofendido por los pecados de los hombres es aplacado de modo perfectísimo y se hace propicio a los hombres; luego les dará nuevos beneficios.

 

223.- Objeciones. 1. Si la Misa se llama sacrificio propiciatorio, la virtud propiciatoria del sacrificio de la Cruz se supone insuficiente; es así que esto es rebajar el sacrificio de la Cruz; luego la Misa no es sacrificio propiciatorio.

 

Respuesta. Distingo la mayor. Si la Misa se llama sacrificio propiciatorio por una nueva virtud independiente de la virtud propiciatoria de la Cruz y añadida a ésta, la virtud propiciatoria de la Cruz se supone insuficiente, concedo la mayor; si se supone insuficiente por la misma virtud propiciatoria de la Cruz, niego la mayor y contradistingo la menor. Rebajaría a la Cruz el afirmar en la Misa una nueva virtud propiciatoria independiente de la Cruz y añadida a ésta, concedo la menor; el afirmar su carácter propiciatorio por la misma virtud propiciatoria de la Cruz, niego la menor.

 

Hemos visto que León XIII afirma expresamente que la expiación del sacrificio de la Misa no es otra distinta sino enteramente la misma expiación de la Cruz (Nº, 217). Pues lo único que puede aplacar de condigno a Dios ofendido, es el sacrificio de Su hijo Unigénito ofrecido por Él mismo con infinita caridad; del cual sacrificio la Misa no es sino la representación objetiva y la repetición memorial. Así pues por ella la misma Víctima es mostrada de nuevo en presencia de Dios por el mismo Sacerdote mediante una inmolación mística e incruenta (D 940). Mas puesto que el sacrificio de la Cruz fue perfecto y totalmente completo por parte de Jesucristo, esta nueva presentación de la víctima ante Dios no tiene en sí misma, por parte de Jesucristo mismo, índole de nuevo mérito o de nueva satisfacción (pues tampoco Jesucristo ya puede hacer esto), sino que tiene índole de una nueva aplicación de los méritos y de la satisfacción de Jesucristo en la Cruz. De donde la Misa no sólo no rebaja al sacrificio de la Cruz, sino que hace la eficacia de este sacrificio perenne y actual.

 

2. La aplicación de los méritos y de la satisfacción de Jesucristo no pueden llevarse a cabo mediante 'la Misa; pues esta aplicación debe realizarse por algún acto, que tienda directamente a la santificación de los hombres; es así que la Misa, en cuanto sacrificio, no tiende directamente a la santificación de los hombres, sino al culto de Dios; luego esta aplicación no puede realizarse mediante la Misa.

 

Respuesta. Distingo la mayor. Esta aplicación debe realizarse eficientemente de modo instrumental por un acto que tienda directamente a la santificación de los hombres, concedo la mayor; esta aplicación debe realizarse impetratoriamente por un acto que tienda directamente a la santificación, niego la mayor y concedida la menor distingo igualmente la consecuencia. Esta aplicación no puede realizarse mediante la Misa eficientemente de un moda instrumental, concedo la consecuencia; tampoco puede realizarse impetratoriamente, niego la consecuencia.

 

Hay que tener en cuenta la distinta índole de sacrificio y de sacramento. Éste santifica eficientemente de un modo instrumental; aquél santifica por la virtud impetratoria, que tiene en presencia de Dios.

 

224.- Escolio 1. De la extensión de los frutos de la Misa. a) Respecto a la cuestión acerca de por quienes se ofrece el sacrificio de la Misa, el Concilio Tridentino enseña en la sesión 22, c,1 (D 940) y c.3 (D 950); «por los pecados, las penas, las satisfacciones y otras necesidades de los fieles vivos y también por los difuntos que han muerto en Jesucristo sin haber totalmente purgado sus faltas» (véase D 983 y 997); esto es «por todos los fieles que pertenecen al Cuerpo de Jesucristo» (D 944).

 

b) «Por los pecados» se ofrece la Misa no directamente para remisión de éstos, pino para remisión de las penas debidas por los pecados; y se ofrece la Misa- por- los pecados indirectamente, en cuanto que, Dios aplacado por el sacrificio concede al pecador la gracia y el don de la penitencia y de este .modo perdona sus pecados (D 940), a saber concediéndole una gracia actual, por la que el pecador se disponga a obtener la justificación por la vía ordinaria. «Por las penas y satisfacciones» se ofrece la Misa, a fin de que se nos apliquen las satisfacciones infinitas de Jesucristo. «Por otras necesidades», para que en éstas se nos socorra por los méritos de Jesucristo y a manera de impetración. «Por los difuntos» a manera de sufragio.

 

c) La Misa no se ofrece por los Santos; pues no tienen nada que expiar ni que pedir. Por otra parte la Misa no puede ofrecerse a ellos, puesto que el sacrificio es un acto de latría que se tributa exclusivamente a Dios. Sin embargo la Misa se ofrece «en honor de los Santos» (D 941 y 952), no sólo para que Dios «que los ha coronado», sea honrado en sus Santos (fin latréutico> ni sólo para que demos a Dios «gracias por las victorias de aquéllos» (fin eucarístico), sino también para implorar el patrocinio de los Santos y obtener su intercesión en presencia de Dios; a saber en cuanto que Dios a causa de las preces de los Santos reciba más favorablemente nuestra oración y «se dignen interceder por nosotros en el cielo aquéllos a quienes recordamos en la tierra».

 

225.- Escolio 2. Del modo y la naturaleza de la eficacia en el sacrificio de la Misa. a) El sacrificio de la Misa obra sus efectos «ex opere operato», a saber por la sola realización válida del sacrificio mismo. Tiene este modo de obrar por el hecho de que la víctima y el oferente principal son independientes de las condiciones meramente humanas. Tal efecto se sigue inmediatamente para toda la Iglesia (fruto general de la Misa) y para el sacerdote celebrante (fruto especialísimo, el cual es personal e intransferible), y a su manera también para los otros que participan activamente en la Misa. Ahora bien respecto a aquellas personas, a las que se intenta especialmente que aproveche la Misa (fruto especial), el efecto «ex opere operato» se sigue mediante la libre determinación del celebrante, la cual se requiere como condición.

 

b) Más la Misa tiene también sus fines «ex opere operantis», en cuanto que es una obra buena realizada por hombres justos. En efecto esta obra es meritoria, satisfactoria e impetratoria, según la medida de la gracia y de la caridad y de las otras virtudes, que el celebrante practique en ella.

 

c) Se distingue además todavía un tercer modo a manera de «ex opere operato», esto es «ex opere operantis» de la Iglesia, por el que la Misa produce sus efectos. Pues la Misa es una obra oficial de la Iglesia. Ahora bien una obra oficial de la Iglesia, en cuanto que ésta es Esposa incontaminada de Cristo (por tanto santa y muy estrechamente unida con su Cabeza), no puede dejar de ser muy grata a Dios 'y colmada de gran valor impetratorio. Sin embargo este valor impetratorio aumenta por la devoción habitual de la Iglesia, y crece a causa del número de las personas santas que viven en ese momento en la Iglesia militante.

 

226.- Escolio 3. Del valor infinito de la Misa. a) El valor de la Misa, esto es la cantidad de la eficacia de la misma, en cuanto que es «ex opere operantis» o también «ex opere operantis de la Iglesia», es sin duda finito, según es claro. Por tanto toda la cuestión se plantea acerca del valor de la Misa en cuanto que es «ex opere operato». Y ciertamente, incluso en cuanto tal, puede distinguirse aún un doble valor. Un valor en acto primero y otro en acto segundo.

 

b) El valor de la Misa en acto primero se considera según la virtud, que le compete por su propia naturaleza al sacrificio mismo en orden a producir sus efectos. Se llama también valor de la Misa en cuanto a la suficiencia. Por tanto de este modo considerada, la Misa tiene valor infinito, no sólo en la razón de latría, de acción de gracias, de propiciación e impetración, sino también en la razón de los hombres en cuya utilidad pueden redundar estos frutos. Esta infinitud proviene de la Persona principalmente oferente (sobre todo si ofrece actualmente, según juzgamos) y de la Víctima ofrecida. Ahora bien por el acto mismo de la oblación físicamente considerado no se da un valor infinito (en cuanto que éste es un acto de la voluntad humana de Jesucristo), pero ciertamente se da si se considera moralmente (en cuanto que éste es un acto humano de la Persona divina, la cual dignifica moralmente este acto).

 

c) El valor de la Misa en acto segundo se considera según la virtud o eficacia, que se comunica de hecho actualmente en alguna Misa determinada. Se dice también valor de la Misa en cuanto a la eficacia. Por consiguiente considerada de este modo, la Misa tiene valor infinito en la razón de latría y de acción de gracias; puesto que en esta línea la Misa, infinita en acto primero, no está limitada por ningún sujeto. Pero en la razón de propiciación y de impetración hay gire hacer muchas distinciones. Pues de un modo intensivo, esto es en cuanto al grado de eficacia comunicada, el valor debe decirse finito. De aquí proviene el que según la praxis de la Iglesia se celebren muchas Misas por una misma intención. Y extensivamente, esto es en cuanto al número de personas a las que de hecho aprovecha la Misa, el fruto general y especialísimo es infinito, a saber permanece el mismo fruto para cada una de las personas, aunque el número de éstas se aumente. En cuanto al fruto especial (afirmada comúnmente la virtud del fruto impetratorio), discuten los teólogos acerca del valor del fruto propiciatorio. No obstante parece que hay que decir con más probabilidad que este valor es también finito, no tanto por causa de la finitud del que aplica la Misa (cuya aplicación es sólo una condición), como por voluntad de Jesucristo al instituir la santa Misa.