Articulo VIII
De la felicidad del paraíso

 

TESIS 34. Adán antes del pecado vivía en una gran felicidad externa, incluyendo en esta felicidad el dominio perfecto de las cosas inferiores.

 

775.   Nexo. Puesto que según lo que hemos dicho antes consta que Adán en el orden físico fue dotado del don tan eximio de la inmortalidad, ahora preguntamos además en qué condición vivió Adán respecto a los dolores físicos y respecto a las circunstancias externas de la vida.

 

776.   Nociones. Adán ANTES DEL PECADO se toma esta expresión como en la tesis 30.

 

UNA GRAN FELICIDAD, la cual se considera aquí como cierta bienaventuranza en sentido lato, esto es como un estado determinado bien de una ausencia singular de dolores o bien de un gozo extraordinario de la vida, se entiende ahora: a) No en sentido espiritual, esto es como que brota de la unión de Adán con Dios, bien mediante hábitos sobrenaturales o bien mediante actos de contemplación; lo cual se indica también en la descripción del paraíso, como un lugar, donde Dios habita (Gen 3,8) y donde Adán disfruta del trato amistoso de Dios mismo. b) Ni en sentido moral esto es como que surge, bien de la integridad y a causa de la suma facilidad para todas las operaciones honestas, y por la ausencia de ansiedades internas, o bien del conocimiento de la posesión de la inmortalidad, o bien de la ciencia infusa acerca de lo necesario y lo conveniente para la vida y de la inmunidad respecto al error, de todo lo cual hablaremos después.

 

c) Sino en un sentido físico, esto es en cuanto que nace: negativamente, de la impasibilidad, o sea de la inmunidad condicionada, a saber en el caso de que no pecara Adán, repetimos, de la inmunidad condicionada respecto a todo dolor o molestia corporal (v.gr. respecto a la fatiga, al hambre, a la vejez, a la enfermedad, a las lesiones, al frío, al calor) y positivamente, en cuanto que surge de las circuns­tancias externas de una vida muy agradable.

 

DOMINIO es aquí la potestad: tanto física, esto es la potestad de usar de las cosas inferiores o de reunirlas o de transferirlas, o incluso de destruirlas; como moral o sea el derecho de usar de esta potestad física.

 

PERFECTO esto es mayor que el que tiene ahora el hombre, a saber en cuanto que las cosas no le dañarían nada y obedecerían con prontitud al hombre que les daría órdenes razonables. Ahora bien sería diverso según la naturaleza de las cosas respecto a las cuales actuara, y por tanto también guardando la debida proporción de ellas.

 

LAS COSAS INFERIORES, a saber: los animales, incluso las fieras: mucho más las plantas; las cosas inanimadas terrestres, y, guardada la debida proporción, también las celestes. Por consiguiente no nos referimos a los ángeles.

 

777.Adversarios. Los Pelagianos, los Socianistas, los Racionalistas (n.696, 701s).

 

778.Doctrina de la Iglesia. El C. Tridentino (D 789): «Si alguno... afirma...que Adán manchado por el pecado de desobediencia transmitió a todo el género humano solamente la muerte y las penas del cuerpo, y no en cambio también el pecado... sea anatema».

 

Con estas palabras se define directamente que Adán transmitió al linaje humano el pecado, e indirectamente que Adán transmitió las penas del cuerpo. Por consiguien­te se define implícitamente, si bien indirectamente, que el linaje humano antes del pecado estuvo inmune de estas penas.

 

La Comisión Bíblica (D 2123), a la pregunta que se le formuló acerca de «si en concreto el sentido literal e histórico de los tres primeros capítulos del Génesis puede ponerse en duda cuando se trata de los hechos en dichos capítulos, hechos que se refieren a los fundamentos de la religión cristiana: como son, entre otros...,la felicidad original de los primeros padres en el estado de justicia, de integridad y de inmortalidad... respondió: Negativamente».

 

Aquí parece que se trata directamente de la felicidad según brotaba esta de la gracia, de la integridad de la inmortalidad; ahora bien en su sentido obvio se entiende también el texto al menos respecto a la inmunidad de las penas del cuerpo, puesto que éstas son siempre alguna clase de preparación para la muerte, y sin duda también acerca del gozo de la vida exterior, puesto que éste se menciona claramente en el Génesis, y ya que la palabra "felicidad" cuando se trata de la vida del hombre en la tierra, indica de suyo lo mismo.

 

PIO XII: ¿Acaso Dios, el cual en el momento de la creación «dio al hombre el poder sobre las cosas que hay en la tierra» retractó su palabra?. De ninguna manera. Muy lejos de quitar al hombre la potestad de dominar la tierra, Dios le confirmó dicha potestad el día en que su Hijo Unigénito se encarnó «habiendo propuesto Dios Padre...instaurar todas las cosas en Cristo, lo que está en el cielo y lo que está en la tierra, instaurarlo en Cristo mismo»... Cristo... afirmó que el dominio sobre el mundo es de distinto grado en Dios y en el hombre y que por ello no puede obtenerse más que en el Espíritu de Dios...

 

El Creador envió al hombre, imagen de su Espíritu, al mundo, a fin de que sea éste dueño del mundo con su conocimiento, con su voluntad, con su actuación, alcanzando para sí como suya... «intensiva y colectivamente» la semejanza de la verdad y de la bondad eternas, difundidas extensivamente en el mundo...

 

Con estas palabras y las siguientes el Pontífice indica el dominio sobre el mundo que el hombre ha recibido al comienzo y el cual, perdido por el pecado, lo recupera en Cristo por el Espíritu Santo.

 

779.Valor dogmático. De fe divina y católica definida (D 789) es la inmunidad de las penas del cuerpo. Común y cierta en teología es la tesis acerca de la gran felicidad y respecto al dominio incluso, según parece, perfecto.

 

780.Se prueba por la sagrada Escritura. 1) La impasibilidad. Gen 3,16-19: A la mujer le dijo: «Tantas haré tus fatigas cuantos sean tus embarazos (esto es las fatigas de tus embarazos): Con dolor parirás los hijos. Hacia tu marido irá tu apetencia y él te dominará». Al hombre le dijo: «Maldito sea el suelo por tu causa (esto es o bien en tu pecado o bien por ti); con fatiga sacarás de él el alimento todos los días de tu vida. Espinas y abrojos te producirá y comerás la hierba del campo. Con el sudor de tu rostro comerás el pan...».

 

Esta sentencia dada después y a causa del pecado da por supuesto que lo que encierra no lo habían tenido los primeros padres antes del pecado, al menos en lo que tiene de molesto. Ahora bien esto parece que comprende todo lo que se refiere a la madre de familia en cuanto tal y al esposo, bien en cuanto padre de familia (en igualdad de condiciones) bien en cuanto labrador, y por tanto en la práctica todo lo que concierne a la vida de ellos, v.gr. en la mujer las incomodidades de las épocas en que queda en estado (a las cuales sin duda se añaden todas las incomodidades que le sobrevienen a la madre en lo que se refiere a criar y a educar al hijo, etc.). de donde con todo derecho se argumenta "a par?' respecto a la ausencia de otras molestias.

 

Hemos dicho «al menos en lo que tiene de molesto», pues también sin el pecado trabajaría el hombre (2,15) o la mujer estaría sujeta a su manera al marido, y sería laborioso (si bien no doloroso) el parto, y sin duda también germinaría la tierra abrojos.

 

2) Circunstancias externas honestamente agradables. Gen 2,8-17: Luego plantó Yahvé Dios (por lo cual se ve la solicitud de Dios para con ellos, y por tanto sin duda la gran importancia de la obra) ...un paraíso (en hebreo "gan" - vocablo de origen sumerio - esto es un jardín) placentero (en el texto hebreo "beedem", o sea "en Edén" y por tanto, según el sentido de este vocablo de origen también sumerio, o bien "delicioso" o bien - lo que es mucho más probable - en la región llamada "Edén" precisamente por su fecundidad y riqueza) al oriente, donde colocó al hombre que había formado. Yahvé Dios hizo brotar del suelo toda clase de árboles deleitosos a la vista y buenos para comer, y en medio del jardín el árbol de la vida, y el árbol de la ciencia del bien y del mal. Del Edén salía un río que regaba el jardín y desde allí se repartía en cuatro brazos, el uno se llamaba Pisón... tomó, pues, Yahvé Dios al hombre y le dejó en el jardín de Edén, para que lo labrase. (con un trabajo fácil y agradable, según se ve por el castigo impuesto a Adán), y cuidase (esto es para que no lo perdiera por el pecado o, lo que es más probable para que lo conservara y ciertamente tal cual lo había recibido); y Dios impuso al hombre este mandamiento: De cualquier árbol del jardín puedes comer... Todo lo cual debemos juzgar que se refiere a alguna realidad verdadera, aunque el paraíso mismo tal vez se tome en sentido simbólico, como se dirá después.

 

3)    Abundancia de los bienes concedidos a Adán y dominio de las cosas inferiores que le fue otorgado. Gen 1,28s: Y hendí joles Dios y dí joles Dios: Sed fecundos y multiplicaos y henchid la tierra y sometedla; mandad en los peces del mar y en las aves de los cielos y en todo animal que serpea sobre la tierra. Dijo Dios: Ved que os he dado toda hierba de semilla que existe sobre la haz de toda la tierra, así como todo árbol que lleva fruto de semilla; para vosotros será de alimento...

 

4)    La perfección del dominio está clara por el hecho de que son llevados todos los animales a Adán, a fin de que les ponga nombre a ellos: Y Yahvé Dios formó del suelo todos los animales del campo y todas las aves del cielo y los llevó ante el hombre para ver como los llamaba, y para que cada ser viviente tuviese el nombre que el hombre le diera... (Gen 2,19s).

 

781. Se prueba por la tradición. 1) La felicidad. S.AGUSTIN (R 1762): Nada molesto tenía el cuerpo, en cambio poseía gran abundancia de bienes, y no carecía de todo aquello que Adán rectamente deseara. «Así pues el hombre vivía en el paraíso como quería... Vivía sin ninguna necesidad...tenía comida para no pasar hambre; bebida para no pasar sed...No había en su cuerpo corrupción alguna, ni a causa del cuerpo tenía ninguna molestia en ninguno de sus sentidos. Ninguna enfermedad interior, no temía ningún golpe que le viniera de fuera. Gozaba de una salud extraordinaria en la carne... en el paraíso era tal la temperatura que no hacía ni calor ni frío...».

 

«...En una tan gran afluencia de tantos bienes..., ni se temía la muerte, ni ninguna enfermedad corporal; ni faltaba nada que pudiera obtener la buena voluntad, ni había algo que perjudicara a la carne o al espíritu del hombre que vivía felizmen­te... por consiguiente iqué felices eran nuestro primeros padres!..., no tenían que sufrir por ninguna clase de incomodidades corporales...».

 

S.JUAN CRISOSTOMO: Adán vivía sin ningún dolor y gozando de toda clase de felicidad y de toda género de delicias. «Yo (Dios)...quería que tú vivieras sin dolores, sin trabajos, sin sudores y sin fatigas y que disfrutaras de toda clase de felicidad, y que no estuvieras sujeto a las necesidades corporales...».

 

«Puesto que... estaba totalmente lleno de placer y su vista disfrutaba del gozo y de la alegría producida por el placer que le proporcionaba el paraíso... por ello le ordenó Dios que cuidara y labrara el paraíso... Quiso que tuviera un pequeño cuidado del jardín, cuidado que por otra parte era conveniente para él, ya cuidando éste, ya labrándolo... Ahora bien ocupado en el trabajo, que ni le produciría dolor ni molestia, podía ser más moderado».

 

2) En concreto el dominio. S.JUAN CRISOSTOMO: «En efecto se muestra por lo que fue dicho, que el hombre desde el principio en plenitud y perfecto había tenido el dominio sobre los animales...ahora bien el que actualmente las fieras nos causen espanto y las temamos y hayamos perdido el dominio sobre ellas, yo tampoco lo niego en verdad; sin embargo esto no indica que la promesa de Dios fuera falsa.

 

Pues desde el principio esto no era así, sino que las fieras temían y temblaban y respetaban a su dueño. Ahora bien cuando por la desobediencia perdimos la confianza ante Dios, también quedó disminuido el dominio sobre las bestias. Oigamos lo que dice la sagrada Escritura acerca de que todos los animales habían estado sometidos al hombre: Y llevó Dios los animales ante el hombre para ver cómo los llamaba. y al ver junto a él las bestias, no saltó espantado, sino que como hace un dueño impuso los nombres a los siervos que le estaban sometidos: Y todo ser, dijo, tuvo el nombre que Adán le dio, lo cual ciertamente es señal de dominio».

 

TEODORETO: «Antes de que hubiera pecado, las bestias asistían a Adán obsequián­dole».

 

782.Razón teológica. La impasibilidad. La inmortalidad conllevaba como conse­cuencia la inmunidad de todas las fatigas, las cuales podrían ser incluso una disposición remotísima para la muerte; luego estaba inmune absolutamente de todo dolor físico.

 

Una gran felicidad, incluyendo el dominio. Esta felicidad que estaba inmune del dolor y que estaba colmada de bienes externos se compaginaba armoniosamente con el conjunto de los otros dones de Adán.

 

El perfecto dominio. El hombre que tenía el apetito sujeto a la razón, mucho más tenía que tener sujeto todo lo que era extrínseco a él.

 

Además según hemos dicho por lo que se refiere a la integridad y a la inmortalidad en la conexión de éstas con la gracia de Adán, parece que hay que decir acerca de la impasibilidad y del dominio indicados, guardada la debida proporción: a saber la gracia de por sí por connaturalidad física o al menos moral (a no ser que Dios no quiera, v.gr. por el pecado original satisfacer a esta exigencia) reclama en el sujeto al que se le otorga unas disposiciones inmejorables tanto internas como externas, a fin de que ella sin ningún estorbo pueda actuar debidamente y el hombre pueda vivir con la vida divina en plenitud y de forma constante. Luego hay que juzgar que esto lo obtuvo en la naturaleza inocente "per se", o sea a no ser que conste lo contrario, incluso mediante la abundancia de bienes externos y mediante la ausencia de dificultades a causa de otras creaturas materiales, puesto que todo esto puede ayudar mucho en orden a completar perfectamente la obra de la gracia.

 

783.Escolio 1. La felicidad externa de Adán fue preternatural. La Iglesia condenó aquellas proposiciones de Bayo, con las que parecía que indicaba que el dolor no le es debido al hombre más que por el pecado: «Absolutamente todas las aflicciones de los justos son castigos de los pecados mismos...» (D 1072); «...La bienaventurada Virgen murió a causa del pecado contraído por Adán, y todas sus aflicciones en esta vida así como la de los otros justos fueron castigos del pecado actual u original» (R 1073).

 

También condenó la proposición de Quesnel: «Nunca Dios aflige a los inocentes, y las aflicciones siempre sirven o bien para castigar el pecado o bien para purificar al pecador» (D 1420).

 

La doctrina que se deriva de estas condenas está de acuerdo con la idea que dan por supuestas las fuentes teológicas: no todas las aflicciones temporales de los hombres, bien individuales bien colectivas, son necesariamente castigo de algún pecado, sino que ellas con frecuencia pueden deberse a otras causas, de tal manera que, sin la revelación divina, nunca consta con certeza el que esta o aquella aflicción concreta es castigo de algún pecado.

 

La sagrada Escritura presenta con suficiente claridad la condición de la felicidad externa de Adán como pura gracia, en la descripción misma: a) Del paraíso como lugar especialmente preparado para el hombre, creado, según parece, fuera de él, y trasladado a él (luego no por los méritos del hombre, sino por gratuito beneficio de Dios). Gen 2,8.15: Luego plantó Yahvé Dios un jardín en Edén...donde colocó al hombre que había formado... tomó, pues, Yahvé Dios al hombre y le dejó en el jardín de Edén... b) de la vida paradisíaca rodeada de una abundancia y variedad de bienes tal, que de ningún modo se requieren para llevar honestamente la vida humana (Gen 1,26-3; 2,8-20).

 

La razón teológica muestra: a) Que la impasibilidad es a manera de un prerrequisi­to de la inmortalidad, la cual era preternatural. Ahora bien, si los agentes externos o internos hubieran podido "per se" ocasionar la muerte al hombre, mucho más hubieran podido producirle pequeños dolores. b) Que el hombre sin esta felicidad hubiera podido alcanzar su fin último y hallar muchas ocasiones para ejercer su virtud y méritos en orden a la bienaventuranza.

 

En concreto respecto al dominio. Si dentro del hombre mismo el apetito sensitivo no estuviera naturalmente sujeto completamente a la razón, ¿qué tiene de extraño el que los animales separados físicamente de él pudieran naturalmente no estar plenamente sujetos a él?

 

Objeción. a) Al comienzo de la humanidad los partos eran sin dolor. Luego al menos esta impasibilidad no es preternatural.

 

Pase la mayor. Recientemente ha sido afirmado esto por cierta persona perita en la materia, ya que la función natural, esto es según las leyes ordinarias, no puede ser tan violenta, de tal manera que dichos fenómenos dolorosos solamente más tarde se dieran entre los hombres en virtud de asociaciones arbitrarias, o sea de reflejos condicionados.

 

Sin embargo esto no se prueba de ningún modo.Según la historia religiosa y profana conocida por nosotros, en los partos lo común era que hubiera dolores (tal vez hubo algunas excepciones). Y esto no va en contra de la naturaleza. Ya que nos damos cuenta acertadamente de que ésta pueda querer producir de dicho modo fisiológica y psicológicamente la conciencia de este acto.

 

Si desde el principio se dieron estos dolores, el hagiógrafo quiere hacer mención de ellos, por otra parte de hecho parece que esto lo da por supuesto el texto sagrado. Ahora bien aunque estos dolores no se hubieran dado desde el principio, el texto sagrado se mantiene plenamente firme; pues éste indica a la madre en cuanto madre que debe soportar muchos dolores, si bien no dice cuales. Por otra parte siendo así que el autor sagrado veía que en su tiempo se daban los dolores en el parto, nada tiene de extraño que al menos implícitamente haga mención de ellos en Gen 3,16, sin que no obstante afirme que éstos ya desde el principio necesariamente se había dado en los partos.

 

N.B a) No puede decirse que la inocencia de Adán fue la razón que exigía los dones de la justicia original o alguno de estos dones, siendo así que ésta era meramente negativa o sea pura carencia de pecado, la cual en cuando tal no puede ser la razón de exigir más de lo que la naturaleza exige de por sí.

 

b)    Acerca del modo como se alcanzaría la impasibilidad de Adán, no hay que decir nada especial, a excepción de lo que se ha dicho acerca del modo de alcanzar la inmortalidad de éste, de la cual se consideraría que aquella era una consecuencia connatural (1 q.97 a.2 hasta 4).

 

c)    La impasibilidad misma de Adán ya por sí misma, incluso sin ninguna otra razón, exigiría "per se" algo especial para el dominio externo, puesto que de otra manera la impasibilidad difícilmente se mantendría sin continuos milagros de Dios; ahora bien para que estos milagros no se multiplicaran necesariamente, hay quienes hipotéticamente recurren para su obtención, para hacer aflorar natural y preternaturalmente ciertas fuerzas ocultas del hombre, v.gr. la telepatía, la clarividencia.

 

784. Escolio 2. Acerca del paraíso. a) de la situación de éste. El hagiógrafo habla del paraíso como de un lugar real geográfico dotado realmente de unas circunstan­cias determinadas de fertilidad y de belleza, de donde los exegetas al preguntarse acerca de la situación de éste, propusieron muchas hipótesis, de entre los cuales exegetas unos le situaban al paraíso fuera de esta tierra, en cambio los católicos y la mayor parte de los no católicos le colocaban en esta tierra. Si bien señalando para él muchos lugares diferentes, y con mucha frecuencia muy apartados (Asia, América, Africa, Europa).

 

Por otra parte «según prácticamente todos los autores católicos, dice Ceuppens,y según muchos autores no católicos, está situado bien en Mesopotamia, bien en regiones inmediatamente limítrofes; si bien cuando se les pide una mayor concreción, ya no coinciden», de tal manera que unos lo colocan como Hum­melauer, Theis, Murillo, Ibero, Delitzsch, en Mesopotamia; otros como Lagrange, Rijkhmans en Caldea cerca de Arabia; otros como Riessler, Landersdorfer, Hommel, Feldmann, en Arabia; otros como Deimel, Sanda, Hoberg, Hetzenauer, en Armenia, otros como van Tichelen, Heinisch, Bea, Clamer, dicen que no puede delimitarse con exactitud su situación; mientras que Ceuppens piensa «que el hagiógrafo no pudo indicarnos la situación del paraíso, por el hecho de que la situación exacta y concreta era desconocida en su tiempo; solamente tuvo la intención de presentarnos la descripción del paraíso y por ello demostrarnos más fácilmente la felicidad de nuestros primeros padres en el Edén... el autor extrajo su narración de la tradición popular y describió el jardín como el pueblo creyó que había sido éste».

 

b)      Más aún, el paraíso de Adán existió siempre según muchos Padres, de tal manera que estos Padres al identificar el paraíso de Adán con el paraíso escatológico concibieron la vida cristiana en su totalidad como regreso al paraíso perdido. Petavio escribió: «Casi toda la antigüedad cristiana tuvo la persuasión de que todavía hoy permanece aquel antiguo domicilio en la tierra de los hombres felices». Para Sto. Tomás: «Este lugar está apartado de nuestra mansión» (1 q.102 a.1. hasta el 3); y no por ello «es sin motivo, porque no está allí la mansión de los hombres después del pecado, pues de este modo se muestra la benignidad de Dios respecto a los hombres y qué es lo que el hombre perdió al pecar, aunque (según se dice) ahora habitan en aquel paraíso Enoch y Elías» (a.2 hasta el 3; cf. 3 q.49 a.5 hasta el 2); «y mientras por lo que hay corporalmente en aquel paraíso, se enseña acerca de lo que pertenece al paraíso celestial, al que se le prepara la entrada al hombre por Jesucristo» (2.2. a.164 a.2 hasta el 4). de hecho hubo entre los cristianos una tradición, la cual ha llegado hasta el s.XVI de que todavía subsistía el paraíso, y ciertamente, se pensaba comúnmente en el tercer cielo (2 Cor 12,2).

 

Sin embargo modernamente, mientras que los racionalistas y no pocos católicos tienen la narración paradisíaca como mítica, entre los católicos que ven siempre en esta narración algo histórico incluso acerca de la condición feliz externa de la vida de Adán, unos como Schedl, sostienen firmemente que el paraíso es un lugar geográfico, otros como Morant, aunque no con plena seguridad prefieren el sentido real acerca de este hecho, otros consideran que esta narración es simbólica, esto es que con ella se designa, no precisamente un lugar sino un estado o condición al mismo tiempo natural y sobrenatural de nuestros primeros padres los cuales gozarían de una familiaridad vital con Dios, de una paz interna armónica cada uno de ellos consigo mismo y externa con las otras creaturas, de una abundancia de bienes en orden a una vida dichosa, de la inmortalidad mediante el árbol de la vida.

 

c)       Del uso del vocablo "paraíso". Por otra parte este vocablo de origen persa, aplicado al lugar original de nuestros primeros padres (Gen 2,8.15) ya entre los judíos de la época mesiánica significó el lugar al que los justos (al menos algunos) iban inmediatamente después de la muerte, igual que después en el N.Testamento (Lc 23,43; 2 Cor 12,4; Apoc 2,7); también en los primeros siglos de una forma especial vieron los exegetas que el paraíso era figura de Cristo, de la Santísima Virgen María, y también de la Iglesia, y en sus ríos vieron la figura de las aguas bautismales.

 

Articulo IX

De la ciencia infusa de Adán

 

TESIS 35. Adán fue dotado de ciencia infusa.

 

785.Nexo. Dios dotó tanto la voluntad de Adán de un dominio perfecto sobre el apetito sensitivo como el cuerpo de éste de la inmortalidad y de la impasibilidad; ahora bien ¿qué decir del entendimiento de Adán?. Sin duda alguna éste fue dotado de las verdades de la fe; ¿en qué condición fue puesto por Dios en cuanto a la ciencia las cosas naturales?. Esta es la cuestión que vamos a tratar.

 

786.Nociones. ADAN indica aquí solamente el primer hombre puesto que acerca de él tratan directamente los argumentos, si bien hay que decir que parece que deben aplicarse proporcionalmente a Eva.

 

Ahora bien la ciencia infusa se considera que es un don personal de nuestros primeros padres, y por tanto un don que no tiene que transmitirse por generación a los descendientes de éstos.

 

CIENCIA se considera aquí como un conocimiento extraordinario: a) No adquirido, el cual se alcanza por el uso natural de las facultades, esto es por el discurso y la experiencia. b) Y tampoco infuso "per se", esto es el cual es intrínsecamente sobrenatural, cual es el conocimiento de los misterios de la fe que tuvo Adán (n.715), y el cual le fue concedido sobrenaturalmente por Dios. c) Sin embargo infuso "per accidens", esto es el cual es intrínsecamente natural, o sea no entitativamente distinto del conocimiento adquirido por nosotros mediante el uso natural de las facultades naturales, ahora bien el cual le fue otorgado por Dios a Adán preternaturalmente, o sea mediante un inmediato influjo divino en su entendimiento (1 q.94 a.3).

 

Este conocimiento en general versaría al menos acerca de Dios,acerca de la ley natural, acerca de la naturaleza física; sin embargo no se intenta aquí determinar la perfección y el grado de su ciencia, a no ser con la fórmula general de que respondía ésta de un modo conveniente a los dones de la justicia original y a la condición en que estaba el primer hombre en orden a la vida humana en el mundo de aquella justicia.

 

787.Adversarios Los Pelagianos, los Racionalistas (n.696-702). HIRSCHER, GÜNTHER y otros, que otorgan a los primeros padres una facultad eximia de su conocimiento, sin embargo una facultad que se desarrollaría paulatinamente sin que poseyera en sus inicios ciencia.

 

788.Valor teológico. Común y cierta en teología. «Es cierto, dice Suárez, que Adán inmediatamente de haber sido creado por Dios poseyó una ciencia natural de la que Dios le dotó».

 

789.   Se prueba por la sagrada Escritura. Esta no trata expresamente de la ciencia insigne de Adán, sin embargo enseña lo que difícilmente se entiende sin dar por supuesta esta ciencia insigne. Así en Gen 2,19 se dice: Y Yahvé Dios formó del suelo todos los animales del campo y todas las aves del cielo y los llevó ante el hombre para ver cómo los llamaba, y para que cada ser viviente tuviese el nombre que el hombre le diera. El hombre puso nombre a todos los ganados, a las aves del cielo y a todos los animales del campo.

 

Si Adán por sí solo llamó a los animales y ciertamente con sus propios nombres a saber describiendo las naturalezas de éstos de modo suficiente según las propiedades sensibles de los mismos, tenía aquella ciencia, que en las circunstancias del primer hombre difícilmente se diría que no era infusa. Este raciocinio no excluye el que se trate de alguna descripción metafórica con la que el hagiógrafo pretenda enseñar alguna doctrina especial y no precisamente la ciencia que Adán tenía acerca de los animales; sin embargo este raciocinio hace resaltar el que el hagiógrafo con ocasión de esta descripción atribuye a Adán la ciencia que difícilmente se encontraría en un solo hombre, como era Adán el único hombre en la tierra, y por consiguiente no instruido por otro hombre. Además entre los babilonios y los hebreos la imposición del nombre indicaba una ciencia perfecta de la naturaleza de la cosa a la que se le imponía dicho nombre como suelen hacer notar los autores.

 

Ahora bien esta ciencia, que se propone directamente acerca de los animales, se juzga con razón que versa acerca de todas las cosas cuyo conocimiento era útil a Adán, sobre todo para desempeñar adecuadamente su función: a) de dueño de todas las cosas de la tierra (Gen 1,28-30): Y bendí joles Dios y dí joles Dios: Sed fecundos y multiplicaos y henchid la tierra y sometedla; mandad en los peces del mar y en las aves de los cielos y en todo animal que ser pea sobre la tierra. Dijo Dios: Vez que os he dado toda hierba de semilla que existe sobre la haz de la tierra, así como todo árbol que lleva fruto de semilla, para vosotros será de alimento... b) De labrador (2,15) : Tomó, pues, Yahvé Dios al hombre y le dejó en el jardín de Edén, para que lo labrase y cuidase (esto es para que lo conservara debidamente cultivado).

 

790.   Ecl 17,1-9: De la tierra creó el Señor al hombre... creó de él mismo una ayuda semejante a él...; de saber e inteligencia los llenó... les enseñó el bien y el mal. Puso su ojo en sus corazones para mostrarles la grandeza de sus obras.

 

Por consiguiente Dios a los primeros padres, que es de los que según el sentido obvio se trata directamente: a) Les llenó de saber e inteligencia sin duda suficientemente perfecta, y por tanto no sólo sobrenatural mediante la fe, sino también natural con una ciencia genuina. Esto lo exige también la potestad que les fue concedida en las cosas que hay sobre la tierra (v.3s). b) Les enseñó el bien y el mal, esto es insertó en ellos la ley natural con la cual les muestra con claridad suficiente según está claro el conocimiento del bien y del mal. c) Les mostró la grandeza de sus obras, esto es los iluminó de tal manera que pudieran conocer bien y estimar debidamente la grandeza de sus obras.

 

791.   Se prueba por la tradición. S.JUAN CRISOSTOMO: Prueba de la ciencia inefable de Adán fue que conocía todos los géneros de los animales. «Te ruego que veas aquí como juntamente con aquella sabiduría inefable, que le fue sobreañadida por Dios, cuyas pruebas nos son demostradas por la imposición de los nombres, que puso a tantos géneros de animales brutos, también recibió la gracia profética.

 

S.AGUSTIN (R 2011) : Prueba de la sabiduría excelentísima fue la imposición de los nombres, lo cual lo muestra hasta la sola razón. «Y no caéis en la cuenta de cuan excelso fue creado Adán, según nos enseña la fe cristiana, el cual puso nombres a todos los géneros de seres vivos: que esto ha sido señal de sabiduría excelentísima, hasta lo leemos en libros no religiosos. Pues se afirma que Pitágoras dijo que había sido el más sabio de todos el que primeramente puso nombre a las cosas».

 

S.CIRILO DE ALEJANDRIA (R 2104): Adán desde el primer instante tuvo sabiduría perfecta. «Adán parece que alcanzó la sabiduría no en el tiempo, como nos ocurre a nosotros que vamos paulatinamente adquiriendo ciencia, sino inmediatamente desde el primer instante de su origen se manifiesta que estuvo dotado de inteligencia perfecta, conservando intacta en sí mismo la iluminación recibida de Dios...».

 

S.JUAN DAMASCENO (R 2360): Adán impuso a los animales nombres actuando co­mo un profeta. «El Creador hizo a éste... al hombre masculino, otorgándole su gracia divina y comunicándose a él mismo por ella: por lo cual sucedió que impuso los nombres a los animales a manera de profeta».

 

792.   Razón teológica. Dios, que hace perfectas las cosas inmediatamente producidas por El, hay que juzgar que sin duda alguna a Adán creado ya en estado adulto y dotado incluso en cuanto al cuerpo de eximios dones naturales y preternaturales y constituido como dueño de todas las cosas, le insertó también la perfección del entendimiento mediante la ciencia infusa: a) Como a persona que carecía de maestro, a fin de que dicha persona conociera inmediatamente las cosas concernientes a la vida diaria, evitara muchos errores, pudiera glorificar mejor a Dios, sobresaliera en virtud de un complejo armónico de dones. b) Como a cabeza de los hombres, para poder instruir y educar adecuadamente a sus hijos.

 

Además la gracia pide en su sujeto al menos en su estado de inocencia "per se" (esto es a no ser que Dios establezca otra cosa v.gr. a causa del pecado original), según se ha dicho en cuanto a los otros dones de la justicia original), aquellas condiciones internas y externas con las cuales pueda actuar mediante sus virtudes sin un especial impedimento, y con las cuales el hombre pueda vivir con plenitud y de forma constante con aquella vida de la gracia de la naturaleza inocente; ahora bien en igualdad de condiciones la gracia encuentra más fácil la vida de actuar en un hombre que conoce las cosas incluso las naturales, que en un hombre desconocedor de estas; luego hay que juzgar que Adán en estado de inocencia tuvo infusa desde el principio cierta ciencia natural.

 

793.   Adán en estado de inocencia y el hombre primitivo. En la hipótesis del transformismo humano la principal dificultad que surge de la teología de Adán en estado de inocencia es ésta, que no parece compaginarse debidamente aquel estado de perfección física y cultural e intelectual, que la investigación teológica suele atribuir al primer hombre, con las invenciones de la ciencia paleantropológica acerca de los primeros hombres como muy imperfectos biológica y psíquicamente. Se han dado muchas soluciones a este problema:

 

1) Se ha dicho que Adán debió realizar el acto de la opción fundamental respecto a su fin en el primer momento de su vida moral. Pues en ese momento tenía los dones indebidos necesarios para la opción, esto es la integridad para obrar en dicho momento, en virtud de la cual con plena claridad y plena ecuanimidad cognoscitivo-volitiva y por tanto con plena libertad, prácticamente a manera de un ángel, y la gracia santificante. Ahora bien en la metafísica tomista el ser que obra libremente sin concupiscencia (como el ángel o el alma separada), si realiza un acto bueno por ello mismo ya no puede pecar más, o sea que está definitivamente confirmado en gracia, por tanto Adán si hubiera elegido el acto bueno, ya después no podría pecar, luego necesariamente (con necesidad meramente lógica) cometió su primer pecado en el primer momento de su vida moral; luego de este modo rechazó la gracia que le fue concedida sin que la aceptara y por tanto sin que ni siquiera en instante alguno él mismo estuviera en amistad con Dios. Ahora bien los restantes dones (la inmortalidad, la impasibilidad, etc.) en este primer momento de su acción no los tuvo más que en cuanto que le fueron ofrecidos, los cuales los hubiera recibido si no hubiera pecado; por consiguiente estos dones pertenecían al conjunto de los dones de Adán, si bien no como sujetos a experiencia. Siendo así que de hecho Adán pecó, se explica el que Dios por una parte al hombre que hipotéticamente surgiera por evolución le infundió la integridad y la gracia, la cual no obstante éste la rechazó, y ya no hizo nada en orden a perfeccionar a Adán bien corporal bien intelectualmente de un modo preternatural, de tal manera por tanto que física e intelectualmente nunca fuera más perfecto que lo que exigía el mismo origen evolucionista.

 

Sin embargo esta solución, que a primera vista parece que es bastante congruente para resolver la dificultad que se ha puesto, tiene las siguientes dificultades: a) Una dificultad histórica , en cuanto que el que quiera seguir una teoría de Sto. Tomás acerca de la opción que éI mismo dice que debe proponérsele al hombre que llega al uso de la razón, omite que el santo Doctor distingue en Adán el acto primero por el que acepta libremente la gracia (1 q.95 a.1) del acto por el que después la rechazó; así mismo en cuanto que esta solución se compaginaría con dificultad con la participación de Eva en el pecado de Adán, más aún con toda la narración genesíaca cual suelen considerarla los exegetas acerca de la duración bastante larga de nuestros primeros padres en el paraíso. b) Tiene también una dificultad teológica, en cuanto que difícilmente mantiene el que Adán de hecho tuvo la gracia santificante y sobre todo la inmortalidad y la impasibilidad. c) Una dificultad filosófica, en cuanto que en uno solo y en el mismo instante Adán conoce claramente los términos posibles de su opción, es tentado por el diablo, y decide definitivamente un asunto tan grave respecto a él y a sus hijos.

 

2) Otra solución ha sido dada radicalmente, a saber que Adán recibió los dones de la justicia original, pero que en cuanto a otras perfecciones físicas y en cuanto a los conocimientos naturales su condición fue la que la paleontología descubre en hombres primitivos.

 

Sin embargo si en esta solución se admite que Dios dotó al primer hombre nacido por evolución de un modo tan milagroso de los dones sobrenaturales (con la revelación oportuna de los misterios) más aún de extraordinarios dones preternaturales con los que fuera perfeccionado portentosamente en su naturaleza misma, esto es de los dones de integridad y de inmortalidad y de impasibilidad, es totalmente congruo el suponer que Dios le infundió alguna ciencia especial de las cosas de la naturaleza: a) A fin de que la gracia en el hombre instruido actuara con más facilidad en orden a unir a éste cada vez más con Dios y a fin de que los otros dones enumerados ejercieran de un modo más connatural su influjo en la vida del hombre sin estorbos surgidos de la ignorancia. b) A causa de las razones anteriormente dadas en virtud de la condición especial del primer hombre.

 

Así pues parece que hay que sostener esto, no precisamente como doctrina de fe o absolutamente cierta, pero sí en verdad como doctrina bien fundamentada, aunque no pudiéramos resolver adecuadamente la dificultad puesta acerca de la conciliación de esta doctrina con la ciencia natural ya adquirida. Pues ésta difícilmente podrá mostrar el que estos hombres que piensa que eran primitivos no tuvieron una larga serie de predecesores, en cuyo desarrollo intelectual no se dieran retrocesos en vez de darse progresos, ya que estos retrocesos incluso en época ya histórica han sucedido. Sin embargo de hecho puesto que hoy ya no se distinguen estos estadios de la evolución humana sucesiva, esto es de la forma arcaica, neandertal (la cual más bien parece que es una degeneración por retroceso), sabia, puesto que en las mismas épocas se dan ejemplares de una triple forma, hay en la ciencia quienes juzgan que incluso las formas arcaicas de Ios hombres fueron biológicamente ya perfectamente humanas, más aún que incluso las actuales han sido más antiguas que aquellas, sin que por consiguiente la ciencia exija el que consideremos a los hombres primitivos, al menos a todos, próximos a los animales; lo cual podría tener valor también en cuanto a su psiquismo.

 

3) de suyo aunque Adán hubiera procedido de hecho de un animal, no consta que él hubiera debido recibir necesariamente al mismo tiempo que los dones preternaturales y la gracia una constitución biológica perfecta y una ciencia natural eminente. Pudo por tanto al principio aparecer con aquella forma con la que se han descubierto tipos antiguos, la cual paulatinamente se perfeccionaría naturalmente, o incluso pretematuralmente; en este último caso sus hijos después del pecado pudieron nacer en una forma física imperfecta, con la cual hubieran vivido naturalmente al menos si Adán no hubiera sido dotado de la justicia original. En cuanto a la ciencia, Adán juntamente con los dones sobrenaturales recibió la revelación de las verdades religiosas, creyendo en las cuales tributara el debido culto a Dios, lo cual no hubiera podido suceder en el primer hombre sin una poderosa fuerza intelectual; en cuanto al conocimiento de las cosas naturales: a) Sin duda alguna en virtud de su mente muy lúcida a causa de la integridad y de los otros dones preternaturales tenía Adán una gran capacidad de aprender. b) de donde pudo al principio recibir aquellos conocimientos infusos que le fueran suficientes en orden a atender debidamente a las necesidades de la vida, y no necesariamente una ciencia perfecta que él mismo podría obtener muy fácilmente por sí. En cambio después del pecado nada impide el que, una vez perdidos los dones preternaturales, Adán y después sus hijos carecieran ya de aquella portentosa facilidad de aprender; y estos por otra parte pudieron nacer más o menos en aquella condición intelectual que hubieran tenido naciendo en un estado puramente natural. Pero es que además no ha sido excluido ni siquiera es improbable un retroceso intelectual de los hombres a lo largo de lo muchos siglos que precedieron a la historia humana. Por consiguiente atendiendo a todo esto no parece que haya nada en contra de los dones de la justicia original.

 

794.     Corolario. Puesto que hemos probado que Adán tuvo ciencia infusa "per accidens" por ello mismo hemos probado que esta ciencia era preternatural, en efecto: a) Por parte de la potencia, el modo de conocer proporcionado al hombre es el siguiente: Por las especies inteligibles que su entendi­miento, previa la sensación, abstrae de los fantasmas. b) Por parte de la exigencia, Adán podría sin esta ciencia tan vigorosa y tan extensa llevar una vida verdaderamente honesta. de aquí que S.Juan Crisóstomo, S.Cirilo de Alejandría (R 2104), S.Juan Damasceno (R 2360),atribuyen esta ciencia a la gracia de Dios (n.791).

 

795.     Escolio 1. ¿Cuándo fue infundida en Adán la ciencia natural? Según Súarez, «inmediatamente de haber sido creado por Dios». Esto parece más verdad, puesto que dicha ciencia fue al instante conveniente para Adán. de hecho ya antes de la formación de Eva usa de la ciencia de las cosas y del habla humana (Gen 2,19s). S.Cirilo de Alejandría (R 2104): «... Adán... inmediatamente desde los primeros tiempos de su origen se muestra perfecto en su inteligencia».

 

Escolio 2. ¿Cuál fue la ciencia infusa de Adán?. La misma que la nuestra en cuanto al objeto y al modo de conocer, esto es por las especies de la misma razón que las nuestras y por la conversión a los fantasmas. Diferente de la nuestra en cuanto al modo de adquirirla, puesto que Dios incluyó en él con un influjo inmediato las especies intelectivas y las especies sensibles previas a éstas, las cuales nosotros alcanzamos por los sentidos y por la fantasía; así mismo en cuanto a la perfección accidental de los actos mismos a causa de la excelencia, del ingenio y de los fantasmas y de los sentidos y a causa de la moderación de las pasiones, etc.

 

Escolio 3. Acerca del ámbito de la ciencia infusa de Adán. Con toda razón dice Pesch: «Como la revelación no enseña nada acerca de este tema, los teólogos estudian con conjeturas probables el determinar el ámbito de esta ciencia». Los antiguos teólogos la extendían demasiado. Así Sto Tomás: «El primer hombre fue instituido por Dios de tal manera, que tenía ciencia de todas las cosas en las que el hombre ha nacido para ser instruido. Estas cosas son todas aquellas que existían virtualmente en los primeros principios conocidos "per se", a saber todo lo que pueden conocer naturalmente los hombres» (1 q.94 a.3). Y de este modo poco más o menos viene a decir Suárez, y recientemente Mazzella, Palmieri. Luego en consecuencia Adán no podría avanzar en la ciencia infusa.

 

Los actuales teólogos, tal vez por influjo de la exégesis crítica, hablan acerca de esto con más moderación. «Ahora bien de qué modo fue esta ciencia, dice Perrone…,cuanta fue su amplitud, qué limites tuvo, es algo difícil de determinar; solamente puede decirse esto. Que esta ciencia fue totalmente conforme con su antigua condición». Con este principio los teólogos posteriores están de buena gana de acuerdo. En concreto podría decirse que él mismo recibió tal ciencia de lo religioso, de lo moral, de lo físico (cuyo grado no puede ser determinado) cual era la que exigía su condición y la condición de hombre inocente (dotado de eximios dones indebidos) y cuya condición de hombre solo y su función de cabeza de los hombres, a fin de atender desde el principio suficientemente a las necesidades y a lo conveniente de la vida, y para poder además con su mente clara y vigorosa hacer grandes progresos en ella. De donde no hay que suponer que esta ciencia alcanzó : a) A los secretos de los corazones, a los futuros libres o a otras cosas que el hombre con el uso natural de sus facultades de ningún modo puede conocer (1 q.94 a.3). b). Más aún, de suyo tampoco otras cosas de las que no queda ningún vestigio de conocimiento en los descendientes de Adán. c) Ciertamente tendría aquellos conocimientos que tal vez exigiría connaturalmente en el uso cotidiano de las cosas materiales el ejercicio perfecto de los dones sobrenaturales y preternaturales, v.gr. la impasibilidad.

 

Escolio 4. ¿Pudo equivocarse Adán? a) Ciertamente al pecar: bien gravemente v.gr. por herejía o por grave juicio temerario, puesto que era libre en orden a pecar gravemente; bien levemente v.gr. por un leve juicio temerario, en el caso de que Adán en estado de inocencia hubiera podido pecar venialmente, acerca de lo cual se discute, según se dirá después. Así mismo sin cometer pecado probablemente, según S.Buenaventura, si bien no con adhesión firme, sino mediante alguna clase de estimación y sólo en algo opinable y de lo cual aquél carecería de ciencia infusa, sobre todo puesto que de este modo ni incurriría en pecado ni en daño alguno.

 

b) En cambio no con un error no pecaminoso, en virtud del cual lo falso se considere como verdadero, y lo incierto como cierto, o por el contrario, según S. Agustín, Sto. Tomás (a.4), Suárez, y otros comúnmente, puesto que el equivocarse es un gran mal y por consiguiente parece que implica contradicción con el estado de inocencia.[1]

 

Esta inerrancia se derivaría de la excelencia de su ingenio, de la ciencia infusa y sobre todo de la providencia divina. Ahora bien, según hace notar con toda razón Berazza, en ningún lugar se prueba que la perfección del estado de Adán fue tan grande que excluyera todo error. Hurter además añade: «Y en verdad si pudo pecar ¿por qué no pudo también equivocarse?». Sin embargo, dándose tal vez la posibilidad de equivocarse, siempre quedaría a salvo la impasibilidad. Por otra parte la inerrancia no excluiría el desconocimiento, o sea la simple limitación de la ciencia, puesto que ésta no tiene razón de mal; ni la duda prudente positiva y negativa, ya que ninguna de las dos contiene error.

 

Escolio 5. De la actitud de Adán para aprender. Adán gozaba de una aptitud extraordinaria para aprender, puesto que se daban en él un gran ingenio, una eximia moderación de las pasiones, unos sentidos en estado extraordinarios y una fantasía obediente y perfecta, una disposición muy adecuada de los órganos que concurrían extrínsecamente en orden a la acción de entender, ninguna clase de preocupación por buscar lo necesario para la vida.[2]

 

796. Escolio 6. ¿Qué se transmitiría de la ciencia de Adán a sus descendientes juntamente con los otros dones de la justicia original?. No la misma ciencia actual puesto que no hay ninguna razón para afirmar esto ni extrayendo dicha razón de la sagrada Escritura ni de los SS.Padres ni de la condición de los descendientes, puesto que esta condición era distinta de la condición de Adán, que era un hombre solo y cabeza del género humano. «Ahora bien era suficiente - dice Sto. Tomás - si tenían apenas nacidos tanta perfección, cuanta requiere el comienzo de la perfección natural». (De Ver. q.18 a.7).

 

Ciertamente se les transmitiría: a) La aptitud de aprender, en cuanto que ésta era consecuencia de los dones de la justicia original. De aquí que «los niños en estado de inocencia no nacerían perfectos en ciencia, sino que hubieran adquirido ésta en un proceso temporal sin dificultad mediante el descubrimiento o el aprendizaje» (1 q.101 a.1). h) La inerrancia en el grado en que la tuviera Adán, puesto que esta razón vale también para los hijos de éste.

 

79'7. Escolio 7. Acerca del origen de la lengua. Se trata de la lengua no natural, esto es que debe expresarse mediante cualesquiera gestos o sonidos, sino de una lengua artificiosa, esto es consistente en vocablos articulados y adecuadamente conexionados entre sí en orden a expresar los conceptos de la mente.

 

Dejando aparte los a Materialistas, los cuales, al excluir la intervención de Dios, tienen lógicamente que atribuir la lengua al hombre mismo en su desarrollo, la atribuyen: a) A la revelación divina, bien porque, una vez que se dio ésta el hombre halló de hecho la lengua, o bien porque "per se" no hubiera podido dar con ella sin la revelación divina, y muchos teólogas bastante antiguos como Pereira, ciertos filósofos como Balmes, los Tradicionalistas como Bonald. Sin embargo con ninguna razón probable se prueba esto, o sea que Dios enseñó a Adán cada una de las palabras y expresiones. b) Al hombre mismo, dada la aptitud que éste tenía recibida de Dios, unos pocos Padres que trataron acerca de este tema, como S.Agustín (R 1537), S.Gregorio Niceno (R 1051), otros como Schmidt. Sin embargo ¿puede el hombre viviendo en estado solitario, incluso siendo muy sobresaliente en cuanto a su ingenio, en tan breve tiempo formar una lengua sin el auxilio preternatural de Dios?. c) En parte al hombre y en parte a Dios, que o bien disponía al hombre también en orden a esto por la ciencia infusa, o bien le ayudaba preternaturalmente de otro modo, Pesch, Boyer, Pohle-Gierens, Beraza, Schmidt, etc.

 

Ahora bien esto pudo suceder de tal manera, que Dios (aparte de un órgano muy adecuado para hablar y la inclinación natural para expresar mediante las palabras los conceptos, ofreciera a Adán (e igualmente a Eva) la ocasión de ejercer esto; además les sugeriría de un modo preternatural (o bien habitualmente o bien a manera de acto) los diversos modos de emitir sonidos y de emitir las palabras, y prestaría ayuda a su memoria, a fin de que retuviera las palabras ya pronunciadas y las expresiones que ya había formado. De hecho ya antes de la creación de Eva es presentado a Adán poniendo nombre a los animales (2,19s); en toda hipótesis hay que dar por supuesto que Adán estuvo desde el principio en tal condición respecto a la lengua, que nada podía sufrir o ningún estorbo podía hallar en orden a cumplir debidamente sus funciones a causa de la falta o la imperfección de la lengua. Y por otra parte podrían elucubrarse muchos modos por los que podemos considerar que los mismos primeros padres pudieron emplearse y avanzar con sus facultades naturales en la obtención de esto, v.gr. por la conexión de signos verbales y de significación real.

 

Articulo X

De la condición de los descendientes de Adán en el estado de justicia original

 

798.   Si Adán no hubiera pecado ¿en qué condición estaría el linaje humano?. Esta cuestión general incluye muchas cuestiones especiales, las principales de las cuales pasamos ahora a mencionar.

 

799.   De la transmisión de la justicia original. Aunque las tesis anteriores versen directamente acerca de la justicia original de Adán, consta suficientemente por los argumentos de ellas que también se refieren a los descendientes de Adán. Así pues ahora vamos a tratar directamente acerca de esto. Por consiguiente los dones de la gracia santificante, de la integridad, de la inmortalidad y de la impasibilidad también iban a ser infundidos en los descendientes de Adán.

 

Hay que decir que esta transmisión, dejando a salvo, las reducciones que vamos a hacer enseguida, con aquella certeza con la que consta que Adán tuvo estos dones, y que por ello nuestro aserto en cuanto a cada uno de los dones es del mismo valor teológico que en cuanto a cada uno de los dones de Adán.

 

Esto por otra parte se prueba prácticamente por las mismas razones por las que se prueba que Adán tuvo dichos dones, o sea en cuanto que las fuentes enseñan esto explícita o implícitamente: o bien afirmando en general que Adán perdió para sí y para nosotros la justicia y la santidad juntamente con los otros dones del cuerpo y del alma; o bien al decir que estos dones habían existido antes del pecado, de tal manera que la privación de ellos sobrevino por el pecado; o bien al exponer nuestra restauración llevada a cabo por Cristo como regreso a aquello que perdimos por Adán; o sencillamente al describir las circunstancias de la felicidad en las que fue puesto el hombre al ser creado por Dios, ya que no hay ninguna razón prudente para suponer que esta condición fue estrictamente personal de Adán y que no estaba más bien destinada a todo el linaje humano; o al testificar que nosotros recibimos dichos dones en Adán o que los perdimos en él mismo cuando pecó.

 

Parece que hay que decir lo mismo, guardando la debida proporción, acerca de la abundancia de bienes juntamente con el perfecto dominio sobre las cosas del mundo, si bien no consta acerca del grado como sería transmitida esta abundancia de bienes, puesto que tampoco consta si todos los hombres permanecerían en el paraíso lo cual parece menos probable. La ciencia infusa "per accidens" no se transmitiría a los descendientes de Adán, lo cual parece que también hay que decir de la ciencia infusa "per se", puesto que dichos descendientes podrían aprender de Adán todo lo necesario o lo útil.

 

De los dones que iban a ser transmitidos, el principal era la gracia santificante, como se ve fácilmente por las fuentes las cuales o bien mencionan la pérdida de ésta como lo más grave (C 789) o bien presentan a Cristo como restituyéndonos por este don al estado primitivo, y por la naturaleza de la cosa, ya que el hombre por este don quedaría elevado a la unión sobrenatural con Dios. De aquí que este don es o bien el fin de los otros, de los cuales estaría al mismo tiempo adornado y se conservaría e incrementaría con más facilidad, o bien la raíz de ellos, en cuanto que dependería la conservación o la pérdida de estos del don de la gracia santificante como de condición sine qua non en su permanencia o en su pérdida, y tal vez como de causa que produciría total o parcialmente dichos dones (Cf. n.693).

 

Ahora bien la justicia original (cualesquiera que sean sus elementos, y por tanto según todos) es, no por ley de la naturaleza sino por positiva ordenación de Dios, un don de la naturaleza, o sea patrimonio de tal manera anejo a la unidad bien de origen bien de estirpe del linaje humano, que todos los descendientes de Adán por vía de generación (de cualquier modo que sea como se explique esto) recibirían este don de aquél, juntamente con la naturaleza misma, y por un derecho similar a manera de hereditario.[3]

 

De este modo se transmitiría, o sea como un don de la naturaleza, también la gracia santificante, según aquellos que identifican esta gracia con la justicia original, si bien de un modo inadecuado, ahora bien no como si fuera producida por los padres como lo es el cuerpo, o como se da la gracia por los sacramentos; pues «no hubiera sido transmitida por la virtualidad del semen, sino que hubiera sido otorgada al hombre inmediatamente que hubiera tenido éste el alma racional» (Sto. Tomás 1. q.100 a.1).

 

Por último según los autores más modernos los cuales distinguen adecuadamente la gracia santificante de la justicia original, ésta sería infundida en los descendientes de Adán como un don de la persona, esto es teniendo en cuenta a ésta, no a la naturaleza, en cuanto justicia original, ahora bien de tal manera que esta gracia fuera la condición sine qua non de la infusión de los restantes dones.

 

La fórmula «transmisión de la justicia original por la generación», indica en general que existió una ley especial de Dios, a fin de que todos los descendientes de Adán recibieran ésta. Ahora bien en concreto no hay que juzgar que la generación dispone directamente para la gracia santificante, a no ser en cuanto dispone el cuerpo para el alma la cual Dios la infunde en el cuerpo dotada de dicha gracia. Sin embargo nada impide el que transmita físicamente, no por naturaleza, sino,

 

800. La justicia original en cuanto social. La justicia de Adán era un bien social, en cuanto que estaba destinada como bien común a todos los hombre venideros. Y además en cuanto que por su naturaleza hubiera sido un vínculo eficacísimo de la unión de todos los hombres: por la gracia santificante y por las virtudes infusas todos vivirían en familiaridad íntima con Dios, como hijos adoptivos de El mismo, y en consecuencia como hermanos de todos los hombres mediante una caridad purísima en conexión mutua mucho más perfecta que la que tienen hoy los hermanos de la misma sangre: por la integridad carecerían de aquel desorden de las pasiones, que ahora perjudica a la paz interna e individual, y por ello a la armonía común: por la inmortalidad y la impasibilidad y la abundancia conveniente de bienes materiales, no sólo estarían apartados de la mutua interrelación de males físicos, sino que se daría en medio de la honesta felicidad de todos ocasión para el gozo común como en la manifestación externa del amor de Dios, y en alguna manera de gustar de antemano la futura bienaventuranza eterna. De hecho sin embargo este bien común se ha perdido y ciertamente de tal manera que este hecho ha tenido amplias consecuencias sociales, esencialmente en la dificultad de la unión de todos por la caridad, si bien ocasionalmente en la irrupción de la concupiscencia con toda su comitiva de pasiones rebeldes, la cual sobre todo es a manera de la raíz profunda de la discordia perpetua que reside en los corazones de todas, puesto que ésta alcanza a toda la vida social.

 

Ahora bien, una vez que se dio la pérdida del bien común al que nos referimos, el entendimiento busca de saber en cuanto a muchas cosas que hubieran sucedido si este bien hubiera permanecido entre los hombres. Según está claro, todas las cuestiones posibles no pueden ser más que futuribles y por tanto no pueden alcanzar respuestas ciertas sin la ayuda de la revelación; la cual no obstante no parece que haya respondido directamente a estas cuestiones, a no ser a lo sumo en cuanto nos enseña qué daño nos ha hecho el pecado. Sin embargo estas cuestiones, que parecería que son inútiles no carecen de toda importancia teológica en cuanto que son ocasión de estudiar con más detalle el propósito benévolo de Dios en su creación y en la elevación del linaje humano. De estas cuestiones solamente seleccionamos algunas.

 

Acerca del modo de la propagación del linaje humano.[4] Algunos Padres, como S.Atanasio (R 804), S.Juan Crisóstomo (R 1150), S.Juan Damasceno, pensaron que el matrimonio solamente existe después de la previsión del pecado de nuestros primeros padres; más aún, según S.Gregorio Niceno, al parecer, el sexo mismo solamente fue instituido a causa de la previsión del pecado, de tal manera que según estos autores, si no hubiera habido pecado, los hombres se propagarían no por generación, sino de otro modo.

 

Ahora bien la sagrada Escritura no está de acuerdo con estos autores (Gen 1,27s; 2,23s) al atestiguar que la procreación ha sido directamente querida por Dios y ciertamente con anterioridad al pecado. Así mismo S.Agustín, el cual sin embargo anteriormente había pensado, según parece, que el hombre en el paraíso no tendría más que fecundidad espiritual. Ciertamente la concupiscencia sexual estaría perfectamente sujeta a la razón, sin que no obstante esto impidiera un deleite condigno y lícito (1 q.98 a. ls).

 

¿En qué condición física y de uso de razón nacerían los niños?. Sin duda en la misma que nacen los niños ahora, excluyendo sin embargo los defectos de éstos, por los que dichos niños encontrarían un impedimento en su desarrollo tanto físico como intelectual y moral. Por consiguiente ni tendrían suficiente capacidad para mover sus miembros, a no ser en orden a los movimientos propios de la niñez (1 q.99 a.1) ni gozarían de un perfecto uso de razón ni de una ciencia perfecta (1 q.101 a.ls).

 

No obstante según Sto. Tomás, «hubieran tenido... un más perfecto (uso de razón) que el que tienen ahora, por lo que se refiere a aquello que les concernía a ellos en cuanto a aquel estado, así como hemos dicho antes respecto al uso de los miembros». Necesitarían por tanto de educación, y una vez que se diera ésta, fácilmente llegarían a un conocimiento de las cosas convenientes a ellos.

 

Acerca de si los niños nacerían confirmados en gracia. Esto lo afirma S.Anselmo, según el cual, los mismos primeros padres, si no hubieran pecado hubieran recibido esta confirmación en orden a transmitirla también a sus descendientes. Está de acuerdo con S.Anselmo Escoto, en cuanto que, según este autor, aunque los niños no nacieran confirmados en gracia, sin embargo no nacerían más que en cuanto elegidos.

 

Esto es negado más probablemente con S.Agustín, el cual supone lo contrario, y con S.Tomás (1 q.100 a.2), puesto que los mismos primeros padres carecerían de esta confirmación, y puesto que si la hubieran recibido como premio a su obediencia, esto será para ellos un privilegio personal y por tanto que no tenía que ser transmitido, como no hubiera tenido que ser transmitida la posible confirmación de ellos en el mal.

 

Si algunos de ellos, no dándose la confirmación en la gracia pecaran, éstos hubieran estado sujetos, guardando la debida proporción a las circunstancias de la vida de la naturaleza caída.

 

Acerca de si todos los hombres serían iguales. Ciertamente en cuanto a los dones de la justicia original considerados en sentido especificativo, no en cuanto al sexo y a la edad según está claro, ni tampoco, según hay que pensar de una forma más conveniente, en cuanto a las perfecciones corporales, ya que estas dependerían de diversas causas; ni en cuanto a la perfección científica, ni en cuanto a la potestad de gobernar a los súbditos, ni en cuanto a la perfección religiosa, esto es en cuanto al aumento de gracia y de virtudes, y en consecuencia tampoco en cuanto al mérito (de aumentar la gracia y la gloria), ya que todo esto respondería a un diferente ejercicio de la libertad (1 q.96 a.3).

 

Acerca de si en este estado habría sociedad. No habría sociedad heril puesto que ésta sería superflua, y ya que no estaría conforme con dicho estado. Ciertamente habría sociedad familiar, en cuanto que es necesaria para la procreación y para la conveniente educación, de tal manera sin embargo que los padres de familia dirigieran ésta de un modo muy paternal, y también habría sociedad política, ya que ésta sería muy útil para el hombre a causa de su naturaleza social, si bien no sería necesaria por necesidad corporal, sin embargo, como hemos dicho, sería muy útil para transmitir y para perfeccionar las ciencias, para fomentar las virtudes con los ejemplos y con las palabras, para promover la religión en público y en privado .etc., de tal manera no obstante que los gobernantes dirigieran a los súbditos de modo paternal al fin común (1 q.96 a.4).

 

801.   De la duración del estado de inocencia. Hay que pensar que cada uno de los hombres permanecería en este estado hasta la edad adulta, y sin duda hasta un desarrollo perfecto de sus cuerpos según la virtualidad natural de cada uno, de tal manera que después habían de ser trasladados a la gloria, no al mismo tiempo todos en el fin del mundo, sino sucesivamente, puesto que también de este modo empezaban a vivir, y ya que en otro caso se juntarían en la tierra los hombres en un número muy elevado.

 

Ahora bien al experimentar el tránsito de esta vida, no sufrirían dolor alguno, puesto que preferirían cumplir la voluntad de Dios a todos los otros bienes, ya que ellos sin duda alguna se gozarían mucho más de llegar a la patria, como les ocurre a los santos. Por otra parte tal vez la vida misma de unión con Dios les haría cada día más "espirituales" incluso en cuanto al cuerpo, con lo cual se dispondrían próximamente en orden a poseer las cualidades gloriosas.

 

802.   ¿El estado de justicia original excluía el pecado venial antes de haber cometido el pecado mortal?. Esto fácilmente se afirma acerca de los pecados semideliberados, manteniéndose firme el don de la integridad. Pero ¿qué decir de los pecados deliberados?. Escoto responde negativamente, ya que esto tiene valor también respecto a los otros justos. En cambio se responde afirmativamente a causa de la perfección del estado, según S.Tomás (1.2. q.89 a.3), Alejandro Halense, S.Buena­ventura, y esta opinión, dice Suárez, es «la de todos los escritores». Esta nos parece más probable ya que no convendría a dicho estado el pecado venial, puesto que éste en sí sería un gran mal, y disminución de rectitud; sería objeto de dolor y de tristeza; acarrearía el reato de pena temporal. Sin embargo tal vez no consta el que hubiera sido tan grande la perfección de dicho estado, que excluyera este pecado; por lo cual Palmieri, Hurter, Lercher, piensan que los primeros padres no estuvieron necesariamente inmunes del pecado venial.

 

Articulo XI

De la posibilidad del estado de naturaleza pura

 

TESIS 36. El estado de naturaleza pura es posible.

 

803.        Nexo. Tratamos esta cuestión, a fin de que aparezca con más claridad la condición gratuita de la justicia original. La solución de ésta debe proponerse aquí como corolario de las tesis anteriores. Ahora bien puesto que ésta en cierto modo ha sido atacada por ciertos católicos, es menester que quede establecida en contra de éstos. La cuestión se refiere principalmente a la elevación al orden sobrenatural (de la gracia santificante y de la visión beatífica); mas puesto que respecto a esta elevación se trata en otro lugar (tr.1 n.56-64), aquí solo tratamos respecto a los dones preternaturales.

 

804.        Nociones. ESTADO DE NATURALEZA PURA, el cual de hecho ni ha existido ni parece que vaya a existir jamás, sería aquel en el que: a) Considerado en sentido positivo, la naturaleza tendría todo lo que le concierne a ella, constitutiva, consecutiva y exigitivamente. b) Considerado nagativamente, la naturaleza carecería del pecado original y de los dones indebidos de la justicia original (y por tanto del destino a la visión de Dios a la cual ordena intrínsecamente la gracia).

 

Aquí se considera negativamente, esto es el estado en el cual la naturaleza no habría caído en pecado original ni (y esto es lo que aquí se tiene en cuenta) estaría dotada de los dones indebidos.

 

Aunque los autores al tratar de la posibilidad de la naturaleza pura consideran a ésta en sentido complexivo, nosotros la consideramos aquí de un modo meramente negativo, puesto que de suyo esto es suficiente respecto a su principal fin dogmático de connotar la plena gratuidad del don sobrenatural.

 

Ahora bien una vez establecida ésta así, se deduce por un raciocinio filosófico, bastante obvio, según parece, la posibilidad de la naturaleza considerada en sentido positivo, esto es la cual esté ordenada a alcanzar el fin último connaturalmente proporcionada a ella y con los medios connaturales; en este sentido, la noción de naturaleza pura es también de gran utilidad para el teólogo, sobre todo cuando trata acerca de la gracia.

 

En este estado considerado positivamente: se daría una providencia natural que dirigiría al hombre a dicho fin por todos los medios tanto internos (v.gr. los honestos pensamientos y sentimientos) como externos (v.gr. la acción de apartar algunas ocasiones) moralmente necesarios para que el hombre pudiera cumplir de un modo debido y con perseverancia, si bien libremente, toda la ley natural y de este modo alcanzar su fin último.

 

Se darían por tanto en este estado también los auxilios con los que el hombre tendría el conocimiento condigno de la religión natural moralmente posible sin ayuda de la revelación. También se daría el modo de alcanzar de Dios beneficios, bien mediante súplicas bien por medio de buenas obras, más aún sin duda también se daría el medio de la contrición natural, u otro medio, de alcanzar de Dios el perdón de los pecados.

 

En esta concepción de la naturaleza pura considerada en sentido positivo, la cual es común entre los defensores de la naturaleza pura, el fin último del hombre sería el conocimiento abstractivo (esto es por las creaturas) de Dios, en el cual el hombre alcanzaría una bienaventuranza perfecta; y en este estado no tendría el hombre antes de la revelación ningún deseo de ver a Dios, sino a lo sumo alguna clase de deseo, que vendría a ser una veleidad. Sin embargo se concibe de otro modo la naturaleza pura, en la cual se daría un verdadero deseo natural, si bien ineficaz y condicionado, de ver a Dios, de tal manera que esta naturaleza pura sin esta visión solamente podría alcanzar una bienaventuranza imperfecta en el conocimiento abstractivo de Dios.

 

Sin embargo esta distinción ahora no nos concierne a nosotros, puesto que nosotros en la tesis ni afirmamos ni negamos el que el hombre tenga algún apetito natural de ver a Dios, y por tanto tampoco en qué condición estaría el hombre en otro fin distinto de la visión de Dios.

 

En este estado considerado negativamente el hombre estaría sujeto a todas las miserias que se siguen formalmente de la ausencia de los dones debidos a la justicia original, de tal manera sin embargo que éstas no connotarían privación de dichos dones, y por tanto tampoco fueran pena del pecado como ocurre en nuestro estado, sino sólo condición natural del hombre.

 

Más aún así como la concupiscencia ahora puede darse en diverso grado entre los hombres de distintas regiones o también entre los hombres de la misma región o en el mismo hombre, según las diferentes circunstancias internas o externas, así mucho más se concibe que la naturaleza pura hubiera podido ser creada en una hipótesis diferente de concupiscencia más o menos vehemente, sin que sepamos en cual de hecho sería creada, y por tanto hasta donde podría compararse con la naturaleza caída. Ahora bien esto es verdad: que esta naturaleza pura siempre habría de verse afectada por la concupiscencia y en verdad al menos por una concupiscencia no tan vehemente, que no pudiera ser dominada con los medios de la providencia ordinaria. Por tanto con esta naturaleza pura considerada de este modo se compara la naturaleza caída, en cuanto que ésta guardada la debida proporción (esto es al menos teniendo en cuenta dichos medios), se dice que no es de peor condición que aquella.

 

Por otra parte se distinguirían de las miserias que son consecuencia cuasi espontánea de la naturaleza humana, aquellas, que tal vez surgirían de la malicia humana, como sucede ahora. De aquí que se adjudicarían de modo ilegítimo a la naturaleza pura en cuanto tal la concupiscencia desenfrenada por la que ahora el hombre en muchas ocasiones se deja llevar, y que tal vez se debe sobre todo también a pecados actuales, y los males físicos tan graves como son los que ahora atormentan a los hombres.

 

POSIBLE, a saber Dios pudo crear en el estado de naturaleza pura y en verdad sin ninguna contradicción por parte de sus atributos, o bien a otros hombres que no descendieran de Adán, o bien a Adán y a sus hijos con anterioridad al decreto de la economía actual.

 

805. Adversarios. 1. Los que niegan la tesis en cuanto a todos sus aspectos. Dejando aparte a los Protestantes, los Bayanos, los Jansenistas, los cuales se considera que ya están rechazados en las tesis anteriores y de los cuales por tanto prescindimos, aquí nos fijamos sobre todo en los Agustinienses, como NORIS, BERTI, BELLELLI, los cuales, al condenar las proposiciones bayanas sostienen que los dones de la gracia, de la integridad, de la inmortalidad y de la impasibilidad, fueron sobrenaturales y por tanto indebidos a la naturaleza inocente por parte de la naturaleza, ya que en cuanto que estos dones no son parte o propiedades de esta naturaleza, ya en cuanto que provengan de ella como principio eficiente, cual piensan que fue la doctrina de Bayo y de la cual por tanto dicen que ellos se diferencian en este aserto esencial.

 

Y además añaden que el estado de naturaleza pura es imposible en cuanto que por parte de Dios, esto es, según dicen ellos mismos «en virtud de lo que dice bien del Creador», o sea «en virtud del título de la providencia justísima» esto es «no atendiendo al poder absoluto de Dios, sino al poder ordinario», o sea «según la justicia», no «según el poder», se le debe al hombre inocente:

 

a) La gracia actual, en cuanto que es necesaria para obtener la visión de Dios, de la cual el hombre inocente en cuanto imagen de Dios, tiene apetito innato y por tanto sin cuya consecución sería muy desgraciado. b) La inmortalidad, puesto que el alma tiene apetito innato de informar perpetua e indisolublemente al cuerpo, y por tanto sin éste estaría en un estado violento. c) La inmunidad de la concupiscencia rebelde, puesto que ésta en sí es mala, en cuanto que inclina al pecado.

 

En breves palabras esta opinión puede expresarse con la siguiente fórmula tomada en el sentido de los Agustinienses: Dios puede crear al hombre en estado de naturaleza pura con su poder absoluto, no en cambio con su poder ordenado.[5]

 

Esta imposibilidad de la naturaleza pura parece que es considerada por los Agustinienses, no como una mera no conveniencia en sentido lato, como si v.gr. se tratara de la conveniencia o de la no-conveniencia de la Encarnación, según los interpretó De Lama, sino de una contradicción en sentido estricto, esto es acerca de una verdadera exigencia por parte de Dios, si bien respecto del poder ordenado, no del poder absoluto.

 

Considerada dicha opinión en este sentido es rechazada por Del Val; mientras que él sostiene que el estado de naturaleza pura es especulativamente posible, puesto que no implica contradicción con ningún atributo de Dios, si bien prácticamente imposible, a saber «según la predisposición de la voluntad divina antecedente e hipotética de abstenerse libremente de la creación, más bien que crear libremente una naturaleza pura, bajo cualquier hipótesis de las creaciones posibles». Sin embargo esta explicación en realidad no parece que se diferencie de la explicación de los Agustinienses, ya que esta predisposición, en cuanto que se anticipa al ejercicio de la voluntad divina, se funda en alguna perfec­ción necesaria de Dios, la cual parece que exige el que el hombre no sea creado en estado de naturaleza pura.

 

Berti cita de entre los tomistas a Contenson como que es de su opinión.

 

2. Los que niegan la tesis respecto de la concupiscencia. Así De Lama, el cual

parece que por esto admite la posibilidad de la naturaleza pura incluso en cuanto a la concupiscencia rebelde, y por ello niega que el hombre con la concupiscencia rebelde de la cual ahora éste se ve afectado, pueda ser creado por Dios incluso con su poder absoluto. Se citan otros autores como AUREOLO, GREG. DE RIMINI, ESPARZA, MACERO, etc., los cuales, aunque defienden la posibilidad de la naturaleza pura, piensan que Dios no pudo crear ésta con la concupiscencia, puesto que la concupiscencia es mala; EsTIO no se decide a tomar una resolución.

 

Ahora bien de entre estos autores, al menos EsPARZA solamente dice que el hombre en la naturaleza pura no se habría visto afectado de una concupiscencia tan fuerte, como ahora la tiene el hombre.

 

806.Doctrina de la Iglesia. S.Pio V condenó la siguiente proposición de Bayo (D 1055): «Dios no hubiera podido al principio crear un hombre tal, cual es el que nace ahora».

 

Esta proposición en el contexto del lugar de Bayo del cual fue tomada (no al pie de la letra, sino según el sentido de su autor): a) Se refiere directamente a la concupiscencia, la cual para Bayo era el pecado original. Así pues Dios hubiera podido crear al hombre no con el pecado original, según está claro, pero sí ciertamente con la concupiscencia con la que hoy nace. b) Y además suelen los autores referirla a la mortalidad y a las otras miserias físicas, de las cuales el hombre nace afectado, y en verdad con razón, puesto que Bayo lógicamente debió sostenerla también en este sentido.

 

Los Agustinienses rechazan esta proposición de Bayo según suena, y por tanto escapan formalmente a la condena de éste. Hay que pensar que éstos también escapan a esta condena materialmente por su distinción de poder absoluto y poder ordenado. Ahora bien ¿es verdaderamente válida esta evasiva?.

 

C. provincial de Colonia: «Afirmamos que se apartan de la verdad católica, aquellos que enseñan que la sabiduría y la bondad de Dios exigieron el que otorgara al hombre la gracia santificante, la inmunidad de la concupiscencia o la inmortalidad del cuerpo».

 

No hay que decir que el Concilio publicó estas palabras en contra de los Agustinienses; sin embargo también hacen referencia a éstos en cuanto a la integridad y a la inmortalidad, si en realidad la conveniencia, de la que hablan éstos es para ellos una verdadera exigencia (cf. n.805).

 

807.Valor teológico. Puesto que la doctrina de los Agustinienses durante largo tiempo era enseñada en presencia de la Iglesia, más aún puesto que ha sido sometida por la Iglesia en más de una ocasión a examen y sin embargo nunca ha sido condenada, no tiene que ser calificada con ninguna censura teológica. Sin embargo nuestra tesis nos parece al menos moralmente cierta.

 

A. LA TESIS CONSIDERADA EN GENERAL

 

808.  Razón teológica. a) Según los Agustinienses, los dones de Adán fueron sobrenaturales por parte de la naturaleza y por otra parte ésta no puede sin ellos darse de un modo conveniente en su estado natural. Ahora bien estos dos datos no concuerdan entre sí, puesto que lo sobrenatural en su noción es adecuadamente diferente y por tanto prescinde totalmente de lo natural. Luego los Agustinienses enseñan una doctrina con datos que están en mutuo desacuerdo.

 

b)    Según estos mismos autores, Dios puede crear la naturaleza pura con su poder absoluto, y no en cambio con su poder ordenado, o sea porque, según estos autores, no diría esto bien del Creador. Ahora bien estos dos datos no están de acuerdo entre sí, ya que se juzga que Dios no puede hacer nada con su poder absoluto, que desdiga de sus atributos; luego parece que los Agustinienses enseñan una doctrina con elementos discordantes. En efecto cualquier exigencia por parte de la bondad o de la sabiduría de Dios sería absoluta; por consiguiente lo que es imposible respecto al poder ordenado es también imposible por lo que se refiere al poder absoluto.

 

c)    Conforme estos autores piensan los dones de Adán se debían a éste en estado de inocencia, según Bayo, por parte de la naturaleza, o sea como constitutivos o propiedades de ésta; en cambio según estos autores, sólo por parte de Dios, el cual no permitiría que la naturaleza fuera desgraciada en extremo sin estos dones, es así que Bayo solamente sostiene que la naturaleza sin estos dones es desgraciada, y que por tanto ésta exige dichos dones, bien en cuanto que provienen de ella, bien en cuanto que le deben ser otorgados a ella desde fuera; luego los Agustinienses no parece que en esto difieran esencialmnte de Bayo.

 

Por otra parte, aunque estos autores dicen que los dones de Adán no son debidos a éste a causa de la exigencia de la naturaleza, sino por parte de Dios, sin embargo, según éstos, Dios debe darlos a causa de sus atributos, pero porque la naturaleza sin ellos sería desgraciada; luego en último término a causa de una exigencia moral de la naturaleza.

 

d)    Según estos autores, los dones de Adán eran debidos a éste no por parte de la naturaleza, sino solamente por parte de los atributos de Dios; ahora bien los Jansenistas es esto precisamente lo que sostienen; luego los Agustinienses no parece que se diferencien en esto esencialmente de los Jansenistas.

 

Ciertamente Jansenio escribe lo siguiente (lo cual sin embargo hay que confesar que no ha sido explícitamente condenado por la Iglesia):

 

«Sencillamente se dice que son debidos de algún modo no tanto a la naturaleza racional misma, cuanto al orden natural de Dios, a fin de que la naturaleza de una imagen inocente de Dios no se crea que es desgraciada, antes de que merezca la desgracia... hay que considerar que no implican contradic­ción con la gracia en un sentido totalmente propio cualesquiera débitos, a saber las connaturalidades, las cosas que son convenientes... y las cosas que son equitativas, las cuales surgen de otros capítulos distintos del derecho de la naturaleza... en efecto a menudo sucede según las inmutables razones de la sabiduría divina que es totalmente conveniente y equitativo el que Dios... obre misericordiosamente con sus creaturas, si no hiciera esto nada en absoluto haría en contra del derecho de la justicia respecto a la creatura, pero sí en contra de su sabiduría la cual Dios no puede pasar por alto menos que su justicia... sencillamente se dice que de algún modo son debidos no tanto a la creatura racional misma, cuanto al orden natural de Dios, a fin de que la naturaleza de una imagen inocente de Dios no sea creída desgraciada, antes de que merezca la desgracia».

 

B. EN CUANTO A LA CONCUPISCENCIA

 

809. S.AGUSTIN dijo en contra de los Maniqueos que no hay que culpar a Dios, sino por el contrario alabarle, aunque hubiera creado a un hombre inocente en la ignorancia y en dificultad (en orden al bien): «Pues no son bienes mediocres, no sólo el que el alma exista, con la que la naturaleza ya aventaja a todo cuerpo; sino también el hecho de tener una facultad, a fin de cultivarse a sí misma con la ayuda del Creador y poder con afán piadoso adquirir y poseer todas las virtudes, por las cuales se libraría de la dificultad torturante y de la ignorancia que ciega. Y siendo esto así, las almas que nacen no tendrán la ignorancia y la dificultad como un suplicio del pecado, sino como un aviso para avanzar y un comienzo de perfec­ción».

 

En verdad estas palabras que el santo Doctor confirmó más tarde por dos veces (R 1967), en su sentido obvio indican que el hombre ha podido ser creado con la concupiscencia, según la interpretación tradicional de estos textos.

 

Ahora bien, además de Jansenio y Norisio, negó ésta hace poco tiempo De Montcheuil, según el cual S.Agustín, sin que pensara en la naturaleza pura (al menos en estos textos), respondería a los Maniqueos que afirmaban que el hombre afectado del mal de la concupiscencia no podía ser atribuido en su totalidad a Dios como único autor de éste, del siguiente modo: en la hipótesis del pecado de Adán Dios no sería injusto, aunque creara El mismo en la ignorancia y en la dificultad a las almas de los hijos de Adán.

 

Ahora bien: a) Es extraño el que Jansenio y Noris no se dieran cuenta de esto y dieran explicaciones demasiado sutiles.

 

b) Por otra parte esta interpretación es demasiado rebuscada; mientras que la siguiente es fácil: S.Agustín, para indicar que el pecado original no favorece al maniqueismo dice que la creación del hombre en ignorancia y en dificultad no denota injusticia divina, luego mucho menos denota ésta, si se da por supuesto el pecado original.

 

Refoulé sigue una vía intermedia al establecer que S.Agustín en los libros titulados Retractaciones y Sobre el don de la perseverancia, admite como posible el estado de ignorancia y de dificultad, mientras que en el titulado Acerca del libre arbitrio, habla según su interpretación dada por Montcheuil. Sin embargo puesto que según este autor, el estado de la cuestión de S. Agustín es distinto, esto es en la hipótesis de la naturaleza histórica, como se dio en Adán, su explicación no impide que si en otro lugar el santo Doctor habla acerca de la naturaleza como es en sí, pueda decirse simplemente que él mismo admite la posibilidad de la creación del hombre en ignorancia y en dificultad.

 

N.B. Si por el contrario se dice con Trape que S.Agustín, prescindiendo del pecado original y de la naturaleza pura, dice simplemente en contra de los Maniqueos que la creatura, incluso viciada por la concupiscencia, es buena y digna de Dios su Creador, puesto que el mal no es una substancia sino una privación que mas bien resalta la bondad de la substancia en la cual se da, ¿no se afirma por esto mismo el que el santo Doctor admite la posibilidad de la naturaleza pura en este sentido, ya que sin el pecado previo de Adán, el hombre puede ser creado por Dios sin injusticia en la ignorancia y en la dificultad?.

 

Razón teológica. Si el hombre no pudiera ser creado en la concupiscencia, puesto que ésta inclina al pecado, sencillamente no podría ser creado, puesto que éste podría pecar, incluso puesto que iba a pecar, y al menos no podría ser creado cuando fuera tentado al pecado por otros hombres o por los demonios. En verdad nosotros damos por supuesto que el hombre en el estado de concupiscencia tendría que ser protegido con los auxilios suficientes, con los que podría constantemente vencer los movimientos de la concupiscencia sin caer en el pecado, más aún con el honor de la victoria.

 

C. EN CUANTO A LA MORTALIDAD Y LA PASIBILIDAD

 

810.   Razón teológica. Según los Agustinienses, la mortalidad del hombre es natural, en cuanto que proviene de los principios de la naturaleza ya que el cuerpo es por su propia naturaleza corruptible y mortal, de tal manera por consiguiente que la inmortalidad estaría por encima de su exigencia. Ahora bien, una vez admitido esto, el alma que tiene el apetito innato de su unión con el cuerpo en cuanto forma de éste, no puede estar en estado violento, si, cuando éste viene a ser incapaz de vivir, es separada de él; pues el apetito de información por parte del alma ya está saciado, y no exige ser colmado de nuevo (n.772, 5.6).

 

811.   Objeciones. S. Agustín y Sto. Tomás (4 CG 52) por las miserias de esta vida arguyen en favor de la existencia del pecado original. Es así que esto supone la imposibilidad de la naturaleza pura, luego según S. Agustín y Sto. Tomás, ésta no es posible.

 

Respuesta. Distingo la mayor. Arguyen, dando por supuesta la doctrina de la felicidad primitiva, concedo la mayor; sin dar por supuesta ésta, subdistingo: arguyen con verdaderos argumentos, niego; con cierta congruencia, subdistingo de nuevo: atendiendo a la revelación acerca de la bondad gratuita de Dios para con los hombres, concedo; en otro caso, niego.

 

Una vez que se da por supuesta la doctrina de la felicidad primitiva la prueba es cierta. Si no se da por supuesta, sin embargo teniendo en cuenta por la revelación la bondad de Dios con la que ayuda a los hombres gratuitamente, se proponen ciertas congruencias que abogan por esto a lo sumo como probable. Pues así como se presentan congruencias en favor de la conveniencia de la Encarnación, aunque la omisión de ésta no hubiera sido inconveniente, en sentido estricto, así pueden presentar congruencias en favor del estado de la naturaleza humana inmune de las miserias de la vida, sin que no obstante hubiera desdicho por ello de Dios la creación del hombre en naturaleza pura.

 

Sto. Tomás (ibid.): «Así pues de este modo estos defectos, aunque al hombre le parezcan naturales absolutamente, considerando la naturaleza humana por parte de lo que hay en ella de más bajo; sin embargo considerando la providencia divina y la dignidad de la parte superior de la naturaleza humana, puede probarse con suficiente probabilidad que estos defectos son penales; y así puede deducirse que el linaje humano está inficionado con el pecado original». S.Agustín recurre a la fe para defender el pecado original.

 

N.B. Puesto que nosotros consideramos en esta tesis la naturaleza pura en sentido negativo, no puede ponerse como objeción contra ésta el que el hombre en estado de naturaleza pura no iba a ser moralmente capaz de vencer la concupiscencia. Por otra parte en la teoría de la naturaleza pura considerada en sentido positivo, se defiende yendo a la cabeza de esto S.Agustín, que no le iban a faltar al hombre todos los auxilios con los que podría conseguir esto.

 

812.     Corolario. De la utilidad del concepto de naturaleza pura. Este aunque elaborado posteriormente, debe considerarse como un verdadero avance científico de la teología, para fijar la separación, que se da entre el orden natural y el orden sobrenatural, y para de este modo definir la verdadera gratuidad de lo sobrenatural.


 


[1] S.Agustín: (Luego el engaño de Eva por el diablo da por supuesto que en ella hubo previamente un pecado interno de soberbia).

[2] S.Agustín: «... y qué cristiano duda de que aquellos, que aparecen como muy ingeniosos en este mundo totalmente lleno de errores y de fatigas, de los cuales sin embargo los cuerpos corruptibles pesan sobre las almas, si se comparan con el ingenio de Adán, distan mucho más que la distancia que hay en velocidad entre las aves y las tortugas?».

[3] Así este «don fue en cierto modo natural: no como si hubiera sido causado según los principios de la naturaleza, sino porque le fue otorgado al hombre de tal manera que se propagaría juntamente con la naturaleza» (4 CG 52).Cf CIAPPI, 1.c., 125; LABOURDETTE. 39.51s. dada una especial ordenación de Dios, los dones preternaturales, en cuanto que se concibe que estos pudieron estar anexionados al cuerpo, o al menos en cuanto que dispondría positivamente en orden a dichos dones.

[4] En este tema del cual tratamos, hay que fijarse ante todo en lo siguiente (1 q.99 a.11: «Lo que está por encima de la naturaleza lo sostenemos exclusivamente en virtud de la fe, ahora bien lo que creemos es debido a la autoridad. De donde al afirmar todo esto debemos seguir la naturaleza de las cosas, aparte de lo que nos enseña la autoridad divina, lo cual está por encima de la naturaleza». De aquí que lo que no ha sido revelado de ningún modo acerca del estado de inocencia. hay que juzgar que hubiera sucedido según tal norma, que en el hombre inocente la razón estaría perfectamente sujeta a Dios, el apetito sensitivo a la razón, el cuerpo al alma, de tal manera que estaría ausente del hombre todo dolor tanto moral como físico. Así pues todo lo que no va en contra de esto, hay que considerar que de suyo hubiera sucedido según el orden puramente natural.

[5] Los Escolásticos admiten la fórmula de potencia absoluta (con su poder absoluto) o de potencia ordinata (con su poder ordenado) considerada en otros sentidos; así se dice el poder de Dios absoluto o relativo: a) Según que se considere antes o después del decreto libre (v.gr. respecto a la existencia de muchos seres que de hecho nunca existirán); b) Según que se considere como que obra fuera del orden común de las cosas o conforme a este orden, v.gr. al separar los accidentes de la substancia (1 q.25 a.5; SUAREZ, Acerca de Dios, L.3.c.9.n.19; HUARTE, n.381). Dicen también que, mediante cierta abstracción mental, Dios puede con su poder absoluto, esto es considerando exclusivamente la omnipotencia de Dios por la que las cosas se conservan en el ser, aniquilar todas las creaturas, pero que no puede con su poder ordenado, esto es considerada la sabiduría de Dios; sin embargo esta omnipotencia, apartada de la sabiduría de Dios, es nula, ya que «no puede haber nada en el poder de Dios, que no pueda estar en la justa voluntad de El mismo, y en su sabio entendimiento» (1 q.25 a.5).