SECCIÓN SEGUNDA: Otros textos eucarísticos del Nuevo Testamento

 

Sumario:

1. Los textos eucarísticos de la tradición lucana: A. Los discípulos de Emaús. B. Los textos de los Hechos. 2. Otros textos paulinos. 3. La revelación del pan de vida en el Evangelio de Juan: A. Cuestiones previas. B. Exégesis de Jn 6. C. Orientaciones de Teología bíblica. D. Otros textos joáneos sobre la Eucaristía. Apéndice: A. La Eucaristía en la prefiguración del A.T. B. Otros textos eucarísticos del N.T.

 

            La doctrina de la Eucaristía contenida en los relatos de la institución es confirmada por otros textos eucarísticos del Nuevo Testamento que representan la praxis concreta de la fracción del pan. Estos textos son diferentes en cuanto a su contenido, no homogéneos como los cuatro relatos arriba estudiados, ocasionales y diversificados por el estilo redaccional. Se estudian aquí brevemente con una referencia a la bibliografía específica más importante.

 

1. LOS TEXTOS EUCARÍSTICOS DE LA TRADICIÓN LUCANA

 

1. Los discípulos de Emaús (Lc 24, 13-35)

 

            El relato de la manifestación de Jesús a los discípulos de Emaús tiene un claro sabor eucarístico en algunas de sus expresiones. Se trata de un episodio que debe ser considerado a la luz del esquema de las apariciones del resucitado que come con sus discípulos. La secuencia de la aparición se propone, a menudo, como un esquema de revelación o de liturgia con cuatro momentos característicos: la revelación inicial de la presencia en la experiencia de la ausencia de Jesús después de la muerte, la revelación mediante la palabra de la economía de la salvación, la manifestación en la fracción del pan y la experiencia espiritual que hace regresar a Jerusalén.

            En este esquema se presentan, como en filigrana, los momentos de la celebración eucarística 21. De hecho, podemos subrayar la continuidad de la presencia del Resucitado con sus discípulos, mediante su palabra y la fracción del pan. Una ausencia inicial del Maestro es colmada primero con una presencia no percibida, con una intensificación de la revelación con la palabra, con la manifestación plena de la fracción del pan y con la presencia eficaz e invisible que «hace resucitar» a los discípulos. La aparición de Cristo hace de soporte a una catequesis para la comunidad cristiana para que sepa reconocer la presencia de su Señor en los signos que él ha dejado.

            Es un esquema de revelación progresiva del Cristo Resucitado a su Iglesia que tiene en la fracción del pan el momento culminante.

            En este episodio se deben advertir especialmente:

            – la fórmula litúrgica del v. 30: «Cuando estaba a la mesa con ellos, tomó el pan, dijo la bendición, lo partió y se lo dio...»

            – las palabras del v. 35: «como lo habían reconocido al partir el pan» («en te klasei tou artou»).

            Estamos aquí ante un momento de experiencia de la presencia del Resucitado que comparte la comida con los discípulos. Se trata de una experiencia que marca la vida de la comunidad y que confiere una cierta alegría a la celebración de la Cena del Señor.

 

            Bibliografía:

Ch. Perrot, Emmaus ou le rencontre du Seigneur (Lc 24, 13-35), en Aa.Vv., La Pâque du Christ, mystère de Salut, París, Cerf 1982, pp.159-166.

J. Dupont, Les disciples de Emmaus, Ibid., pp. 167-195.

G. Ghiberti, L’Eucaristia in Lc 24 e negli Atti degli Apostoli, en Aa.Vv. La Cena del Signore, pp. 159-173.

 

2. Los textos de los Hechos de los Apóstoles

 

            En los Hechos encontramos algunos textos referidos, ciertamente, a la Eucaristía bajo el nombre de fracción del pan.

 

            Hch 2, 42.46: «Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones («te klasei tou artou kai tais proseuchais»)...partían el pan por las casas y tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón («plantes te kat’oikon arton, metelambanon trofes en agalliasei kai afelotite kardias»).

            Se trata del sumario que recoge la vida de la comunidad después de haber recibido el bautismo y el don del Espíritu. La perseverancia y la cotidiana asiduidad (proskarterountes) es la nota de una forma de vida eclesial y comunitaria en torno a la palabra de los apóstoles, a la comunión (koinonia) entre los hermanos, a la fracción del pan del Señor y a las plegarias a Dios Padre. Todo animado por la fuerza del Espíritu de Pentecostés.

 

            Hch 20, 7.11: «El primer día de la semana, estando nosotros reunidos para la fracción del pan, Pablo conversaba con ellos... Subió luego, partió el pan y comió...» Se trata de la celebración de Pablo en la comunidad cristiana de Tróade, con la resurrección del joven Eutico que cae del tercer piso, abrumado por el sueño mientras Pablo predica largo rato... El detalle del momento, el primer día de la semana, la reunión de la comunidad y la larga predicación de Pablo como una liturgia de la palabra, ponen de relieve el sentido eucarístico de este partir el pan.

 

            En Hch 27, 33-38 se habla de otro gesto de Pablo que parte el pan en el barco. Difícilmente puede ser considerado eucarístico, dadas las circunstancias.

            En síntesis, los textos de los Hechos nos ofrecen estos resultados exegéticos. Encontramos:

• el nombre de la Eucaristía: fracción del pan;

• la realidad de la fracción del pan en la comunidad cristiana, unida a la comida o a la palabra, como en Tróada;

• el sentido de alegría que invade la celebración, con la alegría pascual y la simplicidad del corazón;

• el vínculo entre la fracción del pan que constituye la comunidad y los compromisos de comunión que de ella brotan.

 

            Bibliografía:

G. Ghiberti, o.c.

• J. Dupont, L’union entre les premiers chrétiens dans les Actes des Apôtres, en «Nouvelle Révue thélogique» 91 (1969) pp. 897-915.

• G. Panikulam, Koinonia in the New Testament. A dynamic expression of christian life, Roma, Analecta Biblica, n. 85, 1979.

 

2. OTROS TEXTOS PAULINOS

 

            En la parte referente al relato de la institución hemos examinado ya el texto correspondiente a la 1 Co 11, 23-26. Debemos ahora examinar los otros textos eucarísticos de la misma carta.

 

1. 1 Co 10

 

            El capítulo 10 de la Primera Carta a los Corintios contiene una enseñanza válida sobre la Eucaristía que confirma los datos ya examinados. El contexto de las palabras de Pablo se encuentra en la amplia respuesta data a propósito de la participación de los cristianos en los banquetes paganos donde se come la carne sacrificada a los ídolos, o idolotitos; es un tema iniciado en el capítulo 8. Tras una serie de respuestas que hacen referencia al aspecto teórico de la cuestión (8, 1-6), la obligada atención de caridad para no escandalizar a los débiles (8, 7-13) y el comportamiento mismo del Apóstol (9, 1-27), se llega al capítulo 10.

            Pablo propone primero el deber de una vida en armonía con la experiencia sacramental vivida por los cristianos, sobre el ejemplo del pueblo de Israel, usando una forma de enseñanza midráshica (10, 1-14). Se alude a la experiencia de los israelitas que han experimentado la protección del Señor en la nube, la liberación a través del mar, una especie de bautismo en la nube y en el mar, y han comido y bebido un alimento y una bebida espirituales. Es evidente el paralelismo con la iniciación cristiana donde los cristianos han recibido un bautismo y tienen un alimento y una bebida espirituales. Pero todo ello no es suficiente. Es preciso vivir en fidelidad a esta iniciación. El largo camino de los israelitas en el desierto es enseñanza válida para la comunidad cristiana, a fin de que viva en armonía con cuanto ha recibido en los sacramentos.

            Pablo inserta, ahora, su enseñanza fundamental, introducida con una llamada de atención: «Hablo como a personas inteligentes: juzgad vosotros mismos lo que digo» (v. 15). Por una parte continua su discurso sobre la imposibilidad práctica de participar de los idolotitos y por otra ofrece una preciosa enseñanza sobre la Eucaristía como comunión con Cristo y comunión eclesial. He aquí el texto central de 1 Co 10, 16-17:

 

v.16. La copa de bendición que bendecimos ¿no es acaso comunión con la sangre de Cristo? Y el pan que partimos ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo?

v. 17. Porque aun siendo muchos, un solo pan y un solo cuerpo somos, pues todos participamos de un solo pan.

 

            El texto recuerda implícitamente un rito de la Eucaristía con la bendición del cáliz y la fracción del pan. La anticipación del cáliz puede ser en el texto retórica, o bien funcional, por insistir en la última identificación entre el pan y el cuerpo; o bien revela un orden primitivo de la Eucaristía, como en la Didaché cap. IX-X. En algunos códices el versículo 17 acaba con una alusión al único cáliz.

            La doctrina de estos dos versículos es muchos más rica. El cáliz con el vino, sobre el cual se pronuncia la bendición es comunión, «koinonia», con la sangre del Señor. Se afirma la verdad de la Eucaristía y la gracia de comunión con Cristo. Lo mismo vale para el pan partido que es comunión con el cuerpo de Cristo. Tenemos de nuevo la doble realidad de las palabras de la Institución soma/aima, cuerpo/sangre.

            Tras esta propuesta de comunión vertical, con Cristo, se pone de relieve la realidad de la comunión horizontal en la Iglesia. El único pan (y el único cáliz), Cristo, es el signo y la causa de la misma comunión de todos en un solo cuerpo que es la Iglesia. Se establece así el nexo profundo de la comunión en Cristo mediante el signo y la causa que es la participación en el único pan y en el único cáliz.

            En el v. 16 «soma» es el Cuerpo eucarístico. En el v. 17 «soma» es la Iglesia, cuerpo del Señor, El único pan-cuerpo (Eucaristía) hace de nosotros un solo cuerpo (Iglesia). Una proposición que debe comprenderse a la luz de los otros pasajes paulinos que hablan de la Iglesia como Cuerpo de Cristo. Se subraya, de manera estupenda, la unidad vertical en Cristo y horizontalmente en la Iglesia, la comunión y la unidad de todos (cfr. Rm 12, 5).

            De esta fuerte identificación cristológica y eclesial brota también la imposibilidad moral de participar de los idolotitos. En efecto, así es desde la lógica de la Eucaristía la participación en un sacrificio y una comunión «no quiero que entréis en comunión con los demonios» (v. 20). Entonces Pablo hace una nueva afirmación sobre el sentido convivial y sacrificial de la Eucaristía (v. 21):

            «No podéis beber el cáliz del Señor y el cáliz de los demonios. No podéis participar de la mesa del Señor y de la mesa de los demonios». Si esto ocurriera sería como provocar los celos del Señor.

            Cabe observar en este contesto las expresiones eucarísticas: «Poterion Kyriou» y «trapezes Kyriou», con una doble referencia al Señor glorioso, al cáliz y a la mesa-altar. La Eucaristía aparece como banquete-sacrificial de comunión con el Señor.

 

2. 1 Co 11, 17-33

 

            El texto central de este fragmento que hace referencia a la transmisión de la institución de la Eucaristía, ya ha sido examinado anteriormente. Éste se inserta, de manera armónica, en el conjunto del texto que es una verdadera y propia «reevangelización» de la Eucaristía, un nuevo y más preciso anuncio del rito y del sentido de la Cena del Señor, ante los abusos que Pablo denuncia en la celebración de la Eucaristía.

            Se advierte una oposición en el lenguaje y en los hechos entre acciones que sugieren una reunión pero que de hecho son una división.

            En los vv. 17-22 Pablo habla antes de nada, de los abusos que se manifiestan en las asambleas cristianas, con divisiones y falta de acogida recíproca a la hora de las comidas; abusos y divisiones, los «cismáticos», que banalizan el sentido del comer la Cena del Señor («Kyriakon deipnon faghein»). Pablo piensa en la doble dimensión de la Cena: la atención al Señor Resucitado, ante cuya presencia se encuentra la comunidad cuando celebra, y en la misma comunidad, la Ekklesìa, que por la celebración de la Cena del Señor se constituye como Cuerpo del Señor. El sentido del misterio litúrgico y de la dimensión existencial de la Eucaristía como expresión y compromiso de caridad son puestos de relieve.

            Interviene aquí (vv. 23-26) la narración del sentido de la Cena del Señor que, de nuevo, con fuerza Pablo reevangeliza, poniéndonos en guardia sobre la necesidad de reevangelizar continuamente este misterio para no celebrarlo de manera indigna.

            En los versículos siguientes (27-34), Pablo vuelve sobre el argumento. Con algunas afirmaciones importantes:

            vv. 27-29. Encontramos por dos veces el sentido de la Eucaristía como comer el pan y beber el cáliz. En el v. 27 con la correspondiente equivalencia cuerpo/sangre:

            «Por tanto, quien coma el pan o beba la copa del Señor indignamente, será reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor».

            Se trata de una lección reforzada por la advertencia del v. 28-29: «Examínese, pues, cada cual, y coma así el pan y beba de la copa. Pues quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propio castigo».

            Tenemos, por lo tanto, una perfecta identificación que refuerza la convicción de la realidad (cuerpo/sangre) que se da y de los signos mediante los cuales se ofrece como alimento y bebida (pan y cáliz). La salvación ofrecida se convierte en condena, allí donde la comunión no es según el querer de Cristo, allí cuando se comporta indignamente. Sin una atención a Cristo Señor y al sentido del amor fraterno, manifestado por Él en el don de sí mismo por la Iglesia que es también aquí recordada, quizás, como Cuerpo del Señor (v. 29), no se vive auténticamente la Eucaristía. Se vuelve de nuevo sobre el vínculo entre participación sacramental y vida cristiana.

            Pablo tiene también un gesto para algunos que están enfermos y débiles o que están muertos a causa de este modo indigno de participar en la Eucaristía. Probablemente no se trate propiamente de enfermedades verdaderas sino de debilitamientos en la verdadera vida cristiana.

            Concluyendo la sección sobre los textos paulinos de la Primera Carta a los Corintios debemos, pues, resumir los contenidos esenciales:

            Pablo confirma la existencia de la celebración eucarística en la comunidad apostólica, describe sumariamente el rito, expresa la fe en el don verdadero del cuerpo y de la sangre del Señor, en la realidad sacramental del memorial que él explica. El conjunto de los datos ya recogidos ofrece como contribución específica una reflexión más cuidada y original sobre la relación Eucaristía-Iglesia, Cuerpo de Cristo en el pan y Cuerpo de Cristo en los fieles. Alude también a una especie de «ética» eucarística, es decir, a la necesidad de un comportamiento cristiano que sea vivido en pleno acuerdo con el sentido cristológico y eclesial de la Eucaristía que se celebra como memorial del Señor y del don de sí por su Iglesia.

            En las cartas paulinas se dan quizás a otros niveles signos explícitos de la Eucaristía que normalmente no son considerados por los autores o porque no son tan evidentes o porque nada añaden a la doctrina (cfr. Ef 5, 20; Col 3, 17). Quizás el texto más importante, de carácter eclesiológico y cristológico es Ef 5, 29. En el discurso sobre el misterio del matrimonio cristiano, a imagen de la unión entre Cristo y la Iglesia, al sentido bautismal del v. 26, se puede añadir la referencia «eucarística» y «nupcial-esponsal» de las palabras: «Porque nadie aborreció jamás su propia carne; antes bien, la alimenta y la cuida con cariño, lo mismo que Cristo a la Iglesia, pues somos miembros de su Cuerpo». Algunos padres interpretan en sentido eucarístico y esponsal esta frase que aludiría a Cristo que se da a sí mismo a la Iglesia, su Cuerpo y su Esposa, mediante el don de la Eucaristía.

 

            Bibliografía:

            Además de las obras exegéticas generales cfr.

P. Grelot, Le repas seigneurial, en Aa.Vv. La Paque du Christ, mystère du salut, 203-236

S. Cipriani, Eucaristia e Chiesa in San Paolo, en Aa.Vv. Eucaristia e Chiesa, Verona 1984, pp. 439-454.

 

3. LA REVELACIÓN DEL PAN DE VIDA EN EL EVANGELIO DE JUAN

 

            En el capítulo 6 del Evangelio de Juan encontramos un texto eucarístico que podemos calificar como primero y último de la revelación. Primero, en cuanto que se presenta como anuncio y promesa; último, en cuanto que el cuarto evangelio, en su redacción definitiva, pertenece a los textos más tardíos del Nuevo Testamento y nos ofrece la profundización de la doctrina del Maestro que el Espíritu Santo está llevando a cumplimiento en la comunidad apostólica.

            Como es sabido, Juan en la última Cena no narra la institución de la Eucaristía, a pesar de que en la redacción joánea, la cena de Jesús esté impregnada del misterio eucarístico. En efecto, las palabras de Jesús y sus gestos, la conciencia de tener que pasar de este mundo al Padre, el lavatorio de los pies, las palabras sobre la vid y los sarmientos, sobre el amor fraterno, sobre el don del Espíritu Santo, la plegaria sacerdotal, los himnos recitados al final de la Cena, son no sólo indicios que concuerdan con el escenario de una cena de despedida, o de Pascua, sino que también su contenido expresa, de la forma más completa, el sentido mismo de la Eucaristía.

            Tenemos, sin embargo, un largo discurso de Jesús con innegables acentos eucarísticos en el cap. 6, que es propuesto como anuncio y promesa del Pan de vida que Jesús dará a los suyos. La importancia de este texto es patente, en cuanto que confirma el sentido de la revelación de la Eucaristía, como ha sido propuesta en los textos ya examinados, y enriquece con las peculiaridades literarias y doctrinales joáneas las perspectivas sobre el sentido salvífico del pan de vida.

            Para un estudio minucioso del tema debemos remitirnos a los trabajos exegéticos de índole general ya citados al comienzo del capítulo, a los mejores comentarios actuales del Evangelio de Juan y a las contribuciones específicas sobre el tema eucarístico. No se puede, sin embargo, afrontar el texto de Juan sin algunas precisiones a todo el capítulo 6 del cuarto Evangelio.

 

1. Cuestiones previas para la comprensión del texto

 

Unidad redaccional

 

            La exégesis del cap. 6 de Juan está plagada de dificultades desde el punto de vista redaccional e interpretativo. Hay también autores, como A. Wikenhauser y otros, que no serían contrarios a colocar este capítulo entre el 4 y 5, en vistas a la unidad literaria. Éste, de hecho, más que un episodio ligado a aquél que precede y a aquél que sigue, es un bloque doctrinal autónomo en su redacción y en su intención de catequesis. Es el capítulo más largo del Evangelio con 71 versículos.

            Se discute también sobre su autenticidad joánea. El discurso se introduce de nuevo en la cuestión exegética general sobre el autor del cuarto evangelio en su totalidad. R. Bultmann y otros excluyen como pertinente a la redacción de Juan la última sección del capítulo que habla de la Eucaristía. Pero esto se debe a una tesis general que excluye toda intención «sacramentalista» en la predicación de Jesús y en el testimonio de Juan. Tendremos aquí y en otro lugar una adición que depende del testimonio y de la praxis de la comunidad primitiva. O. Cullman, sin embargo, pone de relieve la dimensión sacramental del Evangelio de Juan. El capítulo en su conjunto, comprendida la última parte, parece muy unitario desde el punto de vista redaccional con los conceptos base del Evangelio joáneo: vida, vida eterna, Hijo del hombre, creer, permanecer... También el estilo circular y polémico es característico del conjunto del cuarto Evangelio.

 

Unidad literaria y doctrinal

 

            En el capítulo 6 encontramos un discurso unitario sobre una serie de temas ligados al arte en una clara progresión, de un hecho milagroso (la multiplicación de los panes) a una enseñanza sobre el pan de vida. En este discurso se da una continuidad progresiva, desde el pasado (el maná del desierto), al presente (Jesús como pan bajado del cielo), al futuro (el pan de la vida que el dará) en la Cena y después en la vida de su Iglesia. Lo cierra todo un epílogo sobre la fe necesaria para acoger a Jesús, sobre la elección de fe, opción por Jesús, hecha por Pedro, y concluye con el anuncio, en este contexto, de la futura traición de Judas.

            Nos encontramos ante pasajes, palabras y temas pertenecientes a diversas circunstancias de la vida de Cristo. En la última parte, en referencia a la Eucaristía, las palabras de Jesús pueden también ser una elaboración catequética del apóstol, una homilía eucarística de la comunidad primitiva o un midrash sobre la última Cena y la institución de la Eucaristía. Tales son las diversas posiciones de los autores.

            El problema no es de nuestro tiempo. Sobre el alcance doctrinal de las palabras de Jesús referentes al pan de vida que debe ser comido, se han dado interpretaciones diversas a lo largo de la historia de la Iglesia. Autores antiguos, como Ignacio de Antioquía, Justino, Cipriano, Crisóstomo, Cirilo de Jerusalén, Teodoro de Mopsuestia, Cirilo de Alejandría, interpretan a Juan en sentido eucarístico sacramental. Otros autores, como Clemente de Alejandría, Orígenes, Eusebio de Cesarea aplican el texto a la comida de Cristo y de su palabra, pan de vida mediante la fe. En general, se dice que la interpretación de la escuela de Antioquía es realista y la de Alejandría espiritualista. Pero se dan matices. Agustín interpreta en cada una de las dos los sentidos.

            En el medievo santo Tomás restaura la interpretación realista de Jn 6, especialmente en el comentario al cuarto Evangelio. Pero un ilustre discípulo suyo, Cayetano, mantiene la interpretación espiritualista: «Está claro –escribe él– que no se trata de comer y beber el sacramento de la Eucaristía, sino de comer y beber la muerte de Jesús». En el medievo, además, se dan dos interpretaciones eucarísticas que agravan de manera extrema, el carácter sacramental de la interpretación joánea.

            Por una parte tenemos los así llamados «cafarnaítas» que interpretan de manera realista exacerbada el «comer la carne y beber la sangre», como un proceso biológico, hasta en la digestión y sus consecuencias fisiológicas. Una posición demasiado realista que es acusada con la palabra «estercorismo» y desestimada como irrespetuosa.

            Por otra parte, encontramos la interpretación de J. de Hus, sobre la absoluta necesidad de participar al mismo tiempo de la comunión bajo las dos especies («sub utraque specie») para cumplir la palabra de Jesús. De aquí el nombre de «utraquista» o hussita.

            Entre los reformadores, Lutero y Calvino interpretan los textos joáneos en el sentido de una comida espiritual o de una acogida permanente de Jesús mediante la fe.

            En el concilio de Trento no hay unanimidad respecto a la genuina interpretación del capítulo. Teólogos y Padres conciliares aportan los diferentes argumentos de la tradición. Por eso, el Concilio no se pronuncia claramente sobre el sentido eucarístico del capítulo 6, en parte también para no tener que dar razón a las peticiones de los «utraquistas» sobre la necesidad de la comunión bajo las dos especies.

            Quizás una clave de solución se encuentra en la justa exégesis del capítulo de Juan, según los autores modernos. No todo debe ser interpretado en sentido espiritual o en sentido eucarístico, como quizás entendían los Padres, eligiendo una clave totalitaria, pero en una progresividad. De hecho hoy, los autores, tanto católicos como protestantes, con una cuidada y lógica exégesis, distinguen las diferentes partes del capítulo y consideran, en la actual redacción, el verdadero sentido eucarístico de la última sección, a partir del versículo 51c-58. Algunos comienzan antes (v. 48) o después (v. 52).

 

Claves hermenéuticas de la exégesis moderna

 

            Una clave general de interpretación debe tener en cuenta la calidad del estilo literario y de la personalidad de Juan como evangelista: él es testimonio y teólogo, atento a la historia y capaz de penetrar en los misterios, documenta hechos y propone signos y añade su visión «espiritual» y «sacramental». Su estilo es también como una cantinela oriental que parece repetir, con diversas modulaciones, la misma melodía, pero cambia progresivamente. O como el flujo del mar que baña la playa y se retira, para volver de nuevo con más intensidad.

            Entre las interesantes claves de interpretación del capítulo 6 recordamos algunas:

 

            Para F.X. Léon-Dufour debemos distinguir dos perspectivas. La primera es la de Jesús que habla a sus contemporáneos, pero mira desde lejos a los discípulos de todos los tiempos. Dirigiéndose a los primeros no puede pensar si no en su acogida mediante la fe. Comer y beber la carne y la sangre es aceptar a Jesús, su palabra y su persona. Mirando a los segundos, no puede dejar de pensar también en el modo de entrar en comunión con él, mediante la palabra y la Eucaristía. Juan, por su parte, escribe como discípulo-testimonio del Verbo, y como apóstol de la Iglesia. En el primer caso se refiere al sentido de las palabras de Jesús, cómo y cuándo han sido dichas; en el segundo caso da el sentido sacramental que ahora tiene en la Iglesia, a partir de la comunión con el cuerpo y sangre del Señor en la Eucaristía.

 

            Para A. Feuillet, todo el capítulo propone un discurso que es, en su sustancia, propio de Jesús. Juan lo enriquece con su visión teológica integral del misterio de Cristo, y a la luz de la praxis sacramental de la Iglesia apostólica. Ciertamente, la última sección del capítulo no podía ser comprendida hasta el fondo antes de la última Cena, cuando efectivamente Jesús, de manera clara, expresa el modo de comer a Cristo, pan de vida, y de beber su sangre.

 

            Para R.E. Brown todo el discurso, en su redacción actual, tiene un sentido eucarístico global. La última parte se ha insertado aquí, pero proviene probablemente de una tradición joánea del relato de la última Cena. El Epílogo trata de ponerse en relación más que con la Eucaristía con el tema axial del capítulo, la persona de Jesús que debe ser acogida mediante la fe.

            Como muchos autores actuales ponen de relieve, además de la interpretación eucarística es preciso recordar que aquí nos encontramos ante muchos temas teológicos veterotestamentarios: el éxodo, el maná, la palabra de Dios como alimento, el festín de la sabiduría...

 

2. Exégesis eucarística de Jn 6

 

            Con la línea que parece más compartida consideramos que se puede ofrecer una exégesis del texto que camina progresivamente hacia la revelación de la Eucaristía, pasando necesariamente por la clave del capítulo que es la aceptación de Jesús como Verbo Encarnado, pan de vida, mediante la fe don de Dios. Además, el significado propio de la Eucaristía, de la que es explícito el sentido en los versículos 51c-58, debe ser comprendido en su integridad global que reclama desde la acogida de Jesús, como el comer su palabra de vida y hasta el nutrirse del Pan eucarístico. Se recupera así una cierta progresiva unidad en la revelación, y una necesaria visión de conjunto de las condiciones para vivir la Eucaristía.

            Distinguimos en esta unidad progresiva cuatro partes.

 

Los dos «semeion» iniciales (vv. 1-15.16-21)

 

            La narración del Evangelio se abre con un signo (semeia, v. 26), que es la multiplicación de los panes (vv. 1-15). Pero en realidad allí está también el milagro signo, de clara connotación exótica, de Jesús que camina sobre las aguas (vv. 16-21). El signo tiene una dimensión pedagógica, reveladora. En otros casos, un signo se cierra con la revelación de Jesús, como en el caso del ciego de nacimiento (Jesús luz del mundo), y de la resurrección de Lázaro (Jesús es la resurrección y la vida); aunque aquí se pasará de la multiplicación del pan a la revelación: «Yo soy el Pan bajado del cielo». Pero también en el caminar sobre las aguas se da la revelación de Jesús con la característica expresión de su divinidad: «Yo soy» (Egò eimi, v. 21).

            Muchos son los detalles del signo de la multiplicación de los panes que se aproximan al tema de la Eucaristía: la cercanía de la Pascua, la fiesta de los judíos (v. 4); la fórmula de bendición y fracción: «tomó los panes, dio gracias (eucharistesas) los distribuyó...» (v. 11, cfr. v. 23). También la orden de recoger los pedazos (klasmata) que parece una palabra eucarística, de la cual quizás viene el respeto por los fragmentos eucarísticos, según la tradición de la Iglesia antigua. La abundancia del pan preludia la riqueza del don del pan de vida para todas las generaciones.

            En el milagro de Jesús que camina sobre las aguas podemos distinguir algunas temáticas de revelación: su divinidad, Yo soy (YHWH) (¿con vosotros?). Tenemos aquí, como en otros lugares en el evangelio de Juan, la clásica expresión que hace referencia a la revelación de Esd 3.

 

El discurso sobre Jesús, pan de vida (vv. 22-51ab)

 

            Sin entrar en mayores detalles, y teniendo en cuenta la revelación progresiva y enriquecedora de Juan, el discurso sobre el Pan de vida, comienza del signo (v. 6) y propone progresivamente estas tres series de tesis:

• Existe el verdadero alimento, bajado del cielo, Jesús mismo que debe ser acogido con fe; el signo que él da es superior al maná del desierto que comieron los padres (vv. 26-33).

• Jesús, «Yo soy», es este Pan de vida, bajado del cielo, entregado por el Padre, un pan que da la vida a quien viene a él (vv. 35-47).

• Es necesario comer este pan, acercarse a Él mediante la fe, don del Padre (vv. 48-51ab).

            El v. 51 hace de puente recopilativo y relanza la temática: Yo soy el pan vivo bajado del cielo, si alguno come de este pan, vivirá eternamente.

 

El pan que Jesús dará es su carne (51c-58)

 

            Estamos en la sección central de la revelación eucarística.

 

v. 51c. y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo.

v. 52. Discutían entre sí los judíos y decían: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?»

 

            Tenemos en el v. 51 un retorno circular al alimento (brosis) el cual había prometido el Hijo del hombre, enriquecido ahora con todos los conceptos propuestos seguidamente: Pan vivo, Pan de Dios bajado del cielo, Pan que el Padre da... Después de haber afirmado la identificación del v. 51a con las palabras de la revelación «Yo soy el pan vivo bajado del cielo», ahora identifica el pan que dará con su carne. En esta palabra, «sarx», retorna el concepto utilizado en Jn 1, 14 a propósito del Verbo hecho carne. De este modo retorna el concepto «sarx-basar» que indica la naturaleza humana con su debilidad física, no moral, y se establece una relación con el Pan bajado, y entre el misterio de la Encarnación y el misterio del Pan eucarístico. El personalismo del significado de la carne, que señala, precisamente, la persona entera, es subrayado por el pronombre «mía». La partícula «per» («hyper») indica la donación de la vida y por la vida, en sentido sacrificial. En algún códice se subraya con el añadido «que yo daré» («en ego dosso») por la vida del mundo. Mundo, en este contexto significa toda la humanidad a salvar. Están en juego la Encarnación acontecida y la Pasión anunciada.

            La murmuración o discusión de los judíos es paralela a una anterior murmuración (v. 41-42). Es justo que ellos puedan maravillarse ante las afirmaciones inauditas de Jesús; las consideran de antropofagia criminal: comer la carne y beber la sangre son cosas horrendas y prohibidas. Él, sin embargo, replica sin atenuar mínimamente su propuesta. Incluso la refuerza en las expresiones.

 

v. 53. Jesús les dijo: «En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros.

v. 54. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día.

v. 55. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida.

 

            Se trata de afirmaciones en dos hemistiquios, uno negativo y el otro positivo, con un procedimiento literario y mnemónico hecho por medio de antítesis y aposiciones simétricas. Jesús, por lo tanto, explicita su propuesta del v. 51c y responde a la objeción de los judíos sin atenuar las palabras y el sentido realista. Incluso refuerza el realismo del don con la palabra «troghein» que significa masticar o triturar con los dientes, y añade la palabra «pinein» por beber la sangre, expresión que confirma el realismo. Además, refuerza en el v. 55 el paralelismo carne/sangre con el adjetivo verdadero alimento («alezes brosis») y verdadera bebida («alezes posis»).

            En estos versículos se está enriqueciendo progresivamente de conceptos la revelación anterior referente al pan de vida: sangre, vida eterna, «Yo lo resucitaré». La «sangre» es la sed de la vida, indica la persona viviente y su sacrificio: no se bebe la sangre si antes no se efunde; se apunta aquí, por lo tanto, de manera indirecta al sacrificio voluntario. La vida eterna indica la vida del Verbo, que tenía al principio y que tendrá tras su retorno al Padre. Se alude a la resurrección escatológica del último día.

            Todo está precedido por la fórmula joánea de un anuncio importante: «En verdad, en verdad os digo...»

            Sobre el trasfondo de la revelación están ya presentes los tres misterios fundamentales de la misión de Jesús: Encarnación (carne), Pasión (sangre), Resurrección (yo lo resucitaré, vida eterna). Hay que notar que se subraya la duplicidad de los elementos: carne/sangre, alimento/bebida, comer/beber. Pero sólo se habla a nivel de signo del pan y no del vino o del cáliz.

            Sólo en la cena se desvelará plenamente el sentido de este alimento y de esta bebida que son la carne y la sangre del Señor.

 

v. 56. «El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él.

v.57. Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por mí.

v. 58. Éste es el pan bajado del cielo; no como el que comieron vuestros padres, y murieron; el que coma este pan vivirá para siempre».

 

            Estos versículos, además de confirmar la propuesta anterior, indican el sentido salvífico de la Eucaristía como comunión de vida: inmanencia recíproca y duradera, tema querido por Juan en el capítulo 15: permanecer («menein»); dinamismo y plenitud de vida que viene del Padre, reposa en el Hijo y es dada a quien come y bebe la carne y la sangre. En la alusión al Padre se retoma una temática ya desarrollada: el origen divino de Jesús y del pan vivo bajado del cielo. Se acentúa el personalismo en el díptico: quien me coma («trogon me... zesei di’ emé»), vivirá en mí. En el versículo 58 se resume de nuevo todo el período a partir del v. 51c: el Pan bajado del cielo; no como aquél comido por vuestros Padres: la figura ha sido superada en dignidad y en los efectos. Se reafirma el sentido escatológico de la Eucaristía. Pan para la vida eterna.

 

Epílogo del discurso sobre el pan de vida (vv. 59-71)

 

            En este epílogo tenemos una serie de claves importantes para comprender el sentido de la revelación de Jesús, pan de vida, y de la Eucaristía que él ha prometido.

            Tenemos una murmuración de los discípulos (v. 60), y una afirmación y respuesta de Jesús donde se alude a su ascensión al cielo, donde estaba antes. Se reafirma su origen divino, se anuncia su meta que completa el círculo de la vida de Jesús, del Padre al Padre, mediante su bajada («katabasis») y su subida («anabainosis») (vv. 61-62). Para algunos se trata de comprender el misterio de Jesús, y del Pan de vida a partir del misterio de su Ascensión gloriosa. Desde aquel momento será preciso adherirse a Cristo mediante la fe (y el sacramento).

            Siguen dos versículos alusivos al Espíritu Santo y a la fe. «Es el Espíritu quien da la vida (“to pneuma estín to zoopoioun”), la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Pero hay algunos entre vosotros que no creen» (vv. 63-64). Las palabras sobre el Espíritu no son fáciles de descifrar. En el lenguaje conceptual y lleno de alusiones de Juan evangelista pueden significar varias cosas a la vez. Un primer y obvio significado: sólo el espíritu, y no la carne, es capaz de comunicar la vida. O bien: el Espíritu hará comprender el sentido de estas palabras. O bien: Cristo dará su carne, carne pneumática, resucitada y gloriosa, llena de Espíritu Santo.

            Retorna en los últimos versículos el tema de la fe don del Padre. Para adherirse a Cristo es preciso adherirse a sus palabras y a su persona. Algunos lo rechazan. El discurso de Jesús se convierte en opción fundamental de la fe, también en la revelación del pan de vida. Y Pedro hace aquí, en este contexto cristológico y eucarístico del evangelio de Juan, su confesión de fe: «Señor ¿a quién iremos? Tu tienes palabras de vida eterna; nosotros hemos creído y conocido que tú eres el Santo de Dios» (vv. 67-69). Sobre el trasfondo de esta límpida confesión de fe tenemos la sombra tétrica de Judas el traidor, uno de los doce («eis ek ton dodeka») (v. 71).

 

3. Orientaciones de teología bíblica

 

            Sobre la estela de los resultados de la exégesis, y en simetría con cuanto hemos hecho con los relatos de la Institución, podemos recoger algunas orientaciones de Teología bíblica sobre la Eucaristía. Éstas responden a los resultados exegéticos, confortados por la interpretación de la Iglesia.

 

Realismo personal de la Eucaristía y riqueza de los misterios

 

            En las palabras de Jesús hay un realismo sin atenuantes referido al Pan que debe dar, con expresiones claras –carne, sangre, comer, beber–, sin vuelta atrás, también contra las murmuraciones, de los judíos primero y de los discípulos después. El realismo del don está ligado también al realismo de los misterios a los que es referido el pan: realismo de la Encarnación, de la Pasión y de la Resurrección. También son reales los efectos salvíficos, que alcanzan incluso la promesa de la resurrección. Se trata de un realismo no carnal, sino espiritual y sacramental. La carne mediante el pan, la sangre mediante el cáliz del vino.

            Debemos subrayar el personalismo de las expresiones. Carne y sangre indican la persona viviente. Jesús juega con el pronombre YO y ME en una sugestiva aposición de identificaciones: El Pan de vida es mi Carne: YO soy el pan de vida, quien come mi carne, ME come a mí. Todo parte del Yo misterioso de Cristo, Verbo Encarnado, que ilumina todos los contenidos para resumirlos de nuevo en él.

            Se evidencia claramente la rica síntesis de misterios. Tanto para que puedan ser contemplados desde la perspectiva del Jesús que habla, como desde la perspectiva de Juan que relata. Jesús afirma la realidad de su pasado, cerca del Padre, y de su presente, entre los hombres; pero mira hacia el futuro: la inmediata pasión, resurrección y ascensión. Juan contempla, ya cuando escribe, todos los misterios de Jesús realizados: la encarnación, la pasión, la resurrección, la ascensión gloriosa y su presencia permanente en la Iglesia. La Eucaristía reclama de manera indisoluble:

 

La encarnación: La Eucaristía es el Verbo Encarnado, pan bajado del cielo. El cristiano se nutre del verbo Encarnado porque en el pan de la vida se hace presente el acontecimiento salvífico que es el Hijo de Dios.

 

La pasión-redención: es el misterio del pan-carne, dada por el mundo, la sangre de la propiciación ofrecida en sacrificio.

 

La resurrección: es la carne del Hijo del hombre (título mesiánico de gloria), que comunica la vida eterna y la resurrección del último día, carne vivificada por el Espíritu. Sólo la carne resucitada puede comunicar la resurrección.

 

            La síntesis de misterios es propia de la visión cristológica de Juan, tanto en la revelación de la Encarnación, donde se proyecta la gloria del Resucitado, como en la narración de las diferentes apariciones de Jesús en su resurrección, donde se manifiesta la continuidad y el realismo de su encarnación, y la permanencia de los estigmas de su pasión gloriosa. Jesús no es un fantasma (cfr. Jn 20-21). Hace eco al realismo de Juan, la célebre expresión de su discípulo Ignacio a propósito de la negación de la verdad de la Eucaristía (y de la Encarnación) por parte de los docetas del siglo primero los cuales niegan (al igual que nosotros afirmamos) que la Eucaristía es: «la carne de nuestro Señor Jesucristo, que ha sufrido por nuestros pecados, y que el Padre benignísimamente ha resucitado» (Ad Smirm. 7, 1).

            En esta acumulación de misterios es útil recordar también el aspecto claramente trinitario del misterio eucarístico. Es el pan que el PADRE da, pan bajado del cielo. Es la presencia del HIJO; es la carne vivificada por el ESPÍRITU SANTO.

 

Los efectos de la Eucaristía y la clave de comprensión del misterio

 

            La Eucaristía es misterio de comunión de la vida de Jesús que viene del Padre y pasa por los misterios de la carne de Cristo («mysteria carnis Christi»), y es vivificada por el Espíritu. Es don de la inmanencia recíproca, de la «simbiosis», del dinamismo del amor: «quien me come y permanece en mí, vivirá por mí y para mí...» Término último de la comunicación eucarística es el don de la resurrección, a semejanza con la resurrección de Jesús, aunque sea aplazada al último día. Se anuncia la salvación integral del discípulo. Si toda nuestra persona, de hecho, debe estar unida definitivamente a Cristo, es preciso que toda la persona, cuerpo incluido, reciba el don de la resurrección.

            La clave de comprensión del misterio eucarístico, se encuentra en los versículos del Epílogo. Sólo la exaltación gloriosa de Jesús con su ascensión nos permite comprender, hasta el fondo, la necesidad y la posibilidad de nuestra comunión real, espiritual y sacramental con Él. El alimento que Jesús nos ofrecerá será su carne gloriosa, vivificada por el Espíritu. Sólo esta dimensión «pneumática» de Cristo glorioso y de la Eucaristía nos pueden abrir plenamente al sentido del realismo y del personalismo del don. Es el Espíritu el que vivifica la carne de Cristo y el pan eucarístico. Finalmente, para comer dignamente el pan que Cristo da, es necesario haberlo comido, es decir, acogido mediante la fe. Una fructuosa participación de la Eucaristía supone también la plena acogida de su palabra, palabra para comer y vivir. En este sentido y con todo ya completo el Pan de vida se nos presenta como misterio de fe, y opción fundamental de fe, plenitud de vida.

 

4. Otros textos joánicos sobre la eucaristía

 

            Del conjunto del evangelio de Juan y dada su unidad y riqueza simbólica podemos tomar otros textos que pueden hacer referencia a la Eucaristía. Se trata, sin embargo, de referencias secundarias a comprender en la unidad doctrinal del misterio de Cristo y según la interpretación de la tradición eclesial. Entre estos textos señalamos:

 

Jn 2, 1-11, con el episodio de las bodas de Caná de Galilea, para el tema del vino nuevo.

Jn 19, 34, con el signo de la sangre emanada del costado de Cristo junto al agua. Los Padres interpretan el agua y la sangre en referencia al bautismo y a la Eucaristía. Pero se advierte que primariamente se alude al don de la vida (sangre) y después a la efusión del Espíritu (agua).

1Jn 5, 6-8, con la referencia a la sangre de Cristo, sangre de la propiciación.

 

            Más interesante es la lectura «eucarística» de los capítulos 13-17 de la Cena en su conjunto, tanto en el lavatorio de los pies, como en el símbolo de la vid y los sarmientos o como en el mandamiento nuevo y la plegaria sacerdotal. A través de una lectura exegética correcta de estos textos tenemos todo el sentido de la gracia de la Eucaristía. Sobre este tema es muy interesantes cuanto ha escrito S. Lyonnet 22.

 

            Bibliografía:

            Sobre la Eucaristía en Juan es preciso referirse, además de a los estudios generales sobre la Eucaristía en la Biblia, a los comentarios bíblicos de Jn 6. En particular cfr..

J. Caba, Cristo Pan de vida. Teología eucarística del IV Evangelio, Madrid, BAC 1993.

• V. Pasquetto, Incarnazione e comunione con Dio, Roma, Teresianum 1982, pp. 70-97.

• Id., Abbiamo visto la sua gloria, Roma, Ed. Dehoniane 1992, pp. 61-85.

• J. Mateos-J. Barreto, Il Vangelo di Giovanni. Analisi linguistica e commento esegetico, Asís, Cittadella, 1979, pp. 283-334.

• X. Léon-Dufour, Lettura dell’Evangelo secondo Giovanni (cap. 5-12), Edizioni Paoline, 1992, pp.111-250.

• R. Schnackemburg, Il vangelo di Giovanni. Parte seconda, Brescia, Paideia, 1971, pp. 25-159.

• R.E. Brown, Giovanni, Asís, Cittadella editrice, 1979, pp. 299-393.

• R.Fabris, Giovanni, Roma, Borla, 1992, pp. 365-429.

• G. Segalla, Gesù pane del cielo per la vita del mondo. Cristologia ed Eucaristia in Giovanni, Padova, Messaggero, 1975.

 

APÉNDICE

 

1. La Eucaristía en las prefiguraciones del A.T.

 

            A la luz de la exégesis de los textos del Nuevo Testamento, se puede comprender la preparación de la revelación del misterio eucarístico en el Antiguo Testamento. Algunos autores (Sayés, Ligier...) desarrollan esta temática. Para nosotros es suficiente recordar el hecho y hacer una alusión a algunos textos y símbolos fundamentales.

            Son a recordar los símbolos del sacrificio de Melquisedec (Gn 14, 18-20); el maná del desierto, los diferentes sacrificios de expiación y los incruentos, así como los panes de la proposición, el nuevo sacrificio predicho por Malaquías (1, 10 y ss.) y los frutos de la Sabiduría (Pr 9, 1-5).

            En la Eucaristía convergen los grandes temas de la teología del Antiguo Testamento: las comidas religiosas, la alianza, antigua y nueva, el memorial y el Siervo de YHWH.

            Para comprender la Eucaristía y su evolución es preciso referirse a las grandes temáticas de la Berakah y de la Todà, como explicita la teología eucarística contemporánea.

            Todos estos textos tienen un significado tanto a la luz de los pasajes del Nuevo Testamento, como a la luz de la tradición patrística, litúrgica y en la aplicación hecha por el Magisterio de la Iglesia.

 

Schenker, L’Eucaristia nell’Antico Testamento, Milán, Jaca Book, 1982.

A. Sicari, L’invocazione eucaristica del Vecchio Testamento, en «Communio» n. 64, 1982, pp. 47-58.

 

2. Otros textos eucarísticos del N.T.

 

            Muchos autores encuentran otros textos explícitos o implícitos en el Nuevo Testamento. Ciertamente, toda la Carta a los Hebreos supone una visión del sacerdocio y del sacrificio de Cristo, al enlazarse con la vida de Jesús y con el memorial de la Iglesia. He aquí algunos textos de la Carta a los Hebreos que merecen una particular atención:

• 2, 14: la carne y la sangre;

• 6, 4-5: los momentos de la iniciación cristiana;

• toda la sección de los capítulos 7-11 sobre el sacerdocio de Cristo;

• 13, 9-16: contraposición entre culto antiguo y culto nuevo 23.

            En el Apocalipsis cfr. 3, 20: invitación a la Cena. También tiene una resonancia eucarística la teología del «Marana tha», invocación recogida por Pablo (1 Co 16, 22) y presente en el Apocalipsis (22, 20) y en la Didachè X 24. Finalmente el texto de la plegaria del Señor en el Evangelio de Mateo 6, 11 donde la califica de pan cotidiano es «epiousion», «supersubstantialis» en latín, que algunos refieren a su sentido eucarístico. Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica n. 2837.

 

CONCLUSIÓN

 

            Al final de nuestra investigación sobre los textos de la revelación debemos afirmar que los textos del Nuevo Testamento contienen la riqueza, la profundidad y la unidad de la fe sobre la realidad y significado de la Eucaristía. En estos textos tenemos afirmaciones claras de la fe de la Iglesia. No siempre se tienen las explicaciones del misterio que se requerirán a continuación y se propondrán por la tradición y por el Magisterio de la Iglesia. Nosotros tenemos los textos que proclaman el kerigma de la Eucaristía y piden creer en la verdad expresa de la Palabra.

            Los autores sagrados hacen sentir en las palabras de Jesús y en la praxis de la Iglesia apostólica el vínculo del misterio eucarístico con toda la economía de la salvación, con la persona y la obra de Cristo y, de modo especial, con su muerte y su sacrificio redentor, hasta el punto de poder ver en la Eucaristía el misterio central de la economía sacramental.

            Exégesis y teología bíblica de la Eucaristía permanecen como punto de referencia en la Iglesia tanto en el Magisterio dogmático como en la teología del misterio eucarístico. A lo largo de la historia de la Iglesia precisiones necesarias referentes a la presencia real, al sacrificio eucarístico y a la comunión serán ofrecidas por la tradición litúrgica y patrística, con autorizadas tomas de posición por parte del Magisterio, para salvaguardar el verdadero y auténtico sentido de las palabras de Cristo como han sido entendidas siempre por la tradición. Por eso, aunque es verdad que no es suficiente la exégesis y la teología (en las cuales, por otra parte, se dan también muchas interpretaciones diferentes), sino que es preciso recurrir a la Tradición y al Magisterio para obtener el sentido católico del misterio eucarístico, a pesar de un cuidadoso conocimiento de la exégesis católica, a la luz de la amorosa búsqueda con la que los textos eucarísticos han sido estudiados recientemente, permanece el punto de partida para toda buena teología actualizada y segura.