TEMA 46
LA
VIRTUD DE LA PRUDENCIA
1. Introducción
1. Conceptos de la prudencia
En el lenguaje actual, el prudente
es el astuto, el que circunvala el bien, por tanto, es incompatible con la
fortaleza. A veces, se entiende como no pasar el limite establecido.
Debe ser: actuar en función de la
realidad externa. Saber las circunstancias externas, juzgar las personas,
tiempo, lugar etc. Las circunstancias concretas no se repiten. Hay que aprender
a verlas a la luz de los primeros principios intelectuales y morales. No sólo
se ejercita el acto de prudencia sino también de otras virtudes. Se juzga por:
la virtud propia del acto y el dominio que la prudencia tiene sobre el acto.
Esta realización del bien exige
conocer la verdad. Este saber no es el meramente técnico o científico. No hay
bien sin la verdad. S. Tomás dice que el que ignora como es la verdad de las
cosas no puede hacer el bien. Pieper dice que este saber es el contacto objetivo
con la realidad objetiva.
2. Los personalistas.
"La autentica personalidad
humana (realización del hombre) sólo se consigue a través de la
impersonalidad querida (que es contra el egoísmo) y la objetividad mediadora
(ver las cosas como son y desde fuera)".
El contacto objetivo con la
realidad (que no es la pura materialidad de las cosas). Por tanto, la prudencia
pide la docilidad, el "obsequium rationis", el momento de la verdad.
Pide una unión sumisa al verdadero conocimiento de la realidad. Tal
conocimiento objetivo de la realidad, lo que Spaemann llama "hacer justicia
a la realidad", es imprescindible para la virtud de la prudencia, y por lo
tanto para la moral de virtudes, presidida por la prudencia. Como dice Zubiri,
de la escuela española de filosofía, "es el sometimiento al poder de lo
real, al poder normativo de la realidad"; la "veritas" en la
mente humana es "mensurata et non mensurantis".
3.Esto se entiende cuando se sabe
que la verdad está de forma distinta en:
- en Dios: mensurans et non
mensurata
- en las cosas: mensurata et
mensurans
- en la mente del hombre: mensurata
et non mensurans.
En este sentido cifra VS el
"seréis como dioses".
Las teorías de Freud, y sus
seguidores, lo desenfocan. Tiene un doble principio (metido en el
sentimentalismo, subjetivismo, etc.)
a. principio de la realidad: una
ley, una imposición
b. principio del placer: la
liberación de la ley como realización
Al hombre le domina el principio
del placer, y sólo se realiza por él. Frente a la verdad y a la realidad a que
el hombre debe enfrentarse, Freud desenfoca el asunto: el hombre empieza a
frustrarse; no concibe que la humanización del hombre venga por aceptar la
verdad: el hombre, un hedonista frustrado.
La encíclica Veritatis Splendor
enfoca la cuestión en términos precisos: cómo se relacionan la libertad y la
verdad, cuestión de bastante más intríngulis que el primeramente percibido.
La cultura llamada "postmoderna" se fundamenta en un trípode:
- primado del "yo siento"
sobre el "yo pienso"
- primado de la subjetividad sobre
la realidad
-primado de la autoconciencia sobre
la conciencia.
Entonces, si la libertad prima
sobre la verdad, resulta que "es verdadero lo que yo quiero que sea
verdadero" y, en consecuencia, "lo que yo quiero, se convierte en
verdadero" y por tanto, en "bueno". Pero la libertad no es un
valor absoluto, es un valor medial!.
Pero entonces, ¿para qué, entre
otras cosas, evangelizar?, o ¿para qué la Cruz?: la cultura postmoderna
desvirtúa la Cruz de Cristo, y, por ende, al hombre mismo. Pero se comprueba
que la cultura postmoderna es la muerte de la misma cultura postmoderna: la
mentira y el pecado siempre se vuelven contra ellos mismos: pudren a sus mismos
defensores, son destructivos, corrosivos: es la rebelión de las ramas contra el
árbol (vid. "TAO" en "La abolición del hombre" de C.S.
Lewis).
4. Lo primero es la realidad
objetiva de las cosas, y luego el querer y hacer. Por tanto, toda virtud depende
de la prudencia, que es la que capta la verdad y la realidad de las cosas.
Primero, ver; después, actuar según lo visto. Toda virtud, por tanto, depende
de la prudencia; y todo pecado, in fondo, es una contradicción a la prudencia:
es decir: vivir en la mentira.
Esta supremacía prudencial es
importante, comprende el axioma pedagógico, y ascético: "La educación y
autoeducación, en orden a la autonomía moral, ha de tener su fundamento en la
respectiva educación y autoeducación de la virtud de la prudencia, es decir,
en la capacidad de ver objetivamente las realidades que conciernen a nuestras
acciones y hacerlas normativas para el obrar, según su índole e
importancia": a esto se llama vivir y realizar la verdad: el verdadero bien
de la persona está en adorar a Dios en espíritu y en verdad.
Esto da un giro copernicano al la
moral kantiana. Los kantianos ven que el conocimiento no vale, pues sólo vemos
los fenómenos y no el número: disgregan ser y deber. Por tanto, el bien viene
por la voluntad no por el conocimiento. Y en su moral, importa poco el ser de
las cosas (que no veo) sino el deber. Por tanto, se queda sin la ontología: Hay
que hacer las cosas porque están mandadas. El moralismo lleva al voluntarismo
(desde Nietzsche, sin pararse en descubrir el sentido de las cosas). La
prudencia tiene, precisamente ese nœcleo: conectar ser-deber, pues en el acto
prudencial el deber viene determinado por el ser.
Moralismo: malum quia prohibitum //
Prudencia: prohibitum quia malum.
Aforismo clásico: "sabio es
el hombre a quien las cosas le parecen tal y como son". La psiquiatría
moderna resalta cómo un hombre al que las cosas no le parecen tal y como son,
sino que las capta y ve en función de su egoísmo y secuaces, no sólo ha
perdido la posibilidad de ser justo, fuerte y templado, sino que ha perdido la
salud de su alma. Toda una categoría de "enfermedades" psiquiátricas
consiste esencialmente en esa falta de "objetividad" egocéntrica. La
prudencia es uno de esos lugares en que se hace visible la misteriosa conexión
entre salud-santidad, enfermedad-pecado. Por qué el auge de la psiquiatría y
el descenso de las confesiones?: porque se intenta poner remedio a lo
irremediable: que me hagan ver como a mi me gusta ver, no como hay que ver.
5. Etimología: procul videns: ver
desde lejos. Saber ver las cosas antes de actuar. Enseña a vivr rectamente según
un dictamen previo. Fronesis: antiguo nombre de prudencia; que puede
entenderse como sabiduría (cuando las cosas parecen como son).
2. Prudencia como Virtud
1. Definición. Prudencia es un hábito
del entendimiento práctico que dirige nuestro juicio (unir sujeto y predicado,
por tanto, es un acto voluntario) para discernir e imperar en cada uno de
nuestros actos lo que es bueno y que debe hacerse porque nos conduce a nuestro
último fin.
Ojo: virtud intelectual práctica:
dirige conducta y adecua a la verdad.
Relación con último fin: virtud
cercana a la fe: la fe descubre con plenitud el último fin de los actos
humanos; pero es la prudencia la que en la multiplicidad y variedad de las
actuaciones humanas, en medio de la complejidad de la vida, la prudencia
discierne lo que es útil para ir a Dios, y lo que es perjudicial y me puede
alejar de El.
Relacionada con la naturalidad: no
es igual para todos (ojo al mito del "igualitarismo"). La prudencia
dicta lo que es natural para cada uno, en cada caso, según sus circunstancias.
Lo natural para uno -lo que supondría en concreto vivir y realizar la verdad-
puede ser vivir en la mentira para otro.
Es una virtud intelectual práctica:
aplica lo general a lo concreto. No sólo adecúa a la verdad (intelectual) sino
que además dirige (práctica). No es como la sindieresis y la ciencia moral,
que son sólo intelectuales. La aplicación del aquí y ahora no se puede hacer
de modo analítico, sino que hay que captar, y saber hacerlo, las
circunstancias.
2. La prudencia, pues, aplica la
ley general (moral) a cada uno de los actos concretos. Llega incluso a descubrir
lo que Dios quiere de cada uno en cada momento de su vida. Es un conocimiento práctico
más una decisión imperativa. Es el precepto del momento bien entendido: la
relación de la ley con el "hic et nunc"....... (preceptos negativos:
los intrinsecamente malos, los absolutos morales).
No debe confundirse con la moral de
la situación (ley como manipulable en cada situación, donde ley = conciencia
subjetivista). La ley es la propia conciencia que dicta la actuación. Ley y
conciencia no se oponen sino que la ley y persona se unen en la conciencia.
3. El valor de la prudencia como
virtud, se puede resumir en 3 puntos:
a. La rectitud moral de ser persona
ni pertenece ni se realiza sólo con la buena voluntad: esta disposición
requiere una luz que oriente y dirija la acción: hacer ser moralmente bueno lo
técnicamente bueno. La prudencia actualiza el deseo. No sólo se queda en el
querer sino que alcanza el hacer, el actuar, la acción personal. La persona se
realiza en el hacer interno y no sólo en el querer.
Clasificación: los que hacen mal
el bien (los chapuzas bienintencionados)...los que hacen bien el bien (los
santos)...los que hacen mal el mal (estos desgraciados no tienen nombre)...y los
que hacen bien el mal (los chacales superkillers).
b. La prudencia deshace la aparente
dicotomía entre autonomía y heteronomía (vivir según la ley). Permite la
recta autonomía de la conducta. Marca el camino a la virtud y hace regir la
propia vida. El arte del buen consejo y del buen gobierno. El buen ejercicio de
la libertad requiere una buena formación de este hábito práctico. Es la
activa intervención en la vida y realización personal: ni el quietismo, ni el
atavismo del destino. Importancia del dogma de la Creación: música de la
creación, y el mundo creado concreto como marco de mi realización. Es decir:
mi vida como historia real construida por las propias decisiones libres.
c. Por ser una ordenación
imperante, pone en juego todas las virtudes. Es la que dirige las demás
virtudes.
3. La Doctrina Bíblica sobre la
Prudencia.
1. Prudencia como don de Dios:
Sabiduría.
Prov 2, 6: "El Señor da la
sabiduría y de su boca derrama prudencia"
Prov 8, 14: Es la misma Sabiduría
Eterna quien concede la prudencia: "mía es la prudencia"
Ef 1, 8: objeto de especiales
peticiones, S. Pablo pide la prudencia, y pide que se pida. La verdadera
prudencia sólo proviene de Dios, es un don de Dios. Una prudencia que no tiene
visión sobrenatural no es verdadera prudencia. La verdadera prudencia, que es
don de Dios, es aquella que nos hace ver los bienes en sí, no los bienes
aparentes. El don de Sabiduría sería imperfecto si no lo protegiera la
prudencia.
2. Siendo un don, no exime al
hombre de la obligación de habituarse, de adquirir y aprender la prudencia:
cfr. Prov.
Adquirirla supone: pedirla a Dios (Ef
1, 8)
formarse, estudiar, preguntar,
resolver dudas
lanzarse rectamente a actuar sin
temor a equivocarse
aprenderla de ancianos y prudentes
aprender de las experiencias de la
vida y de la historia
cuidar la locuacidad, ojo a las
malas compañías, embriagueces, ...
Ps 118: Meditar serenamente los
mandamientos.
Prov: Mas vale equivocarse
actuando rectamente que no actuar. Pues los fallos también ayudan a adquirir la
prudencia.
3. Papel importante que la
prudencia desempeña en la vida humana
Prov 2, 11 / 7, 4 / 8, 14: Preserva
de los caminos torcidos del pecado, protege contra las artimañas de la astuta
seductora, etc.
Ecclico 19, 18: S—lo el prudente
sabe cuando es tiempo de ...y tiempo de...
Dt 32, 28: a ella pertenece el buen
consejo
Prov 28, 11: a ella pertenece
dirigir los pasos del hombre
1Pt 4, 7: a ella corresponde
vigilar
Mt 25, 1 / 24, 36: reconoce los
signos de los tiempos y hace el hombre atento y vigilante; y por ella se sabe
que la venida de Cristo no está en manos del hombre
Mt 24, 45: al siervo establecido
sobre la "familia del Señor" se le exige fidelidad y prudencia ; vírgenes
prudentes
4. Las cualidades particulares de
la prudencia deben ajustarse a las necesidades de esta vida
para vivir como ovejas en medio de
los lobos
Mt. 10, 16: prudentes como
serpientes. Prudencia no es la astucia, sino que debe ir acompañada por la
sencillez. No es la astucia de quien se autodirige arbitrariamente, sino del que
busca y acude al Espíritu de Sabiduría.
Rom 8, 6: prudencia de la carne vs.
la prudencia del espíritu. La verdadera prudencia es vida y libertad, y tiene
las promesas de felicidad eterna; para la prudencia de la carne, la paga no es
sino la muerte.
1 Cor 1, 19: sobre la prudencia de
la carne pesa la sentencia del Crucificado.
Lc 16, 8: Cristo exhorta a la
prudencia: pone ante los ojos la de los hijos de este siglo, más avispados que
los hijos de la luz, consiguen medios, se mueven por objetivos mezquinos pero
poniendo esfuerzo y atención. Los hijos de la luz deben poner todas sus fuerzas
al servicio de Dios.
5. Tras toda esta enseñanza, hay
una verdadera prudencia hecha vida: Cristo.
Lc 2, 47: a los 12 años, en el
templo, "admiraban todos su prudencia"
"Hablaba de modo que no podían
contradecirle" sus enemigos porque sus palabras eran tan francas como
prudentes.
Ser prudente no es ser un hombre
acobardado, simplista, sino que la prudencia es la sabiduría con Jesús echa
del templo a los mercaderes. A veces dicta aumentar la pasión, no sólo es
refrenarla.
Ante la falsa prudencia de la carne
(El rico que atesora en su granero, sin saber que esa noche morirá), Cristo
muestra la verdadera y nueva prudencia:
La locura de la Cruz: Dar la vida:
S. Pablo menciona en Cor. que la Cruz es una locura para algunos. A veces no se
entiende la ascética cristiana porque no se entiende la prudencia. Ratzinger en
Informe sobre la fe: Al perder el valor de la virginidad, se pierde todo no
porque sea central la virginidad sino porque se pierde la tensión escatológica.
Se pierde toda la noción de trascendente. Deja de tener sentido todo:
matrimonio, Iglesia.
Amor a los enemigos: es prudencia
el poner la otra mejilla
Verdad interior: Si la prudencia
debe ajustarse a la verdad, la primera verdad debe ser la verdad interior y
propia (adulterio en el corazón). Por tanto, se debe ver antes la verdad del
hombre mismo, es decir, no sólo se debe mirar la verdad a la que uno se ajusta
o debe ajustarse, sino también la verdad con que uno mismo se ajusta.
Mt 10, 39: perder la vida para
hallarla.
4. Prudencia, raíz de la rectitud
en el obrar: "Conciencia de los Principios" y "Conciencia de la
situación"
1. La primacía de la prudencia
sobre las restantes virtudes cardinales indica que la realización del bien
presupone el conocimiento de la realidad. Sólo el que sabe cómo son las cosas
puede estar capacitado de obrar bien, es decir, sólo el prudente puede ser
bueno. Saber tanto los principios generales como los concretos. No basta la
buena intención para realizar el bien, sino también conformar el acto personal
y calibrar las circunstancias.
S. Tomás, II-II, q. 47, 3:
"El prudente precisa conocer tanto los primero principios universales de la
razón cuanto las realidades concretas sobre las que versa la acción
moral".
Todo este mecanismo de acertar en
la visión de las cosas y de intentar hacer bien tiene 2 fuentes: principios
universales de la razón y realidades concretas.
a) Los principios universales de la
razón práctica son revelados al hombre merced a la sentencia de la sindéresis,
en la que se funda todo acto de imperio o resolución particular, como se apoya
en los principios supremos del pensar teórico todo juicio enunciativo singular.
b) La "prudencia infusa"
del cristiano supone además las tres virtudes teologales, fe, esperanza y
caridad, por las que cobra conciencia el cristiano de que el fin sobrenatural de
su existencia es participar en la vida del Dios trinitario. Pero la prudencia no
apunta directamente a los últimos fines - natural y sobrenatural- de la vida
humana, sino a los medios justos, a las vías conducentes a tales fines. Su
función más peculiar no es la contemplación actual de esos "principios
universales". La mas característica función de la prudencia es su
referencia al plano de los "caminos y medios" que supone la concreta
realidad.
Por lo demás, la unidad viva de
sindéresis y prudencia no es otra cosa que lo que solemos denominar "la
conciencia".
La prudencia, o mejor, la razón
practica perfeccionada por la virtud de la prudencia, es, vale decir, la conciencia
de la situación, a diferencia de la sindéresis o conciencia de
los principios.
La sindéresis revela los
principios universales. La ciencia moral la explicita: fe, razón, magisterio.
La prudencia no apunta directamente a los últimos fines sino a los medios
concretos para conseguir estos fines. La función peculiar no es contemplar los
principios primarios sino las realidades concretas a la luz de aquellos. Sin
identificarse plenamente, guarda una cierta analogía con el silogismo lógico:
primera premisa (universal) - sindéresis
segunda premisa (concreta) -
prudencia
conclusión -------- juicio de la
conciencia
Así no funciona la conciencia,
pero vale para ilustrar la relación sindéresis y prudencia.
La "conciencia de los
principios" es la sindéresis mientras que la "conciencia de la
situación" es la prudencia. Nunca deben separarse en la vida moral. La
situación concreta recibe la luz moral de los principios. El orden de la
prudencia se basa en un conocimiento doble: la luz de la sindéresis y de la
prudencia. Es un conocimiento directivo. Por tanto, la recta razón no es
conocimiento inamovible y anquilosado, sino que es la recta razón corregida.
5. Partes de la Virtud de la
Prudencia
1. En su condición de "recta
disposición" de la razón práctica, la prudencia ostenta, como dicha razón,
una doble faz. Es cognoscitiva e imperativa. Aprehende la realidad para luego, a
su vez, "ordenar" el querer y el obrar, pero conocer constituye el
elemento anterior y "mensurativo"; el imperio, que mide por su parte
al querer y al obrar, tona su "medida" del conocimiento, al que sigue
y se subordina. STO: el orden de la prudencia es un "conocimiento
directivo"
Parte cognoscitiva: aprehender lo
mas ajustadamente posible la realidad. Constituye lo mensurativo de la voluntad.
No es "haz esto" sino "haz esto de esta manera". Brinda el
molde al cual tiene que ajustarse la voluntad. El límite del imperio lo da la
captación de las circunstancias que ha hecho la conciencia. Por tanto, dos
individuos prudentes pueden reaccionar de modo distinto en una misma situación.
Parte imperativa: es el imperio
prudente, de la voluntad, que consuma una acci—n. Toma su medida del
conocimiento. Es la parte esencial. Aquí es donde se marca la diferencia entre
la casuística y la ciencia moral y la prudencia. Diferencia: Casuística - un
conocimiento de una realidad prefabricada y un imperio que ajusta a esta
realidad. Prudencia - imperio ajustado a la realidad que brinda la parte
cognoscitiva.
3. Tres fases del paso de la parte
cognoscitiva a la imperativa: S. Th., II-II, 47, 8
Por parte del elemento
cognoscitivo:
a. deliberación o captación de la
realidad
b. juicio - captación plena de la
realidad
Por parte del elemento volitivo:
c. imperio.
6. Requisitos de la prudencia
1.Por la parte cognoscitiva, de la
que se derivarían la deliberación y el juicio. Implica la facultad de
aprehender objetivamente y en silencio la realidad, y también el sufrido
cansancio de la experiencia. No es posible eludir esta parte, ni reemplazarla
por una catastrófica apelación a la "fe", al sino, a los astros, ni
por la mirada filosófica a lo general. (Las cosas no salen rezando, salen con
gente que reza. ¿Es buena mi voluntad? querer y voluntad de Dios: debo querer
lo que Dios quiere que quiera)
a) memoria: no es sólo acordarse
del pasado, sino ser fiel a la realidad pasada, fidelidad al ser, a la realidad
tal y como realmente aconteció. Es saber captar los acontecimientos tal y como
ocurrieron, porque la prudencia se basa en la fidelidad a la realidad
S. Tomás dice que este es el
primer requisito de la virtud de la prudencia, y que aquí es donde más se
prostituye la prudencia. Si no hay memoria, no habrá criterio al cual se ajusta
el juicio. Aquí vienen las deformaciones no sólo de la prudencia sino también
de la conciencia. Se olvida, se niega, o incluso se crea algo distinto de la
realidad. Por eso, afirma que es el primer y necesario requisito de la
prudencia; y, al mismo tiempo, comporta el mayor peligro, ya que no está cara a
cara con una realidad, sino con una realidad pasada; es un peligro casi
imperceptible, y no hay mejor camino para los intereses subjetivos.
S. Agustín habla de la memoria
humana como un reflejo de la Trinidad. De ella proceden el pensar y el querer.
Pieper dice que la cultura contemporánea pende mucho de como se usa la memoria;
por ejemplo, memoria marxista en donde no son parte de la realidad ni la
libertad personal ni Dios, y afirma: "el falseamiento de la memoria se vale
de los más suaves retoques y variaciones de acento, de dilaciones, omisiones e
invisibles cambios de color".
S. Tomás dice que el mejor camino
para ser subjetivo, o mejor: subjetivista, es trabajarse subjetivamente la
memoria.
Por tanto, la memoria debe ser fiel
al ser, a lo que fue. Sólo la propia conciencia puede decir si hay pecado o
no.... " de internis neque Ecclesia iudicat".
b) docilidad o consejo: S. Tomás
dice que es una nota de buena conciencia, elegancia y honor el contar con otras
personas que pueden ayudar. Pues en lo que se atañe a la prudencia, nadie se
basta a sí mismo. Hay otras personas con más conocimiento, mejor juicio y
experiencia, más luz de Dios, mejor visión, etc.
Sin docilidad, no hay prudencia
perfecta. No se refiere a la docilidad del "buen escolar", sino al
saber dejarse decir algo que luego se asume con responsabilidad personal. Es
huir de la autarquía del saber ficticio -"aquí mando yo"- que es lo
más opuesto a la docilidad. Nadie puede captar por s’ mismo toda la realidad
- sería Dios. Aquí se entroncan "fe-razón" no como contrarios, sino
como complementarios.
Es una responsabilidad personal. Se
debe buscar consejo no para sustituir su decisión, y la propia responsabilidad
aneja, no es la abulia o vaga discreción ante las decisiones, sino que la
docilidad nace de la voluntad de conocimiento real, de buscar en serio la verdad
para ilustrar el conocimiento. No es pasividad. Las formas de oponerse a la
verdad son: no mirar las cosas, indisciplina, querer llevar razón siempre,
fanatismo -estrangular la parte cognoscitiva del juicio- no dejarse decir las
cosas.
Puesto del "amor amicitiae":
todo intento de captar desde fuera lo que tiene de concreto la decisión moral
de un hombre, es vano. Hay una única posibilidad de que se haga bien: en el
caso del amor de amistad. Sólo el vero amico o el que está en condiciones de
serlo, y si es prudente, puede co-asumir la decisión del amigo NO del todo
desde fuera. Porque el amor tiene una acción UNIFICADORA.
Por eso, el amigo puede: aconsejar,
reconstruir y juzgar, y corregir. Este amor es distinto de la intimidad
sentimental vaga; si ésta existiera se corre el riesgo de que el amor verdadero
deje de serlo. Tal amor, es presupuesto de la auténtica dirección espiritual.
Sí: comprensión por compasión //
No: compasión sentimental por comprensión. Compadecerse sin comprender, lleva
al mal consejo, igual que no compadecerse. El "no te preocupes".
c) solertia: Agudeza de mente: cada
momento es único e irrepetible, no bastan sólo ni la ciencia, ni la casuística,
ni los recetarios. Facultad por la que el hombre, ante lo súbito, no se limita
a cerrar instintivamente los ojos y la razón y arrojarse a ciegas a la acción
o retirarse de ella, o huir de algo que requiere solución. Por la solertia, el
hombre se halla dispuesto a arrostrar objetivamente la realidad, a decidirse al
punto por el bien y vencer toda tentación de cobardía, injusticia o
intemperancia.
Es la objetividad ante lo
inesperado. Hace que la prudencia se distinga de la pura ciencia, y de la casuística.
Pieper: el lugar propio de la solertia es donde nace y donde es vencida el
neurosis: siendo algo tan profundo en el alma y tan lejos de la conciencia, sin
embargo puede ser gobernada desde el plano de la libertad. El neurótico no sabe
decidirse, se queda agarrotado.
Se puede educar. Tiene que ir
acompañada de flexibilidad. No hace falta asegurarse de todos los datos.
El juicio o dictamen viene después
de la memoria, docilidad y solertia. Razón industriosa: criterios. Juicios #
escrúpulos, laxitud, vacilación...
Hasta aquí, ya se ha visto la
realidad: lo que ha sido y lo que es, el pasado y el presente, realidades que ya
son de tal o cual manera. Después, hay que ver lo que "todavía no",
el futuro, lo que hay que hacer. Esto es la función imperativa de la prudencia.
2. Para el imperio, dimensión
ordenativa, imperativa o autodeterminativa
a) providencia: facultad que
permite al hombre a calibrar si determinada acción (determinada y limitada por
la razón) es medio seguro para alcanzar su fin; y además prevé las
consecuencias, y prevé algunos otros medios posibles.
Toda acción personal, siempre
comporta un riesgo y cierta inseguridad; cada situación es nueva e irrepetible:
no se trata de la seguridad de un razonamiento teórico, eso sería la
supravaloración de la casuística. S. Tomás dice que la certeza que acompaña
a la prudencia no puede ser tanta que exima de todo cuidado (II-II, 47, 9)==
prepotente autoseguridad del moralismo / o posible degeneración en conciencia
escrupulosa.
Es inútil pretender tener todos
los datos en la mano para emitir el imperio. Y no se puede pretender perseguir y
conseguir decisiones morales con certeza absoluta.
No se puede decir "esto es lo
que hay que hacer" sino "esto es lo que conviene hacer". Hay que
prever otras medidas, posibilidades, pues la providencia alcanza a lo
razonablemente imprevisible. El prudente no espera certeza donde y cuando ni la
hay ni puede haberla, ni se deja tampoco embaucar por falsas certezas.
Medidas de seguridad que ayudan y
custodian a la providencia, que recibe su seguridad práctica de las siguientes
ayudas:
- experiencia de la vida misma(por
ejemplo: en una conciencia laxa, si duda, hay que presumir el pecado).
- la salud del ojo avizor del
instinto estimativo.
- rectitud en el querer y en la
intención última.
- experiencia personal
- gracia y luz divinas.
- la esperanza de que no se cierran
los caminos para los verdaderos fines.
b) circunspección: calibrar bien
el mayor número posible de circunstancias, sabiendo jerarquizarlas; no mirar sólo
algunos aspectos de la realidad y ver lo mas importante. Es la atenta
consideración de las circunstancias para juzgar, en vista de ellas si es
conveniente o no realizar tal o cual acto.
c) cautela o precaución: no basta
sólo prever las consecuencias, medios, sino también es preciso salir al paso
de posibles obstáculos en la realización de la acción. Se refiere al hábito
de no actuar sin más, sino prever.
7. Vicios opuestos a la Prudencia
1. Por defecto: falta de cautela,
de circunspección, de constancia; la impremeditación (que no = rapidez en la
acción).
La norma práctica es que si la
deliberación es larga, la acción debe ser rápida, corta, justa y precisa.
Por ejemplo, T. de la Liberación: deliberación larga, acción rápida y
precisa con "Libertatis conscientiae"; caso Lefebvre: deliberación
corta, pero mientras se actúa también se delibera.
El pecado por defecto que va
directamente contra la virtud de prudencia es un propio "deffectus",
una carencia en los requisitos de la prudencia: la imprudencia. Tiene cuatro
especies:
- La precipitación, que se
opone al consejo, obrando temeraria y precipitadamente, por el sólo ímpetu de
la pasión o del capricho.
- La inconsideración, por
la cual se desprecia o descuida atender a las cosas necesarias para juzgar
rectamente; va contra el juicio, la synesis (sensatez o buen sentido) y el gnome
(juicio equitativo o sentido de la excepción).
- La inconstancia, que
lleva a abandonar fácilmente, por futíles motivos, los buenos propósitos y
determinaciones dictados por la prudencia. Se opone al precepto o
mandato.
- La negligencia, que supone falta
de solicitud en imperar eficazmente lo que debe hacerse y del modo que debe
hacerse. Se distingue de la inconstancia, de la pereza y de la indolencia en que
la negligencia no impera, la inconstancia no cumple lo imperado, la pereza no lo
comienza a tiempo y la indolencia lo realiza flojamente, sin cuidado y sin
esmero. Si lo que se omite es algo necesario para la salvación o se omite por
desprecio, el pecado de negligencia puede llegar a ser mortal.
2. Los pecados por exceso son:
La prudencia de la carne, hecha de
actitud recelosa, que consiste en una habilidad para encontrar los medios
oportunos de satisfacer las pasiones desordenadas, en general, de la carne, en
las que se coloca el fin último de la vida. Es de suyo pecado mortal y supone
un gran error en los principios mismos de la prudencia, al colocar el último
fin en unos bienes, en los que de ninguna manera consiste.
La astucia, que supone una
habilidad especial para conseguir un fin, bueno o malo, por vías falsas,
simuladas o aparentes. Es pecado aunque el fin intentado sea bueno, ya que el
fin no justifica los medios, y hay que obtenerlo por caminos rectos, no
torcidos.
El dolo, que es la justicia
practicada principalmente con las palabras.
El fraude, o astucia ejercida con
los hechos.
La solicitud excesiva de las cosas
temporales o futuras, que supone una imprudente sobrestimación del valor de las
cosas terrenas y una falta de confianza en la divina Providencia.
Todos estos vicios proceden a
menudo de la avaricia. El avaro pone su corazón en los bienes de este mundo.
Inconstancia en el imperio, S.Th.,
II-II, 53, 6: La raíz mas profunda de todo defecto en la prudencia está en la
lujuria que es lo que más parcializa al hombre.
Falsas prudencias: II-II, 55
Rom 8 - prudencia de la carne, no
se encamina al verdadero fin sino que dicta la concupiscencia, "es muerte y
enemiga de Dios".
Astucia - prudencia meramente técnica,
no moral. Es el sentido simulador que toma los bienes como técnicos, bienes útiles.
S. Tomás (II-II, 55, 3) dice que no es lícito arribar a fines buenos por vías
malas. Es el recurso de los mezquinos y enanos de espíritu . Hay nota de
avaricia, pues, busca bienes para sí y no bienes en sí: esto conlleva otra
nota propia de la Prudencia, y es que, al ver la realidad tal cual es, a veces
exige la más cruda autorrenuncia.
Se opone también a la
magnanimidad: simulación, escondrijos, deslealtad, ardid y astucia propias de
los miserables de ánimo: la magnanimidad gusta siempre y en todo de lo
manifiesto (II-II, 55, 8 y Et. Nic. 4, 3).
San Pablo la trata con frecuencia
como antagónica de (2 Cor 4, 2) la manifestación clara de la verdad, y de (2
Cor 11, 3) la claridad y sencillez necesarias para el alma.
Mt 6, 22: "si tu mirada es
pura (simplex) todo tu cuerpo se inundará de luz".
Cualquier pecado es falta de
premeditación, de juicio. Todo pecado, como cualquier acto está dirigido por
prudencia, en el fondo es una imprudencia, porque allí ha fallado un
discernimiento o imperio.
8. Relación prudencia-justicia y
prudencia-virtudes teologales.
1. II-II, 55, 8: "la virtud
moral donde mejor se manifiesta el uso de la recta razón -o sea, la prudencia-
es la virtud de la justicia, que tiene por sujeto propio el apetito racional. De
ahí que donde más se patentice el uso indebido de la razón, sea,
correlativamente, en los vicios que se oponen a dicha virtud. Pero el que más
se opone a ella es la avaricia". El primer requisito de la justicia -y lo
mismo puede decirse de la prudencia, desde un nivel subjetivo- es prescindir de
uno mismo, de mi bien, de mi verdad, pues su objeto propio es el bien en sí, la
verdad real.
No habrá, entre otras cosas,
justicia en quien se dedica a contemplarse a sí mismo, porque lo primero que
requiere la justicia, como la prudencia, es que uno prescinda de s’ mismo para
contemplar fielmente la realidad. PRU: metamorfosea o metaboliza el conocimiento
de la realidad en práctica del bien.
Paul Claudel, en "Cinq Grandes
Odes", en la 5¼ Oda (La Maison fermŽe): "La prudence est au nord de
mon Šme comme la proue intelligente qui conduit tuot le bateau".
2. Los virtudes teologales dan
nuevos matices y luces, y aportan los motivos auténticos a la prudencia. II-II,
52, 2: la prudencia, que implica rectitud de la razón, alcanza su máxima
perfección en cuanto es regulada y movida por el Espíritu Santo. Y esto es lo
propio del don de consejo. De aquí han nacido los actos más sublimes y
fecundos de la vida cristiana: de la cooperación entre las virtudes teologales
y la prudencia.
9. Prudencia como "Auriga
virtutum"
1."Auriga": fundamento,
raíz, guía, madre. Si el hombre es bueno, lo es por sus virtudes guiadas por
la prudencia. La prudencia se puede considerar como causa, medida, y forma de
las demás virtudes. Solo el que es prudente puede ser justo, fuerte y templado.
Principio metafísico: el ser es
antes que la verdad (conocer), y la verdad es antes que el bien (amor). Destello
del misterio trinitario.
La prudencia acoge las cosas, ve la
verdad y aprecia el bien. Ve el bien tanto en abstracto como en concreto: su
objetivo es el "bonum honestum" más que el "bonum útile" #
angustiado afán de la propia conservación, cuidado egoísta de sí mismo.
No hay justicia sin prudencia
(II-II, 55, 8). Tampoco hay fortaleza no fundada en la prudencia: ésta es el
recurso fácil de los que siempre quieren llegar tarde a los momentos de
"peligro"; pues la fortaleza se refiere a los bienes difíciles.
Tampoco hay templanza sin prudencia, pues ajusta los límites de cada caso #
"imprudentes excesos" y "prudente adaptación". En suma,
para el hombre contemporáneo parece que no se puede casar la pareja
"prudente - bueno": falsedad y cobardía es prudencia, veracidad y
valentía es imprudencia.
Toda virtud por necesidad es
prudente (Omnis virtus moralis debet esse prudens: Virt. comm., 12 ad 23) porque
la prudencia forma parte intrínseca de la definición del bien (II-II, 50, 1) y
de "valor", de forma que no hay valor sin prudencia; toda virtud es,
por necesidad, prudente.
2. Es causa: es causa de las
restantes virtudes y hace que sean, de hecho, virtudes (prudencia m‡s caridad:
virtudes simpliciter y virtudes secundum quid); hace que las potencias del
hombre sean, de hecho, virtud (hábito bueno). (Distinguir bien técnico y bien
moral).
Por ejemplo, fortaleza, o potencia
de aguantar las dificultades. Puede no ser lo mismo en personas distintas, pues
en virtudes "secundum quid" la prudencia las hace virtudes "simpliciter".
Hace que sean buenas y que realicen al hombre: no sólo que el hombre use las
virtudes o los hábitos y potencias, sino que las usa bien.
La virtud es una "facultad
perfectiva" del hombre como persona espiritual; y, en tanto
"facultades" del hombre entero, la justicia, la fortaleza y la
templanza no alcanzarán su "perfección" mientras no se funden en la
prudencia, esto es, en la "facultad perfectiva" que dispone a
determinarse rectamente, que es la facultad perfectiva de nuestras
determinaciones. Sólo la prudencia perfecciona la rectitud impulsiva e
instintiva del obrar, las disposiciones naturalmente buenas, para elevarse al
grado de auténtica virtud, esto es, a la categoría racional de "facultad
perfectiva" (Vid. Pieper, p.37)
Es, pues, la facultad perfectiva de
las facultades perfectivas. Da la recta razón, forma al hombre en un modo
humano.
3. Es medida: es la causa
ejemplar del acto virtuoso, que es una reproducción intelectual pasiva.
Prefigura la buena acción moral. De la misma manera que el conocimiento humano,
aprehensivo de la realidad, constituye una re-presentación pasiva del mundo
objetivo del ser. Del mismo modo que la estatua imita la idea previa del
escultor. As’ constituye el imperio prudente la prefigura que preforma la
buena acción.
El mandato de la prudencia da la
forma esencial extrínseca de tal forma que el acto sea bueno; sólo merced a
esa forma ejemplar es la acción justa, valerosa o templada. La creación es lo
que es porque se conforma a la medida del conocimiento creador de Dios; el
conocimiento humano es verdadero porque se conforma a la medida de la realidad
objetiva; el artefacto es verdadero y útil porque se conforma a la medida de su
causa ejemplar. Y no de otro modo el libre obrar del hombre es bueno porque se
conforma a la medida de la prudencia. En cuanto al contenido, lo prudente y lo
bueno son una y la mima cosa (Pieper, p.38).
Si falta la prudencia, habría
vicio por exceso o defecto. La prudencia da los límites.
4. Es forma: la prudencia informa
las restantes virtudes; les proporciona su forma esencial intrínseca. No sólo
les da la forma a imitar, sino que ella misma las ajusta.
En su condición de medida, la
prudencia representa la "forma esencial extrínseca", el ejemplar y la
prefigura del bien. Pero la "forma esencial intrínseca" del bien
imita con esencial fidelidad ese ejemplar, guarda esencial conformidad con esa
prefigura original. De esta suerte, la prudencia estampa en toda libre acción
del h. el sello interno de la bondad. La virtud moral es la impronta que a cuya
la prudencia en el querer y el obrar. La prudencia deja sentir su efecto en toda
virtud y no hay virtud que no participe de la prudencia.
Por dar la forma esencial intrínseca
se entiende que no sólo da el modelo a la potencia sino que la misma prudencia
la ajusta. Algunos dicen que, en definitiva, sólo hay una virtud, la prudencia.
Spaemann: la moral es hacer justicia a la realidad. Wojtyla: toda la vida moral
se resume y se cifra en el momento de la verdad: cuando uno capta la verdad, ser
fiel al momento de la verdad.
Deja sentir su efecto en todas las
virtudes: formar la prudencia -en los distintos ámbitos: educativo, ascético,
etc- es sencillamente formar las demás virtudes: en cada virtud suministra el
complemento que le permite el logro de su propia esencia, y todas participan de
ella, alcanzando, gracias a su participación el rango de virtud. En resumen, no
hay virtud sin la prudencia. Según el esquema de potencia-hábito-acto, se
puede decir que se completa así:
potencia-hábito-prudencia-virtud
potencia-hábito-imprudencia-vicio
5. Requisitos del buen
"auriga": relación de dependencia y experiencia de libertad.
a) Relación de dependencia
respecto al poder normativo de la realidad.
Sto. Tomás, en De Virtutibus, 9,
dice que "el bien propio y esencial del hombre (es decir, el hombre bueno
en cuanto hombre, su verdadero ser humano, su propia y personal humanidad
desarrollada) consiste en que la razón, perfeccionada por el conocimiento de la
verdad, informe y plasme internamente el querer y el obrar".
Por tanto, exige dar un paso hacia
la realidad, debe tener necesaria referencia a lo real. Esta apertura de la razón
a lo real siempre es un requisito.
K. Wojtyla, en Persona y Acción,
interpreta Rom. 12, 1: la fe es un "rationabile obsequium": toda la
vida del hombre, y su realización es "obsequium rationabile", una
reverencia de la razón propia ante la realidad, y ante la verdad, un dejarse
formar por la realidad.
Los personalistas influyentes en el
Conc. Vaticano II: la persona es persona por la relación con la realidad. Tiene
experiencia de su propia vocación y del sometimiento de la razón a la
realidad: relación de dependencia. Sin relación, es meramente individuo.
La prudencia (por ser causa, medida
y forma) no solamente sabe que obra mal, cuando obra mal, sino que sabe que
obrando mal, "yo me hago malo". Ontologiza, incorpora los valores. Hay
una experiencia del remordimiento. No porque se le digan a uno, sino que uno
mismo sabe que ha hecho mal, y se ha hecho malo.
b) Experiencia de libertad: Si no sé
ni experimento que hago algo libremente, que yo soy el "creador" del
acto, y, por tanto, que es un acto personal, no se me puede imputar nada. Ni se
ontologiza.
Por tanto, no basta sólo la
experiencia de la libertad (sería relativismo o subjetivismo absoluto /
existencialismo desfinalizado, solipsismo). Ni tampoco sólo la relación de
dependencia a la realidad (sería moralismo, casuística). Debe ser, como de
hecho es, una experiencia unitaria.
La prudencia se convierte en la
medida del querer y del obrar, pero, a su vez, la prudencia es medida por la
IPSA RES, por la realidad objetiva del ser. Todo lo cual implica que la primacía
de la prudencia significa, ante todo, la necesidad de que el querer y el obrar
sean conformes a la verdad, a la realidad. Zubiri: el poder normativo de la
realidad.
10. Prudencia, Casuística y
Subjetivismo.
1. Moral Católica: La prudencia
pide el conocer la verdad; hacer personalmente el bien y no un mero
cumplimiento. De Virtutibus, 1: "lo primero y esencial que se pide al que
obra, es que sepa", que perciba claramente la realidad.
La verdad es el bien -lo que
perfecciona, lo que se apetece- de nuestro ser espiritual cognoscente, y es un
bien al que el ser tiende por natura, sin que le sea dado poder "elegirlo o
no elegirlo", porque ello ya supone un conocimiento. La naturaleza fuerza a
conocer la verdad de las cosas reales.
Algunas corrientes de moral lo
niegan, en cuanto que separan el ser de las cosas del obrar moral.
S. Th., II-II, 47, 2: en los
asuntos humanos, las vías que conducen al fin no están determinadas sino que
se diversifican de múltiples modos según la diversidad de los negocios y según
la diversidad de las personas: experiencia de personal autonomía; la historia
del hombre no es una historia escrita de antemano, es una historia que cada uno
escribe, hecha de auténticas decisiones según el empleo de la libertad.
Lo importante es que la prudencia
se ajuste a la "ipsa res": la bondad de cada acción descansa en la
"ipsa res", en la misma realidad.
2. Casuística. Especie de moral
que desgaja la acción moral de sus raíces en el ser. Realizar el bien #
cumplimiento fáctico de un precepto que se "impone".
En el imperio de la prudencia se
realiza la configuración del deber por el ser. La bondad de la acción singular
descansa en la refundición a que es sometida la verdad de las cosas reales;
verdad que antes ya ha sido recibida mediante la consideración y mirada de la
realidad. Pero la realidad es de una variedad infinita: el bien humano puede
tener un amplio margen, según cambie la "constitución" de la
realidad y sus circunstancias: no cambia el hombre, no cambian los fines, pero sí
cambian los caminos.
Hay una tendencia a amarrar la
solución de los problemas, que puede degenerar en la casuística. En el fondo
es no querer tener responsabilidad. Es la intención de delimitarlo todo, de dar
solución a todo (cuadrar, hacer cosmovisión de la moralidad). Esto es
imposible pues cada caso es distinto y requiere una solución distinta: no se
puede hacer una moral de casos concretos como modelos de decisión, sino sólo
de ilustración.
La casuística es válida como
instrumento de aproximación, no hay que mofarse de ella, ni exagerarla como
modelo obligado de juicios: no se puede trocar la realidad en modelo
prefabricado. Es en la primacía de la prudencia donde se sistematiza la moral,
con noble virilidad, honradez personal, objetividad y libertad. La moralidad no
tiene existencia real sin acto humano. Y una de las condiciones esenciales de la
decisión moral es que sólo puede ser tomada por el sujeto que ha de obrar: jamás
puede ser tomada por un sustituto, ni declinar su responsabilidad.
Spaemann: el intento de objetivar
por completo al hombre es tan imposible como cruel.
Es una mala interpretación de la
seguridad. Es una construcción, análisis y valoración de las cosas no según
la prudencia sino según unos modelos anteriores, artificiales, que exigirán
soluciones técnicas, plastificadas. Por tanto, mecaniza la vida moral y no se
consigue el bien esencial, la realización personal de la propia vocación del
hombre.
Ya está en el AT, en el judaísmo.
La Nueva Ley cambia el centro de la moral del precepto al corazón. Uno es puro
o impuro según lo que sale del corazón. Lo que mancha el hombre no es lo que
entra, sino lo que sale.
El obrar humano tiene dos sentidos:
- agere: actuar, donde el producto
resultante es uno mismo. Acción. Objeto último y mediato es el propio yo. Por
tanto, en un acto humano, aunque hay objeto externo (que es el objeto intermedio
o inmediato), el objeto último es el yo.
- facere: producir, es el
artificio, lo de fuera, el producto es el artefacto.
La prudencia perfecciona el agere,
apunta a lo que me viene bien a mí en cuanto hombre. El arte perfecciona el
facere (aunque, ciertamente, uno también puede realizarse mediante el facere:
no suele haber facere sin agere). la Casuística apunta al facere: una moral del
facere, de producir decisiones. Sustituye la flexibilidad de la conciencia, por
la mecánica y la técnica.
Noble, OP, comentando a STO:
"llevada a su extremo, la casuística sustituye por técnicas y recetas la
flexibilidad sin límites que ha de guardar la virtud de la prudencia al
encararse con las complejidades de la vida moral". La casuística entrega
la conciencia al despacho del técnico.
Sed contra, el hombre, al practicar
el bien ejerciendo su libertad, se va ajustando a un plan que no sólo no ha
sido trazado por él mismo, sino que, considerado en la totalidad de sus partes,
le es desconocido. Ese plan se revela instante tras instante, nunca en su
totalidad y en sus líneas definitivas mientras sea viador.
Clásica división de R. Gómez Pérez:
FACERE AGERE
HACER....
bien el bien
mal el bien
bien el mal
mal el mal
3. Subjetivismo
Sin embargo, aunque la moralidad no
tiene existencia real sino en el acto concreto, no hay que caer en el extremo
subjetivista. Que la decisión y responsabilidad personal se cifre y concrete en
la acción moral, no significa que la moral católica sea enteramente
subjetivista o dependa enteramente de la subjetividad cerrada. Pues el acto
libre debe estar precedido por la prudencia, entre otras cosas para ser libre.
Diferencia entre prudencia y
subjetivismo.
La parte cognoscitiva de la
prudencia hace que el juicio moral no se deje abandonado sólo al sentimiento
moral: exige conocimiento, vinculación con lo real.
Subjetivismo es un sentimiento,
conciencia autónoma que no se basa en la realidad (por tanto, sin prudencia)
sino que la conciencia se autoabastece a sí misma, se convierte en una esfera
cerrada al exterior. Sin embargo, la conciencia y el microcosmos de la
subjetividad tienen que tener relación con la realidad y por tanto, tiene que
haber un conocimiento.
Franz Bšckle , dice que la nueva
ley es la ley de la caridad. Lo único necesario es amar a Dios, toda norma
sobra ante esto (huele a opción fundamental). La esencia de la moral estar’a
en la libertad, sin ninguna instancia a la cual pueda remitirse la moralidad; ni
a la conciencia, ni a la ley moral, ni al conocimiento. Sus seguidores
argumentan que la ley natural está escrita en sí mismo, por tanto, cualquier
conciencia que se refiera a algo externo es inmadura.
Autonomía teónoma: Dios
como único punto de referencia, sin que me diga nada. Pero con una autonomía
absoluta. Abandona todo realismo y ve un mundo de uno mismo.
La prudencia presupone la sindéresis
y la ciencia moral: consideración actual de la ley moral como verdad personal,
impresa en uno mismo = decálogo. No habrá prudencia verdadera ni bondad si la
decisión va contra la verdad personal, cualquiera que sea la situación
concreta. Por ello, la doctrina sobre la prudencia es tan subjetivista como la
tesis general que prohíbe actuar contra conciencia.
Se advierte que la Nueva Ley se
distingue del AT, porque no determina la acción concreta (el rigorismo formal):
por eso se tacha de talmúdico y judaizante un sistema moral excesivamente casuístico.
I-II, 108, 1: la Nueva Alianza es la ley de la libertad perfecta porque la
antigua ley determinaba cosas y dejaba poco margen a la libertad personal. La
Nueva, por prohibición o precepto, precisa sólo las acciones exteriores de los
sacramentos y los preceptos morales implicados en la razón de virtud: no matar,
no robar, etc..No juzga el interior del hombre.
Moral Católica: La ley del amor
debe estar vinculada con la realidad (conocimiento), por tanto, regida por la
prudencia. Sin prudencia, sería subjetivismo.
4. La prudencia presupone la sindéresis
y el conocimiento. La ley natural está escrita en el mismo corazón de la
persona. No es mera fabricación del corazón sino que es algo que se tiene e.g.,
matar es malo, no porque lo dicen los 10 mand., sino que es malo en sí. Lo sabe
uno aunque no sepa la revelación sobrenatural. La prudencia pues es
subjetividad (no subjetivismo) pero a la luz de la vinculación con la realidad;
lo cual exige que para obrar bien hay que conocer. Por tanto, todo intento de
captar el interior del hombre es vano. Uno puede juzgar los hechos externos,
pero no los interiores.
11. Primacía entre Prudencia y
Virtudes.
1. Sin prudencia, no hay virtud (de
Veritate, 14, 6). Sin virtud, no hay prudencia (II-II, 47, 13). En quŽ
quedamos, porque esto no se arregla con "tanto monta monta tanto".
Algo debe primar: o la prudencia genera las virtudes, o es generada por ellas.
Es la misma relación que entre la
razón y la voluntad - ¿cuál es la primera?. Para hacer el bien, hay que
querer hacer el bien (virtudes). Y para querer el bien, hay que conocer el bien
(prudencia). La prudencia se interesa por los medios, aquí y ahora, hacia los
fines. El conocer esos fines últimos de la propia vida no puede ser fruto de
una capacidad que se adquiere, precisamente, con la vida misma: amar el bien y
evitar el mal; es mejor bien esencial el obrar según razón; se debe ser justo
mejor que injusto; etc.; esto no necesita deliberación.
La deliberación e imperio prudente
se endereza a la realización concreta de la justicia, fortaleza y templanza.
Pero dicha deliberación no puede darse sin una voluntad de ser justo, fuerte y
templado, que es el ser conforme a razón.
Sin la voluntad de bien, la
prudencia carecería de base, pues necesita la respuesta de la voluntad a un
imperio que manda, una intentio finis; pero la intentio finis necesita el
conocimiento del bien = querer el bien como fin de cada acción, ese querer es
la posición del que ya es justo.
Solución: Como disposición o
actitud de la voluntad, la virtud moral es fundamento y condición previa de la
prudencia; pero al mismo tiempo, la prudencia es el presupuesto de la realización,
aquí y ahora, de esta disposición de la voluntad. Es decir, prudente sólo
puede ser quien a la vez, ama y quiere el bien; y sólo el antes prudente puede
ejecutar luego el bien.
Pero la voluntad y la prudencia
también se pueden disociar, como se pueden disociar conocer y querer. El
imperio prudencial es la "medida" de la acción: da la verdad, la
rectitud. Pero la facticidad de la acción se da por la potencia del acto
volitivo (los abúlicos).
Por ejemplo: me doy cuenta de que
tengo que confesarme, pero al llegar la hora, no lo puedo hacer. Por tanto,
prudente es sólo quien a la vez conoce y ama al bien; y s—lo puede ejecutar
el bien el que es prudente. No se pueden dar las demás virtudes cardinales sin
prudencia, ni viceversa.
La prudencia depende de la afirmación
voluntaria del bien como fin del hombre. Pero el aval de la prudencia no es que
la voluntad quiera el bien, sino la realidad misma: uno no es prudente porque
quiera el bien, sino que es prudente cuando ese querer lo ajusta, hic et nunc,
segœn la realidad. La voluntad jamás puede causar la verdad material del
conocimiento ni el imperio. Ni el conocimiento, por mucho que conozca, puede
realizar el bien.
Pero la rectitud de la voluntad
despeja el camino de la verdad: una voluntad injusta, impide ver realmente las
cosas: Rom 1, 18: la verdad queda prisionera en los lazos de la injusticia.
2. Supuesta una disposición moral
normal, se deben ajustar las acciones a dos normas; las acciones humanas son
buenas cuando son conformes a su doble regla:
- la propia y homogénea del
hombre: recta razón, razón práctica corregida (prudencia)
- la regla primera y trascendente:
la verdad, Dios (caridad)
- prudencia: forma de todas las
virtudes morales (de todas las potencias); la operación de la virtud es
"materia" con respecto al fin último; los actos serán la materia
prima de que el hombre dispone para dirigirse al último fin. Ahora bien, la
ordenación al fin se recibe por el imperio de la caridad. Ergo: la caridad es
la forma de todas las demás virtudes.
Esta ordenación recibe el impulso
de la caridad . La forma de todas las demás virtudes, incluso de la prudencia
es la caridad. La caridad es la primera virtud, no la prudencia u otras virtudes
cardinales.
De tal forma, que lo más
amenazador para la vida cristiana, y humana, no está en la región inferior de
la vida natural, no es la lucha entre el hombre viejo y hombre nuevo, sino la
separación entre caridad y prudencia: es más peligroso para la constitución
personal del hombre ser voluntariamente imprudente, lo que se llama frívolo,
que ser pecador por debilidad, pues se rompe la relación entre la suprema
virtud teologal, caridad, con la suprema virtud natural, prudencia. Así se
escinde la naturaleza de la sobrenaturaleza, el eje de la vida moral. Por eso, sí
cabe hacer un "elogio de los grandes sinvergüenzas".
Un pecador que se reconoce como tal
no suele perder la prudencia. A un frívolo no se le puede hablar ni razonar. No
ve las cosas, la realidad, sino que tiene su visión de la realidad . Incluso se
cree que se ordena al fin último por su egoísmo. Pierde la prudencia.
El riesgo más grave de la
prudencia natural estriba en su inclinación a constreñir el ámbito de los
motivos determinantes de nuestra conducta a sólo aquellas realidades que sean
naturalmente experimentables, o a los intereses: cientifismo, tecnicismo, verdad
sólo experimentable. La prudencia cristiana, además, se abre por la caridad a
realidades nuevas e invisibles, como principios que "miden" nuestras
decisiones: lo más sublime y fecundo: caridad + prudencia.
3. La virtud de la prudencia es
movida por el don de consejo. Se convierte en una prudencia, cuyo sujeto es el
hombre. S. Th., II-II, 52, 2: El don de consejo corresponde a la prudencia, a la
que ayuda y perfecciona; dirigida por el E.S. la mente humana resulta así
capacitada para dirigirse a sí misma y dirigir a otros.
Crecer‡ la potencia obediencial
al Espíritu Santo en la medida en que crezca la virtud natural de la prudencia:
si se lucha más contra los desórdenes, o en los sacramentos, p.e., uno recibe
los frutos según su disposición; uno será capaz de recibir el Espíritu, con
toda su dinámica, en la medida en que se cultive también humanamente.
Dirigida por el Espíritu, la mente
humana se ve capacitada para dirigirse a s’ misma y dirigir a otros. El Es actúa
en el interior íntimo del hombre. El hombre no es el motor sino que es movido.
Es aquí donde se debe entender el "ama y haz lo que quieras" de S.
Agustín. Pues ya se ha ajustado este "haz" a la realidad, y no sólo
a la realidad visible.
S. Th., I-II, 61, 5: Hay una
prudencia superior, informada por la caridad, que juzga con menosprecio las
cosas de este mundo. Jesús dijo, "Si alguien no menosprecia a sus padres,
etc., no es digno de mí". Este "menosprecio" no significa negar
el valor de las cosas, ni negar la realidad, sino reconocerlas tal cual son y
por tanto, que la verdad de las cosas no es absoluta, sino medida por la verdad
de Dios, "relativizar" las cosas a los ojos de Dios, con quien nos
hacemos uno por la caridad. Por tanto, a mayor caridad, hay mayor menosprecio, y
la única manera legítima de menospreciar es tener más caridad. Si no: orgullo
que contradice la verdad del ser / sustraerse de los deberes cotidianos /
pasotismo...
Esta menospreciar las cosas es la
verdadera prudencia, pues consiste en adecuarse al ser, y en este ser se ve a
Dios. Por tanto, a veces, es muy difícil saber el límite entre justicia y
caridad y que en unos casos, la estricta justicia no es cristiana (pues la
justicia debe ser informada por la prudencia pero la prudencia es informada por
la caridad.)
El hombre, por tanto, capta la
verdad de las cosas cuando es amigo de Dios, porque la amistad con Dios da al
hombre la verdad de las cosas. El hombre deja que la verdad del ser de Dios y de
las cosas se convierta en la regla y medida del propio querer y obrar.
Por tanto, ojo para decir a otro:
"Tu tienes vocación". En la dirección espiritual, el dirigido tiene
que tener y asumir la responsabilidad de su decisión personal insustituible (no
dejarse suplantar sin más por el director). En el fondo está la libertad.
Quien se somete más a la regla de la verdad de Dios y de las cosas es más
libre. La libertad no existe en sí. Siempre depende del vínculo.
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una gentileza de http://www.servicato.com
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