TEMA 35
EL
SACRAMENTO DEL MATRIMONIO
35.1) El matrimonio, realidad querida por Dios desde
la creación del hombre y elevada por Cristo a la condición de sacramento.
35.2) Unidad e indisolubilidad, propiedades
esenciales del matrimonio.
35.3) Los cónyuges, ministros y sujetos del
sacramento.
35.4) La forma del sacramento.
35.5) Fines del sacramento y amor conyugal.
35.6) La familia, Iglesia doméstica.
35.1 El matrimonio, realidad querida por Dios
desde la creación del hombre y elevada por Cristo a la condición de
sacramento.
La vocación al matrimonio se inscribe en la
naturaleza misma del hombre y la mujer, según salieron de la mano del Creador.
El matrimonio no es una institución humana. Sobre el matrimonio se establece la
íntima comunidad de vida y amor conyugal fundada por el Creador y provista de
leyes propias que no dependen del arbitrio humano.
En Gn 1, 16-28 vemos como el hombre y la
mujer son creados simultáneamente y ambos son iguales en dignidad, pues los dos
reflejan la imagen de Dios a la que fueron hechos. Se distinguen por la
diferencia sexual. Por tanto desde el principio hombre y mujer aparecen como la
primera pareja humana. Dios los creó en "pareja". Son creados en
relación de uno al otro, de modo que ambos han de formar una unidad superior:
una sola caro. Ambos han sido creados para el matrimonio.
Ya en el Nuevo Testamento el Señor mismo asiste a
las bodas de Caná y realiza allí, a petición de su Madre, su primer signo. De
esto la Iglesia ha interpretado que Cristo confirma la bondad del matrimonio y
que será signo eficaz de Su presencia.
También enseñó el sentido original de la unión
hombre-mujer tal y como el Creador la quiso: Es el matrimonio indisoluble. Así
el matrimonio cristiano viene a ser signo eficaz, sacramento de la alianza de
Cristo y de la Iglesia, y puesto que es signo y comunicación de la gracia, el
matrimonio entre bautizados es un verdadero sacramento de la Nueva Alianza (
Cfr.CIC can.1055,1).
35.2 Unidad e indisolubilidad, propiedades
esenciales del matrimonio.
Del "matrimonio de los orígenes"
deducimos que la unidad y la indisolubilidad son los elementos específicos del
matrimonio.
Los términos bíblicos varón-varona se expresan en
singular. Ambos, en su distinción específica están destinados a formar una
sola carne. Formar una carne denota que el matrimonio da lugar a una unidad
superior; por eso el hombre deja a su padre y a su madre para integrarse en
unidad con la mujer y de ésta con el hombre. La unidad matrimonial supera los vínculos
de la propia sangre: Serán los dos una sola carne.
Es la unidad de la comunidad de personas que abarca
la vida entera de los esposos "de manera que ya no son dos sino una sola
carne" (Mt 19,6).
La permanencia del vínculo en la unión
hombre-mujer brota de la unidad misma que forma la pareja: se une a su mujer y
se hacen los dos una sola carne, un solo ser. Dabaq en hebreo significa unirse a
modo de ligadura con afecto íntimo marital. Se unen de tal modo que no es
posible la ruptura de tal ligamen. La interpretación que hace Cristo de Gn no
deja lugar a dudas: lo que ha unido Dios, no lo separe el hombre por que son una
sola carne (Mt 19,6).
35.3 Los cónyuges, ministros y sujetos del
matrimonio.
Son los esposos quienes, como ministros de la gracia
de Cristo se confieren mutuamente el sacramento del matrimonio expresando ante
la Iglesia su consentimiento.
Los protagonistas son un hombre y una mujer
bautizados y libres para contraer el matrimonio y que expresan libremente su
consentimiento. Así pues, los cónyuges son los ministros y sujetos del
sacramento.
35.4 La forma del sacramento.
La Iglesia considera el intercambio de los
consentimientos entre los esposos como el elemento indispensable que hace el
matrimonio, y que si éste falta no hay sacramento. Este consentimiento
matrimonial es al acto de la voluntad, por el cual el varón y la mujer se
entregan y aceptan mutuamente en alianza irrevocable para constituir el
matrimonio.
35.5 Fines del matrimonio y amor conyugal
Por su naturaleza misma, la institución misma del
matrimonio y el amor conyugal están ordenados a la procreación, a la educación
de la prole y la ayuda mutua, formando una comunidad de vida y amor.
Por eso es esencial vivir la fidelidad conyugal por
la que son fieles a Dios, a Cristo y a sí mismos. El amor conyugal es personal;
se trata de un amor esponsalicio y es un amor libremente elegido. Tal tipo de
amor exige y demanda fidelidad y ayuda mutua, unidad, indisolubilidad y
fecundidad.
35.6 La familia, Iglesia doméstica.
Cristo quiso nacer en el seno de la Sagrada Familia.
La Iglesia no es otra cosa que la Familia de Dios, y desde los orígenes de la
Iglesia, las familias han sido islotes de vida cristiana en un mundo no
creyente. Hoy las familias deben ser lo mismo, y los padres han de ser para sus
hijos los primeros anunciadores de la fe con su palabra y con su ejemplo, y han
de fomentar la vocación personal de cada uno. Aquí es donde se pone de
manifiesto principalmente el sacerdocio bautismal de los fieles de la familia.
La Iglesia doméstica se convierte así en comunidad de gracia y de oración,
escuela de virtudes humanas y de caridad cristiana.
Es
una gentileza de http://www.servicato.com
para la
BIBLIOTECA BÁSICA DEL CRISTIANO