Autor: P. Paulo
Dierckx y P. Miguel Jordá
Fuente: Para dar razón de nuestra Esperanza, sepa defender su Fe
Tema 35:
La creación
del mundo
y del hombre
Algunos al leer las primeras páginas de la Biblia, tal vez
se pregunten: ¿Cómo se formó este mundo? ¿Cómo surgió la vida sobre la
tierra? ¿Qué nos la ciencia al respecto? ¿Hay contradicción entre la Biblia
y la ciencia?
Como cristianos creemos que el mundo y todo lo que en él se
contiene, fue creado por Dios y que El es el Ser Supremo, inmanente y
trascendente; pero, ¿cómo hizo Dios el mundo?
Durante siglos, la inmensa mayoría de los creyentes,
interpretando literalmente las palabras de la Biblia, pensó que Dios había
creado todas las cosas desde un comienzo, tal como las vemos ahora. O sea, que
había creado el sol, la luna, las estrellas y los había puesto cada uno en su
lugar para que siguieran dando vueltas en el firmamento. Se creía también que
Dios había hecho los montes, las semillas, las plantas, los animales y el mismo
hombre, tal como los vemos ahora y que cada especie había tenido descendientes
siempre en todo semejantes a sus progenitores.
Esta era una lectura que hoy llamaríamos «fundamentalista»
de la Biblia. Es decir, una lectura que interpretaba cada frase en sentido
literal y sin atender para nada al estilo literario que utilizaban los
orientales en sus narraciones. Era una lectura sin sentido crítico ni
literario. Y de hecho algunas sectas fundamentalistas siguen aún esta tendencia
y la exigen a sus adeptos. ¿Qué pensar?
Hoy las ciencias humanas han avanzado mucho y nos aseguran
que esos relatos no son históricos en el sentido actual de la palabra, sino que
son poéticos y nos presentan el relato bíblico en el marco de una cultura
oriental que se expresa preferentemente a través de signos e imágenes poéticas.
¿Qué nos quiere decir, entonces, la Biblia?
En términos de Fe, lo que la Biblia nos quiere decir en los
primeros capítulos del Génesis es que Dios creó la materia y que le comunicó
un primer impulso para que ésta, a través de sucesivas transformaciones
acaecidas durante millones de años, generara la vida, primero la de las
plantas, después la de los animales y finalmente la del ser humano.
O sea que Dios, con su infinito poder, creó la materia de la
nada y le dio su impulso creador para que se fuera transformando hasta llegar a
ser lo que vemos que es el mundo hoy día.
Pero además la creación no fue una cosa del pasado. No fue
un hecho que aconteció hace millones de años y que duró un instante. La
creación fue y sigue siendo. Dios sigue hoy conservando el mundo y con su
divina Providencia lo sigue acompañando hacia su total plenitud.
Esta interpretación surgió en la Iglesia a principios de
este siglo y se debió principalmente a un hombre visionario, a un Jesuita
llamado Teilhard de Chardin, quien tuvo la genialidad de hacer la síntesis
entre los avances de la ciencia y la Biblia. Según esta teoría, entonces,
entre la fe y la ciencia no sólo no hay contradicción sino que una mutua
complementación.
¿Cómo se habría formado la tierra?
Hoy la ciencia nos dice que el universo cambia a cada
momento. Que las galaxias se alejan unas de otras a velocidades de miles de kilómetros
por segundo. Que el universo está en constante mutación. Y que mientras
aparecen mejores telescopios, más el hombre se asombra de la grandeza del
universo y de la pequeñez del planeta Tierra.
La ciencia hoy se inclina por creer que hace miles de
millones de años, la materia de la que están hechos los astros, los planetas y
la misma Tierra era como una gran masa amorfa, que en un momento dado experimentó
una gran explosión -«big bang» la denominan los científicos- y de repente se
fragmentó en millones de pedazos que se esparcieron por todo el firmamento. Y
después de un larguísimo proceso de fragmentación y de descenso de las
temperaturas que eran de millones de grados, empezaron a aparecer los astros,
los planetas y las estrellas, tal como los vemos ahora. En un comienzo,
entonces, la Tierra formaba parte de aquella gran masa amorfa de materia y energía
que explotó repentinamente y que se disgregó por el universo. Después aquella
masa se fue enfriando y cuando se dieron las condiciones adecuadas, lentamente a
través de millones de años, surgió la vida.
¿Cómo surgió la vida y el ser humano?
Cuando en la Tierra se dieron las condiciones adecuadas de
temperatura, agua y aire, empezaron a aparecer los primeros seres vivientes.
Primero fue una vida muy primaria y molecular, después apareció la vida
vegetal y finalmente la vida animal. Los seres más primitivos fueron núcleos
celulares. Después de sucesivas transformaciones aparecieron los nuevos géneros
de vida, tanto vegetal como animal. Y así, poco a poco fueron apareciendo las
plantas, los peces y las aves y todos los animales. Así la vida fue desarrollándose
lentamente hasta llegar a ser lo que es hoy.
La vida, primero en el mar y después sobre la tierra, surgió
tras millones de años de mutaciones y transformaciones. Los seres vivientes
nacieron, crecieron y fueron adaptándose al medio. Unos permanecieron en el mar
y otros emergieron hacia la tierra y fueron evolucionando, es decir, se
adaptaron al nuevo medio. Y así muchos seres terrestres, se desarrollaron en el
mar durante la primera etapa de su vida y después, millones de siglos más
tarde, emergieron hacia la superficie de la tierra.
Según esta interpretación, Dios habría dado a la creación
el impulso inicial, y habría fijado las leyes a la naturaleza , y ésta,
obedeciendo al impulso del Creador en una cadena ininterrumpida de
transformaciones, llegó a generar las diferentes especies de vida -de plantas,
aves, peces y animales- que hoy vemos en nuestro planeta. Y de una de estas
especies, previamente elegida por el Creador, habría salido el «homo sapiens».
Esto es lo que se enseña hoy en cualquier libro de biología sobre el origen
del universo y del hombre. Se enseña que la vida del antepasado del hombre
surgió del mar y que a través de millones de años fue adaptándose a la
tierra, es decir al terreno seco. Se agrega también que primero, el antepasado
del hombre, anduvo en cuatro patas, luego se fue irguiendo de a poco y que
finalmente se irguió y caminó sobre dos pies. También, en colecciones de cráneos
que se han podido recopilar y estudiar, se muestra cómo las formas el cerebro
del hombre fue evolucionando hasta transformarse en el «homo sapiens».
Ahora bien, en el plano teológico hay que afirmar que para
que el antepasado del hombre pasara del estado de no -hombre al de
hombre-racional hay que creer que hubo una intervención especial de Dios.
Cada alma es creada por Dios.
Ya el Papa Pío XII en la Encíclica «Humani Generis», en
1950, afirmaba que «no era contrario a la fe reconocer al cuerpo del hombre un
origen que podía ser una materia viva, con tal de mantener que las almas son
creadas directamente por Dios, lo que es compatible con un cierto evolucionismo».
Cabe notar aquí cómo la Iglesia -Madre y Maestra también
en la interpretación de la Biblia- hace hincapié en que el hombre está
formado de cuerpo y alma y que el alma no puede ser fruto de esta evolución cíclica
sino que cada alma por ser única e irrepetible es creada directamente por Dios.
De ahí, entonces, la gran diferencia que hay entre el ser humano en relación a
los otros seres vivos de la creación.
La creación del alma, que en definitiva es lo que le da
dignidad al hombre, es una acción directa e inmediata del Creador. Y cuando un
hombre y una mujer se unen para generar una nueva vida, entonces Dios crea el
alma única, inmortal e irrepetible de cada nuevo ser.
Millones de personas durante siglos han interpretado los
primeros libros del Génesis en forma literal, es decir, pensaron que Dios creó
el mundo en seis días como los nuestros y que todo lo creó tal cual lo vemos
hoy día.
Hoy tenemos nuevos elementos para interpretar cómo surgió
la vida sobre la tierra. Como católicos, entonces, podemos aceptar la teoría
de la evolución, según la cual Dios creó la materia y le dio el primer
impulso creador. Y llegado el momento elegido por el mismo Dios, y previa una
especial intervención suya, crea el alma, y de ahí surge el ser humano.
Y esta teoría en nada disminuye el poder y la grandeza de
Dios Creador sino todo lo contrario, que más y más lo aumenta ya que así Dios
no sólo aparece como autor de la materia y del cosmos sino también de las
leyes que rigen el universo. Y es en este contexto que recobra todo su sentido
el texto de San Pablo a los Colosenses (Col. 1, 15- 20), en que aparece la
figura de Cristo Redentor como centro de la creación, quien diviniza a los
hombres en una espiral ascendente hasta la plenitud de su vocación divina.
Hizo Dios Nuestro Señor
con su gran sabiduría
las estrellas, sol y luna
la
noche y también el día.