Autor: P. Paulo
Dierckx y P. Miguel Jordá
Fuente: Para dar razón de nuestra Esperanza, sepa defender su Fe
Tema 23
La Cruz
en el
pecho
Queridos hermanos:
Tengo la costumbre de andar con una pequeña cruz de madera
en el pecho. Amo esta cruz porque Jesucristo salvó al mundo por este signo.
Además, como hermano-religioso y ministro de la Iglesia Católica, quiero
mostrar así mi entrega total a Jesús, mi Maestro.
Pero pasa, a veces, que cuando me ven los hermanos evangélicos
con esta cruz en el pecho, comienzan a criticarme y me echan en cara que así
estoy crucificando a Cristo; otros me dicen que soy idólatra, y que soy un
condenado con el patíbulo pegado en el pecho; y por último no faltan los que
hasta me quieren prohibir hacer la señal de la cruz o persignarme.
No entiendo por qué algunos se ponen tan fanáticos, o por
qué se escandalizan frente a una cruz colgada en el pecho...
Bueno, no importa lo que piensan ellos de mí, pero sigo
llevando esta cruz en el pecho porque es para mí un símbolo de la fe que llevo
en mi corazón, esta fe en Cristo crucificado y resucitado.
A los que piensan que soy idólatra les recomiendo que lean
atentamente la carta que escribí acerca de los verdaderos ídolos de este mundo
moderno.
Ahora, queridos hermanos, les voy a hablar sobre la grandeza
de la cruz de Cristo, y cómo el Señor invitó a sus verdaderos discípulos a
cargar su cruz y seguir sus pasos. Ojalá que tengan la paciencia de consultar
todos los pasajes bíblicos que les voy a citar. Creo sinceramente que nuestros
hermanos evangélicos, al no leer toda la Biblia, sólo por ignorancia llegan a
prohibir estas cosas.
La cruz de Jesucristo
Jesús murió crucificado, y su cruz, juntamente con su
sufrimiento, su sangre y su muerte, fueron el instrumento de salvación para
todos nosotros. La cruz no es una vergüenza, sino un símbolo de gloria,
primero para Cristo, y luego para los cristianos.
1. El escándalo de la Cruz
«Nosotros predicamos a Cristo crucificado, escándalo para
los judíos y locura para los paganos» (1Cor. 1, 23). Con estas palabras, el apóstol
Pablo expresa el rechazo espontáneo de todo hombre frente a la cruz.
En verdad uno se pregunta: «¿Cómo podía venir la salvación
al mundo por una crucifixión? ¿Cómo puede salvarnos aquel suplicio reservado
a los esclavos? ¿Cómo podría venir la redención por un cadáver, por un
condenado colgado en el patíbulo, por una muerte tan cruel como la de un
malhechor?... ( Deut. 21, 22; Gal. 3,1).
Cuando Jesús anunciaba su muerte trágica en la cruz a sus
discípulos, ellos se horrorizaban y se escandalizaban. No podían tolerar el
anuncio de su sufrimiento y de su muerte en la cruz (Mt. 16, 21; Mt. 17, 22).
Así, la víspera de su pasión, Jesús les dijo que todos se
escandalizarían a causa de El. (Mt. 26, 31). Y en verdad, a raíz de una
condena injusta, Jesús fue crucificado y murió en forma escandalosa.
2. El misterio de la Cruz
Jesús nunca dulcificó el escándalo de la cruz, pero sí
nos mostró que su crucifixión ocultaba un profundo misterio de vida nueva. El
camino de la salvación pasó por la obediencia de Jesús a la voluntad de su
Padre: «Jesús fue obediente hasta la muerte y muerte de cruz» (Fil. 2, 8).
Pero esta muerte fue «una muerte al pecado». A través de la debilidad de Jesús
crucificado se manifestó la fuerza de Dios (1Cor. 1, 25). Si Jesús fue colgado
del árbol como un maldito, era para rescatarnos de la maldición del pecado (Gál.
3, 13). Su cadáver expuesto sobre la cruz permitió a Dios «condenar la ley
del pecado en la carne» (Rom. 8, 3).
Además, «por la sangre de la cruz» Dios ha reconciliado a
todos los hombres (Col. 1, 20), y ha suprimido las antiguas divisiones ente los
pueblos causadas por el pecado (Ef. 2, 14-18). En efecto Cristo murió «por
todos» (1Tes. 5, 10) cuando nosotros aún éramos pecadores (Rom. 5, 6), dándonos
así la prueba suprema de amor. (Jn. 15, 13 y 1Jn. 4, 10). Muriendo «por
nuestros pecados» (1 Cor. 15,3 y 1 Ped. 3,18), nos reconcilió con Dios por su
muerte (Rom. 5, 10), de modo que podemos ya recibir la herencia prometida (Heb.
9, 15).
3. La cruz, elevación a la gloria
La cruz se ha convertido en un verdadero triunfo por la
Resurrección de Cristo. Solamente después de Pentecostés, los discípulos,
iluminados por el Espíritu Santo, quedaron maravillados por la gloria de Cristo
resucitado y luego ellos proclamaron por todo el mundo el triunfo y gloria de la
cruz.
La cruz de Cristo, su muerte y resurrección han destruido
para siempre el pecado y la muerte. El apóstol Pablo nos canta en un himno
triunfal:
«La muerte ha sido destruida en esta
victoria.
Muerte ¿dónde está ahora tu victoria?
¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?
El aguijón de la muerte es el pecado.
Pero, gracias sean dadas a Dios,
que nos da la Victoria
por Cristo Jesús
Nuestro Señor»
(1 Cor. 15, 55-57)
Escribe también el apóstol San Juan:
«Así como Moisés levantó la serpiente de bronce en el
desierto (signo de salvación en el Antiguo Testamento), así también es
necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todo aquel que
crea, tenga por El vida eterna» (Jn. 3, 14-32).
Y dijo Jesús: «Cuando Yo haya sido levantado de la tierra,
atraeré a todos a mí» (Jn. 12, 32).
La suerte de Cristo crucificado y resucitado será, entonces,
la suerte de los verdaderos discípulos del Maestro.
4. La cruz de Cristo y nosotros
En aquel tiempo Jesús dijo: «Si alguien quiere venir en pos
de mí, niéguese a sí mismo, cargue con su cruz y sígame» (Mt. 16, 24). Eso
quiere decir que el verdadero discípulo no sólo debe morir a sí mismo, sino
que la cruz que lleva es signo de que muere al mundo y a todas sus vanidades (Mt.
10, 33-39). Además el discípulo debe aceptar la condición de perseguido,
perdonando, incluso, al que quizá le quite la vida (Mt. 23, 34).
Así para el cristiano llevar su cruz y seguir a Jesús es
signo de su gloria anticipada: «El que quiere servirme, que me siga, y donde Yo
esté, allá estará el que me sirve. Si alguien me sirve, mi Padre le dará
honor» (Jn. 12,26).
5. El cristiano lleva una vida de crucificado
La cruz de Cristo, según el apóstol Pablo, viene a ser el
corazón del cristiano. Por su fe en el Crucificado, el cristiano ha sido
crucificado con Cristo en el bautismo, y además ha muerto a la ley del Antiguo
Testamento para vivir para Dios.
«Por mi parte, siguiendo la ley, llegué a ser muerto para
la ley a fin de vivir para Dios. Estoy crucificado con Cristo, y ahora no vivo
yo, sino que Cristo vive en mí» (Gál. 2,19-20).
Así el cristiano pone su confianza en la sola fuerza de
Cristo, pues de lo contrario se mostraría «enemigo de la cruz». «Porque
muchos viven como enemigos de la cruz de Cristo» (Fil. 3, 18).
6. La Cruz, título de gloria del cristiano:
En la vida cotidiana del cristiano, «el hombre viejo es
crucificado» (Rom. 6, 6) hasta tal punto, que quede plenamente liberado del
pecado. El cristiano diaria-mente asumirá la sabiduría de la cruz, se
convertirá, a ejemplo de Jesús, en humilde y «obediente hasta la muerte y
muerte de cruz».
No debemos temer llevar una cruz en el pecho ni menos colocar
un crucifijo en la cabecera de nuestra pieza. Sí debemos temer «la apostasía»
o la traición a la verdadera religión que sería lo mismo que crucificar de
nuevo al Hijo de Dios (Heb. 6, 6).
El verdadero cristiano con la cruz en la mano debe exclamar:
«En cuanto a mí, quiera Dios que me gloríe sólo en la cruz de Nuestro Señor
Jesucristo, por quien el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo» (Gál.
6, 14).
Consideraciones finales
1. En la cruz de Cristo encontramos como un compendio de la
verdadera fe cristiana y por eso el pueblo cristiano con profunda fe ha
encontrado miles y miles de formas para expresar su amor a Cristo crucificado.
Espontáneamente la religión del pueblo ha reproducido por doquier, en pinturas
y esculturas, cruces de distintas formas. El creyente ha colocado cruces sobre
los cerros, en el techo de sus casas, etc. el cristiano se persigna para
proclamar su fe en la gloria de Cristo; el discípulo fiel se coloca la cruz en
el pecho para anunciar la fe que lleva en el corazón...
2. Estas expresiones populares no son de ninguna manera
idolatría como pretenden algunos hermanos evangélicos. Es realmente una auténtica
expresión de fe y de amor a Cristo que murió por nosotros. ¡Qué hermoso
cuando uno entra en una familia cristiana y ve cómo la cruz de Cristo tiene un
lugar privilegiado en el hogar! ¡Qué profunda fe se expresa cuando un
cristiano hace, con sentimientos de reverencia, la señal de la cruz! Es muy fácil
y barato burlarse de estas expresiones populares de fe. Pero tales ironías son
faltas graves al respeto y al amor al prójimo, tales burlas son simplemente
signos de una atrevida ignorancia.
3. Y ¿qué decir de la cruz en el pecho? Si alguien
-sacerdote, religiosa o laico- lleva una cruz en el pecho con fe y amor, con
sentimientos de reverencia, nadie tiene el derecho de reírse de esta persona.
¿Quién eres tú para juzgar y criticar los auténticos sentimientos religiosos
del pueblo? Sólo Dios sabe escudriñar lo más íntimo de nuestros corazones.
4. Por último, una palabra acerca del crucifijo. Cuando
sobre la cruz se coloca la imagen de Cristo, llamamos al conjunto «crucifijo».
No se adora el madero, sino que el cristiano ve a Cristo muerto en ella. Tener
un crucifijo no es ninguna idolatría. Es un signo de amor a Cristo.
Nunca la Iglesia ha enseñado a adorar cruces, sino a adorar
a Cristo que en ella murió. Sí, la Iglesia nos invita a venerar estos signos
de fe. También nos enseña la Iglesia que nadie debe llevar una cruz en el
pecho si no tiene al menos la intención sincera de seguir las huellas de
Jesucristo. Menos debemos llevar una cruz como un simple amuleto o como un
adorno para lucirse.
El amor al Señor que murió en la cruz hace que
frecuentemente se hayan hecho crucifijos de materiales preciosos, pero en
nuestros días la Iglesia vuelve a preferir un crucifijo simple y rústico, más
realista y expresivo.
Queridos hermanos, éstas son las razones por las que
nosotros los católicos veneramos y honramos la santa Cruz con sumo respeto. Y
cuando nosotros llevamos una cruz en el pecho, siempre debemos acordarnos de las
palabras del apóstol San Juan:
«En cuanto a mí,
no quiere Dios que me gloríe
sino en la cruz de Nuestro Señor
Jesucristo,
por quien el mundo está crucificado para
mí
y yo para el mundo». (Gál. 6, 14).
«Que nadie, pues, me venga a molestar.
Yo, por mi parte, llevo en mi cuerpo
las
señales de Jesús»
(Gál.
6, 17).
Cuestionario:
¿Es la cruz para el cristiano signo de vergüenza o de gloria? ¿Qué simbolizaba la serpiente de bronce del desierto? ¿Cuándo se cumplió aquella profecía? ¿Podemos llevar la cruz en el pecho? ¿Podemos colocar la cruz en un cerro o en un templo? ¿Qué estamos manifestando con esto? ¿Podemos, entonces, llevar la cruz colgada al cuello? ¿Podemos hacer la señal de la cruz?