Origen Mariano de la Orden del Carmen

La orden del carmen no tiene un hombre o mujer a quien pueda acudir como fundador o fundadora. Su origen es sencillo, modesto, sin relieve.

Un grupo de cruzados, penitentes y peregrinos dieron vida a la futura Orden del Carmen en la última década del siglo XXII en las laderas del monte Carmelo, en Palestina. De ahí les viene el nombre con el que son conocidos: carmelitas, aunque oficialmente se llaman Hermanos de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo.

El primer documento histórico que poseemos es la Regla. San Alberto Avogrado ( 17 de diciembre) o de Vercelli, patriarca de Jerusalén (+1214), de acuerdo con su propósito, les entregó una breve Norma de vida. La Regla albertina recibida por el año 1209 será siempre punto de referencia y el libro fundamental de la historia y espiritualidad de la Orden del Carmen. Bien podemos afirmar que con ella incipit carmelus, comienza el Carmelo.

Es cierto que en la Norma de vida que les da San Alberto no se menciona explícitamente a la Virgen, pero pronto los principales representantes de la orden descubrirán su presencia en el espíritu de la regla como modelo de muchas prescripciones, como Virgen Purísima y como prototipo que les ayuda a la unión con Dios para experimentar su intimidad.

Es curioso que otras reglas adoptadas por órdenes tan profundamente marianas como cisterciences, mercedarios, servitas, benedictinos, etcétera, tampoco mencionan a la Virgen María.

Al no tener la orden un fundador al modo de las otras órdenes, su ideal de perfección no estuvo bien delimitado desde el principio, sino que se fue afianzando y perfilando lentamente merced a las aportaciones de una experiencia religiosa comunitaria. Ese ideal se fue centrando en la experiencia de una intensa vida interior, unida a una relativa irradiación apostólica, a ejemplo del profeta Elías y de la Virgen María.

La finalidad que une a aquella naciente comunidad no es otra que la de vivir en obsequio de Jesucristo, al que implícitamente eligen como patrón y Dominus loci, pero su elección explícita es para la madre del Hijo, la Virgen María.

En ella se fijan, en su inefable bondad y en sus cuidados de madre más que en su dignidad y en sus poderes de reina. Ella será desde ahora su patrona especial y la señora del lugar.

Este hecho, sencillo en apariencia, desarrolló el sentido de pertenencia a la que era “la señora del lugar”. En la mentalidad feudal la elección del titular de la Iglesia comportaba una orientación espiritual de toda la vida de quienes estaban al servicio de aquella iglesia. A esta orientación general del medievo en los carmelitas se añadía la peculiaridad de que la profesión religiosa la hacían a Dios y a la misma Virgen, a quien así estaban de un modo especial consagrados.

Desde entonces a la Virgen se le llamará patrona, madre, fundadora..., de la orden.

Podían haber elegido otro patrón y otra patrona, pero prevaleció el amor a la Santísima Virgen. Y prevaleció hasta tal punto, ya desde los orígenes, que convirtió en mariana a su misma institución, como lo afirmarán los más antiguos y mejores historiadores de la orden: Baconthorp, Paleonidoro, Grossi, Bostio...

Al tratar de la devoción a la Virgen María vivida por los carmelitas, orden viva desde hace ocho siglos, es lógico que haya tenido su nacimiento, su evolución y sus cambios: épocas en las que ha prevalecido un tipo de devoción y otras, otro, pero siempre desde sus orígenes, fervoroso y dinámico.

Hay dos documentos de 1230 en los que se dice que los ermitaños del monte Carmelo habían levantado una capilla en honor a la Virgen María

“... en la ladera de la misma montaña hay un lugar bello y deleitoso donde viven los eremitas latinos llamados hermanos carmelitas; allí se encuentran una pequeña iglesia de la Virgen...”

El otro documento dice: Hay allí una hermosa iglesia de la Virgen.

Pronto los papas y reyes aprueban y conceden gracias y privilegios a los “Hermanos de la Bienaventurada Virgen del Monte Carmelo”. Bajo Inocencio IV, en 1247, los eremitas del Carmelo se convierten en cenobitas y forman parte de las grandes órdenes mendicantes.

La liturgia y la legislación de la orden se llenan de preceptos y prácticas para avivar más y más la devoción a la Virgen María hasta convertirla como fin principal de su existencia.

Las actas del capítulo general, celebrado en Montpellier, en 1287, comienzan así: “Invocando la ayuda de Dios, que nos lo concede todo abundantemente y sin demora..., imploramos la intercesión de la Santísima Virgen María, Madre de Jesús, en cuyo obsequio y honor fue fundada nuestra Orden del Monte Carmelo: monte que el Señor haga espeso y fecundo, y en el cual se complazca de fijar su morada”

El amor ascendente de la Orden del Carmen hacia María ha sido especialmente en estas vertientes: Patrona, Madre, Hermana, Reina, Virgen Purísima y Madre del Escapulario, aceptando todas las advocaciones a María dentro de una rica liturgia propia, el Rito Jerosolimitano, que ha vivido la Orden del Carmen hasta la última reforma litúrgica del Concilio Vaticano II.

“Hermanos de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo”

Abundan los documentos de pontífices y de reyes por los que se distingue a la orden con este título eran agraciados con indulgencias quienes así llamasen a los carmelitas

La razón habría que buscarla en el culto que le daban a la “señora del lugar” desde la primera mitad del siglo XIII por haberle dedicado la iglesia-madre de la orden, como ya hemos dicho.

Las Constituciones de 1324 traen la famosa Rubrica Prima, en la que se contesta a la pregunta ¿Por qué nos llamamos hermanos de la Virgen María? y da la respuesta por medio de estos tres verbos: construyeron una iglesia en honor a la Bienaventurada Virgen Maria y de ella eligieron el título de Hermanos de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo, con el que son llamados por privilegio apostólico.

Estos tres verbos reflejan respectivamente:

  1. Un dato histórico, es decir, la construcción en el monte Carmelo de un oratorio dedicado a María: construyeron:

  2. Un comportamiento psicológico, o sea, la libre elección de María como patrona especial de la orden: eligieron.

  3. Una consecuencia jurídica que nace de las premisas que acabamos de indicar y que es la denominación mariana de la orden y su reconocimiento oficial: son llamados.

Pronto surgieron los émulos de este título, pero los carmelitas lo defendieron con tesón y valentía hasta que la célebre Universidad de Cambridge (Inglaterra), el 1374, falló a favor de los Carmelitas.

El eco de estas controversias ha llegado hasta nosotros en una oración litúrgica en la que se dice: “que la orden fue condecorada con el título de la Virgen María” (Colecta del 16 de julio)

María, Modelo del Carmelita

Juan Bacontorp (+1348) célebre teólogo carmelita, escribió un ingenioso tratado breve titulado: Tractatus super Regulam Carmelitarum, en el que intenta probar que la regla del Carmelo es copia de la misma vida de la Virgen y que por ello debe ser sumamente apreciada y meticulosamente observada por los Hermanos de la Bienaventurada Virgen.

Un libro precioso y que influyó mucho en la espiritualidad del Carmelo llamado Institución de los Primeros Monjes, insiste, sobre todo, en que el carmelita debe tratar de imitar a la Virgen María “y que como la vida que llevan los carmelitas se parece tanto a la que llevó la Virgen María, la llaman su “Hermana”

La vida del carmelita está consagrada totalmente al servicio de María. El célebre general del Carmelo, Juan Grossi, afirmaba en el siglo XV: “Nuestros padres en el Carmelo, se pusieron en contemplación en obsequio de María”

¿Cuál es la misión del carmelita?

Bellamente contestaba ya en el siglo XIV el secretario de San Pedro Tomás, Juan de  Hildesheim en 1370:

“La misión de la Orden del Carmen en la Iglesia es continuar el amor que Jesús profesó en la tierra a su madre María”

Esto hace abrir nuevos horizontes en los amores marianos del Carmelo, ya que por más que amemos a la Virgen María, siempre quedaremos muy lejos del amor que Jesús profesó a su Madre.

El Carmelo amó siempre a su madre y fundadora: A la que llaman “Madre y Hermosura del Carmelo”, la veneró siempre la orden dedicándole sus iglesias y celebrando sus fiestas con toda solemnidad.

Los carmelitas cuando hablan de su madre y patrona del Carmen siempre la llaman Nuestra Santísima Madre.

Sus santos, sus escritores y todos los religiosos están consagrados totalmente a María desde el día que visten el hábito del Carmelo.

A sus casas se les llama “Casas de María” y ya es familiar en la orden, desde el venerable Arnoldo Bostio (+1499), el mayor cantor de María que ha dado el Carmelo, su conocida frase: “El Carmelo es todo mariano”. O esta otra: “Nada que se refiera a María es ajeno al carmelita”

Dos siglos después, los venerables carmelitas Miguel de San Agustín (+1684) y su dirigida María de Santa Teresa Petyt (1677), vivirán y explicarán como nadie la vida marieforme, enriqueciendo la mariología con su doctrina de vivir en unión con María y hacerlo todo por María, en María y para María, para que ella nos lleve a hacerlo todo por Jesús, en Jesús y para Jesús.

El Escapulario del Carmen

El escapulario del Carmen es el signo externo de devoción mariana, que consiste en la consagración a la Santísima Virgen María por la inscripción en la orden carmelita, en la esperanza de su protección maternal.

El distintivo externo de esta inscripción o consagración es el pequeño escapulario marrón, por todos tan conocido.

El escapulario del Carmen es un sacramental, es decir, según el Vaticano II, “un signo sagrado según el modelo de los sacramentos, por medio del cual se significan efectos, sobre todos espirituales, que se obtienen por la intercesión de la Iglesia” (SC, 60)

A finales del siglo XII y principios del XIII nacía en el monte Carmelo, de Palestina, la orden de los carmelitas. Pronto se vieron obligados a emigrar a Occidente. Aquí, en Europa, tampoco fueron muy bien recibidos por todos. Por ello el superior general de la orden, San Simón Stock ( 5 de mayo), suplicaba con insistencia la ayuda de la Santísima Virgen con esta oración que el mismo había compuesto:

“Flor del Carmelo, viña florida, esplendor del cielo, Virgen fecunda y singular.

¡Oh madre tierna!, intacta de hombre, a los carmelitas proteja tu nombre (da privilegios), Estrella del mar”

En 1251 se realizó el prodigio. Un santoral del siglo XIV así lo cuenta: “Se apareció la Bienaventurada Virgen María, acompañada de una multitud de ángeles, llevando en sus benditas manos el escapulario de la orden y diciendo estas palabras: “Este será el privilegio para ti y todos los carmelitas quien muriere con él no padecerá el fuego del infierno, es decir, el que con él muriese se salvará”

Esta gran promesa de morir en gracia de Dios, quien llevando el escapulario, piadosamente muera con él, la recordaba Pio XII (9 de octubre) el 11 de febrero de 1950:

“Y, en verdad-decís-, no se trata de un asunto de poca importancia, sino de la consecución de la vida eterna en virtud de la promesa hecha, según la tradición, por la Santísima Virgen...Es ciertamente el santo escapulario como una librea mariana, prenda y señal de protección de la Madre de Dios. Mas no piensen los que visten esta librea que podrán conseguir la salvación eterna abandonándose a la pereza y a la desidia espiritual...”

Por todas partes se difundió esta devoción y uso del santo escapulario del Carmen hasta que fue el vestido de reyes y nobles, pobres y ricos, clérigos y seglares, de todos los tiempos y lugares. Por ello, el cardenal Goma (+1940) la llamó “devoción católica como la misma Iglesia”

El llamado privilegio sabatino así lo recordaba Pio XII en 1950. “Ciertamente, la piadosa Madre no dejará de hacer que los hijos que expían en el purgatorio sus culpas, alcancen lo antes posible la patria celestial por su intercesión, según el llamado privilegio sabatino, que la tradición nos ha transmitido con estas palabras: “Yo, su Madre de Gracia, bajaré el sábado después de su muerte y a cuantos-religiosos, terciarios y cofrades-hallare en el Purgatorio los libraré y los llevaré al monte santo de la vida eterna”

El santo escapulario-entregado según la tradición a San Simón Stock, general de la orden, en 1251- es como el símbolo y compendio de estos beneficios y también como signo externo de la consagración a la Madre celestial.

Hoy ha decaído en algunos ambientes, quizá porque se le enfocó mal: se daba más importancia a la historicidad, que interesaría muy poco, y a los milagros que obraba, cuando lo verdaderamente importante es su rico simbolismo como vestido de María; sacramental mariano que recuerda la vestidura de la gracia del bautismo; la penitencia a una orden consagrada totalmente a Maria, y, porque están bellamente simbolizadas en él todas las virtudes de la Virgen María..

La Virgen entregó este tesoro, que es preciso saberlo cuidar, vivir y propagar. Todos los papas últimos nos han recordado esta obligación y este privilegio. Los papas más recientes ofrecen algunos testimonios que deberían hacer reflexionar:

San Pío X (+1914, ( 21 de agosto): “El escapulario no es más que un símbolo de otro interior que nosotros mismos debemos trabajar por vestir en nuestro espíritu… El santo escapulario contribuye a fomentar la devoción de los fieles y a excitar en ellos propósitos de vida más santa… No hay devoción que haya sido aprobada por el cielo con tan estupendos y milagrosos prodigios”

Bendicto XV (+1922), decía el 16 de julio de 1917: “Queremos dejar a todos una palabra y un arma común: la palabra del Señor en el Evangelio, que ahora os hemos dado, y el arma del escapulario de la Virgen del Carmen, que todos vestís, por el cual la protección de la Virgen continúa con vosotros incluso después de la muerte”

Pío XI (+1939), recién elegido papa, escribía el 18 de marzo de 1922: “Recomendamos vivamente la propagación por todo el orbe de esta devoción del escapulario tan extensamente divulgada y con tan copiosos frutos”

Pío XII (+1958), el 11 de febrero de 1950, en su “Carta Magna del Escapulario”: “Entre las devociones a la Virgen María debe colocarse en lugar destacado, la devoción del escapulario de los carmelitas, que por su misma sencillez al alcance de todos y por los abundantes frutos de santificación que aporta, se halla extensamente divulgada entre los fieles cristianos”.

Y el 6 de agosto de ese mismo año: “La devoción del escapulario del Carmen ha hecho descender sobre el mundo una copiosa lluvia de gracias espirituales y temporales”

El Beato Juan XXIII (+1963, ( 11 de octubre) el 8 de abril de 1962: “En medio de todas las dificultades está la Madre: la Virgen del Carmen… La devoción hacia ella se vuelve una necesidad, y diría una violencia dulcísima que nos trae la Virgen del Carmen”

Pablo VI (+1978, (6 de agosto), el 2 de febrero de 1965, escribió a su legado en el Congreso Mariano de Santo Domingo: “Entre las devociones a María que recomendaba el Vaticano II creemos se han de contar rosario mariano y el uso devoto del escapulario del Carmen. Este mismo escapulario solía adornar el noble pecho de los héroes de América Latina, forma de devoción que por su misma sencillez, acomodada a todos los entendimientos, adquirió amplia difusión entre los fieles, con gran fruto espiritual”

El mismo papa, el 29 de mayo de 1965, dijo: “Debéis seguir siendo vivo testimonio del espíritu mariano y fomentar entre otras devociones la del escapulario, tan excelsamente encomiado y recomendado por nuestros predecesores”

El papa Juan Pblo II, cofrade carmelita desde niño y gran cantor sacramental mariano, en varias ocasiones ha recomendado el apostolado del escapulario. Baste recordar éstas de muestra:

Siendo joven sacerdote en San Florián de Cracovia, dijo en unos ejercicios antes de imponer el escapulario: “Llevad siempre el escapulario; yo lo llevo constantemente y de esta devoción he recibido un gran bien”

El 24 de julio de 1988, dijo: “Es el escapulario del Crmen, medio de afiliación a la Orden del Carmen para participar en sus beneficios espirituales, y vehículos de tierna y filial devoción mariana. Por medio del escapulario, los devotos de la Virgen del Carmen expresan la voluntad de plasmar su existencia según los ejemplos de María- la Madre, la Patrona, la Hermana, la Virgen-, acogiendo con corazón puro la Palabra de Dios y dedicándose al servicio generoso de los hermanos”

El 15 de enero de 1989: “La Virgen del Carmen, Madre del santo escapulario, nos habla de este cuidado materno, de esta preocupación suya para vestirnos. Vestirnos en sentido espiritual. Vestirnos con la gracia de Dios, y ayudarnos a llevar siempre blanco este vestido. Sabemos que durante la celebración del santo Bautismo, cada uno de nosotros, como los primeros catecúmenos, recibe un vestido blanco, símbolo del vestido espiritual con el que es vestida nuestra alma, nuestro espíritu: el vestido de la gracia santificante. Yo os deseo que encontréis siempre a la Madre del Monte Carmelo, patrona de vuestra parroquia, preocupada por cada uno de vosotros, especialmente por los jóvenes. Y alguna vez preocupados también vosotros de que este vestido espiritual sea aún más hermoso, de que no se ensucie ni tenga que ser reparado”…

En su obra Don y Misterio, escrita en 1996 con ocasión de sus bodas de oro sacerdotales, escribió: “También yo recibí el escapulario de la Virgen del Carmen, creo que cuando tenía diez años, y aún lo llevo…. Se iba a los carmelitas también para las confesiones. De ese modo, tanto en la iglesia parroquial como en la del Carmen se formó mi devoción mariana durante los años de la infancia y de la adolescencia hasta la superación del examen final”

El santo escapulario del Carmen, como vestido mariano y sacramental -la devoción mariana más extendida en la Iglesia junto con el santo rosario-, es también medio de santificación.

El escapulario del Carmen, según decía el papa Pío XII el 11 de febrero de 1950, es símbolo y signo de las virtudes de María: humildad, castidad, mortificación, oración, y sobre todo, signo y recuerdo de nuestra consagración a Jesucristo y a ella, un signo eficaz de santidad y una prenda de eterna salvación”

2001: 750 Aniversario del Escapulario del Carmen

Con motivo de celebrarse en el año 2001 el 750 aniversario de la entrega del escapulario a San Simón Stock ( 16 de mayo), Juan Pablo II dirigió un mensaje al padre Joseph Chalmers, prior general de la Orden de los Hermanos de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo, y al padre Camilo Maccise, prepósito general de los carmelitas descalzos, sobre la actualidad y el sentido del escapulario del Carmen. Entre otras cosas decía Juan Pablo II en este mensaje, con fecha 25 de marzo de 2001:

“Quien se reviste del escapulario se introduce en la tierra del Carmelo, para “comer sus frutos y sus productos” (cf.  Jr 2,7), y experimenta la presencia dulce y materna de María en su compromiso diario a revestirse interiormente de Jesucristo y de manifestarlo vivo en sí para el bien de la Iglesia y de toda la humanidad.

“Así pues, son dos las verdades evocadas en el signo del escapulario: por una parte, la protección continua de la Virgen Santísima, no sólo a lo largo del camino de la vida, sino también en el momento del paso hacia la plenitud de la gloria eterna; y por otra, la certeza de que la devoción a ella no puede limitarse a oraciones y homenajes en su honor en algunas circunstancias, sino que debe constituir un “hábito”, es decir, una orientación permanente de la conducta cristiana, impregnada de oración y de vida interior, mediante la práctica frecuente de los sacramentos y la práctica concreta de las obras de misericordia espirituales y corporales. De este modo, el escapulario se convierte en signo de “alianza” y de comunión recíproca entre María y los fieles, pues traduce de manera concreta la entrega que en la cruz Jesús hizo de su madre a Juan, y en él a todos nosotros, y la entrega del apóstol predilecto y de nosotros a ella, constituida nuestra madre espiritual.

“También yo llevo sobre mi corazón, desde hace mucho tiempo, el escapulario del Carmen. Por el amor que siento hacia nuestra Madre celestial común, cuya protección experimento continuamente, deseo que este año mariano (2001) ayude a todos los religiosos y religiosas del Carmelo y a los piadosos fieles que la veneran filialmente a acrecentar su amor y a irradiar en el mundo la presencia de esta mujer del silencio y de la oración, invocada como Madre de la misericordia, Madre de la esperanza y de la gracia”

La Fiesta del Carmen

Hay que constatar un hecho que nos afirma la historia de aquellos tiempos: los ermitaños que constituyen la primera comunidad en el monte Carmelo, a finales del siglo XII, aman tiernamente a María. Esta semilla minúscula irá creciendo hasta extenderse por todo el mundo bajo la advocación de Virgen María del Monte Carmelo.

En los primeros siglos, los carmelitas celebraron como patrona principal de la orden a la Virgen María bajo diversas advocaciones, en especial la Anunciación, Asunción y, sobre todo, la Inmaculada Concepción.

El famoso teólogo Juan Baconthorp (+1348) ya decía que el papa y la curia pontificia asistían el día de la Inmaculada, 8 de diciembre, a la iglesia de los carmelitas, donde se celebra solemne pontificial. Después se les ofrecía un banquete y algunos obsequios. Es curioso ver que en todos los capítulos generales se señalaba una cuota a cada provincia de la orden para sufragar estos gastos.

Esto mismo hacían el día de San Francisco en la iglesia de los franciscanos y el día de Santo Domingo en la iglesia de los dominicos. Lo que indica que se tenía como verdadera Madre y Fundadora de la Orden del Carmen a la Virgen María.

La fiesta empezó como fiesta de familia, en el interior de la orden, primeramente en Inglaterra, pero muy pronto se extendió por otras partes, por medio del escapulario que vino a hacerse tan popular por los milagros que por su medio se realizaban.

En el capítulo general celebrado en 1609, se impuso para toda la orden la Solemne Conmemoración de la Virgen María del Monte Carmelo, que ya se venía celebrando en algunas partes desde el siglo XIV.

La fiesta del Carmen, extendida después a toda la Iglesia, se instituyó como acción de gracias por todos los beneficios recibidos de la Madre y Patrona.

España, Italia, Portugal, Francia y Saboya fueron las primeras naciones que solicitaron la celebración de esta fiesta del Carmen o del escapulario.

El papa Bendicto XIII, en 1725, la extendió a toda la Iglesia. El papa Pablo VI escribía el 2 de febrero de 1974 en su hermoso documento Marialis cultus: “La fiesta de la Virgen del Carmen – 16 de julio- está entre las fiestas que hoy, por la difusión alcanzada, pueden considerarse verdaderamente eclesiales” (MC, n.8).

El siervo de Dios y gran teólogo, padre Bartolomé F. María Xiberta (+1967), escribió sobre esta fiesta del Carmen: “Conmemoración solemne de la Virgen del Carmen: fiesta de los beneficios de María al Carmelo: fiesta de la Consagración del Carmelo a María. Durante todo el año conservamos un recuerdo de gratitud por los beneficios que hemos recibido de María, pero el 16 de julio está dedicado expresamente a rendir un homenaje solemne de agradecimiento. El oficio de nuestra Santísima Madre semeja una sinfonía musical, en que se cantan las relaciones de María y la familia carmelita. El canto del martirologio viene a ser como la obertura: las partes propias del oficio, el desenvolvimiento del tema: los salmos y demás partes comunes se enlazan con ellas como sirviendo  de fondo a las variaciones del tema principal”

El Martirologio del día de la fiesta del Carmen reza así:

 “Conmemoración solemne de la bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo, a la cual la familia carmelita consagra este día, por los innumerables beneficios recibidos de la misma Santísima Virgen, en señal de servidumbre”

Hacemos nuestros en este día de la fiesta del Carmen, los sentimientos que el papa Juan Pablo II expresaba en el rezo del Ángelus el 16 de julio del 2000: “Que la bienaventurada Virgen del Monte Carmelo, a la que hoy invocamos con especial devoción, nos ayude a subir incansablemente hacia la cumbre del monte de la santidad”

La Virgen del Carmen, Patrona de la Marina Española

San Simón Stock, el santo del escapulario, compuso a la Madre y Fundadora de su orden dos hermosas plegarias, que rezaba cada día para obtener de ella ayuda para su orden, que estaba perseguida. Una comienza con estas palabras “Salve, estrella de la mañana…”, y la otra termina con estas otras: “Estrella de la mar”. Desde antiguo se invocó así, “Estrella del mar”, a la Virgen María.

Famosas y conocidas de todos son las expresiones de San Bernardo ( 20 de agosto): “En los peligros, en las angustias…., llama a María, invoca a María. María es la Estrella del mar”.

Desde hace siglos se nombró abogada y capitana de los mares a la Virgen del Carmen, pues, con su santo escapulario, obró siempre muchos prodigios en el mar.

En 1901 la reina regente de España nombraba a la Virgen del Carmen, patrona de la Marina Mercante. En 1938 fue nombrada también celestial patrona de la Marina de Guerra. Lo es también de la Marina Pesquera y de la Marina Recreativa.

Canta la copla popular:

“Por encima de las olas
van españolas galeras,
y la Virgen del Carmelo
es su mejor timonera”

Los poetas y marinos han cantado este patronazgo. El celebrado periodista Francisco de Cossío, escribió: “La advocación de la Santísima Virgen del Carmen suscita en mí la idea de salvación. De ahí el sentido marinero de la Virgen del Carmen. El escapulario es como un salvavidas de la eternidad”.

Y el inmortal José María Pemán:

“Rodeando el cuello del indiferente o pecador, es el escapulario como el brazo desesperado y último de una fe que no quiere naufragar”

El papa Juan Pablo II, el martes 9 de noviembre de 1982, en Santiago de Compostela, decía a los hombres del mar:

Que la Virgen del Carmen, cuyas imágenes se asoman a las rías que hacen la belleza de esta tierra gallega, os acompañe siempre. Sea ella la estrella que os guíe, la que nunca desaparezca de vuestro horizonte. La que os conduzca a Dios, al puerto seguro.”

Bien podemos apellidar con toda propiedad a la Virgen María del Carmen, como “La Virgen más popular” o “la Virgen cosmopolita”

Así se autopresenta la Virgen del Carmen:

En la vida, protejo.
En la muerte, ayudo.
Después de la muerte, salvo.

Su mensaje:

Que María se sienta gozosa por nuestras vidas.
Que seamos el jardín donde florezcan las virtudes cristianas.
Que vistamos su escapulario y tratemos de imitarla.
Que ella pueda decir con agrado: “¡Éstos son mis hermanos!”

Tomado de: Nuevo Año Cristiano. Editorial Edibesa