El
Carmelo es una cadena montañosa de Israel que, partiendo de la región de
Samaria, acaba por hundirse en el Mar Mediterráneo, cerca del puerto de
Haifa.
Esta altura tiene un encanto peculiar. Es diferente del Monte Nebo, en
Jordania, del macizo del Sinaí y del Monte de los Olivos en Jerusalén.
Todas las montañas palestinas tienen sus recuerdos teofánicos (es decir de
las manifestaciones de Dios), que las convierten en cumbres sagradas y
místicas. Pero ninguna tan sugestiva como el Monte Carmelo. ¿Por qué San
Juan de la Cruz lo tomó como el símbolo de la ascensión mística?
Seguramente se le sugirió el nombre de su propia Orden Carmelitana. Pero
sin duda había alguna intención más profunda que la hacía simpatizar con
el misterio de la sagrada montaña del profeta Elías.
Una tradición piadosa sostiene que, desde los días de los profetas Elías y
Eliseo, hubo en aquella zona hombres de oración que vivían en soledad la
búsqueda de Dios. En el período de los Cruzados surgió entre los
cristianos el deseo de vivir sobre aquella montaña de vida de entrega al
Señor. Así surgió en el Carmelo la vida carmelita. El convento del Monte
Carmelo tiene un nombre evocador: "Stella Maris" (Estrella del Mar). Es un
hermoso edificio cuadrangular a 500 metros de altura sobre el nivel del
Mar Mediterráno en la ciudad de Haifa.
El centro del convento lo ocupa el santuario de la Virgen del Carmen. En
el altar mayor de esta hermosa iglesia en cruz griega se venera la estatua
de la Virgen del Carmen, obra de un escultor italiano en 1836.
Debajo del altar se ve la gruta del profeta Elías. Según la tradición,
éste era el lugar donde se refugiaba el profeta. Una estatua recuerda al
celoso defensor de la religión de Yahwéh.
Nos cuentan los Padres Carmelitas que no ha sido fácil la permanencia
católica sobre esta montaña. Bien es verdad que, en la época de los
Cruzados, el patriarca latino de Jerusalén, San Alberto, pudo dar a los
ermitaños del Monte Carmelo una regla religiosa el año 1212. Se cuenta que
el carmelita San Simón Stock pasó por aquí antes de su célebre visión del
escapulario carmelita.
También subió en peregrinación a esta santa montaña el rey San Luis de
Francia en el año 1254 en acción de gracias por haberse salvado de un
naufragio.
Con la caída de la ciudad de San Juan de Acre en 1291 vino la persecusión
árabe que causó el martirio de no pocos religiosos. Después de una larga
interrupción de la vida monacal en la montaña que dio ocasión para la
expansión del ideal carmelitano por el Occidente, regresaron los
religiosos del Carmen al Monte Carmelo por el siglo XVII.
La
estrella del Mar
Los marineros antes de la edad de la
electrónica confiaban su rumbo a las estrellas. De aquí la analogía con La
Virgen María quien como, estrella del mar, nos guía por las aguas
difíciles de la vida hacia el puerto seguro que es Cristo.
Por la invasión de los sarracenos, los
Carmelitas se vieron obligados a abandonar el Monte Carmelo. Una antigua
tradición nos dice que antes de partir se les apareció la Virgen mientras
cantaban el Salve Regina y ella prometió ser para ellos su Estrella del
Mar. Por ese bello nombre conocían también a la Virgen porque el Monte
Carmelo se alza como una estrella junto al mar
Los
Carmelitas y la Virgen del Carmen
se difunden por Europa
La Virgen Inmaculada, Estrella del Mar, es
la Virgen del Carmen, es decir la que desde tiempos remotos allí se le
venera. Ella acompañó a los Carmelitas a medida que la orden se propagó
por el mundo. A los Carmelitas se les conoce por su devoción a la Madre de
Dios, ya que en ella ven el cumplimiento del ideal de Elías. Llegaron
incluso a llamárseles: "Los hermanos de Nuestra Señora del Monte Carmelo".
En su profesión religiosa se consagraban a Dios y a María, y tomaban el
hábito en honor ella, como un recordatorio de que sus vidas le pertenecían
a ella, y por ella a Cristo.
El
Escapulario Carmelita
Los
signos en la vida humana y cristiana
Vivimos en un mundo con cantidad de realidades tomadas como símbolo: el
rayo de luz, la llama de fuego, el agua que brota... En la vida de cada
día existe también gestos que expresan y simbolizan valores más profundos:
como el compartir la comida (signo de amistad), el ponerse en fila para
una manifestación (signo de solidariedad), el estar todos en pie
(respeto).
Como hombres tenemos necesidad de signos o símbolos que nos ayuden a
entender y vivir.
Como cristianos tenemos a Jesús, el gran don y al mismo tiempo signo
eterno del amor del Padre. El estableció la Iglesia, ella misma como signo
e instrumento de su amor. E incluso utilizó pan, vino, agua para
remontarnos a realidades superiores que no vemos ni tocamos: constituyó
signos capaces para dárnoslas verdaderamente, es decir los Sacramentos.
En la celebración de los Sacramentos los símbolos (agua, aceite, pan,
imposición de las manos, anillos) expresan y operan una comunicación con
Dios, que se hace presente a través de tales cosas concretas y cotidianas.
Además de los signos litúrgicos, existen en la Iglesia otros signos,
ligados a un acontecimiento, a una tradición, a una persona.
UNO DE ESTOS ES EL ESCAPULARIO DEL CARMEN.
Origen del Escapulario
En el Medioevo muchos cristianos querían unirse a las Ordenes religiosas
fundadas entonces: Franciscanos, Dominicos, Agustinos, Carmelitas. Surgió
un laicado asociado a ellas mediante las Confraternidades.
Las Ordenes religiosas trataron de dar a los laicos un signo de afiliación
y de participación en su espíritu y apostolado. Este signo estaba
constituido por una parte significativa del hábito: capa, cordón,
escapulario.
Entre los Carmelitas se estableció el Escapulario, en forma reducida, como
expresión de pertenencia a la Orden y de compartir su devoción mariana.
Actualmente el Escapulario de la Virgen del Carmen es un signo aprobado
por la Iglesia y propuesto por la Orden Carmelitana como manifestación del
amor de María por nosotros y como expresión de confianza filial por parte
nuestra en Ella, cuya vida queremos imitar.
El "Escapulario" en su origen era un delantal que los monjes vestían sobre
el hábito religioso durante el trabajo manual. Con el tiempo asumió el
significado simbólico de querer llevar la cruz de cada día, comlos
verdaderos seguidores de Jesús. En algunas Ordenes religiosas, como el
Carmelo se convirtió en el signo de la decisión de vivir la vida como
siervos de Cristo y de Maria.
El Escapulario simbolizó el vínculo especial de los Carmelitas a María,
Madre del Señor, expresando la confianza en su materna protección y el
deseo de seguir su ejemplo de donación a Cristo y a los demás. Así se ha
transformado en un signo Mariano por excelencia.
El
Escapulario, signo mariano
El Escapulario ahonda sus raíces en la larga historia de la orden
Carmelita, donde representa el compromiso de seguir a Cristo como
María, modelo perfecto de todos los discípulos de Cristo. Este compromiso
tiene su origen lógico en el bautismo que nos transforma en hijos de Dios.
La Virgen nos enseña
A vivir abiertos a Dios y a su voluntad, manifestada en los
acontecimientos de la vida;
A escuchar la voz (palabra) de Dios en la Biblia y en la vida, poniendo
después en práctica las exigencias de esta voz;
A orar fielmente sintiendo a Dios presente en todos los acontecimientos;
A vivir cerca de nuestros hermanos y a ser solidarios con ellos en sus
necesidades.
El Escapulario introduce en la fraternidad
del Carmelo, es decir en una gran
comunidad de religiosos y religiosas que, nacidos en Tierra Santa, están
presentes en la Iglesia desde hace más de ocho siglos.
Compromete a vivir el ideal de esta familia religiosa, que es la amistad
íntima con Dios a través de la oraciòn
Pone delante el ejemplo delos santos y santas del Carmelo con quienes se
establece una relación familiar de hermanos y hermanas.
Expresa la fe en el encuentro con Dios en la vida eterna por la
intercesión de María y su protección.
En síntesis y en concreto
el escapulario del Carmen
NO ES
Ni un objeto para una protección mágica (un amuleto)
Ni una garantía automática de salvación
Ni una dispensa para no vivir las exigencias de la vida cristiana, al
revés!
ES
Un signo "fuerte" aprobado por la Iglesia desde hace varios siglos, ya que
representa nuestro compromiso de seguir a Jesús como María:
* abiertos a Dios y a su voluntad
* guiados por la fe, por la esperanza y por el amor
* cercanos al prójimo necesitado
* orando constantemente y descubriendo a Dios presente en todas las
circunstancias
* un signo que introduce en la familia del Carmelo
* un signo que alimenta la esperanza del encuentro con Dios en la vida
eterna bajo la protección de María Santísima.
Normas prácticas
* El Escapulario lo impone una vez para siempre, un religioso carmelita u
otro sacerdote autorizado.
* Puede ser sustituido por una medalla que represente por una parte la
imagen del Sagrado Corazón de Jesús, y por otra la de la Virgen. Esta
medalla se bendice cuando se cambia.
* El Escapulario es para los cristianos auténticos que viven conforme a
las exigencias evangélicas, reciben los Sacramentos y profesan una
especial devoción a la Santísima Virgen (expresada con el rezo cotidiano
de al menos tres Ave Marías).
Imposición del escapulario:
fórmula
Recibe este Escapulario, signo de una relación especial con María,
la Madre de Jesús, que te comprometes a imitare.
Este Escapulario te recuerde tu dignidad de cristiano, tu entrega al
servicio del prójimo y a la imitación de María.
Llévalo como signo de su protección y como signo de tu pertenencia a
la familia del Carmelo. Estáte dispuesto a cumplir la voluntad de Dios y a
comprometerte en el trabajo por la construcción de un mundo que responda
al plan de fraternidad, justicia y paz de Cristo.
Santa
Teresa de Jesús y la Virgen María
Toda
la experiencia mariana de Santa Teresa que se encuentra diseminada en sus
escritos, se puede componer en un mosaico que ofrece una hermosa imagen de
María; nos servimos de tres líneas importantes de esta doctrina teresiana.
a. Devoción mariana y experiencia mística
mariana
Desde la primera página de los escritos
teresianos aparece la Virgen entre los recuerdos más importantes de la
niñez de Teresa; es el recuerdo de la devoción que su madre Doña Beatriz
le inculcaba y que ejercitaba con el rezo del Santo Rosario (Vida 1,1.6);
es conmovedor el episodio de su oración a la Virgen cuando pierde su madre
Doña Beatriz, a la edad de 13 años: "Afligida fuíme a una imagen de
nuestra Señora y suplicaba fuese mi madre con muchas lágrimas. Parecíame
que aunque se hizo con simpleza me ha valido; porque conocidamente he
hallado a esta Virgen soberana en cuanto me he encomendado a ella, y, en
fin, me ha tornado a sí" (Vida 1,7). La Santa atribuye, pues, a la Virgen,
la gracia de una protección constante y de manera especial la gracia de su
conversión: "me ha tornado a sí". Otros textos de la autobiografía nos
revelan la permanencia de esta devoción mariana: cuando acude a la Virgen
en sus penas (Vida 19,S), cuando recuerda sus fiestas de la Asunción y de
la Inmaculada Concepción (Ib. 5,9; 5,6), o la Sagrada Familia (Ib. 6,8), o
su devoción al Rosario (Ib. 29,7; 38,1).
Muy pronto la devoción a la Virgen pasa a ser, como en otros aspectos de
la vida de la Santa, una experiencia de sus misterios cuando Dios hace
entrar a Teresa en contacto con el misterio de Cristo y de todo lo que a
él le pertenece. En la experiencia
mística teresiana del misterio de la Virgen hay como una progresiva
contemplación y experiencia de los momentos más importantes de la vida de
la Virgen, según la narración evangélica. Así por ejemplo, tenemos una
intuición del misterio de la obumbración de la Virgen y de su actitud
humilde y sabia en la Anunciación (Conceptos de Amor de Dios 5,2; 6,7).
Por dos veces la Santa Madre ha tenido una experiencia mística de las
primeras palabras del Cántico de María, el "Magnificat" (Relación 29,1;
61), que según el testimonio de María de San José con mucha frecuencia
"repetía en voz baja y en lenguaje castellano"' (Cfr. B.M.C. 18, p. 491).
Contempla con estupor el misterio de la Encarnación y de la presencia del
Señor dentro de nosotros a imagen de la Virgen que lleva dentro de sí al
Salvador: "Quiso (el Señor) caber en el vientre de su Sacratísima Madre.
Como es Señor, consigo trae la libertad, y como nos ama hácese a nuestra
medida" (Camino Escorial 48,11). Contempla la Presentación de Jesús en el
templo y se le revela el sentido de las palabras de Simeón a la Virgen
(Relación 35,1): "No pienses cuando ves a mi Madre que me tiene en los
brazos, que gozaba de aquellos contentos sin graves tormentos. Desde que
le dijo Simeón aquellas palabras, la dio mi Padre clara luz para que viese
lo que yo había de padecer" ( Cfr. también sobre el nacimiento de Jesús la
Poesía 14 y sobre la presentación Camino 31,2). Tiene presente la huída a
Egipto y la vida oculta de la Sagrada Familia (Carta a Doña Luisa de la
Cerda, 27 de mayo de 1563, y Vida 6,8).
Tiene una especial intuición de la presencia de María en el misterio
pascual de su Hijo; participa con ella en la pena de su desolación y en la
alegría de la Resurrección del Señor. A Teresa le gusta contemplar
fortaleza de María y su comunión con el misterio de Cristo al pie de la
Cruz (Camino 26,8). En los Conceptos de Amor de Dios (3,11) describe la
actitud de la Virgen: "Estaba de pie y no dormida, sino padeciendo su
santísima anima y muriendo dura muerte". Ha entrado místicamente en el
dolor de la Virgen cuando se le pone el Señor en sus brazos "a manera de
como se pinta la quinta angustia" (Relación 58); ha experimentado en la
Pascua de 1571 en Salamanca la desolación y el traspasamiento del alma (
que es como una noche oscura del espíritu); todo ello le hace hacen
recordar la soledad de la Virgen al pie de la Cruz (Relación 15, 1.6). En
esta misma ocasión le dice el Señor que: "En resucitando había visto a
nuestra Señora, porque estaba ya con gran necesidad ... y que había estado
mucho con ella- porque había sido menester hasta consolarla" (Ib.).
En varias ocasiones ha podido contemplar el misterio de la glorificación
de la Virgen en la fiesta de su Asunción gloriosa (Vida 33,15 y 39,26).
Tiene conciencia de que la Virgen acompaña con su intercesión constante la
comunidad en oración, como le acaece en San José de Avila (Vida 36,24) y
en la Encarnación (Relación 25,13).
Cuando en una altísima experiencia mística de le da a conocer el misterio
de la Trinidad percibe la cercanía de la Virgen en este misterio y el
hecho de que la Virgen, con Cristo y el Espíritu Santo son un don inefable
del Padre: "Yo te di a mi Hijo y al Espíritu Santo y a esa Virgen. ¿Qué me
puedes dar tu a mi? (Ib.)
Se puede afirmar que la Santa ha tenido una profunda experiencia mística
mariana, ha gozado de la presencia de María y ella misma, la Madre, le ha
hecho revivir sus misterios. Por eso es una profunda convicción de la
doctrina teresiana que los misterios de la Humanidad de Cristo y los
misterios de la Virgen Madre forman parte de la experiencia mística de los
perfectos (Cfr. Moradas VI,7,13 y título del cap.; 8,6).
b. María, modelo y madre de la vida
espiritual.
Santa Teresa ha expresado en algunas líneas
doctrinales su experiencia y su contemplación del misterioso de la Virgen
María. Hubiera, sin duda alguna, trazado una hermosa síntesis de
espiritualidad mariana si, como fue su intención, hubiese comentado el
"Ave María" como hizo con el Padre Nuestro en la primera redacción del
Camino de Perfección.
Podemos afirmar que entre las virtudes características de la Virgen que
Santa Teresa propone a la imitación, hay una que las resume todas. María
es la primera cristiana, la discípula del Señor, la seguidora de Cristo
hasta el pie de la Cruz (Camino 26,8). Es el modelo de una adhesión total
a la Humanidad de Cristo y a la comunión con El en sus misterios, de
manera que Ella es el modelo de una contemplacion centrada en la
Sacratísima Humanidad (Cfr. Vida 22,1; Moradas VI,7,14).
Entre las virtudes que son también las de la vida religiosa carmelitana
podemos citar: la pobreza que hace María pobre con Cristo (cfr. Camino
31,2); la humildad que trajo a Dios del cielo "en las entrañas de la
Virgen" (Camino 16,2) y por eso es una de las virtudes principales que hay
que imitar: "Parezcámonos en algo a la gran humildad de la Virgen
Santísima" (Camino 13,3); la actitud de humilde contemplacion y de estupor
ante las maravillas de Dios (Conceptos de Amor de Dios, 6,7) y el total
asentimiento a su voluntad (Ib.).
Su presencia acompaña todo nuestro camino de vida espiritual, como si cada
gracia y cada momento crucial de madurez en la vida cristiana y religiosa
tuvieran que ver con la presencia activa de la Madre en el camino de sus
hijas. Así la Virgen aparece activamente presente en toda la descripción
que la Santa hace del itinerario de la vida espiritual en el Castillo
Interior. Es la Virgen que intercede por los pecadores cuando a ella se
encomiendan (Moradas I, 2,12). Es ejemplo y modelo de todas las virtudes,
para que con sus méritos y con sus virtudes pueda servir de aliento su
memoria en la hora de la conversión definitiva (Moradas III 1,3). Es la
Esposa de los Cantares (Conceptos de Amor de Dios, 6,7), modelo de las
almas perfectas. Y es la Madre en la que todas las gracias se resumen en
su comunión con Cristo en el "mucho padecer": "Siempre hemos visto que los
que mas cercanos anduvieron a Cristo nuestro Señor fueron los de mayores
trabajos: miremos los que pasó su gloriosa Madre y sus gloriosos
apóstoles" (Moradas VII 4,5). Por eso la memoria de Cristo y de la Virgen,
en la celebración litúrgica de sus misterios, nos acompaña y fortalece (Cfr.
Moradas VI,7,11.13).
c. La Virgen María y el Carmelo
Teresa de Jesús con su vocación de
Carmelita ha entrado profundamente en toda la antigua tradición espiritual
del Carmelo. En el monasterio de la Encarnación de Avila ha podido
impregnarse de toda la rica espiritualidad mariana de la Orden, tal como
en el siglo XVI la expresaban la tradición histórica, las leyendas
espirituales, la liturgia carmelitana, la devoción popular, la iconografía
carmelitana. En sus escritos el nombre de la Orden esta siempre unido al
de la Virgen que es Señora, Patrona, Madre de la Orden y de cada uno de
sus miembros. Todo es mariano en la Orden, según Santa Teresa: el hábito,
la Regla, las casas.
Cuando es nombrada Priora de la Encarnación, en 1571, coloca en el lugar
primero del coro a la Virgen, porque comprende que en María hay una
convergencia de devoción, de amor y respeto por parte de todas las
religiosas. El gesto tiene un hermoso epílogo mariano, con la aparición de
la Virgen (Relación 25). En una Carta a María de Mendoza (7 de marzo de
1572) dice afectuosamente: "Mi 'Priora' (la Virgen María) hace estas
maravillas". Acoge con gozo al P. Gracián, tan devoto de la Virgen, como
ella recuerda con frecuencia en sus Cartas, y se entusiasma con el
conocimiento que él tiene y le comunica de los orígenes de la Orden, tal
como eran narrados en los libros de entonces (cfr. Fundaciones, c.23)
Tiene plena conciencia de los privilegios del Santo Escapulario, como
parece aludir en esta frase a propósito de la muerte de un carmelita:
"Entendí que por haber sido fraile que había guardado bien su profesión le
habían aprovechado las Bulas de la Orden para no entrar en el Purgatorio
(Vida 38,31).
Con idéntico espíritu mariano, como un servicio de renovación de la Orden
de nuestra Señora y por impulsos de la Virgen, emprende la tarea de la
fundación de San José. Ya en las primeras gracias que Cristo le hace,
encontramos la alusión de la presencia de la Virgen en el Carmelo (Vida
32,11).
Después es la misma Virgen la que activa la fundación de San José con
idénticas palabras y promesas y con una gracia especial concedida a Teresa
de pureza interior, una especie de investidura mariana para ser Fundadora
(Vida 33,14). Al concluir felizmente la fundación de San José la Madre
Teresa confiesa sus sentimientos marianos: "Fue para mí como estar en una
gloria ver poner el Santísimo Sacramento... y hecha una obra que tenía
entendido era para servicio del Señor y honra del hábito de su gloriosa
Madre" (Vida 36,6). Y añade: "Guardamos la Regla de nuestra Señora del
Carmen... Plega al Señor sea todo para gloria y alabanza suya, y de la
gloriosa Virgen María, cuyo hábito traemos" (Ib. 36, 26.28) Como respuesta
a este servicio mariano, ve a Cristo que le agradece "lo que había hecho
por su Madre" y ve a la Virgen "con grandísima gloria, con manto blanco y
debajo de él parecía ampararnos a todas" (Ib. 36, 24).
En la narración de los progresos de la Reforma, Teresa tiene siempre el
cuidado de subrayar la continuidad con la Orden, el servicio hecho a
nuestra Señora, la especial protección que Ella le dispensa en todas las
ocasiones. Así, por ejemplo, el encuentro con el Padre Rubeo y el permiso
obtenido para extender los monasterios teresianos: "Escribí a nuestro
Padre General una carta... poniéndole delante el servicio que haría a
nuestra Señora, de quien era muy devoto. Ella debía ser la que lo negoció"
(Fundaciones, 2,5). Todo el libro de las Fundaciones parece estar escrito
en clave mariana, pues son continuas las alusiones de Teresa a la Virgen y
a su servicio, como cuando escribe: "Comenzando a poblarse estos
palomarcitos de la Virgen nuestra Señora ..." (Ib. 4,5); o cuando subraya:
"Son estos principios para renovar la Regla de la Virgen su Madre y Señora
y Patrona Nuestra" (Ib. 14,5), como dice a propósito de la fundación de
Duruelo. Cuando vuelve la vista atrás, al final del libro de las
Fundaciones, contempla todo como un servicio de la Virgen y una obra en la
que ha colaborado la misma Reina del Carmelo: "Nosotras nos alegramos de
poder en algo servir a nuestra Madre y Señora y Patrona... Poco a poco se
van haciendo cosas en honra y gloria de esta gloriosa Virgen y su Hijo
..." (Ib. 29,23.28). La misma separación de calzados y descalzos hecha en
el Capítulo de Alcalá, en 1581, es contemplada por Teresa con una
referencia pacificadora a la Madre de la Orden: "Acabó nuestro Señor cosa
tan importante... a la honra y gloria de su gloriosa Madre, pues es de su
Orden, como Señora y Patrona que es nuestra ..." (Ib. 29,31).
El recuerdo de la Virgen sugiere a Teresa en diversas ocasiones el sentido
de la vocación carmelitana inspirada en María. Así por ejemplo con una
alusión implícita a la Virgen escribe: "Todas las que traemos este hábito
sagrado del Carmen somos llamadas a la oración y contemplación (porque
este fue nuestro principio, de esta casta venimos, de aquellos santos
Padres nuestros del Monte Carmelo, que en tan gran soledad y con tanto
desprecio del mundo buscaban este tesoro, esta preciosa margarita de que
hablamos" (Moradas V 1,2).
En el contexto anterior y posterior la Santa habla de la vocación la
oración, tesoro escondido y perla preciosa - dos alusiones evangélicas -
que están dentro de nosotros, pero que exigen el don total de nuestra vida
para comprar el campo donde esta el tesoro y adquirir la perla preciosa.
María aparece como la Madre de esta "casta de contemplativos", por su
interioridad en la meditación y la entrega total del Señor. En otra
ocasión Teresa llama la atención sobre la necesidad de la imitación de la
Virgen para poder llamarnos de veras hijas suyos: "Plega a nuestro Señor,
hermanas, que nosotras hagamos la vida como verdaderas hijas de la Virgen
y guardemos nuestra profesión, para que nuestro Señor nos haga la merced
que nos ha prometido" (Fundaciones 16,7). En el amor a la Virgen y en la
adhesión a la misma familia se encuentra para la fraternidad teresiana el
fundamento del amor recíproco y de la comunión de bienes, como sugieren
estos dos textos: "Así que, mis hijas, todas lo son de la Virgen y
hermanas, procuren amarse mucho unas a otras" (Carta a las monjas de
Sevilla, 13 de enero de 1580, 6). "Por eso traemos todas un hábito, porque
nos ayudemos unos (monasterios) a otros, pues lo que es de uno es de
todos" (Carta a la M. Priora y Hermanas de Valladolid, 31 de mayo de
1579,4).
Estas páginas muestran como la Santa Madre ha vivido intensamente la
tradición mariana del Carmelo y la ha enriquecido con su experiencia
mística, su devoción y la orientación doctrinal de sus escritos. Para la
carmelita descalza la Virgen es, en la perspectiva teresiana, modelo de
adhesión a Cristo, de vivencia contemplativa de su misterio y de servicio
eclesial; para cada monasterio, la Virgen es la Madre que con su presencia
acrecienta el sentido de intimidad y de familia, alienta en el camino de
la vida espiritual, preside la oración como ferviente intercesora ante su
Hijo.
La
Espiritualidad Mariana de la orden
Carmelita
Escrita por la Orden de Carmelitas Descalzos
1.
En los orígenes de nuestra devoción mariana
Hay tres palabras claves que sintetizan los
orígenes de nuestra relación carismática con la Virgen María: el lugar del
Monte Carmelo, el nombre o título mariano de la Orden, la explícita
mención de la dedicación de la Orden del Carmelo al servicio de nuestra
Señora.
a. El lugar: una capilla en honor
de la Virgen María en el Monte Carmelo
Un anónimo peregrino de principios del siglo XIII nos ofrece, en un
documento sobre los caminos y peregrinaciones de la Tierra Santa, el
primer testimonio histórico mariano acerca de la Orden. Nos habla de una
"muy bella y pequeña iglesia de nuestra Señora que los ermitaños latinos,
llamados "Hermanos del Carmelo" tenían en el Wadi 'ain es-Siah. Otra
redacción del mismo manuscrito habla de una iglesia de nuestra Señora.
Posteriormente el título de la Virgen María se le dará a todo el
monasterio, cuando se amplíe notablemente la primitiva capilla, como
consta en varios documentos antiguos (cfr. Bullarium Carmelitanum,
I, pp. 4 y 28). Este dato primordial de la capilla del Monte Carmelo
dedicada a la Madre de Dios es significativo y prácticamente es el hecho
del que se desprende la más antigua devoción de los Carmelitas a la
Virgen. Desde el principio de su fundación los Carmelitas han erigido una
pequeña capilla dedicada a la Virgen Madre de Dios en su misma tierra de
Israel.
Suponemos que esta capilla estaba presidida por una imagen de la Madre de
Dios. La tradición antigua de la orden nos ha transmitido algunas imágenes
antiguas, de inspiración oriental. Entre ellas algunas del tipo de la
Virgen de la ternura o de la Virgen sentada en un trono con su Hijo. Todo
ello indica que los ermitaños del Monte Carmelo querían dedicarse por
entero al vivir en obsequio de Jesucristo bajo la mirada amorosa de la
Virgen Madre, y que ella presidió desde sus misma cuna el nacimiento de
una nueva experiencia eclesial. De aquí el hecho que se la reconozca como
Patrona, según las palabras del General Pedro de Millaud al Rey de
Inglaterra Eduardo I a propósito de la Virgen María "en cuya alabanza y
gloria esta misma Orden fue fundada especialmente" (Cfr. Ibidem,
606-607). Una afirmación que la tradición posterior confirmara
constantemente.
b. El nombre: "Hermanos de
la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo"
Así aparece el título de la Orden en algunos documentos pontificios, con
una referencia explícita a la Virgen María, como consta por la Bulla de
Inocencio IV, Ex parte dilectorum (13-1-1252): "De parte de los
amados hijos, los ermitaños hermanos de la Orden de Santa María del Monte
Carmelo" (Analecta Ordinis Carmelitarum 2 (1911-1913) p.128). En un
documento posterior (20-2-1233) Urbano IV (en la Bula Quoniam, ut ait)
hace referencia al "Prior Provincial de la Orden de la Bienaventurada
María del Monte Carmelo en Tierra Santa" y añade que en el Monte Carmelo
está el lugar de origen de esta Orden donde se va a edificar un nuevo
monasterio en honor de Dios y "de la dicha Gloriosa Virgen su Patrona" (Bullarium
Carmelitanum I, p.28).
Este nombre, "Hermanos" que es signo de familiaridad e intimidad con la
Virgen, ha sido reconocido por la Iglesia, y será en adelante fuente de
espiritualidad cuando los autores carmelitas posteriores hablen del
"patronazgo de la Virgen" y de su cualidad de "Hermana" de los Carmelitas.
c. La consagración a la Virgen
El Carmelo profesa con su dedicación total al servicio de Jesucristo como
Señor de la Tierra Santa, según el sentido de seguimiento y de servicio
que tiene el texto inicial de la Regla en su contexto histórico y
geográfico, su total consagración a la Virgen María. Así lo reconoce un
antiguo texto legislativo del Capitulo de Montpellier, celebrado en 1287:
"Imploramos la intercesión de la gloriosa Virgen María, Madre de Jesús, en
cuyo obsequio y honor fue fundada nuestra religión del Monte Carmelo" (Cfr.
Actas del Capítulo General de Montpellier, Acta Cap.Gen., Ed.
Wessels-Zimmermann, Roma 1912, p.7). Esta especial consagración que se une
al recuerdo del seguimiento de Cristo tendrá una lógica consecuencia en la
fórmula de la profesión que incluirá la mención explícita de la entrega a
Dios y a la Bienaventurada Virgen María.
2. Una tradición espiritual viva
Tras los datos históricos reseñados que
pertenecen a los albores de la experiencia mariana del Carmelo, las
Constituciones señalan los elementos mas significativos de la
espiritualidad mariana de Santa Teresa y de San Juan de la Cruz. Sin
embargo podemos condensar en algunas orientaciones la riqueza doctrinal
del espíritu mariano de la Orden, tal como ha sido vivido a partir de los
orígenes, enriquecido por la devoción y los escritos espirituales de
algunos carmelitas insignes.
a. Los títulos de amor y de
veneración.
Se puede afirmar que la antigua tradición carmelitana ha expresado los
vínculos de amor con la Virgen a través de una serie de títulos relativos
al misterio de María pero percibidos con un sabor especial desde la
experiencia de la vida del Carmelo. Así, en los orígenes, predomina la
denominación de Patrona de la Orden, pero también se va haciendo camino la
expresión más dulce de Madre, como aparece en fórmulas antiguas de
Capítulos y Constituciones, como estas: "En honor de nuestro Señor
Jesucristo y de la gloriosa Virgen María, Madre de nuestra Orden del
Carmelo"; "Para alabanza de Dios y de la bienaventurada Virgen María Madre
de Dios y Madre nuestra", como dicen las Constituciones de 1369.
En la antífona "Flos Carmeli" se invoca a la Virgen como "Madre dulce" (Mater
mitis) y Juan de Chimineto habla de María como "fuente de las
misericordias y Madre nuestra". Los dos apelativos están en relación con
el misterio de la Virgen Madre de Dios en la expansión de su maternidad
hacia los hombres. A estos títulos hay que añadir el de Hermana, asumido
por los Carmelitas del siglo XIV en la literatura devocional que narra los
orígenes de la Orden, a partir del profeta Elías que contempla
proféticamente en la nubecilla la futura Madre del Mesías, y se complace
en ilustrar las relaciones de la Virgen con los ermitaños del Monte
Carmelo.
Desde otro punto de vista doctrinal, los Carmelitas, en la contemplacion
el misterio de la Virgen, han puesto de relieve su Virginidad, admirando
en ella el modelo de la opción por una vida virginal en el Carmelo y su
relación con la contemplacion. Por las mismas razones los Carmelitas
siempre estuvieron entre los defensores del privilegio de la Inmaculada
Concepción de la Virgen, en las controversias de la edad media, sea a
nivel de teología, sea a favor de la introducción de la fiesta en el
Calendario de la Orden que la celebraba con particular devoción. De aquí
también la insistencia de los autores carmelitas en la filial
contemplacion de la Virgen Purísima y del compromiso de imitar en la
Virgen esta actitud espiritual, simbólicamente reflejada en la capa blanca
del hábito de la Orden.
b. Privilegios para la Orden.
La historia y la espiritualidad mariana de la Orden, sobre todo durante
los siglos XIV-XVI, se enriquecen de motivos devocionales que van
aumentando la tradición histórica primitiva. La Virgen María aparece como
una auténtica Protectora de la Orden en momentos difíciles de su evolución
y su expansión en Occidente. EL Catálogo de los Santos Carmelitas ha
recogido la visión que el General de la Orden Simón Stock tuvo hacia el
año 1251, cuando la Virgen se le aparece y le hace entrega del hábito de
la Orden asegurándole la salvación eterna para todos los que lo lleven con
devoción. Al Papa Juan XXII se le atribuye un documento, llamado
comúnmente Bula Sabatina, que lleva la fecha del 3 de marzo de 1322, en el
cual refiere la visión que el mismo Papa tiene de la Virgen que le promete
una protección personal a cambio de la ayuda que él mismo preste a los
Carmelitas; en la Bula se alude al privilegio de una liberación de las
penas del Purgatorio para todos aquellos que hayan llevado dignamente el
Santo Escapulario, mediante la acción maternal de la Virgen que irá a
liberar a sus devotos el sábado siguiente a su muerte.
Estos dos hechos han polarizado la atención popular hacia la devoción
mariana propuesta por los Carmelitas y han monopolizado, en cierto
sentido, la visión espiritual que la Orden ha tenido del misterio de
María, que es sin duda mucho más rica, más evangélica, más espiritual.
La Orden desde el siglo XIV quiso celebrar con una fiesta especial, la
Conmemoración de la Virgen María del Monte Carmelo, los beneficios
recibidos por intercesión de nuestra Señora. Esta fiesta tenía a la vez el
sentido de recordar la protección de María y de realizar la acción de
gracias por parte de la Orden. En la elección de la fecha, como se sabe,
influye la parcial aprobación de la Orden obtenida en el Concilio II de
Lyon, el 17 de julio de 1274, cuando había estado en peligro la extinción
de la Orden. Posteriormente, la fecha del 16 de julio fue considerada como
el día tradicional de la aparición de la Virgen a San Simón Stock; de esta
forma el recuerdo de la protección de la Virgen se concentró en el
agradecimiento particular por lo que constituía la suma y compendio del
amor de la Virgen para los Carmelitas: el don del Santo Escapulario y sus
privilegios.
c. Espiritualidad mariana de la
Orden: María, modelo y Madre
Una nota distintiva de la actitud de los Carmelitas hacia la Virgen María
es el deseo de imitar sus virtudes dentro de la propia profesión
religiosa. Ya el conocido teólogo carmelita Juan Baconthorp (1294-1348)
había intentado hacer en su comentario a la Regla un paralelismo entre la
vida del Carmelita y la vida de la Virgen María; se trata de un principio
exegético de gran importancia porque centra la devoción en la imitación.
Otro gran teólogo, Arnoldo Bostio (1445-1499), ha cantado en su obra
acerca del Patronazgo mariano sobre la Orden, el sentido de intimidad con
la Virgen, la especial filiación del carmelita, la comunión de bienes con
la Madre, el sentido de la "hermandad" con Ella. El Beato Bautista
Mantuano (1447-1516) es un cantor eximio de la Virgen en su producción
poética. Como fieles intérpretes de la tradición carmelitana llevan a su
esplendor el sentido de la intimidad con la Virgen y su conformación
interior al misterio de María el P. Miguel de San Agustín (1621-1684) y su
dirigida María de Santa Teresa (1623-1677).
Aunque no es éste el lugar para desarrollar la doctrina de todos estos
autores, hemos querido dejar constancia de una rica tradición doctrinal y
espiritual del Carmelo que encontrará en los representantes del Carmelo
Teresiano una digna continuidad y profundización de la espiritualidad
mariana.
d. Liturgia y devoción popular.
Los Carmelitas han expresado su devoción y consagración a la Virgen
especialmente por medio de la liturgia. Han erigido templos en su memoria
y venerado su imagen. Los antiguos Rituales de la Orden, a partir del
siglo XIII, muestran el fervor litúrgico del Carmelo en la celebración de
las fiestas marianas de la Iglesia, con la aceptación de nuevas
celebraciones; se trata de fiestas que en otros lugares y en otras
Ordenes, no son acogidas con tanto fervor, como la fiesta de la Inmaculada
Concepción. La fiesta de la Conmemoración Solemne de la Virgen del Monte
Carmelo se convierte en la fiesta principal. El antiguo rito
jerosolimitano, seguido por la Orden, reserva a María múltiples
invocaciones en las horas canónicas, con antífonas marianas a final de
cada hora y con una solemnización especial de la Salve Regina de
Completas.
En honor de la Virgen se celebran sus misas votivas y el nombre de María
se introduce con frecuencia en los textos litúrgicos de la toma de hábito
y de la profesión. Se puede decir que la liturgia carmelitana ha dejado
una profunda huella de espíritu mariano en la tradición espiritual y ha
plasmado interiormente la dedicación que la Orden profesaba a la Virgen
Nuestra Señora. Junto a la liturgia florecen características prácticas de
devoción popular de la Iglesia, como el Angelus y el Rosario, y otras
propias de la Orden, unidas a la devoción del Escapulario.
3. La espiritualidad mariana en el Carmelo
teresiano
La segunda parte del n. 54 de las
Constituciones presenta la lógica continuidad de la experiencia
mariana del Carmelo en Santa Teresa y en San Juan de la Cruz con estas
palabras: "Santa Teresa y San Juan de la Cruz, han reafirmado y renovado
la piedad mariana del Carmelo". Sigue a continuación una breve y jugosa
síntesis del pensamiento mariano de Santa Teresa y de San Juan de la Cruz.
Dentro del espacio que ofrecen estas páginas de breve comentario vale la
pena alargar un poco más la visión que ofrecen de este punto las
Constituciones para ver hasta qué punto el tema mariano se enriquece
en los Santos de la Orden y como queda configurado actualmente en nuestra
espiritualidad, a partir de la doctrina y experiencia de Teresa de Jesús,
de Juan de la Cruz y de otros testigos eximios del Carmelo Teresiano.
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