3 DE ABRIL

SAN LUIS SCROSOPPI
Presbítero, fundador de las Hermanas
de la Providencia

Udine (Italia), 4-agosto-1804
+ Udine, 4-agosto-1884
B. 4-octubre-1981
C. 10-junio-2001


El siglo XIX italiano ofrece una de las más interesantes y ejemplares imágenes de la Iglesia, al servicio de las múltiples necesidades de la sociedad. Sobre todo el Norte de Italia, en torno a Turín y en torno a Venecia, donde proliferan personalidades de puro corte evangélico, dispuestas a dar una respuesta desde el evangelio del amor a las carencias de la sociedad. Unos son tan conocidos como Don Bosco, en Turín
(p31 de enero), otros menos, como el Beato Francisco Faá de Bruno (-27 de marzo), amigo de Don Bosco, o el Beato Luis Scrosoppi, en Udine, en el Véneto.

Luis Scrosoppi nació en Udine, capital de la provincia del mismo nombre, en la Venecia Julia, lindando ya con Austria y Croacia, el 4 de agosto de 1804. El ambiente familiar fomentó en los hijos el aprecio por los valores evangélicos y por el servicio a la Iglesia: tres de ellos siguieron la vocación sacerdotal: Luis fue ordenado en 1827.

Gran admirador de San Felipe Neri, Luis ingresó en la Congregación del Oratorio, de la que llegó a hacer un centro de irradiación de vida espiritual, que ya antes él mismo intensificó personal y comunitariamente. Fue un hombre de oración constante, cuya jornada tenía como eje la celebración pausada y fervorosa de la Eucaristía. Además, cada día encontraba tiempo para una larga meditación, frecuentes visitas al Santísimo Sacramento, devota recitación del oficio divino, vía crucis, rosario y vigilia nocturna de oración. De ahí sacaba fuerzas para las múltiples actividades de apostolado, educación y asistencia que llevó a cabo. »Quiero -escribía el Beato Luis- ser fiel a Cristo, estar dedicado plenamente a él en mi caminar hacia el cielo, y conseguir hacer de mi vida copia de la suya». Y, evocando la predilección de Jesús por los más débiles, decía: Los pobres y los enfermos son nuestros patronos y hacen presente la persona misma de Jesús. Para ellos vivió y gastó su vida, hasta la muerte, en 1884.

 

CREATIVIDAD, AMOR Y ENTREGA

Cuando Juan Pablo II presidió la solemne ceremonia de beatificación de Luis Scrosoppi, recordó a toda la Iglesia los grandes méritos del nuevo beato: atento a las necesidades de su tiempo, tuvo la creatividad y la entrega necesarias para dar respuesta desde el Evangelio:

De Luis Scrosoppi dijo el.papa Juan Pablo II: En su vida, dedicada totalmente a las almas, tuvo tres grandes amores: Jesús, la Iglesia y el papa, y los «más pequeños.

Desde muy joven tiene a Jesús como maestro, lo ama, lo contempla pobre y humilde en Belén; trabajador en Nazaret; varón de dolores y víctima en Getsemaní y en el Gólgota; presente en la Eucaristía... Su amor a la Iglesia se manifestó especialmente en la fiel obediencia de sus normas; en su apostolado, que no conoció pausas ni vacilaciones; y en la dócil aceptación de su magisterio. No es exageración afirmar que el padre Scrosoppi gastó toda su vida en el ejercicio de la caridad para con el prójimo, especialmente con los más pequeños y abandonados. Sus cuantiosos bienes patrimoniales los distribuyó entre los pobres.

El papa propone a Luis Scrosoppi como ejemplo luminoso y eficaz de vida cristiana a los laicos, a los sacerdotes y a los religiosos, por haber logrado una síntesis equilibrada entre vida contemplativa y vida activa.

Era el 4 de octubre de 1981 cuando fue beatificado, tres años antes de cumplirse el centenario de su muerte, acaecida en 1884.

 

EL SANTO PROTECTOR DE ENFERMOS DE SIDA

El 10 de junio de 2001 fue, según afirmó Juan Pablo II, la «fiesta de la santidad: la plaza de San Pedro rebosaba de entusiasmo ante la canonización de cinco beatos, entre ellos Luigi Scrosoppi.

La prensa mundial se hizo eco del milagro que determinó la canonización del Beato Luis, hecho pública en el consistorio del 13 de marzo de 2001. Un milagro que demuestra que, para Dios, nada hay imposible, ni siquiera el sida. Y la curación de Peter Changu Shitima, enfermo de sida, fue por intercesión del Beato Luis Scrosoppi.

Joven estudiante de Oudtshoorn, cerca de Ciudad del Cabo, el joven Peter era catequista, y, en agosto de 1996, descubrió la terrible realidad de su vida: era seropositivo.

En agosto de 1996, el sida lo condujo a una fase terminal. Había perdido 22 kilos de peso, tenía fiebre alta y apenas podía moverse en la cama, pues sufría una neuritis y otras complicaciones debidas a la inmunodeficiencia. En vista de que no podían hacer nada más, los médicos lo enviaron, sin tratamiento, a pasar los últimos días de vida con su familia en Zambia.

Según relató en el proceso de canonización, «cuando el médico me dijo lo que tenía me quedé destrozado, pero pensé que lo único que debía hacer era rezar y pedir fuerzas a Dios. Recé a Luigi Scrosoppi y le dije que me moriría o me curaría a través de su intercesión, según la voluntad del Señor. Querían ponerme una máscara de oxígeno para prolongarme la vida, pero yo dije que no».

La noche del 9 de octubre de 1996, Peter Changu Shitima soñó con Luis Scrosoppi, cuya biografía conocía perfectamente y, según relata, «me desperté como antes de enfermar. Me levanté y me fui a trabajar a la parroquia inmediatamente. Tenía apetito, caminaba bien e incluso me fui hasta un pueblo que es-

taba bastante lejos». De regreso al hospital, los dos médicos surafricanos que le habían atendido, Pete du Toit y Johannes Le Roux, comprobaron que seguía siendo seropositivo, pero habían desaparecido la neuritis y las demás complicaciones. Aunque no son católicos, concluyeron que se trataba de una curación milagrosa, como verificó luego la Congregación para las Causas de los Santos.

En la mañana luminosa del 10 de agosto de 2001, Peter Changu Shitima era un testigo cualificado de la canonización de su protector, San Luis Scrosoppi. En la celebración eucarística de la plaza de San Pedro, Peter presentaba, junto con las ofrendas de la misa, su más emotiva gratitud a Dios, que lo sacó de la muerte del sida, y a su protector, San Luis Scrosoppi.

 

JOSÉ A. MARTÍNEZ PUCHE, O.P.