4 de Enero
Santa Dafrosa
mártir y
esposa del mártir San Flaviano
Autor: Archidiócesis de Madrid
Mujer fuerte, cristiana de cuerpo entero. Esposa y madre de familia que tiene
bien grabado en su alma el principio y fin de su estado y su función: ganar el
cielo para ella y para los suyos. Sí, es como si la vida consistiera en un
desbaratarse en el ámbito del Amor. Primero a su marido y a sus hijos, luego
al prójimo restante y al mundo, todo en el amplio ámbito de Dios que da
sentido a los amores, sanos y nobles, pero con minúscula. Y como el amor lleva
a darse en búsqueda del bien de quien se ama, ahí la vemos dejando su casa en
Sevilla y emigrando a la cabeza del Imperio con toda su familia a la búsqueda
de un bienestar mejor. Porque era española y sevillana, de los de siempre, aún
antes de que se llamaran andaluces o existiera la Giralda y antes de que
fueran sus señales el toro, el albero, los palillos, el faralai y el ’`ozú
¡que caló!ª.
Su marido Flaviano, muere mártir en Roma. Por estar casada con un cristiano
irreductible ella es condenada al destierro. A su vuelta el prefecto Aproniano
la encarcela porque sigue aferrada a su principio de no sacrificar y casi
enferma de hambre. El prefecto prepara las cosas para recasarla con un tal
Fausto con la esperanza de que la obligue a cambiar; pero resulta el cazador
casado, porque Dafrosa lo instruye en la fe cristiana, lo bautiza el
presbítero Juan y acaba muriendo mártir. Como su cuerpo fue expuesto a los
perros, por la noche lo recoge Dafrosa y le da sepultura cristiana. Esto la
llevó definitivamente al martirio, el 4 de Enero del 362, cuando era ya único
emperador Juliano.
Encantador relato que realza la entereza y la actuación, desde la feminidad,
de esta mujer cristiana cabal ¿verdad? Se conocen los hechos -posiblemente
agrandados en los siglos y en la distancia- por el historiador hagiógrafo
hispalense Antonio Quintana quien a su vez los retoma de Pedro Julián. Cuando
se narra la vida y muerte de Dafrosa se habla de toda una familia mártir -
también se afirma que sus hijas Demetria y Bibiana murieron mártires en Roma,
en el 362- cuya fuente impulsora es la madre, firme, fuerte y muy capaz.
Es curioso ver en la historia el papel de los aduladores del que manda. No fue
precisamente el tiempo de Juliano uno de los que se caractericen por violenta
persecución. El Apóstata sólo estuvo preocupado por la restauración en el
Imperio del paganismo como religión oficial, al tiempo que mejoraba la
administración e impulsaba la economía. Juliano no quiso mártires, sólo
paganos. Pero, bien fuera por adulación, bien por odio a la fe, dicen que el
prefecto Aproniano llevó esta familia a la muerte porque eran seguidores
cabales del judío Cristo, el Señor.