Nietzsche como artista, 2

CAPITULO II

LA NATURALEZA COMO IMPULSO CREATIVO



1.- LA DESPEDIDA DE BASILEA

Cuando Nietzsche abandonó la cátedra de filología que desempeñaba en la Universidad de Basilea se sentía un hombre acosado por la enfermedad. A su amiga Malwida von Meysenbug, le comenta con aflicción la decisión que ha tomado: "He sufrido gravemente, todo a llegado a su punto extremo, he renunciado a la cátedra. Dentro de pocos días abandono Basilea para siempre. Mis muebles han sido puestos en venta" (1). En su interior, aunque perduraba la profunda decepción sufrida por las acerbas críticas que Wagner y von Bulow hicieron de sus composiciones musicales, latía el deseo de dedicarse a la filosofía, un propósito que en esta época se había intensificado por la influencia que le ejercieron algunas de sus amistades como las de Paul Ree o Malwida. Estas son algunas de las razones en las que Nietzsche buscó su justificación para dejar la docencia en filología y dedicarse por entero a la actividad filosófica, que en el fondo, constituía su verdadera y secreta vocación. En El Crepúsculo de los Idolos, describirá este peculiar conflicto que sufría, entre profesión y vocación: "Una especie superior de hombres, no ama las "profesiones" precisamente porque se sabe con una vocación"(2).

A partir de esta toma de postura, Nietzsche publicará entre 1979 y 1988, el último período de su producción, la mayor parte del conjunto de sus obras, algunas de ellas catalogadas como las más importantes de su pensamiento. En ellas se manifiesta un estilo literario de gran expresividad, favorecido por su natural sentido poético y su cadencia musical del ritmo, impregnado de sensibilidad lírica, aunque no desprovisto de una exacerbada agresividad (3).
Será oportuno recordar que Nietzsche al dedicarse a los estudios de filología clásica, no fue, como es lógico, ni un estudiante ni un profesional de la filosofía. Esta circunstancia puede explicar su notable desconocimiento de importantes aspectos de esta disciplina y sus lagunas en el dominio y comprensión de los conceptos. Estas carencias se ponen de relieve en el insuficiente armazón crítico-argumentativa de muchos de sus juicios y razonamientos, que posiblemente satisfacen exigencias psicológicas y emotivas, pero que no responden suficientemente a las exigencias del rigor reflexivo que demanda la especulación filosófica. Sus escritos, por otra parte, adolecen de cierta falta de rigor estructural y sistemático, que le conducen a incoherencias y contradicciones (4), a una dispersa ambigüedad en sus análisis críticos sobre la diversidad de materias que trata, que a menudo se hace difícil descifrar cuál es el significado y el sentido último de su pensamiento.

Debido a esta insuficiente comprensión de muchos conceptos y términos metafísicos, Nietzsche encontrará un mar de dificultades para justificar adecuadamente las demoledoras críticas vertidas a través de sus aforismos o epigramas sentenciales, configurados la mayoría de ellos de forma concisa y de breve composición (5). Es así, que las descripciones que las sustentan, más bien se prestan para expresar de forma sintética lo esencial de una cuestión, silenciando la prueba aclaratoria y la ilustración argumentativa debidamente formulada, sin preocuparse por la interna y coherente articulación de su contenido. Esta múltiple utilización de proposiciones aforísticas que utiliza Nietzsche, le llevarán a relajar las exigencias especulativas propias de la filosofía, dejando que los pensamientos fluyan de forma suelta y dispersa, sometiéndolos a las más variadas y arbitrarias combinaciones. No obstante, hay que decir, que la subordinación estilística a la forma breve del aforismo, se debe, en parte, a las persistentes jaquecas que sufría y a la debilidad ocular que padecía. A su secretario y frustrado músico Köselitz le indicará que tiene que ceñirse "al maldito estilo telegráfico al que me obligan la cabeza y los ojos" (6)

Lo que es manifiesto es que el pensador alemán utiliza un estilo directo, mordaz y acerado, preñado de un surtido de adjetivaciones que penetran como un cuchillo en el interior del espíritu. No obstante, aunque caiga a menudo en el tono panfletario, hay que reconocerle su robusta y substancial prosa, de gran fuerza comunicativa, plena de sabor y originalidad artística, saturada de ideas y símbolos míticos que en cierto modo, le sirven para reemplazar la severidad y precisión del lenguaje filosófico. Si el pensador de la filosofía utiliza estos procedimientos lingüísticos, que más bien corresponden a una forma propia de la creación literaria que de la fundamentación metafísica, sabe de antemano que tendrá dificultades para alcanzar el necesario rigor de sentido que deben poseer los términos encadenados en el razonamiento especulativo, pues en estas condiciones de imprecisión y falta de rigurosidad, su contenido semántico nunca permanece suficientemente fijado y definido de forma clara, lo que permite admitir las más diversas y ambivalentes interpretaciones

Desde su juventud, Nietzsche ya exteriorizó el deseo de encontrar su propio estilo literario, sin someterse a burdas imitaciones. Cuando piensa que ha hallado una fórmula, un camino para conseguirlo, siente la propia culpabilidad por no haberlo vislumbrado con más anticipación y haber evitado lo que considera un tiempo perdido: "Se me cae la venda de los ojos, pues durante demasiado tiempo he vivido en plena inocencia estilística... tengo que aprender a usar mi estilo como un teclado en el que no se tocan viejas piezas ya sabidas, sino en el que se improvisan fantasías libres, aunque no exentas de lógica belleza" (7). En estas actitudes se manifiesta su inclinación por los recursos que le brinda la prosa poética de carácter lírico, puesto que desde sus inicios no pretendió hacer una filosofía del arte, sino más bien hacer una filosofía desde su óptica de artista, del artista que era y del artista que se sentía. Nietzsche, como ya hemos comprobado en el capítulo anterior, exteriorizó prontamente su ardiente entusiasmo por el arte a través de sus variadas composiciones poéticas y musicales. En su ensayo Sobre el pathos de la verdad, expone con franqueza su conflicto interior entre el arte y la filosofía, pues ambas potencias se disputan una preeminencia que en sus reflexiones supo compaginar e integrar de forma sintética, mediante una filosofía configurada artísticamente (8)

Desde esta perspectiva, podemos entender mejor el que concibiera su profesión académica, más como una actividad de carácter artístico-filosófica que no filológica. Pero esto, no fue óbice para que no fuera un excelente filólogo, pues como reconocen sus propios colegas, llegó a dominar su técnica a un nivel muy considerable. El mismo confiesa este doble antagonismo a Carl Fuchs: "Cuando era filólogo me hallaba "fuera de mi centro",, lo cual no significa que fuera un mal filólogo" (9). Pero a pesar de ello, Nietzsche tenía la sensación de que el trabajo paciente, municioso y metódico que demanda la investigación filológica, frenaba la fuerza natural de su impulso creativo, con el agravante de que la filología al ofrecerle imágenes y significados de mundos ya fenecidos, limitaba el variado espectro de sus posibilidades e intereses creativos. A la larga, esta actividad docente se le fue fraguando como un peso opresor del que deseaba liberarse. Él era consciente, de que por la senda de la filología no podría llevar a su cumplimiento la conocida e inquietante frase de Píndaro: "llegar a ser el que eres", una sentencia que reproduce en el "Zaratustra", y que figuraba en el frontispicio de algunos templos griegos (10).

Fue en esta época de su juventud, cuando a Nietzsche, por influencia del pensamiento de Schopenhauer, se le hizo más inteligible el sentido pesimista de la naturaleza, junto con la hondura vital del sentido trágico de la existencia. El pensador alemán, no tuvo inconveniente el acoger dentro de sí, con toda su pasión, este pesimismo conceptual que se le fue revelando por la vía del arte de la tragedia griega, en el corazón mismo de su tradición, con la que estaba vinculado por su profesión filológica.



2.- CONTRA LOS FILÓLOGOS

Llegó un momento en el que Nietzsche ya no fue capaz de resistir la atracción que sentía por la filosofía. Esta circunstancia le incrementó todavía más el malestar que le ocasionaba sus ocupaciones filológicas, su antipatía por el "espíritu académico" y por el "talante" funcionarial y burocrático del que hacían gala sus colegas dedicados a la filología, pues consideraba que precisamente era este "talante" el más opuesto y equidistante del sentido filosófico y artístico de la vida. En obras de juventud, ya había expresado su desacuerdo y su natural rechazo por la "cofradía de los filólogos departamentales", a los que motejaba de "escudriñadores insaciables de las bibliotecas", o bien de "obreros industriales al servicio de la ciencia" (11). En un ensayo denominado Nosotros los Filólogos (12), escrito en 1875, durante su época de profesor universitario, vuelca su desprecio y animosidad en contra de ese grupo de docentes, al sostener, entre otras cosas, que la filología clásica había conformado sus investigaciones lingüísticas de las antiguas civilizaciones en el estrecho marco del simple análisis formal, sin interesarse por el contexto real en el que se desenvolvían sus verdaderos intereses vitales.

Nietzsche sostiene, que ello es debido, a que la mayoría de estos especialistas no tienen ni la sensibilidad ni el suficiente nivel intelectual para adentrarse en el "pathos" de estas antiguas culturas: "Yo opino, -escribe con sarcasmo en este ensayo- que de cada cien filólogos, noventa y nueve no deberían serlo" (13). Los afanes y objetivos de estos especialistas, se encuentran alejados de la visión trágica y metafísica del arte y la cultura de los griegos, absorbidos como están, por las ridículas menudencias de sus metódicas investigaciones, elaboradas en la estrecha y gris monotonía de sus claustros académicos. En estas condiciones, sus más espontáneas intuiciones se tornan tan anémicas como sus modestas ambiciones intelectuales, que quedan anuladas en estas asfixiantes atmósferas. Con paradojal ironía dirá: "Hombres ya entrados en años sirven para ser filólogos si en el período de su vida más rico en vivencias no han sido filólogos" (14)

Nietzsche piensa que los filólogos de su tiempo son "espíritus de corto vuelo que satisfacen su ambición en eso de traer y llevar palabras" (15), y no tendrá reparos en acusarlos de hombres superficiales, con falta de rigor y veracidad, pues no conocen ni se preocupan por conocer el verdadero origen de las cuestiones que investigan. "La filología clásica es un foco de superficialísimo esclarecimiento, que está carente de veracidad, que paulatinamente se ha vuelto completamente inoperante" (16). Y lo más inquietante de este desconocimiento y falta de penetración que impregnan sus investigaciones, es que procede de que "cuando hablan los filólogos de su ciencia, jamás tocan las raíces, jamás presentan a la filología como problema, adolecen de superficialidad en el pensar" (17). Pero a más de desconocer lo esencial de la cultura de los antiguos griegos, tampoco han sabido comprender ni han sabido identificarse con la psicología y los rasgos más genuinos de su genio artístico: "en ellos está ausente el goce propiamente dicho de los rasgos fuertes y vigorosos de la antigüedad" (18)

La convicción de que ningún pueblo ha llegado a igualar el genio artístico de los griegos, fue una convicción que Nietzsche siempre mantuvo como emblema de su pensamiento: "Los griegos son el único pueblo genial de la historia universal" afirmará con rotundidad (19). Por ello sostiene que ninguna cultura, ninguna raza, religión o idea, ha conquistado tan altas cumbres de arte y belleza como los griegos, pues tampoco la cultura cristiana -según Nietzsche- ha sido capaz de superar el genio de estas antiguas civilizaciones. Con mordacidad señalará que sería una opinión jocosa el sostener lo contrario: "La broma capital ha sido el pensar que la Antigüedad ha sido superada por el Cristianismo" (20).

En todo caso, la única religión que profesa el pensador alemán, es aquella que tenga como primordial objetivo el engendramiento y la promoción de nuevos genios, pues ellos son las encarnaciones vivas para impulsar la vida y el arte hacia horizontes infinitos de fuerza y poder creativo: "Mi religión. si me es permitido todavía llamarle tal a algo, está en el esforzado trabajo por el engendramiento del genio" (21). Son expresiones de Nietzsche, que ponen de relieve su concepción elitista y aristocrática respecto de los hombres superiores, de los considerados como genios, cuya existencia se justifica en aras de las supremas e ineludibles exigencias de la creación artística, cuya sagrada misión es elevar el nivel y la fuerza de los sentimientos con el fin de sublimarlos y transfigurarlos artísticamente hacia formas superiores de amor y de belleza. Enla interpretación de Nietzsche, el simbolismo más acabado de estos supremos esfuerzos y sacrificios que demandan el surgimiento de los nuevos genios, estaría representado por la heroica inmolación de Isolda, que por amor a Tristán, le sigue en el sendero de la muerte: "La razón suprema la percibo en la obra del artista... la obra de arte no es más que el trasunto sensible del amor más allá de uno mismo" (22)

Haciéndose eco de lo que había proclamado años atrás en El Origen de la Tragedia, también en esta obra de Nosotros los Filólogos, y posteriormente en El Caso Wagner se propone la tarea de despertar a los hombres superiores, a las mentes más filosóficas y preclaras, con objeto de recuperar el sentido originario del genio de los griegos, de su arte y su cultura: "Deben movilizarse mentes filosóficas y presentar el balance total de la Antigüedad" (23). Estamos todavía en el período en el que Nietzsche muestra su identificación con la filosofia de Schopenhauer y con la música de Wagner, y a pesar de que pronto se alejará de ellos, todavía los considerará como los representantes más genuinos del renovado arte y la nueva cultura, que arrinconará la vieja y enferma cultura que impregna a la sociedad occidental: "Feliz de él (el filólogo) si tal como Schopenhauer y Wagner adivinan las fuerzas plenas de promesa en las que despunta una nueva cultura" (24). El arte en todo caso, sólo adquirirá visos de negatividad y peligrosidad cuando sus manifestaciones sean utilizadas con el propósito de perpetuar y potenciar formas estéticas agonizantes y decrépitas: "Significación peligrosa del arte: en cuanto preserva y galvaniza nociones extintas y agonizantes" (25)

Hacia el final de esta crítica a los filólogos, Nietzsche volverá a insistir en que la la intensidad y la fuerza de los sentimientos más vitales, el incremento de su rica jovialidad artística, depende esencialmente de la fuerza creativa del genio, puesto que él, es el que posee las condiciones de energía interior para escudriñar con hondura las más genuinas dimensiones del arte escondidas en los profundos estratos de la vida. Cualquier prejuicio colectivo, cualquier recelo personal que ponga en entredicho la validez y preeminencia de los genios, debe ser apartado del ámbito social, de este modo los genios que son los auténticamente artistas, podrán actuar sin dificultades y en plena libertad, en la medida en que sean capaces de liberar sus ricas virtualidades, de potenciar los valores de la vida y su voluntad de poder artístico: "Engendramiento del genio como el único que puede evaluar verdaderamente la vida. ¡Salvad vuestro genio! se le debe gritar a la gente ¡Liberadlo! (26)



3.- EL ARTE COMO CONTEMPLACIÖN.-

Se ha comentado en ocasiones, que Nietzsche era más un hombre de fino oído, que de atentos ojos, pues tanto en su juventud como en su madurez nunca manifestó un interés natural y espontáneo por el arte figurativo. Aunque su progresiva pérdida de visión podría justificar tal ausencia, la suplirá en aras de su innata tendencia hacia el arte formal y subjetivo, tendencia que en cierta medida la exteriorizará en la filosofía y el arte musical, frente al desinterés por el arte plástico y objetivo. Al respecto C.P. Janz, comentará: "Nietzsche no era un hombre de ojos. Nunca se sintió conmovido por una obra de pintura, ni de arquitectura"(27). Thomas Mann en consonancia con Janz, afirma: "Nietzsche diferenció lo que para él constituían los "hombres de ojos" y "los hombres de orejas", y el mismo se consideraba uno de estos últimos" (28). No obstante y para ser equitativos, habría que matizar estas opiniones, pues en "Miscelánea de Opiniones y Sentencias", de la 2ª parte de Humano demasiado Humano, admite la superior validez de la mirada, del ojo, respecto del oído, para el conocimiento psicológico de los hombres (29). Por otra parte, Nietzsche, expresó en algunas ocasiones, su admiración y reconocimiento por determinados pintores y escultores y también por ciertos estilos y construcciones arquitectónicas, aunque ciertamente, estos transitorios intereses por las artes plásticas, fueron bastante escasas en el conjunto de sus reflexiones artísticas.(30)

Para adentrarnos algo más en este importante aspecto de su sensibilidad y receptividad artística, se debe tener en cuenta la interrelación existente entre sus estados psíquicos y la aspectos ambientales del entorno que le rodeaba. Nietzsche tuvo la posibilidad de moverse por múltiples escenarios y climas diversos, que en ocasiones le afectaban hondamente, y determinaban en parte, la calidad literaria de su producción filosófica. Esta mutua interdependencia entre sus estados afectivos y el horizonte exterior en el que estaba instalado, lo observaba y lo asumía desde las perspectivas propias del pensador y del artista ensimismado dentro de sí, absorbido en la subjetividad de sus propias vivencias interiores.

Desde esta subjetiva asunción, se puede diagnosticar en Nietzsche, que las sensaciones visuales procedentes de estímulos físicos, con sus luces y sus sombras, sus formas y relieves, y sus diferentes gamas cromáticas, no tuvieron desde la valoración de sus detalles concretos y de sus singularidades figurativas, una incidencia especial en sus percepciones y subsiguientes representaciones imaginativas. Pero estos mismas sensaciones, consideradas desde su asimilación general y abstracta, desde su perspectiva de conjunto, es decir, desde su capacidad contemplativa, sí que tuvieron una importante incidencia en sus sentimientos interiores y en sus estados afectivos, como fuente de inspiración especulativa y artística.

Nietzsche, registraba con gran sensibilidad y nitidez interior, las características orográficas, ambientales y atmosféricas de su entorno. Sus estados anímicos y su salud fisiológica quedaban profundamente alterados no solamente por el modo de ser de las personas que le rodeaban, sino también según el escenario paisajístico o el tipo de clima que debía soportar, ya fuera de alta o baja montaña, de brumas del norte, de aires secos o húmedos, de bosques centenarios cubiertos por la nieve y el frío, o por climas dorados y suaves, de soleadas claridades mediterráneas bañadas por el mar. Ante determinados panoramas se sentía embriagado de exaltada alegría o por el contrario le acosaba una sombría y persistente depresión.

Es significativa al respecto la carta que en el verano de 1873, escribe a su hermana Elisabeth, desde la comarca de Flims en los alpes suizos. En ella, se pone de manifiesto estas consideraciones, pues ante un estimulante paisaje, acompañado por sus amigos, envuelto en una atmósfera poética y musical, se sentía intensamente afectado en sus más íntimos sentimientos: "Por las mañanas hemos leído diligentemente en el bosque, entre rocas, alerces o abetos, frente a elevados montes, las "Walkirias", el "Sigfrido" y el "Ocaso de los Dioses"(31). En la disertación que pronunció en la Universidad de Basilea, Homero y la Filología Clásica, expone su criterio sobre los pilares en que debe apoyarse la grandeza del gran artista, que debe traducirse en su forma de percibir las dimensiones del entorno desde una óptica de conjunto, global y perspectivista, o lo que es lo mismo, con "mirada contemplativa" que abarca el sentido del arte como totalidad: "El criterio de grandeza de un artista es, a no dudarlo, la cantidad de lo que es capaz de abarcar con una mirada de conjunto y someterlo a plasmación rítmica"

Ha medida que transcurría el tiempo, Nietzsche, con impotente resignación, comprobaba el incremento de su debilidad ocular y también el de sus dolores cerebrales. Esto le obligaba a desalojar de sus intereses estéticos, cualquier forma de arte plástico, reforzando su estima por la poesía y la literatura. Para ello utilizará como herramienta instrumental, un estilo de lenguaje de gran fuerza lírica, de rico de contenido y pleno de ingenio, pero que con el transcurso del tiempo -tal como ya le acusó Wagner- se irá progresivamente convirtiendo en más ofensivo, provocativo y agriamente visceral. Tanto era así, que su amigo Widman le pondrá el apelativo de "dinamita", un término que acogió con complacencia, y que en ocasiones utilizó para referirse a sí mismo: "Yo no soy un hombre, soy dinamita", escribirá en "Ecce Homo"(32). En Febrero de 1886, le escribe a P. Deussen para decirle: "No hay nada que esté ahora en pie y que no caiga. Yo soy dinamita más bien que persona"(33), y no tuvo reparos en comparar la agresividad provocativa de sus escritos con la fuerza y dureza del "martillo", un instrumento que utilizará para golpear con dureza a aquellos principios, ideas y creencias que pretendía desenmascarar: "Ahora mi martillo se enfurece cruelmente contra su prisión, -gritará con rebeldía Zaratustra-, De la piedra saltan ya pedazos"(34), y en La Voluntad de Poder, dirá con parecidos tonos amenazadores : "Para las más grandes luchas se necesita un arma nueva: el martillo. En ciertas circunstancias pueden ser indispensables para el filósofo una potente presión y de un martillo con el que despedazar razas degeneradas y moribundas, para abrir el camino a un nuevo orden de vida"(35). Una de sus últimas obras, se titulará, con su nombre completo: El Ocaso de los Idolos o cómo se filosofa con el martillo.



4.- EL SUFRIMIENTO COMO FUENTE DE CREATIVIDAD.-

Diversos críticos literarios, psiquiatras, autores, etc., han señalado a menudo la importancia del sufrimiento y del dolor como fuente de creatividad artística. Sus repercusiones afectivas y anímicas para alimentar el impulso y la inspiración creativa, son en determinadas ocasiones, de esencial necesidad. El sufrimiento como estado psicológico, puede generar diversos sentimientos de angustia, desesperanza y turbación, pero también puede generar virtudes de sacrificio, abnegación, conocimiento de sí y de los demás. Asumiéndolo en el interior de nuestro espíritu con serena fortaleza, se convierte en potente y fecunda energía, que en estado de alerta ingeniosidad, despierta nuestras más escondidas virtualidades, capaces de ser plasmadas en formas y expresiones de alto valor estético. Sufrimientos que pueden ser de índole espiritual y moral, debido a la falta de sentido en la vida, a incomprensiones y fracasos, decepciones, injusticias, separaciones..., sufrimientos derivados de la miseria y la escasez, a causa de la ausencia de los recursos más elementales y básicos, o también, los sufrimientos físicos originados por penosas y persistentes enfermedades, que de todo ello hubo en la vida atormentada de Nietzsche. Un conglomerado de sufrimientos y penalidades, que también experimentaron a lo largo de su existencia, una amplia mayoría de los grandes genios (36).

Aunque fue un hombre normalmente robusto, Nietzsche padeció en el transcurso de su vida, constantes sufrimientos físicos, a consecuencia de su salud irregular e inestable, que se traducían básicamente, al margen del progresivo debilitamiento de su visión ocular, en intensos dolores de cabeza, acompañados de espasmos y vómitos intestinales que le postraban durante varios días en cama (37). Algunos psiquiatras han señalado que si los pacientes logran superar determinadas situaciones límite a las que les arrojan sus sufrimientos y dolores, puede darse una llamativa inversión física y psicológica, un cambio y enriquecimiento de la personalidad, especialmente en aquellos que durante largo tiempo han tenido que padecer graves enfermedades. A este tipo de trances se referirá el médico y filósofo K. Jaspers, cuando comenta, que desde principios de 1880, debido a los fuertes y persistentes ataques, en forma de terribles convulsiones que tuvo que soportar Nietzsche, y que le llevaron hasta el mismo borde de la muerte, se produce en su personalidad una intensa mutación psíquica e intelectual: "Quien lea los escritos por orden cronológico -escribe Jaspers-, no puede sustraerse a la extraordinaria impresión de que en Nietzsche, desde 1880, se está produciendo un cambio tan profundo como nunca antes ocurrió en su vida. Esto se muestra no sólo en el contenido de los pensamientos, en las nuevas creaciones, sino en la forma de la vivencia; lo que dice adquiere otro tono"(38). Antes de producirse esta cambio señalado por Jaspers, Nietzsche le cuenta con ánimo desesperado a Wagner: "Ya estoy harto y no deseo otra cosa que vivir sano o no vivir más" (39). Una vez producido el cambio, todavía en estado convulsivo, escribe desde Génova a algunos de sus amigos. A Overbeck le dice confiadamente: "Precisamente acabo de recuperarme de una crisis muy amarga, y apenas me he librado durante dos días de tal indigencia", y a Hans von Bülow le narra las consecuenicas interiores de esta profunda mutación: "Una cosa sí quiero hacerle saber: el cambio que he experimentado en mi manera de pensar y de sentir, ha sido lo que me ha hecho conservar la existencia y casi me ha devuelto la salud" (40).

Con la perspectiva que da el tiempo, se podría decir a título de balance, que los sufrimientos físicos que afectaron a Nietzsche, desde la perspectiva de su producción creativa, fueron más ventajosos que perjudiciales, más liberadores que entorpecedores, y que debido a la dimensión existencial que supo darles relacionándolos con lo esencial de su carácter, le produjeron una serie de efectos desinhibidores en su conciencia y en su temperamento, de natural tímido e introvertido, que fueron positivos y estimulantes para su evolución intelectual y su actividad artística, hasta que advino su irreversible desmoronamiento. "Crear, esa es la gran redención del sufrimiento -dirá por boca de Zaratustra-, así es como se vuelve ligera la vida. Más para que el creador exista son necesarios sufrimientos y muchas transformaciones" (41). En tonos parecidos, registrará en uno de sus últimos escritos esta necesidad del sufrimiento y el dolor como factores de liberación interior para ser afectado por el soplo de la inspiración: "Sólo el profundo dolor es capaz de consumar la liberación del espíritu" (42).

El pensador alemán, realizará una itinerante peregrinación por diversos gabinetes médicos en busca de su difícil curación. A uno de ellos, el Dr. Otto Eiser, le expone su apresumbrada situación anímica ante las dolorosas consecuencias de sus enfermedades y padecimientos, pero simultáneamente le describe sus beneficiosos efectos, pues está firmemente convencido que gracias a ellos ha sido capaz de adentrarse en lo más hondo de su ser y aumentar la germinal cosecha de su espíritu, lo que le ha supuesto elevar el nivel y exigencia de sus pensamientos y amortiguar la carga de sus sufrimientos: "Mi existencia es una carga terrible: la hubiera arrojado de mí hace ya mucho tiempo, si no fuera porque, en este estado de sufrimiento y de casi absoluta abstinencia, fue donde hice las pruebas y los experimentos más fructíferos en el terreno intelectual; esta alegría sedienta de conocimiento me eleva a una altura desde donde supero todos los tormentos y desesperanzas. En general soy ahora más féliz que nunca en mi vida" (43). Será en los últimos meses de su vida productiva, antes de su inminente locura, cuando embargado de un efervescente estado de ánimo, se sentirá hondamente agradecido por los dones que le ha conferido su dolorosa enfermedad, liberándole de condicionamientos que le impedían retrobar la esencia de su propio ser: "En última instancia, le dice a G. Brandes desde Turín, la enfermedad me ha proporcionado los mayores beneficios; ella me ha librado de todos mis vínculos, me ha dado el valor para regresar a mí mismo"(44).

Después de haber asumido sus terribles sufrimientos con sentido creativo, que le proporcionará la honda transformación liberadora aludida por Jaspers, escribirá el libro de La Gaya Ciencia, y en el Prólogo, manifestará su satisfacción por la obra conseguida. Recordando sus anteriores períodos de dolor y aflicción, tendrá el valor de reconocer que estas penalidades han sido como un inmerecido regalo, puesto que han producido en su espíritu sus benefactores efectos: "Este libro es la gratitud, de un convaleciente que alcanza su inesperada curación... no quisiera despedirme con ingratitud de aquella época de malestares profundos, cuya ventaja todavía me dura" (45). Comentándole a Hipólito Taine, el doloroso proceso que tuvo que recorrer para escribir La Gaya Ciencia y Aurora, le dirá: Quiero mucho a estos dos libros. Aurora lo escribí en Génova, en una época de enormes padecimientos, en la que estaba desahuciado por los médicos y encarado a la muerte en medio de unas privaciones y una soledad inimaginable. La Gaya Ciencia,, es el fruto de los primeros destellos solares de mi progresiva salud: nació un año después e igualmente en Génova, en un par de semanas sublímente frías y soleadas de enero. Los problemas que se tratan en ambos libros conducen a la soledad" (46).

En los escritos que Nietzsche dirige contra Wagner, no le importa admitir que las reflexiones que han alimentado sus sombríos pensamientos y la producción de sus obras filosóficas, se han beneficiado más de la enfermedad que de la misma salud. A estos sufrimientos, debe su superior fortaleza que le ha hecho capaz para afrontar tareas tan tremendas y peligrosas: ¨Por lo que se refiere a mi larga postración ¿no le debo infinitamente más que a mi salud? ¡Le debo una salud superior, una que sale fortalecida en cuanto no le arruina!. Le debo también mi filosofía (47). En Ecce Homo, recalcará otra vez este reconocimiento favorable de la enfermedad como factor de crecimiento u lucidez creativa: "La enfermedad fue la que me condujo a la razón" (48). Esta enfermedad le ofrecerá la más idónea excusa y el mejor argumento para acreditar su vida de solitario y trashumante escritor por los más diversos lugares de Suiza y del litoral mediterráneo: "La soledad de uno es la huida propia del enfermo" dirá por boca de Zaratustra (49).



5.- LA SOLEDAD DEL ARTISTA.-

Efectivamente, Nietzsche padeció la soledad en su más cruda y real significación, la soledad como eterna y silenciosa acompañante del sufrimiento interior, que se introdujo por todos los entresijos y fisuras de su alma, y que supuso sin duda, una importante fuente de inspiración creativa para su natural talento artístico. Situación de soledad, que se fue acrecentando desde el momento que tomó la decisión de abandonar definitivamente la acogedora ciudad de Basilea. Fue una triste despedida que imprimió un nuevo rumbo a su vida y le empujó a transitar por unas sendas sin norte fijo y sin una lugar estable en el que morar. Al respecto, K. Jaspers comentará que "Nietzsche abandona todos sus lares y se arriesga a la intemperie total" (50). El pensador alemán era consciente de la nueva embocadura que tomaba su atormentada existencia y se sentía abrumado por la zozobra de un porvenir cuyos derroteros estaban llenos de incertidumbres. Por boca de Zaratustra, gimoteará sin recato ante las pesadas cargas de un ignorado futuro: "¡Ay, mi más duro camino es el que tengo que subir! ¡Ay, he comenzado mi viaje más solitario!" (51).

Ante estas imprevistas eventualidades, Nietzsche se amoldará a la nueva situación, autocalificándose de fugitivus errans, de "errante y solitario fugitivo", manifestando con ello, la nueva existencia de nómada y de trashumante viajero que iba a emprender, sintiéndose como un personaje desterrado de todos los lugares que hasta entonces habían sido su "habitat" natural: "Un nómada soy en todas las ciudades, y una despedida junto a todas las puertas,y desterrado estoy del país de mis padres" sentenciará con melancolía el solitario Zaratustra (52).

Soledad de Nietzsche, que unida a los padecimientos físicos que le continuarán acechando durante el resto de su vida, engendrarán en él, en un entorno de desamparo y soledad absolutos, una fructífera y tensionada carga interior, de la que extraerá gran parte del caudal de sus reflexiones, incubadas durante largos años. En 1874, cuando todavía no había sufrido las terribles crisis que le apartaron de su vida profesional, ya se consideraba como uno de los hombres que más intensamente han experimentado la soledad: Con un tono de amargura incomprendida, dirá: "Ningún hombre que tiene amigos, sabe que cosa es la verdadera soledad... ¡Ah, me doy cuenta de que no sabéis que cosa es la soledad!" (53).

A su fiel amigo Overbeck, compañero de cátedra de la Universidad, le describirá su sufrimiento y soledad interior, por el clima de tristeza que observa en su entorno, en los penumbrosos días que decidió alejarse para siempre de esa institución académica: "Dolor, soledad, paseos, mal tiempo, esto es mi movimiento circular" (54). Su alejamiento de la vida universitaria, de los acogedores rincones conocidos y las calles recorridas, de aquellas cosas que le eran familiares, y de las relaciones con sus colegas de Universidad, y que ha cambiado por una vida incierta y precaria, no lo sentía como una pesada carga o una dolorosa renuncia, pues lo que habría anulado el sentido de su existencia, la razón última de su vivir, hubiera sido el buscar impedimentos y no atreverse a realizar esta renuncia. Nietzsche consideraba que, en las condiciones anímicas y psicológicas en las que se encontraba, no había otra salida, si quería conseguir las nuevas condiciones de aislamiento contemplativo que imperiosamente buscaba, por la necesidad básica y vital de hallar nuevas vías y nuevas condiciones ambientales a sus reflexiones teóricas y a su creatividad intelectual, con la finalidad de llevar a cabo su obra filosófica de artista con aspiración de perduración eterna: "Cuando el contemplador pensativo elige la soledad no pretende renunciar a nada; por el contrario, la renuncia para él, la melancolía, la destrucción de sí mismo, sería tener que continuar en la vida práctica; renunciar a ésta porque la conoce y se conoce. Así es como da el salto en su agua, así como gana su eternidad" (55).

Nietzsche, intensificó su soledad física y espiritual, a medida que fue perdiendo gradualmente, en gran parte por su extraña y peculiar forma de ser, a sus más cercanas amistades. Th. Mann, comentará "que los amigos de Nietzsche deploraban que siempre se dedicaba a serrar la rama sobre la que estaba sentado, con lo que estaba condenado a acabar mal"(56). No obstante, Nietzsche reconocerá la necesidad de que el artista, el escritor, pueda compartir, en determinados momentos, el afecto y el reconocimiento de sus amigos, para alimentar la motivación y el aliento de su espíritu creativo: "Un buen escritor no cuenta tan sólo con su propio espíritu, sino también con el espíritu de sus amigos" (57).

En este orden de consideraciones, podemos traer al recuerdo la agria y violenta ruptura con Wagner , con su mujer Cósima y H. von Bülov. La larga y entrañable amistad que tenía con Erwin Rohde, comenzó a erosionarse a raíz de las duras críticas que éste virtió contra su libro Humano, demasiado Humano. Su intensa relación con Paul Rée quedó rota a consecuencia del "affaire" con Lou Salomé, y al fogoso y apurado músico Carl Fuchs no le quedó otra salida que enemistarse con Nietzsche, cuando éste le trató varias veces con acritud y despecho de palabra y por escrito. Triste y doloroso fue el discreto y progresivo apartamiento de su culta y venerable amiga Malwida von Meysenburg, wagneriana e íntima amiga de Cósima, que trató a Nietzsche con maternales cuidados y que le ayudó con tanta solicitud en momentos difíciles, hasta el momento en que éste, arrastrado por un visceral y desmesurado furor dialéctico, atacó tan despiadamente a Wagner. Otros amigos como P. Widemann, Karl Hillebrand. Fiedrich Ritschl, su cuñado Bernhard Foster, etc., también se fueron alejando paulatinamente de él. Solamente el agnóstico profesor de teología de la Universidad de Basilea, Franz Overbeck . y el que fuera su amanuense y frustrado músico Heinrich Köselitz (conocido con el sobrenombre de "Peter Gast"), aunque fuera a contrapelo, le fueron fieles hasta el final. (58).

En los últimos meses de 1870, antes de su alejamiento de Basilea, Nietzche ya registraba dentro de sí, la dolorosa y persistente mordedura de la soledad, ocasionada principalmente por la ausencia y apartamiento de sus amistades: "Conozco perfectamente el sentimiento que produce la soledad por falta de amigos" le dirá a E. Rhode (59). Pero este era el precio que tenía que pagar, el riesgo al que se tenía que exponer, si quería llevar a término la arriesgada y peligrosa tarea de iluminar proféticamente los destinos de la futura humanidad:
Con enfática solemnidad escribirá en Aurora: Para llegar a ser el profeta y el taumaturgo de su época, lo mismo hoy que en otro tiempo, hay que vivir aislado" (60).

Una admiradora de sus pensamientos, estudiante de filosofía, le escribió en marzo de 1884, para expresarle su deseo de desplazarse a Niza con objeto de poderlo conocer. La respuesta que le da Nietzsche, desde esta ribereña ciudad donde pasó algunos inviernos, revela su grado de conciencia de hombre solitario, sumergido en las oscuras cavidades de inaccesibles e infinitas cavernas interiores: "Le enseñaré Niza y, en lo posible, también a mi mismo, ya que Vd. quiere conocer al viejo solitario. No obstante todo solitario tiene su caverna en sí mismo, y, a veces, tras la caverna, otra y otra. Quiero decir que resulta difícil conocer a un solitario" (61). En otras ocasiones, Nietzsche volverá a utilizar esta metáfora de la "caverna", como símbolo de su honda soledad, o también "la del oso en su caverna", refiriéndose a la vida errante y profética del visionario Zaratustra (62). La figura literaria de la "caverna" como lugar natural que ofrecen las cavidades y oberturas de los peñascos, le sirve para aplicarla metafóricamente a la soledad del artista creador que adentrándose en sus oscuras galerías y apartado voluntariamente de la cercanía de los hombres, desea encontrarse a solas con su alma y meditar sin agobios sus peligrosos e inquietantes pensamientos. Con un contenido sabrosamente substancial y poéticamente arrebatador, Nietzsche, escribirá en Más allá del bien y del Mal: Quien durante años, durante días y noches ha estado sentado solo con su alma, en disputa y conversación íntimas, quien en su caverna convirtióse en oso de cavernas, ése tiene unos conceptos que acaban adquiriendo un color crepuscular, propio"(63), consideración que formulará desde otra perspectiva enAurora": "Si te sientes grande y fecundo en la soledad, la compañía de los hombres te empequeñecería y te volvería estéril" (64)

Es comprensible por ello, que durante estas fechas, su hermana Elisabeth, especialmente dolorida por el rompimiento con Wagner y Cósima, a los que profesaba un profundo afecto, expresara a Köselitz su inquietud con tonos algo patéticos, al observar como la hostil actitud de su hermano Fritz, provocaba que sus más íntimos amigos se fueran alejando de él: "Veo como sobre mi pobre hermano reposa, como una fatalidad horrible, la inclinación trágica a ahuyentar de sí, por un comportamiento incomprensible, a todas las personas que más lo han querido. ¡Vaya vejez solitaria que le espera! ¡Pobre Fritz!" (65). El paso del tiempo corroborará los inquietantes presagios de Lithz.

A pesar de que Nietzsche es consciente de las consecuencias terribles de la soledad, sostendrá con soberbia tenacidad, su concepción de que solamente los hombres superiores, los más grandes y de voluntad más fuerte, los más rebeldes, los que están más allá del bien y del mal, son los que necesitan de ella para destilar fuera de sí la riqueza interior de sus inspiraciones y pensamientos: "El más grande será el que pueda ser el más solitario, el más oculto, el más divergente, el hombre más allá del bien y del mal, el señor de sus virtudes, el sobrado de voluntad" (66). Para él, los amantes y amigos de la soledad son los espíritus libres, aquellos que no forman parte del rebaño ni entran en el juego de su pasiva mediocridad. Atrevidas reflexiones que intentará expresar con imponentes alegorías cronológicas: "Somos los amigos natos, jurados y celosos de la "soledad", de nuestra propia soledad, la más honda, la más de media noche, la más de mediodía, ¡esa especie de hombres somos nosotros, nosotros los espíritus libres!" (67). En este dilema no hay componendas posibles, no hay alternativas intermedias, o se acepta la soledad como condición indispensable de una vida superior y más creativa, o no queda otra posibilidad que la de sumergirse en la mesnada impersonal del rebaño: "Hasta que punto un hombre es solitario o tiene instintos de rebaño. Consecuencia: no se debe valorizar el tipo solitario, comparándole con el del rebaño, ni el del rebaño según el tipo del solitario"(68).

El pensador alemán siempre mostrará su natural rechazo para vivir, sin más, en medio de la multitud, de beber y nutrir su pensamiento con aquellos mismos ingredientes con los que las gentes nutren y satisfacen su inapetencia espiritual. En ello vislumbra el peligro, de que por la presión colectiva de los hechos, se dejara arrastrar y acoger por la anemia existencial en la que estas multitudes están sumergidas, pues podría perder su propio norte, contraer su misma vaciedad y penuria interior, poniéndose en riesgo de diluir y colapsar su propia potencia creativa. Y es que Nietzsche parte del principio de que el hombre vital, el hombre que pretende abrir nuevos senderos en el arte y alumbrar fecundos y arriesgados pensamientos, necesita de la soledad para aislarse de lo que complace a la muchedumbre, para encontrar la autoidentidad de sus propias reflexiones y el sendero de su propia tarea: "Vuelvo a la soledad, por no beber en las cisternas que están para el uso de todos. En medio de la multitud vivo como la multitud y no pienso como yo pienso; al cabo de algún tiempo tengo el presentimiento de que me quieren desterrar de mí mismo y robarme el alma" (69).

A pesar de la necesidad vital del aislamiento, del oxígeno espiritual que representa para el hombre creativo, la soledad en sí misma puede llegar a convertirse en una dura y fría sensación de silenciosa mordedura y de inmisericorde tediosidad, de un tiempo que pasa sin pasar, en la continua sucesión de unos inacabables instantes que resecan la afectividad y el resuello
del alma. Nietzsche tuvo que experimentar con toda su crudeza las punzadas de la soledad en sus largas y monótonas jornadas, sin importarle confesar que en algunas situaciones la experimentó en todo su triste y grave pesar, ocasionándole un deprimente hastío existencial que apenas se le hacía soportable. Pero tan lejos ha ido con su voluntario aislamiento, con su arriesgada decisión, que ya es demasiado tarde para volver atrás y retornar a sus antiguas ocupaciones: "Siete años de soledad quedan a mis espaldas. En realidad, no estoy en absoluto hecho para la soledad y ahora, que ya no veo como poder librarme de ella, me asalta casi cada semana un hastío tan repentino de la vida, que me siento enfermo"(70). K. Jaspers hará un diagnóstico de esta ambivalente situación anímica: "Nietzsche se queja por la soledad, y, sin embargo, la desea, padece por la falta de lo que hay de humanamente normal y, sin embargo, conscientemente elige el ser de excepción que es" (71).

Antes que renunciar a sus propósitos, Nietzsche prefiere asumir las duras consecuencias de su aislamiento, de su ruptura definitiva con los demás, tal como le dice a Rhode desde Niza: "Todo ha terminado. La verdad, sin embargo, destella en la mirada: y estos ojos me dicen: Amigo Nietzsche, estás completamente solo" (72). Aunque sean tan desoladores los filtros de la soledad y el desamparo, Nietzsche no rehusa beberlos estoicamente, aceptando sus amargas acideces, pues es la única forma de poder encontrar en el frío abismo del silencio, las idóneas condiciones que le permitan extraer de la interioridad de su ser, toda la pulpa concentrada de los dorados frutos de su creatividad. Es lo que le expresará a Malwida en el invierno de 1880: "El completo desamparo me ha permitido descubrir mis propias fuerzas de salvación" (73).

El pensador alemán considera que para evitar mezclarse con el espíritu mediocre de las gentes y compartir sus decadentes formas de vida, debe afrontar con valentía y sin mirar hacia atrás, las imperativas exigencias de la soledad, pues la proximidad con ellas, podría amenazar la gran tarea y la alta misión que debe llevar a término: "Prefiero mil veces la clandestinidad absoluta en la que vivo -le dirá a Overbeck- a la convivencia con charlatanes y mediocres (74). Cuando hubo escrito Así habló Zaratustra, su "gran obra", se confirmó en su postura de apartarse de las multitudes, pues desde aquel momento se sintió un genio creador, un artista tan por encima de los demás, que en adelante ya no podía vivir sino aislado consigo mismo, en la azul soledad de sus altos pensamientos. La distancia con sus semejantes ya se ha vuelto tan pronunciada y equidistante, que reconocerá, según le dice a C. Fuchs en 1888, que: "el abismo con los demás se ha hecho ya demasiado grande" (75)

En el verano de 1884, después de cinco años de ausencia, tiene la oportunidad de acudir a Basilea para revivir pasados recuerdos, pero sufre una gran decepción que le hiere en su orgullo, al comprobar que sus antiguas amistades se han convertido en lejanos y extraños personajes que le obligan a representar un forzado y falso trato de meras apariencias, mendaz y superficial. Al experimentar estas desconfiada y recelosas actitudes, siente incrementarse todavía más su añoranza por vivir en apartada y tranquila soledad: "Basilea, o mejor mi intento de revivir el viejo trato de antaño con los basileos y la Universidad, me ha agotado profundamente. Un papel y un disfraz tales cuestan ahora demasiado a mi orgullo. ¡Mil veces mejor la soledad!" (76). Su amiga y discípula, la suiza Meta von Salis, que pasaba algunas temporadas en Sils-María, nos describe con lírica ternura, la honda soledad en la que vivía su admirado y singular escritor: "En el silencioso mundo de la alta Engadina, en el entorno saturado de formas y colores de la limpia Sils-María, entró el hombre más solitario, orgulloso y tierno de nuestro siglo en su reino originario, igual que el hijo de un rey nacido en el destierro" (77).



6.- LOS VERANOS EN LA ENGADINA.

En el verano de 1881, Nietzsche descubrió inesperadamente al dirigirse hacia St. Moritz, el pequeño pueblo de Sils-María ubicado en la alta Engadina, y tanto le agradó el lugar, el clima y sus paisajes, que para sus estancias estivales lo eligió como su lugar de residencia (78). Es indudable, como decía Meta von Salis, que Nietzsche estuvo viviendo en este valle alpino como el solitario hijo de un rey nacido en el destierro. Thomas Mann, nos dirá al respecto: "En toda la historia de la literatura mundial y en la del espíritu, buscaríamos una figura más fascinante que la del solitario de Sils María" (79). A su fiel Köselitz le comunica por carta las agradables sensaciones que está experimentando en este hermoso valle alpino rodeado de sus maravillosos paisajes, que ha recibido como un inesperado regalo, comunicándole tal estado de ánimo, que nos recuerda la euforia y entusiasmo que sentía en los días transcurridos en Tribschen, en compañía de Wagner: "Gracias a un suizo formal y amable, me he aposentado en el rincón más encantador de la tierra... Considero el descubrimiento de este lugar un regalo tan inesperado como inmerecido" (80).

Instalado en Sils-María, en casa de la familia Durisch (81), se siente inclinado a mostrar admiración por este lugar, al que considera uno de los más bellos y magníficos que ha conocido: "el entorno de la Engadina -le informa a su madre- y toda ella en general, me agrada extraordinariamente, sigue siendo mi paisaje más querido" (82). Este enclave alpino de ondulados valles y abruptos despeñaderos, le prestó alas a su creatividad artística, y supo aprovecharlas para expresar con líricos acentos, a través de la resonante voz de Zaratustra, sus proféticos vaticinios que aparecen adornados de titánicas ideas e insólitas imágenes poéticas, y que serán la mediación lírica del hermoso paisaje que le rodeaba: "¡Desde silenciosas montañas y tempestades de dolor, mi alma desciende con estruendo en los valles! Mi sabiduría salvaje quedó preñada en montañas solitarias sobre ásperos peñascos", exclama el visionario de las alturas de su solitaria morada. (83).

En este primer verano de su estancia en la Engadina, se inspirarán los iniciales bosquejos del "Zaratustra", su libro preferido, del que ya tenía una cierta noción en sus trazados más esenciales durante su estancia en Reocaro cerca de Vicenza. Meta von Salis, testimoniará con sus recuerdos algunas escenas de este alumbramiento literario: "Nietzsche me recogió por la mañana, y paseando por los alrededores, pronto estuvimos en el promontorio. Aquí había compuesto Nietzsche, cuando todavía no habían caminos que facilitaran el acceso a este lugar, tumbado sobre el musgo y los brezos llenos de sol, una parte de su Zaratustra" (84). Instalado en el señorial silencio de estos paisajes alpinos, solo roto por el cadencial y misterioso rumor de los árboles mecidos por el viento, experimenta un mejoramiento de su salud, sintiendo despertar dentro de sí una febril y ansiosa actividad de trabajo creativo. A su amiga Malwida, le escribe para transmitirles estas sensaciones: "La soledad en la más solitaria naturaleza ha sido hasta ahora mi alivio, mi medio curativo, en cambio esas ciudades de vida moderna como Niza e incluso Zurich, me convierten en un ser improductivo y enfermo" (85). Cuando dos años más tarde, tenga acabada la segunda parte del Zaratustra, le escribirá con orgullosa satisfacción a Köselitz, recordando con enfática solemnidad la fecha de su inicio: "Esta Engadina es el lugar del nacimiento de mi "Zaratustra". Acabo de encontrar el primer bosquejo de los pensamientos con los que se juega en él; abajo está escrito: Comienzos de agosto de 1881 en Sils-María, 6.000 pies sobre el mar y más alto sobre todas las cosas humanas"(86).

Fue en la magnificencia de este valle alpino, bañado en el estío por las aguas verdinegras de su lago rodeado de exuberantes bosques, de altos riscos y nevadas cumbres, el lugar donde Nietzsche sintió una de las emociones más fuertes, uno de los gozos más intensos y emotivos; la revelación del "eterno retorno", que alteró profundamente su alma especulativa de artista, abriéndole insospechadas dimensiones de utópicos ensueños. Esta alumbradora revelación, le provocará un estado de agitada excitación, de éxtasis dionisíaco, que le inspirarán las imágenes estéticas más inmensas y sobrecojedoras: "En mi horizonte han surgido ideas tales como no he conocido nunca -escribe en agosto del 1881- no quiero manifestar nada al respecto para mantenerme en una tranquilidad imperturbable.., cantaba de júbilo y decía tonterías poseído por una nueva visión de las cosas" (87).

De ésta revelación, que es el primero en recibirla, surgirá su teoría más temible, arriesgada y contradictoria, de la que piensa puede cambiar el curso y el destino de los acontecimientos humanos, y que por la gravedad de sus implicaciones le atosigará de modo casi obsesivo el resto de su vida, pero de la que también surgirán sus más radiantes y jubilosas esperanzas y extraerá sus más bellos y misteriosos simbolismos : "El que tengas que ser el primero en enseñar esta doctrina -gritará Zaratustra- ¡cómo no iba a ser ese gran destino también tu máximo peligro y tu máxima enfermedad! (88). En Ecce Homo, recordará con temblorosa memoria este suceso inolvidable, el sitio y el lugar en el que sucedió la inesperada iluminación del "eterno retorno", semejante a un potente y deslumbrador rayo: "Aquel día caminaba yo junto al lago de Silvaplana a través de los bosques; junto a una imponente roca que se eleva en forma de pirámide no lejos de Surlei, me detuve. Entonces me vino de golpe ese pensamiento" (89). Algunas personas que tuvieron la ocasión de relacionarse con Nietzsche durante estos veranos en Sils-María, cuentan que en sus solitarios paseos, acudía a menudo a la "roca de Zaratustra", la roca de la revelación del "eterno retorno", y allí, sumergido en aquel ambiente de serena calma, de silenciosa belleza, se encerraba en sus ensueños dionisíacos desbordantes de cósmicas imágenes.

La periodista Helen Zimmern, que estuvo en Sils María en el verano del 84, cuenta al respecto: "Nietzsche venía a pasear comigo por la orilla del lago Silvaplana hasta una roca que se adentraba en él y que a Nietzsche le gustaba mucho... ¡Parecía tan solo!"(90). Su admiradora Resa von Schirnhofer describe impresiones semejantes; "También a mí como antes y después a otros de sus visitantes, Nietzsche me condujo a la roca rodeada de agua que está a la orilla del lago de Silvaplana, a la roca de Zaratustra, a aquel maravilloso paraje de grave belleza natural. Después de sentarme, en la para él roca sagrada, Zaratustra comenzó a hablar desde el mundo de su alta tensión espiritual y emocional, derramando gran abundancia de ideas e imágenes revestidas de un lenguaje ditirámbico. Esta visita a la roca de Zaratustra, posee todavía hoy una realidad conmovedora en mi recuerdo"(91). Meta von Salis comentará la atracción que sentía Nietzsche por la roca de Zaratustra: Aquí en este promontorio, había deseado ser enterrado cuando le llegase la hora"(92).

No obstante, en los diversos veranos que acude a la Engadina, su paisaje más querido, tiene que soportar estoicamente los cambios de temperatura que a menudo se producen en estos altos valles, en el que el frío muestra su faz más inhóspita y amenazante, lo que suponía un riesgo para su sensible y frágil salud. En carta que escribe a Overbeck, en el verano de 1881, el primero de su estancia, se lamenta de estos bruscos cambios climáticos que le originan dolorosos ataques: "¡También aquí hay un clima excepcional! ¡Constantes cambios de las condiciones atmosféricas! Tengo imperiosa necesidad de un cielo puro, de los contrario voy a seguir estacionario ¡Llevo ya seis graves ataques, de dos o tres días" (93). Dos años después, en el estío de 1883, le informa a su hermana en parecidos términos: "El entorno de la Engadina y todo en ella en general me agrada otra vez de forma extraordinaria, sigue siendo mi paisaje más querido -pero "tiene" que hacer más calor" (94). No obstante, a los pocos días de estas quejosas misivas, le comenta a C. von Gerdsdorf, su preferencia por esta región: "Me encuentro de nuevo en la Alta Engadina, y siento de nuevo que aquí y en ningún otro lugar se encuentra mi verdadera patria, y el criadero de mi pensamiento" (95)

El año 1888, fue el último en que Nietzsche permaneció con lucidez mental, y en consecuencia fue el último estío que acudió a Sils María. A pesar de que en aquel hermoso valle también había soportado los achaques de sus jaquecas y dolores intestinales, no podía olvidar que este lugar con sus empinadas quebradas de bosques frondosos, de atajos y veredas, fue el escenario ideal de sus largas caminatas, que le permitió extraer muchas de sus ideas y de sus utópicos proyectos, que plasmaba después en sus aforismos. A su amigo G. Brandes le comenta el proceso de elaboración de sus diferentes escritos, confirmando estas aseveraciones: "Todo ha sido concebido de camino, en largos paseos, con una certeza absoluta, como si cada frase me hubiese sido dictada"(96). Es indudable que Nietzsche fue siempre un consumado caminante, realizando a diario largos paseos, lo que le valió el nombre de "caminante de riscos" que le puso Jacob Burckhardt. Incluso antes de residir en Sils María, ya tenía arraigada esta afición, tal como le comenta a C. von Gerdsdorff, desde Steinbad en julio de 1875: "Ayer, al atardecer, estuve vagando por hermosos bosques y recónditos valles, durante más de tres horas, soñando, mientras andaba, en todas mis esperanzas del porvenir" (97), y un mes más tarde le escibe a Rhode: "Camino mucho por los bosques... tuve algunos días francamente buenos, y me dediqué a pasear por los montes, siempre solo, pero no puedo decirte lo agradable y alegre de mi estado de ánimo (98) Estos recorridos y constantes caminatas las tiene presentes en la confección del Zaratustra, a través de las incansables andaduras que tuvo que realizar el iluminado profeta para proclamar sus terribles sentencias: "Mientras continuaba su camino, subiendo, bajando, pasando unas veces al lado de verdes prados, pero también por barrancos salvajes y pedregosos, donde en otro tiempo, un impaciente arroyo había tendido su lecho; de repente sus pensamientos comenzaron a volverse más cálidos y cordiales" (99).

Nietzshce siempre se sintió deudor de esta comarca de la alta Engadina, "mi paisaje tan alejado de la vida, tan metafísico", como le dirá nostálgicamente a C. Fuchs. (100). Sumergido en la magnificencia de estos paisajes, se sintió arrebatado por intensas emociones y golpeado por luminosas e inesperadas revelaciones que impulsaron con inusitada fecundidad su fuerza creativa, y que encauzó para elaborar algunos de sus más provocadores y polémicos escritos que contrastaban con la quietud y la serena paz del entorno. Meta von Salis describe bellamente esa disparidad tan acusada, entre el sereno ambiente de Sils y los tormentosos y desafiantes apuntes que va tomando Nietzsche en este apacible lugar: "La existencia interior y la exterior se escinden de forma progresiva. Por una parte, vemos al tranquilo paseante por caminos apacibles del bosque, a la vera del lago o en remotos valles alpinos acompañado por damas cultas, o en barca sobre el lago, dejándose introducir en el movimiento rítmico y melódico del remo. Pero por otra parte, braman sus palabras y frases en los cuadernos de apuntes como la tempestad y la tormenta, o como el vendaval en los valles alpinos"(101).

A mediados de septiembre de 1888, Nietzsche, sin ser todavía consciente de ello, se alejó por última vez de aquel rincón que había descubierto por casualidad ocho años antes y que recibió como un regalo inmerecido, derramando su imponente grandeza como un caudaloso manantial repleto de inspiraciones artísticas. Al descender con pesadumbre de estos valles, abrumado por siniestros presagios, se desplaza a la ciudad de Turín, en la que a primeros de enero de 1889, sufrió el definitivo ataque de crisis cerebral que le hundió en las tinieblas mentales y en la total inactividad.



(1).- Correspondencia, carta 7 mayo 1879, p 74
(2).- F. Nietzsche, El Crepúsculo de los Ídolos, af 5, del aptdo: Lo que los alemanes están perdiendo.
(3).- Después de publicar Humano, demasiado Humano, La Gaya Ciencia y Aurora, sus obras más cercanas el espíritu apolíneo, su estilo literario aparecerá impregnado de espíritu dionisíaco. No obstante, a Nietzsche no le agradaba la originalidad sin más en el estilo literario, ni el "diletantismo" que usa expresiones retóricas y extravagantes fuera de lugar. En ElViajero y su sombra, af 127, dirá: "Emplear neologismos o arcaísmos en el lenguaje, preferir lo raro y extravagante, es siempre el signo de un gusto que todavía no ha llegado a su madurez o que ya está corrompido". E. Fink , en relación con el estilo de Nietzsche nos dice: "Sus obras atraen por el esplendor de su estilo, por su forma aforística, seduce y cautiva por la audacia de sus formulaciones, ejerce una fascinación estética, adormece por la magia de sus extremosidades" (La Filosofía de Nietzsche, Alianza Universitaria, Madrid, 1982, p 11). Aunque esta capacidad de "adormecer por la magia de sus estremosidades" que apunta Fink como alago, como hemos visto en el capítulo anterior, Nietzsche la formula como acusación contra Wagner. M. Montoliu, comentando unos poemas de Nietzsche dirá: "la lengua de Nietzsche es quizá la cumbre alcanzada por la lengua alemana como instrumento de expresión estética. La construcción de estilo, la rítmica, la métrica, son sencillamente inadaptables a otra lengua" (Nietzsche en España de G. Sobejano, Ed. Gredos, Madrid 1967, p 501) En esta misma obra, F. Trigo, comentará la interesante cuestión de que en su peculiar estilo, Nietzsche tuvo la virtud de saber ajustarse a su singular y tortuosa personalidad; "Lo que no puede dudarse, es que Nietzsche supo acomodar su modo de decir a las tenebrosidades rotas u ondulantes de su modo de pensar. Es su gran mérito. Se nos manifestó como él es", p 233. Thomas Mann, escribirá al respecto: "Su propia lengua es música y denota una finura del oído interior, una maestría del sentido de la cadencia, del "tempo" del ritmo, del discurso (Prólogo a un comentario musical de Nietzsche, Berlín, 1924, Ed Terra Nova, Bareclona 1986)
(4).- Un ejemplo de estas contradicciones es su obra El Origen de la Tragedia, en que las tesis artísticas y fisolósficas que expone, al cabo de cinco años las contradice totalmente en Humano demasiado Humano.
(5).- En El Crepúsculo de los Ídolos. af 1, del aptdo: "Lo que debo a los antiguos", Nietzsche dice: "Mi sentido del estilo, del epigrama como estilo, se despertó casi de manera instantánea al contacto con Salustio". Recordemos que los aforismos o epigramas expresan de forma breve, diversas reflexiones y juicios de carácter moral, práctico o teórico, escritos en verso o en prosa. A lo largo del tiempo, han habido una serie de autores que adoptaron esta forma del aforismo para exponer sus ideas y pensamientos. Es el caso de las famosas "Sentencias" atribuidas a los siete sabios de Grecia, los aforismo de naturaleza médica de Hipócrates, las máximas de Epícteto, los diálogos y pensamientos de Platón, Cicerón, Séneca, Marco Aurelio, Salustio, Diógenes Laercio, los versos de Virgilio, Marcial, etc. También los líbros bíblicos didácticos-morales de estilo aforístico: Libro de Proverbios, Eclesiastés, etc. En Francia y Inglaterra, aparecen los Ensayos de Montaigne escritos en forma epigramática, los pensamientos de Blas Pascal, los aforismos de La Bruyère y de La Rochefoucauld, o los de Francis Bacon del Novum Organum. En Alemania se puede señalar los aforismos de Schopenhauer en Parerga y Paralipomena, los de Nietzsche que estamos comentando, y en nuestro siglo destacan las proposiciones de Wittgenstein en el Tractatus, etc.
(6).- F. Nietzsche, Correspondencia, carta 5 octubre 1879, p 77.
(7).- Ibídem, carta a H. Muschacke, abril 1867.
(8).- Será ilustrativo recordar que en la Edad Media se les denominaba con el término "artistas" a los que se dedicaban a la filosofía. En la 2ª parte de Humano, demasiado Humano, Nietzsche comenta en el af 99, denominado: "El poeta como vaticinador" esta mutua fusión entre el saber filosófico y el arte: "La fuerza, la bondad, la dulzura, la pureza, un suelo llano que provoca al pie el reposo y la alegría, un cielo luminoso que se refleja en los rostros y en los acontecimientos, el saber y el arte fundidos en una unidad nueva".
(9).-. Id, Correspondencia, carta 14 diciembre 1887, p 119.
(10).- En el apartado: "La ofrenda de la miel" dice Zaratustra: "No en vano se dijo a sí mismo en otro tiempo: "Llega a ser el que eres"".
(11).- Ya en el año 1868, un año antes de su dedicación a la docencia universitaria, le escribe a Paul Deussen: "Para hablar mitológicamente diré que considero a la filología como un aborto de la diosa filosofía", Correspondencia, carta octubre 1868, p 14. Medio año después, en mayo del 69, en la disertación inaugural que dió en la Universidad de Basilea, titulada Homero y la Filología Clásica, dice al final de la misma: "Toda actividad filológica ha de estar encuadrada en una concepción filosófica del mundo"
(12).- El nombre completo de estos escritos, publicados a título póstumo, en base a los cuales Nietzsche pensaba redactar la IV Intempestiva, es el de Pensamientos y Esbozos para la Consideración Intempestiva; Nosotros los Filólogos.
(13).- F. Nietzsche, Nosotros los Filólogos, p 848.
(14).- Ibídem, p 850. El filósofo danés Soren Kierkegaard, ya había criticado con su proverbial agudeza y con términos parecidos a los de Nietzsche, el espíritu funcionarial de los profesores de Universidad que impartían sus reflexiones filosóficas desconectadas de la vida real y de cualquier compromiso personal.
(15).- Ibídem, p 874.
(16).- Ibídem, p 878. Esta superficialidad y parcialidad científica de la filología, le lleva al deseo de iniciar unos nuevos estudios en Austria, tal como le comenta a Rhode desde la Turingia: "En otoño iré a la Universidad de Viena para comenzar unos nuevos estudios , después de que mis años de estudiante se echaron algo a perder por una dedicación demasiado unilateral a la filología", Correspondencia, julio 1882, p 91.
(17).- Nosotros los Filólogos, p 879.
(18).- Ibídem, p 880.
(19).- Ibídem, p 892.
(20).- Ibídem, p 904.
(21).- Ibídem, p 916.
(22).- Ibídem,
(23).- Ibídem, p 903.
(24).- Ibídem, p 908.
(25).- Ibídem, p 914.
(26).- Ibídem, p 918.
(27).- C.P. Janz: Los diez años del filósofo errante, op. c. Vol. II, p 197. En la pág 69 corrobora su postura de la indiferencia de Nietzsche por el arte plástico: "No nos ha quedado noticia alguna de que la magnífica catedral de Naumburg, a cuya sombra pasó unos años tan receptivos, o la Galería de Dresden, o los viejos claustros de Pforta, le dijeran nada esencial".
(28).- Th Mann, Prólogo a una conmemoración musical de Nietzsche, Ed Terra Nova, Barcelona 1986, p 136
(29).- En esta aforismo escribe: "El desarrollo artístico de la mirada desde la infancia, por medio del dibujo y de la pintura, por medio de croquis, de paisajes, de personas, de acontecimientos, proporciona de una manera accesoria, más para toda la vida, la ventaja inapreciable de aguzar la vista para la observación de los hombres y de las situaciones, haciéndola más tranquila y perseverante. Semejante beneficio secundario no se deriva de la cultura artísticadel oído"
(30).- En el af 217 dela 1ª parte de Humano, demasiado Humano, Nietzsche comenta la tendencia de algunos pintores de "intelectualizar" su arte, en detrimento del placer estético: "Algunos pintores han vuelto el ojo más intelectual y han ido más allá de lo que antes se llamaba placer de los colores y las formas artísticas. En el af. 116 de la 2ª parte, se refiere al gusto cromático de los artistas de su tiempo: "Los poetas y los artistas verdaderos del tiempo presente gustan de aplicar su pintura sobre un fondo brillante de rojo, verde, gris y oro, sobre el fondo de la sensualidad nerviosa". Nietzsche mostrará su admiración por una serie de pintores como Rafael, Rubens, Leonardo de Vinci, Miguel Angel, Durero (cuya reproducción de "El Caballero, la muerte y el diablo" -uno de los preferidos de Lutero-, la regaló a Rhode). En el af 794 de La Voluntad de Poder, alaba a Rafael como el mejor prototipo de las cualidades que deben poseer los grandes artistas: "Los artistas de valor son consecuencia de un temperamento fuerte, exuberante, se trata de animales vigorosos, sensuales. No se puede pensar en Rafael sin enardecernos". En el af 73, de El Viajero y su Sombra, dirá sobre la sensibilidad de este pintor: "Rafael conservó siempre su lealtad en aquel cuadro excepcional, la madonna de la capilla sixtina". Refiriéndose en el af 144, a las virtudes de Miguel Angel, del que se sentía atraído por la grandeza y vigor de su escultura, escribe: "La elocuencia de las pasiones y de las actitudes violentas, de la fealdad sublime, de las grandes masas y cantidades, se ven sus huellas en Miguel Angel". En el af 220 de la 1ª parte de Humano, demasiado Humano, dirá respecto de estos dos artistas: "Los cuadros de Rafael, los frescos de Miguel Angel, las catedrales góticas, suponen no solamente una significación cósmica, sino también una significación metafísica de los objetos de arte". En el af 823 de La Voluntad de Poder comenta la interrealción entre poesía y pintura: "A propósito de los pintores modernos, son poetas y en ocasiones pintores, unos imitan a Rafael, otros a los primeros maestros italianos, los pintores de paisajes emplean árboles y nubes para componer odas y elegías. Ninguno es simple y totalmente pintor". En el af 840 de esta obra, repite las alabanzas al pintor Rafael: "Cuando el arte es la expresión del reconocimiento por una felicidad gozada, estamos en el arte de la apoteósis, del esplendor de la gloria y el ditirambo, que forma parte de la pintura de Rafael". En este mismo aforismo también se refiere a Homero y a Rubens, como paradigmas de los artistas apoteósicos: "Homero y Rubens como verdaderos artistas de la apoteósis. La música aún no ha tenido ningún representante en este plano". En el af 218 de la 1ª parte de Humano, demasiado Humano, se queja de la escasa educación que hay en su tiempo sobre el arte arquitectónico: "En general no comprendemos la arquitectura, al menos de la manera como comprendemos la música. Hemos crecido fuera de la simbólica de las líneas y de las figuras... ¿Qué es para nosotros ahora la belleza de un edificio? Lo mismo que el bello rostro de una mujer sin espíritu, algo como una máscara".
(31).- F. Nietzsche, Correspondencia, carta a su hermana, verano de 1873..
(32).- Id, Ecce Homo, del apartado: "Porque soy un destino", af 1.
(33).- Ibídem, carta febrero 1886, p 109.
(34).- F. Nietzsche, Así habló Zaratustra, del apartado: "En las islas afortunadas". En el aptdo: "De los virtuosos", dirá Zaratustra: "Más semejante al hocico de jabalí debe mi palabra desgarrar el fondo de vuestras almas; reja de arado quiero ser para vosotros".
(35).- Id., La Voluntad de Poder, af. 1047 y 1048.
(36).- A título de ejemplo podríamos recordar a varios de los grandes artistas y escritores que tuvieron al sufrimiento y al dolor como eternos acompañantes de su producción creativa: Dante, Miguel Angel, Cervantes, San Juan de la Cruz, Beeethoven, Dostoyewski, Balzac, Hölderlin, Baudelaire, Gaudí, Van Gogh, etc. El mismo Wagner produce la mayoría de sus óperas en medio de una total pobreza y en un entorno de incomprensión e indiferencia.
(37).- Respecto a los sufrimientos y enfermedades que padeció Nietzsche, es indudable que Thomas Mann las reproduce en su recuerdo cuando describe las crisis y sufrimientos del joven Adrián en su novela "Dr. Faustus": "La crisis se prolongaba durante una parte de la semana y se repetía con frecuencia, acompañada de jaquecas y vómitos que, duraban horas enteras y hasta días, con el estomago vacío... cuando mi amigo no estaba en la cama, se pasaba doce horas seguidas en la habitación oscurecida y gozaba de la oscuridad como un elemento bienhechor. Yo tenía la impresión de que la flaqueza fisiológica en mi amigo había sido una especie de refugio, de escondite, en que su naturaleza se retiraba para poder, al abrigo del acecho y la sospecha, en un atrincheramiento doloroso contra los hombres, concebir planes para los cuales la salud normal no confiere la audacia necesaria", "Doctor Faustus", Ed.Plaza y Janés, Barcelona, 1982, p. 42.
(38).- K. Jaspers, Nietzsche: Introducción a la comprensión de su Filosofar, Ed. Sudamericana, Buenos Aires, 1963. La intensidad de los dolores se hacía en ocasiones tan insoportable, que Nietzsche les escribe a sus amigos que en estas de dolorosa postración se sentía tentado al suicidio. Por estas fechas en las que Jaspers habla de su trance, Nietzsche le escribe desde Naumburg a Malwida, comentándole la dureza de sus sufrimientos y la claridad sobre sí mismo que le ha reportado el desamparo: "El horroroso y casi constante martirio de mi vida me hace anhelar su fin... En lo que se refiere a torturas y renuncias, mi vida en estos últimos años sólo se puede comparar a la de un asceta de cualquier época; y sin embargo, durante estos años he suavizado y purificado mi alma. (Notará Vd. que me siento orgulloso de esto, de hecho el completo desamparo me ha permitido descubrir mis propias fuerzas de salvación). Correspondencia, carta 14 enero 1980, p. 79.
(39).- F. Nietzsche, Correspondencia, carta 27 septiembre 1876, p 61
(40).- Ibidem, carta noviembre 1880. Con anterioridad le dice a von Bülow: "Mi naturaleza está constituida para sufrir el martirio y como dispuesta para consumirse a fuego lento. Ni siquiera he sabido ser lo suficiente agudo para perder con ello la razón" Correspondencia, carta diciembre 1882, p 95.
(41).- F. Nietzsche, Así habló Zaratustra, del apartado: "En lasislas afortunadas".
(42).- Id, Nietzsche contra Wagner, p 439.
(43).- F. Nietzsche, Cartas reunidas, invierno 1880, Insel Verlag, Leipzig, vol. I.
(44).- Id, Correspondencia, carta a 10 abril 1888, p 136.
(45).- Id, Prólogo de La Gaya Ciencia
(46).- Id, Correspondencia, carta desde Sils María , 4 julio 1887, p 117.
(47).- Id, Nietzsche contra Wagner, p 439.
(48).- Id, Ecce Homo, del apartado: "Porque soy tan inteligente", af 2.
(49).- Id, Así habló Zaratustra, del apartado: "En el monte de los olivos".
(50).- K. Jaspers, Nietzsche y el cristianismo, R. Piper y Co Verlag, Munich, p 304
(51).- F. Nietzsche, Así habló Zaratustra, del apartado: "El Viajero"
(52).- Ibídem, del apartado: "Del país de la cultura"
(53).- Id, Consideraciones Intempestivas: Schopenhauer como educador.
(54).- Id, Correspondencia, carta 8 junio 1878, p 67.
(55).- Id, Aurora, af 440.
(56).- Thomas Mann, Prólogo a una conmemoración musical, p 152
(57).- Id, Humano, demasiado Humano, 1ª parte, af 180.
(58).- En la Navidad de 1882, le escribe a Franz Overbeck, desde Rapallo, y le comenta con triste melancolía al final de la carta: "Querido amigo, tú y tu venerable mujer, vosotros sois casi el último pedazo de tierra firme que me queda", Correspondencia, p 98. Al profesor Jacob Burckhardt, le informa de la ausencia de amigos con quien poder conservar y el silencio que se ha hecho a su alrededor: "Siento no haberle visto ni haber conversado con vd. desde hace tiempo ¿Con quién iría a hablar yo si me fuera imposible hacerlo con vd?. El "silentium" se expande en derredor mío", Ibídem, carta 22 septiembre 1886. En su último año de lucidez mental, le escribe a Malwida, que por entonces ya se había distanciado de él, para hablarle también del "vació" que se ha producido a su alrededor: "Venerada amiga ¡por fin! ¿No es cierto? Pero he enmudecido involuntariamente para todos, pues cada vez siento menos deseos de exponer a la mirada de nadie las dificultades de mi existencia. Se ha producido realmente un gran "vacío" a mi entorno. Nadie posee el concepto que defina mi situación", Ibídem, carta desde Sils Maria, julio 1888.
(59).- Id, Correspondencia, carta 22 diciembre 1879.
(60).- Id, Aurora, af 325.
(61).- Id, Correspondencia, carta a Resa von Schirnhofer, 31 marzo 1884.
(62).- En el apartado: "La más silenciosa de todas las horas", escribe: "Una vez más tiene Zaratustra que volver a su soledad, pero esta vez el oso vuelve de mala gana a su caverna".
(63.- Id, Mas allá del Bien y del Mal, af 289.
(64).- Id, Aurora, af 473.
(65).- Carta de Elisabeth a Köselitz el 26 abril de 1884. Respecto a la singular actitud de Nietzsche en su relación con los demás, comentará K. Jaspers: "Al prohibir toda adaptación, al desenmascarar toda apariencia, Nietzsche se encuentra cada vez más solo, aislado en su veracidad. El había dicho: quiero despertar con respecto a mí mismo, la más alta desconfianza", "Cuadernos de notas" de R. Blunck.
(66).- F. Nietzsche, Más allá del Bien y del Mal, af 212.
(67).- Ibídem, af 44. En Humano, demasiado Humano, comentará con tonos poéticos, los efectos que el arte produce en los "espíritus libres": "El espíritu libre, aunque se haya sacudido de toda metafísica, los efectos más nobles del arte producen una resonancia de las cuerdas metafísicas largo tiempo enmudecidas"
(68).- Id, La Voluntad de Poder, af 881.
(69).- Id, Aurora, af 491.
(70).- Id., Correspondencia, carta a su madre, 20 diciembre 1885. Tres años antes, había escrito a Overbeck, para indicarle esta dualidad ambivalente; el estar con la gente o el permanecer en la soledad: "Algunas veces he pensado en alquilar una habitación en Basilea, hacer visitas aquí y allá, y asistir a los cursos. Otras veces pensaba lo contrario: llevar mi soledad y mi renuncia a su último extremo". Ibídem, carta diciembre 1882, p 98. En carta a von Bülow, escrita en estas mismas fechas, se lamenta de la "distante soledad a la que me veo obligado desde 1876". Ibídem, p. 95.
(71).- K. Jaspers, F. Nietzsche, Int. a la comprensión de su filosofar, Ed. Sudamericana, Buenos Aires, 1963, p. 142.
(72).- Ibídem, carta a Rhode, 22 febrero 1884, p 105
(73).- Ibídem, carta a Malwida von Meysenbug, 14 enero 1880, p 79.
(74).- Ibídem, carta a Overbeck, diciembre 1884, p 109.
(75)- Ibídem, carta a Carl Fuchs, 18 julio 1888, p 149.
(76)- Ibídem, carta a Overbeck, 10 julio 1884, p 106.
(77).- Meta von Salis, Filósofo y hombre noble, recuerdos de la Engadina, septiembre 1886, Ed Naumann, Leipzig.
(78).- El pueblo de Sils María está en un hermoso valle bañado por el lago de Silvaplana y rodeado por las montañas de los Alpes, en la Alta Engadina, cerca de Saint Moritz. Se puede acceder desde Italia po Chiavenna, subiendo el puerto hasta coronar el paso de Maloja, o por el paso de Julier Pass si se accede desde Chur por Suiza.
(79).- T. Mann, La filosofía de Nietzsche a la luz de nuestra experiencia. Ed Terra Nova, Barcelona 1986, p 86.
(80).- F. Nietzsche, Correspondencia, carta julio 1881, p 88.
(81).- La casa de los Durisch se ha convertido en un pequeño museo de recuerdos de la estancia de Nietzsche. Por escasos francos, el viajero puede visitar su habitación ubicada en la parte delantera del piso superior, en la que se puede apreciar una sencilla cama, una silla y una rudimentaria mesa. Es un testimonio más de la modestia e incluso estoica pobreza en la que vivió Nietzsche, en sus últimos diez años de producción intelectual por los diversos lugares en los que se hospedó, tal como lo expresa Zaratustra en el apartado: "El monte de los olivos": "Una cama sencilla me calienta más que una cama rica, pues estoy celoso de mi pobreza. Y en invierno es cuando ella más fiel me es"
(82).- F. Nietzsche, Correspondencia, carta a su madre, junio 1883.
(83).- Id, Así habló Zaratustra, del apartado: "El niño del espejo".
(84).- Meta von Salis, op. c. Ed Naumann, Leipzig
(85).- Id, Correspondencia, carta 12 mayo 1887, p 114.
(86).- Ibídem, carta agosto 1881, p 88. En Ecce Homo, en el apartado "Así habló Zaratustra", aparece el mismo relato.
(87).- Ibídem.
(88).- Id, Así habló Zaratustra, del apartado: "El Convaleciente".
(89).- Id, Ecce Homo, del apartado: "Así habló Zaratustra", af 1. Visitar la que en la actualidad se considera como "roca de Zaratustra" y encaramarse en ella, supone para el viajero, la posibilidad de "revivir" las poéticas sensaciones y los "prometeicos" sentimientos que tuvo Nietzsche el día de la revelación del "eterno retorno de los mismo". Resa von Schirnhofer, recuerda de su estancia en Niza, la actitud extravagante, rayana en la ridiculez que adoptó Nietzsche cuando le comunicó su misteriosos secreto: "Después de leerle "La otra canción del baile", se levantó para despedirse y cuando estábamos en la puerta cambiaron sus rasgos. Con una expresión rígida, arrojando hurañas miradas en derredor como si amenazara un terrible peligro si alguien hubiera escuchado sus palabras, con la mano en la boca para suavizar el tono, susurrando me aunució el "misterio". Había algo de extravagante, de inquietante incluso en el modo como me comunicó ell "eterno retorno", el tremendo alcance de esta idea. De repente era otro Nietzsche el que estab ante mí y yo me asusté". Sobre el hombre en Nietzsche, Verlag Hain, Meinsenheim 1968.
(90).- H. Zimmern: La amiga inglesa de Nietzsche, nota de Oscar Levy.
(91).- R. von Schirnhofer, op. cit., p 215.
(92).- Meta von Salis, Op. cit, Naumann. Leipzig. En el apartado "El grito de socorro" del Zaratustra, Nietzsche hace referencia a la roca del iluminado viviente, una de sus imágenes preferida: "Al día siguiente estaba sentado Zaratustra de nuevo en su roca delante de la caverna, mientras los animales andaban fuera errantes, por el mundo para traer nuevo alimento". En el apartado: "La ofrenda de la miel": "Un día Zaratustra, se hallaba sentado sobre una roca delante de su caverna en la que desde allí se ve el mar a lo lejos, al otro lado de abismos tortuosos"
(93).- Ibídem, carta desde Sils María, 30 julio 1881, p. 87
(94).- Id. Correspondencia, carta 21 junio 1883. Nietzsche era muy sensible a los cambios climatológicos, afectándole tanto en su fisiología como también en su sus estados anímicos. Desde Turín le comunica a G. Brandes: "Tengo necesidad de proceder con la mayor cautela; son indispensables algunas condiciones de carácter climático y metereológico". Ibídem, carta 10 abril 1888, p 136. A Overbeck, le informa en este último verano: "Esta extrema irritabilidad a las impresiones metereológicas noes un buen signo; caracteriza un agotamiento que constituye la causa de mi sufrimiento". Ibídem, carta 4 julio 1888, p 145. K. Jaspers comentará al respecto: "Su sensibilidad para el clima y para el estado del tiempo le hacían sentir dolorosa o animadamente todos los matices del lugar, del día y de las estaciones. Se esfuerza y se afana por experimentar el paisaje en profundidad". Op. c. nota 64, p 520.
(95).- Ibídem, carta 28 junio 1883, pp. 101-102.
(96).- Ibidem, carta a G. Brandes, 10 abril 1888. También informa a Köselitz que ha finalizado , con el manuscrito de "El Viajero y su sombra": "Todo el manuscrito ha sido pensado a lo largo de mis paseos y anotando a lápiz en seis pequeñas libretas", Ibidem, carta 5 octubre 1879, p 77. A semejanza de Nietzsche, Heidegger también nos informará de que muchas de sus ideas y pensamientos filosóficos le fueron inspirados a lolargo de sus paseos por las "sendas perdidas" de los frondosos bosques de la Selva Negra.
(97b) Id, Correspondencia, carta a C Von Gerdsdorf, julio 1875.
(98 Ibídem, carta a Rohde, 1 agosto 1875
(99).- Id, Así habló Zaratustra, del apartado: "El mendigo voluntario"
(100).- Ibidem, carta 14 abril 1888, p 136
(101).- Meta von Salis, op c.

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