Nietzsche como
artista, 2 CAPITULO II
LA NATURALEZA COMO IMPULSO CREATIVO
1.- LA DESPEDIDA DE BASILEA
Cuando Nietzsche abandonó la cátedra de filología que desempeñaba en la
Universidad de Basilea se sentía un hombre acosado por la enfermedad. A su
amiga Malwida von Meysenbug, le comenta con aflicción la decisión que ha
tomado: "He sufrido gravemente, todo a llegado a su punto extremo, he
renunciado a la cátedra. Dentro de pocos días abandono Basilea para siempre.
Mis muebles han sido puestos en venta" (1). En su interior, aunque
perduraba la profunda decepción sufrida por las acerbas críticas que Wagner
y von Bulow hicieron de sus composiciones musicales, latía el deseo de
dedicarse a la filosofía, un propósito que en esta época se había
intensificado por la influencia que le ejercieron algunas de sus amistades
como las de Paul Ree o Malwida. Estas son algunas de las razones en las que
Nietzsche buscó su justificación para dejar la docencia en filología y
dedicarse por entero a la actividad filosófica, que en el fondo, constituía
su verdadera y secreta vocación. En El Crepúsculo de los Idolos,
describirá este peculiar conflicto que sufría, entre profesión y vocación:
"Una especie superior de hombres, no ama las "profesiones"
precisamente porque se sabe con una vocación"(2).
A partir de esta toma de postura, Nietzsche publicará entre 1979 y 1988, el
último período de su producción, la mayor parte del conjunto de sus obras,
algunas de ellas catalogadas como las más importantes de su pensamiento. En
ellas se manifiesta un estilo literario de gran expresividad, favorecido por
su natural sentido poético y su cadencia musical del ritmo, impregnado de
sensibilidad lírica, aunque no desprovisto de una exacerbada agresividad (3).
Será oportuno recordar que Nietzsche al dedicarse a los estudios de
filología clásica, no fue, como es lógico, ni un estudiante ni un
profesional de la filosofía. Esta circunstancia puede explicar su notable
desconocimiento de importantes aspectos de esta disciplina y sus lagunas en el
dominio y comprensión de los conceptos. Estas carencias se ponen de relieve
en el insuficiente armazón crítico-argumentativa de muchos de sus juicios y
razonamientos, que posiblemente satisfacen exigencias psicológicas y
emotivas, pero que no responden suficientemente a las exigencias del rigor
reflexivo que demanda la especulación filosófica. Sus escritos, por otra
parte, adolecen de cierta falta de rigor estructural y sistemático, que le
conducen a incoherencias y contradicciones (4), a una dispersa ambigüedad en
sus análisis críticos sobre la diversidad de materias que trata, que a
menudo se hace difícil descifrar cuál es el significado y el sentido último
de su pensamiento.
Debido a esta insuficiente comprensión de muchos conceptos y términos
metafísicos, Nietzsche encontrará un mar de dificultades para justificar
adecuadamente las demoledoras críticas vertidas a través de sus aforismos o
epigramas sentenciales, configurados la mayoría de ellos de forma concisa y
de breve composición (5). Es así, que las descripciones que las sustentan,
más bien se prestan para expresar de forma sintética lo esencial de una
cuestión, silenciando la prueba aclaratoria y la ilustración argumentativa
debidamente formulada, sin preocuparse por la interna y coherente
articulación de su contenido. Esta múltiple utilización de proposiciones
aforísticas que utiliza Nietzsche, le llevarán a relajar las exigencias
especulativas propias de la filosofía, dejando que los pensamientos fluyan de
forma suelta y dispersa, sometiéndolos a las más variadas y arbitrarias
combinaciones. No obstante, hay que decir, que la subordinación estilística
a la forma breve del aforismo, se debe, en parte, a las persistentes jaquecas
que sufría y a la debilidad ocular que padecía. A su secretario y frustrado
músico Köselitz le indicará que tiene que ceñirse "al maldito estilo
telegráfico al que me obligan la cabeza y los ojos" (6)
Lo que es manifiesto es que el pensador alemán utiliza un estilo directo,
mordaz y acerado, preñado de un surtido de adjetivaciones que penetran como
un cuchillo en el interior del espíritu. No obstante, aunque caiga a menudo
en el tono panfletario, hay que reconocerle su robusta y substancial prosa, de
gran fuerza comunicativa, plena de sabor y originalidad artística, saturada
de ideas y símbolos míticos que en cierto modo, le sirven para reemplazar la
severidad y precisión del lenguaje filosófico. Si el pensador de la
filosofía utiliza estos procedimientos lingüísticos, que más bien
corresponden a una forma propia de la creación literaria que de la
fundamentación metafísica, sabe de antemano que tendrá dificultades para
alcanzar el necesario rigor de sentido que deben poseer los términos
encadenados en el razonamiento especulativo, pues en estas condiciones de
imprecisión y falta de rigurosidad, su contenido semántico nunca permanece
suficientemente fijado y definido de forma clara, lo que permite admitir las
más diversas y ambivalentes interpretaciones
Desde su juventud, Nietzsche ya exteriorizó el deseo de encontrar su propio
estilo literario, sin someterse a burdas imitaciones. Cuando piensa que ha
hallado una fórmula, un camino para conseguirlo, siente la propia
culpabilidad por no haberlo vislumbrado con más anticipación y haber evitado
lo que considera un tiempo perdido: "Se me cae la venda de los ojos, pues
durante demasiado tiempo he vivido en plena inocencia estilística... tengo
que aprender a usar mi estilo como un teclado en el que no se tocan viejas
piezas ya sabidas, sino en el que se improvisan fantasías libres, aunque no
exentas de lógica belleza" (7). En estas actitudes se manifiesta su
inclinación por los recursos que le brinda la prosa poética de carácter
lírico, puesto que desde sus inicios no pretendió hacer una filosofía del
arte, sino más bien hacer una filosofía desde su óptica de artista, del
artista que era y del artista que se sentía. Nietzsche, como ya hemos
comprobado en el capítulo anterior, exteriorizó prontamente su ardiente
entusiasmo por el arte a través de sus variadas composiciones poéticas y
musicales. En su ensayo Sobre el pathos de la verdad, expone con
franqueza su conflicto interior entre el arte y la filosofía, pues ambas
potencias se disputan una preeminencia que en sus reflexiones supo compaginar
e integrar de forma sintética, mediante una filosofía configurada
artísticamente (8)
Desde esta perspectiva, podemos entender mejor el que concibiera su profesión
académica, más como una actividad de carácter artístico-filosófica que no
filológica. Pero esto, no fue óbice para que no fuera un excelente
filólogo, pues como reconocen sus propios colegas, llegó a dominar su
técnica a un nivel muy considerable. El mismo confiesa este doble antagonismo
a Carl Fuchs: "Cuando era filólogo me hallaba "fuera de mi
centro",, lo cual no significa que fuera un mal filólogo" (9). Pero
a pesar de ello, Nietzsche tenía la sensación de que el trabajo paciente,
municioso y metódico que demanda la investigación filológica, frenaba la
fuerza natural de su impulso creativo, con el agravante de que la filología
al ofrecerle imágenes y significados de mundos ya fenecidos, limitaba el
variado espectro de sus posibilidades e intereses creativos. A la larga, esta
actividad docente se le fue fraguando como un peso opresor del que deseaba
liberarse. Él era consciente, de que por la senda de la filología no podría
llevar a su cumplimiento la conocida e inquietante frase de Píndaro:
"llegar a ser el que eres", una sentencia que reproduce en el "Zaratustra",
y que figuraba en el frontispicio de algunos templos griegos (10).
Fue en esta época de su juventud, cuando a Nietzsche, por influencia del
pensamiento de Schopenhauer, se le hizo más inteligible el sentido pesimista
de la naturaleza, junto con la hondura vital del sentido trágico de la
existencia. El pensador alemán, no tuvo inconveniente el acoger dentro de
sí, con toda su pasión, este pesimismo conceptual que se le fue revelando
por la vía del arte de la tragedia griega, en el corazón mismo de su
tradición, con la que estaba vinculado por su profesión filológica.
2.- CONTRA LOS FILÓLOGOS
Llegó un momento en el que Nietzsche ya no fue capaz de resistir la
atracción que sentía por la filosofía. Esta circunstancia le incrementó
todavía más el malestar que le ocasionaba sus ocupaciones filológicas, su
antipatía por el "espíritu académico" y por el
"talante" funcionarial y burocrático del que hacían gala sus
colegas dedicados a la filología, pues consideraba que precisamente era este
"talante" el más opuesto y equidistante del sentido filosófico y
artístico de la vida. En obras de juventud, ya había expresado su desacuerdo
y su natural rechazo por la "cofradía de los filólogos
departamentales", a los que motejaba de "escudriñadores insaciables
de las bibliotecas", o bien de "obreros industriales al servicio de
la ciencia" (11). En un ensayo denominado Nosotros los Filólogos
(12), escrito en 1875, durante su época de profesor universitario, vuelca su
desprecio y animosidad en contra de ese grupo de docentes, al sostener, entre
otras cosas, que la filología clásica había conformado sus investigaciones
lingüísticas de las antiguas civilizaciones en el estrecho marco del simple
análisis formal, sin interesarse por el contexto real en el que se
desenvolvían sus verdaderos intereses vitales.
Nietzsche sostiene, que ello es debido, a que la mayoría de estos
especialistas no tienen ni la sensibilidad ni el suficiente nivel intelectual
para adentrarse en el "pathos" de estas antiguas culturas: "Yo
opino, -escribe con sarcasmo en este ensayo- que de cada cien filólogos,
noventa y nueve no deberían serlo" (13). Los afanes y objetivos de estos
especialistas, se encuentran alejados de la visión trágica y metafísica del
arte y la cultura de los griegos, absorbidos como están, por las ridículas
menudencias de sus metódicas investigaciones, elaboradas en la estrecha y
gris monotonía de sus claustros académicos. En estas condiciones, sus más
espontáneas intuiciones se tornan tan anémicas como sus modestas ambiciones
intelectuales, que quedan anuladas en estas asfixiantes atmósferas. Con
paradojal ironía dirá: "Hombres ya entrados en años sirven para ser
filólogos si en el período de su vida más rico en vivencias no han sido
filólogos" (14)
Nietzsche piensa que los filólogos de su tiempo son "espíritus de corto
vuelo que satisfacen su ambición en eso de traer y llevar palabras"
(15), y no tendrá reparos en acusarlos de hombres superficiales, con falta de
rigor y veracidad, pues no conocen ni se preocupan por conocer el verdadero
origen de las cuestiones que investigan. "La filología clásica es un
foco de superficialísimo esclarecimiento, que está carente de veracidad, que
paulatinamente se ha vuelto completamente inoperante" (16). Y lo más
inquietante de este desconocimiento y falta de penetración que impregnan sus
investigaciones, es que procede de que "cuando hablan los filólogos de
su ciencia, jamás tocan las raíces, jamás presentan a la filología como
problema, adolecen de superficialidad en el pensar" (17). Pero a más de
desconocer lo esencial de la cultura de los antiguos griegos, tampoco han
sabido comprender ni han sabido identificarse con la psicología y los rasgos
más genuinos de su genio artístico: "en ellos está ausente el goce
propiamente dicho de los rasgos fuertes y vigorosos de la antigüedad"
(18)
La convicción de que ningún pueblo ha llegado a igualar el genio artístico
de los griegos, fue una convicción que Nietzsche siempre mantuvo como emblema
de su pensamiento: "Los griegos son el único pueblo genial de la
historia universal" afirmará con rotundidad (19). Por ello sostiene que
ninguna cultura, ninguna raza, religión o idea, ha conquistado tan altas
cumbres de arte y belleza como los griegos, pues tampoco la cultura cristiana
-según Nietzsche- ha sido capaz de superar el genio de estas antiguas
civilizaciones. Con mordacidad señalará que sería una opinión jocosa el
sostener lo contrario: "La broma capital ha sido el pensar que la
Antigüedad ha sido superada por el Cristianismo" (20).
En todo caso, la única religión que profesa el pensador alemán, es aquella
que tenga como primordial objetivo el engendramiento y la promoción de nuevos
genios, pues ellos son las encarnaciones vivas para impulsar la vida y el arte
hacia horizontes infinitos de fuerza y poder creativo: "Mi religión. si
me es permitido todavía llamarle tal a algo, está en el esforzado trabajo
por el engendramiento del genio" (21). Son expresiones de Nietzsche, que
ponen de relieve su concepción elitista y aristocrática respecto de los
hombres superiores, de los considerados como genios, cuya existencia se
justifica en aras de las supremas e ineludibles exigencias de la creación
artística, cuya sagrada misión es elevar el nivel y la fuerza de los
sentimientos con el fin de sublimarlos y transfigurarlos artísticamente hacia
formas superiores de amor y de belleza. Enla interpretación de Nietzsche, el
simbolismo más acabado de estos supremos esfuerzos y sacrificios que demandan
el surgimiento de los nuevos genios, estaría representado por la heroica
inmolación de Isolda, que por amor a Tristán, le sigue en el sendero de la
muerte: "La razón suprema la percibo en la obra del artista... la obra
de arte no es más que el trasunto sensible del amor más allá de uno
mismo" (22)
Haciéndose eco de lo que había proclamado años atrás en El Origen de la
Tragedia, también en esta obra de Nosotros los Filólogos, y
posteriormente en El Caso Wagner se propone la tarea de despertar a los
hombres superiores, a las mentes más filosóficas y preclaras, con objeto de
recuperar el sentido originario del genio de los griegos, de su arte y su
cultura: "Deben movilizarse mentes filosóficas y presentar el balance
total de la Antigüedad" (23). Estamos todavía en el período en el que
Nietzsche muestra su identificación con la filosofia de Schopenhauer y con la
música de Wagner, y a pesar de que pronto se alejará de ellos, todavía los
considerará como los representantes más genuinos del renovado arte y la
nueva cultura, que arrinconará la vieja y enferma cultura que impregna a la
sociedad occidental: "Feliz de él (el filólogo) si tal como
Schopenhauer y Wagner adivinan las fuerzas plenas de promesa en las que
despunta una nueva cultura" (24). El arte en todo caso, sólo adquirirá
visos de negatividad y peligrosidad cuando sus manifestaciones sean utilizadas
con el propósito de perpetuar y potenciar formas estéticas agonizantes y
decrépitas: "Significación peligrosa del arte: en cuanto preserva y
galvaniza nociones extintas y agonizantes" (25)
Hacia el final de esta crítica a los filólogos, Nietzsche volverá a
insistir en que la la intensidad y la fuerza de los sentimientos más vitales,
el incremento de su rica jovialidad artística, depende esencialmente de la
fuerza creativa del genio, puesto que él, es el que posee las condiciones de
energía interior para escudriñar con hondura las más genuinas dimensiones
del arte escondidas en los profundos estratos de la vida. Cualquier prejuicio
colectivo, cualquier recelo personal que ponga en entredicho la validez y
preeminencia de los genios, debe ser apartado del ámbito social, de este modo
los genios que son los auténticamente artistas, podrán actuar sin
dificultades y en plena libertad, en la medida en que sean capaces de liberar
sus ricas virtualidades, de potenciar los valores de la vida y su voluntad de
poder artístico: "Engendramiento del genio como el único que puede
evaluar verdaderamente la vida. ¡Salvad vuestro genio! se le debe gritar a la
gente ¡Liberadlo! (26)
3.- EL ARTE COMO CONTEMPLACIÖN.-
Se ha comentado en ocasiones, que Nietzsche era más un hombre de fino oído,
que de atentos ojos, pues tanto en su juventud como en su madurez nunca
manifestó un interés natural y espontáneo por el arte figurativo. Aunque su
progresiva pérdida de visión podría justificar tal ausencia, la suplirá en
aras de su innata tendencia hacia el arte formal y subjetivo, tendencia que en
cierta medida la exteriorizará en la filosofía y el arte musical, frente al
desinterés por el arte plástico y objetivo. Al respecto C.P. Janz,
comentará: "Nietzsche no era un hombre de ojos. Nunca se sintió
conmovido por una obra de pintura, ni de arquitectura"(27). Thomas Mann
en consonancia con Janz, afirma: "Nietzsche diferenció lo que para él
constituían los "hombres de ojos" y "los hombres de
orejas", y el mismo se consideraba uno de estos últimos" (28). No
obstante y para ser equitativos, habría que matizar estas opiniones, pues en
"Miscelánea de Opiniones y Sentencias", de la 2ª parte de Humano
demasiado Humano, admite la superior validez de la mirada, del ojo,
respecto del oído, para el conocimiento psicológico de los hombres (29). Por
otra parte, Nietzsche, expresó en algunas ocasiones, su admiración y
reconocimiento por determinados pintores y escultores y también por ciertos
estilos y construcciones arquitectónicas, aunque ciertamente, estos
transitorios intereses por las artes plásticas, fueron bastante escasas en el
conjunto de sus reflexiones artísticas.(30)
Para adentrarnos algo más en este importante aspecto de su sensibilidad y
receptividad artística, se debe tener en cuenta la interrelación existente
entre sus estados psíquicos y la aspectos ambientales del entorno que le
rodeaba. Nietzsche tuvo la posibilidad de moverse por múltiples escenarios y
climas diversos, que en ocasiones le afectaban hondamente, y determinaban en
parte, la calidad literaria de su producción filosófica. Esta mutua
interdependencia entre sus estados afectivos y el horizonte exterior en el que
estaba instalado, lo observaba y lo asumía desde las perspectivas propias del
pensador y del artista ensimismado dentro de sí, absorbido en la subjetividad
de sus propias vivencias interiores.
Desde esta subjetiva asunción, se puede diagnosticar en Nietzsche, que las
sensaciones visuales procedentes de estímulos físicos, con sus luces y sus
sombras, sus formas y relieves, y sus diferentes gamas cromáticas, no
tuvieron desde la valoración de sus detalles concretos y de sus
singularidades figurativas, una incidencia especial en sus percepciones y
subsiguientes representaciones imaginativas. Pero estos mismas sensaciones,
consideradas desde su asimilación general y abstracta, desde su perspectiva
de conjunto, es decir, desde su capacidad contemplativa, sí que tuvieron una
importante incidencia en sus sentimientos interiores y en sus estados
afectivos, como fuente de inspiración especulativa y artística.
Nietzsche, registraba con gran sensibilidad y nitidez interior, las
características orográficas, ambientales y atmosféricas de su entorno. Sus
estados anímicos y su salud fisiológica quedaban profundamente alterados no
solamente por el modo de ser de las personas que le rodeaban, sino también
según el escenario paisajístico o el tipo de clima que debía soportar, ya
fuera de alta o baja montaña, de brumas del norte, de aires secos o húmedos,
de bosques centenarios cubiertos por la nieve y el frío, o por climas dorados
y suaves, de soleadas claridades mediterráneas bañadas por el mar. Ante
determinados panoramas se sentía embriagado de exaltada alegría o por el
contrario le acosaba una sombría y persistente depresión.
Es significativa al respecto la carta que en el verano de 1873, escribe a su
hermana Elisabeth, desde la comarca de Flims en los alpes suizos. En ella, se
pone de manifiesto estas consideraciones, pues ante un estimulante paisaje,
acompañado por sus amigos, envuelto en una atmósfera poética y musical, se
sentía intensamente afectado en sus más íntimos sentimientos: "Por las
mañanas hemos leído diligentemente en el bosque, entre rocas, alerces o
abetos, frente a elevados montes, las "Walkirias", el "Sigfrido"
y el "Ocaso de los Dioses"(31). En la disertación que pronunció en
la Universidad de Basilea, Homero y la Filología Clásica, expone su
criterio sobre los pilares en que debe apoyarse la grandeza del gran artista,
que debe traducirse en su forma de percibir las dimensiones del entorno desde
una óptica de conjunto, global y perspectivista, o lo que es lo mismo, con
"mirada contemplativa" que abarca el sentido del arte como
totalidad: "El criterio de grandeza de un artista es, a no dudarlo, la
cantidad de lo que es capaz de abarcar con una mirada de conjunto y someterlo
a plasmación rítmica"
Ha medida que transcurría el tiempo, Nietzsche, con impotente resignación,
comprobaba el incremento de su debilidad ocular y también el de sus dolores
cerebrales. Esto le obligaba a desalojar de sus intereses estéticos,
cualquier forma de arte plástico, reforzando su estima por la poesía y la
literatura. Para ello utilizará como herramienta instrumental, un estilo de
lenguaje de gran fuerza lírica, de rico de contenido y pleno de ingenio, pero
que con el transcurso del tiempo -tal como ya le acusó Wagner- se irá
progresivamente convirtiendo en más ofensivo, provocativo y agriamente
visceral. Tanto era así, que su amigo Widman le pondrá el apelativo de
"dinamita", un término que acogió con complacencia, y que en
ocasiones utilizó para referirse a sí mismo: "Yo no soy un hombre, soy
dinamita", escribirá en "Ecce Homo"(32). En Febrero de 1886,
le escribe a P. Deussen para decirle: "No hay nada que esté ahora en pie
y que no caiga. Yo soy dinamita más bien que persona"(33), y no tuvo
reparos en comparar la agresividad provocativa de sus escritos con la fuerza y
dureza del "martillo", un instrumento que utilizará para golpear
con dureza a aquellos principios, ideas y creencias que pretendía
desenmascarar: "Ahora mi martillo se enfurece cruelmente contra su
prisión, -gritará con rebeldía Zaratustra-, De la piedra saltan ya
pedazos"(34), y en La Voluntad de Poder, dirá con parecidos tonos
amenazadores : "Para las más grandes luchas se necesita un arma nueva:
el martillo. En ciertas circunstancias pueden ser indispensables para el
filósofo una potente presión y de un martillo con el que despedazar razas
degeneradas y moribundas, para abrir el camino a un nuevo orden de
vida"(35). Una de sus últimas obras, se titulará, con su nombre
completo: El Ocaso de los Idolos o cómo se filosofa con el martillo.
4.- EL SUFRIMIENTO COMO FUENTE DE CREATIVIDAD.-
Diversos críticos literarios, psiquiatras, autores, etc., han señalado a
menudo la importancia del sufrimiento y del dolor como fuente de creatividad
artística. Sus repercusiones afectivas y anímicas para alimentar el impulso
y la inspiración creativa, son en determinadas ocasiones, de esencial
necesidad. El sufrimiento como estado psicológico, puede generar diversos
sentimientos de angustia, desesperanza y turbación, pero también puede
generar virtudes de sacrificio, abnegación, conocimiento de sí y de los
demás. Asumiéndolo en el interior de nuestro espíritu con serena fortaleza,
se convierte en potente y fecunda energía, que en estado de alerta
ingeniosidad, despierta nuestras más escondidas virtualidades, capaces de ser
plasmadas en formas y expresiones de alto valor estético. Sufrimientos que
pueden ser de índole espiritual y moral, debido a la falta de sentido en la
vida, a incomprensiones y fracasos, decepciones, injusticias, separaciones...,
sufrimientos derivados de la miseria y la escasez, a causa de la ausencia de
los recursos más elementales y básicos, o también, los sufrimientos
físicos originados por penosas y persistentes enfermedades, que de todo ello
hubo en la vida atormentada de Nietzsche. Un conglomerado de sufrimientos y
penalidades, que también experimentaron a lo largo de su existencia, una
amplia mayoría de los grandes genios (36).
Aunque fue un hombre normalmente robusto, Nietzsche padeció en el transcurso
de su vida, constantes sufrimientos físicos, a consecuencia de su salud
irregular e inestable, que se traducían básicamente, al margen del
progresivo debilitamiento de su visión ocular, en intensos dolores de cabeza,
acompañados de espasmos y vómitos intestinales que le postraban durante
varios días en cama (37). Algunos psiquiatras han señalado que si los
pacientes logran superar determinadas situaciones límite a las que les
arrojan sus sufrimientos y dolores, puede darse una llamativa inversión
física y psicológica, un cambio y enriquecimiento de la personalidad,
especialmente en aquellos que durante largo tiempo han tenido que padecer
graves enfermedades. A este tipo de trances se referirá el médico y
filósofo K. Jaspers, cuando comenta, que desde principios de 1880, debido a
los fuertes y persistentes ataques, en forma de terribles convulsiones que
tuvo que soportar Nietzsche, y que le llevaron hasta el mismo borde de la
muerte, se produce en su personalidad una intensa mutación psíquica e
intelectual: "Quien lea los escritos por orden cronológico -escribe
Jaspers-, no puede sustraerse a la extraordinaria impresión de que en
Nietzsche, desde 1880, se está produciendo un cambio tan profundo como nunca
antes ocurrió en su vida. Esto se muestra no sólo en el contenido de los
pensamientos, en las nuevas creaciones, sino en la forma de la vivencia; lo
que dice adquiere otro tono"(38). Antes de producirse esta cambio
señalado por Jaspers, Nietzsche le cuenta con ánimo desesperado a Wagner:
"Ya estoy harto y no deseo otra cosa que vivir sano o no vivir más"
(39). Una vez producido el cambio, todavía en estado convulsivo, escribe
desde Génova a algunos de sus amigos. A Overbeck le dice confiadamente:
"Precisamente acabo de recuperarme de una crisis muy amarga, y apenas me
he librado durante dos días de tal indigencia", y a Hans von Bülow le
narra las consecuenicas interiores de esta profunda mutación: "Una cosa
sí quiero hacerle saber: el cambio que he experimentado en mi manera de
pensar y de sentir, ha sido lo que me ha hecho conservar la existencia y casi
me ha devuelto la salud" (40).
Con la perspectiva que da el tiempo, se podría decir a título de balance,
que los sufrimientos físicos que afectaron a Nietzsche, desde la perspectiva
de su producción creativa, fueron más ventajosos que perjudiciales, más
liberadores que entorpecedores, y que debido a la dimensión existencial que
supo darles relacionándolos con lo esencial de su carácter, le produjeron
una serie de efectos desinhibidores en su conciencia y en su temperamento, de
natural tímido e introvertido, que fueron positivos y estimulantes para su
evolución intelectual y su actividad artística, hasta que advino su
irreversible desmoronamiento. "Crear, esa es la gran redención del
sufrimiento -dirá por boca de Zaratustra-, así es como se vuelve ligera la
vida. Más para que el creador exista son necesarios sufrimientos y muchas
transformaciones" (41). En tonos parecidos, registrará en uno de sus
últimos escritos esta necesidad del sufrimiento y el dolor como factores de
liberación interior para ser afectado por el soplo de la inspiración:
"Sólo el profundo dolor es capaz de consumar la liberación del
espíritu" (42).
El pensador alemán, realizará una itinerante peregrinación por diversos
gabinetes médicos en busca de su difícil curación. A uno de ellos, el Dr.
Otto Eiser, le expone su apresumbrada situación anímica ante las dolorosas
consecuencias de sus enfermedades y padecimientos, pero simultáneamente le
describe sus beneficiosos efectos, pues está firmemente convencido que
gracias a ellos ha sido capaz de adentrarse en lo más hondo de su ser y
aumentar la germinal cosecha de su espíritu, lo que le ha supuesto elevar el
nivel y exigencia de sus pensamientos y amortiguar la carga de sus
sufrimientos: "Mi existencia es una carga terrible: la hubiera arrojado
de mí hace ya mucho tiempo, si no fuera porque, en este estado de sufrimiento
y de casi absoluta abstinencia, fue donde hice las pruebas y los experimentos
más fructíferos en el terreno intelectual; esta alegría sedienta de
conocimiento me eleva a una altura desde donde supero todos los tormentos y
desesperanzas. En general soy ahora más féliz que nunca en mi vida"
(43). Será en los últimos meses de su vida productiva, antes de su inminente
locura, cuando embargado de un efervescente estado de ánimo, se sentirá
hondamente agradecido por los dones que le ha conferido su dolorosa
enfermedad, liberándole de condicionamientos que le impedían retrobar la
esencia de su propio ser: "En última instancia, le dice a G. Brandes
desde Turín, la enfermedad me ha proporcionado los mayores beneficios; ella
me ha librado de todos mis vínculos, me ha dado el valor para regresar a mí
mismo"(44).
Después de haber asumido sus terribles sufrimientos con sentido creativo, que
le proporcionará la honda transformación liberadora aludida por Jaspers,
escribirá el libro de La Gaya Ciencia, y en el Prólogo, manifestará
su satisfacción por la obra conseguida. Recordando sus anteriores períodos
de dolor y aflicción, tendrá el valor de reconocer que estas penalidades han
sido como un inmerecido regalo, puesto que han producido en su espíritu sus
benefactores efectos: "Este libro es la gratitud, de un convaleciente que
alcanza su inesperada curación... no quisiera despedirme con ingratitud de
aquella época de malestares profundos, cuya ventaja todavía me dura"
(45). Comentándole a Hipólito Taine, el doloroso proceso que tuvo que
recorrer para escribir La Gaya Ciencia y Aurora, le dirá:
Quiero mucho a estos dos libros. Aurora lo escribí en Génova, en una época
de enormes padecimientos, en la que estaba desahuciado por los médicos y
encarado a la muerte en medio de unas privaciones y una soledad inimaginable.
La Gaya Ciencia,, es el fruto de los primeros destellos solares de mi
progresiva salud: nació un año después e igualmente en Génova, en un par
de semanas sublímente frías y soleadas de enero. Los problemas que se tratan
en ambos libros conducen a la soledad" (46).
En los escritos que Nietzsche dirige contra Wagner, no le importa admitir que
las reflexiones que han alimentado sus sombríos pensamientos y la producción
de sus obras filosóficas, se han beneficiado más de la enfermedad que de la
misma salud. A estos sufrimientos, debe su superior fortaleza que le ha hecho
capaz para afrontar tareas tan tremendas y peligrosas: ¨Por lo que se refiere
a mi larga postración ¿no le debo infinitamente más que a mi salud? ¡Le
debo una salud superior, una que sale fortalecida en cuanto no le arruina!. Le
debo también mi filosofía (47). En Ecce Homo, recalcará otra vez
este reconocimiento favorable de la enfermedad como factor de crecimiento u
lucidez creativa: "La enfermedad fue la que me condujo a la razón"
(48). Esta enfermedad le ofrecerá la más idónea excusa y el mejor argumento
para acreditar su vida de solitario y trashumante escritor por los más
diversos lugares de Suiza y del litoral mediterráneo: "La soledad de uno
es la huida propia del enfermo" dirá por boca de Zaratustra (49).
5.- LA SOLEDAD DEL ARTISTA.-
Efectivamente, Nietzsche padeció la soledad en su más cruda y real
significación, la soledad como eterna y silenciosa acompañante del
sufrimiento interior, que se introdujo por todos los entresijos y fisuras de
su alma, y que supuso sin duda, una importante fuente de inspiración creativa
para su natural talento artístico. Situación de soledad, que se fue
acrecentando desde el momento que tomó la decisión de abandonar
definitivamente la acogedora ciudad de Basilea. Fue una triste despedida que
imprimió un nuevo rumbo a su vida y le empujó a transitar por unas sendas
sin norte fijo y sin una lugar estable en el que morar. Al respecto, K.
Jaspers comentará que "Nietzsche abandona todos sus lares y se arriesga
a la intemperie total" (50). El pensador alemán era consciente de la
nueva embocadura que tomaba su atormentada existencia y se sentía abrumado
por la zozobra de un porvenir cuyos derroteros estaban llenos de
incertidumbres. Por boca de Zaratustra, gimoteará sin recato ante las pesadas
cargas de un ignorado futuro: "¡Ay, mi más duro camino es el que tengo
que subir! ¡Ay, he comenzado mi viaje más solitario!" (51).
Ante estas imprevistas eventualidades, Nietzsche se amoldará a la nueva
situación, autocalificándose de fugitivus errans, de "errante y
solitario fugitivo", manifestando con ello, la nueva existencia de
nómada y de trashumante viajero que iba a emprender, sintiéndose como un
personaje desterrado de todos los lugares que hasta entonces habían sido su
"habitat" natural: "Un nómada soy en todas las ciudades, y una
despedida junto a todas las puertas,y desterrado estoy del país de mis
padres" sentenciará con melancolía el solitario Zaratustra (52).
Soledad de Nietzsche, que unida a los padecimientos físicos que le
continuarán acechando durante el resto de su vida, engendrarán en él, en un
entorno de desamparo y soledad absolutos, una fructífera y tensionada carga
interior, de la que extraerá gran parte del caudal de sus reflexiones,
incubadas durante largos años. En 1874, cuando todavía no había sufrido las
terribles crisis que le apartaron de su vida profesional, ya se consideraba
como uno de los hombres que más intensamente han experimentado la soledad:
Con un tono de amargura incomprendida, dirá: "Ningún hombre que tiene
amigos, sabe que cosa es la verdadera soledad... ¡Ah, me doy cuenta de que no
sabéis que cosa es la soledad!" (53).
A su fiel amigo Overbeck, compañero de cátedra de la Universidad, le
describirá su sufrimiento y soledad interior, por el clima de tristeza que
observa en su entorno, en los penumbrosos días que decidió alejarse para
siempre de esa institución académica: "Dolor, soledad, paseos, mal
tiempo, esto es mi movimiento circular" (54). Su alejamiento de la vida
universitaria, de los acogedores rincones conocidos y las calles recorridas,
de aquellas cosas que le eran familiares, y de las relaciones con sus colegas
de Universidad, y que ha cambiado por una vida incierta y precaria, no lo
sentía como una pesada carga o una dolorosa renuncia, pues lo que habría
anulado el sentido de su existencia, la razón última de su vivir, hubiera
sido el buscar impedimentos y no atreverse a realizar esta renuncia. Nietzsche
consideraba que, en las condiciones anímicas y psicológicas en las que se
encontraba, no había otra salida, si quería conseguir las nuevas condiciones
de aislamiento contemplativo que imperiosamente buscaba, por la necesidad
básica y vital de hallar nuevas vías y nuevas condiciones ambientales a sus
reflexiones teóricas y a su creatividad intelectual, con la finalidad de
llevar a cabo su obra filosófica de artista con aspiración de perduración
eterna: "Cuando el contemplador pensativo elige la soledad no pretende
renunciar a nada; por el contrario, la renuncia para él, la melancolía, la
destrucción de sí mismo, sería tener que continuar en la vida práctica;
renunciar a ésta porque la conoce y se conoce. Así es como da el salto en su
agua, así como gana su eternidad" (55).
Nietzsche, intensificó su soledad física y espiritual, a medida que fue
perdiendo gradualmente, en gran parte por su extraña y peculiar forma de ser,
a sus más cercanas amistades. Th. Mann, comentará "que los amigos de
Nietzsche deploraban que siempre se dedicaba a serrar la rama sobre la que
estaba sentado, con lo que estaba condenado a acabar mal"(56). No
obstante, Nietzsche reconocerá la necesidad de que el artista, el escritor,
pueda compartir, en determinados momentos, el afecto y el reconocimiento de
sus amigos, para alimentar la motivación y el aliento de su espíritu
creativo: "Un buen escritor no cuenta tan sólo con su propio espíritu,
sino también con el espíritu de sus amigos" (57).
En este orden de consideraciones, podemos traer al recuerdo la agria y
violenta ruptura con Wagner , con su mujer Cósima y H. von Bülov. La larga y
entrañable amistad que tenía con Erwin Rohde, comenzó a erosionarse a raíz
de las duras críticas que éste virtió contra su libro Humano, demasiado
Humano. Su intensa relación con Paul Rée quedó rota a consecuencia del
"affaire" con Lou Salomé, y al fogoso y apurado músico Carl Fuchs
no le quedó otra salida que enemistarse con Nietzsche, cuando éste le trató
varias veces con acritud y despecho de palabra y por escrito. Triste y
doloroso fue el discreto y progresivo apartamiento de su culta y venerable
amiga Malwida von Meysenburg, wagneriana e íntima amiga de Cósima, que
trató a Nietzsche con maternales cuidados y que le ayudó con tanta solicitud
en momentos difíciles, hasta el momento en que éste, arrastrado por un
visceral y desmesurado furor dialéctico, atacó tan despiadamente a Wagner.
Otros amigos como P. Widemann, Karl Hillebrand. Fiedrich Ritschl, su cuñado
Bernhard Foster, etc., también se fueron alejando paulatinamente de él.
Solamente el agnóstico profesor de teología de la Universidad de Basilea,
Franz Overbeck . y el que fuera su amanuense y frustrado músico Heinrich
Köselitz (conocido con el sobrenombre de "Peter Gast"), aunque
fuera a contrapelo, le fueron fieles hasta el final. (58).
En los últimos meses de 1870, antes de su alejamiento de Basilea, Nietzche ya
registraba dentro de sí, la dolorosa y persistente mordedura de la soledad,
ocasionada principalmente por la ausencia y apartamiento de sus amistades:
"Conozco perfectamente el sentimiento que produce la soledad por falta de
amigos" le dirá a E. Rhode (59). Pero este era el precio que tenía que
pagar, el riesgo al que se tenía que exponer, si quería llevar a término la
arriesgada y peligrosa tarea de iluminar proféticamente los destinos de la
futura humanidad:
Con enfática solemnidad escribirá en Aurora: Para llegar a ser el
profeta y el taumaturgo de su época, lo mismo hoy que en otro tiempo, hay que
vivir aislado" (60).
Una admiradora de sus pensamientos, estudiante de filosofía, le escribió en
marzo de 1884, para expresarle su deseo de desplazarse a Niza con objeto de
poderlo conocer. La respuesta que le da Nietzsche, desde esta ribereña ciudad
donde pasó algunos inviernos, revela su grado de conciencia de hombre
solitario, sumergido en las oscuras cavidades de inaccesibles e infinitas
cavernas interiores: "Le enseñaré Niza y, en lo posible, también a mi
mismo, ya que Vd. quiere conocer al viejo solitario. No obstante todo
solitario tiene su caverna en sí mismo, y, a veces, tras la caverna, otra y
otra. Quiero decir que resulta difícil conocer a un solitario" (61). En
otras ocasiones, Nietzsche volverá a utilizar esta metáfora de la
"caverna", como símbolo de su honda soledad, o también "la
del oso en su caverna", refiriéndose a la vida errante y profética del
visionario Zaratustra (62). La figura literaria de la "caverna" como
lugar natural que ofrecen las cavidades y oberturas de los peñascos, le sirve
para aplicarla metafóricamente a la soledad del artista creador que
adentrándose en sus oscuras galerías y apartado voluntariamente de la
cercanía de los hombres, desea encontrarse a solas con su alma y meditar sin
agobios sus peligrosos e inquietantes pensamientos. Con un contenido
sabrosamente substancial y poéticamente arrebatador, Nietzsche, escribirá en
Más allá del bien y del Mal: Quien durante años, durante días y
noches ha estado sentado solo con su alma, en disputa y conversación
íntimas, quien en su caverna convirtióse en oso de cavernas, ése tiene unos
conceptos que acaban adquiriendo un color crepuscular, propio"(63),
consideración que formulará desde otra perspectiva enAurora":
"Si te sientes grande y fecundo en la soledad, la compañía de los
hombres te empequeñecería y te volvería estéril" (64)
Es comprensible por ello, que durante estas fechas, su hermana Elisabeth,
especialmente dolorida por el rompimiento con Wagner y Cósima, a los que
profesaba un profundo afecto, expresara a Köselitz su inquietud con tonos
algo patéticos, al observar como la hostil actitud de su hermano Fritz,
provocaba que sus más íntimos amigos se fueran alejando de él: "Veo
como sobre mi pobre hermano reposa, como una fatalidad horrible, la
inclinación trágica a ahuyentar de sí, por un comportamiento
incomprensible, a todas las personas que más lo han querido. ¡Vaya vejez
solitaria que le espera! ¡Pobre Fritz!" (65). El paso del tiempo
corroborará los inquietantes presagios de Lithz.
A pesar de que Nietzsche es consciente de las consecuencias terribles de la
soledad, sostendrá con soberbia tenacidad, su concepción de que solamente
los hombres superiores, los más grandes y de voluntad más fuerte, los más
rebeldes, los que están más allá del bien y del mal, son los que necesitan
de ella para destilar fuera de sí la riqueza interior de sus inspiraciones y
pensamientos: "El más grande será el que pueda ser el más solitario,
el más oculto, el más divergente, el hombre más allá del bien y del mal,
el señor de sus virtudes, el sobrado de voluntad" (66). Para él, los
amantes y amigos de la soledad son los espíritus libres, aquellos que no
forman parte del rebaño ni entran en el juego de su pasiva mediocridad.
Atrevidas reflexiones que intentará expresar con imponentes alegorías
cronológicas: "Somos los amigos natos, jurados y celosos de la
"soledad", de nuestra propia soledad, la más honda, la más de
media noche, la más de mediodía, ¡esa especie de hombres somos nosotros,
nosotros los espíritus libres!" (67). En este dilema no hay componendas
posibles, no hay alternativas intermedias, o se acepta la soledad como
condición indispensable de una vida superior y más creativa, o no queda otra
posibilidad que la de sumergirse en la mesnada impersonal del rebaño:
"Hasta que punto un hombre es solitario o tiene instintos de rebaño.
Consecuencia: no se debe valorizar el tipo solitario, comparándole con el del
rebaño, ni el del rebaño según el tipo del solitario"(68).
El pensador alemán siempre mostrará su natural rechazo para vivir, sin más,
en medio de la multitud, de beber y nutrir su pensamiento con aquellos mismos
ingredientes con los que las gentes nutren y satisfacen su inapetencia
espiritual. En ello vislumbra el peligro, de que por la presión colectiva de
los hechos, se dejara arrastrar y acoger por la anemia existencial en la que
estas multitudes están sumergidas, pues podría perder su propio norte,
contraer su misma vaciedad y penuria interior, poniéndose en riesgo de diluir
y colapsar su propia potencia creativa. Y es que Nietzsche parte del principio
de que el hombre vital, el hombre que pretende abrir nuevos senderos en el
arte y alumbrar fecundos y arriesgados pensamientos, necesita de la soledad
para aislarse de lo que complace a la muchedumbre, para encontrar la
autoidentidad de sus propias reflexiones y el sendero de su propia tarea:
"Vuelvo a la soledad, por no beber en las cisternas que están para el
uso de todos. En medio de la multitud vivo como la multitud y no pienso como
yo pienso; al cabo de algún tiempo tengo el presentimiento de que me quieren
desterrar de mí mismo y robarme el alma" (69).
A pesar de la necesidad vital del aislamiento, del oxígeno espiritual que
representa para el hombre creativo, la soledad en sí misma puede llegar a
convertirse en una dura y fría sensación de silenciosa mordedura y de
inmisericorde tediosidad, de un tiempo que pasa sin pasar, en la continua
sucesión de unos inacabables instantes que resecan la afectividad y el
resuello
del alma. Nietzsche tuvo que experimentar con toda su crudeza las punzadas de
la soledad en sus largas y monótonas jornadas, sin importarle confesar que en
algunas situaciones la experimentó en todo su triste y grave pesar,
ocasionándole un deprimente hastío existencial que apenas se le hacía
soportable. Pero tan lejos ha ido con su voluntario aislamiento, con su
arriesgada decisión, que ya es demasiado tarde para volver atrás y retornar
a sus antiguas ocupaciones: "Siete años de soledad quedan a mis
espaldas. En realidad, no estoy en absoluto hecho para la soledad y ahora, que
ya no veo como poder librarme de ella, me asalta casi cada semana un hastío
tan repentino de la vida, que me siento enfermo"(70). K. Jaspers hará un
diagnóstico de esta ambivalente situación anímica: "Nietzsche se queja
por la soledad, y, sin embargo, la desea, padece por la falta de lo que hay de
humanamente normal y, sin embargo, conscientemente elige el ser de excepción
que es" (71).
Antes que renunciar a sus propósitos, Nietzsche prefiere asumir las duras
consecuencias de su aislamiento, de su ruptura definitiva con los demás, tal
como le dice a Rhode desde Niza: "Todo ha terminado. La verdad, sin
embargo, destella en la mirada: y estos ojos me dicen: Amigo Nietzsche, estás
completamente solo" (72). Aunque sean tan desoladores los filtros de la
soledad y el desamparo, Nietzsche no rehusa beberlos estoicamente, aceptando
sus amargas acideces, pues es la única forma de poder encontrar en el frío
abismo del silencio, las idóneas condiciones que le permitan extraer de la
interioridad de su ser, toda la pulpa concentrada de los dorados frutos de su
creatividad. Es lo que le expresará a Malwida en el invierno de 1880:
"El completo desamparo me ha permitido descubrir mis propias fuerzas de
salvación" (73).
El pensador alemán considera que para evitar mezclarse con el espíritu
mediocre de las gentes y compartir sus decadentes formas de vida, debe
afrontar con valentía y sin mirar hacia atrás, las imperativas exigencias de
la soledad, pues la proximidad con ellas, podría amenazar la gran tarea y la
alta misión que debe llevar a término: "Prefiero mil veces la
clandestinidad absoluta en la que vivo -le dirá a Overbeck- a la convivencia
con charlatanes y mediocres (74). Cuando hubo escrito Así habló
Zaratustra, su "gran obra", se confirmó en su postura de
apartarse de las multitudes, pues desde aquel momento se sintió un genio
creador, un artista tan por encima de los demás, que en adelante ya no podía
vivir sino aislado consigo mismo, en la azul soledad de sus altos
pensamientos. La distancia con sus semejantes ya se ha vuelto tan pronunciada
y equidistante, que reconocerá, según le dice a C. Fuchs en 1888, que:
"el abismo con los demás se ha hecho ya demasiado grande" (75)
En el verano de 1884, después de cinco años de ausencia, tiene la
oportunidad de acudir a Basilea para revivir pasados recuerdos, pero sufre una
gran decepción que le hiere en su orgullo, al comprobar que sus antiguas
amistades se han convertido en lejanos y extraños personajes que le obligan a
representar un forzado y falso trato de meras apariencias, mendaz y
superficial. Al experimentar estas desconfiada y recelosas actitudes, siente
incrementarse todavía más su añoranza por vivir en apartada y tranquila
soledad: "Basilea, o mejor mi intento de revivir el viejo trato de
antaño con los basileos y la Universidad, me ha agotado profundamente. Un
papel y un disfraz tales cuestan ahora demasiado a mi orgullo. ¡Mil veces
mejor la soledad!" (76). Su amiga y discípula, la suiza Meta von Salis,
que pasaba algunas temporadas en Sils-María, nos describe con lírica
ternura, la honda soledad en la que vivía su admirado y singular escritor:
"En el silencioso mundo de la alta Engadina, en el entorno saturado de
formas y colores de la limpia Sils-María, entró el hombre más solitario,
orgulloso y tierno de nuestro siglo en su reino originario, igual que el hijo
de un rey nacido en el destierro" (77).
6.- LOS VERANOS EN LA ENGADINA.
En el verano de 1881, Nietzsche descubrió inesperadamente al dirigirse hacia
St. Moritz, el pequeño pueblo de Sils-María ubicado en la alta Engadina, y
tanto le agradó el lugar, el clima y sus paisajes, que para sus estancias
estivales lo eligió como su lugar de residencia (78). Es indudable, como
decía Meta von Salis, que Nietzsche estuvo viviendo en este valle alpino como
el solitario hijo de un rey nacido en el destierro. Thomas Mann, nos dirá al
respecto: "En toda la historia de la literatura mundial y en la del
espíritu, buscaríamos una figura más fascinante que la del solitario de
Sils María" (79). A su fiel Köselitz le comunica por carta las
agradables sensaciones que está experimentando en este hermoso valle alpino
rodeado de sus maravillosos paisajes, que ha recibido como un inesperado
regalo, comunicándole tal estado de ánimo, que nos recuerda la euforia y
entusiasmo que sentía en los días transcurridos en Tribschen, en compañía
de Wagner: "Gracias a un suizo formal y amable, me he aposentado en el
rincón más encantador de la tierra... Considero el descubrimiento de este
lugar un regalo tan inesperado como inmerecido" (80).
Instalado en Sils-María, en casa de la familia Durisch (81), se siente
inclinado a mostrar admiración por este lugar, al que considera uno de los
más bellos y magníficos que ha conocido: "el entorno de la Engadina -le
informa a su madre- y toda ella en general, me agrada extraordinariamente,
sigue siendo mi paisaje más querido" (82). Este enclave alpino de
ondulados valles y abruptos despeñaderos, le prestó alas a su creatividad
artística, y supo aprovecharlas para expresar con líricos acentos, a través
de la resonante voz de Zaratustra, sus proféticos vaticinios que aparecen
adornados de titánicas ideas e insólitas imágenes poéticas, y que serán
la mediación lírica del hermoso paisaje que le rodeaba: "¡Desde
silenciosas montañas y tempestades de dolor, mi alma desciende con estruendo
en los valles! Mi sabiduría salvaje quedó preñada en montañas solitarias
sobre ásperos peñascos", exclama el visionario de las alturas de su
solitaria morada. (83).
En este primer verano de su estancia en la Engadina, se inspirarán los
iniciales bosquejos del "Zaratustra", su libro preferido, del que ya
tenía una cierta noción en sus trazados más esenciales durante su estancia
en Reocaro cerca de Vicenza. Meta von Salis, testimoniará con sus recuerdos
algunas escenas de este alumbramiento literario: "Nietzsche me recogió
por la mañana, y paseando por los alrededores, pronto estuvimos en el
promontorio. Aquí había compuesto Nietzsche, cuando todavía no habían
caminos que facilitaran el acceso a este lugar, tumbado sobre el musgo y los
brezos llenos de sol, una parte de su Zaratustra" (84). Instalado en el
señorial silencio de estos paisajes alpinos, solo roto por el cadencial y
misterioso rumor de los árboles mecidos por el viento, experimenta un
mejoramiento de su salud, sintiendo despertar dentro de sí una febril y
ansiosa actividad de trabajo creativo. A su amiga Malwida, le escribe para
transmitirles estas sensaciones: "La soledad en la más solitaria
naturaleza ha sido hasta ahora mi alivio, mi medio curativo, en cambio esas
ciudades de vida moderna como Niza e incluso Zurich, me convierten en un ser
improductivo y enfermo" (85). Cuando dos años más tarde, tenga acabada
la segunda parte del Zaratustra, le escribirá con orgullosa satisfacción a
Köselitz, recordando con enfática solemnidad la fecha de su inicio:
"Esta Engadina es el lugar del nacimiento de mi "Zaratustra".
Acabo de encontrar el primer bosquejo de los pensamientos con los que se juega
en él; abajo está escrito: Comienzos de agosto de 1881 en Sils-María, 6.000
pies sobre el mar y más alto sobre todas las cosas humanas"(86).
Fue en la magnificencia de este valle alpino, bañado en el estío por las
aguas verdinegras de su lago rodeado de exuberantes bosques, de altos riscos y
nevadas cumbres, el lugar donde Nietzsche sintió una de las emociones más
fuertes, uno de los gozos más intensos y emotivos; la revelación del
"eterno retorno", que alteró profundamente su alma especulativa de
artista, abriéndole insospechadas dimensiones de utópicos ensueños. Esta
alumbradora revelación, le provocará un estado de agitada excitación, de
éxtasis dionisíaco, que le inspirarán las imágenes estéticas más
inmensas y sobrecojedoras: "En mi horizonte han surgido ideas tales como
no he conocido nunca -escribe en agosto del 1881- no quiero manifestar nada al
respecto para mantenerme en una tranquilidad imperturbable.., cantaba de
júbilo y decía tonterías poseído por una nueva visión de las cosas"
(87).
De ésta revelación, que es el primero en recibirla, surgirá su teoría más
temible, arriesgada y contradictoria, de la que piensa puede cambiar el curso
y el destino de los acontecimientos humanos, y que por la gravedad de sus
implicaciones le atosigará de modo casi obsesivo el resto de su vida, pero de
la que también surgirán sus más radiantes y jubilosas esperanzas y
extraerá sus más bellos y misteriosos simbolismos : "El que tengas que
ser el primero en enseñar esta doctrina -gritará Zaratustra- ¡cómo no iba
a ser ese gran destino también tu máximo peligro y tu máxima enfermedad!
(88). En Ecce Homo, recordará con temblorosa memoria este suceso
inolvidable, el sitio y el lugar en el que sucedió la inesperada iluminación
del "eterno retorno", semejante a un potente y deslumbrador rayo:
"Aquel día caminaba yo junto al lago de Silvaplana a través de los
bosques; junto a una imponente roca que se eleva en forma de pirámide no
lejos de Surlei, me detuve. Entonces me vino de golpe ese pensamiento"
(89). Algunas personas que tuvieron la ocasión de relacionarse con Nietzsche
durante estos veranos en Sils-María, cuentan que en sus solitarios paseos,
acudía a menudo a la "roca de Zaratustra", la roca de la
revelación del "eterno retorno", y allí, sumergido en aquel
ambiente de serena calma, de silenciosa belleza, se encerraba en sus ensueños
dionisíacos desbordantes de cósmicas imágenes.
La periodista Helen Zimmern, que estuvo en Sils María en el verano del 84,
cuenta al respecto: "Nietzsche venía a pasear comigo por la orilla del
lago Silvaplana hasta una roca que se adentraba en él y que a Nietzsche le
gustaba mucho... ¡Parecía tan solo!"(90). Su admiradora Resa von
Schirnhofer describe impresiones semejantes; "También a mí como antes y
después a otros de sus visitantes, Nietzsche me condujo a la roca rodeada de
agua que está a la orilla del lago de Silvaplana, a la roca de Zaratustra, a
aquel maravilloso paraje de grave belleza natural. Después de sentarme, en la
para él roca sagrada, Zaratustra comenzó a hablar desde el mundo de su alta
tensión espiritual y emocional, derramando gran abundancia de ideas e
imágenes revestidas de un lenguaje ditirámbico. Esta visita a la roca de
Zaratustra, posee todavía hoy una realidad conmovedora en mi
recuerdo"(91). Meta von Salis comentará la atracción que sentía
Nietzsche por la roca de Zaratustra: Aquí en este promontorio, había deseado
ser enterrado cuando le llegase la hora"(92).
No obstante, en los diversos veranos que acude a la Engadina, su paisaje más
querido, tiene que soportar estoicamente los cambios de temperatura que a
menudo se producen en estos altos valles, en el que el frío muestra su faz
más inhóspita y amenazante, lo que suponía un riesgo para su sensible y
frágil salud. En carta que escribe a Overbeck, en el verano de 1881, el
primero de su estancia, se lamenta de estos bruscos cambios climáticos que le
originan dolorosos ataques: "¡También aquí hay un clima excepcional!
¡Constantes cambios de las condiciones atmosféricas! Tengo imperiosa
necesidad de un cielo puro, de los contrario voy a seguir estacionario ¡Llevo
ya seis graves ataques, de dos o tres días" (93). Dos años después, en
el estío de 1883, le informa a su hermana en parecidos términos: "El
entorno de la Engadina y todo en ella en general me agrada otra vez de forma
extraordinaria, sigue siendo mi paisaje más querido -pero "tiene"
que hacer más calor" (94). No obstante, a los pocos días de estas
quejosas misivas, le comenta a C. von Gerdsdorf, su preferencia por esta
región: "Me encuentro de nuevo en la Alta Engadina, y siento de nuevo
que aquí y en ningún otro lugar se encuentra mi verdadera patria, y el
criadero de mi pensamiento" (95)
El año 1888, fue el último en que Nietzsche permaneció con lucidez mental,
y en consecuencia fue el último estío que acudió a Sils María. A pesar de
que en aquel hermoso valle también había soportado los achaques de sus
jaquecas y dolores intestinales, no podía olvidar que este lugar con sus
empinadas quebradas de bosques frondosos, de atajos y veredas, fue el
escenario ideal de sus largas caminatas, que le permitió extraer muchas de
sus ideas y de sus utópicos proyectos, que plasmaba después en sus
aforismos. A su amigo G. Brandes le comenta el proceso de elaboración de sus
diferentes escritos, confirmando estas aseveraciones: "Todo ha sido
concebido de camino, en largos paseos, con una certeza absoluta, como si cada
frase me hubiese sido dictada"(96). Es indudable que Nietzsche fue
siempre un consumado caminante, realizando a diario largos paseos, lo que le
valió el nombre de "caminante de riscos" que le puso Jacob
Burckhardt. Incluso antes de residir en Sils María, ya tenía arraigada esta
afición, tal como le comenta a C. von Gerdsdorff, desde Steinbad en julio de
1875: "Ayer, al atardecer, estuve vagando por hermosos bosques y
recónditos valles, durante más de tres horas, soñando, mientras andaba, en
todas mis esperanzas del porvenir" (97), y un mes más tarde le escibe a
Rhode: "Camino mucho por los bosques... tuve algunos días francamente
buenos, y me dediqué a pasear por los montes, siempre solo, pero no puedo
decirte lo agradable y alegre de mi estado de ánimo (98) Estos recorridos y
constantes caminatas las tiene presentes en la confección del Zaratustra, a
través de las incansables andaduras que tuvo que realizar el iluminado
profeta para proclamar sus terribles sentencias: "Mientras continuaba su
camino, subiendo, bajando, pasando unas veces al lado de verdes prados, pero
también por barrancos salvajes y pedregosos, donde en otro tiempo, un
impaciente arroyo había tendido su lecho; de repente sus pensamientos
comenzaron a volverse más cálidos y cordiales" (99).
Nietzshce siempre se sintió deudor de esta comarca de la alta Engadina,
"mi paisaje tan alejado de la vida, tan metafísico", como le dirá
nostálgicamente a C. Fuchs. (100). Sumergido en la magnificencia de estos
paisajes, se sintió arrebatado por intensas emociones y golpeado por
luminosas e inesperadas revelaciones que impulsaron con inusitada fecundidad
su fuerza creativa, y que encauzó para elaborar algunos de sus más
provocadores y polémicos escritos que contrastaban con la quietud y la serena
paz del entorno. Meta von Salis describe bellamente esa disparidad tan
acusada, entre el sereno ambiente de Sils y los tormentosos y desafiantes
apuntes que va tomando Nietzsche en este apacible lugar: "La existencia
interior y la exterior se escinden de forma progresiva. Por una parte, vemos
al tranquilo paseante por caminos apacibles del bosque, a la vera del lago o
en remotos valles alpinos acompañado por damas cultas, o en barca sobre el
lago, dejándose introducir en el movimiento rítmico y melódico del remo.
Pero por otra parte, braman sus palabras y frases en los cuadernos de apuntes
como la tempestad y la tormenta, o como el vendaval en los valles
alpinos"(101).
A mediados de septiembre de 1888, Nietzsche, sin ser todavía consciente de
ello, se alejó por última vez de aquel rincón que había descubierto por
casualidad ocho años antes y que recibió como un regalo inmerecido,
derramando su imponente grandeza como un caudaloso manantial repleto de
inspiraciones artísticas. Al descender con pesadumbre de estos valles,
abrumado por siniestros presagios, se desplaza a la ciudad de Turín, en la
que a primeros de enero de 1889, sufrió el definitivo ataque de crisis
cerebral que le hundió en las tinieblas mentales y en la total inactividad.
(1).- Correspondencia, carta 7 mayo 1879, p 74
(2).- F. Nietzsche, El Crepúsculo de los Ídolos, af 5, del aptdo: Lo
que los alemanes están perdiendo.
(3).- Después de publicar Humano, demasiado Humano, La Gaya Ciencia
y Aurora, sus obras más cercanas el espíritu apolíneo, su estilo
literario aparecerá impregnado de espíritu dionisíaco. No obstante, a
Nietzsche no le agradaba la originalidad sin más en el estilo literario, ni
el "diletantismo" que usa expresiones retóricas y extravagantes
fuera de lugar. En ElViajero y su sombra, af 127, dirá: "Emplear
neologismos o arcaísmos en el lenguaje, preferir lo raro y extravagante, es
siempre el signo de un gusto que todavía no ha llegado a su madurez o que ya
está corrompido". E. Fink , en relación con el estilo de Nietzsche nos
dice: "Sus obras atraen por el esplendor de su estilo, por su forma
aforística, seduce y cautiva por la audacia de sus formulaciones, ejerce una
fascinación estética, adormece por la magia de sus extremosidades" (La
Filosofía de Nietzsche, Alianza Universitaria, Madrid, 1982, p 11).
Aunque esta capacidad de "adormecer por la magia de sus estremosidades"
que apunta Fink como alago, como hemos visto en el capítulo anterior,
Nietzsche la formula como acusación contra Wagner. M. Montoliu, comentando
unos poemas de Nietzsche dirá: "la lengua de Nietzsche es quizá la
cumbre alcanzada por la lengua alemana como instrumento de expresión
estética. La construcción de estilo, la rítmica, la métrica, son
sencillamente inadaptables a otra lengua" (Nietzsche en España de
G. Sobejano, Ed. Gredos, Madrid 1967, p 501) En esta misma obra, F. Trigo,
comentará la interesante cuestión de que en su peculiar estilo, Nietzsche
tuvo la virtud de saber ajustarse a su singular y tortuosa personalidad;
"Lo que no puede dudarse, es que Nietzsche supo acomodar su modo de decir
a las tenebrosidades rotas u ondulantes de su modo de pensar. Es su gran
mérito. Se nos manifestó como él es", p 233. Thomas Mann, escribirá
al respecto: "Su propia lengua es música y denota una finura del oído
interior, una maestría del sentido de la cadencia, del "tempo" del
ritmo, del discurso (Prólogo a un comentario musical de Nietzsche,
Berlín, 1924, Ed Terra Nova, Bareclona 1986)
(4).- Un ejemplo de estas contradicciones es su obra El Origen de la
Tragedia, en que las tesis artísticas y fisolósficas que expone, al cabo
de cinco años las contradice totalmente en Humano demasiado Humano.
(5).- En El Crepúsculo de los Ídolos. af 1, del aptdo: "Lo que
debo a los antiguos", Nietzsche dice: "Mi sentido del estilo, del
epigrama como estilo, se despertó casi de manera instantánea al contacto con
Salustio". Recordemos que los aforismos o epigramas expresan de forma
breve, diversas reflexiones y juicios de carácter moral, práctico o
teórico, escritos en verso o en prosa. A lo largo del tiempo, han habido una
serie de autores que adoptaron esta forma del aforismo para exponer sus ideas
y pensamientos. Es el caso de las famosas "Sentencias" atribuidas a
los siete sabios de Grecia, los aforismo de naturaleza médica de Hipócrates,
las máximas de Epícteto, los diálogos y pensamientos de Platón, Cicerón,
Séneca, Marco Aurelio, Salustio, Diógenes Laercio, los versos de Virgilio,
Marcial, etc. También los líbros bíblicos didácticos-morales de estilo
aforístico: Libro de Proverbios, Eclesiastés, etc. En Francia y Inglaterra,
aparecen los Ensayos de Montaigne escritos en forma epigramática, los
pensamientos de Blas Pascal, los aforismos de La Bruyère y de La
Rochefoucauld, o los de Francis Bacon del Novum Organum. En Alemania se
puede señalar los aforismos de Schopenhauer en Parerga y Paralipomena,
los de Nietzsche que estamos comentando, y en nuestro siglo destacan las
proposiciones de Wittgenstein en el Tractatus, etc.
(6).- F. Nietzsche, Correspondencia, carta 5 octubre 1879, p 77.
(7).- Ibídem, carta a H. Muschacke, abril 1867.
(8).- Será ilustrativo recordar que en la Edad Media se les denominaba con el
término "artistas" a los que se dedicaban a la filosofía. En la
2ª parte de Humano, demasiado Humano, Nietzsche comenta en el af 99,
denominado: "El poeta como vaticinador" esta mutua fusión entre el
saber filosófico y el arte: "La fuerza, la bondad, la dulzura, la
pureza, un suelo llano que provoca al pie el reposo y la alegría, un cielo
luminoso que se refleja en los rostros y en los acontecimientos, el saber y el
arte fundidos en una unidad nueva".
(9).-. Id, Correspondencia, carta 14 diciembre 1887, p 119.
(10).- En el apartado: "La ofrenda de la miel" dice Zaratustra:
"No en vano se dijo a sí mismo en otro tiempo: "Llega a ser el que
eres"".
(11).- Ya en el año 1868, un año antes de su dedicación a la docencia
universitaria, le escribe a Paul Deussen: "Para hablar mitológicamente
diré que considero a la filología como un aborto de la diosa
filosofía", Correspondencia, carta octubre 1868, p 14. Medio año
después, en mayo del 69, en la disertación inaugural que dió en la
Universidad de Basilea, titulada Homero y la Filología Clásica, dice
al final de la misma: "Toda actividad filológica ha de estar encuadrada
en una concepción filosófica del mundo"
(12).- El nombre completo de estos escritos, publicados a título póstumo, en
base a los cuales Nietzsche pensaba redactar la IV Intempestiva, es el de Pensamientos
y Esbozos para la Consideración Intempestiva; Nosotros los Filólogos.
(13).- F. Nietzsche, Nosotros los Filólogos, p 848.
(14).- Ibídem, p 850. El filósofo danés Soren Kierkegaard, ya había
criticado con su proverbial agudeza y con términos parecidos a los de
Nietzsche, el espíritu funcionarial de los profesores de Universidad que
impartían sus reflexiones filosóficas desconectadas de la vida real y de
cualquier compromiso personal.
(15).- Ibídem, p 874.
(16).- Ibídem, p 878. Esta superficialidad y parcialidad científica de la
filología, le lleva al deseo de iniciar unos nuevos estudios en Austria, tal
como le comenta a Rhode desde la Turingia: "En otoño iré a la
Universidad de Viena para comenzar unos nuevos estudios , después de que mis
años de estudiante se echaron algo a perder por una dedicación demasiado
unilateral a la filología", Correspondencia, julio 1882, p 91.
(17).- Nosotros los Filólogos, p 879.
(18).- Ibídem, p 880.
(19).- Ibídem, p 892.
(20).- Ibídem, p 904.
(21).- Ibídem, p 916.
(22).- Ibídem,
(23).- Ibídem, p 903.
(24).- Ibídem, p 908.
(25).- Ibídem, p 914.
(26).- Ibídem, p 918.
(27).- C.P. Janz: Los diez años del filósofo errante, op. c. Vol. II,
p 197. En la pág 69 corrobora su postura de la indiferencia de Nietzsche por
el arte plástico: "No nos ha quedado noticia alguna de que la magnífica
catedral de Naumburg, a cuya sombra pasó unos años tan receptivos, o la
Galería de Dresden, o los viejos claustros de Pforta, le dijeran nada
esencial".
(28).- Th Mann, Prólogo a una conmemoración musical de Nietzsche, Ed
Terra Nova, Barcelona 1986, p 136
(29).- En esta aforismo escribe: "El desarrollo artístico de la mirada
desde la infancia, por medio del dibujo y de la pintura, por medio de croquis,
de paisajes, de personas, de acontecimientos, proporciona de una manera
accesoria, más para toda la vida, la ventaja inapreciable de aguzar la vista
para la observación de los hombres y de las situaciones, haciéndola más
tranquila y perseverante. Semejante beneficio secundario no se deriva de la
cultura artísticadel oído"
(30).- En el af 217 dela 1ª parte de Humano, demasiado Humano,
Nietzsche comenta la tendencia de algunos pintores de
"intelectualizar" su arte, en detrimento del placer estético:
"Algunos pintores han vuelto el ojo más intelectual y han ido más allá
de lo que antes se llamaba placer de los colores y las formas artísticas. En
el af. 116 de la 2ª parte, se refiere al gusto cromático de los artistas de
su tiempo: "Los poetas y los artistas verdaderos del tiempo presente
gustan de aplicar su pintura sobre un fondo brillante de rojo, verde, gris y
oro, sobre el fondo de la sensualidad nerviosa". Nietzsche mostrará su
admiración por una serie de pintores como Rafael, Rubens, Leonardo de Vinci,
Miguel Angel, Durero (cuya reproducción de "El Caballero, la muerte y el
diablo" -uno de los preferidos de Lutero-, la regaló a Rhode). En el af
794 de La Voluntad de Poder, alaba a Rafael como el mejor prototipo de
las cualidades que deben poseer los grandes artistas: "Los artistas de
valor son consecuencia de un temperamento fuerte, exuberante, se trata de
animales vigorosos, sensuales. No se puede pensar en Rafael sin
enardecernos". En el af 73, de El Viajero y su Sombra, dirá sobre
la sensibilidad de este pintor: "Rafael conservó siempre su lealtad en
aquel cuadro excepcional, la madonna de la capilla sixtina".
Refiriéndose en el af 144, a las virtudes de Miguel Angel, del que se sentía
atraído por la grandeza y vigor de su escultura, escribe: "La elocuencia
de las pasiones y de las actitudes violentas, de la fealdad sublime, de las
grandes masas y cantidades, se ven sus huellas en Miguel Angel". En el af
220 de la 1ª parte de Humano, demasiado Humano, dirá respecto de
estos dos artistas: "Los cuadros de Rafael, los frescos de Miguel Angel,
las catedrales góticas, suponen no solamente una significación cósmica,
sino también una significación metafísica de los objetos de arte". En
el af 823 de La Voluntad de Poder comenta la interrealción entre
poesía y pintura: "A propósito de los pintores modernos, son poetas y
en ocasiones pintores, unos imitan a Rafael, otros a los primeros maestros
italianos, los pintores de paisajes emplean árboles y nubes para componer
odas y elegías. Ninguno es simple y totalmente pintor". En el af 840 de
esta obra, repite las alabanzas al pintor Rafael: "Cuando el arte es la
expresión del reconocimiento por una felicidad gozada, estamos en el arte de
la apoteósis, del esplendor de la gloria y el ditirambo, que forma parte de
la pintura de Rafael". En este mismo aforismo también se refiere a
Homero y a Rubens, como paradigmas de los artistas apoteósicos: "Homero
y Rubens como verdaderos artistas de la apoteósis. La música aún no ha
tenido ningún representante en este plano". En el af 218 de la 1ª parte
de Humano, demasiado Humano, se queja de la escasa educación que hay
en su tiempo sobre el arte arquitectónico: "En general no comprendemos
la arquitectura, al menos de la manera como comprendemos la música. Hemos
crecido fuera de la simbólica de las líneas y de las figuras... ¿Qué es
para nosotros ahora la belleza de un edificio? Lo mismo que el bello rostro de
una mujer sin espíritu, algo como una máscara".
(31).- F. Nietzsche, Correspondencia, carta a su hermana, verano de
1873..
(32).- Id, Ecce Homo, del apartado: "Porque soy un destino",
af 1.
(33).- Ibídem, carta febrero 1886, p 109.
(34).- F. Nietzsche, Así habló Zaratustra, del apartado: "En las
islas afortunadas". En el aptdo: "De los virtuosos", dirá
Zaratustra: "Más semejante al hocico de jabalí debe mi palabra
desgarrar el fondo de vuestras almas; reja de arado quiero ser para
vosotros".
(35).- Id., La Voluntad de Poder, af. 1047 y 1048.
(36).- A título de ejemplo podríamos recordar a varios de los grandes
artistas y escritores que tuvieron al sufrimiento y al dolor como eternos
acompañantes de su producción creativa: Dante, Miguel Angel, Cervantes, San
Juan de la Cruz, Beeethoven, Dostoyewski, Balzac, Hölderlin, Baudelaire,
Gaudí, Van Gogh, etc. El mismo Wagner produce la mayoría de sus óperas en
medio de una total pobreza y en un entorno de incomprensión e indiferencia.
(37).- Respecto a los sufrimientos y enfermedades que padeció Nietzsche, es
indudable que Thomas Mann las reproduce en su recuerdo cuando describe las
crisis y sufrimientos del joven Adrián en su novela "Dr. Faustus":
"La crisis se prolongaba durante una parte de la semana y se repetía con
frecuencia, acompañada de jaquecas y vómitos que, duraban horas enteras y
hasta días, con el estomago vacío... cuando mi amigo no estaba en la cama,
se pasaba doce horas seguidas en la habitación oscurecida y gozaba de la
oscuridad como un elemento bienhechor. Yo tenía la impresión de que la
flaqueza fisiológica en mi amigo había sido una especie de refugio, de
escondite, en que su naturaleza se retiraba para poder, al abrigo del acecho y
la sospecha, en un atrincheramiento doloroso contra los hombres, concebir
planes para los cuales la salud normal no confiere la audacia necesaria",
"Doctor Faustus", Ed.Plaza y Janés, Barcelona, 1982, p. 42.
(38).- K. Jaspers, Nietzsche: Introducción a la comprensión de su
Filosofar, Ed. Sudamericana, Buenos Aires, 1963. La intensidad de los
dolores se hacía en ocasiones tan insoportable, que Nietzsche les escribe a
sus amigos que en estas de dolorosa postración se sentía tentado al
suicidio. Por estas fechas en las que Jaspers habla de su trance, Nietzsche le
escribe desde Naumburg a Malwida, comentándole la dureza de sus sufrimientos
y la claridad sobre sí mismo que le ha reportado el desamparo: "El
horroroso y casi constante martirio de mi vida me hace anhelar su fin... En lo
que se refiere a torturas y renuncias, mi vida en estos últimos años sólo
se puede comparar a la de un asceta de cualquier época; y sin embargo,
durante estos años he suavizado y purificado mi alma. (Notará Vd. que me
siento orgulloso de esto, de hecho el completo desamparo me ha permitido
descubrir mis propias fuerzas de salvación). Correspondencia, carta 14
enero 1980, p. 79.
(39).- F. Nietzsche, Correspondencia, carta 27 septiembre 1876, p 61
(40).- Ibidem, carta noviembre 1880. Con anterioridad le dice a von Bülow:
"Mi naturaleza está constituida para sufrir el martirio y como dispuesta
para consumirse a fuego lento. Ni siquiera he sabido ser lo suficiente agudo
para perder con ello la razón" Correspondencia, carta diciembre
1882, p 95.
(41).- F. Nietzsche, Así habló Zaratustra, del apartado: "En
lasislas afortunadas".
(42).- Id, Nietzsche contra Wagner, p 439.
(43).- F. Nietzsche, Cartas reunidas, invierno 1880, Insel Verlag,
Leipzig, vol. I.
(44).- Id, Correspondencia, carta a 10 abril 1888, p 136.
(45).- Id, Prólogo de La Gaya Ciencia
(46).- Id, Correspondencia, carta desde Sils María , 4 julio 1887, p
117.
(47).- Id, Nietzsche contra Wagner, p 439.
(48).- Id, Ecce Homo, del apartado: "Porque soy tan
inteligente", af 2.
(49).- Id, Así habló Zaratustra, del apartado: "En el monte de
los olivos".
(50).- K. Jaspers, Nietzsche y el cristianismo, R. Piper y Co Verlag,
Munich, p 304
(51).- F. Nietzsche, Así habló Zaratustra, del apartado: "El
Viajero"
(52).- Ibídem, del apartado: "Del país de la cultura"
(53).- Id, Consideraciones Intempestivas: Schopenhauer como educador.
(54).- Id, Correspondencia, carta 8 junio 1878, p 67.
(55).- Id, Aurora, af 440.
(56).- Thomas Mann, Prólogo a una conmemoración musical, p 152
(57).- Id, Humano, demasiado Humano, 1ª parte, af 180.
(58).- En la Navidad de 1882, le escribe a Franz Overbeck, desde Rapallo, y le
comenta con triste melancolía al final de la carta: "Querido amigo, tú
y tu venerable mujer, vosotros sois casi el último pedazo de tierra firme que
me queda", Correspondencia, p 98. Al profesor Jacob Burckhardt, le
informa de la ausencia de amigos con quien poder conservar y el silencio que
se ha hecho a su alrededor: "Siento no haberle visto ni haber conversado
con vd. desde hace tiempo ¿Con quién iría a hablar yo si me fuera imposible
hacerlo con vd?. El "silentium" se expande en derredor mío",
Ibídem, carta 22 septiembre 1886. En su último año de lucidez mental, le
escribe a Malwida, que por entonces ya se había distanciado de él, para
hablarle también del "vació" que se ha producido a su alrededor:
"Venerada amiga ¡por fin! ¿No es cierto? Pero he enmudecido
involuntariamente para todos, pues cada vez siento menos deseos de exponer a
la mirada de nadie las dificultades de mi existencia. Se ha producido
realmente un gran "vacío" a mi entorno. Nadie posee el concepto que
defina mi situación", Ibídem, carta desde Sils Maria, julio 1888.
(59).- Id, Correspondencia, carta 22 diciembre 1879.
(60).- Id, Aurora, af 325.
(61).- Id, Correspondencia, carta a Resa von Schirnhofer, 31 marzo
1884.
(62).- En el apartado: "La más silenciosa de todas las horas",
escribe: "Una vez más tiene Zaratustra que volver a su soledad, pero
esta vez el oso vuelve de mala gana a su caverna".
(63.- Id, Mas allá del Bien y del Mal, af 289.
(64).- Id, Aurora, af 473.
(65).- Carta de Elisabeth a Köselitz el 26 abril de 1884. Respecto a la
singular actitud de Nietzsche en su relación con los demás, comentará K.
Jaspers: "Al prohibir toda adaptación, al desenmascarar toda apariencia,
Nietzsche se encuentra cada vez más solo, aislado en su veracidad. El había
dicho: quiero despertar con respecto a mí mismo, la más alta
desconfianza", "Cuadernos de notas" de R. Blunck.
(66).- F. Nietzsche, Más allá del Bien y del Mal, af 212.
(67).- Ibídem, af 44. En Humano, demasiado Humano, comentará con
tonos poéticos, los efectos que el arte produce en los "espíritus
libres": "El espíritu libre, aunque se haya sacudido de toda
metafísica, los efectos más nobles del arte producen una resonancia de las
cuerdas metafísicas largo tiempo enmudecidas"
(68).- Id, La Voluntad de Poder, af 881.
(69).- Id, Aurora, af 491.
(70).- Id., Correspondencia, carta a su madre, 20 diciembre 1885. Tres
años antes, había escrito a Overbeck, para indicarle esta dualidad
ambivalente; el estar con la gente o el permanecer en la soledad:
"Algunas veces he pensado en alquilar una habitación en Basilea, hacer
visitas aquí y allá, y asistir a los cursos. Otras veces pensaba lo
contrario: llevar mi soledad y mi renuncia a su último extremo". Ibídem,
carta diciembre 1882, p 98. En carta a von Bülow, escrita en estas mismas
fechas, se lamenta de la "distante soledad a la que me veo obligado desde
1876". Ibídem, p. 95.
(71).- K. Jaspers, F. Nietzsche, Int. a la comprensión de su filosofar,
Ed. Sudamericana, Buenos Aires, 1963, p. 142.
(72).- Ibídem, carta a Rhode, 22 febrero 1884, p 105
(73).- Ibídem, carta a Malwida von Meysenbug, 14 enero 1880, p 79.
(74).- Ibídem, carta a Overbeck, diciembre 1884, p 109.
(75)- Ibídem, carta a Carl Fuchs, 18 julio 1888, p 149.
(76)- Ibídem, carta a Overbeck, 10 julio 1884, p 106.
(77).- Meta von Salis, Filósofo y hombre noble, recuerdos de la
Engadina, septiembre 1886, Ed Naumann, Leipzig.
(78).- El pueblo de Sils María está en un hermoso valle bañado por el lago
de Silvaplana y rodeado por las montañas de los Alpes, en la Alta Engadina,
cerca de Saint Moritz. Se puede acceder desde Italia po Chiavenna, subiendo el
puerto hasta coronar el paso de Maloja, o por el paso de Julier Pass si se
accede desde Chur por Suiza.
(79).- T. Mann, La filosofía de Nietzsche a la luz de nuestra experiencia.
Ed Terra Nova, Barcelona 1986, p 86.
(80).- F. Nietzsche, Correspondencia, carta julio 1881, p 88.
(81).- La casa de los Durisch se ha convertido en un pequeño museo de
recuerdos de la estancia de Nietzsche. Por escasos francos, el viajero puede
visitar su habitación ubicada en la parte delantera del piso superior, en la
que se puede apreciar una sencilla cama, una silla y una rudimentaria mesa. Es
un testimonio más de la modestia e incluso estoica pobreza en la que vivió
Nietzsche, en sus últimos diez años de producción intelectual por los
diversos lugares en los que se hospedó, tal como lo expresa Zaratustra en el
apartado: "El monte de los olivos": "Una cama sencilla me
calienta más que una cama rica, pues estoy celoso de mi pobreza. Y en
invierno es cuando ella más fiel me es"
(82).- F. Nietzsche, Correspondencia, carta a su madre, junio 1883.
(83).- Id, Así habló Zaratustra, del apartado: "El niño del
espejo".
(84).- Meta von Salis, op. c. Ed Naumann, Leipzig
(85).- Id, Correspondencia, carta 12 mayo 1887, p 114.
(86).- Ibídem, carta agosto 1881, p 88. En Ecce Homo, en el apartado
"Así habló Zaratustra", aparece el mismo relato.
(87).- Ibídem.
(88).- Id, Así habló Zaratustra, del apartado: "El
Convaleciente".
(89).- Id, Ecce Homo, del apartado: "Así habló Zaratustra",
af 1. Visitar la que en la actualidad se considera como "roca de
Zaratustra" y encaramarse en ella, supone para el viajero, la posibilidad
de "revivir" las poéticas sensaciones y los "prometeicos"
sentimientos que tuvo Nietzsche el día de la revelación del "eterno
retorno de los mismo". Resa von Schirnhofer, recuerda de su estancia en
Niza, la actitud extravagante, rayana en la ridiculez que adoptó Nietzsche
cuando le comunicó su misteriosos secreto: "Después de leerle "La
otra canción del baile", se levantó para despedirse y cuando estábamos
en la puerta cambiaron sus rasgos. Con una expresión rígida, arrojando
hurañas miradas en derredor como si amenazara un terrible peligro si alguien
hubiera escuchado sus palabras, con la mano en la boca para suavizar el tono,
susurrando me aunució el "misterio". Había algo de extravagante,
de inquietante incluso en el modo como me comunicó ell "eterno
retorno", el tremendo alcance de esta idea. De repente era otro Nietzsche
el que estab ante mí y yo me asusté". Sobre el hombre en Nietzsche,
Verlag Hain, Meinsenheim 1968.
(90).- H. Zimmern: La amiga inglesa de Nietzsche, nota de Oscar Levy.
(91).- R. von Schirnhofer, op. cit., p 215.
(92).- Meta von Salis, Op. cit, Naumann. Leipzig. En el apartado "El
grito de socorro" del Zaratustra, Nietzsche hace referencia a la roca del
iluminado viviente, una de sus imágenes preferida: "Al día siguiente
estaba sentado Zaratustra de nuevo en su roca delante de la caverna, mientras
los animales andaban fuera errantes, por el mundo para traer nuevo
alimento". En el apartado: "La ofrenda de la miel": "Un
día Zaratustra, se hallaba sentado sobre una roca delante de su caverna en la
que desde allí se ve el mar a lo lejos, al otro lado de abismos
tortuosos"
(93).- Ibídem, carta desde Sils María, 30 julio 1881, p. 87
(94).- Id. Correspondencia, carta 21 junio 1883. Nietzsche era muy
sensible a los cambios climatológicos, afectándole tanto en su fisiología
como también en su sus estados anímicos. Desde Turín le comunica a G.
Brandes: "Tengo necesidad de proceder con la mayor cautela; son
indispensables algunas condiciones de carácter climático y metereológico".
Ibídem, carta 10 abril 1888, p 136. A Overbeck, le informa en este último
verano: "Esta extrema irritabilidad a las impresiones metereológicas
noes un buen signo; caracteriza un agotamiento que constituye la causa de mi
sufrimiento". Ibídem, carta 4 julio 1888, p 145. K. Jaspers comentará
al respecto: "Su sensibilidad para el clima y para el estado del tiempo
le hacían sentir dolorosa o animadamente todos los matices del lugar, del
día y de las estaciones. Se esfuerza y se afana por experimentar el paisaje
en profundidad". Op. c. nota 64, p 520.
(95).- Ibídem, carta 28 junio 1883, pp. 101-102.
(96).- Ibidem, carta a G. Brandes, 10 abril 1888. También informa a Köselitz
que ha finalizado
(97b) Id, Correspondencia, carta a C Von Gerdsdorf, julio 1875.
(98 Ibídem, carta a Rohde, 1 agosto 1875
(99).- Id, Así habló Zaratustra, del apartado: "El mendigo
voluntario"
(100).- Ibidem, carta 14 abril 1888, p 136
(101).- Meta von Salis, op c.
Gentileza
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