Unión Soviética. VI. Cristianismo en Rusia
A. Evangelización y primeros siglos. 1. Cristianismo en Rusia antes de la conversión de la mayoría del país. 2. Cristianización de Rusia. 3. El cristianismo rusa antes de la invasión de los mongoles. 4. Invasión de los mongoles. Ruptura con Occidente. B. Los ortodoxos. 1. Siglo XIV. 2. Siglo XV. 3. Siglo XVI. 4. Siglo XVII. 5. Siglo XVIII. 6. Siglo XIX. 7. Principios del siglo XX. 8. El concilio de 1917 y su obra. 9. Bajo el poder soviético comunista. 10. La dispersión. 11. Las sectas rusas. C. Los católicos. 1. Católicos de rito latino. 2. Católicos de rito bizantino-eslavo.
El aspecto religioso de varias de las Repúblicas que constituyen la URSS se trata en las voces correspondientes a estas Repúblicas (V. ARMENIA V; GEORGIA III; ESTONIA III; LETONIA III; LITUANIA III; UCRANIA III). Aquí nos referiremos a los territorios de la parte europea de la República de Rusia, así como a Bielorrusia (v.) y a parte de Ucrania. Trataremos, en primer lugar, de la evangelización de estos territorios y de la expansión del cristianismo hasta la ruptura de la comunión con el Papa de la mayor parte de estos cristianos. En segundo lugar, de la historia de los ortodoxos rusos desde el mencionado cisma y, por último, la historia de los católicos durante el mismo periodo, tanto de los de rito latino como de los de rito bizantino-eslavo.
A. EVANGELIZACIÓN Y PRIMEROS SIGLOS.
1. Cristianismo en Rusia antes de la conversión de
la mayoría del país. El cristianismo había penetrado en Rusia mucho antes de que
en 988 tuviera lugar la conversión de la mayoría del país abandonando las
religiones paganas de sus antepasados (v. ESLAVOS 11). Una leyenda dice que el
apóstol S. Andrés (v.), que había ido a predicar el Evangelio a Scytia (V.
ESCITAS), había remontado el Dnieper hasta el lugar en que fue edificada Kiev,
había erigido allí una cruz y predicho la gloria de la futura ciudad. También es
creencia tradicional que el papa S. Clemente Romano (v.) exiliado en Crimea y
martirizado en el 101, convirtió allí a muchos habitantes. Sus reliquias fueron
encontradas por S. Cirilo en el 860, durante su misión en Kazaria, y trasladadas
en parte a Roma. Crimea tuvo en el s. IV siete obispos mártires. El patriarca
Tarasio (784-806) envió a Crimea a un misionero, Esteban, que llegó a ser obispo
de Souroj (m. 790). Durante la lucha con los iconoclastas (v.), el Sur de Rusia,
ocupado aún por los kázaros (v. UCRANIA), fue juntamente con Roma uno de los dos
lugares de refugio de los ortodoxos, perseguidos entonces por los Emperadores de
la dinastía isáurica (v.).
Cirilo, futuro apóstol de los eslavos, enviado en misión a Kazaria por el
patriarca Focio (v.), visitó el Sur de Rusia. Compuso con su hermano Metodio un
alfabeto para los pueblos eslavos, adaptado admirablemente a los sonidos de sus
lenguas y que ha reemplazado al antiguo alfabeto glagolítico (v.), probablemente
de origen caucasiano, que sólo subsistió como escritura criptográfica. Los dos
hermanos griegos (V. CIRILO Y METODIO, SANTOS), originarios de Salónica,
tradujeron la S. E. y los libros litúrgicos al dialecto búlgaro de los
alrededores de su ciudad, que de este modo llegó a ser la lengua litúrgica de
los pueblos eslavos ortodoxos. Desde fines del s. IX, los discípulos de S.
Metodio predican la fe en las regiones occidentales de Rusia. Es posible que los
primeros bautismos de rusos daten de mediados de ese siglo.
2. Cristianización de Rusia. Se remonta a S. Olga
(su fiesta se celebra el 2 de julio), abuela de S. Vladimiro el Grande (v.), que
fue bautizada en Constantinopla en el 954. Olga estaba en relación con el
emperador alemán Otón I (962-973) y recibió en Kiev al obispo Adalberto de
Tréveris en el 959. Cuando tuvo lugar la ocupación de Bulgaria por su hijo
Sviatoslav, éste preservó a todas las iglesias, a pesar de que é1 era pagano;
gracias a esta guerra, la Rusia de Kiev (v.) entró en relación con Bulgaria,
que, desde Simeón el Grande (893-927), estaba en pleno florecimiento cultural y
artístico. S. Vladimiro, lo mismo que sus hijos, fue bautizado probablemente en
el 988 y la mayoría del pueblo de Kiev lo fue en la primavera del 989 por
sacerdotes búlgaros, antes de las dos grandes expediciones para ayudar a los
Emperadores bizantinos contra Bardas Focas. S. Vladimiro entró triunfalmente en
Kiev en el 990, dando inicio a unos años de gobierno que quiso inspirar en la fe
cristiana. Ésta no sólo transformó la vida del príncipe, sino que influyó en
toda la vida del país.
Es necesario subrayar, para comprender la historia del cristianismo en Rusia,
que ésta ha recibido su evangelización en la época de la victoria definitiva de
la ortodoxia sobre la iconoclasia y del gran desarrollo litúrgico. El culto de
los iconos y la liturgia -teología auditiva, como se la llamará después- estarán
en el centro de la vida religiosa del pueblo ruso. A esto hay que añadir dos
rasgos específicamente rusos: el comunitarismo (sobornost) y el escatologismo.
El primero se expresa en la participación activa de los laicos en la vida de la
Iglesia, y el segundo en el deseo de ver el reino de los cielos y en la búsqueda
de la verdad sobre esta tierra, en el desprendimiento de los bienes terrenos y
en una verdadera pasión por las peregrinaciones a través del país, al Monte
Athos (v.), a Tierra Santa (v.) y a la iglesia de S. Nicolás de Bar¡ (v.). La
riqueza de los textos litúrgicos servirá de Biblia auditiva y los iconos serán
testigos de la presencia de los santos entre los fieles.
3. El cristianismo ruso antes de la invasión de los
mongoles. Los primeros santos rusos canonizados son Boris y Gleb, hijos de S.
Vladimiro, muertos por su hermano primogénito Sviatopolk, que fueron ejemplo de
vida y abandono cristianos. La cultura religiosa llega a Kiev desde Bizancio,
pero a través de Bulgaria; los metropolitas griegos no se instalan en Rusia
hasta después de 1039. La época del gran príncipe Jaroslav el Sabio (1019-54) es
la más brillante de la historia rusa desde el punto de vista cultural y
religioso. El príncipe estaba emparentado con todas las dinastías de Europa e
hizo de Kiev la segunda ciudad de Europa oriental, después de Bizancio. A
mediados del s. XI, Thietmar de Merseburg cuenta en Kiev 400 iglesias. Los
monumentos religiosos más célebres de esa época son la catedral de S. Sofía
(1025) y las iglesias de S. Miguel y de la abadía de las Grutas en Kiev, y la
catedral de S. Sofía en Novgorod (1045). El arte religioso nacional se
desarrolla sobre todo en la pintura de los frescos, en las miniaturas y en la
orfebrería (v. IX, 2).
El monasterio de las Grutas (V. PECHERSKAIA LAVRA), fundado por los S. Antonio y
Teodosio, vino a ser hacia 1040 un centro cultural y religioso para todo el
país. Entre sus muros se escriben las primeras crónicas y las vidas de algunos
santos; allí se instala también el primer taller de pintura iconográfica. El
monasterio es semillero de obispos y misioneros. Una de las hijas del príncipe
Jaroslav llega a ser reina de Francia y es coronada en Reims en 1051. Funda una
abadía en Senlis y recibe una carta de bendición del papa Nicolás II (1058-61).
El cisma bizantino de 1054 fue considerado en Rusia como una ruptura personal
entre el patriarca Miguel y el card. Humberto, y no tuvo ningún efecto en Rusia.
El enviado del obispo de Roma pasó por Kiev tras su partida de Constantinopla y
recibió una acogida a la altura de su rango.
S. Antonio de Kiev seguía el ideal monacal atonita y fue el fundador del
monaquismo eremita en Rusia. En su tiempo, el monasterio era subterráneo y
estaba enteramente separado del mundo. S. Teodosio de Pechersk (v.), por el
contrario, introdujo la vida comunitaria. Gran asceta y monje severo, considera,
sin embargo, que los monasterios deben estar orientados hacia el mundo y llevar
la luz de Cristo a las poblaciones. Bajo su dirección, el monasterio de las
Grutas viene a ser un centro de instrucción, de vida litúrgica y de misión. El
pueblo ruso sigue este ideal de vida, humanizado y profundizado en el s. XIV por
Sergio de Radonege. Los peregrinos rusos van desde esa época a Tierra Santa. El
prior Daniel acompaña al rey Balduino en sus viajes. Se reserva a los rusos un
gran monasterio en el Monte Athos, en donde llegan a ser muy numerosos. Entre
los grandes oradores de la época se encuentra Hilarión, elegido metropolita de
Kiev en 1054. Su sermón sobre la Ley y la Gracia es de una elevación
excepcional. El príncipe Vladimiro Monómaco es el prototipo del monarca
cristiano y pacificador.
Cuando el país se divide en numerosos principados, la Iglesia es el único lazo
entre los Estados y las metrópolis, el único poder por encima de las querellas
dinásticas. La misión en el Norte es difícil, porque las poblaciones están
apegadas a su paganismo. Muchos misioneros, entre ellos S. León de Rostov, son
martirizados. Los lazos con «la antigua Roma», llamada así en oposición a «la
Nueva Roma» que es Constantinopla, son estrechos. Las reliquias de S. Clemente
justifican la consagración de un metropolita de Kiev en 1137, sin la bendición
del patriarca constantinopolitano. -
4. Invasión de los mongoles. Ruptura con Occidente.
Los mongoles (v.) invaden Rusia en 1237-40 (v. IV, 4). Durante los 150 años de
dominio tártaro (v.), la aflicción moral y física de las poblaciones es extrema.
Sólo la Iglesia, que gozaba de ciertos privilegios cerca de los invasores, podía
defender a los débiles y a los oprimidos. Los metropolitas eran objeto de
exenciones por parte de los Khanes mongoles. La situación de los cristianos se
hizo más trágica después de la conversión de los tártaros al Islam en 1313 (v.
HORDA DE ORO).
La ruptura entre Roma y Constantinopla se consumó en 1203, cuando los cruzados
saquearon la ciudad y latinizaron el país. La ruptura con Rusia se produjo en
1240-42. En 1240, los suecos organizaron una cruzada contra Rusia, como si se
tratara de un país pagano. Fueron vencidos por el príncipe Alejandro en el Neva;
Alejandro llevará en adelante el sobrenombre de Nevski. Por su parte, las
órdenes militares de los Caballeros Porta Espadas y Teutónica atacaron a Rusia
por el Oeste. Alejandro Nevski les derrotó en la llamada «batalla de los
Hielos», sobre el lago Peipus (1242). Príncipe cristiano, de gran valor moral,
profundamente religioso, entre los ortodoxos se le considera santo.
B. LOS ORTODOXOS. Con las victorias de Alejandro Nevski se hace definitiva la
separación entre Roma y los ortodoxos rusos. Tras estos acontecimientos, el
cristianismo florece en el Norte del país, no sometido a los mongoles. Se fundan
allí nuevas ciudades y también algunas abadías. El centro religioso pasa de Kiev
a Vladimir y Suzdal. Allí será venerado el icono de la Santa Virgen, llamada de
Vladimir, traída de Grecia en el s. XI.
La Iglesia desempeña un gran papel en la vida de la República de Novgorod, que
forma parte de la Liga Hanseática y está en relación con Occidente. El arzobispo
de Novgorod es presidente de iure del Consejo del Estado, guardián del Tesoro
público y protector de los extranjeros. La catedral de S. Sofía es el centro de
la vida del Estado. Entre los ascetas de esta época hay que mencionar a los
estilitas y a los «locos en Cristo»; Abraham de Esmolensko es, por otra parte,
un precursor de los starets (venerables) rusos.
En 1325, el metropolita Pedro decide trasladar la sede metropolitana de Kiev a
Moscú, entonces una pequeña ciudad, pero que pronto será el centro de reunión de
todas las provincias rusas. Coloca los fundamentos de la catedral de la
Asunción, que reemplazará a la del mismo nombre construida en Vladimir en 1159,
prototipo de la futura catedral de la Consagración en Moscú.
1. Siglo XIV. La segunda mitad del s. XIV es un
periodo de renacimiento para el cristianismo. Sergio de Radonege (v.), educador
de su pueblo, funda su célebre monasterio (v. SERGUIEVA LAVRA) en 1340 y allí
forma a muchas generaciones de monjes. Será el pacificador del país, el
reconciliador de los príncipes y el restaurador de la vida monástica. Él y sus
discípulos fundan más de cien abadías. Él da su bendición al príncipe Dimitri
para luchar contra los tártaros, que serán vencidos en Kulikovo (1380). El s.
XIV es la época de las misiones. Esteban de Perm cristianiza toda la región de
Zyrianes y es el primer obispo de Perm. Zósimo y Sabacio fundan el monasterio de
Solovki en las islas del mar Blanco. También es la época de los grandes pintores
e iconógrafos, discípulos de Teófanes el Griego, cuyos frescos e iconos son de
un vigor y de una fuerza espiritual excepcionales. Su célebre colaborador André
Roublev (1360-1430) es el más grande iconógrafo ruso, autor de la Trinidad
(hacia 1411) y de los iconos de la Sergieva Lavra y de las iglesias del Kremlin.
En 1370 aparece en Novgorod la primera gran herejía rusa, la de los Peluqueros (Strigolniks),
quienes rechazan la jerarquía y profesan un moralismo mezclado con un ascetismo
riguroso.
2. Siglo XV. Desde el comienzo del siglo amenaza a
la iglesia ortodoxa rusa la división a causa de la rivalidad de los dos grandes
ducados, el de Moscú y el de Lituania, que desean tener cada uno una metrópoli
independiente. La ruptura se consuma en 1469.
Los grandes acontecimientos en la vida religiosa rusa en el s. XV son: la
reacción violenta contra el Acta de Unión de Florencia, la proclamación de la
independencia respecto al Patriarcado de Constantinopla, la idea de la Tercera
Roma como heredera espiritual de Bizancio después de la caída de ésta, la gran
disputa sobre los bienes eclesiásticos y, por fin, la herejía de los
judaizantes.
En 1439, la Iglesia rusa estuvo representada en el Conc. de Florencia (v.) por
el metropolita Isidoro de Kiev, que firmó la unión con Roma, pero al volver a su
sede fue hecho prisionero por el Gran Príncipe Basilio y tuvo que huir a
Occidente. Paralelamente, los obispos rusos se proclamaron independientes de
Constantinopla. La caída de Bizancio en 1453 hizo que naciera en Rusia la teoría
de la «Tercera Roma»; aplicada en un principio a los príncipes de Tver, esta
teoría encontró su forma definitiva en la epístola del monje Filoteo, dirigida
al príncipe Basilio de Moscú. La sucesión política del Imperio de Oriente pasó a
Moscú con Iván III, casado con Zoé Paleólogo, sobrina de los últimos
Emperadores. Ella trajo consigo arquitectos italianos que construyeron el
Kremlin y erigieron la basílica y la catedral de la Asunción tomando como modelo
la catedral de Vladimir. Aristóteles Fioravanti, Marco Rufo, Pedro Antonio
Solario y Luis de Milán reanudan las relaciones culturales entre Rusia y el
Occidente.
La herejía de los judaizantes, que a fines del siglo adquirió una gran
extensión, tuvo origen en la enseñanza del judío Zacarías, que era
antitrinitario, racionalista y no reconocía los dogmas cristianos. Según los
judaizantes, Cristo era sólo uno de los profetas. Tenían en gran consideración
las obras filosóficas judío-árabes y en particular las de Maimónides (v.). La
herejía no sólo ganó a una parte del clero sino también al círculo del Gran
Duque y a los círculos oficiales de la capital. El arzobispo de Novgorod,
Guennade o Ganadio (1440-1504), traductor de la Biblia al eslavo, fue su
principal adversario. Los herejes fueron juzgados en el Concilio de 1504, pero
la herejía se mantuvo en una forma latente, y en el s. XIX reapareció de nuevo.
La polémica entre los «poseedores» y los «no poseedores» de bienes eclesiásticos
cristalizó alrededor de dos hombres de gran valor, ambos ascetas y monjes
ejemplares, pero de ideas opuestas. José de Volokolamsk (1439-1515) afirmaba que
las abadías debían poseer bienes para poder servir de centros culturales y de
semilleros de hombres eruditos y administradores de la Iglesia. Nilo de Sora
(1433-1508), humanista cristiana, pertenecía a la escuela atonita y exigía del
monje una vida enteramente separada del mundo, un estudio crítico de la S. E. y
la no posesión de los bienes de esta tierra. La discusión duró hasta los
Concilios de principios del s. xvi y terminó con la victoria del ideal de José.
Las artes continúan en el s. XV su ascensión y son coronadas por el conjunto de
frescos de la abadía de Teraponte, debidos al gran iconógrafo Maestro Dionisio.
3. Silo XVI. El s. XVI fue al mismo tiempo trágico y
brillante. Comienza con la intervención del poder secular en los asuntos
religiosos bajo el reinado de Basilio III, intervenciones que se multiplicarán
bajo Iván el Terrible. La primera mitad del siglo se caracteriza por la
actividad del erudito y humanista Máximo el Griego, que fija su residencia en
Moscú (1518), en donde prepara sus obras teológicas, litúrgicas, filosóficas y
filológicas. Su influencia se dejará sentir durante más de un siglo. Amigo de
Pico della Mirandola (v.), discípulo de Savonarola (v.), asiste a su muerte y se
hace monje en el monasterio de S. Marcos de Florencia. Reside después en el
Monte Athos en Constantinopla y fallece en 1556 en la Sergieva Lavra. El
metropolita Macarios es otro gran erudito. Publica las Grandes vidas de los
santos y una Enciclopedia ilustrada. Organiza la vida eclesiástica y reglamenta
las canonizaciones en los Concilios de 1548-50. Los primeros libros, impresos en
Moscú, aparecen entre 1560 y 1564. La segunda mitad del siglo se caracteriza por
el desplazamiento del centro cultural de Moscú hacia el Gran Ducado de Lituania.
La élite se aleja de Iván el Terrible y funda algunos centros fuera del Gran
Ducado de Moscú. El metropolita Felipe y el arzobispo Germán, misionero célebre,
fueron martirizados, siendo víctimas de las persecuciones ordenadas por el Zar,
que no toleraba ninguna crítica a su régimen. La teoría de la Tercera Roma,
centro de la Ortodoxia, degenera en una política de chauvinismo nacional
moscovita. La misión en las provincias del Este, conquistadas por Iván, se
desarrolla gracias a la actividad de los misioneros Germán, Goury y Varsonufo de
Kazán. La música religiosa inicia su desarrollo, y el arte religioso produce una
de sus obras maestras más originales, la basílica de la Intercesión de la Virgen
(S. Basilio) en la Gran Plaza de Moscú.
El fin del siglo conoce una restauración de la vida religiosa bajo Teodoro 1,
soberano piadoso y benévolo, y bajo Boris Godunov (v.). La metrópoli de Moscú es
elevada en 1589 al rango de Patriarcado.
4. Siglo XVII. A principios del siglo, las tierras
rusas se hallan divididas: el trono es a veces ocupado por impostores, invasores
extranjeros dominan el país, etc. La Jerarquía eclesiástica se ve así convertida
en la única institución capaz -de reunir todas las fuerzas espirituales y
morales del país. En 1612, el metropolita Cirilo es virtualmente jefe de Estado.
Cuando es elegido Zar Miguel Romanov, su pariente el patriarca Filareto gobierna
el país juntamente con 61 hasta 1633. Durante esa época tuvieron lugar reformas
importantes en la vida eclesiástica: lucha contra los desórdenes, revisión de
los textos litúrgicos, reacción contra las costumbres depravadas del pueblo y
cruzada para la restauración de la predicación, caída en desuso totalmente.
Mientras las reformas se hacen bajo la égida del monasterio de Sergieva Lavra,
los resultados son positivos, pero cuando la empresa cae en manos del Patriarca
Nikón (v.), hombre violento e intolerante, se organiza una oposición que
degenera en el cisma de los Viejos creyentes, apegados a los ritos y a los
textos no reformados. El cisma arranca a la Iglesia ortodoxa más de la mitad de
sus fieles más activos, y a principios del s. XVIII no puede resistir a las
reformas de matiz protestante de Pedro el Grande. Los grandes jefes del cisma:
Avvakum, Neronov y Nikita, perecen en Siberia, pero sus adeptos sobreviven hasta
el s. XX.
Por otra parte, en 1620 había sido restaurada en Kiev la Jerarquía ortodoxa por
los Patriarcas de Constantinopla. El metropolita Pedro Moguila (v.), de origen
moldavo y alumno de las escuelas católicas, fundó la primera Alta Escuela de
Teología. La influencia de la teología católica se hizo sentir no sólo en Kiev
sino también en Moscú, en donde los sabios de Kiev fundan escuelas a partir de
1650. El reformador, Patriarca Nikón, entra en conflicto con el zar Alejo y es
destituido. La armonía entre los dos poderes se rompe definitivamente. Ucrania,
hasta entonces bajo la dominación polaca, pasa a estarlo bajo la de Moscú, y los
monjes de Kiev contribuyen a la renovación religiosa de Moscú a finales del
siglo. Los más eminentes representantes de esta restauración son el metropolita
Dimitri de Rostov, el arzobispo Teodosio de Tchernigov, ambos considerados
santos entre los ortodoxos, y el monje Simeón de Polotsk, poeta y preceptor de
los hijos del Zar.
5. Siglo XVIII. Pedro el Grande, que veía en la
Iglesia y sobre todo en el clero a un adversario para sus reformas, procedió
unilateralmente a la reorganización total de la vida religiosa (v. PEDRO I DE
RUSIA). El Reglamento de 1721, compuesto por Feofan Prokopovich (v.), tenía por
objeto la humillación del clero y la supresión de su influencia sobre el pueblo.
El autor del reglamento era un uniata, que se había hecho protestante y había
vuelto de nuevo a la ortodoxia. El Patriarca fue reemplazado por un Colegio
llamado el Santo Sínodo y sometido al Zar por intermedio de un Procurador
General. Los sacerdotes debían ser funcionarios que vigilan la vida espiritual
de los creyentes. Los monjes fueron declarados holgazanes y se les prohibió
escribir. En 1764 fue Catalina II (v.) quien infligió otro golpe terrible al
cerrar todos los monasterios. Subsistieron algunos, pero tuvieron que vivir con
asignaciones del Estado extremadamente reducidas. La restauración del monaquismo
se produjo al final del siglo, partiendo de Moldavia, en donde había fijado su
residencia el abad Paissy VelichkovskI. El s. XVIII cuenta en su honor con la
vida de Inocencio de Irkutsk, fundador de la misión en China; de Tikón de
Zadonsk, autor de obras ascéticas, y de Joasaph de Belgorod, obispo de una gran
piedad; los tres son tenidos por santos entre los ortodoxos. La misión en
Siberia se desarrolla gracias a Filoteo Leszinsky.
A pesar del yugo que hacen sentir los Procuradores Generales, volterianos y a
veces ateos, los creyentes reaccionan e intentan seguir adelante con su obra.
Las artes religiosas están bajo la influencia occidental, y los monumentos más
bellos son edificados por el arquitecto italiano Bartolomé Rastrelli. La música
religiosa está bajo la influencia de Sarti, que se traslada a Rusia.
6. Siglo XIX. A pesar del régimen sinodal y de los
Procuradores Generales, el más conocido de los cuales es el conde de Protassov,
abiertamente incrédulo, la vida religiosa continúa desarrollándose gracias a la
autoridad del metropolita Filareto (v.), que ocupa desde 1821 hasta su muerte
(1867) la sede arzobispal de Moscú, y es el símbolo de la vida eclesiástica en
condiciones difíciles. Es un gran teólogo y un orador sagrado de talento. La
condición del clero rural es miserable y todas las medidas tomadas para
mejorarla terminan en la reducción del número de parroquias. Al principio del
siglo, la influencia de los jesuitas se deja sentir en la enseñanza. En la
emigración francesa hay numerosos sacerdotes, entre los cuales se encuentra el
abad Nicolle, que funda un colegio en S. Petersburgo, en donde recibirían
instrucción los hijos de la gran nobleza.
La enseñanza religiosa está en desarrollo en las cuatro academias teológicas
(Moscú, Kiev, San Petersburgo y Kazán). Merecen citarse los nombres de los
teólogos siguientes: el metropolita Macario Bulgakov (v.), Filareto Filaretov,
el obispo Silvestre, el historiador eclesiástico Filareto Gumilevski y el orador
sagrado Inocencio, arzobispo de Herson. Los dos grandes autores de obras
ascéticas son Feofan el Enclaustrado, obispo de Vladimir, editor de la Filocalia
(1815-94), e Ignacio Briantchaninov, obispo de Stavropol (1807-67). La vida
monacal vuelve a establecerse gracias a los trabajos de los discípulos del «Starets»
Païssy Velichkovski, de origen ucraniano pero abad del monasterio de Niamtsy en
Moldavia. Los grandes centros de la vida monástica son Valram en el lago Ladoga,
Sarov (v.) y Optina Pustin (v.). El primero es conocido por su regla severa y
sus anacoretas. El segundo será el lugar de la acción espiritual de uno de los
más grandes ascetas rusos, Serafín de Sarov (v.), y el tercero llegará a ser un
influyente centro espiritual. Merecen especial mención los monjes Leónidas,
Macario, Ambrosio y Anatole.
A mediados del s. XIX el pensamiento religioso viene a ser patrimonio de los
laicos; entre ellos citemos a Nicolás Gogol (v.), a los hermanos Kirieievsti
(v.) y Alexis Komiakov. La misión ortodoxa se extiende a todo el Extremo
Oriente. Inocencio Veniaminov bautiza a los pueblos de Kamchatka y del Pacífico;
Nicolás Kasatine, más tarde arzobispo de Tokio, funda la misión del Japón, y
Macario Glukarev, la de Altai y la del Asia Central. La música religiosa es
floreciente: citemos entre los autores religiosos a Toutchaninov, Gretchaninov,
Lvov, Arjanguelski y Lvovski. Los coros más célebres fueron los de la Capilla
Imperial y Sinodal de Moscú.
7. Principios del siglo XX. A principios del siglo
presenciamos la vuelta de una parte de la clase intelectual a la religión.
Pensadores y filósofos marxistas se vuelven hacia el idealismo y después hacia
la religión y hacia la iglesia ortodoxa. Pueden citarse, entre otros, a Piotr
Struve y Serguei Bulgakov, que se hará sacerdote, Nicolai Berdiaev (v.), Simón
Frank y Nicolai Lossky. A iniciativa de Dimitri Merejkovski y de Ternavtsev, se
organizan reuniones entre los teólogos y los intelectuales. Se produce un
florecimiento de las artes religiosas después de la reapertura de las iglesias y
capillas de los viejos creyentes, que han guardado celosamente los tesoros
artísticos de los siglos pasados. Es una vuelta a las fuentes y el
redescubrimiento del icono. Se manifiestan dos tendencias. Por una parte, la
influencia siempre creciente de León Tolstoi (v.), que predica su nueva
religión, mitad deísta mitad racionalista, y lucha contra la Iglesia, y por la
otra la actividad misionera y social del gran orante, Iván de Kronstadt, que
atrae a las masas hacia esta ciudad obrera y portuaria.
La situación eclesiástica es muy difícil. El Procurador General Constantino
Pobedonostsev (1880-1905) crea el Departamento de la Confesión Ortodoxa como
sustitución de la iglesia ortodoxa y la subyuga definitivamente al Estado. Por
otra parte, las voces cada vez más generales y apremiantes se elevan clamando
por la reforma de la vida eclesial y la convocación de un concilio. El Zar
Nicolás II está de acuerdo, pero Pobedonostsev logra persuadirle para que aplace
las reformas. Sin embargo, trabajan algunas comisiones de obispos y publican
cinco volúmenes de materiales preparatorios para el Concilio. En vísperas de la
Revolución, está cuestión es llevada a la tribuna del Parlamento.
8. El Concilio de 1917 y su obra. Sólo después de la Revolución de 1917 puede reunirse, por fin, un Concilio y elaborar las reformas indispensables para la vida eclesiástica. Elegido por el conjunto de la población ortodoxa, comprendía a todos los obispos, a los representantes del clero y de los monjes, de los laicos y de las grandes instituciones del Estado. Su obra fue inmensa. Reformó y reorganizó la vida de las parroquias, de las diócesis y de la administración central, restableció el Patriarcado, eligió al metropolitano Tikón para el cargo supremo y se ocupó de la enseñanza religiosa y de la defensa de la iglesia con vistas a las próximas persecuciones. Estas comenzaron desde la subida al poder de los comunistas, al final de 1917. Las primeras víctimas fueron el metropolitano Vladimiro de Kiev y muchos sacerdotes asesinados a principios de 1918. El Concilio y el Patriarca publicaron encíclicas convocando a la población para la defensa de la fe. La Iglesia fue separada del Estado, y la escuela descristianizada. El patriarca Tikón (1917-25) pudo, a pesar de todo, ir a la capital, San Petersburgo, en donde le acogieron enormes multitudes. En las grandes ciudades fueron organizadas procesiones y oraciones, y el pueblo se aprestó a la defensa de sus creencias.
9. Bajo el poder soviético comunista. El verdadero
periodo de persecución comenzó en 1922. Tomando como pretexto la necesidad de
ayudar a las víctimas del hambre, el Gobierno exigió la entrega de los objetos
preciosos en posesión de las iglesias y los conventos. El Patriarca autorizó
esta entrega, excepto de los vasos sagrados, necesarios para la celebración del
culto. Se organizó entonces una serie de procesos, y muchos eclesiásticos fueron
juzgados y condenados a muerte; entre ellos estaba el metropolitano Benjamín de
San Petersburgo, muy popular y que había sido elegido por la población obrera.
El Patriarca fue hecho prisionero y sólo fue liberado a instancias de los
Gobiernos europeos. Se creó una Falsa Iglesia, consagrada enteramente al
partido, lo que provocó un cisma interior.
Después de la muerte del Patriarca, el gobierno de la iglesia ortodoxa pasó
sucesivamente a muchos locum tenens, pero todos fueron detenidos. Por fin, en
1927 el metropolitano Sergio intentó llegar a una especie de concordato con el
Gobierno comunista, que reconoció la existencia de un sínodo de obispos. El
Concordato provocó un cisma y la formación de una iglesia de Catacumbas, que no
reconocía la autoridad de mons. Sergio. La situación de la cristiandad antes de
la guerra de 1939-45 fue trágica. Casi todas las iglesias estaban cerradas o
destruidas. Los obispos y el clero se encontraban en los campos de concentración
o habían sido asesinados. La anexión de vastas provincias en 1939 en donde el
cristianismo no era perseguido, y la necesidad de obtener el apoyo del pueblo en
la Guerra mundial, incitaron al Gobierno a cambiar de táctica. Se autorizó la
reelección de un Patriarca (Sergio desde 1943 hasta 1945; Alexis de 1945 a 1972,
y Pimen desde 1972), la reapertura de dos Facultades de teología y de ocho
seminarios y la de algunos conventos. Durante cinco años, la vida religiosa
volvió a adquirir algunos de sus derechos, pero desde los a. 50 la presión se
hizo de nuevo cada vez más dura. Ahora sólo quedan tres seminarios, se cierran
iglesias en gran número todos los años, y casi todos los monasterios son
suprimidos. Todos los actos de la vida religiosa están bajo el control de las
autoridades. Sólo el gran - centro religioso del monasterio Sergieva Lavra
continúa pujante, pero ha sido declarado «propiedad nacional».
10. La dispersión. Más de un millón de ortodoxos han abandonado la URSS entre 1919 y 1925 y se han dispersado por todo el mundo, dando origen a una pujante vida en el exilio: han edificado iglesias y capillas, han organizado escuelas -entre las cuales el célebre Inst. de Teología de S. Sergio de París-, han editado revistas religiosas y han tomado una parte muy activa en la vida de la cristiandad occidental y del movimiento de acercamiento entre las confesiones. La iconografía ortodoxa, los cantos litúrgicos y el renacimiento patrístico les deben igualmente mucho.
11. Las sectas rusas. Ordinariamente se considera a
los Viejos creyentes como una de las sectas rusas. Pero no son una secta, sino
un cisma que antes de la Revolución de 1917 contaba con más de diez millones de
fieles. Eran ortodoxos integrales, pero que mantenían los antiguos ritos y usos
religiosos. El cisma ha dado origen, sin embargo, a muchas sectas, debido a la
falta de clero y a la dispersión de la población refractaria. Los viejos
creyentes habían organizado su jerarquía propia, que tenía como centro Belaia
Krinitsa en Austria. En 1905 obtuvieron la libertad del culto.
Las sectas rusas, muy numerosas y con frecuencia poco importantes, se dividen en
sectas místicas, racionalistas y protestantizantes. Fuera de estas categorías
existen movimientos judaizantes. Las sectas místicas están todas más o menos
relacionadas con los Khlysty (los flagelantes), a los que pertenecía
probablemente el célebre curandero Rasputín. La secta de los khlysty, que se
nombran a sí mismos hombres de Dios, fue fundada por el soldado Daniel Filippov
en 1645. Se proclamó a sí mismo «dios padre» y adoptó al campesino Suslov bajo
el nombre de «mi hijo». Escogió a una «madre de Dios» y a doce «apóstoles»,
arrojó la Biblia al Volga y organizó «casas de Dios», llamadas «Sions». Sus
numerosos adeptos, reclutados entre las diferentes clases de la población, le
adoraron como a un dios. Los khlysty creen en la reencarnación y en la
preexistencia de las almas. Afirman que toda la materia ha sido creada por el
diablo y debe ser despreciada, comprendido el matrimonio; pero existe un
matrimonio místico entre los khlysty, que degenera en libertinaje. Una ascesis
rigurosa está mezclada con una libertad absoluta en las reuniones, consistentes
en lecturas y cantos, seguidos de giros agotadores que terminan en los más
desenfrenados excesos sexuales. Los khlysty han dado origen a numerosas sectas,
la más conocida de las cuales es la de los castrados, fundada en 1772 por el
campesino Selivanov, antiguo khlyst; esta secta tuvo una gran expansión al
principio del s. XIX. Otra rama de los Khlysty se llama los Chelaputes, fundada
en 1875 por Porfirio Katassonov, que se proclamó «dios». Al lado de estas sectas
místicas es preciso mencionar la de la «Jerusalén Celeste», milenarista, fundada
en 1856 en el Ural por el capitán Iliine.
Los movimientos judaizantes son sobre todo tres: los Subbotniks, los Gueres y
los Caraimitas. Las dos grandes sectas racionalistas son los dukhobores y los
molokanes. La primera, no cristiana, fundada en 1775 por el campesino Siluano
Kolesnikov y propagada por el comerciante de lana Hilarión Pobyrojine, no
reconoce ni la S. E. ni ningún signo exterior de fe. «El libro de vida», único
guía de los dukhobores, es interior a cada hombre. Cristo sólo ha sido un justo
entre otros. Los dukhobores, protegidos por L. Tolstoi, emigraron al Canadá,
pero su negación de toda autoridad impidió su instalación definitiva en su nueva
patria, y algunos volvieron a Rusia. Los dukhobores del Cáucaso del Norte dieron
origen a la secta de los molokanes, fundada por el yerno de Pobirojine, Simeón
Ukleine. Reconocen la S. E., pero la comentan a su manera. Antes de la
Revolución tendían progresivamente hacia el protestantismo en su forma baptista.
Finalmente, en el sur de Rusia se propagó desde el principio del s. XIX, bajo la
influencia de numerosas colonias alemanas, el movimiento schtundista, que se
ligan al baptismo en la forma extrema.
Al lado de estas grandes sectas había un centenar de menor importancia y grupos
poco numerosos, con creencias e ideas frecuentemente originales, como los
napoleonitas, consagrados al culto de Napoleón, considerado como un enviado de
Dios. Tenemos poca información sobre el estado actual de las sectas en la URSS,
pero se puede decir que los viejos creyentes son todavía numerosos, que los
judaizantes existen en muchas provincias y que los baptistas constituyen,
después de los ortodoxos, la segunda denominación cristiana por su número.
C. LOS CATÓLICOS.
1. Católicos de rito latino. El cristianismo bajo la
forma del rito latino penetró en Rusia durante el s. IX. Pero en el 989 se
convirtió el gran príncipe S. Vladimiro (980-1015), recibiendo el bautismo en
rito bizantino. Desde entonces la vida de la Iglesia rusa estuvo íntimamente
ligada a las vicisitudes del patriarcado de Constantinopla. Con todo, en las
grandes ciudades como Kiev y Novgorod hubo siempre también católicos de rito
latino, especialmente comerciantes extranjeros. Más tarde, los Grandes Príncipes
de Moscú, desde Iván III (1462-1505) en adelante, llamaron a su servicio
artesanos y artistas occidentales. Vivían éstos en el suburbio conocido como
Nemeckaja sloboda (Barrio germánico), por provenir predominantemente de pueblos
de estirpe germánica, y eran protestantes en su gran, mayoría. Desde los tiempos
del zar Alejo (1645-76) había entre ellos un cierto número de católicos, que
aumentó en el reinado de Pedro el Grande (1682-1725), sobre todo entre los
oficiales del ejército y técnicos especializados. Al fundarse San Petersburgo,
se formó también allí una comunidad de católicos, y en otras ciudades (Voronez,
Arkangel, Astracán, etc.) se encontraban igualmente pequeños grupos de ellos.
La Santa Sede, a través de la Congregación de Propaganda Fide, intentó en varias
ocasiones establecer una misión en Rusia para asegurar la asistencia religiosa a
los católicos residentes en el país, pero este propósito sólo pudo realizarse-
gracias a la intervención del emperador austriaco Leopoldo I (1657-1705). En
1684, el Emperador consiguió autorización para que pudiesen residir en Moscú dos
misioneros, con el fin de asistir espiritualmente a los miembros de su embajada
y a los católicos que vivían en Rusia. Fueron designados para esta misión los
jesuitas checos del reino de Bohemia, que levantaron en Moscú una iglesia y
abrieron una escuela frecuentada por los hijos de los católicos e incluso de los
ortodoxos. Pero en 1719 surgieron complicaciones diplomáticas entre el zar Pedro
y el emperador Carlos VI, que ocasionaron en contrapartida la expulsión de los
misioneros jesuitas de Rusia. Había por entonces en el país algo más de 2.000
católicos de rito latino. En 1720, con autorización del zar Pedro, entraron en
Rusia los capuchinos y los franciscanos observantes reformados, para sustituir a
los misioneros jesuitas. El número de católicos siguió creciendo, y en tiempos
de la emperatriz Catalina II (176296) llegaban a unos 10.000. Su composición
étnica era bastante heterogénea, y oficialmente estaban divididos en cuatro
nacionalidades: alemanes, italianos, franceses y polacos. Está hacía muy difícil
su convivencia pacífica, dificultad que aumentaba por las rivalidades entre los
misioneros franciscanos y capuchinos. Los católicos, para dirimir sus
desavenencias, acudieron a Roma e incluso a la Emperatriz, que aprovechó la
ocasión para publicar en 1769 un Reglamento, por el que sometía a estrecho
control de las autoridades estatales la organización de la comunidad católica.
El arzobispado de Mohilev. Con el primer reparto de Polonia (1772) entraron
también a formar parte del imperio ruso algunas zonas de las diócesis católicas
de rito latino, con unos 100.000 fieles. En ese mismo año Catalina II decidía
fundar una nueva diócesis en Rusia, que incluyese a todos los fieles de dicho
rito. El titular de esta diócesis había de estar, en cuanto a su administración,
sujeto al control de los órganos imperiales, y la autoridad del Papa debía
limitarse a las cuestiones doctrinales y de disciplina canónica. Además, ningún
decreto papal podía ser publicado ni aplicado en Rusia sin la previa
autorización imperial. Estas normas permanecieron prácticamente en vigor hasta
el s. XX. Para gobernar la nueva diócesis, la Emperatriz eligió en 1773 al
obispo titular de Mallo, Estanislao Siestrzencewicz-Bohusz, que era auxiliar del
obispo de Vilna, y estableció su residencia en Mohilev. Siestrzencewicz aceptó
el nombramiento de manos de la Emperatriz, la cual en 1782 convirtió a Mohilev
en sede arzobispal. En 1783 la Santa Sede, por medio del nuncio Lorenzo Litta,
la erigió canónicamente y concedió su investidura a Siestrzencewicz, quien se
doblegó a las órdenes de la Emperatriz, que le prohibió la publicación y
ejecución del breve abolitivo de la Compañía de Jesús (1773), la cual gracias a
ello sobrevivió en Rusia hasta la expulsión de los jesuitas en 1820.
Con el segundo y tercer reparto de Polonia (1793 y 1795), Rusia adquirió otros
territorios poblados por numerosos católicos de rito latino y de rito
bizantino-eslavo. Las regiones más occidentales de estos territorios, junto con
la ex capital Varsovia, formaron después el reino de Polonia, reconstruido en el
Congreso de Viena (v.; 1815) y unido hereditariamente a la corona imperial rusa.
En este reino, la Iglesia católica conservó su propia organización jerárquica,
distinta de los restantes territorios anexionados por Rusia, en los cuales
Catalina II suprimió las diócesis de Vilna, Samogicia, Luck Žitomir y Kamenec.
En lugar de las diócesis suprimidas erigió dos nuevas (Pinsk y. Latyšev),
haciéndolas sufragáneas de la sede metropolitana de Mohilev. En tiempos del
emperador Pablo I (1796-1801), el papa Pío VI, a través del nuncio Lorenzo Litta,
reorganizó en 1798 el arzobispado de Mohilev. Fueron restablecidas las diócesis
suprimidas por Catalina 11; la diócesis de Luck se unió a la de 2itomir, y con
el territorio desmembrado de la vasta diócesis de Vilna se erigió la de Minsk.
El zar Alejandro I (1801-25) instituyó en 1801 el Colegio eclesiástico
romano-católico, formado por nueve eclesiásticos y presidido por el
metropolitano pro tempore de Mohilev. Este organismo, análogo al Santo Sínodo de
la iglesia ortodoxa rusa, dependía del Zar a través del Senado Imperial, y
ejercía la suprema autoridad judicial y administrativa sobre el clero y los
fieles católicos en Rusia. A la formación intelectual y espiritual del clero
debía atender la Facultad Teológica de Vilna, juntamente con el Seminario
Central anejo a ella. Pero ambas instituciones estaban imbuidas de febronianismo
hostil a Roma (V. FEBRONIO).
El contacto de la alta sociedad rusa con los emigrantes católicos franceses y
con los jesuitas residentes en San Petersburgo indujo a algunas personalidades
ortodoxas a abrazar el catolicismo de rito latino: p. ej., el príncipe Demetrio
Galitzin en 1792, las princesas Alejandra y Catalina Galitzin en 1800 y 1810,
Sofía Svešina en 1815, y otros. Esto motivó una reacción del Gobierno ruso, y
los jesuitas fueron expulsados de San Petersburgo en 1815, y en 1820 tuvieron
que abandonar el imperio ruso los 358 miembros de la Compañía residentes en él.
La situación de los católicos en Rusia empeoró considerablemente tras la
insurrección que estalló en Varsovia en 1830 contra el Gobierno del zar Nicolás
1 (1825-55), soberano autocrático y rígidamente aferrado a la ortodoxia. El
alzamiento fue dominado y proporcionó al Gobierno ruso un pretexto para cerrar
muchos monasterios católicos y perseguir a los eclesiásticos acusados de haber
apoyado a los insurgentes. Algo se mitigó la cólera del Zar con el Breve que el
papa Gregorio XVI (v.) dirigió al episcopado polaco, en el que el Pontífice
condenaba la insurrección e inculcaba a todos la sumisión a las autoridades
constituidas.
En 1845, el zar Nicolás I, con ocasión de su viaje a Italia, se detuvo de
incógnito también en Roma, y pidió audiencia a Gregorio XVI, que le recibió dos
veces. Estos encuentros personales del Zar con el Papa condujeron a
negociaciones entre la Santa Sede y el Gobierno ruso, que finalizaron en 1847
con la firma de un Concordato. Se acordó fijar en siete el número de diócesis en
Rusia: la archidiócesis de Mohilev con seis diócesis sufragáneas: Vilna,
Samogicia, Minsk, Luck-Litomir, Kamenec y la nueva de Herson, más tarde
Tiraspol. Sin embargo, con la firma del Concordato no cesó el rígido control de
las autoridades estatales sobre la vida de la Iglesia católica en Rusia.
El metropolitano de Mohilev residía en San Petersburgo, adonde en 1842 se
trasladó también la Acad. Eclesiástica Romano-Católica, fundada en Vilna (1833)
en sustitución de la Facultad de Teología de la Universidad suprimida. La Acad.
Eclesiástica de San Petersburgo tenía a su cargo la formación teológica superior
del clero de la provincia eclesiástica de Mohilev.
Tras el fracaso de la segunda insurrección polaca en 1863-64, el zar Alejandro
II suprimió las diócesis de Minsk y Kamenec, incorporando el territorio de la
primera a la diócesis de Vilna, y el de la segunda a la de Luck-Litomir. Las
protestas de Pío IX resultaron inútiles. En su política de rusificación,
intensificada tras la derrota del levantamiento, el Gobierno ruso quería
servirse incluso de las funciones religiosas, y trató de imponer el empleo de la
lengua rusa en los actos de culto, excepción hecha de la misa. El clero y los
fieles en su gran mayoría se oponían a tales vejaciones por parte de las
autoridades civiles. Los papas Pío IX (v.) y León XIII (v.) protestaron
enérgicamente contra esta intromisión ilegítima en la vida litúrgica de los
católicos.
También durante el s. XIX prosiguieron las conversiones individuales de
ortodoxos al catolicismo de rito latino. Algunos de estos conversos se hicieron
religiosos y sacerdotes: Vladimir Pecorin, m. en 1885; Gregorio Šuvalov, m. en
1859; los jesuitas: Ivan Gagarin, m. en 1883; Ivan Martynov, m. en 1894; Eugenio
Balabin, m. en 1893; Pablo Pierling, m. en 1922. Entre los laicos se
distinguieron: Agustín Golicyn, m. en 1875; Natalia Naryškina, n. en 1874; el
diplomático Alejandro Evreinov, muerto más tarde en Roma en 1959 como primer
obispo ruso de rito bizantino-eslavo. Todos ellos tenían que residir en el
extranjero, pues el pasar de la iglesia ortodoxa rusa a otra confesión
constituía un delito, según las leyes penales del imperio. Sólo en 1905 quedaron
abolidas estas leyes restrictivas.
Étnicamente, la inmensa mayoría de los católicos que se encontraban en Rusia no
eran rusos, y por lo general procedían de las regiones occidentales del imperio
de los Zares. Unos habían llegado al interior de la Rusia europea y asiática
deportados, otros se habían trasladado allá en busca de tierra y de trabajo.
Hubo también inmigrantes alemanes, checos, franceses, etc.; pero eran los de
origen polaco los que predominaban entre los católicos. La identificación
práctica de la nacionalidad con la religión, extendida tanto entre los polacos
como entre los rusos, impidió a los católicos, a pesar de ser numerosos, ejercer
una influencia eficaz en la vida religiosa de la población rusa. En vísperas de
la I Guerra mundial (1914-18), la provincia eclesiástica de Mohilev contaba con
millón y medio de fieles aproximadamente, ocho obispos, 810 sacerdotes y 410
iglesias.
Revolución de 1917. Condujo al poder al partido comunista bolchevique, el cual
instauró en Rusia la dictadura del proletariado. El 23 en. 1918 el Gobierno
promulgó la ley sobre la separación de la Iglesia y el Estado, completada,
después, en 1929 y1931, con otras disposiciones legislativas y administrativas
acerca del ejercicio del culto religioso. En virtud de estas leyes, los bienes
inmuebles eclesiásticos, incluidas las iglesias con sus enseres, fueron
declarados propiedad del Estado, y se negó la personalidad jurídica a la Iglesia
y a las organizaciones e instituciones religiosas. A las confesiones religiosas
les está prohibido tener residencias para niños, hospederías para peregrinos y
pobres, fundar hospitales, sanatorios y asociaciones de caridad, organizar
excursiones, campamentos y competiciones con la juventud, bibliotecas
circulantes, etc. En las escuelas se prohíbe la enseñanza de toda doctrina
religiosa.
La enseñanza privada de la religión a los menores sólo les puede ser impartida
por sus padres personalmente. Los fieles que quieren realizar actos de culto en
común deben constituir una asociación de al menos veinte personas y hacerla
registrar en el soviet local. El ejercicio del culto en común sólo se permite en
los edificios destinados exclusivamente a tal fin, previa concesión de esos
edificios por el soviet local, al ser todos propiedad del Estado. El sacerdote
únicamente puede desempeñar el ministerio sagrado previa aprobación de la
autoridad civil. Los libros religiosos necesitan para su publicación la
autorización estatal. Estas disposiciones atañen a todas las religiones, pero se
aplican con particular rigor a las confesiones cristianas, y sobre todo a la
católica por depender del Papa, considerado como «una potencia extranjera hostil
al Estado».
Esta lucha contra la religión, llevada a cabo por el Gobierno soviético con las
disposiciones legislativas y administrativas citadas, fue acompañada de una
persecución violenta. En 1923 fueron procesados en Moscú y condenados y
ejecutados el administrador apostólico de Mohilev, arzobispo Juan Cieplak, y un
grupo de sacerdotes. Siguieron después los encarcelamientos, deportaciones,
ejecuciones y exilio de otros sacerdotes y seglares. Muchas iglesias fueron
clausuradas. En 1926 mons. M. d’Herbigny, durante su viaje a la URSS, trató de
reorganizar la Iglesia católica en - Rusia, y consagró en secreto cuatro nuevos
obispos; pero también éstos acabaron pronto en campos de trabajos forzados.
La Constitución staliniana de 1936 dictó en su art. 124 bases para leyes
restrictivas de la libertad religiosa: culto restringido y fomento de la
propaganda antirreligiosa; se trata de perseguir toda práctica religiosa, de
acuerdo con el ateÍsmo y materialismo marxistas. En 1937 quedaban en la URSS 10
sacerotes católicos libres y 11 iglesias abiertas al culto. En 1977 se promulgó
otra Constitución que en la realidad nada cambia.
Con ocasión de los cambios territoriales acaecidos en la Europa oriental tras la
II Guerra mundial (1939-45), la Unión Soviética se anexionó las Repúblicas
bálticas y una parte de Polonia. En cuanto a los territorios de las diócesis de
Vilna, Pinsk, Luck y Przemysl dependientes de la URSS, la mayor parte de sus
tres millones y medio de católicos de rito latino se trasladó a Polonia
occidental. No se conoce el número de fieles que quedan, ni el de los sacerdotes
e iglesias. Sólo se sabe con certeza que hay abiertas y con culto dos iglesias
católicas de rito latino, una en Moscú y otra en San Petersburgo (hoy Leningrado).
2. Católicos de rito bizantino-eslavo. En el s. XV,
el metropolitano Isidoro de Kiev, que tomó parte en el Conc. de Florencia (v.),
trató de que la iglesia ortodoxa rusa volviera a la comunión con la Sede
Apostólica de Roma, pero no tuvo éxito. Durante los s. XVIII y XIX retornaron
individualmente a la comunión con la Iglesia católica algunos ortodoxos rusos
adoptando el rito latino, con lo que, ante la opinión pública rusa, renegaban de
su propia nación.
A finales del s. XIX, varios sacerdotes e intelectuales ortodoxos rusos,
estudiando las tradiciones genuinas de la Iglesia oriental, se decidieron a
restablecer la comunión con la Iglesia de Roma, pero querían conservar su rito
propio. Se contaron entre los primeros los sacerdotes Alexis Zercaninov (m.
1933) y Nicolás Tolstoi (m. 1926), la princesa Isabel Volkonskaia (m. 1897) y el
filósofo Vladimir Soloviev (m. 1900; v.). Al movimiento se sumaron otros
sacerdotes y seglares, que constituyeron los primeros grupos de católicos rusos
de rito bizantino-eslavo en Moscú, San Petersburgo, Saratov, etc. En 1917, el
metropolitano de Halic, Andrés Septyckyj, provisto de poderes especiales por la
Santa Sede, convocó un sínodo en San Petersburgo, e instituyó para Rusia un
Exarcado de rito bizantino-eslavo, nombrando primer exarca al sacerdote Leónidas
Feodorov. Pero al sobrevenir la persecución religiosa, el exarca Feodorov fue
procesado en 1923 y condenado a trabajos forzados; murió después en Vjatka en
1935. Los encarcelamientos, las deportaciones y el exilio de otros sacerdotes y
fieles lograron en poco tiempo desbaratar por completo la existencia del
Exarcado.
El movimiento continuó entre los rusos emigrados a Europa, América y Australia,
donde todavía se encuentran grupos de católicos rusos de rito bizantino-eslavo.
En 1929, el papa Pío XI (v.) abrió en Roma el Pontificio colegio ruso, que
atiende a la formación de sacerdotes de ese mismo rito.
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Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991