Tito, Epístola a
 

Esta carta del apóstol S. Pablo junto con las escritas a Timoteo forman un grupo peculiar en el N. T., dentro del epistolario paulino, llamándoselas epístolas pastorales (v. TIMOTEO, EPÍSTOLAS A, 1). Citaremos abreviadamente Tit a la Epístola a Tito.

1. Tito. El nombre del destinatario inmediato de esta epístola no aparece ninguna vez en los Hechos de los Apóstoles (Act). No hay que identificarlo con Tito o Ticio justo, en cuya casa de Corinto se hospedó S. Pablo hacia él año 52 en su segundo viaje apostólico (Act 18,7-11). El silencio de Act hace que ignoremos con qué asiduidad acompañó T. al Apóstol. Pero, en cambio, su nombre aparece en otras tres epístolas de S. Pablo, a saber: 2 Cor 2,13; 7,6.13-14; 8,6.16.23; 12,18; Gal 2,1.3; 2 Tim 4,10. Ellas constituyen la fuente de nuestra información y permiten, aunque de modo imperfecto, pergeñar la biografía de Tito.

Este se nos presenta por vez primera acompañando a S. Pablo en un viaje a Jerusalén (cfr. Gal 2,1), que los autores generalmente identifican con el viaje al Concilio de Act 15,2. Tito era hijo de padres gentiles, tal vez natural de Antioquía de Siria, y muy probablemente convertido y bautizado por el Apóstol, que bien le puede llamar por eso «hijo mío verdadero según la fe común» (Tit 1,4). Por razones de principio se opuso S. Pablo a la circuncisión de Tito, que algunos pedían, para mantener así la libertad de la Ley conseguida en Cristo en favor de los gentiles convertidos a la fe, y, en efecto, «ni Tito fue obligado a circuncidarse» (Gal 2,3). Circunstancias muy distintas aconsejaron a S. Pablo obrar de modo diverso en el caso de Timoteo (v.; cfr. Act 16,3). Durante el tercer viaje apostólico, Tito fue enviado por el Apóstol, como persona de confianza, desde Éfeso a Corinto, para arreglar un espinoso asunto, y probablemente fue portador de una desconocida carta de S. Pablo («epístola de las lágrimas», cfr. 2 Cor 2,3-9; 7,8-9). Tito tuvo pleno éxito en su gestión con gran consuelo suyo y de su maestro, que estaba intranquilo, hasta que Tito le llevó a Macedonia noticias gratas de los corintios (cfr. 2 Cor 2,13; 7,5-7.1315). Viendo S. Pablo la fidelidad de su discípulo y el gran cariño que había tomado a los corintios (2 Cor 7,15), nuevamente lo envió, ahora desde Macedonia, para ultimar el asunto de las colectas (cfr. 2 Cor 8,6.16-17), y con toda probabilidad fue el portador de la carta 2 Cor (cfr. 2 Cor 12,18; V. CORINTIOS, EPÍSTOLAS A LOS).

No sabemos más de Tito hasta que lo vemos años más tarde al frente de la Iglesia en Creta (Tit 1,5), adonde S. Pablo le dirige esta carta, con el fin de ayudarle en su ministerio. Cumpliendo los deseos del Apóstol, iría posteriormente a entrevistarse con él en Nicópolis (Tit 3,12), y tal vez en esta ocasión, o en una ulterior visita a S. Pablo en Roma, recibió del Apóstol el encargo de dirigirse a Dalmacia (cfr. 2 Tim 4,10). La tradición eclesiástica lo considera como el primer obispo de Creta, que terminó sus días no mártir, sino confesor glorioso. La liturgia celebra su fiesta el 6 febrero (o el 26 enero, junto con Timoteo, según cambio reciente). Suele decirse que Tito presenta una personalidad superior a la de Timoteo. Ciertamente S. Pablo reconocía y aprovechaba sus buenas cualidades de fiel colaborador, y lo tuvo en gran aprecio y estima hasta el final.

2. Ocasión y fecha de la carta. La ocasión que dio lugar a esta carta de S. Pablo y la finalidad que se propuso al escribirla son las mismas, salvando la diferencia de lugares y personas, que motivaron la primera a Timoteo (v.). S. Pablo visitó a los cristianos de Creta y observó lo que había de bueno y también las deficiencias: «Te dejé en Creta para que acabases de ordenar lo que faltaba y constituyeses por las ciudades presbíteros, en la forma que te ordené» (Tit 1,5). Le preocuparon seriamente ciertas doctrinas, que esparcían entre los creyentes predicadores «indisciplinados y charlatanes»; había que organizar mejor y orientar debidamente las comunidades cristianas, seleccionar bien sus pastores, e inculcar a todos los fieles el fiel cumplimiento de sus deberes. Pablo, ausente de Creta, pero solícito por el buen nombre y progreso de la Iglesia allí, escribe a Tito esta carta, para ayudarle en su delicado ministerio, dándole instrucciones concretas sobre los problemas más salientes, y recordándole otras cosas, dichas de viva voz, al mismo tiempo que le comunica noticias de otros colaboradores en el apostolado, y sobre todo le hace saber su deseo de que viniera a verle pronto. Probablemente fue escrita esta carta en Macedonia.

¿Cuándo fue escrita? Por S. Lucas sabemos que S. Pablo estuvo en Creta pocos días, cuando navegaba preso de Cesarea hacia Roma (cfr. Act 27,7-13). Evidentemente no pudo ser en esta ocasión cuando dejó allí a Tito. A pesar de lo minucioso que es S. Lucas contando los viajes del Apóstol, nunca habla de la evangelización de Creta por S. Pablo. Además, al narrar la permanencia del Apóstol en esa isla, S. Lucas da la impresión de que S. Pablo no tuvo contacto con hermanos creyentes, más aún, que todavía no había cristianos en esos lugares, pues de otra manera suele comportarse en esos casos y su silencio sería muy difícil de explicar (cfr. Act 27,3; 28,14). Por último, la libertad con que se mueve el Apóstol por el Oriente, de la que es buena prueba la invitación que hace a Tito de visitarle en Nicópolis, donde piensa invernar; las circunstancias en que se desenvuelve la Iglesia en Creta, tan semejantes a las conocidas por 1 Tim en Efeso; la similitud de instrucciones y normas dadas en una y otra carta: todo esto lleva a admitir que ambas cartas pertenecen a una misma etapa de la vida de S. Pablo, que, a todas luces, no puede ser anterior a la primera cautividad romana del Apóstol, sino posterior a ella; etapa a la que aluden claramente documentos de la más antigua tradición cristiana (Clemente Romano, fragmento de Muratori), y que es exigida por las pruebas que aportan la e. a T. y la primera a Timoteo, en plena conformidad con la tradición. Hacia los a. 64-65 pudo ser escrita Tit, no está claro si antes o después de I Tim.

3. Contenido. La carta a Tito refleja una situación de la Iglesia en Creta muy similar a la de Efeso, por eso se repiten algunas instrucciones, pero con más brevedad; mientras en la I Tim contamos 113 versículos, Tit tiene solamente 46.

a) El saludo (1,1-4), sin llegar a la extensión que tiene en Rom, es más amplio y solemne que de ordinario, y solamente aquí se da S. Pablo el título de «siervo de Dios» en lugar de «siervo de Jesucristo» de otras veces. A las palabras «gracia» y «paz» no añade «misericordia» como en 1 y 2 Tim.

b) Cualidades de los obispos-presbíteros (1,5-9): sociales (casado una sola vez, no dado al vino ni pendenciero, sino hospitalario, etc.); morales (modesto, santo, continente, etc.); magisteriales (guardador de la palabra fiel, que pueda exhortar con doctrina sana). Las cualidades aquí exigidas coinciden casi a la letra con las indicadas en 1 Tim 3,2-7. Se omite «no neófito», cosa explicable, si, como parece, Creta contaba con una comunidad cristiana mucho más reciente que la de Efeso. El término «presbítero» (v.) del vers. 5 se cambia en «obispo» (v.) en el vers. 7, lo que indica cierta falta de fijeza terminológica.

c) Lucha contra los falsos doctores (1,10-16), que constituía la preocupación del Apóstol (cfr. 1 Tim 1,3-7; 4,1-3; 6,3-5; 2 Tim 2,14-18; 3,1-9). Sombrío cuadro elde los falsos maestros: indisciplinados, charlatanes, en. señan lo que no deben, llevados de avaricia, revuelven las casas, con sus obras niegan a Dios, a quien alardean de conocer, rebeldes y descalificados para toda obra buena. A éstos, dice S. Pablo, «es preciso tapar la boca». Y a los creyenses, bien retratados en el dicho de Epiménides (ca. 600 a. C.), debe reprenderlos Tito «severamente, para que se mantengan sanos en la fe, que no den oídos a las fábulas judaicas y a los preceptos de los hombres, que niegan la verdad». Muchos de estos «doctores» eran de origen judío y, además de los errores de tipo doctrinal, seguían manteniendo la distinción entre alimentos puros e impuros. Pablo enseña que tal distinción ya no existe: «todo es limpio para los limpios».

d) Consejos de predicación sana (2,1-10). Para contrarrestar las doctrinas subversivas de los falsos doctores, S. Pablo da instrucciones a su discípulo, a fin de que su enseñanza y predicación a los distintos fieles se haga «de modo conveniente y ajustado a la sana doctrina»; y con esa finalidad le recuerda los deberes de los diversos estados y los ideales a que deben aspirar los ancianos, las mujeres de edad, las jóvenes madres, los jóvenes y los esclavos, «para que no sea infamada la palabra de Dios, para hacer honor a la doctrina de Dios, nuestro Salvador». El mismo Tito debe dar ejemplo en todo, «para que los adversarios se confundan, no teniendo nada malo que decir de nosotros». El Apóstol añade (2,11-15) que la razón de la conducta ejemplar de los cristianos y el fundamento de sus virtudes es Cristo, «que se entregó por nosotros para rescatarnos de toda iniquidad, y purificar para sí un pueblo propio, celador de obras buenas», y con el ejemplo de su vida terrena nos enseñó a vivir «sobria, justa y piadosamente en este siglo».

e) últimas instrucciones. Recuerda (3,1-11) S. Pablo algunos deberes generales de todo cristiano, especialmente en relación a los paganos, como son la sumisión y obediencia a las legítimas autoridades (cfr. Rom 13,1-7; 1 Tim 2,2), y la afabilidad y mansedumbre en el trato con todos los hombres, sin molestarlos con maneras y palabras ofensivas; y como incentivo y base teológica de esta conducta moral Tito debe recordarles su pasado, lleno de vicios, y, sin embargo, han sido salvados, no por sus buenas obras, sino por la sola misericordia de Dios mediante el Bautismo («el baño de regeneración y renovación»). Todo esto debe enseñar Tito con tesón «para que aprendan a ejercitarse en buenas obras los que han creído en Dios», y evitar las cuestiones necias y los debates sobre la Ley.

f) Ruegos particulares (3,12-15). Antes de terminar la carta, S. Pablo da a Tito algunas noticias y le hace algunos ruegos, siendo el principal que se dé prisa en venir a verle a Nicópolis, en cuanto reciba como sustituto a Artemas o a Tíquico. Le ruega también que atienda con toda solicitud a Zenas y a Apolo, que pasarían por Creta, y que probablemente eran los que llevaban a Tito esta carta con sus instrucciones.

4. Autenticidad. La e. a T., además de ser inspirada y formar parte desde siempre del canon del N. T., cuenta a favor de su autenticidad paulina las mismas pruebas y argumentos de tradición cristiana que cualquier otra epístola, admitida unánimemente por todos como auténtica de S. Pablo. Es conocida y citada con honor desde el final del s. I, y a partir de S. Ireneo en el s. II es explícita y universalmente reconocida como carta de S. Pablo. El propio hereje Marción, que excluyó de su canon bíblico esta carta (así como la 1 y 2 Tim) por razones ideológicas, no negaba su origen paulino. Como la tesis de su autenticidad es inexpugnable desde el ángulo de los testimonios históricos, que en esta materia gozan de primacía, fue aceptada unánimemente hasta el s. XVIII, en el que la crítica racionalista protestante, refugiándose exclusivamente en el método de los «criterios internos», duda primero y después rechaza sistemáticamente su autenticidad.

No obstante los ataques de la crítica racionalista, lbs autores católicos y otros muchos del campo acatólico mantienen en nuestros días la tesis tradicional, por considerar que el punto de apoyo, ofrecido por las abrumadoras pruebas de la tradición y confirmado por las razones y criterios de crítica interna, no ha perdido solidez con las objeciones puestas, algunas de las cuales han sido ya abandonadas.

V. t.: EPÍSTOLAS; NUEVO TESTAMENTO; PABLO APÓSTOL, SAN.


M. LAGUARDIA GAITÁN.
 

BIBL.: C. SPICQ, Pastorales (Épitres), en DB (Suppl.) VI1,2-73 (pone al día la bibliografía del DB, V,2238-2239, que terminaba en 1910); L. TURRADO, en Biblia Comentada, VI, Madrid 1965, 708-715; J. COLLANTES, en La Sagrada Escritura, Nuevo Testamento, II, Madrid 1962, 955-969 y 1072-1099; L. CERFAUX, en Introducción a la Biblia, dir. A. ROBERT-A. FEUILLET, II, Barcelona 1965, 471-484; I. REUSS, Carta a Tito, Barcelona 1968; A. BOUDOU, S. Paul. Les Épitres pastorales, París 1950; C. SPIcQ, Les Épitres Pastorales, París 1947, XXI-CCVIII, 219-304; P. DORDIER, Les Épitres de S. Paul á Tite et Timothée, en La Sainte Bible de ]érusalem, 2 ed. París 1958, 7-22 y 42-49; F. PRAT, La théologie de Saint Paul, I, 25 ed. París 1938, 387-420 y 544-551; J. M. BOVER, Las Epístolas de S. Pablo, Barcelona 1940; y en general la bibl. citada en TIMOTEO, EPíSTOLAS A.
 

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991