Tierra Santa
 

Entre cristianos la expresión T. S. designa generalmente el marco geográfico de la vida de Jesucristo (v.). En este sentido T. S. corresponde a la antigua tierra de Canaán, la tierra santa prometida por Dios a los Patriarcas. El nombre de Palestina (v.), dado por los griegos a dicha región, prevaleció por sobre el de Canaán (v.).

Canaán o Palestina ha designado la región delimitada por el desierto de Siria y el Mediterráneo, por el Líbano y por la península del Sinaí. En la época de Jesús, Palestina, bajo el yugo romano, estaba dividida en provincias. Al O del Jordán (la Cisjordania) y de N a S había las provincias de Galilea (v.), Samaría (v.) y Judea (v.); al E, en las regiones de Moab (v.) y de Ammón (v.), se situaban las provincias de la Decápolis y de Perea. La vida de Jesús tal como la presentan los evangelios se desarrolla principalmente en Cisjordania. Los puntos que más interesan al relato evangélico son, en Judea: Jerusalén (v.), Belén (v.), Ain Karim, Emaús, Arimatea (v.), Efraín, Jericó (v.), Betania (v.); en Samaría: Samaría y Sicar; en Galilea: Nazaret (v.), el lago de Tiberíades, el monte Tabor (v.), Magdala y Cafarnaún (v.). La Perea y la Decápolis, así como otras regiones al N de Galilea: Siria-Fenicia (regiones de Tiro y Sidón), la Traconítide (Cesarea de Filipo) fueron también visitadas por Jesús, y de estas regiones «le siguieron numerosas muchedumbres» (Mt 4,25).

Geografía. Palestina cubre el territorio que separa la meseta desértica de Siria (v.) y de Transjordania (v.) del mar Mediterráneo. De N a S corre el río Jordán (v.), que tras haber atravesado el mar de Tiberíades o lago de Genezaret, vierte sus aguas en el mar Muerto (v.). Palestina es un país prevalentemente montañoso. Sus cumbres superan algunas veces los 1.000 m. La cadena de montañas sigue la dirección paralela a la del Jordán, separando las llanuras del litoral de la depresión del Jordán. El Jordán discurre en toda su longitud a un nivel inferior al del mar; en su desembocadura alcanza -394 m., pasando por ser el punto más bajo de la superficie terrestre. En la montaña reina el clima mediterráneo típico temperado, algo más seco y caliente del que se observa en la Europa meridional, que consiente, sin embargo, los mismos cultivos y un género de vida análogo. El clima de la zona costera, subtropical, recuerda el del levante español, fácil de reconocer por los cultivos típicos del naranjo y del limonero. La depresión del Jordán tiene un clima tórrido (la región de Jericó tiene una media anual de 25 °C), es un desiertotropical. Sólo algunos oasis rodeados de palmeras ofrecen la posibilidad de algunos cultivos. Palestina tiene prácticamente sólo dos estaciones, el invierno o época de las lluvias, a partir de noviembre, y el verano a partir de mayo.

La diferencia de altitudes, así como la diversidad climática permiten una gran variedad de cultivos de buena calidad, por más que en cantidades reducidas, y numerosos pastos. El conjunto debía significar algo atractivo y maravilloso a los Patriarcas y al pueblo del Éxodo. Para ellos, habituados al rigor y a la aspereza del desierto, Palestina era la tierra prometida donde «fluyen la leche y la miel», expresión que simbólicamente también se entendía del Reino de Dios (v.) del Mesías (v.).

Los Santos Lugares. Al hablar de T. S. se apunta principalmente a los Santos Lugares, es decir, a los santuarios que conservan el recuerdo de los principales hechos evangélicos. De todos ellos los que más importancia han tenido a través de la historia son: la basílica del Santo Sepulcro (v.) con el Calvario (v.), en Jerusalén, y la basílica de la Natividad en Belén (v.).

La primera cuestión que se plantea acerca de los santuarios de T. S. es la de su autenticidad. Para algunos de ellos la garantía de su autenticidad descansa sobre el mismo texto evangélico, o sobre serios conocimientos arqueológicos o determinadas tradiciones orales o escritas que remontan a los tiempos apostólicos. Así parece muy sólida la identificación de los Santos Lugares principales arriba mencionados, la del pozo de la Samaritana y otros. En algunos casos, en cambio, el prurito de localizar con precisión cualquier referencia bíblica, o una fantasía piadosa desmedida han llevado a relacionar algunos santuarios incluso con narraciones puramente legendarias o apócrifas o a la creación de nuevos santuarios que carecen de garantía histórica.

La historia. La situación geográfica de Palestina, entre Mesopotamia y Egipto, dos grandes centros políticos del mundo antiguo, así como su apertura a las influencias marítimas, hacían de ella un lugar obligado de tránsito y de intercambios políticos, comerciales y culturales en general, y la convertían finalmente en escenario de luchas, de avances y de retrocesos de diversos pueblos. Las diversidades culturales existentes en su interior, en función de los diversos climas y del origen diverso de sus habitantes, al contacto con civilizaciones extranjeras no dejaron de influir en la efervescencia religiosa que vivió el antiguo Israel, protagonista del A. T.

Estos mismos rasgos, a los cuales se añadió el sello que le imprimió el N. T., convirtieron Palestina en uno de los puntos cruciales de la historia política del mundo mediterráneo. Por razones obvias, Jerusalén, y más concretamente la basílica del Santo Sepulcro, constituye el corazón de la Tierra Santa. La historia de dicha basílica en cierto modo resume la historia de la Tierra Santa. De ahí que prestaremos mayor atención a ella.

Hacia el 135 el emperador Adriano (v.) construyó el Foro y el Capitolio de Aelia Capitolina (nombre que dieron los romanos a Jerusalén) sobre el Gólgota. La comunidad cristiana jerosolimitana conservaría, sin embargo, por tradición oral, el recuerdo del lugar preciso donde Jesús fue muerto y fue sepultado. En el s. ii S. Justino y Melitón de Sardes visitan Jerusalén y se les informa acerca de la tradición existente. En el año 325 las construcciones que según la tradición ocultaban el Gólgota y el Santo Sepulcro fueron demolidas. Constantino (v.) emprendió la obra de construcción de la nueva basílica; edificó la Anástasis (en griego significa Resurrección), al interior de la cual quedó el Sepulcro; la obra fue ya dedicada en el 335. Los peregrinos afluyen a ella. Hacia el 400 la piadosa Eteria (v.) en su Diario describe esta basílica y la liturgia que en ella se celebraba. A partir del Conc. de Calcedonia, Jerusalén es reconocida como sede patriarcal. Eudoxia y Justiniano (v.) embellecen la ciudad. El s. VI marca el apogeo del triunfo y esplendor de la Ciudad Santa.

En el año 614 Jerusalén fue tomada por los persas. Recuperada por Heraclio (v.) en 627, cae de nuevo, esta vez en manos del califa Omar, en 639. En 1099 los cruzados conquistan otra vez Jerusalén y fundan el llamado Reino o Imperio Latino (v.). Pasado casi un siglo, Saladino ocupa la ciudad. Más tarde, un acuerdo entre Federico II y el Sultán de Egipto devuelve Jerusalén a los francos por el periodo que va de 1229 a 1239. A partir de 1244 la Ciudad Santa pasa definitivamente a manos no cristianas. Los Santos Lugares son sucesivamente maltratados o destruidos por los musulmanes, y reparados luego por los cristianos, especialmente en la época de las Cruzadas. Los cristianos son unas veces objeto de persecución -lo fueron principalmente por el sultán Hakim en 1099-, muchas más son molestados y vejados; en determinadas épocas gozaron de un modus vivendi que les permitía el acceso a los Santos Lugares. La contienda entre el Islam dominador y los cristianos subyugados que intentan hacer prevalecer sus derechos sobre los Santos Lugares determina el sentido de las luchas que tendrán lugar en T. S. en el curso de los siglos ulteriores. Frente a esta situación paradójica otros países intervienen sea bajo una forma de protectorado, el de Carlomagno (v.) primeramente, el de Bizancio (v.) después, sea bajo la forma ya más espectacular de las Cruzadas (v.), obra de la cristiandad.

La implantación del Imperio Latino (v.) de Jerusalén por los Cruzados señala el inicio de una nueva serie de conflictos que viene a añadirse a la situación ya muy compleja en que se halla la T. S.: las rivalidades entre cristianos de diversos ritos (v.), y en modo especial entre griegos y latinos, que se agravaron con el Cisma (v.) de Oriente. En 1333 se consagra la radicación de los franciscanos (v.) en T. S.; posteriormente la Custodia Franciscana de T. S. será el portaestandarte de la Iglesia Romana en esta contienda. En 1516 Jerusalén pasa a ser dominación de los otomanos turcos (v. PALESTINA IV; TURQUÍA IV). Durante esta época lo que no obtuvieron los cruzados con los combates se consiguió en parte debido a intereses comerciales. El Occidente incrementa los consulados en Jerusalén, se otorgan cartas en que se reconocen determinados derechos, y se llega poco a poco a las Capitulaciones. Las primeras Capitulaciones se dan entre Francisco I de Francia y Solimán II el Magnífico, en 1535. Las Capitulaciones consiguen que a la enemistad y a la espada sucedan las relaciones pacíficas.

Entretanto las rivalidades entre cristianos de diversos ritos siguen su curso. Los turcos más bien apoyan a los griegos, a no ser que intereses comunes con otros países, con Francia especialmente, permitan frenar la preponderancia helénica y sostener a los latinos. La diplomacia se interesa e interviene en la situación de Tierra Santa. Luis XIV de Francia intenta, por razones de prestigio, conseguir el Protectorado sobre los Santos Lugares. Luis XV, en 1740, obtiene que el protectorado francés sea sancionado y reconocido oficialmente. En esta fecha se llega a un statu quo favorable más bien a los latinos. En 1757 una sublevación popular sustrae de la propiedad de los franciscanos, y en favor de los griegos, gran parte de los Santos Lugares. Luego, algo más tarde, Rusia, invocando el pretexto deproteger a los cristianos eslavos a la manera que los franceses venían haciendo en favor de los occidentales, intentando de hecho adquirir la hegemonía en la Ortodoxia, persiguiendo además objetivos de orden político y militar, consigue el reconocimiento oficial del protectorado ruso en 1779 y, sobre todo, en 1815. En el s. XIX la querella de los Santos Lugares se eleva al nivel de problema entre las potencias europeas. Se declaran guerras, se imponen condiciones, se llega a acuerdos, y en todo ello la protección de los Santos Lugares es poco más que un subterfugio para disimular los intereses expansionistas de las naciones.

En las circunstancias actuales las diversas comunidades cristianas de Jerusalén siguen rigiéndose, por lo que atañe a la propiedad y uso de los Santos Lugares, por la situación de hecho que resultó del amotinamiento, al cual se ha hecho ya referencia, ocurrido en 1757. Algunos retoques procedentes del firmán -o decreto del soberano turco- de 1852, y algunas otras modificaciones posteriores de poca monta acaban de precisar lo que constituye el statu quo vigente actualmente, al que se han referido el Mandato británico y la ONU.

La partición de los Santos Lugares entre las comunidades cristianas ha experimentado muchos cambios. El statu quo vigente en la actualidad precisa detalladamente esta repartición. La basílica del Santo Sepulcro y la de la Natividad en Belén pertenecen a varias comunidades. En el régimen actual, p. ej., la propiedad de la basílica del Santo Sepulcro se distribuye del siguiente modo: El Sepulcro propiamente dicho y la capilla del Ángel y la piedra de la Unción es propiedad común de todas las comunidades. La capilla de la División de las vestiduras y la de Santa Elena son propiedad de los armenios. Pertenecen a los griegos las capillas de la Prisión, de S. Longinos y de los Oprobios, el coro de los griegos, y la capilla del Cristo muerto, en el Calvario. Son propiedad de los latinos el coro de los latinos, el altar de S. Magdalena, la capilla de la Aparición y la de la Invención; en el Calvario la capilla de la Crucifixión y el altar del Stabat. Finalmente, hay una pequeña capilla junto al Sepulcro que es propiedad de los coptos, y otra en la rotonda que lo es de los sirios. Lo que es propiedad de un rito debe, sin embargo, en virtud del statu quo, ser accesible a los peregrinos de cualquier rito.

En el siglo actual la contienda por la posesión de T. S. ha tomado un nuevo cariz. Constituye un problema de orden internacional, en la cual la dimensión religiosocristiana ha sido relegada a un lugar muy secundario. La ONU y sobre todo el Vaticano han propugnado la internacionalización de los Santos Lugares.

V. t.: PALESTINA; JERUSALÉN.


R. CIVIL DESVEUS.
 

BIBL.: P. LEMAIRE, D. BALDI, Atlas Biblique. Histoire et géographie de la Bible, París 1960; L. H. GROLLENBERG, O. P., Atlas of thé Bible, 4 ed. Londres y Edimburgo 1965; F. M. AREL, Géographie de la Palestine, 3 ed. París 1967; R. BLANCHARD, M. DU BUIT, La Terre de la Promesse, Géographie de la Terre Sainte, París 1965; B. COLLIN, Les Lieux Saints, París 1948; íD, Le probléme juridique des Lieux Saints, París 1956; íD, Les Lieux Saints, París 1962; L. GONZÁLEZ BARROS, Jerusalén y el futuro, Madrid 1958; D. AUSCHER, P. BEGUERIE, J ToURNUS, ttinéraires bibliques, Guide de Terre Sainte, París 1966; A. ARCE, Documentos y textos para la historia de Tierra Santa y sus santuarios, Jerusalén 1970.
 

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991