Tesalonicenses, Epístolas a los
 

Escritas por S. Pablo entre los años 51-52 d. C., cronológicamente son los primeros escritos del N. T. (v.), salvo la primera redacción, en arameo, del Evangelio de S. Mateo (v.), cuya datación es incierta, pero que se calcula alrededor del año 50, y la Epístola de Santiago el Menor (v.), situada unos años antes, según algunos, o unos después, según otros (abreviadamente se citarán como 1 Thes y 2 Thes la primera y segunda E. a los t., respectivamente).

1. Los primeros cristianos de Tesalónica. Antes de evangelizar Tesalónica (moderna Salónica), capital de la Macedonia (en Grecia), S. Pablo (v.) había predicado en Filipos, donde había llegado en el curso de su segundo viaje apostólico (a. 49-52) después de atravesar Asia Menor. La permanencia en Filipos fue breve; fundó una comunidad cristiana, y hubo de partir en compañía de Silas (v.), no sin haber sido antes arrestado, encarcelado y azotado (Act 16,19-40). Atravesando Anfílopis y Apolonia, llegaron a Tesalónica (Act 17,1), donde comenzaron inmediatamente su labor evangelizadora y proselitista tomando la palabra, como de costumbre, en la sinagoga (Act 17,1-2; 1 Thes 2,14) y anunciando a los judíos la mesianidad de Jesús (Act 17,3); debió de permanecer allí un par de meses, aunque S. Lucas en los Hechos no hable sino de tres sábados (Act 17,2); se alojaron en casa de un judío llamado Jasón (Act 17,6). Creyeron en el Evangelio un reducido grupo de judíos, una muchedumbre de griegos adoradores de Dios y no pocas de las mujeres principales (Act 17,4). Fue de los judíos de donde surgieron las primeras hostilidades; en forma tumultuosa se presentan en casa de Jasón con el fin de arrestar a los apóstoles; no encontrándolos allá, se llevan al tribunal romano a Jasón. Se abre el proceso. Una fianza de Jasónpone en libertad a Pablo y Silas (Act 17,5-9). De noche, los cristianos de Tesalónica ponen a ambos en camino hacia Berea (Act 17,10).

Después de la partida de S. Pablo, Timoteo (v.) vuelve a encontrarse con él y le trae noticias. Ante las dificultades, promovidas por los judíos, para volver a Tesalónica, Pablo envía de nuevo a Timoteo, mientras él queda solo en Atenas. De Timoteo recibe de nuevo información directa, al parecer estando ya en Corinto; hay buenas noticias, los convertidos perseveran en la fe y en la caridad a pesar de las dificultades (1 Thes 3,6-12); pero también las hay alarmantes: los judíos no cesan en sus intrigas y manejos, llegando incluso a la persecución (1 Thes 2,14-15), hay desorientación en algunos puntos, p. ej., respecto a la suerte de los difuntos y a la Parusía (1 Thes 4,13-18). S. Pablo decide así completar inmediatamente su inacabada enseñanza oral de la doctrina evangélica por medio de una carta, a la que sigue otra poco después.

2. Cuestiones críticas y estructura de las dos epístolas. a) Autenticidad. El estilo y vocabulario de 1 Thes son tan típicamente paulinos y la historia externa del texto y de su transmisión es tan segura que ningún crítico serio duda de su autenticidad (cfr. B. Rigaux, Saint Paul et..., o. c. en bibl., 139; sólo algunos protestantes de la escuela de Tubinga la negaron a mediados del s. XIX). Respecto a 2 Thes algunos protestantes han discutido su origen paulino alegando una dependencia literaria respecto a la primera, que induciría a pensar en una imitación apócrifa (Wrede), o diferencias teológicas (Braun) o escatológicas (Masson) entre las dos cartas. Sin embargo, la hipótesis de un origen posterior apócrifo encuentra gran dificultad para situar esa carta dentro de la literatura cristiana primitiva, y en general se plantean muchos más problemas negando su autenticidad que afirmándola (Rigaux, o. c., 140). Las semejanzas son lógicas, puesto que ambas cartas son del mismo autor y con poca diferencia de tiempo; las diferencias son igualmente normales, pues son dos cartas distintas y la segunda complementa o aclara puntos de la primera.

b) Lugar, fecha de composición y destinatarios. La crítica es uniforme en detectar que la primera fue escrita en Corinto en los primeros meses del año 52, en el curso del segundo viaje apostólico; la segunda debió de escribirla en la misma ciudad pocos meses después de la otra (el tiempo que tardase en llegar la primera y recibir nuevas noticias S. Pablo).

Los destinatarios inmediatos eran todos los cristianos de Tesalónica. Los enemigos a que se alude no son los judeocristianos (o judíos conversos al cristianismo), sino los judíos incrédulos que no aceptaban el Evangelio de Jesucristo. Por todo ello, y por el carácter complementario que las epístolas tienen respecto a lo que S. Pablo ya les había enseñado, puede explicarse la poca utilización del argumento bíblico del A. T. La opinión de algún protestante racionalista (como Harnack) de que las dos cartas fueron expedidas al mismo tiempo y que 2 Thes (que parece más fría y oficial) iba dirigida sólo a los judeocristianos no puede sostenerse y no ha encontrado seguidores. Igualmente la opinión de que 2 Thes fue escrita mucho tiempo después y no por S. Pablo, según se ha dicho antes, carece de pruebas.

c) Estructura de 1 Thes. Consta de dos partes principales. La carta comienza con un saludo inicial, en el que se mencionan los mitentes y los destinatarios de la epístola (1,1). Inmediatamente, la parte primera (1,2-3,13) se abre con una acción de gracias que ofrece el marco literario para describir las relaciones de S. Pablo con la comunidad de Tesalónica. Una primera sección (1,2-10) contiene el motivo principal de acción de gracias, matizada de plegaria (1,2) y de parabién (1,3), por la intensa vida religiosa de los cristianos tesalonicenses, cuyo origen reside en la divina elección (1,4). Luego se describe más ampliamente ese motivo: la buena disposición con que han recibido la predicación de S. Pablo, en abundancia de Espíritu (1,5) y en tribulación (1,6), convirtiéndose en modelo para todos (1,7-8). Los vers. 9-10 contienen un resumen de la predicación paulina: conversión desde los ídolos al servicio de Dios vivo, en espera de la Parusía. El cap. 2 se abre con una sección autobiográfica (2,1-12) que se relaciona directamente con la acción de gracias de 1,5-8. Describe primeramente (2,1-6) las condiciones en las que se fundó allí la Iglesia, que ya saben los mismos tesalonicenses (2-7-12). En 2,13 se reanuda la acción de gracias, según los mismos temas de parabién, descripción de los frutos de la palabra de Dios y mención de las persecuciones (2,14-16). En la sección 2,173,10, Pablo narra lo ocurrido después de su salida de Tesalónica: quiso volver cuanto antes, pero no pudo (2,17-18), sigue un parabién (19-20), continúa el relato de la marcha a Atenas y el envío de Timoteo (2,1-2.6), interrumpido por la mención repetida de persecuciones y tribulaciones (3,4-5) y la acción de gracias (3,7-9), para terminar con una plegaria por la comunidad de Tesalónica (3,10-13).

La segunda parte (4,1-5,24) describe, en forma de exhortación, virtudes que deben brillar en los cristianos, especialmente en Tesalónica. Ante todo, la pureza y la caridad (4,1-12); consuelo mutuo y esperanza, incluso de parte de los que han perdido a sus seres queridos y se angustian por su suerte cuando la Parusía (4,13-17); vigilancia en la espera de la Venida del Señor (5,1-11); consejos sobre el buen funcionamiento de la vida de la comunidad (5,12-24). La carta concluye con una oración (5,23-28) en que se pide la plenitud del Espíritu, seguida de saludos, encargo de que la carta sea leída a todos y un augurio final de gracia de parte de Cristo.

d) Estructura de 2 Thes. Es muy semejante a la de la primera. Después de un saludo introductorio con la mención de los mitentes y destinatarios (1,1) y un deseo de gracia y paz (1,2), la primera parte (1,3-12) describe la situación de la Iglesia en Tesalónica, estructurada dentro de una fórmula de acción de gracias y parabién (1,3-4), en relación con las persecuciones soportadas con paciencia por el Reino de Dios (1,5-10); acaba con una oración en favor de los tesalonicenses (1,11-12). La parte segunda (2,1-3,5) refiere las condiciones de la Parusía del Señor. Después de una breve presentación del tema (2,1-2) menciona las señales precursoras: la apostasía, la manifestación del Hombre Impío (2,3-5) y la desaparición del obstáculo que le retiene (2,6-7); en los vers. 8-12 se predice la manifestación del Impío o Anticristo (v.) y su combate con Cristo, que termina con la destrucción del Adversario y la condenación de sus seguidores. Esta parte acaba con una acción de gracias y exhortación a la perseverancia (2,13-17) y una petición de oraciones para el mismo S. Pablo (3,1-5). La tercera parte (3,6-15) contiene una serie de advertencias para mantenerse firmes conforme a la tradición recibida del Apóstol, imitando su conducta (3,6-10), con severas advertencias contra los perturbadores y amenaza de castigos (3,11-15). La Epístola termina con una conclusión de augurio de paz (3,16) y el saludo autógrafo de S. Pablo (17-18).

3. Doctrina. Las cartas 1 y 2 Thes se sitúan en la fase que Grossouw ha denominado macedónica (cfr. Die Entwicklung der paulinischen Theologie in ihren Hauptlinien, en Studiorum Paulinorum Congressus internationalis Catholicus, 1961, Roma 1963, 1,87). Según el mismo autor, la preocupación dominante de esta fase se manifestaría en 1 Thes 1,9-10, donde se enuncia el tema de la conversión del paganismo e idolatría al culto del Dios Vivo en la espera del Hijo de Dios que viene de los cielos -resucitado de entre los muertos- librando de la ira futura. Siendo las dos Epístolas como un todo homogéneo en su contenido doctrinal, dos temas merecen subrayarse: la naturaleza de la misión apostólica y la Parusía.

a) La misión apostólica. Junto con Philp y Philm, 1 y 2 Thes son las únicas cartas en las que S. Pablo no apela en el saludo a su condición de Apóstol de Jesucristo. No obstante, en 1 Thes 2,7 aparece ya la denominación de apóstol aplicada a su misión evangelizadora. Esta convicción de la propia misión apostólica da a estas cartas su peculiar valor de enseñanza autorizada; y a lo largo de las mismas, en formas muy diversas, alude a esta su condición particular. La doctrina de 1 y 2 Thes sobre la misión de los Apóstoles (v.) se puede resumir como sigue. S. Pablo presenta su condición de Apóstol en la misma línea del profetismo del A. T., aunque matizada y enriquecida con el aspecto nuevo mesianicoescatológico (cfr. A. M. Denis, o. c. en bibl.). La descripción más sintética de lo que es la «función apostólica» la tenemos en 1 Thes 3,2, donde se define como «colaboración con Dios en el Evangelio de Cristo». Las actividades principales de esta colaboración aparecen en cuádruple funcionalidad: la referente al Evangelio, a la palabra profética, la proclamación kerigmática y la verdad del mensaje cristiano.

En efecto, S. Pablo se presenta ante los tesalonicenses como el encargado de anunciar la Buena Nueva, que recibe el nombre de Evangelio de Dios (1 Thes 2,2.8), Ev. de Cristo (1 Thes 3,2), Ev. de Pablo (1 Thes 1,5; 2 Thes 2,14) o, simplemente, Evangelio (1 Thes 2,4). Este Evangelio es presentado como Palabra` (1 Thes 1,6.8; 2,19) con las mismas características de eficacia (1 Thes 2,13) de la palabra profética del A. T. (cfr. Ier 23,19; Is 49,2). El Apóstol no es únicamente el encargado de anunciar la Buena Nueva y de predicar la Palabra, sino también de su solemne pregón kerigmático (1 Thes 2,13; v. KERIGMA) y de la enseñanza de la verdad que constituye el contenido de la doctrina evangélica (2 Thes 2,10. 12.13). A esta predicación y proclamación apostólicas corresponde de parte de los fieles una actitud de acogida (1 Thes 2,13; 4,1; 2 Thes 2,6) frente a la transmisión (2 Thes 2,15; 3,6) autoritativa realizada por el Apóstol.

b) La segunda Venida del Señor. Dejando para otros artículos la exposición de conjunto de los problemas teológicos de 1 y 2 Thes y de toda la doctrina revelada sobre el tema (v. PARUSÍA; MUNDO III; JUICIO PARTICULAR Y UNIVERSAL; RESURRECCIÓN DE LOS MUERTOS), ofrecemos aquí únicamente la síntesis temática de su doctrina. En 1 Thes 4,13-18 se aborda el tema a modo de reflexión consoladora para los fieles afligidos por la muerte de algunos familiares. Algunos de ellos se preguntaban ansiosamente: ¿Que será de ellos cuando la Parusía?; ¿serán únicamente los que estén entonces en vida los únicos en gozar de la compañía del Señor? Esta angustia creada, sin duda, por la deficiente comprensión de las interrumpidas enseñanzas paulinas, parece llegó a conocimiento del Apóstol por medio de Timoteo. Y S. Pablo intenta esclarecer la situación, en un contexto de exhortación a no dejarse invadir por la tristeza al estilo de los paganos (4,13). Como punto de partida para toda la exposición está el hecho de la muerte y resurrección de Jesús; del mismo modo que el Señor murió y resucitó, de igual modo los muertos en la fe cristiana gozarán idéntica suerte (4,14). Y citando al sentido las palabras de Cristo en su discurso escatológico (4,15a) afirma enérgicamente no habrá diferencia entre los ya muertos y los que entonces están en vida, en lo tocante a la suerte bienaventurada (15b). En efecto, a la señal del arcángel, bajará el Señor (4,16), los muertos resucitarán, y, reunidos con los que quedaron en vida hasta entonces, saldrán todos al encuentro de Cristo, y la suerte final será la eterna compañía con el Señor (4,17). Pero advierte con la misma energía: todo lo referente a la cronología de este evento es incierto, ya lo saben los tesalonicenses (5,1); será como la acción furtiva del ladrón que entra de noche a robar (5,2); cuando más seguros se crean los hombres, entonces les sobrevendrá el castigo con la precipitación con que la mujer preñada siente los dolores del parto (5,3).

La traducción de este texto ha dado lugar a numerosas discusiones. ¿Pensaba S. Pablo hallarse en vida cuando la Parusía, como parece puede interpretarse que da a entender la expresión de 4,15: «nosotros, los que vivamos»? Evidentemente, no puede decirse que S. Pablo esté en ese momento expresando una opinión o esperanza personal susceptible de error, distinta de su enseñanza y contexto general de carácter oficial e infalible; el texto no lo sugiere; la Pontificia Comisión Bíblica, en una respuesta del 18 jun. 1915, lo descartaba. S. Pablo enseña claramente la incertidumbre cronológica de la segunda venida de Cristo y nada afirma tampoco acerca de que sea inminente. Puede ser que contase con la posibilidad de hallarse aún vivo al llegar ese momento, pero de ninguna forma lo afirma como seguro (como advierten Dewailli y Rigaux en la Bibie de Jérusalem). Esa posibilidad es cierta, pero no es lo que afirma el texto, sino el hecho de que los vivos, en comparación con los muertos antes, no serán separados de sus difuntos en la compañía del Señor. En otras palabras, «los que murieron en Dios» (que ya están, por tanto, en su compañía bienaventurada) los «tomará con Jesús» (resucitarán) igual que «nosotros, los vivos» que seguimos esperando y que resucitaremos también con ellos (4,15-16), y después, también todos juntos, entraremos en los cielos (4,17).

Estas palabras de la primera carta parece no lograron serenar totalmente los ánimos. Desaparecieron las ansiedades primeras, pero surgieron otras, hasta el punto de que algunos creyeron la Parusía inminente y se abandonaron a una perezosa espera, mientras otros se alarmaron (quizá en relación con todo esto, les recuerda S. Pablo, después, el mandato de que «si alguno no quiere trabajar, que tampoco coma»: 3,10). Puntualizando cuanto había escrito en la primera, desarrolla 2 Thes el tema de las señales que han de preceder al Día del Señor (v.). No es el caso de alarmarse (2,1); no hay motivo de temor, aunque se pretenda justificar el miedo recurriendo a intervenciones carismáticas, palabras o escritos paulinos (2,2). En la enumeración de las señales precursoras de la Parusía y la descripción del combate escatológico, S. Pablo usa el lenguaje de la apocalíptica. Un tema que ha suscitado numerosas discusiones en el referente al «obstáculo» que retiene la manifestación plena del «misterio de la impiedad» (2,6-8), o Anticristo (v.) bajo elinflujo de Satanás (2,9), -que por otra parte ya está actuando (2,7). Se ha supuesto que ese «algo» o «alguien» que le retiene es el Imperio Romano, el Arcángel S. Miguel, la incredulidad judía, etc.; sin embargo, no es posible descorrer el velo del enigma contenido en este lenguaje simbólico.


ANTONIO M. ARTOLA.
 

V. t.: PABLO APÓSTOL, SAN; NUEVO TESTAMENTO; EPÍSTOLAS. BIBL.: El estudio general más completo es el de B. RIGAUX, Les Épitres aux Thessaloniciens, París 1956; y también ÍD, Saint Paul et ses Lettres, París-Brujas 1962; D. BuzY y A. BRUNOT, Thessaloniciens, en DTC XV,573-610; F. SPADAFORA, Tesalonicenses (Epístolas•I y II a los), en Diccionario bíblico, 3 ed. Barcelona 1968, 595-598; íD, I e II Lettera al Tessalonicesi, «Rivista Biblica» I (1953) 5-24.-Para los comentarios patrísticos y los anteriores al s. XX, cfr. C. TOUSSAINT, en DB V,2184-2192. Citaremos los comentarios principales publicados en el s. XX: F. S. CEULEMANS, Commentarius in Epistolas S. Pauli, Malinas 1902 (2 ed. 1933); A. LEMONNYER, Épitres de S. Paul, 4 ed. París 1906; C. TOUSSAINT, Épitres de S. Paul, París 1910; F. S. GUTIAHR, Die zwei Briefe an die Thess. una der Brief an die Gal., 2 ed. Graz-Viena 1912; J. KNABENBAUER, In Epistolas ad Thessalonicenses (CSS), París 1913; 1. M. VOSTE, Commentarius in Epístolas ad Thessalon¡censes, Roma 1917; A. STEINMANN, Die Briefe an die Thessalonicher, Bonn 1918 (4 ed. 1935); S, OBIOLS, Epístoles de Sánt Pau (Gál-Heb), en Biblia de Montserrat, XXI, Barcelona 1930; D. BuzY, Épitres aux Thessaloniciens, en La Sainte Bible (Pirot-Clamer) XII, París 1936 (2 ed. 1951); F. AMIOT, Saint Paul: Épitre aux Galates, Épitre aux Thessaloniciens (VS, XIV), París 1946; G. RINALDI, Le lettere al Tessalonicesi, Milán 1950; K. STAAB, 1. FREUNDORFER, Die Thess.-Briefe die gefangenschaltsbriefe, Ratisbona 1950 (3 ed. 1959); B. OCHARD, Tesalonicenses, en Verbum Dei, IV, Barcelona 1959 (2 ed. 1962); B. MARTíN SÁNCHEZ, Primera carta a los tesalonicenses, Madrid 1960; 1. LEAL, en La Sagrada Escritura (texto y comentario), Nuevo Testamento, II, Madrid 1962; P. ROSSANO, Lettere al Tessalonicesi, Turín 1965; L. . TURRADO, en Biblia comentada, VI, Madrid 1965; H. A. EGENOLF, Primera carta a los Tes., Barcelona 1967; H. SCHÜRMANN, Segunda carta a los Tes., ib. 1970; F. F. RAMOS, Cartas a los tesalonicenses, en Manual Bíblico (Casa de la Biblia), IV, Madrid 1968.
 

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991