Teología Espiritual
1. Introducción. La T. e. es la parte de la Teología
(v.) que se ocupa del estudio de la vida espiritual del cristiano (v.
ESPIRITUALIDAD). No existe unanimidad ni en la terminología ni en la definición.
Se la conoce también con los nombres de Teología ascética y mística, Teología de
la perfección cristiana, Ascética y Mística, Teología de la vida sobrenatural,
etc. Se la puede definir como «parte de la Teología que, fundándose en los
principios de la divina Revelación y en las experiencias de los santos, estudia
el organismo de la vida sobrenatural, explica las leyes de su progreso y
desarrollo y describe el proceso que siguen las almas desde los comienzos de la
vida cristiana hasta la cumbre de la perfección» (A. Royo Marín, Teología..., o.
c. en bibl., 35). Queda así señalado el ámbito de su estudio: partiendo de la
exposición del llamado organismo (v.) sobrenatural, describe el desarrollo de la
vida espiritual desde sus comienzos hasta la meta de la santidad: la unión con
Dios.
Teniendo en cuenta la unidad de la Teología y a la vez la variedad de
disciplinas teológicas, la T. e. es subsidiaria de la Teología dogmática (v.),
de la que toma sus principios: vida íntima de Dios (v. TRINIDAD) participada por
el hombre mediante la gracia (v.) y -más tarde- en la visión beatífica (v.
CIELO); Redención (v.) operada por Cristo, que repara el pecado original y eleva
al hombre al orden sobrenatural (v.); eficacia santificadora de los sacramentos
(v.), etc. A su vez está relacionada con la Teología pastoral (v.), cuyo campo
es más amplio que el de la Teología espiritual.
Sin embargo, su entronque más específico es con la Teología moral (v.). Una
distinción propuesta por algunos es la de situar en el ámbito de la Teología
moral todo cuanto se refiere a los preceptos y pecados, mientras la T. e. se
ocuparía de cuanto se refiere al logro de la perfección. Así, p. ej., Génicot,
Tanquerey, Hürth, enseñan que la Teología moral tendría como objeto el bien
necesario, y la T. e., el bien mejor y la perfección; De Guibert afirma que
mientras la Teología moral sería la ciencia del bien, la T. e. lo sería de la
perfección y del progreso. Esta forma de sistematizar la vida cristiana no es
aceptable. No se puede, en efecto, establecer una distinción esencial como si la
perfección no entrase en el ámbito del bien moral y la Teología moral no se
ocupase de la santidad, sino sólo de la salvación del hombre. La distinción
entre ambas ciencias es, pues, accidental. Digamos por eso que la T. e. supone
la Teología moral, que considera la vida cristiana desde toda la amplitud del
bien moral, tanto incoado como perfecto. Mientras la Teología moral se interesa
ante todo de la rectitud de nuestra orientación a Dios y se centra más en las
manifestaciones del amor de Dios en la vida cristiana: actos humanos, ley,
conciencia, virtudes, etc., la T. e. se ocupa más directamente de las leyes que
rigen el crecimiento hacia el pleno amor de Dios y a los demás, y de los medios
que conducen a él, estudiando el quehacer cristiano en su dimensión personal y
experiencial. Se complementan, pues, mutuamente. La Teología moral, vivificada
por la dogmática, estudia la estructura del obrar cristiano que tiende al pleno
desarrollo de la gracia (v.). La T. e., enraizada en la moral y dogmática,
describe el proceso que sigue el alma desde los comienzos de su vida cristiana
hasta la cumbre de la santidad, explicando las leyes y condiciones del progreso
de la vida espiritual, la evolución de la libre colaboración del cristiano a la
vida de la gracia, don gratuito de Dios, etc.
Por eso, la T. e., además de las fuentes propias de la Teología (v. TEOLOGíA II),
tiene también como fuente las experiencias de la vida de los santos y místicos y
sus escritos, algunos de un valor inapreciable, sobre todo los que han sido
declarados doctores (v.) de la Iglesia. Las biografías de los santos
proporcionan también valiosos elementos para la parte descriptiva de la vida
espiritual, al estudiar cómo han alcanzado el amor a Dios esas personas. También
la historia de la espiritualidad cristiana sirve para conocer cómo se ha vivido
a lo largo de los siglos la enseñanza de Jesucristo, su aplicación concreta a la
vida de cada cristiano, etc. Finalmente, sirve como fuente, aunque secundaria,
la Psicología (v.), que proporciona elementos de interés para el conocimiento de
la inserción de la vida espiritual en la persona individual y también puede
ayudar para discernir los fenómenos extraordinarios, sobre todo los estados
místicos, de sus posibles falsificaciones.
Esta relación entre T. dogmática, moral y espiritual se refleja también en su
método. La T. e. ha de tener presente la doctrina revelada con sus enseñanzas
sobre naturaleza de la vida cristiana, la llamada universal a la santidad (v.),
el organismo (v.) sobrenatural y las leyes de su crecimiento, lo que supone la
vida de la gracia (su desarrollo normal, como una exigencia intrínseca de la
misma, y lo que es extraordinario), virtudes, dones del Espíritu Santo, etc.
Pero a la vez debe observar los hechos, tener presentes las enseñanzas de los
autores espirituales, los datos de los místicos experimentales, examinar sus
pruebas, luchas, dificultades, métodos empleados, etc.
2. Contenido. No existe en las obras de T. e. uniformidad de criterio sobre el
orden y contenido de esta ciencia. En general, está muy difundido el esquema en
el que, después de una exposición de los principios, se describe el camino de la
vida espiritual a través de los llamados grados, edades o vías (v.) de la vida
interior: vía purgativa, iluminativa y unitiva, a lo que se añade un tratado de
las gracias extraordinarias. Ese orden tiene ventajas didácticas, aunque se
presta a un excesivo esquematismo y a una cierta rigidez.
Sin tratar de exponer un esquema ideal, nos vamos a referir al contenido
haciendo remisión a las diferentes voces de esta Enciclopedia en las que se
tratan los temas de la T. e., a veces conjuntamente con la Teología moral, bajo
el epígrafe de Teología moral y espiritual. Una visión de conjunto se da en los
artículos sobre Ascética (v. ASCETISMO II) y Mística (v.) y a las voces en ellos
remitidas; para las vías o grados, v. VÍAS DE LA VIDA INTERIOR; PURIFICACIÓN III;
ILUMINATIVA, VÍA; UNIÓN CON DIOS. Para el estudio del hombre ordenado a la
gloria de Dios y llamado por Jesucristo a la plenitud de la vida cristiana, V.
FELICIDAD; HOMBRE III; JESUCRISTO V. Para los grandes temas de la
espiritualidad, v.: PERFECCIóN; VOCACIÓN; SANTIDAD; ORGANISMO SOBRENATURAL;
GRACIA; SACRAMENTOS; VIRTUDES; dones del Espíritu Santo (en ESPÍRITU SANTO III).
Para la dinámica de la vida espiritual, v.: ORACIÓN; CONTEMPLACIÓN;
RECOGIMIENTO; FILIACIÓN DIVINA; PRESENCIA DE DIOS; devoción a la Virgen (v.
MARÍA III), a los ángeles (v.) y a los santos (V. SANTIDAD III); VOLUNTAD DE
DIOS; APOSTOLADO, etc.
En relación con la lucha ascética (v.), los obstáculos: pecado (v.), mundo (v.
MUNDO IV, B), carne (v.), demonio (v.), soberbia (v.), tibieza (v.) y, en
general, todos los vicios (v.). Lucha que supone la necesidad de purificación
(v.), mortificación (v.), penitencia (v.), sufrimiento (v.), etc. Otros medios
ascéticos para mejorar en la vida espiritual: meditación (v.), lectura
espiritual (v. LECTURA IV), examen de conciencia (v.), dirección espiritual
(v.), retiros espirituales (v.), etc.
Finalmente, el estudio de los diversos caminos o espiritualidades (v.)
inspiradas en los grandes santos; así como de los fenómenos (v.) místicos
extraordinarios: éxtasis (v.), visiones (v.) y locuciones, estigmatización (v.),
desposorio espiritual (v.); también la posesión diabólica (v.).
3. Historia. En los Padres de la Iglesia se encuentra abundante material de
Teología espiritual. Puede decirse que todos los Padres, tanto griegos como
latinos, desde S. Clemente Romano a S. Isidoro de Sevilla, escriben sobre el
tema. Los primeros intentos de síntesis aparecen con Orígenes (v.) y sobre todo
en el ambiente monástico (v. MONAQUISMO III y IV); entre las obras apreciables
al respecto deben citarse las Colaciones de Casiano (v.) y los escritos de
Evagrio Póntico (v.) y de S. Juan Clímaco (v.). En otra línea destaca S. Juan
Crisóstomo (v.), sobre todo en lo que se refiere a la espiritualidad laical, y
S. Agustín (v.), que, aunque no tiene un tratado sistemático, incluye en sus
obras amplísimas referencias a la vida espiritual. También merecen citarse el
papa S. Gregorio (v.) y, sobre todo, el Pseudo Dionisio (v. DIONISIO
AREOPAGITA), que, con su De mystica theologia, influirá grandemente en todos los
autores espirituales posteriores. Lugar relevante ocupa S. Tomás de Aquino (v.),
en cuyas obras se encuentran esparcidos grandes principios que iluminan
cuestiones fundamentales de la Teología espiritual.
A partir de la Edad Media comienzan a perfilarse las distintas escuelas de
espiritualidad, en torno a las grandes órdenes religiosas: así tenemos una
espiritualidad benedictina (v. BENEDICTINOS III), franciscana (v. FRANCISCANOS
III), dominicana (v. DOMINICOS III), cartujana (v. CARTUJOS), camaldulense (v.),
cisterciense ('v.), etc. Aparecen los primeros escritos ascéticos y místicos de
autores que narran sus propias experiencias espirituales; son escritos todavía
no sistematizados, pero con abundante material para una T. e.; destacan la obra
de Ruysbroeck (v.), Groot (v.), Kempis (v.), Taulero (v.), Gerson (v.), etc. En
esa línea hay que mencionar especialmente a S. Teresa de Jesús (v.) y a S. Juan
de la Cruz (v.), que no sólo se limitan a recoger sus experiencias místicas,
sino que intentan sistematizar y resumir desde una perspectiva científica los
elementos de la vida espiritual; surge así la escuela carmelitana (v. CARMELITAS
III). Nacen o se consolidan también otras espiritualidades: la jesuítica (v.
JESUITAS), teatina (v.), barnabita (v.), agustiniana (v. AGUSTINOS), salesiana
(v. FRANCISCO DE SALES, SAN), berulliana (v. BERULLE), sulpiciana (v.),
ligoriana (V. ALFONSO MARÍA DE LIGORIO, SAN), etc.
En los s. XVIII-XIX aparecen los primeros tratados sistematizados (el Directorio
ascético y Directorio místico, de Scaramelli, el De vita spirituale..., de J.
Álvarez de Paz, etc.). Para el s. XX pueden verse los manuales clásicos citados
en bibliografía. A la vez cobran gran incremento los estudios sobre la historia
de la espiritualidad litúrgica (v. MOVIMIENTO LITúRGICO) y el nacimiento de
asociaciones laicales que ha dado lugar a una espiritualidad específicamente
secular, confirmada por el Conc. Vaticano II; pionero de esta espiritualidad
laical (v. LAICOS II) es J. Escrivá de Balaguer (v.), fundador del Opus Dei
(v.). También en este siglo se perfila una espiritualidad sacerdotal (v.
SACERDOCIO V).
Entre los escritores ascéticos o místicos que tienen voz propia en esta
Enciclopedia señalamos, además de los citados anteriormente: S. Gertrudis y la
beata Angela de Foligno, en el s. XIII; el maestro Eckhart, S. Catalina de Siena,
W. Hilton, Enrique Suso, en el s. XIV; Dionisio eJ Cartujano, en el s. XV; S.
Alfonso Rodríguez, Blosio, García de Cisneros, Scupoli, Diego de Estella,
Bernardino de Laredo, Francisco de Osuna, Bonilla, Malón de Chaide, S. Juan de
Ávila, S. Ignacio de Loyola, Luis de Granada, todos en el s. XVI; Lallemant,
Nieremberg, S. Francisco de Sales, María Jesús de Agreda, en el s. XVII;
Scaramelli, a quien algunos autores atribuyen la separación entre ascética y
mística, que hasta entonces se consideraban unidas; Bernardino de Hoyos, S.
Alfonso María de Ligorio, Caussade, en el s. XVIII; B. Liberman, Faber, Ana
Catalina Emmerick, S. Gema Galgani, Isabel de la Trinidad, en el s. XIX;
Arintero, Chautard, Garrigou-Lagrange, C. Marmion, Teresa Newman, Ch. Foucauld,
en el s. XX. También pueden mencionarse algunos representantes de la
espiritualidad ortodoxa (v. ORTODOXA, IGLESIA II), como Gregorio Palamas (v.),
Nicolás Cabasilas (v.), Sergio de Radonege (v.), Serafín de Sarov (v.), etc.
Otros autores que aquí no se citan expresamente también tienen voz propia en
esta Enciclopedia y puede encontrarse una referencia a ellos en la voz
ESPIRITUALIDAD de la propia familia religiosa (BENEDICTINOS; CARMELITAS; etc.).
V. t.: ASCETISMO; ESPIRITUALIDAD y ESPIRITUALIDADES; MíSTICA.
MIGUEL ÁNGEL MONGE.
BIBL.: Sobre la naturaleza de la T. e.: M. NicoLAU,
Plan científico de lo que debe ser hoy una teología espiritual, «Manresa» 26
(1954) 339-55; 27 (1955) 5-23; PONTIFICIA UNIVERSIDAD DE SALAMANCA, Estado
actual de los estudios de Teología espiritual, Barcelona 1957 (Actas del I
Congreso de Espiritualidad del «Centro de Estudios de Espiritualidad», Salamanca
1954); A. HUERGA, Teología espiritual y teología escolástica, «Rev. Española de
Teología» 26 (1966) 3-34; R. GARRIGOU-LAGRANGE, La Théologie ascétique et
mystique ou la «Doctrine spirituelle», «La Vie Spirituelle» 1 (1919) 7-19; A.
LEMONNYER, La Théologie spirituelle comme science particuliére, «La Vie
Spirituelle» 30 Suppl., 158-166; P. A. PORTEA, Spiritual Theology, en New
Catholic Encyclopedia, t. XIII, Nueva York 1967, 588-90.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991