Tentación. Tentaciones y Ayuno de Cristo.
Nos referimos a las t. padecidas y al ayuno que
Cristo observó en el desierto de Guebel Qarantal, a 4 Km. al nordeste de Jericó,
durante 40 días y 40 noches inmediatamente después de su bautismo en el Jordán y
antes de comenzar su ministerio público. Fueron tres y tuvieron lugar al término
del ayuno. Éste, en la narración evangélica, sirve de introducción a la primera
(«al fin sintió hambre») y ésta, a su vez, introduce las otras dos. El relato
del ayuno y t. constituye una unidad literaria y teológica.
1. Los hechos. Las t. se relatan sólo en los Evangelios llamados Sinópticos (Mt
4,1-11; Mc 1,12-13; Lc 4,1-13). Se han querido ver trazas de este relato en el
Evangelio de S. Juan (cfr. lo 6,14 ss.; 7,3 ss.; 14,30), pero sin fundamento. En
los Sinópticos el relato ofrece diferencias, sobre todo en S. Marcos. Menciona,
sí, que el Espíritu «lanzó» al desierto a Cristo, donde estuvo 40 días, y que su
tentador fue el diablo. Habla también del «servicio» de los ángeles, detalle
común con S. Mateo y ausente en S. Lucas. Establece una relación expresa entre
Cristo en el desierto y las t., con el bautismo. Ahí termina lo común del relato
de Marcos con Mateo y Lucas. Es verdad que este último habla de la t., pero
mientras los otros dicen que ocurrieron al fin de los 40 días, Marcos no
especifica sino que las t. fueron durante esos días. Marcos nada dice del ayuno
ni hay por qué sobrentenderlo. La mayor diferencia consiste en que Marcos no da
el número de las t. ni en qué consistieron los episodios. Tiene en exclusiva un
detalle: Cristo «estaba con las fieras» en el desierto. Los otros dos, Mateo y
Lucas, concuerdan casi totalmente en eJ relato de las t. con algunas
diferencias. La más notable es que Lucas pone en último lugar la t. del
pináculo, que Mateo sitúa en segundo lugar. Se considera más original el orden
de Mateo, sobre el que Lucas tiene pequeñas diferencias (cfr. Lc 4,3-10). El
relato de las t. en Mateo y Lucas constituye una pieza literaria articulada en
torno a tres citas bíblicas tomadas de Dt 8,3; 6,16; 6,13 (orden de Mateo). Cada
uno de estos pasajes es el núcleo de cada una de las tentaciones. Los pasajes
del Dt se aducen según la versión de los Setenta, como también el Ps 91,11 ss.,
en la segunda t. (Mateo). Las t. están narradas en estilo indirecto o tercera
persona.
2. Sentido de las tentaciones. Las t. no tienen de primera intención un sentido
ascético (gula, vanidad, soberbia). Los tres Evangelistas establecen
conscientemente una relación entre las t. y la narración precedente del bautismo
(cfr. «si eres Hijo de Dios...», «Espíritu») (v. BAUTISMO lI). La significación
de la voz del cielo en el bautismo, por la que Cristo es declarado Mesías (v.)
real, se ha de entender en el contexto de la teología del «Siervo» paciente (v.
SIERVO DE YAHWÉH). Esta enseñanza se continuará en el episodio de las t.
constituyendo su fondo doctrinal. Las t. son, en efecto, una lucha entre Jesús y
Satán cuando Aquél, una vez proclamado Mesías, iba a comenzar su ministerio
mesiánico. La clave para interpretar todo el episodio la da la tercera t.
(Mateo), que es también el clímax de todo el drama: se trata de «servir» a Dios,
de servir en sentido cultual, que es la expresión suma del «servir», estar al
servicio de Dios. Así, pues:a) En la primera tentación Satán no trataría de
explorar el poder de Cristo, comprobar si de verdad es el Mesías. La respuesta
de Cristo da el verdadera sentido: «no sólo de pan vive el hombre, sino de toda
palabra que procede de la boca de Dios». La Palabra de Dios (v.) es la expresión
de una voluntad, más que de una inteligencia, es una orden. Y en la narración
evangélica la palabra pan no indica tan sólo el pan como alimento nutritivo,
sino toda suerte de sustento. El hombre ha de vivir y puede vivir no sólo del
modo normal, sino de cualquier modo que Dios lo dispusiere. Aunque esto implique
ayuno, hambre y sacrificio. La t. consiste en solicitar de Cristo que haga uso
de su poder taumatúrgico cuando Él comprendía que no debía hacerlo (cfr. Me 8,11
ss.) y mucho menos en provecho propio, cuando es consciente de que su mesianismo
(el querido y decretado por Dios) es el del siervo paciente (cfr. Mc 10, 45). No
está ausente de esta t. la idea de la abundancia de bienes materiales que
ciertas interpretaciones judías prometían en los tiempos mesiánicos. La
dimensión mesiánica de la t. es que Cristo ve la posibilidad de atraerse a la
gente y hacerse aceptar como Mesías entre el público por la ostentación de su
poder taumatúrgico, contra lo establecido por Dios, que es el sacrificio,
fracaso y derrota aparentes. Admitir la t. sería admitir el equivocado ideal
mesiánico del judaísmo contemporáneo (Mc 8,11 ss.; lo 6,30 ss.).
b) La segunda tentación no consiste en hacer dudar a Cristo de la asistencia de
Dios, sino en solicitarlo a ponerse en tales condiciones que Dios tenga que
hacer un milagro. Esto indica la respuesta de Jesús. El siervo debe servir a
Dios y no servirse de Él, debe estar sumiso y obedecer en vez de exigir y
provocar. La dimensión mesiánica de esta t. ha de considerarse en relación con
una mentalidad que trasluce lo 7,3 ss. (cfr. lo 7,27; 10,22-24; 2,18): la
manifestación del Mesías en Jerusalén, y en el Templo, por algún signo o
milagro. Una tradición judía, cuyo origen podría ser antiguo, formula así esa
mentalidad: «Nuestros maestros han dicho: cuando se revele el Rey, el Mesías,
vendrá y se pondrá encima del tejado del santuario» (cfr. H. L. Strack, P.
Billerbeck, Kommentar zum Neuen Testament aus Talmud und Midrasch, I, Munich
1922, 151). Se trata de nuevo de recurrir a un milagro de ostentación para
hacerse reconocer como Mesías. También esto significa ceder a la expectación
mesiánica de los contemporáneos.
c) La tercera tentación consiste en lisonjear la dignidad de que Jesús era
consciente, según la declaración en el bautismo: ser Mesías y Rey, Mesías real.
Al Mesías promete Dios «darle las naciones, darle por herencia los confines de
la tierra» (Ps 2,8). Cristo es consciente de eso, pero los medios que propone
Dios al Siervo son paradójicos. Cristo contempla «en un abrir y cerrar de ojos
la autoridad y gloria» (Lucas) de los reinos del mundo. A Cristo le presenta el
tentador los conceptos de dominio, poder, fausto, esplendor. Es la idea de un
mesianismo (v.) político y dominador, la que entonces acariciaban no sólo los
judíos en general (lo 6,14; cfr. Lc 1,68-75), sino también discípuloslde Jesús (Mc
10,35 ss.; Act 1,6). Lo único que a Cristo se le pide es rendirse a los
postulados del mundo (v.), cuyo príncipe y dueño («me ha sido entregado») es
Satán, cediendo a los postulados mesiánicos del judaísmo contemporáneo que tiene
por padre al diablo (lo 8,44).
Una segunda dimensión da todavía mayor profundidad a este contenido mesiánico de
las tentaciones. Las citas del Deuteronomio en este relato han de tomarse con
todo el contenido que les confiere el contexto original.
Para la primera t. no sólo Dt 8,3 es importante, sino todo el pasaje Dt 8,2-5.
Aquí se encuentra el porqué de las t. en el desierto: Israel fue llevado al
desierto, porque allí quiso Dios «probarlo (tentarlo) para conocer lo que había
en su corazón, a ver si observaría sus preceptos o no»; se encuentra el dato de
los 40 años de Israel en el desierto, que encuentra su eco en los 40 días de los
Evangelios; el detalle del «hambre» de Israel, etc., cuando Dios tuvo que
intervenir con el milagro del maná (v.). En Dt 8,3 se hace referencia expresa al
episodio de Ex 16,4, cuando Dios, por las murmuraciones e impaciencia del
pueblo, tuvo que cesar en su prueba y enviar el maná. Israel no fue capaz de
superar la prueba del hambre, porque ignoraba que el hombre puede vivir de
cualquier manera que Dios lo disponga. Por el contrario, Jesús supera la prueba
en que Israel cayó y muestra ser la verdadera expresión del Israel servidor
paciente de Dios. En la segunda t. la cita de Dt 6,16 remite también al episodio
de Ex 17,1-7, cuando el pueblo en el desierto tampoco superó la prueba de la sed
y puso a prueba a Dios, obligándole, por así decir, a realizar un milagro,
haciendo salir agua de una roca. Jesús se mantiene fiel en la prueba y rehúsa
poner a Dios en el trance de obrar un milagro en su favor. En la tercera t. Dt
6,13 con los vers. 12-15 se refiere a los pasajes de Ex 23,20-33; 34,1114. Todos
estos textos dan normas para cuando el pueblo haya entrado en la Tierra
Prometida: no deberán servir a los baales (señores), a los dioses de los pueblos
que allí vivían. También en esta prueba sucumbió Israel, mientras que Cristo
supera la sugerencia de rendirse ante Satán y servir sus intereses como un medio
de obtener el dominio del mundo que le prometía la declaración del bautismo (Ps
2,7-8).
3. Cuestiones diversas. La narración de las t. plantea diversos problemas
marginales: a) no existe un «monte alto» (Mt 4,18) desde donde se puedan divisar
todos los reinos de la tierra. Lucas no trae el detalle y en su lugar dice que
Jesús vio esos reinos «en un abrir y cerrar de ojos», dato importante para
valorar la naturaleza de las tentaciones. Sin embargo, el detalle del monte
procede de Dt 34,1-4: Moisés «ve toda la tierra de Promisión».
b) El número de 40 días puede ser un eco de los 40 años de Israel en el
desierto; pero la expresión de Mt 4,2 se corresponde exactamente en el ayuno de
Moises (Dt 9,9.18; cfr. 1 Reg 19,8); la cifra de 40 días es tradicional e indica
un periodo prolongado, pero su valor matemático es muy variado (v. CRONOLOGÍA II).
c) La sustitución hecha por Lc 4,5 (en lugar del «monte alto») muestra que las
t. no exigen un desplazamiento geográfico.
d) En Dt 8, etc., el que prueba es Dios, mientras que Cristo es probado o
tentado por el diablo. En un principio toda actividad, aun la prueba, viene de
Dios, pero después toda solicitación al mal viene del diablo (cfr. 2 Sam 24,1
con 1 Par 21,1; cfr. lac 1,13): Dios permite la prueba, el diablo solicita al
mal. De todos modos, en consonancia con Is 63,14 respecto del Éxodo, también
Cristo es llevado (los matices son ligeramente distintos) al desierto por el
Espíritu, lo cual indica que las t. fueron queridas por Dios, sin negar que
fuesen libremente afrontadas por Cristo.
e) Son pruebas externas para la Humanidad de Cristo; la incitación interna al
mal era imposible para É1, dado su carácter de verdadero hijo de Dios (A.
Vaccari). Al comenzar su misión y muchas veces en su transcurso (cfr. Mt 16,22
ss.; Me 8,11; Lc 9,54; lo 6,14 ss.) a Cristo se le presentan dos perspectivas:
una, fácil y atractiva; la otra, difícil y ardua, pero es lo que impone Dios. De
ahí la tentación de seguir el camino fácil. Es el mismo fenómeno, a escala
reducida, de Getsemaní (Lc 22,42). Ejemplarmente es el conflicto de cada hombre
entre sus gustos y las exigencias de Dios. Cristo permitió tales tentaciones
para darnos ejemplo de resistencia.
f) La narración de un episodio tan personal y humano no es creación de la
comunidad primitiva, sino que las t. tuvieron que ser referidas por Jesús a sus
discípulos durante su ministerio, antes de Pascua, con la finalidad de
explicarles precisamente en qué sentido comprendía Él su misión mesiánica.
M. MIGUÉNS ANGUEIRA.
BIBL.: J. DUPONT, Les tentations de Jésus au désert,
«Studia Neotestamentica» 4, Brujas-París 1968 (abundante bibl.) ; fD, L'origine
du récit des tentations de Jésus au désert, «Rev. Biblique» 73 (1966) 30-76; M.
STEINER, La tentation de Jésus dans 1'interprétation patristique de Saint Justin
iá Origéne, París 1962; A. FEUILLET, L'épisode de la tentation d'aprés 1'Evangile
selon Saint Marc, «Estudios Bíblicos» 19 (1960) 49-73; F. SPADAFORA, Tentaciones
de Jesús, en Diccionario Bíblico, Barcelona 1968, 591-592; íD, Temi di esegesi,
Rovigo 1953, 285-319; 1. GOMÁ CIVIT, El Evangelio según S. Mateo, Madrid 1966,
128 ss.; J. M' CASCIARO, Jesucristo y la sociedad política, Madrid 1973, 62-66;
J. M. BOVER, Diferente género literario de los evangelistas en la narración de
las tentaciones de Jesús en el desierto, en XV Sem. Bibl. Esp., Madrid. 1955,
213-219.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991