SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO
Introducción. La S. del c. es una disciplina relativamente reciente. Sin
embargo, su objeto de estudio y las aportaciones teóricas que ha elucidado han
estado presentes prácticamente a lo largo de toda la historia del pensamiento.
Desde el mundo griego (en especial, la sofística) hasta el pensamiento de
Nietzsche (v.), pasando por la teoría de los ídolos (Novum Organon, 1605) de F.
Bacon (v.), se han apuntado la presencia de relaciones y correspondencias entre
el mundo espiritual (las ideas, las producciones mentales, las teorías, etc.) y
el sustrato histórico en el que se formula ese conocimiento y saber. Las
preguntas y observaciones en torno a la presencia de algún tipo de
correspondencia entre estos dos aspectos de la vida social son una constante que
aparece en la historia de las ideas cada vez que el pensamiento pone en cuestión
los alcances y límites de sus propias aportaciones. Es decir, cuando le preocupa
su propia legitimación.
El enfoque que se dé a la S. del c. depende de cuestiones gnoseológicas y
epistemológicas de fondo, e incluso antropológicas y teológicas, según que se
admita o no la trascendencia del espíritu sobre la materia. De ahí que la S. del
c. oscile entre posiciones en las que el pensamiento es interpretado como un
producto de los factores materiales, afirmando así un determinismo (v.) y un
materialismo (v.), y posiciones espiritualistas para las que el pensamiento
trasciende a la situación histórica aunque en aspectos más o menos amplios pueda
estar condicionado, sobre todo genéticamente, por ella. Remitiendo, para esos
problemas de fondo, a las voces de esta Enciclopedia donde se analizan
directamente (v. CONOCIMIENTO I y II; ABSTRACCIÓN; REALISMO I-II; RACIONALISMO;
GNOSEOLOGíA; EPISTEMOLOGíA), vamos aquí a trazar un panorama histórico de los
autores que, desde uno u otro planteamiento, se han ocupado de cuestiones
relacionadas con la Sociología del conocimiento.
Antecedentes históricos. Suele señalarse a Montesquieu (1689-1755; v.)
como pionero de esta concepción (Werner Stark, Montesquieu: Pioneer of the
Sociology of Knowledge, Londres 1960). En general, el movimiento intelectual que
suele llamarse Ilustración (v.) prepara los presupuestos teóricos del futuro
desarrollo de la S. del c. Si nos aproximamos a la época que suele señalarse
como originaria de la sociología positiva -el s. XVIII francés-, vemos que desde
un principio el tema está presente en el ambiente intelectual. Ya en Condorcet
(1743-94; v.), en su célebre Esquisse d'un tableau historique des progrés de
Pesprit humain (1795), se afirma la existencia de relaciones entre la realidad
social y el sistema de conocimientos. Saint Simon (1760-1825; v.), por otro
lado, más tarde, escribe: «en todos los tiempos y en todos los pueblos, se
encuentra una correspondencia constante entre las instituciones sociales y las
ideas» (De l'Industrie, 1817-18). Su discípulo, A. Comte (1798-1857; v.), adopta
implícitamente una perspectiva de la S. del c. en su «ley de los tres estadios»
(Discurso sobre el Espíritu Positivo, 1884) y ello, por cierto, con un
significativo propósito, como ha señalado G. Gurvitch: el de justificar el
positivismo (cfr. Problemas de la Sociología del conocimiento, en Tratado de
Sociología, II, Buenos Aires 1963, 117). El amplio y poco determinado objeto de
la S. del c. hace necesario que le estudiemos partiendo de las diversas
tradiciones intelectuales de varios países.
Alemania. Los orígenes inmediatos de la S. del c. se producen en Alemania.
La razón de este preguntarse por la relación del pensamiento con su contexto
social tiene como marco teórico el extraordinario despliegue intelectual,
encaminado a la investigación histórica, que la erudición germana desarrolla a
lo largo del s. XIX. Si a esto sumamos las repercusiones políticas de los
cambios sociales, que abrían en la historia la etapa de la modernidad, junto con
el despertar de la conciencia de clase al filo del reciente desarrollo de las
relaciones de producción en la nueva sociedad industrial, no nos extrañará que
sus primeros escarceos tengan como punto de partida una perspectiva en la que
tres pensadores han configurado bases para su desarrollo: Marx (1818-85; v.),
Dilthey (18331911; v.) y Nietzsche (1844-1900; v.); prolongado luego por Scheler
(v.) y Mannheim.
a) La importancia de Marx en la historia de la S. del c. es clave. No se
limitó a hablar de la existencia de una relación entre la cultura -entendida
esta última como estructura ideológica (sistema de ideas-representaciones y de
actitudes-comportamientos o costumbres) y estructura jurídico-política- y su
sustrato social, sino que intentó poner de manifiesto las relaciones que a ambos
aspectos les unen. Para este análisis acuñó junto con Engels las nociones de
infraestructura -que, según él, corresponde al nivel económico de la vida
social, es decir, su estructura económica-, y de superestructura, que recoge la
estructura institucional jurídico-política y las demás «formas de la conciencia
social». Engels, en el Anti-Dühring (1878), explica así esta relación: «... la
estructura económica de la sociedad constituye en cada caso el fundamento real a
partir del cual hay que explicar en última instancia toda la superestructura de
las instituciones jurídicas y políticas, así como los tipos de representación
religiosa, filosófica y de otra naturaleza, de cada periodo histórico».
El punto de partida de Marx para la explicación de la historia y, por
tanto, del pensamiento, queda plasmado en estas palabras: «así como no se juzga
a un individuo por la idea que él tenga de sí mismo, tampoco se puede juzgar tal
época de trastorno por la conciencia de sí misma; es preciso, por el contrario,
explicar esta conciencia por las contradicciones de la vida material, por el
conflicto que existe entre las fuerzas productoras y las relaciones de
producción» (prólogo a la Contribución a la crítica de la Economía política,
1859; obra que, junto con la Ideología alemana, 1845, es la de mayor
trascendencia para la S. del c. en el sentido marxista. Las relaciones entre
infraestructura y superestructura van adquiriendo en la evolución de la obra de
ambos autores peso diverso, lo que ha dado lugar a diversas interpretaciones que
van desde Plejanov a Lukács (Historia y Consciencia de Clase, 1923) y
recientemente a los trabajos del moderno estructuralismo (v.) francés (Harneker,
Poulantzas, etc.), basados en las aportaciones de L. Althusser (La revolución
teórica de Marx, México 1967). Para un análisis crítico de los presupuestos
marxianos, v. MARX Y MARXISMO.
b) Pero no sólo el marxismo contribuyó al desarrollo del clima intelectual
que favoreció el surgimiento de la S. del c. También Dilthey (v.) ha tenido una
amplia trascendencia, aunque más difusa. Básicamente su influjo ha consistido en
despertar un profundo interés por la historia y por el empleo de una metodología
rigurosa en las ciencias del espíritu (Introducción a las Ciencias del espíritu,
1883). Más que explicar el tipo de relación existente entre el pensamiento, la
religión o el arte y la historia, lo que hizo fue subrayar la relatividad -a
veces excesivamente- de todas las perspectivas sobre el acontecer humano. De ahí
que concluya poniendo de relieve que toda situación histórica deba entenderse
desde sus propios supuestos (Teoría de la concepción del mundo, 1905-10).
c) También Nietzsche (v.) -así como parte del pensamiento anti-iluminista
o irracionalista en el que Geiger (Verdad e Ideología, 1953, Buenos Aires 1972)
incluye a Sorel (v.) y Pareto (v.)- influye en el contexto teórico de esta
disciplina sociológica. Parten estos autores de unaperspectiva anti-idealista,
adoptada como actitud crítica. Mediante una hermenéutica entendida como «sutil
arte de la desconfianza», ponen de manifiesto el origen de los valores y sus «transvaloraciones»
sufridas a lo largo de la evolución histórica, mediante el análisis del lenguaje
-Nietzsche era filólogo- y su etimología, describiendo el proceso por el cual
surgen los cambios de significado de las palabras. Su influencia más explícita
se ha hecho patente en la concepción de Max Scheler (1874-1928; v.) del
resentimiento como factor creador de determinados tipos de pensamiento. Este
resentimiento, que para Nietzsche era el causante de una transvaloración, es,
según ellos, el origen que mueve a los hombres y a los pueblos a transmutar,
cambiando su sentido, los primigenios valores (La genealogía de la moral, 1887,
Madrid 1972). En cierta forma, la reducción al plano de la emotividad y al plano
de los instintos, en último término, convergía con otra línea del pensamiento
contemporáneo: Freud (18561939; v.).
d) Max Scheler (v.) representa un importante avance en la constitución de
la S. del c. como disciplina autónoma. En efecto, en su obra básica, Die
Wissensformen und die Gessellschajt, 1926, establece la inclusión sistemática de
la S. del c. o del saber (Wissensoziologie) dentro de la Sociología de la
cultura (Kultursoziologie), preparando la aportación de Karl Mannhein
(1893-1947), que amplía la S. del c. hasta convertirla en una disciplina
independiente. Frente a la idea de Scheler de que los factores reales,
estudiados por la Realsoziologie, condicionan la aparición de los factores
ideales, pero no su contenido, Mannheim (v.) sostiene una posición más inspirada
en el marxismo, según la cual toda ideáción humana está condicionada por la base
social. Hay entre ambos fenómenos -dice- una correlación, con la sola limitación
de las ciencias formales. «Se puede afirmar acerca del conocimiento formal que
es esencialmente accesible a todos y que su contenido no se ve afectado por el
sujeto individual ni por sus aplicaciones histórico-sociales» (Ideología y
Utopía, 1929 y 1936, Madrid 1958). Hay, pues, concluye, entre todos los
elementos que configuran una civilización, una cultura, una «solidaridad
existencial» (Seinsgebundenheit). De ahí que la cultura sea un índice
especialmente sensible a los cambios de la vida social. Para analizar estos
cambios, Mannheim emplea dos conceptos: ideología (v.) y utopía (v.), que, dice,
reflejan el pensamiento de las situaciones sociales conservadoras en el primer
caso, y revolucionarias en el segundo.
Francia. Frente a las raíces filosóficas y teóricas de cuño kantiano e
idealista que en el pensamiento alemán han acompañado a la S. del c. desde sus
inicios, la Sociología francesa, más acorde con el enfoque positivo que le diera
Comte, hace partir su reflexión de la experiencia, basada -como ha señalado R.
K. Merton: Karl Mannheim y la sociología del conocimiento, en Teoría y
estructura sociales, México 1964, 485- en un «fondo etnográfico». Sin embargo,
no con ello queda negada la penetración del pensamiento y temática germana.
a) Durkheim (v.; 1858-1917) abre su problemática en contacto con los temas
que preocupaban al socialismo europeo y del cual surgiría una colección de
trabajos recogidos bajo el título de El Socialismo (1928, Buenos Aires 1967), en
donde queda patente la figura que en mayor grado ha contribuido a su
pensamiento: Saint Simon (v.). La posición teórica se constituye en oposición a
Marx, por un lado, y a Comte, por otro. Las influencias teóricas recibidas en
Alemania de Wundt (v.; 1832-1920) contribuirían a perfilar su posición frente a
los problemas psicológicos. Su perspectiva sociológica del conocimiento aparece
perfilada ya en su tesis doctoral, De la división del trabajo social, 1893
(Buenos Aires 1967), en la que afirma que la mayor parte de nuestros estados de
conciencia no provienen de la naturaleza psicológica del hombre, sino del grupo
social y de la manera en que están organizadas las relaciones sociales. Las
variaciones de estructura del medio social explican, según él, las variaciones
del psiquismo humano. Esta posición sería matizada con posterioridad, en el
sentido de que una vez constituidas las representaciones éstas se convierten en
fuentes autónomas de otras representaciones, ahora ya no vinculadas con el
sustrato social del que partían las primeras; tesis mantenida en su artículo
Représentations individuelles et représentations collectives (recogido en
Sociologie et Philosophie, París 1925) y desarrollada en su obra fundamental
para la S. del c.: Las Formas elementales de la vida religiosa, 1912 (Buenos
Aires 1968).
Con la colaboración de M. Mauss (1872-1950) escribe en 1901 un artículo en
L'Année Sociologique -del cual fue eminente fundador-, titulado De quelques
formes primitives de classification, Contribution á Pétude des représentations
collectives (recogido en M. Mauss, Institución y Culto, Obras, 11, Barcelona
1971), que constituye el primer intento que en Francia se hace para explicar el
funcionamiento de las operaciones y categorías mentales a partir del «medio
social interno» exclusivamente, según ha apuntado J. Duvignaud (Emile Durkheim,
«Journal Sociologique», París 1969). En este artículo se sostiene que los
hombres han clasificado las cosas gracias a que previamente se habían
distribuido en clanes y trata de demostrar que existe un estrecho vínculo entre
sistema social y sistema lógico en las sociedades primitivas (v. PRIMITIVOS,
PUEBLOS I). Durkheim acaba proponiendo una extrapolación del método sociológico
con consecuencias epistemológicas que pretende fundarse -frente al apriorismo
(v.) kantiano por un lado, y al empirismo (v.) por otro- en una posición
intermedia, según la cual el conocimiento se lograría -como sostenían los
racionalistas (V. RACIONALISMO)- por medio de categorías, aunque éstas no son
inmanentes, sino sociales (1. Zeitlin, Ideología y Teoría sociológica, Buenos
Aires 1970).
b) El método e ideas de Durkheim y Mauss influyó grandemente en la
sociología francesa, en especial en M. Halbwachs (1877-1945) y M. Granet
(1884-1940). El primero sostiene el origen social de la memoria (La Mémoire
Collective, 1925, París 1968). Según Halbwachs es imposible concebir el problema
de la rememoración y localización de los recuerdos si no se toman como punto de
partida los cuadros sociales reales que sirven de marco a la reconstrucción de
esto que llamamos memoria (v.). Granet estudia, en su obra El pensamiento chino,
1929 (México 1959), las correspondencias existentes entre la mentalidad
tradicional china y su estructura social. Finalmente hay que reseñar también a
L. Lévy-Bruhl (18571939), quien en sus trabajos quiere mostrar que existen
diferentes sistemas de conocimiento que corresponden a diversos tipos de
sociedades, y en especial diversos tipos de lógica (La mentalidad primitiva,
1922, Buenos Aires 1972). Más tarde rectificó notablemente (v. PRIMITIVOS,
PUEBLOS I).
c) Desde el punto de vista científico y cultural, la mayor aportación
francesa a la S. del c. se debe a G. Gurvitch (v.). En una de sus últimas obras
sobre ella (Los marcos sociales del conocimiento, 1966, Buenos Aires 1969) la
define como «el estudio de ciertas correlacionesfuncionales que pueden
establecerse entre los distintos géneros, las diferentes acentuaciones de las
formas de estos géneros, los diferentes sistemas (jerarquías de estos géneros)
de conocimientos, por una parte, y los marcos sociales, por otra; es decir, las
sociedades globales, las clases sociales, grupos particulares y manifestaciones
diversas de la sociabilidad (elementos microsociales). Entre los marcos
sociales, las estructuras sociales parciales y, sobre todo, globales,
constituyen el núcleo de estos estudios, facilitados aquí por= el papel que el
saber puede jugar junto a las otras obras de la civilización y reglamentaciones
sociales del armazón de una estructura, con este equilibrio precario de
jerarquías múltiples».
Como podemos ver, el alcance del proyecto de Gurvitch es ambicioso y más
aún si se tiene en cuenta el alcance que da al conocimiento, pues no se refiere
sólo a un tipo de saber, sino que distingue los siguientes géneros de
conocimiento: 1) perceptivo del mundo exterior; 2) de «los otros»; los
«nosotros», grupos, clases y sociedades; 3) proveniente del «sentido común»; 4)
técnico; 5) político; 6) científico y 7) filosófico. Por otro lado, distingue
diversas formas dicotómicas de conocimiento que van desde el místico o racional
al colectivo o individual, pasando por el empírico o conceptual, positivo o
especulativo y el simbólico o adecuado. Sin embargo, el despliegue sistemático
de Gurvitch ha sido criticado por su arbitrariedad al confundir sociedades
distintas subsumiéndolas en tipos uniformes y unitarios. Por otro lado, no tiene
trascendencia práctica ni explicación empírica plausible, como ha puesto de
manifiesto C. Lévi-Strauss (Antropología Estructural, 1958; Buenos Aires 1970).
Estados Unidos. Frente al carácter teórico especulativo, fruto de la
tradición filosófica de la que surge la S. del c. en Europa, en Estados Unidos
la preocupación por la S. del c. está motivada por necesidades concretas. Como
Merton ha destacado «la variante norteamericana se enfoca sobre el estudio
sociológico de la creencia popular. Se enfoca en especial sobre la opinión y no
sobre el conocimiento» (La sociología del conocimiento y las comunicaciones para
las masas, en o. c.). Sin embargo, ello no es óbice para que también los
planteamientos teóricos estén presentes en aquella área cultural, como lo
demuestra la profunda labor llevada a cabo por P. Sorokin (v.). En este profesor
americano, de origen ruso, se observa una cierta tendencia al enfoque filosófico
(algo parecido al de Scheler y Come), aunque siempre muy acompañado de datos e
información. Para él, lo sociocultural tiene una cierta autonomía, unas leyes
internas de desarrollo, aunque existan factores externos que provienen de la
estructura social que lo condicionan. No obstante su contribución al estudio del
cambio sociocultural, su explicación no deja de ser un tanto borrosa, como han
apuntado varios autores (Merton, Gurvitch, Cuvillier, etc.). Su principal obra
en este campo sociológico ha sido su Dinámica Social y Cultural, 1937 (Madrid
1962).
Otra aportación teórica fue la de F. Znaniecki en The Social Role of the
Man of Knowledge, 1940 (México 1944), quien sostenía una cierta independencia de
las diversas esferas de la vida social, pero con la particularidad de existir
entre ellas una interacción (formalismo). Pero quien, a nuestro juicio, ha
contribuido más a definir la S. del c. desde una perspectiva amplia ha sido R.
K. Merton (v.) en su famoso paradigma publicado en su Teoría y estructura
sociales. Para Merton, las diversas concepciones de la S. del c. tienen en común
lo siguiente: 1) todos manifiestan que las producciones mentales tienen una base
existencial (sea social: posición social, clase, interés, situación histórica,
modo de producción, etc.; o cultural: valores, mentalidad, clima cultural); 2)
todas se refieren a esta base existencial como relaciones causales o funcionales
(determinación, causa, correspondencia, interacción, etc.); simbólicas,
orgánicas o de sentido (conexión interna, expresión, realización, coherencia) o
finalmente ambiguas (reflejo, enlace, estudio de conexión, etc.); 3) todas se
refieren a esferas de las creencias, ideologías, categorías, pensamientos, ideas
científicas, etc.; y 4) tienen una función bien manifiesta o latente (conservar
el poder, coordinar las relaciones sociales, etc.) en la estructura social.
Los trabajos recientes sobre S. del c. se dirigen a aspectos críticos del
pensamiento, como son los estudios de la escuela de Francfort (Adorno,
Horkheimer, Habermas), o bien de la vida social y la misma visión que de ella se
tiene (C. Wright Mills, Horowitz, Gouldner) y, finalmente, de los medios de
comunicación social (McLuhan, Veron, Berelson). Desde el punto de vista
sistemático cabe destacar las afirmaciones de Berger y Luckmann, a partir de las
modernas concepciones sobre el lenguaje: para estos autores, el objeto de la S.
del c. consiste en analizar los procesos por los que se «constituye la realidad»
(La construcción social de la realidad, Buenos Aires 1968), a través del
lenguaje cotidiano.
Conclusión. Como se ha dicho al principio, la S. del c. es una disciplina
de reciente formación, cuyas coordenadas y método aún no están precisados con
claridad. La exposición histórica precedente lo manifiesta con claridad, a la
vez que pone de relieve el influjo que, en la forma de concebir esta rama del
saber, tienen los presupuestos filosóficos, y en especial gnoseológicos, de los
que, al menos de manera implícita, parte cada autor o escuela.
Es un hecho de observación inmediata que hay un influjo del ambiente
histórico-social en el modo de pensar de las personas. Ahora bien, ¿qué amplitud
y valor concederle a ese influjo?, o, a la inversa, ¿qué trascendencia conceder
al pensamiento sobre la historia? Tal es la cuestión crucial de la que depende
la orientación que se dé a la S. del c., y la forma en que se la enfoque. Un
peligro amenaza especialmente al investigador: el determinismo sociologista (v.
SOCIOLOGISMO), que reduce el pensamiento a mero epifenómeno de las condiciones
sociales. Lo que puede abrirse o a una posición relativista, para la que cada
época histórica se expresa en una visión del mundo cerrada en sí misma y
radicalmente diversa de las precedentes y las posteriores (como tienden a pensar
diversos autores que se inspiran en el historicismo de Dilthey), o a una
posición dogmática, para la cual el pensamiento, condicionado por la
infraestructura social, evoluciona hacia una etapa de madurez o plena conciencia
de sí (como piensan el positivismo comtiano y el marxismo).
En última instancia está, pues, en juego en el debate que plantea la S.
del c. la misma comprensión del destino humano: ¿trasciende el hombre a la
historia y está abierto a la eternidad, o es por el contrario un ser
exclusivamente material que se agota por entero con la muerte? Si se afirma la
trascendencia del hombre sobre la historia, hay que reconocer a la vez que su
pensar alcanza lo eterno y que, por tanto, no está ni puede estar radicalmente
condicionado por las circunstancias ambientales. Las distinciones entre
condicionamiento de la expresión del pensamiento pero no del contenido, entre
origen del pensamiento y validez del mismo, que apuntan diversos cultivadores
contemporáneos de esta materia, constituyen líneas de investigación que pueden
contribuir a aclarar algunas de las cuestiones planteadas.
BIBL.: La citada en el texto, y, para un desarrollo más amplio, la citada en el apéndice a Ideología y Utopía de MANNHEIM y la mencionada en P. TUFARI, Sociología del conocimiento, en VARIOS, Cuestiones de Sociología, Barcelona 1971, 179-217.
RICARDO ROVIRA.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991