SIQUEM
Antigua ciudad cananea en los montes de Efraím, entre el Ebal y el Garizim (v.),
escenario de la renovación de la Alianza (los 24) y de la división de Israel en
dos reinos (1 Reg 12; 2 Par 10).
El hebreo sékem es vocablo de significado incierto: «nuca», «hombro»,
«espalda», «cadera». Algunos autores, p. ej., Abel (v. bibl.), relacionan el
nombre de S. con su situación, como la «nuca» entre los hombros (los montes Ebal
y Garizim).
Situada en el corazón de Canaán (v.), a la entrada oriental del paso entre
los montes Ebal y Garizim y en la encrucijada de todos los caminos que
atravesaban la Palestina central, la importancia estratégica y comercial de S.
fue siempre considerable. Asimismo fue notable como centro religioso cananeo,
donde había un árbol sagrado, la encina de Moreh, y en .su calidad de tal lo
conoce la Biblia (Gen 12,6). Según han deducido los arqueólogos, la fundación de
S., en el s. XIX a. C., se debe a los hicsos (v.), que la mantuvieron en su
poder hasta que los egipcios la destruyeron ca. 1550, cuando invadieron
Palestina, después de expulsar a aquéllos de su propio país. Los textos de
execración de la XII dinastía egipcia, fechados en torno a 1800 a. C., citan ya
a S. (cfr. G. Posener, Princes el gays d'Asie et de Nubie, Bruselas 1940, 68) y
por las cartas de el-Amarna sabemos que a comienzos del s. XIV a. C. esta
ciudad, con su príncipe Lab'ayu, mantenía relaciones de alianza y amistad con
los `apiru (v. HEBREOS) y era un foco de oposición a Egipto.
El primer contacto de Abraham (v.) con los habitantes de Palestina tuvo
lugar en S. y allí edificó un altar a Yahwéh, tras recibir la promesa de que su
descendencia heredaría el país (Gen 12,4-7). También Jacob (v.) construyó en S.
un altar a Dios en la parcela de campo que compró a los hiwweos, dueños de la
ciudad (Gen 33,1820). La cruel represalia de Leví y Simeón por la violación de
Dina interrumpe las buenas relaciones que con Siquem, príncipe de la región, y
con su padre, Hamor, mantenía Jacob (Gen 34), quien, después de enterrar los
ídolos y los pendientes bajo la encina de Moreh, parte para Bet-El (Gen 35,1-5).
En S. pastoreaban los hermanos de José cuando le vendieron (Gen 37,12 ss.) y
allí fue más tarde enterrado este patriarca (los 24,32).
El hecho de que S. no aparezca en la lista de ciudades tomadas en la
conquista de Canaán por Josué (v.) y de que sea pronto un centro importante de
la vida tribal israelita, ha sido interpretado en el sentido de que estaba en
manos amigas cuando los israelitas invadieron Palestina, interpretación que
confirma la arqueología. En S. congregó Josué a las tribus hebreas para llevar a
cabo la solemne ceremonia de la renovación de la Alianza con Yahwéh, con la cual
inaugura la confederación de las doce tribus, similar a la anfictionía de la
antigua Grecia (los 24; v. ISRAEL, TRIBUS DE). S. quedó agregada a la tribu de
Manasés (Num 26,31; los 17,2), fue ciudad de refugio (los 20,7) y levítica (los
21,21), pero debió de gozar de cierta autonomía, como lo revela el episodio de
Abimélek (ldc 9). Éste, hijo de Gedeón y de una siquemita, se hizo proclamar
allí rey, mas no tardaron en producirse divergencias entre los siquemitas y
Abimélek, el cual arrasó la ciudad.
Reconstruida más tarde, fue probablemente, bajo Salomón, el centro
administrativo del distrito de los montes de Efraím, como cree F. Abel (v. bibl.).
A S. marchó Roboam para ser coronado rey, pero su inepta conducta provocó la
rebelión de las diez tribus del Norte que se separaron para siempre de Judá y
nombraron rey a leroboam (1 Reg 12,1-20). Éste hizo de S. su capital y la
fortificó (1 Reg 12,25), pero pronto la abandonó, tal vez por razones militares,
estableciéndose primero en Penuel y luego en Tirsá. Cuando Omrí fundó Samaria
(v.) y la hizo capital del reino, comenzó la decadencia de S., que ya no cesaría
hasta su destrucción por Salmanasar V en 724 a. C. (v. ISRAEL, REINO DE).
Virtualmente abandonada hasta el s. IV a. C., S., aunque habitada en.
parte, no reencontraría sus glorias pasadas hasta después de la muerte de
Alejandro Magno. Tras el destierro de Babilonia, los samaritanos, siempre en
tensión con los judíos, reconocían a S. por capital y ciudad santa (cfr. F.
Josefo, Antiq. Jud., XI,Vlll,6), llegando a ser una ciudad floreciente, sobre
todo a partir de la erección de un templo en el cercano Garizim, lugar de culto
nacional, en la época de Nehemías (v.). El macabeo (v.) Juan Hircano tomó y
destruyó el templo y la ciudad el 128 a. C. (,F. Josefo, Antiq. Jud., XIII,IX,
1) y desde entonces S. quedó reducida a una simple aldehuela, llamada más tarde
por los árabes Balata. Los romanos edificaron en su lugar, 2,5 Km. más al O, una
nueva ciudad, Neápolis, cuyo nombre pervive en la actual Naplusa o Nablüs donde
vive hoy todavía una pequeña comunidad samaritana.
Los palestinólogos no se han puesto de acuerdo acerca de la identificación
de la Sicar de lo 4,5 ss., donde San Juan coloca el episodio de Jesús y la
samaritana. Para unos es la misma S., es decir, la actual Balata; para otros es
distinta y ha de localizarse en el pueblecito cercano "Askar. Ambos están
próximos al pozo de Jacob, donde tuvo lugar la conversación que narra el
Evangelio, y de la tumba de José. Aunque en épocas pasadas se identificó S. con
Nablüs, hoy se sabe bien, por las excavaciones arqueológicas, que su lugar es el
actual Tell Balata. Allí han trabajado a lo largo de este siglo diversas
expediciones alemanas, bajo la dirección de los profesores Sellin, Welter y
Steckeweh, y luego americanas dirigidas por Wright, Roos y Toombs, poniendo al
descubierto una muralla, un templo, una fortaleza ( cfr .Bet Mil·ló en Idc 9,6)
y construcciones de los hicsos.
BIBL.: E. NIELSEN, Shechem, A traditio-Historical lnvestigation, Copenhague 1955; Sichem, número monográfico de «(Bible et Terre Sainte» 44 (febrero 1962); G. E. WRIGHT, W. HARRELSON, B. W. ANDERSON, Shechem, the «(Navel of the Land», «(Bib1ica1 Archaelogist» XX,1 (febrero 1957) 2-32; F. M. ABEL, Géographie de la Palestine, II, 2 ed. París 1938, 458-460 y 472-473; I. SIMONS, Geographical and Topographical Texts of the Old Testament, Leiden 1959, 204, 212, 296 y 349.
J. L. LACAVE RIAÑO.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991