Sem
Fue el hijo mayor de Noé (v.), que le engendró «a la
edad de quinientos años» (Gen 5,32; 6,10). Se casó antes del diluvio y con su
mujer se salvó en el Arca (Gen 7,7.13; 8,16; 9,18). «A la edad de cien años»
engendró a Arfacsad, dos años después del diluvio (Gen 11,10). Después del
nacimiento de Arfacsad vivió Sem «quinientos años» y engendró hijos e hijas
(11,11), muriendo a la edad de «seiscientos años» (11,10-11). Ocupa el primer
lugar en la lista de los tres hijos de Noé (Gen 5,3; 6,10; 7,13; 10,18); de ahí
la creencia de que fuera el mayor de sus hermanos (Gen 10,21), o de que se
mencionaba en primer término por el papel preponderante que debía ocupar en el
plan de la economía divina de la salvación con relación a sus hermanos. A este
personaje prehistórico el Pentateuco llama Sem, término de significado incierto,
pero que procede de una lengua formada en el curso de la historia. En el
supuesto de que la palabra sea de origen hebraico, debería significar nombre,
reputación, fama. Si es originaria de Mesopotamia, equivaldría al babilónico
shumu, con el significado de nombre, usado como hijo. En la Biblia existen otros
personajes que llevan el nombre de Sem al que se une muchas veces un verbo o un
nombre como segundo elemento.
S. aparece como el personaje principal de la lista de patriarcas (v.)
posdiluvianos, cuya misión era la de servir de enlace entre el diluvio (v.),
hecho sumido en la prehistoria, y la aparición de Abraham (v.), padre del pueblo
hebreo, que vivió hacia 1800 a. C., y con el cual empieza en Israel el periodo
histórico propiamente dicho. S., con sus dos hermanos Cam (v.) y Jafet (v.), son
los padres de la nueva humanidad, ya que por ellos después del diluvio «fue
poblada toda la tierra» (Gen 9,19). Pero en el Pentateuco antes de mencionar la
descendencia de S. y sus hermanos, se intercala un texto que, por su estilo, se
atribuye a la tradición yahwista, pero que, en realidad, proviene de una fuente
secundaria (Gen 9,20-27), en donde se ponen en boca de Noé unas palabras de
bendición y maldición que expresan y determinan de antemano acontecimientos que
sucederían después y una situación histórica que el autor sagrado conocía.
Después del diluvio se abre una nueva época en la que el hombre trabajará la
tierra y ésta dará sus mejores frutos. Noé plantó una viña, que es el mejor de
los vegetales (Sal 104,15), y dio su fruto. Bebió de su vino, se embriagó y
medio desnudo se quedó dormido en medio de su tienda (Gen 9,20-21). Mientras Cam,
o, según una redacción más antigua, Canaán (9,25-26) «vio la desnudez de su
padre y corrió a contárselo a sus hermanos», S. y Jafet, dando pruebas de piedad
filial, «tomaron un manto, se lo echaron sobre la espalda y yendo hacia atrás
vuelto el rostro, cubrieron, sin verla, la desnudez de su padre» (vers. 22-23).
Al despertar Noé, y enterado «de lo que había hecho su hijo menor» (vers. 24),
maldijo al hijo irrespetuoso y bendijo a los dos que se habían comportado con
piedad. En la persona de Canaán (v.) son maldecidos los cananeos que, de
dominadores de los descendientes de S., los hebreos (v.), pasarán a ser sus
esclavos más despreciables. La historia de Israel recuerda a menudo la
degradación moral (prostitución sagrada) de los cananeos (Ley 18,24).
A continuación Noé bendijo a su hijo S., con las palabras: « ¡Bendito sea Yahwéh,
Dios de Sem! ¡Sea Canaán su siervo!» (9,26). Llama la atención que Noé bendiga
directamente a Yahwéh y sólo indirectamente a S. De ahí que se hayan hecho
tentativas para introducir cambios en el texto con el fin de que la bendición
recaiga directamente sobre S. Sin embargo, la unanimidad entre el texto hebreo y
las versiones más antiguas recomienda la lección tradicional que tiene
probabilidades de ser la más auténtica. En las palabras de bendición que se
ponen en boca de Noé está implícita la idea de la Alianza (v.) establecida entre
Yahwéh y el pueblo de Israel. En efecto, fue una bendición para Israel,
descendiente de S. por Heber, el haber aceptado el ofrecimiento divino de sellar
el pacto de la alianza que Yahwéh, gratuitamente, le brindó, por el cual Yahwéh
sería su Dios e Israel su pueblo escogido. A esta Alianza tan beneficiosa para
Israel se llegó por la iniciativa exclusiva de Yahwéh, que escogió a Israel por
pueblo suyo ya antes de que éste existiera, y se hizo efectiva tan pronto como
Israel la aceptó y se obligó al cumplimiento de los deberes que la misma
imponía. Por haberse dado Yahwéh a conocer a Israel como el único y verdadero
Dios y haber sido reconocido como tal por Israel, fue la fuente de todas las
bendiciones de que fue objeto a lo largo de su historia, y que la aseguraron su
subsistencia y su hegemonía religiosa sobre los otros pueblos. Desde el punto de
vista humano S. descolló menos que sus hermanos; lo que le enaltece fue el tener
a Yahwéh por su único Dios. Parafraseando la bendición de Noé a S., podemos
decir: Bendito sea Yahwéh, que se reveló a S. como único y verdadero Dios y que
estableció con S. una alianza perpetua que le aseguró el dominio total sobre
Canaán, e hizo que a través de él le conocieran y adoraran también los
descendientes de Jafet.
Esta última idea la expresa Noé en sus palabras de bendición a lafet: « ¡Dilate
Dios a Jafet (hebreo:Yapt elohim hyephet) ! ¡Habite en las tiendas de Sem y
seaCanaán su siervo! » (9,27). La buena conducta de Jafet para con su padre
merecía una bendición de Noé, el cual le desea que disponga de amplio espacio
(Gen 26,22; lob 12,23), que habite en vastos territorios y ejerza sobre ellos su
dominio (Gen 10,2-5). La frase «Que habite en las tiendas de Sem» puede
interpretarse en el sentido de que Jafet ensanchará sus dominios a expensas de
S. y que, incluso, ocupará el área de terreno perteneciente a éste (1 Par 5,10;
Ps 78,55). En este sentido Noé colocaría a Jafet por encima de S.,
convirtiéndolo en esclavo suyo. El contexto exige que se otorgue a S. el primer
puesto en la bendición de Noé a sus hijos. De ahí que sus palabras deban
interpretarse en el sentido de que sus descendientes mantendrán buenas
relaciones con los de S., cohabitarán pacíficamente y llegarán al conocimiento
de Yahwéh como Dios verdadero (Ag 2,22; Zac 2,15). Por este conocimiento de
Yahwéh, los jafetitas se harán partícipes de la salud mesiánica reservada en un
principio a S. y sus descendientes. No es que los jafetitas sean ganados al
yahwismo por la actividad misionera activa de los semitas, sino que serán ellos
mismos los que darán el primer paso para ir al encuentro de los semitas y
buscarán la amistad de Israel, por haberse percatado de que sólo en ellos es
eficaz la acción del verdadero Dios (Is 43,10; 55,5).
En los.palabras de Noé a S. y a Jafet hay una alusión clara a diversas etapas de
la historia de Israel en la que la acción de Yahwéh le asegurará la victoria
sobre los cananeos, que tuvo lugar definitivamente en tiempos de David (v.). En
cuanto a la relación entre S. y lafet responde a una situación
histórico-religiosa que fue perfilándose en el curso de la historia de Israel y
se consolidó después de la cautividad cuando Ciro consideró a Yahwéh como Dios,
y se admitió la posibilidad de que algunos personajes selectos de la gentilidad,
atraídos por el monoteísmo de Israel, se convirtieran a Yahwéh. Con ello, los
descendientes de lafet entran a través de S. en el ámbito de la bendición
divina. Así, se adelanta en el texto la idea expresada por Dios a Abraham: «En
ti y en tu descendencia serán benditas todas las naciones» (Gen 12,3).
Dos veces refiere el autor sagrado la descendencia de S.: Gen 10,21-31 y
11,10-27. De estos textos, unos se atribuyen a la tradición yahwista (Gen
10,21.24-30) y los otros a la sacerdotal (10,22-23.31.32; 11,10-27).-Se dice que
S. «fue el padre de todos los hijos de Heber» (10,21), con lo cual se prepara la
descendencia de los ibri, ibrim [hebreo (s), nombre gentilicio con el que se
designa a Abraham (Gen 14,13), descendiente de Heberl, Egipcios (Gen 39,14.17;
41,12; Ex 1,16; etc.) y filisteos (1 Sam 4,6.9; 13,19) están acordes en llamar
hebreos (v.) a los descendientes de Abraham, el cual, a su vez, desciende de S.
por Heber (Gen 11,10-27). Cinco son, según Gen 10.22, los descendientes de S.:
Elam, Assur, Arfacsad, Lud y Aram. El primero, aunque no sea semita, lo
considera como tal el autor del Génesis por sus relaciones de toda índole con
Babilonia. Assur, o Asiria, es un pueblo semita por su lengua y cultura.
Arfacsad es un pueblo desconocido. Nada definitivo puede asegurarse sobre la
identificación de Lud. Aram, antepasado de los arameos. Los Setenta traducen
Aram por Siria y arameos por sirios.
Otra genealogía de S., de procedencia sacerdotal, hallamos en Gen 11,10-27. En
el vers. 10 se dice que «Sem tenía cien años cuando engendró a Arfacsad dos años
después del diluvio». Este dato no concuerda exactamente con el contexto
anterior, según el cual (Gen 5,32) Noé engendró a S. a la edad de quinientos
años; cien años después comenzó el diluvio (8,11), que duró poco más de un año
(8,13-14). Además, Arfacsad, en nuestro texto, es considerado como el
primogénito de S., mientras que en Gen 10,22 ocupa el tercer lugar. El autor
sagrado recogió tradiciones diversas sin preocuparse de armonizarlas.
Pocos datos más se conocen de este personaje prehistórico, que entra en la
historia para probar la enseñanza del autor sagrado de que las bendiciones
otorgadas por Dios al primer hombre, Adán, se transmitieron a Abraham a través
de Noé y S., padre éste de todos los hijos de Heber.
V. t.: SEMITAS; PATRIARCAS BíBLICOS.
LUIS ARNALDICH.
BIBL.: A. CLAMER, Genése, en La Sainte Bible, París
1953; A. COLUNGA, M. GARCÍA CORDERO, El Pentateuco, en Biblia Comentada, Madrid
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Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991