Salvación. Antiguo Testamento
 

La preocupación de los exegetas y teólogos por elucidar el concepto bíblico de la s., su naturaleza y verdadero alcance, tanto en el A. T. como en el N. T. y de la «historia de la salvación», es bastante reciente. Sus aspectos esenciales se trataban antes bajo otros epígrafes, de un modo general o esporádico. Sin embargo, hoy se considera como uno de los puntos nucleares de la Teología, por lo cual en estos últimos años ha suscitado particular interés.

Etimología y semántica. La voz hebreo-bíblica yégú'áh, traducida en las versiones griegas por sótéría y en las latinas por salus, salvatio, aparece 78 veces en el texto hebrea del A. T. y encierra el sentido de «salvación, auxilio, ayuda, felicidad, prosperidad, liberación, victoria», que Dios otorga o los hombres experimentan, y, por metonimia, «salvador, efecto de la salvación, estado feliz de los salvados». Etimológicamente expresa la idea, patente en el árabe (wása'a), de «amplitud, ensanchamiento espiritual, dilatación del corazón». Es de notar asimismo la existencia del sustantivo masculino yéga`, que encontramos 36 veces en el texto masorético, de análoga significación que el anterior, y el verbo yaga`, empleado unas 200 (hay divergencias en las concordancias), con acepciones semejantes. Sinónima de las voces susodichas es tegú'áh, inserta en 34 lugares. Finalmente, el participio factitivo mógia`, sustantivado a veces, se encuentra en 27 versículos.
En la Teología cristiana se ha venido dando al término s. casi exclusivamente el sentido de «eterna bienaventuranza». Pero las significaciones que admiten los términos hebreos mencionados, y que vemos reflejadas en los numerosos pasajes bíblicos donde aparecen, son, como queda indicado, muchas más: hasta 10 ó 12 fundamentales registran los buenos diccionarios, reuniendo todos los matices que pueden apreciarse en la voz yésú'áh, y que constituyen el punto de partida para la interpretación del sentido de la s. en el A. T. Como ejemplificación con vistas a una más completa inteligencia del término, seleccionaremos un texto de cada una de esas acepciones, a base de la traducción de Nácar-Colunga. «Esperé de Él la salud» (1 Sam 2,1). «La salvación de Yahwéh con nosotros» (la temporal: del ejército de los moabitas y amonitas, 2 Par 20,17). «Mi salvación durará por la eternidad» (sentido espiritual: Poema del Siervo de Yahwéh, Is 51,6). «Jonatán, el que ha hecho en Israel esta gran liberación» (derrota de los filisteos: 1 Sam 14,45). «Visítanos con tu socorra» (referido a Dios: Ps 106,4). «Sosténgame, oh Dios, tu ayuda» (Ps 69,30). «No tenían confianza en su protección» (Ps 78,22). «Le socorra Yahwéh con la fuerza salvadora de su diestra» (Ps 20,7). «Tuya es, oh Yahwéh, la victoria» (Ps 3,9). «Alivia al afligido y le prospera» (lit. «los afligidos alcancen prosperidad» -o bienestar, lob 5,11). «Pasó cual nube mi ventura» (temporal, lob 30,15). «Llega tu Salvador» (s. mesiánica, Is 62,11). Aún podrían añadirse a esos significados especiales los de «gloria, alegría, justificador», con que algunas veces aparece vertido el vocablo hebreo que nos ocupa.
Sintetizando el auténtico y pleno sentido del término s., como equivalente de dicha voz bíblica y sus conexas, diremos que esa s. es un don que viene de Dios y a Dios lleva; es un socorro y auxilio divino para superar todas las dificultades que obstaculicen la vida, tanto individual como social y nacional, en su pleno desarrollo y la ascensión a lo divino. El sentido espiritual, patente en los ejemplos aducidos, sobre todo si se tiene en cuenta la marcada orientación providencialista de la Historia Sagrada (v. PROVIDENCIA III), se enriquece a través de las acepciones señaladas.

Concepto real de la salvación. La idea de la s. en el orden religioso fue evolucionando en el antiguo pueblo de Israel a compás de la Revelación, transmitida asimismo de un modo progresivo y atemperado a su capacidad intelectiva y receptividad espiritual (V. REVELACIÓN II). Del sentido natural, coincidente con el susodicho etimológico de liberación, en cualquiera de sus formas, que hallamos, p. ej., en Gen 12,12 y 19,19; Ex 1,17-18, se pasa al más espiritualizado de revitalización corporal de quien se ve libre de la penalidad mortal asignada al pecado. El sentido de victoria es frecuente en varios libros (Jueces, Samuel, algunos Salmos), que también se aplica a Dios (Ex 15,3: «Yahwéh es un fuerte guerrero», cfr. 1 Par 16,35; Ps 79,9). Esa liberación, que puede ser de cualquier enemigo- o violencia, tiene especial valor en la restauración de los «restos de Israel» (v.) sobre todo después del exilio babilónico, en que tanto insistirán algunos profetas, como Isaías, jeremías, Zacarías. En ciertos Salmos, s. es el triunfo del pobre y el humilde (Ps 12,6; 62,7-8: «Dios es mi roca y mi salvación»).
Pero la coronación de todas esas acepciones y aspiraciones es la s. mesiánica (v. MESíAS), en la cual se fusionan las ideas de felicidad, júbilo triunfante, seguridad y esplendor de Israel, junto con la paz universal; de ahí que en ese marco se identifiquen en cierto modo la s. y la Redención (v.). Claramente lo vemos en Is 49-66; Zach 10,6-12; Ps 22; 126; 130,7-8). Sin embargo, importa advertir que la doctrina judaica de la s. mesiánica no siempre se eleva al orden de la inmortalidad; no alcanza así la plenitud de la idea de la Redención que nos da el N. T. y que expone S. Pablo. El ideal anunciado por los profetas se cifra en la paz y concordia universal entre todos los hombres e incluso entre todas las criaturas y el mundo entero (cfr. Is 11,6-9; 65,17-25: «Voy a crear cielos nuevos y una tierra nueva...»). El reino mesiánico esperado por los hebreos de los tiempos precristianos oscila entre algo ultraterreno y una especie de edad de oro que, a la inversa de la que los otros pueblos situaban en un pasado remoto, florecería en un venturoso futuro, difícil de precisar.
La idea de salvación en la onomástica bíblica. La onomástica, fiel y amplio reflejo de la mentalidad de un pueblo, y de modo especial del antiguo hebreo, en sus concepciones religiosas, nos ofrece cierto número de nombres propios teóforos, de destacados personajes bíblicos, a base de la palabra salvación. Son los siguientes: Yiáí (saludable), Yeáúa o 1eáúa, Jesús (salvación, salvador), Josué o Yehoáúa (Yahwéh [es] salvación), Oseas o Hoáea (salvación o salvador), Osías o Hoáayá, Osaías (salvación de Yahwéh o Yahwéh salvador), Isaías o Yeáayahu, Yeáayáh (íd., íd.), Eliseo o Eliáúa (Dios salvador). No deja de ser curioso que el nombre mismo de Isaías, cuyo libro es el gran poema bíblico de la s., signifique precisamente «salvación de Yahwéh».

La exclamación «Hosanna». Especial predicamento alcanzó, primero entre los judíos y posteriormente entre los cristianos, la exclamación Hosanna (Hoáa'nna'), que en su forma hebraica, como imperativo de la forma verbal factitiva, con partícula deprecatoria, solamente aparece una vez en el texto hebreo (Ps 118,25a). En los Evangelios se lee seis veces. La forma que prevaleció sería, según S. Jerónimo (Epist. XX,3), una corrupción, por contracción, de la hebraica, si bien otros suponen sea la forma aramea correspondiente. Se hizo popular entre los judíos principalmente en la fiesta de los Tabernáculos (Sukkót), cuyo séptimo día se designaba con el nombre de «Gran Hosanna». La expresión Hosanna in excelsis, juntamente con el primer hemistiquio del susodicho Ps 118,26, «Bendito el que viene en nombre de Yahwéh (el Señor)», pasó a la liturgia cristiana (incorporada al Sanctus de la misa). Incluso se usaba en los primeros siglos como salutación a los obispos y personas especialmente respetadas. El significado propio sería «danos la victoria», más bien que el demasiado literal «sálvanos»; era, por tanto, un grito deprecatorio de triunfo.

La salvación en el judaísmo posbíblico. En la literatura rabínica, entre las frecuentes referencias al mundo venidero, contrapuesto al presente, campees la idea de la s., si bien de una manera bastante vaga, difuminada y a menudo del todo fantástica. «Se distingue -dice A. Cohen- neta divergencia entre la escatología de los rabinos más antiguos y la que se formuló después. Los primeros identificaban la era mesiánica con el mundo venidero; el redentor prometido pondría fin a la economía existente e inauguraría la que no tendrá fin y en la que los justos llevarán una existencia puramente espiritual libre de los impedimentos de la carne. Los doctores más recientes consideraron el periodo mesiánico como intermedio entre este mundo y el venidero» (o. c. en bibl. cap. XI). «Todo Israel -afirma el Talmud- tiene su puesto en el mundo venidero». Y Maimónides escribe: «La salvación no es patrimonio único de los judíos, pues los justos de otras naciones tendrán también parte en ella». Hasday Crescas, filósofo y apologista hispanojudío del s. XIV, en su 'Or 'Adonay («La luz del Señor») afirma paladinamente que la s. solamente se alcanza por el amor a Dios manifestado en obras.

V. t.: CIELO;REINO DE DIOS; MESÍAS;REDENCION;SOTERIOLOGÍA; ISRAEL, RESTO DE; CONOCIMIENTO III; BIBLIA III, 10.


D. GONZALO MAESO.
 

BIBL.: 1) Magisterio de la Iglesia: CONO. VATICANO II, Decreto «Ad gentes», nn. 2 y 7; fD, Constitución dogmática «Dei Verbum», n. 14; lo, Constitución dogmática «Lumen gentium», nn. 2, 3, 4, 14 y 16.
 

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991