RANCÉ, ARMAND-JEAN BOUTHILLIER DE
Reformador de La Trapa. N. en París el 9 en. 1626, hijo de un consejero del rey,
de origen angulema, lo que explica sus relaciones con el card. Richelieu (v.),
de quien R. fue ahijado y llevó su nombre; pero sus relaciones con Retz le
valieron la desconfianza de Mazarino (v.). Estudiante en el colegio de Navarra,
conoció allí a d'Harlay, Le Camus, Bossuet (v.), con quienes siempre seguirá en
relación. Allí hizo muy brillantes estudios. Humanista de raza, los Padres y la
Antigüedad le cautivaron más que la Escolástica, Al mismo tiempo, predicaba en
París. En 1651 se hizo sacerdote. Su vida moral, sin embargo, fue muy
deficiente. Estuvo particularmente unido a la duquesa de Montbazom, cuya muerte
prematura fue el origen de su conversión.
Poco a poco se desligó del mundo, pagó sus deudas y restituyó sus
beneficios. Antes de tomar una orientación definitiva, hizo un viaje de estudios
para visitar a los más célebres reformadores del tiempo, Pavillon d'Alet, Caulet
de Pamiers; pensaba entonces en el apostolado. Acabó por retirarse a la Trapa
(v. CISTERCIENSES), monasterio cisterciense, situado en Perche (departamento del
Orne). Allí restableció la regla y llegó a ser abad a partir del 13 jul. 1664.
Con un ardor extraordinario, R. se comprometió en la batalla de la observancia
cisterciense. Fue a Roma, sin poder convencer al Papa. Pero él permaneció libre
en su propio monasterio hasta su muerte el 27 oct. 1700; impuso una observancia
austera, a imitación de la de los Padres del desierto: el trabajo manual era la
única actividad autorizada y debían guardar un silencio perpetuo. Semejantes
observancias en vez de rechazar a la gente la atrajeron, y esto suscitó una
curiosidad que llegó hasta la Corte. Más que estas observancias, lo que importa
es el espíritu que las animaba: para R. la penitencia exterior es la primera
virtud monástica. Este espíritu se expresa con agresividad; sus tratados de
espiritualidad monástica degeneran fácilmente en panfletos. Se entrevé de este
modo la personalidad de R.: su exigencia y, en cierto modo, su pesimismo: la
vida es una perpetua tentación. Su temperamento era imperioso; pero también su
elocuencia, su capacidad de persuadir y su lirismo fascinaban. Es esta rica
personalidad lo que explica también la influencia ejercida por R., que fue uno
de los grandes directores espirituales del s. xvli: sin hablar de numerosos
religiosos y religiosas, citemos a la Palatina, la duquesa de Guisa, Madame de
la Valliére, y todos los grandes nombres de Francia, sin olvidar a Saint-Simon
(v.).
Fue un excelente escritor, con una gran cultura humanista. Su principal
obra es la Instrucción sobre la santidad y los deberes de la vida monástica
(1683), que tuvo un éxito extraordinario y que es digna de señalarse a la vez
por su serenidad y por su vehemencia. Esta obra provocó una polémica con
Mabillon (v.), pues las acusaciones deR. contra los monjes relajados parecían
apuntar a la congregación de S. Mauro. El punto neurálgico del debate era el de
los estudios. Por argumentos sacados sobre todo del pasado benedictino, Mabillon
justificó los usos de los maurinos y criticó también las concepciones de R. que
«considera el estado religioso como un estado metafísico y a los solitarios como
verdaderos ángeles». La polémica tomó dimensiones más amplias cuando intervino
el General de los cartujos Le Masson, quien abogó por la adaptación de las
reglas.
Sin embargo, no debemos ver en R. solamente un teórico. Esencialmente fue
un reformador que creyó en la vocación monástica y reaccionó con la violencia de
un profeta contra las acomodaciones de la religión demasiado fácil del s. de
Luis XIV.
BIBL.: H. BREMOND, L'abbé Tempéte, París 1929; A. CHEREL, Rancé, París 1930; F. VANDENBROUCKE, L'Esprit des études monastiques d'aprés R., Vie de Rancé, París 1844 (de interés más literario que científico).
ETIENNE DELARUELLE.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991