RACISMO I. SOCIOLOGÍA Y POLÍTICA.
Introducción. Doctrina político-social según la cual las razas humanas (v.
RAZA), consideradas como entidades biológicas diferenciadas, son las
protagonistas de la historia. Se trata de una concepción ideológica que
considera que las diferencias sociales y culturales que se observan entre los
grupos humanos obedecen a cualidades naturales, innatas. Consecuentemente se
deduce que unas razas son superiores y otras inferiores, siendo aquéllas las
que, de forma natural, crean las culturas superiores y, por tanto, hacen la
historia y tienen derecho a conducirla. Llega así a interpretarse la historia
como una lucha permanente entre los grupos raciales.
No obstante, el r. es una ideología relativamente reciente que apenas
remonta más allá del s. XIX. Aunque en diversas épocas y en distintas culturas
se han venido considerando como inferiores a miembros de otros grupos sociales,
ello no se debía a sus peculiares características fisiológicas, sino a su
condición de tradicionalmente sometidos, bien mediante la fuerza o bien por
otras circunstancias, como su inferioridad cultural, o por diferencias
religiosas, etc. La esclavitud (v.) misma, tan extendida hasta hace apenas unos
dos siglos, se justificaba de esta manera, pero no apoyándose en la idea de la
desigualdad natural de las razas. Muchos, conflictos humanos, escriben L. C.
Dunn y Th. Dobzhansky (Herencia, raza y sociedad, 3 ed. México 1956) se han
originado «porque se han confundido diferencias congénitas con prejuicios, o
viceversa». Pero sólo en los tiempos modernos se han elaborado, con fines de
dominación política, doctrinas acerca de la congénita desigualdad de los seres
humanos. En este sentido trátase de una tesis puesta para desvirtuar la doctrina
de la igualdad (v.), de origen cristiano. Pero quizá fuera justo, asimismo,
observar que se ha desarrollado especialmente en el seno de sociedades
decadentes o en momentos de decadencia o postración como los que atravesó
Francia en algún momento, y con el fin de reavivar el sentimiento nacional, o
bien en países, como Alemania, aquejados de complejo de inferioridad, porque su
tardía unificación les impidió participar como nación en la historia moderna.
Otras veces han tenido por origen generalizaciones simplistas de observaciones
sobre determinados grupos humanos, p. ej., entre los anglosajones, que en un
momento determinado han parecido dirigir los destinos del mundo, o bien por
razones de eugenesia (v.), siempre discutibles a la vista de los datos que
ofrece la antropología física.
Historia de las doctrinas racistas. La mejor comprensión de una doctrina
política se logra siempre atendiendo a su génesis, y al constituir el r. una
ideología se entiende mejor en sus formulaciones históricas más destacadas. En
efecto, la manera más efectiva de justificar posiciones de superioridad
supuestas o reales, actuales o futuras consiste en remontarse a los orígenes.
Entonces a la argumentación política se une una suerte de argumentación legal
que refuerza las razones de aquel carácter. En el s. XVI, a consecuencia de la
exploración del globo, se reintroduce la esclavitud no sin largas disputas sobre
los derechos de las poblaciones autóctonas en relación con los pueblos
descubridores. Así, en el caso de la colonización de América. Con ello se presta
atención especial al tema de las razas y, a fines de ese siglo, lean Bodin (v.)
difundió la idea de las características de cada grupo nacional europeo como
producto del medio físico. El clima, sobre todo, influía enormemente en el
carácter de los pueblos. Pero esta generalización no tenía todavía mayores
consecuencias.
Fue sin duda Henri de Boulainvilliers quien, en su Histoire de 1'ancien
gouvernement de France (La Haya 1727), introdujo directamente el tema, al
justificar la posición de preeminencia de la aristocracia francesa sobre las
demás clases, por su origen germano. El resto del pueblo constituía una raza
inferior, dominada, como lo prueba el mismo hecho de su larga situación de
dependencia. La idea la recogió, entre otros, Montesquieu en El espíritu de las
leyes (1748). Aunque se limitó a destacar el hecho histórico, de acuerdo con los
conocimientos de la época, difundió la idea de los germanos como impulsores del
progreso del mundo moderno, idea especialmente acogida en Alemania, donde Herder
mixtificó románticamente la Edad Media como Edad germánica y resucitó la
Germania de Tácito, donde se presentaba a los antiguos alemanes como gente de
determinadas cualidades de vigor, etc., en comparación con los romanos
decadentes.
Eran, los germanos, un pueblo en estado natural, no contaminado por la
civilización. La postración política de Francia en un determinado momento hizo
que la leyenda se aceptara como verdad histórica, aunque en 1789 el abate Siéyes,
para justificar la Revolución francesa como rebelión del estado llano, del
pueblo, contra la aristocracia, había retorcido el argumento, presentando a la
nobleza, cuyo origen germánico era tenido por verdad evidente, como clase
usurpadora de lo que pertenecía a la población galorromana autóctona. La
Revolución sólo venía a devolver lo usurpado a sus legítimos dueños. Ahí puede
percibirse el carácter reaccionario de las ideologías racistas posteriores
frente al sesgo democrático de las ideologías revolucionarias. Es, en efecto, en
el s. XIX cuando se desarrollan esas doctrinas acerca de la capacidad natural de
las distintas razas, doctrinas que se volverán explosivas a lo largo del s. XX.
Se pueden distinguir cuatro tipos de formulación de la doctrina.
a) Aquellas que pretenden constituir la base de una filosofía de la
historia tal como lo planteó el francés conde de Gobineau, cuyo Ensayo sobre la
desigualdad de las razas humanas (París 1853-55) fue la fuente que surtió las
teorías posteriores. Según Gobineau, el ascenso y la decadencia de las
sociedades se debe al factor racial, de modo que un pueblo decae cuando su raza
se mezcla con otra. Gobineau insistía, en verdad, más que en la superioridad de
determinadas razas, en la pureza racial como factor de superioridad: un pueblo
de raza pura es inmortal, aunque si, además, esa raza es una de las superiores,
su potencialidad es indefinida. Las razas superiores son las capaces de
progreso, pero su capacidad de avance depende de su pureza. La razón de la
desigualdad de razas débese a que las existentes, según él, proceden de troncos
diversos, siendo las razas originarias la blanca, la amarilla y la negra. La más
perfecta es la blanca y, dentro de ella, la subraza aria. Los blancos crearon
seis civilizaciones y, mezclados con otras razas, formaron otras cuatro más.
Pero debido a la pérdida general de la pureza de sangre todas esas
civilizaciones se han ido corrompiendo, algunas han desaparecido hace mucho
tiempo y el predominio actual de las ideas democráticas e igualitarias acelera
el proceso de descomposición de las restantes.
Resulta impresionante observar, no sólo en este autor, sino en otros
aparentemente muy distantes, cómo la idea de la decadencia de la civilización
europea especialmente se empareja con la crítica del liberalismo y de la
democracia, así como con ideas más o menos difusamente racistas, aunque a veces
la idea de raza no sea estrictamente biológica. En el s. xix el darwinismo (v.)
suministró -involuntariamente sin duda- supuestas bases científicas para
explicar las desigualdades raciales y especialmente para justificar la
superioridad de unos grupos sobre otros. Los grupos victoriosos, ideología que
tuvo el mayor éxito en la Alemania bismarckiana, son los más sanos racialmente.
En cierto sentido, una ideología igualitaria como la de Marx no escapó a este
clima mental, común, por lo demás, a todas las ideologías del conflicto (cfr. D.
Martindale, La teoría sociológica: naturaleza y escuelas, Madrid 1968): en cada
momento, la clase dominante es la que mejor representa las necesidades de la
especie humana, si bien decae cuando el éxito de su gestión hace aparecer una
nueva clase portadora de las nuevas necesidades de la especie; en la lucha entre
ambas corresponde la victoria a la última, de manera ineludible, por una especie
de superioridad biológica.
Pero la concepción racista alcanza su punto culminante en la obra del
inglés H. St. Chamberlain, muy influido por R. Wagner y por Nietzsche. En su
entusiasmo llegó a nacionalizarse alemán, siendo el mejor y más consecuente
expositor del misticismo teutónico. En su obra Fundamentos del s. XIX (publicada
en alemán en 1899) afirma que la raza superior es la blanca y, dentro de ella,
la aria, representada sucesivamente por griegos, romanos y teutones (germanos,
celtas y eslavos). Estos últimos han sido los creadores de la civilización
occidental. No cree que hayarazas puras o, por lo menos, todas las existentes
son producto de mestizajes, algunos tan afortunados como el grupo ario, cuyo
tipo exalta. Pertenecen al mismo prácticamente todos aquellos que han hecho algo
históricamente importante. En esta obra se encubó el nacionalsocialismo (v.).
b) Hay un segundo grupo de doctrinas que Recaséns denomina
antropométricas. Se fijan en la existencia de tipos raciales, los cuales se
hallan dispersos por el mundo sin vincularse a una raza concreta. Según G.
Vacher de Lapouge, entre los europeos destacan el tipo nórdico, el alpino y el
mediterráneo. Atribuye prácticamente al primero las excelencias que Gobineau y
Chamberlain reconocían a los arios. Establece como ley que a mayor número de
tipos arios entre una población, mayor progreso.
c) Los ingleses F. Galton y K. Pearson representan una tercera modalidad.
El propósito de ambos era elaborar una teoría eugenésica (v. EUGENESIA), basada
en la creencia de que la herencia es más importante que el medio, siendo la
consecuencia sociológica que los blancos deberían expulsar de sus sociedades a
las gentes inferiores. Sin embargo, como la fecundidad de los blancos desciende,
no ocultan su pesimismo.
d) Contra este pesimismo, y recogiendo todas esas doctrinas y las de otros
escritores secundarios, reacciona el nacionalsocialismo alemán, simplificándolas
después de amalgamarlas e instaurando una política tendente a prevenir los males
que derivarían de la decadencia racial. Contaban con un apasionado ambiente
nacionalista y unas circunstancias específicas (sobre el clima mental puede
verse R. D'O. Butler, Raíces ideológicas del nacionalsocialismo, México 1943) en
las cuales las concepciones pseudocientíficas racistas podían ser aceptadas sin
demasiada resistencia en cuanto introducían cierto optimismo entre las masas
decepcionadas por la derrota de 1918 y el tratado de Versalles y gravemente
fustigadas por la crisis económica mundial de 1929. Según Hitler, Rosenberg,
Gauch, Günther y otros teorizantes, la raza superior es la aria nórdica,
representada por los alemanes, siendo ley de la naturaleza que las inferiores
sirvan a las superiores, las cuales están, por lo mismo, destinadas a triunfar.
Alemania -dicen- estaba contaminada y por eso se explica su decadencia y su
derrota. La novedad (aunque había una antigua tradición alemana antisemita) era
la introducción del judío como chivo expiatorio. Para cumplir su destino la
nación alemana debe odiar a las demás razas, bien entendido que los no nórdicos
son una especie de subhombres, intermedios entre el hombre nórdico y el animal.
Se trata de restaurar las fuentes originarias de lo nórdico y alemán y para
ello, siendo el cristianismo una religión de origen semita, se imponían como
tarea acabar con «los repugnantes principios del cristianismo y de la
civilización occidental», inaugurando el nuevo milenio dirigido por el Tercer
Reich (Tercer Imperio). Quizá fuera una incongruencia, debida a razones
tácticas, que aceptaran la alianza con el racismo japonés (que, en buena parte,
se inspiraba en el alemán); pero el fascismo italiano acabó también por aceptar,
aunque tímidamente, las ideas raciales, si bien en él predominaba el sentimiento
romántico nacionalista, sin apelar a justificaciones pseudocientíficas.
Con el nacionalsocialismo no ha muerto el r.; ideas suyas se han
dispersado por todas partes y las nuevas naciones del Tercer Mundo (v.) adoptan
con frecuencia actitudes semejantes. En general, todos los regímenes
reaccionarios se inspiran por lo demás en una suerte de r. cuando atribuyen al
carácter nacional la imposibilidad de aceptar la democracia o, por el contrario,
la superioridad de su sistema. Quizá la supervivencia del r. esté encubierta por
el nacionalismo (v.), el cual, en política, llega a las mismas conclusiones
prácticas.
Juicio. Basta el sentido común y un mínimo de cultura para juzgar desde un
punto de vista moral el r., aunque la ideología racista esté encubierta (v. II).
Pero es que, además, la biología apenas considera sus afirmaciones como
merecedoras de una mínima atención (v. RAZA). Por lo pronto, según se sabe, la
unidad de las razas humanas es evidente. Las dificultades de relación entre los
grupos étnicos son de origen sociohistórico. Tampoco existen razas puras y,
probablemente, la mezcla favorece culturalmente el progreso. Los tipos humanos,
aunque se pueden establecer tipologías, no implican ninguna superioridad o
inferioridad de orden natural. El r. es, en verdad, un mito del s. xx inspirado
por el nacionalismo militante.
V. t.: II ;RAZA.
BIBL.: L. RECASÉNS SICHEs, Tratado general de sociología, 8 ed. México 1966; W. F. OGBURN y M. F. NIMKOEE, Sociología, 6 ed. Madrid 1966; R. BENEDICT, Raza, ciencia y política, México 1941; M. PRENATT, Raza y racismo, México 1939; 1. TERNON, S. HELMAN, Historia de la medicina SS o el mito del racismo biológico, Valencia 1971.
D. NEGRO PAVÓN.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991