QUIETISMO
Noción y antecedentes históricos. La palabra q. deriva de quietud; pero mientras 
ésta tiene, dentro de la espiritualidad cristiana, un sentido ortodoxo, y se 
refiere a uno de los grados de la oración o de la contemplación, enumerados por 
S. Teresa, el q. denota un error doctrinal y práctico, condenado por la Iglesia 
a finales del s. XVII. Pero, junto a este significado preciso histórico, la 
palabra q., en su concepto más amplio, expresa una tendencia que se repite, como 
una constante histórica, en las diversas manifestaciones de religiosidad, dentro 
y fuera del cristianismo. La característica común a todos los variados fenómenos 
quietistas consiste en atenuar y aun aniquilar la actividad y responsabilidad 
humana, para lograr una total compenetración o identificación con la divinidad.
      Fuertes tendencias quietistas pueden descubrirse en el brahmanismo (v.) y 
en el budismo (v.) de la India; la perfección para el primero consiste en la 
total absorción del alma, desapareciendo en el ser supremo, en el nirvana (v.). 
Entre los budistas, esta perfección o absorción en el gran Todo, que se 
consumará a la hora de la muerte, puede ser ya iniciada en esta vida a través de 
la meditación extática. Los fakires actuales de la India nos dan una idea de 
esta espiritualidad quietista.
      Métodos quietistas son también los que conducen a la «apathia» estoica (v. 
ESTOIcos), así como al éxtasis neoplatónico, por medio del cual, el alma, 
inmersa como en un baño de luz, obtiene la visión inmediata del Uno y se 
confunde con él, logrando la completa impecabilidad.
      Las desviaciones místico-quietistas que afloran desde el principio dentro 
del cristianismo acusan un manifiesto influjo del neoplatonismo (v.) de Filón, 
por una parte, y de la doctrina maniquea (v. MANIOUEíSMO), por otra. El hombre 
no llega a la perfección sino aniquilando el principio del mal (v.) que hay en 
él, pero esta meta no se consigue, afirman, a través de una constante lucha 
ascética (v.), que es imposible dada la corrupción total de la naturaleza, sino 
mediante una quieta pasividad de todo el individuo, a fin de que entre en acción 
libremente el Espíritu; bajo esta acción queda el alma transformada en la 
naturaleza divina y resulta impecable. Representantes de este falso misticismo, 
con una gama inmensa de matices y tendencias, son en la historia de la 
espiritualidad cristiana, en Oriente, los mesalianos (v.) o euquitas, condenados 
en el Conc. de Éfeso (a. 341) y los monjes del Monte Athos (v.) en el s. XIV; y 
en Occidente: los gnósticos (v. GNOSTICISMO), cátaros (v.; cfr. Denz.Sch. 760, 
800, 802), beguinas (v.) y begardos (cfr. Denz.Sch. 891-899), sectas del libre 
(v.) espíritu y el místico Eckhart (v.), cuyas proposiciones fueron condenadas 
en 1329 (Denz. Sch. 951-980). En el s. xvi, al margen de una auténtica floración 
mística, surgen en España los focos de alumbrados, iluminados, recogidos, 
dejados (v. ILUMINISMO); se trata, más que de una doctrina, de unas prácticas 
llevadas a cabo generalmente en conventículos secretos. La Inquisición (v-.) los 
persiguió siempre enérgicamente. Su persistente y esporádica reproducción creó 
una constante tensión de alerta que va a hacerse sentir precisamente en el 
quietismo.
      El quietismo propiamente dicho. Se manifiesta en el s. XVII; es un 
fenómeno sumamente complejo, y difícil, por tanto, de examinar en su naturaleza 
y en sus causas. Comencemos por éstas. Los autores suelen señalar las 
siguientes: a) influjo del carácter panteísta de la mística flamenco-renana 
medieval y del fenómeno del iluminismo místico español; b) influjo de las 
controversias de auxiliis sobre la armonía entre la gracia y la libertad (v. 
GRACIA SOBRENATURAL II, 9); c) reacción contra el concepto humanísfico del 
hombre; d) reacción contra el formalismo religioso.
      La herejía q., en su aspecto doctrinal y práctico, está sistemáticamente 
condensada en las 68 proposiciones condenadas por Inocencio XI en la bula 
Caelestis Pastor de 20 nov. 1687 (Denz.Sch. 2201-2269). Entre otras, fueron 
condenadas las siguientes: «No obrando nada, el alma se aniquila y vuelve a su 
principio y a su origen, que es la esencia de Dios, en la que permanece 
transformada y divinizada, y Dios permanece entonces en sí mismo; porque 
entonces ya no son dos cosas unidas, sino una sola y de este modo vive y reina 
Dios en nosotros, y el alma se aniquila a sí misma en el ser operativo» (Denz.Sch. 
2205). «El que hizo entrega a Dios de su libre albedrío, no ha de tener cuidado 
de cosa alguna, ni del infierno ni del paraíso; ni debe tener deseo de la propia 
perfección, ni de las virtudes, ni de la propia santidad, ni de la propia 
salvación, cuya esperanza debe expurgar» (ib. 2212). «Entregado a Dios el libre 
albedrío y abandonado a Él el pensamiento y cuidado de nuestra alma, no hay que 
tener más cuenta de las tentaciones; ni debe poner industria alguna; y si la 
naturaleza se con mueve hay que dejarla que se conmueva, porque es naturaleza» (ib. 
2217). «Con ocasión de las tentaciones, por furiosas que sean, no debe el alma 
hacer actos explícitos de las virtudes contrarias, sino que debe permanecer en 
el sobredicho amor y resignación» (ib. 2237). «Cuando el alma llega a la muerte 
mística, no puede querer otra cosa que lo que Dios quiere, porque no tiene ya 
voluntad, y Dios se la quitó» (ib. 2261).
      Esta herejía -como se ha visto- se centra en el concepto nuevo de oración 
de quietud o de contemplación adquirida, a la cual cualquier individuo puede 
llegar a través del camino interior que consiste en la completa aniquilación de 
las facultades del alma. Mediante la oración de quietud el alma no se une 
simplemente a Dios, sino que se identifica con él, hasta el punto deperder toda 
actividad, toda personalidad, y, por consiguiente, toda responsabilidad. Querer 
desplegar cualquier actividad es ofender a Dios, pues que Él sólo quiere obrar 
en nosotros; la actividad natural es «enemiga de la gracia divina»; para no 
perturbar su absoluta quietud, el alma no debe, ni puede, pensar ni en el cielo, 
ni en el infierno, ni en la eternidad; es más, tampoco debe preocuparse por 
cualesquiera tentaciones o caídas, por muy abyectas que ellas sean; el alma no 
peca, porque, identificada con la naturaleza divina, no puede desear ni querer 
sino lo que Dios quiere y desea. Las aberraciones más degradantes quedan así 
justificadas.
      ¿Quién fue el defensor y el corifeo de estas ilusiones místicas y de estas 
degradaciones morales condenadas en las 68 proposiciones? Se afirma generalmente 
que las 68 proposiciones resumen exactamente la doctrina y reflejan fielmente la 
conducta moral del que pasa como el representante principal del q. en todas sus 
formas: Miguel de Molinos (v.). Para su vida, obras, así como para la exposición 
histórica de su proceso consúltese esa voz. Baste añadir aquí que la 
historiografía, a partir del s. XVIII, ha estado muy marcada por la reacción 
antiquietista, cargando, a veces excesivamente, las tintas sobre la persona y 
conducta de Molinos. En la actualidad se tiende a corregir estas críticas, 
exageradas en ocasiones, y a colocar a Molinos y su obra en su justo lugar.
      Por otro lado las polémicas quietistas del s. xvii, aun siendo acertadas 
en el fondo, fueron a veces obstáculo para el desarrollo de la mística. La 
reacción antiquietista contribuyó a mirar con cierto recelo todo aquello que se 
presentaba como fenómeno místico, con el peligro de producir una cierta 
separación entre prácticas de devoción y vida de oración.
      Evolución posterior. El semiquietismo. Bajo el influjo de Molinos se 
habían formado en Roma y en otros centros focos de q. teórico y práctico. Una 
corriente quietista se desarrolla en Italia durante todo el s. XVII, 
independientemente de Molinos, que conoce representantes como Isabel Cristina 
Bellinzaga, Aquiles Gagliardi, los hermanos Leen¡ y, sobre todo, el card. Pier 
Matteo Petrucci; con el proceso que se siguió contra éste, a continuación del de 
Molinos, el q. italiano desaparece.
      La controversia continuó, en cambio, agitándose en Francia, aun después de 
su condenación; pero el q. francés está exento de las depravaciones morales de 
que se acusaba al de Molinos y al de los grupos italianos; y aun en el aspecto 
doctrinal tiene poco que ver con las proposiciones condenadas en 1687; sus 
ascendientes doctrinales hay que buscarlos en toda una literatura mística 
francesa -la mística abstracta- que florece a lo largo de todo el s. XVII con 
nombres como los de Lorenzo de París, Benito de Canfeld, Luis Lallemant (v.), P. 
de Condren hasta llegar a Mme. Guyon y al P. La Combe, que acentúan las 
tendencias de esta escuela con sus doctrinas sobre el puro amor desinteresado y 
la perfección cristiana consistente en la pasividad de la vida de fe. El interés 
del llamado q. francés de finales del s. xvil radica, sobre todo, en el hecho de 
haber intervenido en él dos eminentes personalidades, Fénelon (v.) y Bossuet 
(v.), el primero en favor y el segundo en contra de las teorías de Mme. Guyon. 
La discusión terminó con la condenación (12 mar. 1699; cfr. Denz.Sch. 2351-2374) 
de L'explication des maximes des saints (1697), de Fénelon.
      
      V. t.: MOLINOS, MIGUEL DE; ILUMINISMO.
      
      
BIBL.: P. A. MARTíN ROBLES, Del epistolario de Molinos, en Escuela española de arqueología e historia en Roina, cuaderno 1, Madrid 1912; P. DUDON, Le quiétiste espagnol Michel Molinos, París 1921; M. MENÉNDEZ PELAYO, Historia de los heterodoxos españoles, ed. BAC II, Madrid 1967, 177-201; M. PETROCCHI, Il quietismo italiano del Seicento, Roma 1948; A. BENNINGAR, Theologia spiritualis, Roma 1964; R. GARRIGOU-LAGRANGE, Le probléme de 1'amour pur et la solution de S. Thomas, «Angelicum» (1929) 83-124; C. GENNARI, De falso mysticismo, Roma 1907; R. Niccl, Homo interior, 3 vol. Roma 1709 (comentario a las proposiciones); CLAUDIO DE 1. CRUCIFICADO, Influencia y desarrollo de la autoridad y doctrina de S. Juan de la Cruz hasta las controversias antiquietistas, en Homenaje... a S. Juan de la Cruz, Segovia 1928, 240-80; J. ELLACURÍA, Reacción española contra las ideas de Molinos, Bilbao 1956; L. COGNET, Crépuscule des mystiques, Tournai 1958; EULOGIO DE LA V. DEL CARMEN, El quietismo frente al magisterio sanjuanista sobre la contemplación, «Ephemerides carmeliticae» 13 (1962) 353-426, con tendencia a la rehabilitación molinosiana; P. ZOVATTO, La polemica BossuetFénelon. Introduzione critico-bibliografica, Padua 1968; íD, Fénelon e il quietismo, Udine 1968. Para comprender mejor la temática quietista en relación con la auténtica vida interior, pueden verse algunas obras de conjunto, p. ej., R. GARRIGOU-LAGRANGE, Las tres edades de la vida interior, Buenos Aires 1944, 859 ss.; R. TANQUEREY, Compendio de Teología Ascética y Mística, 6 ed. París 1928, n. 1483 ss.; etc.
I. VÁZQUEZ JANEIRO.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991