PERSONALIDAD III. FUNDAMENTOS BIOLÓGICOS DE LA PERSONALIDAD


Un análisis semántico del presente encabezamiento ayuda a enriquecer su significado si, como bien indica Silverio Palafox, tomamos la preposición de en su triple acepción objetiva, subjetiva o final: 1) La objetiva indica que la p. y la actividad humana tienen una fundamentación biológica; 2) la subjetiva obliga a abordar la -biología humana como una de las bases de la continua perfectibilidad y educabilidad de la p., es decir, hay que considerar la permanente reverberancia de la educación (v.) sobre el concepto biológico del hombre; y 3) la final -de como sinónimo de.paray abarca todos aquellos conocimientos fundamentales de -biología humana necesarios para considerarse formado en el campo de la p.
      La importancia de su estudio se debe principalmente al hecho de que la biología es el fundamento material de las diferencias personales: precisamente en su condición única de ser biológicamente individual, el hombre (v.) puede perfeccionar su naturaleza y su p., tal como defienden, entre otros, filósofos tan poco sospechosos de «positivismo» como el clásico Tomás de Aquino: «Se dice que algo es natural a un hombre de dos modos: uno por su naturaleza específica; otro, por' su naturaleza individual. Porque así como cada ser se especifica según su forma, se individúa, empero, según su materia; y como la forma del hombre es el alma racional y la materia es el cuerpo, lo que conviene al hombre según el alma racional lees natural por razón de la especie, y lo que le conviene por la determinada complexión corporal, le es natural según la naturaleza individual. Pues lo que por parte del cuerpo es natural al hombre según la especie, de :alguna manera se refiere al alma, en cuanto que, evidentemente, tal cuerpo es a'tal alma proporcionado» (Sum. Th. 1-II g63al).
      El hombre es esencialmente singular. Su configuración personal es única en cada individuo; en la vida tratamos a personas distintas, con características y configuración peculiares. Ya Goethe quiso indicar que una característica principal del hombre era su individualidad: «La naturaleza parece haberlo basado todo en la individualidad». Y en nuestros días T. Dobzhansky (o. c. en bibl. 56) afirma que «cada ser humano es portador de un genotipo único», ya que el número posible de combinaciones de genes humanos (v. GENÉTICA) «excede ampliamente al número total de átomos del universo entero» y la individualidad no sólo es genética: varía el ritmo de crecimiento, el ciclo menstrual, la morfología del sistema nervioso (v.) -p. ej., puede haber dos o tres nervios esplácnicos, es distinto en cada persona el número y disposición de las células, así como su conductividad y conexión- o del sistema endocrino -sólo hace falta observar el diferente peso o formato de las glándulas (v.)-, los procesos bioquímicos -metabolismo basal, consumo de agua, necesidades vitamínicas-, etc.: nadie es «normal» sino en un número muy reducido de cualidades. La p. presenta diferentes ritmos biológicos, funcionales y disfuncionales.
      Sin embargo, aunque lo que realmente existe es un ser concreto en quien las notas de su condición humana se dan siempre individualmente modalizadas en conjuntos tipificables, todos los hombres tienen caracteres comunes que se aprovechan, didácticamente, para ofrecer una agrupación de parecidos fundamentales que posibiliten un conocimiento científico del individuo, aun sabiendo que se trata de un arquetipo formado a partir de normas universales. «Para el científico -afirma Eysenck- el individuo es simplemente el punto de intersección de un cierto número de variables cuantitativas» (The scientific study..., o. c. en bibl., 18). Para G. Allport, por el contrario, el científico no debe limitarse a estudiar las dimensiones aisladas comparándolas a varias personas, sino interesarse más bien por la mutua interdependencia de los sistemas parciales dentro del sistema de la personalidad de cada uno, como un todo (o. c. en bibl. 24-25).
      El hombre presenta una unidad ambivalente: es un único «yo» con unidad sustancial de cuerpo y alma, un espíritu encarnado cuya conducta es de naturaleza psicobiológica. Por tanto, una de las fundamentaciones de la p. se encuentra en el sustrato biológico. La vida psíquica del hombre depende en gran parte -aunque no en todode su desarrollo biológico. En cuanto inmerso en una realidad biológica, su actividad se encuentra con una serie de limitaciones y dificultades; y en cuanto desarrollo, la p. se forma a lo largo dé un proceso que empieza con la vida -más que con el nacimiento, como afirma Allport, opinamos que con el momento de la concepción, al menos como p. potencial- y, ocupa toda la vida, especialmente sus primeros años.
      'El hombre es un organismo que biológicamente se sale de la pura «organismidad». Junto a su parentesco' con los demás seres vivos, la estructura humana presenta un componente inmaterial, una singularidad- extrabiológica que traseiende la realidad sensible: características no meramente orgánicas,: tales como el,conocimiento intelectual, la semántica, 'da 'opcionalidad y la intencionalidad que no son meramente sensación, señalización, indeterminación ni finalidad biológica respectivamente. Dichas características no son un sentido o un movimíentc más, ni su peffeccionamiento, ni añaden a las funciones- sustratuales -nada físico, sino algo no material, que el biólogo no puede decir qué es, pero tampoco puede decir que no es nada. Así, pues, explica Palafox, el hombre, sin ser el único ser vivo existente, esclarece «biológicamente su parecido y aun su posible parentesco con los demás seres vivientes, a la vez que su peculiar diferencia y su consiguiente segregación de los mismos». La biología humana, por tanto, es transbiológica: puede contribuir a aclarar problemas extrabiológicos.
      La p. -dice Eysenck- está influida por toda una serie de factores, tales como el aprendizaje (v.) y la experiencia (v.) adquirida, que van moldeando a lo largo de toda la vida unos sustratos biológicos -la constitución física, el temperamento (v.), la inteligencia (v.)- que son como los «materiales» con que se construye dicha p. De ahí la importancia de estudiar los automatismos biológicos subyacentes, el fenotipo y el biotipo humanos (v. BIOTIPOLOGíA), indispensables para un conocimiento profundo de nuestra común naturaleza y de nuestra peculiar condición individual. Estos «materiales» sobre los que se construye la p. están influidos por la dotación genética y por los intereses y rasgos adquiridos. La p. no es exclusivamente producto del ambiente o de la herencia, sino que se necesita siempre la participación de ambos para su formación, si bien en proporción variable de una aotra persona y de una a otra parte del propio contenido de la personalidad. Thorndike afirma que los genes son cuatro o cinco veces más importantes que el ambiente en la determinación de la p. (o. c. en bibl. 39-45). Nosotros sólo añadimos que a pesar de los avances científicos de nuestros días, es todavía muy difícil distinguir la acción de los genes y la del medio ambiente. Las peculiaridades heredadas de tipo biológico influyen en la adaptación (v.) a estímulos (v.) ambientales, predisponiendo hacia uno y otro tipo de respuesta, y viceversa: el ambiente influye en lo heredado, pudiendo así el aprendizaje controlar el proceso de socialización y hacer realidad la perfectibilidad y la educabilidad del organismo humano (v. ENSEÑANZA I; EDUCACIÓN I). A todo esto se añade, en la configuración de la p. de cada uno, el uso que haga de su propia libertad (v.) y responsabilidad (v.).
      La misma realidad del hombre como ser vivo sugiere, pues, una serie de cuestiones que no conviene olvidar al analizar el contenido del presente tema. Juzgamos de interés reproducir el resumen de los mismos que aporta Palafox: «el fenotipo humano -sin mengua alguna de su originalidad y superioridad esenciales- se nos presenta en su realidad natural biológica como el resultado de la ineludible interacción entre los factores hereditarios y genotípicos -que los ascendientes legan mediatamente a través de la generación inmediata de los padres-, y los factores de influjo ambiental, o paratípicos -en que aquel genotipo ha de desarrollar el decurso vital del fenotipo, o ser concreto real que se va plasmando-. Cuáles sean tales factores y cuál el resultado de su biológica interinfluencia, continuada de por vida en la reciprocidad funcional 'individuo-circunstancia' (no en todo idéntica a la anterior, aunque sí muy similar), constituye, por así decirlo, el fundamento de los fundamentos que nos ocupan. Sin un conocimiento, ciertamente circunstanciado, pero científico y suficiente de todo ello, no se puede comprender la real naturaleza del hombre, y ni que decir hay de que mal podrán conducirle quienes lo ignoren en su misma estructura» (o. caen bibl.).
      Aunque destacásemos al principio la unitariedad y singularidad esencial del hombre -todo hombre es uno y diferente de todos los demás-, didácticamente, la p. se estudia analizando grupos de parecidos fundamentales referibles a notas que pueden manifestarse corporal o mentalmente. La corporeidad ofrece peculiaridades morfológicas o funcionales que dan respectivamente la configuración o el temperamento de cada uno, integrantes de la complexión o constitución. Las notas psíquicas, o «personeidad», pueden ser cognoscitivas -el entendimiento (v.) e inteligencia (v.)- y afectivoconativas -la voluntad (v.) y el carácter (v.)-, e integradas entre sí dan la clave de cada mentalidad.
      El estudio biológico de la p. presenta un cierto retraso, en comparación con los progresos de otras ciencias sobre la personalidad. Sabemos poco, p. ej., respecto al mecanismo genético, a la neurología del aprendizaje o al equivalente neurofisiológico del carácter o de la actitud. A pesar de la amplia literatura sobre la p., son escasos los conocimientos fácticos, reales, sobre su naturaleza y, especialmente, sus fundamentos biológicos. Se carece prácticamente de una tradición científica en la materia, lo cual hace que su actual participación en las teorías de la p. sea mucho menos útil de lo que, estamos convencidos, es en realidad.
      Sin embargo, durante estos últimos años se está dando un importante avance en su investigación: se ha demostrado que la p. cuenta con bases fuertemente biológicas -aunque no en exclusiva, como parece indicar la teoría biológica de la p.-, si bien la literatura especializada no presenta todavía un cuadro unificado de las mismas, y que interactúa de manera constante e inevitable con la psicología experimental (v.), la bioquímica (v.), la farmacología (v.), la neurología (v.), la electrofísica (v.), la genética (v.) y tantas otras ramas afines del saber.
     
     

BIBL.: S. PALAFOX, Fundamentos biológicos de la educación: Concepto, alcance y contenido, «Boletín de la Asociación de Especialidades Médicas» n', 22, Madrid 1973; H. 1. EYSENCK, Fundamentos biológicos de la personalidad, Barcelona 1972; íD, The scientific study of personality, Nueva York 1952; 1. PIAGET, Biología y conocimiento, Madrid 1969; N. PENDE, La ciencia moderna de la persona humana, Buenos Aires 1948; PH. LERScH, La estructura de la personalidad, 8 ed. Barcelona 1971; G. ALLPORT, La personalidad, Barcelona 1968; D. O. HEBB, Psicología, 2 ed. México 1968; íD, The role of neurological ideas in psychology, en Theoretical models and personality theory, Durham NC 1952; R. B. CATTELL, El análisis científico de la personalidad, Barcelona 1972; C. KLUCKHOHN, H. A. MURRAY, D. M. SCHNEIDER, La personalidad en la naturaleza, la sociedad y la cultura, Barcelona 1969; H. S. JENNIGS, The biological basis of human nature, Nueva York 1930; T. DOBZHANSKY, The biological basis of human freedom, Nueva York 1956; THORNDIKE, Heredity and environment, «Eugenical News» 29, 1944.

 

J. MARTÍN RAMÍREZ.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991