PATRICIO (Apóstol de Irlanda), SAN
Fuentes históricas. Todo lo que sabemos de cierto de la vida de P. se deriva de
dos cortos textos escritos de su propia pluma: Su Confessio, un relato de su
evolución espiritual y una justificación de su misión en Irlanda, y una carta de
protesta contra una incursión hecha contra una de sus congregaciones irlandesas
por los soldados del jefe británico Coroticus. Ni los «adagios» de P. en el
libro del s. IX de Armagh ni un conjunto de cánones que se sostiene fueron
dictados por P. y por dos obispos compañeros suyos (la última edición de L.
Bieler, The Irish Penitentials, Dublín 1963, 54-59) son aceptados universalmente
como auténticos aunque tienen sus defensores. El elemento histórico en la
leyenda de P., que comienza con Tirechan y Muirchú en el s. vil, es
extremadamente difícil de valorar. Incluso los datos autobiográficos de P. son
muchas veces interpretación incierta. Por tanto, toda biografía de P. es en gran
parte una tentativa.
Vida. N. de padres cristianos en la Britania romana. Su padre Calporius
era un decurión en una ciudad no identificada, que fue ordenado diácono en los
últimos años de su vida. El joven P. llevaba una vida mundana y descuidó su
educación. Cuando le cogió cautivo una banda de incursores irlandeses y fue
vendido como esclavo en Irlanda a la edad de 16 años, pensó que su desgracia era
un castigo por sus pecados. Mientras llevaba la vida solitaria de pastor
experimentó una conversión y se dedicó a la oración ferviente. Después de seis
años, una voz en sueños le dijo que pronto regresaría a su casa y, confiando en
esa voz, emprendió la huida. Poco después de su regreso a Britania tuvo un sueño
en el cual los irlandeses le pedían que regresase inmediatamente. Él tomó esto
como significado de que era llamado a llevar la fe cristiana a aquella región
que todavía era predominantemente pagana. Convencido de su vocación por las
voces que repetidamente oía «rezando dentro de él» (Confessio 24,25), decidió,
contra los deseos de su familia, prepararse para el sacerdocio con el fin de
convertir a los irlandeses. Si P. recibió su educación eclesiástica en Britania
(O'Rahilly, Carney, Hanson) o en la Galia (Bury, MacNeill, Bieler), son teorías
basadas en argumentos bastante razonables. Como el propio P. admite, siempre fue
un estudiante nada brillante. Sin embargo, su fervor religioso estaba fuera de
toda duda, y a su debido tiempo ascendió al diaconado. Durante algún tiempo su
deseo de evangelizar Irlanda no encontró el favor de sus superiores que le
consideraban inadecuado para esta tarea. En circunstancias a las cuales él alude
de forma demasiado oscura para reconstruirlas con seguridad, marchó
efectivamente a Irlanda, como obispo. Este acontecimiento debe de tener una
fecha posterior a la de la misión de Palladio, el cual, según nos cuenta
Próspero de Aquitania en su Crónica, «fue enviado a los irlandeses confiando en
Cristo» por el papa Celestino en 431. Muirchú, siguiendo aparentemente una
tradición de la iglesia de Auxerre, relata que había estudiado allí bajo la
dirección de S. Germán y que sucedió a Palladio al producirse su prematura
muerte. Las opiniones están muy divididas sobre el valor histórico de este
relato; ciertamente debe ser rechazado si la misión de P. partió de Britania. La
fecha inicial de esta misión es también objeto de controversia. Los Anales
irlandeses lo sitúan en el año 432, que parece demasiado temprano; pero se
discute si P. llegó sólo unos años después de Palladio o no lo hizo hasta 460.
Los Anales tienen también dos fechas de la muerte de P.: 461 (o 457) de una
parte y 490 por otra. Bury, NacNeill, Bieler, Hanson han adoptado por la más
antigua y O'Rahilly y Carney por la más moderna.
P. describe su misión en términos más bien generales. Marchó a propósito a
aquellas partes del país donde el Evangelio no había sido nunca predicado. Nos
habla de numerosas conversiones, de que administraba el bautismo y la
confirmación y que confería las sagradas órgenes a los nativos, a algunos de los
cuales él mismo había preparado en persona (Epístola 3); sin embargo, no
menciona. que se consagraran obispos aparte de él mismo. Introdujo con éxito el
monaquismo que por aquel entonces era un movimiento bastante reciente en
Occidente. Tanto los hombres como las mujeres respondieron a esta llamada con
entusiasmo, las jóvenes lo hacían a menudo contra los deseos de sus padres y las
jóvenes esclavas desafiando a sus amos. En todas sus relaciones con sus
conversos P. tenía gran empeño en evitar toda posible sospecha de interés
egoísta; devolvía incluso los regalos espontáneos que le hacían algunos
feligreses. Sin embargo, no tenía el menor escrúpulo en sobornar a los
gobernantes de los numerosos y pequeños reinos en los que Irlanda estaba
entonces dividida, a fin de que le permitiesen predicar en sus territorios;
también pagaba generosamente a sus colaboradores para que le proporcionasen una
seguridad en sus activades. Su misión encontró la oposición en algunos lugares,
pero especialmente (si hemos de creer las Vidas del s. VII) por parte de los
druidas, los paladines de la tradición y la religión nativa. P. recuerda en
muchas ocasiones cuando no sólo su libertad sino también su vida estuvo en
peligro. En una ocasión (Confessio 53) él y sus compañeros fueron apresados, se
les encadenó y se les mantuvo prisioneros durante 15 días. Ya se veían frente a
la muerte cuando fueron puestos en libertad por la intervención de amigos
nativos. P. fue criticado también por algunos de sus feligreses y aún más
duramente en círculos eclesiásticos fuera de Irlanda. Aquellos que habían
apoyado su misión y que hasta cierto punto la financiaron, encontraron mal el
que rehusase aceptar limosna. No sabemos si también ponían objeciones a otros
aspectos de su labor misionera. Algunos biógrafos modernos de P. creen que,
después de haber sido obispo en Irlanda durante años, fue mandado llamar ante el
Sínodo británico con el fin de que se defendiera de las acusaciones contra él;
sin embargo, el pasaje que se interpreta de este modo (Confessio 26-34) pudiera
referirse quizá a objeciones hechas anteriormente a su nombramiento. Una cierta
hostilidad del episcopado británico podría haber surgido por la exigencia de P.
de excomulgar a Coroticus por su ataque a los cristianos irlandeses, lo que
muchos británicos se inclinarían a condenar en un hombre al que se consideraba
defensor de su país contra los violentos irlandeses. Sin embargo, parece
evidente que las críticas a P. no podían acusarle de nada, excepto de su
deficiente educación, que él mismo humildemente reconoce. La organización de la
iglesia que introdujo en Irlanda sería una adaptación del sistema continental a
las condiciones irlandesas. En un país donde no había ciudades, una iglesia
episcopal, con un capítulo organizado según las líneas monásticas, como algunas
del continente, tiene que haber parecido ser la mejor forma que debería revestir
un centro religioso. Esto explicaría en parte la posterior transformación de la
iglesia irlandesa en una iglesia predominantemente monástica. Los «Cánones de
San Patricio» (v. par. 1) proporcionan ciertos indicios de una organización
diocesana elaborada, pero son considerados como espúreos por algunos estudiosos
(Todd, Binchy, Hughes), quienes piensan que surgieron en los círculos
pro-romanos del s. V de Irlanda. Desde época antigua, Armagh en el norte de
Irlanda, afirmaba ser «la iglesia de P.», es decir, el centro de su misión, si
no su sede permanente y no hay ninguna razón seria para dudarlo. Sobre la base
de esta afirmación, más tarde (desde el s. VII), Armagh adquirió la supremacía
sobre las otras iglesias irlandesas. Actualmente el arzobispo de Armagh se
titula «Primado de toda Irlanda».
San Patricio como hombre y escritor. Si los detalles de la vida de P. y su
carrera son a menudo dudosos, no puede haber, sin embargo, duda alguna acerca de
su personalidad tan patente a través de sus escritos. Era un hombre
profundamente religioso, obediente a la voluntad de Dios tal como él la
entendía, inspirado por su celo evangélico; un hombre de acción, dotado de
voluntad tenaz y gran inteligencia práctica. Al mismo tiempo, era ,consciente de
sus limitaciones, pero tanto más insistía por ello en la obra de la gracia de
Dios en su vida. En numerosas ocasiones la mano de Dios que le guiaba tomaba la
forma de una «voz interior» y algunas de estas experiencias (Confessio 24,25)
tienen las características de la oración mística. Un pasaje similar a un credo
en la Confessio (c. 4) testifica su ortodoxia; su insistencia del papel de la
gracia divina no denuncia, sin embargo, una declarada actitud antipelagiana. No
era una mente especulativa y parece haber leído poco -si es que leyó algo
apartede la Biblia-. En la Sagrada Escritura, sin embargo, estaba muy versado;
frecuentemente cita de ella; muy a menudo emplea frases bíblicas, incluso cuando
cuenta su propia historia. Su latín es una original mezcla de elementos
bíblicos, de oraciones y de lenguaje de uso corriente. P. no es un escritor de
gran distinción, pero su sinceridad coloca a los dos documentos personales que
nos dejó muy por encima de la mayoría de la literatura de su época.
Culto e iconografía. El primer testimonio del culto al santo es la
inclusión de un himno en su alabanza (en cuyo título se le denomina magister
Scottorum) en el Antifonario de Bangor (A. D. 680-91). En Armagh, su fiesta (17
marzo) se celebraba ya con un triduo lo más tarde a principios del s. ix. Los
conquistadores anglonormandos del s. xii «adoptaron» a P. y a otros primitivos
santos irlandeses en su liturgia; en 1186 el obispo Malachy de Down transfirió
las reliquias de los santos P., Brigita y Columcille a su catedral y los hizo
depositar allí en un relicario común. En el continente, el culto a P. se
extendió con los peregrinos irlandeses, especialmente en Francia, Bélgica, parte
Sur y Occidental de Alemania; en Peronne, en Picardía, fue establecido hacia el
año 700. De finales de la Edad Media conocemos un número considerable de textos
de Misa propia y oficios para el día de P. (el actual misal romano tiene sólo
una colección propia). La peregrinación al purgatorio de P., una cueva de una
isla en Lough Derg, Donegal, donde muchos visitantes dicen haber tenido visiones
del cielo y del infierno, fue famosa en toda Europa medieval. Las visiones
tenidas allí por Sir Owen en 1153, descritas por el monje Enrique de Saltrey, se
difundieron ampliamente y han sobrevivido en numerosos manuscritos. Sin embargo,
no hay ningún testimonio que demuestre que este lugar tuvo alguna relación con
P. La peregrinación a la isla (aunque no a la cueva) todavía existe como un
ejercicio penitencial de tres días. También hay otra peregrinación anual a la
cima del monte de Croagh Patrick en la costa occidental de Irlanda, donde, según
Tirechan, P. guardó ayuno en una ocasión durante cuarenta días. En nuestra
época, los emigrantes irlandeses han llevado el culto de P. al otro lado del
Atlántico, especialmente a los Estados Unidos y a Australia donde se le han
dedicado muchas iglesias. P. es el único santo irlandés cuya fiesta tiene un
lugar en el calendario litúrgico de la Iglesia universal.
Las representaciones históricas de P. son raras antes del s. xiv; las
primeras son dos paneles en la cruz de piedra del rey Flann en Clonmacnoise (ca.
900). P. solía ser representado con vestidura episcopal, sin barba, con su mano
derecha levantada en un gesto de bendecir. Desde el s. XVII encontramos el
cuadro familiar: con barba, una serpiente a sus pies, con su mano derecha
sosteniendo una hoja de trébol. Estos emblemas se refieren a las últimas
leyendas de acuerdo con las cuales P. expulsó de Irlanda todas las serpientes y
explicaba a los irlandeses el misterio de la Santísima Trinidad con un trébol.
V. t.: EUROPA VII, 1; IRLANDA V.
BIBL.: Libri Epistolarum. S. Patricii Episcopi. Introduction text and commentary by L. Bieler, 2 vol. Dublín 1952; Vita S. Patricii... ex Libro Armachano, ed. E. HOGAN, «Analecta Bollandianan, 1 (1882), 531-585; II (1883) 35-b8, 213-238; W. STOKES, The Tripartite Life of P., Londres 1887, 2 vol.; J. GWYNN, Librr Ardmachanus, Dublín 1913; J. H. TODD, St. P. Apostle of Ireland, Dublín 1864; J. B. BuRY, The lije of St. P. and his place in History, Londres 1905; E. MAc NEILL, St. P., Apostle of Ireland, Londres 1934 (2 ed. aumentada, Dublín 1964); T. F. O'RAHILLY, The Two Patricks, Dublín 1942; L. BIELER, The Life and Legend of St. P., Dublín 1949; J. CARNEY, The Problem of St. P., Dublín 1961; D. A. BINCHY, P. and his Biographers, «Studia Hibernicau, 11 (1962) 7-173 (un excelente examen de la controversia); L. BIELER, St. P. and the coming of Christianity (Historia del catolicismo irlandés, fase. 1), Dublín 1967; K. HUGHES, The Church in early Irish society, Londres 1966, cap. 1 y 3; R. C. P. HANSON, St. P.: his origins and career, Oxford 1968. También son importantes los numerosos artículos de P. GROSJEAN, en «Analecta Bollandianau, 1932-1958.
LUDWIG BIELER.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991