PARROQUIA I. Significado etimológico e histórico.
La palabra p. procede del griego paroikía o bien del verbo paroikéo, que en el
griego clásico significa «vivir junto a». En la traducción griega del A. T.,
llamada de los Setenta, equivale dicho verbo a ser extranjero, vivir como
forastero o peregrinar (la Vulgata traduce al latín por peregrinar¡). Así la
paroikía o p. equivale en el A. T. a la comunidad del pueblo de Dios que vive en
el extranjero sin derecho de ciudadanía. En el N. T. existe este vocablo dos
veces, con el mismo significado que en los 16 textos en que aparece en el A. T.
Para los hebreos la paroikía tenía una significación parecida a la de
sinagoga (v.) o asamblea (v.). Para los escritores apostólicos de la Iglesia
primitiva había una identificación entre paroikía, Iglesia, reunión o asamblea
cultual. Hasta el s. lV la palabra latina paroecia era la comunidad local de
cristianos dirigida y presidida por un presbítero o por un Obispo. Desde el s.
VI se emplea el término diócesis (v.) para designar a un conjunto de comunidades
cristianas gobernadas por un Obispo. Pero de hecho, hasta el S. XIII, hay una
cierta confusión entre los términos p. y diócesis.
En la Iglesia local primitiva es siempre el Obispo (v.), rodeado de su
presbiterio (v.) o equipo sacerdotal, quien tiene la responsabilidad jerárquica
total. Con todo, hacia el s. Iv, debido al gran número de cristianos y a que
Roma era ya una gran ciudad, no cabía en la iglesia laterana del Papa toda la
reunión cristiana para la Santa Misa dominical. Se crean entonces diversos
lugares de culto con diferentes títulos, que dan origen a las p.; eran las
estaciones itinerantes que el Papa recorría en determinados días del año
litúrgico, con lo cual manifestaba la unidad de la Iglesia local. Los sacerdotes
encargados de estas Iglesias titulares, que acabaron por tener liturgia propia,
formaban parte del presbiterio del Obispo. Fuera de las murallas de las ciudades
también se crearon iglesias p., con una mayor independencia de la iglesia
episcopal. Extendida al campo la evangelización en el s. iv, era natural que
también ahí se crearan p., que en un principio eran más centros de misión y
catecumenado; los lugares de culto, así, se fueron multiplicando. A partir del
s. vIII, cuando ha ido desapareciendo el catecumenado como institución (v.
CATECUENO), la p. tiene ya unos matices definidos tanto en las ciudades como en
el campo, semejantes a los que tiene hoy. Al mismo tiempo, la p., especie de
microdiócesis, tiende a convertirse en un auténtico beneficio. Al disminuir la
labor misionera, consecuencia de la extensión ya masiva del cristianismo, todo
el quehacer parroquial se centra más en lo sacramental y en lo administrativo.
La unidad evangelizadora y catecumenal de la* Iglesia local se atenúa, aunque
siempre hay que continuar la catequesis y predicación a los ya cristianos. Crece
el derecho parroquial y decae la misión; se desarrolla el beneficio (v.)
canónico, y la liturgia, a veces con poco sentido bíblico, tiende a convertirse
en ocasiones en pura rúbrica (v.).
A lo largo de la historia hay muchos intentos y realizaciones para renovar
la vida parroquial, paralelos a la actividad pastoral (v.), las reformas
litúrgicas, los grandes concilios, etc. Hay que señalar, p. ej., la gran labor
realizada por el Conc. de Trento (v.), que recordó a los párrocos la obligación
de predicar y de la continua catequesis (v.), fijó la obligación de residencia,
etc. Modernamente hay que resaltar, en relación con el tema, a S. Pío X (v.), el
movimiento (v.) litúrgico, los movimientos y asociaciones de apostolado y
espiritualidad entre los laicos, etc.
BIBL.: Ver PARROQUIA II.
CASIANO FLORISTÁN.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991