NEOPOSITIVISTAS LÓGICOS
Descripción general. Son llamados así un grupo de autores, con todas las
características de una «Escuela» por sus mutuas relaciones e interdependencias,
dedicados a trabajos de lógica y metodología científica y a difundir con ellos
una peculiar ideología filosófica conocida como «positivismo lógico». El grupo
original constituyó el llamado Círculo de Viena, iniciado en 1924 por Moritz
Schlick; fue continuador y jefe de la escuela Rudolf Carnap (v.). Sus más
destacados representantes son: Ludwig Wittgenstein (v.), Otto Neurath, Alfred J.
Ayer, Charles W. Morris, Alfred Tarski, Gustav Bergmann, Hans Hahn, Friedrich
Weisman. La mayoría de los componentes del Círculo de Viena emigraron a otros
países a partir de 1933, a raíz de la llegada al poder del nazismo. De esta
forma, ellos y algunos discípulos presentan hoy varias ramificaciones y grupos
afines fundamentalmente en Estados Unidos y Gran Bretaña; algunos conservan el
nombre original del movimiento -neopositivismo o positivismo lógico-, y otros
prefieren el de empirismo lógico.
Desde el punto de vista histórico y doctrinario, en los n. l. confluyen
varias influencias filosóficas y científicas, las más importantes de las cuales
son las siguientes: LÓGICOS1) el antiguo empirismo (v.) inglés, especialmente el
de David Hume (v.) y John Stuart Mill (v.), así como el positivismo (v.); 2) la
metodología empírica de las ciencias de la materia desarrollada durante y
después de la mitad del s. XIX por hombres de ciencia como Helmholtz (v.), E.
Mach, Poincaré (v.), P. Duhem, Boltzman (v.) y otros, algunos de los cuales
fueron materialistas (v. MATERIALISMO I); 3) la lógica simbólica del lenguaje,
método empleado por filósofos y matemáticos a principios del s. XX, p. ej., G.
Frege, G. Peano, Hilbert (v.), Whitehead (v.) y Bertrand Russell (v. LÓGICA II-III).
Este movimiento se ha desarrollado dentro de otro más amplio, el
«empirismo científico» (llamado también «Movimiento de Unidad de la Ciencia»),
cuyo representante más destacado es Hans Reichenbach, y que busca «la unidad del
conocimiento científico» partiendo de los siguientes presupuestos: a) existe una
unidad «lógica» del lenguaje de la ciencia; b) los conceptos de las distintas
ramas de la ciencia no son fundamentalmente diferentes, sino que todos
pertenecen a un sistema coherente; c) por consiguiente es necesario, en vista de
la situación actual de los esfuerzos epistemológicos, readaptar la terminología
de las distintas ciencias, incluyendo también las sociales, establecer las leyes
fundamentales y luego deducir las leyes especiales y particulares para cada una
de ellas. El análisis del lenguaje (v.) constituye el método básico fundamental
para esta «ciencia de la ciencia». Pero mientras el neopositivismo lógico pone
más el énfasis en el aspecto lógico de este análisis, el empirismo científico lo
quiere aplicar a todas las ramas del lenguaje y del conocimiento (v.),
incluyendo la biología y las ciencias sociales.
El punto de partida del neopositivismo lógico es la negación a priori de
la Metafísica. Sus representantes, al igual que los positivistas, rechazan toda
Metafísica (v.) como ciencia, a la que consideran «no sólo inútil y
contradictoria -como lo había insinuado Kant (v.)- sino totalmente desprovista
de significado». Los problemas de la Metafísica serían pseudo-problemas; sus
enunciados -los que versan, p. ej., sobre la causa primera, la finalidad, la
trascendencia, etc- serían meras proposiciones gramaticales carentes de
verdadero sentido, inaptas, por tanto, para recibir la denominación de
verdaderas o falsas. El neopositivismo lógico niega la existencia de «verdades
aprióricas»: «nuestros conceptos, juicios, o las así llamadas verdades
intemporales son simples suposiciones convencionales... condenadas o salvadas
por los procesos empíricos y las experiencias sensibles, los únicos que deciden
en este terreno». Lo a-prior¡ es, a lo sumo, una hipótesis; esencias, principios
del ser, ontologías aprióricas fundamentales, no se darían «en sí», ni tienen
«sentido» (obsérvese que los n. l., más que de la Metafísica, hablan de la
doctrina kantiana).
Lo esencial que pretenden los n. l. es la aplicación constante y universal
de un solo método, el único adecuado según ellos, que llaman «análisis lógico
del lenguaje». Es éste el campo en el cual habría de desenvolverse la filosofía:
el análisis; pero no el psicológico, ni epistemológico, y tampoco puramente
gramatical, sino el análisis «significativo» de los enunciados científicos; con
el fin de «eliminar los falsamente significativos y señalar las formas legítimas
de significación y sus justos límites y condiciones» (Hirschberger).
La influencia del empirismo inglés, de David Hume especialmente, es
notoria. Hume (v.), al emitir su teoría de la Ciencia, había establecido una
distinción equívoca entre verdades de razón (relations of ideas) y verdades de
hecho (matters of fact). Las primeras, que expresaríansólo relaciones de ideas,
serían las verdades de la Geometría y de las Matemáticas en general;
afirmaciones que se ofrecerían con una evidencia intuitiva o demostrativa.
«Aunque no hubiera existido jamás un círculo o un triángulo en la naturaleza,
conservarían para siempre su certeza y evidencia las verdades de Euclides»,
escribe él. «Que la suma de los cuadrados de los catetos es igual al cuadrado de
la hipotenusa, o que 3 X 4 es igual a la mitad de 24, son enunciados que tienen
validez de relaciones entre estas figuras o números, y que pueden ser
descubiertos por la pura actividad de la mente, sin referencia a ninguna
existencia real en el mundo». Las verdades de hecho, en cambio, no comportarían
ninguna necesidad poética como las de razón. «Lo contrario de cualquier matter
of fact es todavía posible porque nunca implica contradicción; que el sol no
saldrá mañana es una proposición ni menos inteligible ni con más contradicción
que la afirmación de que saldrá».
Los n. l. a su vez, bajo esa influencia de Hume, dividen los enunciados
«significativos» en analíticos y factuales; los primeros (que responden a las
«relaciones de ideas» del citado filófoso inglés) nada dicen sobre la realidad:
los segundos son rigurosamente empíricos y a-posteriori, verificables total o
parcialmente en la experiencia. Según esta división, no cabe la posibilidad de
contar con juicios sintéticos a-prior¡ (como sontenía Kant): «un enunciado
sintético a-prior¡ o ultraempírico, inverificable -que no sea pura relación
formal de ideas (analítico)- no tiene ningún sentido», afirman ellos. Pero la
verdad no se reduce a esta división, ya que esencialmente la verdad (v.) es
siempre adecuación del entendimiento cognoscente con la cosa conocida, tanto en
lo que llama Hume verdades de razón como en lo que llama verdades de hecho; no
hay entre ellas esa diferencia tan tajante que pone el empirismo y que admiten
los n. l.
Establecido así el esquema y las categorías de los «enunciados», la tarea
del filósofo sería analizar todos los enunciados empíricos, lógicos,
matemáticos, metafísicos, éticos y filosóficos en general, para determinar su
grado de valor significativo. Tarea que tiene como fin eliminar toda posibilidad
de error «significativo», establecer el criterio de «verificabilidad» o separar
lo verdadero de lo falso. De acuerdo con su particular teoría del conocimiento,
que lo reduce al simple conocimiento de los sentidos, se explica que para los n.
l., los enunciados éticos, p. ej., no son propiamente asertivos, su
significación no es indicativa, declarativa, sino meramente expresiva, evocativa
o emotiva; por lo que consideran a esos enunciados no susceptibles de verdad ni
de falsedad. Ahora bien, el análisis de los enunciados requiere un estudio
profundo del lenguaje significativo mediante un método especial al servicio de
la ciencia de los símbolos, la Semiótica, como la llaman los neopositivistas.
La Semiótica tiene tres ramas principales: a) La pragmática o la teoría de
las relaciones entre los signos y los hombres que los producen, los interpretan
y los utilizan; esta rama comprende la Psicología, la Sociología y la Historia
del uso de los símbolos, especialmente de los del lenguaje. b) La Semántica o la
teoría de las relaciones de los símbolos a los objetos por ellos significados
(como designata o denotata); además, estudia también el problema de la verdad y
la teoría de la «dedución lógica». c) La sintáctica, o la teoría de las
relaciones formales de los símbolos entre sí (v. SIGNO I; SIGNO LINGÜíSTICO;
SIMBOLISMO; SEMIOLOGÍA; SEMÁNTICA).
Principales neopositivistas. Carnap se ha dedicado especialmente a la
lógica formal y su aplicación a los problemas de epitemología y filosofía de la
ciencia en sus obras capitales (v. CARNAP, RUDOLF).
Moritz Schlick (1882-1936), a pesar de haber sido el fundador del Círculo
de Viena, estuvo influenciado por el pensamiento de Carnap. Sus obras
importantes son: Allgemeine Erkenntnislehre (Teoría general del conocimiento),
Fragen der Ethik (Problemas de Ética), y una serie de artículos recogidos en
Gesammelte Aufsütze. Al igual que los demás n.l., Schlick rechaza el apriorismo
(sintético) fenomenológico y marca la distinción entre la experiencia inmediata
y el conocimiento relacional. En el campo de la lógica y de la metodología de
las ciencias es interesante su punto de vista referente a diversas categorías y
a conceptos científicos como tiempo, espacio, sustancia, causalidad, vida
orgánica, etc.; y en el campo de la ética: sentido de los juicios de valor,
hedonismo, libre albedrío, motivación moral, etc.
Hans Reichenbach (1891-1953) fue profesor en las Univ.
de Berlín, Estambul y Los Ángeles. Obras importantes: Atom und Kosmos
(Átomo y Cosmos), Wahrscheinlichkeitslehre (Teoría de la probabilidad),
Experience and Prediction (Experiencia y predicción). Dos series de problemas
epistemológicos ocupan gran parte de su pensamiento filosófico-científico: a) el
problema del tiempo y del espacio; b) el problema relacionado con los principios
de causalidad, inducción y probabilidad. Reichenbach rechaza la concepción
apriorística del espacio y del tiempo; su teoría probabilística se fundamenta en
una definición de tipo estadístico. La probabilidad juega el papel fundamental
en la teoría del conocimiento y de la «verdad». Pero lo más interesante de su
doctrina es la actitud frente a sus propios «correligionarios» del Círculo; una
actitud crítica que parte del principio, implícitamente aceptado por ellos
mismos, de que en el «dato» sensible se comprende una serie de factores que nada
contienen originariamente sensible sino que advienen a priori a la intuición
sensible, p. ej., los aspectos de la unidad, diversidad, semejanza, totalidad,
etc., y que no son meras convenciones. Todo ello está en contradicción con el
neopositivismo, y es de esperar que sus continuadores logren descubrir la
Metafísica.
RADU ENESCO.
Valoración de conjunto. Se observa, por lo dicho, cómo los n.l. no conocen
otra «filosofía» que la de Kant; éste, en efecto, en su peculiar teoría del
conocimiento, dependiente del empirismo inglés y del racionalismo cartesiano,
hablaba de verdades y juicios «a priori» impresos en el entendimiento que se
aplican en el proceso del «conocimiento» de las cosas. Pero el entendimiento
(v.) no procede realmente así, ya que no es de sí mismo sino de las cosas de
donde saca las ideas, de modo que el conocimiento (v.) es la unión del
cognoscente y del conocido, en la que cada uno pone lo suyo; mientras que en
Kant parece que es el cognoscente sólo el que provoca el conocimiento, y, por
tanto, lo conocido. Esta equívoca concepción del conocimiento se radicalizaría
más en el idealismo, sobre todo de Hegel (v.); de forma que el neopositivismo
lógico, al desechar lo que llama Metafísica, en el fondo se refiere a la
doctrina kantiana y hegeliana; por eso viene a ser una fuerte crítica del
idealismo (v.).
Efectivamente el idealismo es poco compaginable con los métodos y
resultados de las ciencias de la materia, que trabajan sobre la experimentación
(v.) científica y dependen de ella. Los n.l. son especialistas en metodología
científica y lógica formal, cosas que no hay que confundir con la Filosofía y la
Metafísica; como no hay que confundir el conocimiento en general con el
conocimiento sensible; éste es sólo una forma de conocimiento. Pero los n. l. no
superan el empirismo, ya que consideran que la única fuente de conocimiento es
la percepción sensible, es decir, reducen todo conocimiento verdadero al
conocimiento de los sentidos (v.). Éstos, evidentemente, captan sólo lo material
(v. MATERIA II, 1); así los n. l. son con frecuencia materialistas.
Debe aclararse que la lógica simbólica y la metodología científica (la
metodología de las ciencias de la materia) de ninguna forma se identifican con
el positivismo. Éste y el neopositivismo son una interpretación de aquéllas; esa
interpretación consiste en afirmar que el sentido de todo enunciado científico
se agota en la descripción y ulterior elaboración de los datos sensibles por
medio de esa lógica y esa metodología. Pero la experiencia (v.) humana es más
amplia que la experimentación científica; hay realidades que dicha
experimentación no puede captar, y sobre las cuales es posible también hacer
ciencia (p. ej., Metafísica, Ética, etc.), en cuanto que no es simple
elaboración mental o expresión evocativa o emotiva del sujeto. La Metafísica, la
Ética, las ciencias trascendentales en general, en su parte científica no son
mero producto de la especulación mental, como parecen pretender el racionalismo
y el idealismo, sino que también se basan en la experiencia, en la historia,
etc.; pero es una experiencia no manejable al modo de la experimentación
científica, ya que intervienen en ella factores como la voluntad, la libertad,
la responsabilidad, etc. (v. MÉTODO; METODOLOGÍA CIENTÍFICA; CIENCIA VII;
INVESTIGACIÓN VI).
Advirtamos aquí cómo la división bipartita de las ciencias en ciencias de
la naturaleza y ciencias del espíritu, derivada entre otras cosas de la
inadecuada distinción entre verdades de razón y verdades de hecho, y muy
divulgada y aceptada desde el pasado s. XIX (v. CIENCIA VII, 2-3), encierra
dentro de sí un equívoco y peligro permanente: el de la desconexión de ambos
campos, que lleva a unos a afirmar la primacía de las del espíritu (racionalismo
idealista) y a otros la de las de la naturaleza (positivismo, cientifismo, v.).
Así, las ciencias sociales tienden a ser atraídas a uno u otro campo; pero en
ellas hay que tener en cuenta no sólo los hechos empíricos constatables y
agrupables estadísticamente, sino también hechos como la existencia de la
libertad y la responsabilidad moral, que les confieren su especial carácter. La
división en ciencias teóricas (Metafísica, Gnoseología, etc.), ciencias
prácticas (Lógica, Ética, Sociología, etc.) y ciencias productivas (Física,
Química, etc.) es más adecuada; aunque las palabras teórica, práctica y
productiva han de ser bien entendidas; significan un predominio de cada uno de
esos aspectos en las respectivas ciencias así calificadas, pero no excluyen los
otros aspectos.
El neopositivismo ha realizado valiosos trabajos en el desarrollo de la
lógica y metodología, y en los análisis lingüísticos. Cosa distinta es su
ideología interpretativa, opuesta desde luego al idealismo, pero que no supera
al empirismo cientifista, y presenta numerosas resonancias y afinidades con el
viejo nominalismo (v.). Sus trabajos podrían desarrollarse más adecuadamente en
el marco de la Metafísica (v.), no idealística ni empirista, sino realista,
atenta al ser (v.) en toda su extensión, a la realidad (v.) total con su
inherente complejidad.
JORGE IPAS.
V. t.: NOMINALISMO I; CIENTIFISMO; CIENCIA VII, 3; MÉTODO; LÓGICA I, 4 y
II; LENGUAJE; EXPERIENCIA; ESTADOS UNIDOS DE NORTEAMÉRICA VI.
BIBL.: I. M. BOCHENSKI, Historia de la Lógica formal, Madrid 1966; ID, Los métodos actuales del pensamiento, 7 ed.Madrid- 1971; J. R. WEINBERG, Examen del positivismo lógico, Madrid 1959; F. COPLESTON, Filosofía contemporánea. Estudios sobre el positivismo lógico y el existencialismo, Barcelona 1959; G. MORRA, 11 problema morale nel neopositivismo, Manduria-Bari 1962; É. GILSON, La unidad de la experiencia filosófica, 2 ed. Madrid 1966 (especialmente, 255-363); C. FABRo, El neopositivismo, en Historia de la Filosofía, II, Madrid 1965, 459-515 (con bibl.); W. WERKMEISTER, Siete principios directivos del positivismo lógico, La filosofía del positivismo lógico, «Rev.
RADU ENESCO, JORGE IPAS.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991